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Orígenes del Imperio Otomano (siglos IV al XI) (página 2)



Partes: 1, 2

No demasiado lejos de Ghazna, en las estepas de
Kazajstán situadas al norte del Mar Caspio, estaban
asentados los Turcos Oghuzes, un pueblo nómada
que en el siglo X aún no había sido islamizado,
pero que a lo largo de la centuria se sometería al Islam y
se comprometería a marchar hacia la India bajo el
estandarte verde de los Califas de Bagdad. Al frente de
la Horda Oghuz de los Kinik —según
la ortografía turca moderna— se hallaba un jefe
guerrero llamado Selcuk —pronunciado
Selyuz en español—, célebre por sus
victorias como guerrero y por su habilidad como político.
En torno al año 970, en pleno auge de los estados
Karakhánida y Ghaznávida,
Selyuz ordenó a los guerreros de su
Horda, a sus súbditos y a sus aliados,
convertirse junto con él al Islam y luchar en las filas de
los ejércitos Samánidas de Bujará.
Los Samánidas ofrecieron tierras a
Selyuz muy cerca de Bujará para asegurarse su
fidelidad y la de sus guerreros, y un elevado status social y
militar. Cuando los Karakhánidas derrotaron a los
Samánidas y conquistaron Bujará en 999,
comenzó la época que daría fama a los
llamados Selyúcidas, los descendientes de
Selyuz, considerados los fundadores del Imperio Otomano.
Los hermanos Çagri Beg Davud —que en
español podría pronunciarse como Zagrí
Beg Davut—
y Togril Beg Mohammed (ca.
1037-1063) conquistaron, al frente de sus Hordas de
guerreros Turcos a caballo, enormes extensiones de
terreno en un brevísimo tiempo. Estos dos jefes guerreros
fueron los primeros khanes Selyúcidas. Tras sus
primeros y espectaculares éxitos militares,
Çagri y Togril se establecieron en la
región del Jorasán. Çagri
decidió poco después guerrear contra los
Ghaznávidas , cuyo estado consiguió
desmantelar temporalmente hacia el año 1040. Sin embargo,
fue la carrera bélica de Togril la que
resultaría más importante para la fundación
del Imperio Otomano.

Sus expediciones guerreras y de saqueo se dirigieron
hacia el oeste, sobre los territorios de Nishapur,
Joresm, Hamadán e
Isfahán. Todos estos estados eran
islámicos, puesto que los reyes musulmanes no sólo
trataban de aumentar su poder a costa de los pueblos que
consideraban infieles, sino que se combatían
entre sí frecuentemente por cuestiones de rivalidad,
religión, prestigio o botín. No debe olvidarse que
los pueblos nativos de estas regiones del Asia central y
occidental, al convertirse al Islam, no cambiaban en nada su
estilo de vida, basado en la ganadería trashumante y el
enriquecimiento a base de combatir y saquear a los extranjeros
con que se iban encontrando a lo largo de sus migraciones. Las
hazañas bélicas de Togril Beg Mohammed
llamaron la atención del califa abásida
Al-Kaim
de Bagdad. Políticamente resentido por la ya
prolongada influencia del partido chiíta
Buyí en el Califato, planeó
servirse de las Hordas de Togril para privarlo
de su hegemonía política. Togril
aceptó la oferta de Al-Kaim y cumplió su
misión de manera expeditiva, masacrando a los
Buyíes el año 1055. En recompensa, el
califa le concedió el título de
Sultán, que ostentarían todos los
soberanos del Imperio Otomano hasta 1918.

