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María, ejemplo de humildad (página 2)




Enviado por Agustin Fabra



Partes: 1, 2

Pero a pesar de la respuesta de Jesús,
María insiste: "Haced lo que El os diga" (2:5).
Son las última palabras de María en este Evangelio;
su testament. María no sustituye a Cristo sino que invita
a Cristo, lleva a Cristo, que es el único mediador para la
salvación y con ello confirma que la devoción a
María es verdadera cuando orienta hacia Cristo.

En Caná de Galilea Jesús manifesto su
gloria y creyeron en El sus discípulos (2:11). Y
María intercedió por los hombres al pedirle a
Jesús que transformara el agua en vino. Y del mejor,
además.

María junto a la cruz (Juan
19:25-27)

La hora de Jesús ha llegado y María tiene
un papel muy importante al pie de la cruz, cuando El empieza a
realizar la salvación del mundo.

Junto a la cruz de Jesús estaba María,
acompañada por María Magdalena y por su tía
María, mujer de Clopás y hermana de la madre de
María (19:25). El verbo griego estékeisan
significa estar de pie o estar parado, tal como
estaba María junto a la cruz. María es la imagen
del sufrimiento, sostenido por la fe y la esperanza. No tuvo
gestos desesperados sino un sufrimiento lleno de dignidad. Asi
María aceptó con amor la inmolación de
la víctima engrendrada por ella misma
(LG
58).

Desde la cruz Jesús le dice: "Mujer,
ahí tienes a tu hijo"
(2:26) y al discípulo
"Ahí tienes a tu madre" (2:27). El
carácter singular de la designación Mujer
parece indicar que el evangelista ve aquí un acto que
sobrepasa la simple piedad filial: la proclamación de la
maternidad espiritual de María con respecto a los
creyentes representados por Juan. Y también Jesús
confía a Juan a María como madre suya y de todos en
el orden de la gracia y de la salvación.

El discípulo acepta la invitación de
Jesús y desde aquella hora la acogió en su casa
(19:27). Juan aceptó a María como algo propio,
introduciéndola en su mundo personal, entre las realidades
de su existencia. El texto griego dice éis tá
ídia
, que significa cosas
propias
.

Así comienza la devoción y el culto a la
Virgen María en la comunidad cristiana, como madre
espiritual de todos los miembros de la Iglesia.

La mujer del Apocalipsis (Apocalipsis
12:1-17)

En este punto empieza la segunda parte de la vision de
Juan. La Iglesia deja de ser exclusivamente judía para
convertirse en Iglesia universal. Empieza una serie de siete
signos o visiones en el cielo, que se desarrollan a través
de los capítulos 12, 13 y 14. Las dos primeras nos
presentan a los protagonistas de la historia sagrada: la mujer y
el dragon; el pueblo de Dios y el demonio.

Juan ve varias señales en el cielo. La primera
señal es una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus
pies y una corona de doce estrellas en su cabeza. Ella representa
a la iglesia del Antiguo Testamento. Estaba a punto de dar a luz
a un hijo varón, Cristo.

Luego apareció otra señal en el cielo, un
enorme dragón rojo, que es el diablo. Él
trató de matar a Cristo cuando nació, pero
Jesús ascendió al cielo y a Dios y Su trono. La
iglesia ha sido cuidada por Dios durante la era del Evangelio.
Pablo nos dice en Efesios 6:12 nos dice que "no tenemos lucha
contra fuerzas humanas, sino contra los gobernantes y autoridades
que dirigen este mundo y sus fuerzas oscuras. Nos enfrentamos
contra los espíritus y las fuerzas sobrenaturales del
mal
".

María no sólo representa a la madre de
Jesús, sino que también significa que es la iglesia
que huye al desierto (12:6), es decir, que la iglesia vive
retirada espiritualmente del mundo y alimentada por la Palabra de
Dios durante el tiempo de las persecuciones: mil doscientos
sesenta días; o sea, tres años y medio. Esa cifra
es muy significativa ya que es la misma en que Dios envía
a proclamar su palabra a los dos testigos (11:3), el tiempo en
que María y Jose estuvieron en Egipto con Jesús y
es también el tiempo en que Jesús estuvo predicando
en este mundo. Es también el tiempo que la iglesia es
perseguida por la bestia (13:5-7).

El plan de Dios sobre el mundo acaba de ser revelado: el
Hijo de Dios debe hacerse hombre y resucitar como Salvador de
todos los hombres. Esto provoca una doble crisis, tanto en el
mundo espiritual como en la humanidad: "en ese momento
empezó una batalla en el cielo. Miguel y sus
ángeles combatieron contra el monstruo"

(12:7).

Los judíos imaginaban a los ángeles como
un ejército inmenso y llamaban Miguel a su jefe.
Asimismo el demonio es representado como el jefe de un
ejército de ángeles rebeldes, "las estrellas
caídas del cielo
".

Satanás, al verse derrotado y arrojado a la
tierra, persiguió a la mujer, o sea, a la iglesia. Y como
no pudo dañar al Hijo, trata de perseguirlo y lastimarlo a
través de la Iglesia (12:13). Pero a la mujer le dieron
las dos alas del águila grande y la llevó al
desierto (12:14), en referencia a cómo Dios sacó a
los israelitas de Egipto por el mismo medio (Exodo 19:4). Hay que
recordar que el desierto representa un lugar de seguridad, fuera
de la influencia del mundo. Se nos recuerda que el pueblo de Dios
somos peregrinos sobre la tierra; somos nómadas sin una
morada permanente en este mundo.

La serpiente vomitó agua para que arrastrara a la
mujer (12:15) en referencia a que Satanás habló una
serie de mentiras y de falsas doctrinas contra la Iglesia, pero
Dios la protegió de ello, lo que enfureció
aún más al monstruo y por ello se fue a perseguir
al pueblo de Dios, a los cristianos creyentes (12:17).