Uno de los sucesores de Togril, llamado Alp
Arslan
(1063-1072) fue el que inició la conquista de
Anatolia, la que sería el núcleo territorial del
Imperio Otomano. En 1071 derrotó a un gran ejército
greco-bizantino enviado para frenar su irrupción en
Armenia, en la Batalla de Manzikert, no lejos del Lago
Van. Esta victoria permitió la inmigración libre de
turcos musulmanes hacia el interior de Anatolia, que fueron
progresivamente adueñándose de ella y suplantando a
la población autóctona greco-bizantina. Sin
embargo, la cohesión política de los Turcos
Selyúcidas
en Anatolia fue breve, ya que su
incipiente reino dependía excesivamente de que el
Sultán fuera un gobernante enérgico y
autoritario, capaz de mantener unidas a unas tribus muy proclives
a guerrear entre ellas. El Reino Turco Selyúcida
se disgregó en varias entidades políticas
discontinuas en tiempos del sultán Mohammed I
(1105-1118), nieto de Alp Arslan. Sin embargo, la
dinastía Selyúcida retuvo todos los
elementos constitutivos del Imperio Otomano a lo largo de los
siglos XII y XIII. Hubo de pasar una dura prueba al haber de
enfrentarse con los mongoles de Genghis Khan, quienes estuvieron
a punto de hacerloadesaparecer en la década de 1220, pero
logró sobrevivir. Hacia el año 1281
Osmán I, Sultán Selyúcida,
fundó la Dinastía Osmanlí, y de su
propio nombre, dialectalmente modificado como
"Ottmán", surgiría finalmente el nombre
del Imperio Otomano, que comenzaría a intervenir
activamente como potencia a tener en cuenta por la
Cristiandad Latina en tiempos del Sultán
Mehmed I
(1413-1421). La Historia Osmanlí,
que va desde el reinado de Osmán I (ca.
1281-1326) hasta el de Mehmed I es bien conocida, pues
posee un número suficiente y conocido de fuentes escritas.
Lo que el presente artículo ha tratado de exponer de
manera sistemática ha sido la estructura y la
evolución de los elementos que forman sustrato de dicha
Historia.

Notas

[1] Lo queramos o no, la llamada Cristiandad
latina
—o lo que es lo mismo, los reinos cristianos
del oeste y del centro de Europa— posee lazos culturales e
identitarios con nuestra actual civilización occidental
—en Europa tanto como en América— que ninguna
otra civilización de su época poseyó; por lo
tanto, pretender perder de vista artificialmente un enfoque
eurocéntrico, que nos aporta unas coordenadas
imprescindibles para entender la realidad histórica a la
hora de explorar el mundo medieval, me parece un absurdo, aunque
a algunos historiadores contrarios al "eurocentrismo
histórico"
les parezca un ejercicio
necesario.

[2] Entre las múltiples minorías
Turcas cuyos territorios de origen nunca estuvieron
dentro de los límites de la actual Turquía
republicana —limitada a Anatolia y Tracia—, y cuya
mayor agrupación se dio dentro de las amplias fronteras de
la antigua Unión Soviética, destacan por su
número y amplitud los pueblos Tártaros,
que hablan lenguas Turcas muy similares al turco
moderno, comprendidas en el llamado Grupo Turco Kipchak o
Noroccidental
.

[3] El último César o
emperador que mantuvo la deteriorada unidad política del
Imperio Romano fue Teodosio I el Grande (394-404 d. C.),
quien lo dividió constitucionalmente entre sus dos hijos,
Honorio I y Arcadio I. Honorio I
heredó el tambaleante Imperio Romano de
Occidente
, con capital en Rávena ?Roma había
decaído en las décadas anteriores al reinado de
Teodosio, simbólicamente asociada al abandonado
politeísmo precristiano, y Rávena era una plaza
fuerte casi inexpugnable, al estar rodeada de marismas, lo que
explica el cambio de capitalidad?, amenazado de muerte por
continuas invasiones de pueblos "bárbaros",
asentados en Europa central y septentrional desde el siglo III d.
C. Arcadio I heredó el económica y
militarmente más sólido Imperio Romano de
Oriente
, con capital en Constantinopla. Esta gran
ciudad, conocida como Byzantium o Bizancio
hasta el siglo IV d. C., dio al Imperio Romano de
Oriente
el apelativo de "bizantino". Por lengua,
cultura e identidad, el Imperio Romano de Oriente era
griego, no latino, como había sido la Roma
republicana y altoimperial; por ello, los términos
"Imperio Romano de Oriente" e "Imperio Griego
Bizantino"
son considerados aquí sinónimos. La
formación del Imperio Romano de Oriente o
Griego Bizantino, asentado geográficamente en
Grecia, Asia Menor y las cuencas del Mar Negro y el Egeo, de
tradición helénica, fue iniciada por
Constantino I el Grande (324-337 d. C.), quien
instituyó el cristianismo como religión oficial de
todo el Imperio Romano, rechazando las raíces
politeístas paganas de Roma ?lo que fue casi tan
determinante para la desaparición de la
civilización romano-latina como los asedios y saqueos que
sufriera la propia Roma en el siglo V d. C.?. Este emperador,
acusado de "romanicida" por sus oponentes
políticos, impuso además un absolutismo
monárquico-clerical ajeno igualmente a las raíces
republicanas de Roma. Este nuevo sistema de gobierno fue conocido
como "cesaropapismo", porque ponía en manos del
emperador o César la jefatura papal de
la Iglesia. Constantino I también dio a la ciudad
de Bizancio el nombre de Constantinopla, del
griego Konstantinópolis, la "ciudad de
Constantino", situando en ella su corte imperial
cesaropapista. La ciudad continuó siendo la
capital del Imperio Griego Bizantino hasta su conquista
por los Turcos otomanos en 1453, quienes la llamaron
Konstantiniye, es decir, "Constantinía"
o "ciudad de Constantino", pero usando una denominación
turca, despojada de su carácter griego
primitivo.