A modo de resumen podemos decir que este texto subraya
la dignidad extraordinaria de María. Es una figura
celestial, perfectamente santa, partícipe de la gloria y
de la vida divina.

María en las cartas de Pablo y en los
Hechos.

El texto más antiguo que habla de la Virgen
María es la carta a los Gálatas, escrita alrededor
del año 54 D.C., al principio del tercer viaje misionero
de Pablo.

El texto dice: "Pero al llegar la plenitud de los
tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido
bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y
para que recibiéramos la condición de hijos"

(Gálatas 4:4-5).

Si lo examinamos atentamente, este versículo nos
aclara un rasgo esencial de la figura de María: su
maternidad divina. Dice la Biblia que "Dios envió a su
Hijo"
(Gálatas 4:4). La carta original dice "Dios
envió de junto a sí
", del griego
exapésteilen. O sea, que el Hijo preexiste junto
al Padre y es enviado al mundo mediante su encarnación en
el seno de María, por lo que realmente Ella es la Madre de
Dios ya que el Padre y el Hijo son una misma persona.

Muy significativo es también el texto que
encontramos en el primer capítulo de los Hechos de los
Apóstoles: "Todos ellos perseveraban en la
oración, con un mismo espíritu, en
compañía de algunas mujeres y de María, la
Madre de Jesús, y sus hermanos"
(Hechos 1:14).
María está orando junto con los demás
discípulos, actuando con ello como intercesora para que el
día de Pentecostés colabore en el nacimiento de la
Iglesia y por ello sea Madre de la Iglesia
también.

MARIA:
¿ADORACION O DEVOCION?

Es culto de adoración es cuando
atribuimos las cualidades de Dios a seres o cosas que no lo son.
Todo es parte de Dios pero no todo es expresión
personificada del mismo. Jesucristo es la persona misma de Dios,
y es saludable aceptarlo públicamente de esta
forma.

La veneración es diferente. Es ese amor
y respeto lleno de admiración que sentimos por los seres
que, siendo amigos de Dios, están tan unidos a él
que pueden vivir tan conscientes como los ángeles; y de
hecho los mismos ángeles son venerables. Este es el caso
de la Virgen María, a quien veneramos, pero la
adoración es únicamente para Dios.

Los ángeles, la Virgen Santísima
María y los Santos oficialmente beatificados son seres
venerables y con capacidad de orar junto a nosotros, y hacer ese
grupo mágico al que se refirió Jesús cuando
dijo: "cuando dos o más se reúnen en mi
nombre
".

Los seres venerables no son ni Dios ni dioses, pero
nuestra admiración y recuerdo nos une a ellos a
través del Espíritu Santo y complace a Dios que
nuestra admiración sea dirigida hacia ellos y no hacia
seres pecaminosos o imperfectos, como quienes aún
están vivos y atados a las necesidades de la
materia.

MARIA Y LOS
DOGMAS MARIANOS

María, Madre de Dios

La maternidad divina de María es el fundamento de
su extraordinaria dignidad y de todos sus carismas; la
justificación de la veneración y del culto del cual
ella es objeto en la Iglesia.

En la primera comunidad cristiana, mientras crece entre
los discípulos la conciencia de que Jesús es el
Hijo de Dios, resulta cada vez más claro que María
es la Theotókos, la Madre de Dios. Se trata de un
título que no aparece explícitamente en los textos
evangélicos, aunque en ellos se habla de la «Madre
de Jesús» y se afirma que él es Dios (Juan
20:28). Asimismo Pedro lo confirma en su Epístola a Tito
(Tito 2:13) y en su Carta a los Romanos (Romanos 9:5). Por lo
demás presentan a María como Madre del Emmanuel,
que significa "Dios con nosotros" (Mateo 1:23 y en
Isaías 7:13-14).

Ya en el siglo III, como se deduce de un antiguo
testimonio escrito, los cristianos de Egipto se dirigían a
María con esta oración: "Bajo tu amparo nos
acogemos, santa Madre de Dios: no desoigas la oración de
tus hijos necesitados; líbranos de todo peligro, oh
siempre Virgen gloriosa y bendita"
(Liturgia de las Horas).
En este antiguo testimonio aparece por primera vez de forma
explícita la expresión Theotokos, "Madre
de Dios". En el siglo IV, el termino Theotokos ya se usa
con frecuencia tanto en Oriente como en Occidente. La piedad y la
teología se refieren cada vez mas a menudo a ese
término, que ya había entrado a formar parte del
patrimonio de fe de la Iglesia.

Por ello se comprende el gran movimiento de protesta que
surgió en el siglo V cuando Nestorio puso en duda la
legitimidad del título "Madre de Dios". En
efecto, al pretender considerar a María sólo como
madre del hombre Jesús, sostenía que sólo
era correcta doctrinalmente la expresión "Madre de
Cristo
". Lo que indujo a Nestorio a ese error fue la
dificultad que sentía para admitir la unidad de la persona
de Cristo y su interpretación errónea de la
distinción entre las dos naturalezas (divina y humana)
presentes en él.

San Cirilo de Alejandría fue el primero que se
dio cuenta de la gravedad de las afirmaciones de Nestorio, y
especialmente de las consecuencias cristológicas de la
negación de la maternidad divina de María. Nestorio
ponía en cuestión la unidad personal de cristo al
rechazar el título Theotókos para
María. Negar que la Virgen es la Madre de Dios significa
negar que la Persona de Jesús, el Hijo de María,
sea Persona Divina.

El concilio de Éfeso, en el año 431,
condenó sus tesis y, al afirmar la subsistencia de la
naturaleza divina y de la naturaleza humana en la única
persona del Hijo, proclamó a María Madre de Dios.
De acuerdo a un escrito de San Cirilo, durante la asamblea
el

pueblo estaba esperando cerca del templo la decision
conciliar. Cuando se conoció el resultado la
alegría fue inmensa. Ya era de noche, pero la ciudad de
iluminó. Los obispos fueron acompañados a sus
habitaciones con la luz de las antorchas y unas mujeres caminaban
delante de ellos, agitando incensarios con inciensos y
perfumes.