[4] El título de "Basileus", de
origen griego, era equivalente al de César, y fue
instituido en tiempos de Constantino I el Grande. En
general sirvió para designar a los emperadores Griegos
Bizantinos
, desde Arcadio I (desde el año
404 d. C.) hasta Constantino XI —cuyo reinado
finaliza con la caída de Constantinopla en manos de los
Turcos otomanos en 1453—. El título de
"Basileus" no se extinguió definitivamente con
éste último emperador Griego Bizantino,
sino que se mantuvo vigente en diversos estados ?pretendidamente
herederos del Imperio Griego Bizantino? que diversas
dinastías monárquicas griegas establecieron, aunque
sin mucho éxito y con escasa duración y
trascendencia histórica, en diversos territorios situados
en torno al Mar Negro, como Trebisonda —actual Trabzon, en
la República de Turquía—.

[5] Una Horda viene a ser una
federación laxa de tribus, agrupadas bajo un caudillo
común para migrar y hacer la guerra conjuntamente; el
término horda pasó a usarse con el tiempo
para designar a una gran muchedumbre de guerreros nómadas,
o a un ejército de escasa organización, formado por
guerreros no sujetos a las órdenes de una jerarquía
de mando militar estructurada.

[6] Austrasia es el nombre con el que se conoce
la región más nororiental del reino de los
Francos durante el denominado Período
Merovingio
, en contraposición a
Neustria, que era la parte noroccidental y
diríamos nuclear del reino. Clodoveo I el Grande,
rey de los Francos, dispuso que su reino fuese repartido
entre sus hijos a su muerte el año 511 d. C.:
Neustria fue heredada por Clotario;
Austrasia, por Teodorico;
Orleáns, por Clodomiro; y
París, por Childeberto. Desde este
reparto hasta la reunificación del reino por el monarca
carolingio Pipino el Breve a mediados del siglo VIII d.
C., Austrasia fue durante largos períodos un
reino prácticamente independiente, con capital propia en
la ciudad de Metz. Austrasia estaba formada por
territorios hoy situados en el este de Francia, el oeste de
Alemania, Bélgica y los Países Bajos. De forma
aproximada comprendía las cuencas de los ríos Rhin,
Mosa y Mosela. Además de su capital Metz, incluía
ciudades importantes como Reims —que sirvió de
capital para algunos reyes de Austrasia—, Colonia
(Köln, en Alemania) o Tréveris (Trier, en Alemania).
Su influencia política y eclesiástica se prolongaba
hacia el este llegando hasta Turingia y
Baviera, que por entonces eran reinos
semibárbaros y escasamente cristianizados. Desde la
creación del reino en el 511 d. C., Austrasia
estuvo constantemente envuelta en disputas con su vecina
Neustria. Estas disputas alcanzaron su clímax con
las guerras que enfrentaron a la reina Brunegilda de
Austrasia
con la reina Fredegunda de Neustria. El
año 613 d. C., una rebelión de la nobleza contra
Brunegilda depuso a ésta como reina y la
entregó, junto con la sencilla cúpula del estado,
al rey Clotario II de Neustria, que reunificó
ambos reinos y creó un Reino Franco único
gobernado desde París. Con el debilitamiento de la
influencia real en Austrasia, el puesto de
'Mayordomo de Palacio' se convirtió en el
auténtico poder fáctico del estado y se
tornó hereditario en la dinastía ducal de los
carolingios. Tras la deposición del último
rey merovingio por los carolingios, ejecutada
por Pipino el Breve, Austrasia
desapareció como reino independiente. Bajo
Carlomagno (771-814) y sus sucesores, recibiría
el nombre de Austrasia la parte oriental del Imperio
Franco Carolingio
, coincidente con la actual
Alemania.