Las dificultades y las objeciones planteadas por
Nestorio nos brindan la ocasión de hacer algunas
reflexiones útiles para comprender e interpretar
correctamente ese título. La expresión
Theotokos, que literalmente significa "la que ha
engendrado a Dios
", a primera vista puede resultar
sorprendente pues suscita la pregunta: ¿cómo es
posible que una criatura humana engendre a Dios? La respuesta de
la Iglesia es clara: la maternidad divina de María se
refiere sólo a la generación humana del Hijo de
Dios y no a su generación divina. El Hijo de Dios fue
engendrado desde siempre por Dios Padre y es consustancial con
él. Evidentemente, en esa generación eterna
María no intervino para nada. Pero el Hijo de Dios, hace
dos mil años, tomó nuestra naturaleza humana y
entonces María lo concibió y lo dio a
luz.

Así pues, al proclamar a María "Madre
de Dios
", la Iglesia desea afirmar que ella es la "Madre
del Verbo encarnado, que es Dios
". Su maternidad, por tanto,
no atañe a toda la Trinidad, sino únicamente a la
segunda Persona, al Hijo, que, al encarnarse, tomó de ella
la naturaleza humana.

La maternidad es una relación entre persona y
persona: una madre no es madre sólo del cuerpo o de la
criatura física que sale de su seno, sino de la persona
que engendra. Por ello María, al haber engendrado
según la naturaleza humana a la persona de Jesús,
que es persona divina, es Madre de Dios.

María, Madre Virgen

Se llama a esta prerrogativa la virginidad perpetua
de María.
Este dogma incluye la virginidad de
María antes de la concepción del Hijo de Dios, en
su concepción, en su nacimiento y después de
éste. María, por la integridad de su ser, cuerpo,
sentimientos y espíritu, está consagrada a Dios y a
su Reino.

María permaneció virgen en el momento de
la concepción del Verbo, porque fue hecha Madre de Dios
por obra del Espíritu Santo, sin intervención de
varón. La virginidad de María es doctrina contenida
en el Nuevo Testamento y profesada desde la época
más remota (Mateo 1:25 y Lucas 1:34).

Fue virgen en el parto, porque el nacimiento del Hijo de
Dios no quebrantó, sino que más bien
consagró su virginidad. Es una verdad enseñada a
través de la tradición de la Iglesia. La ratifica
el Vaticano II al decir que "su Hijo promogénito,
lejos de disminuir, consagró su integridad virginal"

(LG 57).

María fue virgen después del nacimiento de
Jesús, porque no tuvo contacto carnal con ningún
hombre. Esto lo ha reafirmado el magisterio de la Iglesia en
muchas ocasiones proclamando la virginidad perpetua de
María (Concilio IV de Letrán, en 1215).

María Inmaculada

El significado de este dogma es que María fue
concebida limpia de pecado original y que desde el primer
instante de su concepción estuvo adornada de la gracia de
Dios. Su inmunidad del pecado original se le otrogó en
virtud de los méritos futuros de su Hijo
Redentor.

Este privilegio está insinuado en dos textos de
la Sagrada Escritura. Primero en Génesis 3:15, en donde se
habla de la victoria de la mujer y de su descendencia sobre la
serpiente. Y segundo en Lucas 1:28, en las palabras que el
ángel dirigió a María: "Dios te salve,
llena de Gracia
".

A estos textos han recurrido los Papas y Concilios para
enseñar y definir este dogma. El Papa Pío IX
definió como dogma esta verdad en 1854, en la Bula
Ineffabilis Deus. El Vaticano II, en su
Constitución sobre la Iglesia, ha reafirmado ambos
aspectos del dogma: preservada inmune de toda mancha de culpa
original (LG 59) y "enriquecida desde el primer instante de su
concepción con esplendores de una santidad del todo
singular" (LG 56).

María, Asunta

Según este dogma, la Virgen Inmaculada, Madre de
Dios, terminado el período de su vida terrestre, fue
elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial.

Pío XII definió el dogma en 1950, en la
Bula Munificentissimus Deus. No queda definido si la
Virgen murió o no. Sólo que su cuerpo no
quedó sometido a la corrupción del sepulcro, y que
ha sido ya glorificado.

La profecía contenida en Génesis 3:15
("Enemistad ponder entre tí y la mujer, entre tu
linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras
tú su calcañar")
insinúa esta verdad al
anunciar la victoria de la mujer y de su Hijo sobre el pecado y
sobre la muerte. Lo mismo parece desprenderse del Capítulo
12 del Apocalipsis cuando habla de la Mujer y el
Dragón.

Por su parte, el Vaticano II ha dicho: "La Madre de
Jesús, ya glorificada en los cielos en cuerpo y alma, es
la imagen y principio de la Iglesia que ha de ser consumada"

(LG 68).

MARIA Y LAS
APARICIONES MARIANAS

El fenómeno

Las apariciones de la Virgen es un fenómeno que
impresiona y suscita curiosidad y entusiasmo, atrayendo a
multitudes de personas en distintas partes del mundo. Tanto los
medicos comos los pisiquiatras y psicoanalistas tartan a menudo
de dar una interpretación natural de las apariciones. Para
algunos no serían mas que realizaciones alucinatorias.
Para otros se trataría de fonómenos inducidos por
el inconsciente colectivo e incluso, para otros, son
fenómenos provenientes del mundo de la percepción
extrasensorial, como la clarividencia o la
telepatía.

La Iglesia, sin excluir la posibilidad de
manifestaciones sobrenaturales, tiene habitualmente una actitud
prudente y reservada. Muchas veces las apariciones son mal
acogidas y sofocadas, aunque al final son solo toleradas, aunque
no reconocidas oficialmente. Sólo en pocos casos y ante
pruebas evidentes, la Iglesia reconoce su
autenticidad.

La posibilidad de las apariciones

Una aparición se define generalmente como "la
manifestación visible de un ser, cuya visión en
aquel lugar o en aquel momento es insólita o inexplicable,
según el curso natural de las cosas
". Un cristiano
que tenga un concepto correcto de Dios y del hombre, no puede
rechazar por principio la posibilidad de las apariciones. No se
puede exluir absolutamente que Dios o una persona perteneciente a
la comunidad de los santos, pueda manifestarse de manera
auténtica.

En la Biblia las apariciones ocupan un espacio
considerable. Desde Abraham hasta Moisés y en el Nuevo
Testamento se habla con frecuencia de apariciones de
ángeles y de manifestaciones sobrenaturales.

El modo con que un ser perteneciente al
especio-eternidad puede estar en relación con el
espacio-tiempo es misterioso para nosotros e implica
aspectos desconcertantes. Evidentemente tanto Jesús como
María, pasando por ángeles y santos, pueden
manifestarse con permiso de Dios y para un fin digno de
Dios.

No debemos confundir las apariciones celestiales con las
evocaciones que se realizan en centros espiritistas o de
brujería, lo cual está condenado por la
Iglesia.

Las apariciones marianas

No son un fenómeno reciente. Ya en los primeros
siglos de la Iglesia se habla de apariciones de la Virgen a
Gregorio el Taumaturgo, a Teófilo, a María
egipcíaca, a Juan Damasceno, etc. Especialmente en estos
últimos siglos en el mundo cristiano han habido por
doquier una gran cantidad de apariciones marianas, casi siempre a
niños y a adolescents de ambos sexos; a personas humildes
y sencillas. Se calcula que actualmente existen 200 apariciones
marianas en todo el mundo, no reconocidas oficialmente por la
Iglesia.

La Virgen María se manifiesta en momentos y con
modalidades muy diversas. Toma un vestido, una estatura, un
idioma y hasta una edad diferentes, en conformidad con los
videntes.

La actitud de la Iglesia

La Iglesia siempre ha tenido una actitud de prudencia y
de discernimiento, aceptando hasta el dia de hoy muy pocas
apariciones como auténticas. En otros casos no se ha
pronunciado o ha rechazado explícitamente la presunta
sobrenaturalidad de los hechos.

Es preciso reconocer que se trata de un problema
complejo y difícil, de fenómenos ambiguos sujetos a
la ilusion y a la exaltación. Además la Iglesia
sabe que ciertos fenómenos extraordinarios pueden tener
una explicación perfectamente natural. Pueden ser furto de
enfermedades o de perturbaciones psíco-espirituales de los
videntes. No es raro el caso de la alucinación espiritual
o/y auditiva con un ámbito individual o colectivo, en
forma de aparición.

La alucinación es una vision o percepción
en ausencia de un objeto físico que puede estimular los
receptores sensoriales del sujeto, a semejanza de lo que ocurre
en muchos sueños, cuya sensación de realidad es tan
viva que sólo al despertar nos damos cuenta de su
carácter onírico. No se excluye que las apariciones
sean fenómenos alucinatorios, pero sin que esto conlleve
necesariamente ninguna connotación
psicopatológica.

Si la Iglesia camina con prudencia no es porque
desconfía de lo sobrenatural o del poder del
Espíritu, sino para defender a los fieles del peligro de
la superstición, del engaño y de la falsa
credulidad.

Criterios de discernimiento

Cuando la Iglesia examina el fonómeno de las
apariciones para determinar su autenticidad o no, sigue estos
criterios esenciales:

? Toma en consideración el contenido del mensaje
ya que no pueden situarse en el mismo plano que la
revelación divina contenida en la Escritura y transmitida
en y por la Iglesia. Sobre todo, no puede añadir nada o
contradecir la revelación definitiva del Evangelio. En
este caso la aparición sería claramente
inauténtica.

? La Iglesia considera la veracidad de quienes han
tenido las visiones. Deja que los médicos, los
psicólogos y los psiquiatras analicen su personalidad,
madurez, equilibrio psicológico y condiciones de vida. Hoy
en día la ciencia cuenta con medios suficientes para
discerner si el vidente presenta una personalidad sana o
enfermiza y si las apariciones son fruto del engaño o de
desequilibrios psico-patológicos.

? La Iglesia busca señales claras de la presencia
sobrenatural. Dios tiene que confirmer con algún milagro o
evidencia el origen celestial del fenómeno y del
mensaje.

? La Iglesia toma en consideración los frutos
espirituales de las apariciones. Si producen frutos de verdadera
conversion quiere decir que no vienen del Enemigo sino de Dios y,
en consecuencia, son auténticas.

Cuando el discernimiento, que puede durar varios
años, da resultado positivo en base a los hechos
analizados, la Iglesia declara la autenticidad de las
apariciones. Pero si falta uno solo de los elementos indicados,
la Iglesia suspende el juicio o excluye explícitamente la
sobrenaturalidad de los fenómenos.

La actitud del cristiano deber ser la de no dejarse
impresionar por esos fenómenos ni caer en la credulidad
superficial y acrítica. La praxis prudente y responsible
de la Iglesia debe ser siempre su punto de referencia.
Además no debe olvidar que la Iglesia no obliga a creer en
una determinada aparición, aún siendo
auténtica. Dice el Papa Benedicto XIV que "por tanto
se les puede negar el propio asentimiento a dichas revelaciones y
no tomarlas en consideración, con tal que esto se haga con
la oportuna reserva, por buenos motivos y sin sentimientos de
desprecio"
(De serv. Dei beatif.).

En realidad el cristiano debe tener la certeza de que no
necesita otras revelaciones nuevas para conseguir su
salvación: lo tiene ya todo en el Evangelio. Los mensajes
de las apariciones, cuando son auténticas, tienen solo la
función de actualizar, recordar, vivificar, explicar o
aclarar la revelación plena y definitiva de Cristo.
Decía Juan XXIII que "comunican ciertas reglas de
conducta, más bien que nuevas verdades
".

EL CULTO
MARIANO

Al revés de como dicen algunas iglesias
protestantes, la veneración a la Virgen María no es
una invención de la Iglesia Católica ni una
desviación idolátrica. Ya en los escritos del Nuevo
Testamento María es objeto de veneración, de
alabanza y de culto, tal como nos indican algunos
textos:

El Angel Gabriel: "Alégrate, llena de gracia,
el Señor está contigo"
(Lucas
1:28).

Santa Isabel: "Bendita tú entre las mujeres y
bendito el fruto de tu seno"
(Lucas 1:42).

Mujer anónima: "Dichoso el seno que te
llevó y los pechos que te criaron"
(Lucas
11:27).

Incluso María en el Magnificat hace una
profecía sobre su culto a lo largo de los
siglos:

"Por eso desde ahora todas las generaciones me
llamarán bienaventurada"
(Lucas 1:48).

La Iglesia Católica da a la Virgen María
un culto de veneración y amor, de invocación e
imitacion
(LG 66).

Veneración y amor: El cristiano,
siguiendo el ejemplo de Santa Isabel, alaba, celebra y ama a
María en cuanto a que es la Hija predilecta del Padre.
Así se cumple la profecía contenida en el
Magníficat (Lucas 1:48).

Invocación: Esta expresión
del culto mariano la comprendemos al leer a San Pablo en su
Primera Epístola a los Corintios: "… para que
no hubiera division alguna en el cuerpo, sino que todos los
miembros se preocuparan lo mismo los unos de los otros. Si sufre
un miembro, todos los demás sufren con él. Si un
miembro es honrado, todos los demás toman parte en su
gozo"
(1 Corintios 12:25-26). En esa comunidad existe un
admirable intercambio de bienes espirituales; los unos ayudan a
los otros. Nosotros invocamos a María y ella ora por
nosotros como intercesora y auxiliadora (LG 62). Con su
oración e intercesión nos orienta a Cristo y nos
merece la gracia de Jesús, el único
mediador.

Entre las invocaciones más antiguas a
María podemos recodar "Bajo tu amparo", que se
remonta al siglo III d.c. y que nos ha llegado en un papiro
egipcio.

Imitación: Podemos leer que
"la verdadera devoción no consiste ni en un
sentimentalismo estéril y transitorio ni en una vana
credulidad, sino que procede de la fe auténtica, que nos
induce a reconocer la excelencia de la Madre de Dios, que nos
impulsa a un amor filial hacia nuestra Madre y a la
imitación de sus virtudes"
(LG 67).

El cristiano que lee objetivamente el Nuevo Testamento
puede contemplar en María un modelo sublime de virtud: fe,
docilidad a Dios, obediencia, entrega total a Cristo, una
profunda vida espiritual, etc. Si a Abraham se le puede
considerar "nuestro padre en la fe", a María la
consideraremos "nuestra Madre en la fe".

Debemos cultivar con generosidad el culto a la Virgen
María y apreciar las oraciones marianas aprobadas por el
Magisterio, evitando al mismo tiempo toda falsa
exageración y estrechez de espíritu al hablar de
María.

LA CRISIS DEL
CULTO MARIANO

En estos últimos años la devoción
mariana ha entrado en crisis en muchos países cristianos.
Se ha manifestado la tendencia a poner en sombra la imagen de
María, a marginarla en la vida eclesial. Muchos fieles
están desorientados y hasta confundidos. No saben
cómo colocar a la Virgen María en su pensamiento,
en su oración y en su fe. Incluso llegan muchos a
preguntarse si María tiene aún un lugar en la
Iglesia. Las principales críticas a la devoción y
al culto mariano son las siguientes:

1 – El culto mariano es sentimental: Este
es el caso de aquellas personas con necesidad inconsciente e
instintiva de ternura, afecto y protección. El
sentimentalism siempre revela la pobreza de ideas, sustituye la
emoción a la reflexión y conduce a las
exageraciones y a las fáciles desviaciones.

2 – El culto mariano está sustituyendo
el papel de Cristo
: Esta es la crítica que los
protestantes repiten continuamente: el culto a María
está usurpando el papel protagónico de Jesucristo y
el del Espíritu Santo. En realidad el Concilio Vaticano II
recalca la centralidad de Cristo como Redentor y Mediador
único de la salvación. Hacia El se dirige la
oración y el culto y, por medio de El, al
Padre.

Sin embargo la encarnación ha relacionado
profundamente a Jesús con María, por lo que no se
les puede separar completamente. El papel de María, como
el de la Iglesia, es el de ayudar a unirnos con mayor
intimidad al Mediador y Salvador
(LG 62). La verdadera
devoción a María es siempre
cristocéntrica.

3 – El culto mariano y la visión
misoginista o machista
: En el rechazo a la devoción
mariana puede existir inconscientemente en algunos países
una reacción masculina contra el sentimentalismo y la
valorización de la mujer. Algunas personas conciben con
frecuencia la historia humana como obra casi exclusiva de los
varones. Con tal mentalidad alguien tendrá dificultad en
admitir en la misma historia de la salvación la
intervención de la mujer. Al promover la veneración
a María, la Iglesia Católica defiende la dignidad
de la mujer y la participación de la Virgen en la
salvación.

4 – El culto mariano y la visión
"doméstica" de María
: Muchas mujeres tienen
cierta dificultad hoy día en reconocer en la Virgen su
imagen ideal. La encuentran demasiado "doméstica": sumisa
y sin personalidad propia. El Movimiento Feminista rechaza la
imagen de la mujer confinada en la casa, encerrada en sus
sentimientos de esposa y de madre. Sin embargo no encontramos en
María solamente virtudes domésticas cuando vemos su
encarnación divina y su maternidad mesiánica, ni
cuando contemplamos su misión liberadora de toda la
humanidad.

Además, según las feministas, María
sería una mujer demasiado distante y diferente a las
demás mujeres debido a sus privilegios excepcionales. Sin
embargo, esta no es la imagen de María que el Evangelio
nos presenta, ni los carismas extraordinarios que posee la alejan
de nosotros.

La devoción mariana es sumamente importante
porque Ella pertenece al misterio de la encarnación y
porque no venerarla significa oscurecer el rostro humano de
Cristo.

El culto mariano es preciso purificarlo de todas las
deformaciones que pueda tener actualmente y fundamentarlo
sólidamente como nos enseña la Iglesia.

MARIA EN LA
DISCUSION ECUMENICA

La Iglesia Oriental Ortodoxa

Las divergencias con los católicos son varias
aunque las que se refieren a María son, sobre todo, las
definiciones de la Inmaculada Concepción y de la
Asunción. Los ortodoxos admiten la perfecta santidad de
María y su glorificación celestial con Cristo
Jesús, sin embargo no aceptan la definición que de
ellas hace la Iglesia Católica. Estamos convencidos de que
el diálogo ecuménico ya comenzado podrá
superar fácilmente esas diferencias.

Para un cristiano ortodoxo la Santísima Virgen
María es la Madre de Dios (Theotókos) y
por lo tanto, se le debe veneración y honra. María
tiene un lugar privilegiado en la Iglesia Ortodoxa pues creemos
que ha llevado una vida de castidad, pureza y humildad, de tal
manera que Dios la consideró digna de ser la mujer en la
cual se encarnó el Verbo de Dios. Y esta elección
divina no se basó sobre la predestinación, sino
sobre la plenitud de las virtudes que ella manifestaba. Dios
miró su corazón invadido por la fe y la humildad.
Esto está claro en sus palabras: "…porque ha puesto
los ojos en la humildad de su esclava."
(Lucas 1:47). Este
texto no necesita ninguna interpretación pues vemos, en la
humildad de la Virgen, la máxima expresión de sus
virtudes. María se humilló y Cristo
descendió; ambas cosas, humildad y descenso, se unieron en
la realización de la Encarnación Divina.

El largo proceso de purificación e
iluminación de la raza judía, tan vivamente
descrito en el Antiguo Testamento, alcanzó su
culminación en la santísima Madre de Dios. En ella
hallaron cumplimiento la fe y el heroísmo de muchas
generaciones del pueblo elegido. Aceptó con humildad el
reto de la Anunciación; durante la vida de su Hijo
permaneció en último término; y estuvo con
los Apóstoles el día de Pentecostés, cuando
el nuevo período de la historia de la humanidad
comenzó con el advenimiento del Espíritu
Santo.

Un teólogo ortodoxo escribe: "el alma de la
piedad ortodoxa, es una calurosa veneración de la Virgen
María, la Madre de Dios
". Su nombre es constantemente
invocado en las oraciones litúrgicas comunitarias y
personales, porque se la ama no solamente como la madre de
Cristo, sino también como la madre de toda la humanidad,
pues abraza en su caridad a toda la familia humana, de la que su
Hijo es el único Redentor.

No podemos negar la lucha de María por alcanzar y
perfeccionar las virtudes. Tampoco podemos rechazar la idea de su
libertad. Ella opinó y eligió a Dios. Allí
encontramos el acuerdo divino-humano: Dios ofrece a la Virgen ser
la Madre y ella acepta voluntariamente y con
alegría.

Celebraciones Litúrgicas Marianas en la
Iglesia Ortodoxa

?

Anunciación

25 de marzo

?

Dormición
(Asunción)

15 de agosto

?

Nacimiento de la Madre de
Dios

8 de setiembre

?

Presentación de María
en el Templo

21 de noviembre

La fiesta del nacimiento de la Madre de Dios,
probablemente tiene su origen en Jerusalén, a mediados del
siglo V. Porque allí fue donde se mantuvo viva una
tradición según la cual la casa natal de
María se encontraba junto a la puerta de la Piscina
Probática. San Juan Damasceno (675-749), en uno de su
himnos dice: "Entonad vuestra alabanza, regocijaos y no
tengáis miedo, porque en la santa Piscina Probática
nos ha sido engendrada la Madre de Dios, por quien el Cordero de
Dios, que quita el pecado del mundo quiso ser engendrado"

(Homilía sobre la Natividad de María, 6, PG 96,
661-

670).

El por qué se escogió el mes de setiembre,
es debido a que si tomamos las palabras de san Juan Damasceno que
dice: "Hoy es el comienzo de la salvación del
mundo
", y consideramos que el nacimiento de María es
el comienzo histórico de la obra de redención,
probablemente se ha querido situarlo a principios de dicho mes
pues con él se daba inicio en el imperio bizantino al
año civil y también al año
eclesiástico.

San Andrés de Creta (740 d.c.) dirá:
"La celebración de hoy es para nosotros el comienzo de
todas las fiestas"
(PG 97, 805).

¿Por qué el octavo día?… Porque
el octavo día sucede a los seis días de la
creación y al sábado. Es el día del
Señor y anuncia el futuro de la vida eterna.

La fiesta del nacimiento de María se basa sobre
un relato que aparece en un escrito apócrifo llamado
Protoevangelio de Santiago que se remonta al siglo II. A
él hacen

referencia muchos de los Padres que escribieron acerca
de la vida de la Madre de Dios, tales como Gregorio el
Taumaturgo, Atanasio de Alejandría, Gregorio de Nisa,
Dionisio el Aeropagita y Máximo el confesor, entre
otros.

La Virgen María en la iconografía
ortodoxa
.

Las siguientes son las principales y las más
veneradas imágenes de la Virgen María en la Iglesia
Ortodoxa:

La Virgen del Signo: Es la virgen orante que
con el niño recibe el nombre de virgen del signo. Cristo
está representado en un círculo, fuera y delante
del vientre de Su madre.

La Virgen Hodiguitria: El nombre significa "la
que señala el camino." La Virgen mira majestuosamente al
espectador y señala con su mano derecha al niño que
tiene en su brazo izquierdo.

Virgen de la Ternura: Representa el tierno
afecto recíproco entre la Madre y el Hijo.

La Iglesia Luterana

Los primeros reformadores protestantes alababan y
veneraban a la Virgen María. En el año 1521, fecha
de la ruptura con la Iglesia Católica, Lutero
escribió el Comentario al Magnificat, presentando
a María como la oratrix, es decir, como la que
ora e intercede por nosotros en el cielo. Sin embargo Lutero
rechazó después claramente el papel de María
como mediatrix (mediadora) y como advocata
(abogada) aduciendo que el único mediador ante Dios es
Jesús: "Porque hay un solo Dios y también un
solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús"

(1 Timoteo 2:5).

Debemos aclarar que la Virgen María es la
mediadora ante Jesús (Juan 2:5: "Hagan lo que El les
diga"), quien a su vez intercede ante el Padre, algo que la
Iglesia Luterana no especifica con la necesaria
claridad.

En los años siguientes, por el influjo de
Zuinglio y de Melanctón, Lutero rechaza no solamente los
títulos de mediadora y de abogada, sino
también el título de "la que ora e
intercede
". Era la lógica consecuencia del sistema
protestante.

Al reformar el calendario litúrgico, Lutero
mantiene solamente tres fiestas marianas, pero las interpreta en
un sentido exclusivamente cristológico:

?

Anunciación

celebra la encarnación del
Hijo de Dios.

?

Purificación

celebra la presentación de
Cristo en el Templo.

?

Visitación

explica el Magnificat y presenta a
María como ejemplo a imitar.

El rechazo protestante

El motivo del rechazo mariológico por parte de
los Reformadores protestantes es evidente: para ellos Cristo es
el único y exclusivo mediador de la salvación entre
Dios y los hombres. Por eso ellos eliminan cualquier otra
mediación humana: la Iglesia, los Sacramentos, los santos,
la Virgen María, etc. Para los protestante la
salvación es un asunto inmediato y directo del creyente
con Cristo: basta que la persona acepte a Cristo, que crea en El,
y ya está salvo; sin ninguna otra
mediación.

Para nosotros, los católicos, la salvación
es fruto de la gracia de Dios, pero se realiza también por
la colaboración de la Iglesia con sus sacramentos y la de
María intercediendo por cada uno de nosotros ante su Hijo
Jesús. Afirmar ese papel de María en la historia de
la salvación significa destruir el principio fundamental
del Protestantismo, que se resume en el solismo (la sola
gracia). Por esto los protestantes son unánimes en
rechazar la doctrina y el culto católico a la Virgen
María.

María en el protestantismo
contemporáneo

Existen actualmente tres corrientes en la actitud de los
evangélicos contemporáneos:

El rechazo absoluto: El pastor K. Barth,
recientemente fallecido, considera que la Mariología es un
"cancer" en la teología católica. Los
católicos somos acusados de idolatría al divinizar
a María poniéndola en lugar de Cristo o del
Espíritu Santo. Escribe el pastor Woodrow: "El culto
católico a María no es más que el antiguo
culto pagano a la diosa-madre pagana". El motivo por el cual se
debe orar a María es porque ella lleva las peticiones de
sus adoradores (sic) a su Hijo Jesús y, como ella es su
Madre, El escucha la oración para complacerle. Por eso se
deduce que María tiene más compasión,
más comprensión y más bondad que su Hijo, el
Señor Jesús. Por supuesto que esa suposición
es una blasfemia…"
(R. Woodrox: "Babilonia, misterio
religioso antiguo y moderno" – Riverside, Ca.
1977).

Culto de alabanza y de imitación de fe:
Otros evangélicos aceptan el culto de alabanza y de
imitación a María ya que Ella es la Madre de
Cristo, un modelo de fe y de obediencia a la Palabra de Dios, una
verdadera discípula de Jesucristo. Por eso, así
como hizo Isabel en el evangelio, se puede alabar y se puede
imitar su fe en la Palabra divina.

Sin embargo no se puede llamar a María mediadora
o intercesora de una forma absoluta, ya que el único
mediador ante Dios es Jesús: "… porque hay un
solo mediador entre Dios y los hombres: Cristo Jesús"

(1 Timoteo 2:5).

Papel activo en la salvación: Otros
envangélicos, una minoría, están más
cercanos a la fe católica y admiten cierto rol positivo de
María en la historia de la salvación. Por ejemplo,
según el monje de Taizé, M. Thurian (monje
protestante que ha regresado a

la Iglesia Católica), María intercede
positivamente por nosotros ante el Padre, dentro de la
comunión de los santos.

Para Asmussen, pastor evangélico, María ha
colaborado positivamente en la salvación universal
mediante su asentimiento a la encarnación y se le puede
llamar "mediadora de gracia", en cuanto siendo miembro
del Pueblo sacerdotal, participa en la única
mediación salvífica de Cristo.

Progresos ecuménicos

Católicos y protestantes están
paulatinamente acercándose y superando las incomprensiones
del pasado acerca de la Mariología, celebrando diversas
reuniones ecuménicas alrededor del mundo. Durante el
Congreso Mariológico Internacional, celebrado en Zaragoza
(España) en 1979, un grupo mixto de católicos,
protestantes y ortodoxos presentó una declaración
común, en la cual se afirma:

? La alabanza a los santos y a la Virgen
María es para Gloria de Dios.

? María es modelo para el cristiano, quien puede
imitar su pobreza antes Dios, su adhesion plena a la Palabra de
Dios y su amor a Cristo.

? El culto a María no es un culto de
adoración, sino de veneración. La adoración
se rinde únicamente a Dios.

? El papel intercesor de María puede comprenderse
más fácilmente en el contexto de la Comunión
de los Santos. No se pone en cuestión la mediación
única de Cristo.

Posteriormente se celebró en 1983 el Congreso
Mariológico Internacional en la isla de

Malta. Estas son las afirmaciones principales de la
declaración ecumenica:

? Se reconoce la Comunión de los
Santos, cuyo fundamento y centro es

Jesucristo, y abarca a los fieles
peregrinos en la tierra y a los santos del cielo (1

Corintios 12: los dones espirituales o
carismas / el símil del cuerpo).

? La Comunión de los Santos implica una
solidaridad que se expresa en la ayuda y la oración
recíproca: los santos interceden por nosotros, así
como nosotros oramos los unos por los otros.

?

? En el ámbito de la Comunión de los
Santos María ocupa un lugar particular, en cuanto Madre de
Dios y relacionada estrictamente con la comunidad. Ella ora e
intercede por la Iglesia como el día de Pentecostés
("Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo
espíritu, en compaía de algunas mujeres y de
María, la Madre de Jesús,

y de sus hermanos" – Hechos
1:14).

? Todo eso no comporta un culto de honor y
adoración, que solamente le debemos a Dios. La misma
intercesión de María no añade nada a la obra
de Cristo, quien es la única fuente de salvación;
el único camino al Padre.

En conclusion, se trata de pequeños pasos hacia
la solución de los malentendidos. María aún
es en la actualidad un punto de division, pero puede
transformarse en elemento prometedor de reconciliación y
de union entre todos "los que se honran con el nombre de
cristianos"
(LG 69). En efecto, no se puede amar a Cristos
Nuestro Señor sin amar y venerar a su Madre.

El estudio, la meditación y la comprensión
de la Sagrada Escritura nos ayudará a comprender el
significado de María en la historia de la salvación
y en la Iglesia.

Anexos

ANEXO # 1 – DIVISION BASICA DE LA
IGLESIA

IGLESIA CATOLICA

IGLESIA ORIENTAL (Ortodoxa)

PROTESTANTES (Reforma) Luteranas
Evangélicas Reformadas Calvinistas

PROTESTANTISMO INGLES Anglicanos
Separatistas Puritanos

SEPARATISTAS Congregacionalistas

Bautistas

Metodistas

BAUTISTAS Menonitas

Unión de Bautistas

A partir de este punto estas Iglesias se
han ido dividiendo y subdividiendo en numerosas denominaciones,
dando origen a muchos grupos y sectas.

ANEXO # 2 – CONCILIOS ECUMENICOS DE LA
IGLESIA

1 NICEA I Contra la herejía
trinitaria arriana

2 CONSTANTINOPLA I Completa el Credo de
Nicea

3 EFESO María, Madre de Dios y de
Jesús

4 CALCEDONIA Cristo, verdadero Dios y
verdadero hombre

5 CONSTANTINOPLA II Condenación
discutible de autores cristológicos

6 CONSTANTINOPLA III Cristo, voluntad
humana libre

7 NICEA II Aprobación al culto de
las imágenes

8 CONSTANTINOPLA IV Contra el Patriarca
Focio

9 LETRAN I Labor reformadora y final de la
lucha de las investiduras

10 LETRAN II Condena de vicios
eclesiásticos, como la simonía

11 LETRAN III Normativa para la
elección de Papa

12 LETRAN IV Nuevas órdenes y
sacramentos y condena de herejías

13 LYON I Excomunión del Emperador
Federico II

14 LYON II Ordenamiento de sacramentos y
actividades eclesiásticas

15 VIENNE Supresión de la Orden del
Temple

16 CONSTANZA Solución al Cisma de
Occidente

17 BASILEA Triunfo del papado sobre las
asambleas ecuménicas

18 LETRAN V Principio de
reformas

19 TRENTO Nuevo estilo de la Iglesia:
Reforma y Contrareforma

20 VATICANO I Primacía universal e
infalibilidad del magisterio del Papa

21 VATICANO II Reinauguración de la
vida conciliar de la Iglesia

1

NICEA I

325

Silvestre

2

CONSTANTINOPLA

I

380

Liberio

3

EFESO

431

Celestino I

4

CALCEDONIA

451

Leon I

5

CONSTANTINOPLA

II

553

Vigilio

6

CONSTANTINOPLA

III

680-681

Agaton

7

NICEA II

787

Adriano I

8

CONSTANTINOPLA

IV

869-870

Adriano II

9

LETRAN I

1123

Calixto II

10

LETRAN II

1139

Inocencio II

11

LETRAN III

1179

Alejandro III

12

LETRAN IV

1215

Inocencio III

13

LYON I

1245

Inocencio IV

14

LYON II

1274

Gregorio X

15

VIENNE

1311-1312

Clemente V

16

CONSTANZA

1414-1418

Gregorio XI – Martín
V

17

BASILEA

1431-1437

Eugenio IV

18

LETRAN V

1512-1517

Julio II – León
X

19

TRENTO

1545-1563

Pablo III – Pío
IV

20

VATICANO I

1869-1870

Pío IX

21

VATICANO II

1962-1965

Juan XXIII – Pablo
VI

BIBLIOGRAFIA

Soberbia y humildad

Padre Guillermo Juan Morado.

Humildad Mariana

Siervas de los Corazones Traspasados de
Jesús y María

Caminando con
María

Rev. Gabriel de Santa María
Magdalena OCD.

La virtud de la humildad

San Alfonso María de
Ligorio

María, humilde y
obediente

Rev. Marcelino de Andrés

La Madre de mi
Señor

Rev. Luis Mariotti

La Virgen María en la
tradición ortodoxa

Rev. Víctor
Villafañé

Evangelios
Apócrifos

Joseph Carter

Biblia Latinoamericana

Ediciones Paulinas 1989

Biblia de
Jerusalén

Editorial Desclée de Brower
1998

Lumen Gentium

Constitución Dogmática sobre
la Iglesia

Dei Verbum

Constitución Dogmática sobre
la Divina Revelación

 

 

Autor:

Agustin Fabra

Partes: 1, 2
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