[7] V. Pierre Goubert,
Byzance avant l' Islam. París, 1961,
passim.

[8] Las religiones chamánicas
son, en casi todo el mundo, las más primitivas y antiguas
que se conocen. Antropológicamente suponen un estadio de
civilización muy elemental. No poseen sistemas organizados
de creencias, sino que se basan en la personalidad de los
chamanes tribales, hombres santos o hechiceros, capaces
de comunicarse con el mundo inmaterial e invisible de los
espíritus —con o sin dioses, a veces sólo
poblados por fuerzas naturales sin apenas una identidad
definida— que van transmitiendo de generación en
generación sus conocimientos mágicos y su
sabiduría tradicional, en la que conviven remedios de
sanación con artes adivinatorias y normas de
carácter jurídico-religioso para la
resolución arbitral de conflictos. Los chamanes o
hechiceros tratan, por medio de conjuros y trances
extáticos, de consultar al mundo de los espíritus
sobre todas aquellas cuestiones existencialmente cruciales para
su tribu, como la guerra, la lluvia, las enfermedades, la muerte
etc.

[9] El Maniqueísmo fue una
religión que fundó el profeta y sabio persa
Mani en el siglo III d. C., mezclando
sincréticamente elementos del judaísmo, la
religión cristiana, el budismo y el mazdeísmo
zoroástrico. La cosmovisión maniquea identificaba
una dualidad profunda en todo lo existente, tanto material como
sobrenatural. Según Mani, había en todo
una parte buena y luminosa, y otra mala y oscura, que sólo
podían ser conciliadas y superadas mediante la
revelación divina y la búsqueda del bien, la luz.
Junto a esta sólida base ética, los
maniqueístas creían en la existencia de
innumerables dioses y demonios, lo cual constituía la
mayor debilidad de su credo. Otra era la creencia en la
reencarnación, y la imposición a sus fieles de
pesadas obligaciones en forma de ayunos, limosnas y penitencias,
por parte de un clero fuertemente jerarquizado pero escasamente
formado moral y teológicamente, en el que los fieles
dejaron de confiar con el paso de los siglos, decayendo la fe
hasta prácticamente desaparecer.

[10] La época de la dominación de
la dinastía de los Califas Abásidas
comenzó el año 749, y se prolongó hasta
1258, cuando su capital Bagdad fue conquistada y arrasada por un
ejército mongol al servicio de Kublai Khan —El
libro de las maravillas del mundo
debido a Marco Polo ofrece
abundantes noticias sobre las cruentas guerras que sostuvieron la
China mongol y el Califato Abásida en la primera
mitad del siglo XIII—. La dinastía califal
Abásida trasladó su sede a Egipto, donde
cayó paulatinamente bajo la influencia de los cuerpos
militares Mamelucos. El fin a este califato egipcio,
más formal que efectivo, se lo puso uno de los primeros
grandes sultanes turcos del siglo XVI, Selim I, quien
depuso al último califa Abásida en
1517.

[11] El término turco "diwan" ha
sido tomado en el español como "diván",
designando un mueble destinado al descanso, donde poder
reclinarse manteniendo una posición erecta del tronco, y
dando descanso a las piernas, extendidas en posición
horizontal. Quienes en el califato islámico medieval
tenían el privilegio de poseer y utilizar cotidianamente
este tipo de "divanes" eran los altos funcionarios
civiles y consejeros de los monarcas, que solían
emplearlos cuando daban audiencias públicas o se
reunían para discutir asuntos políticos de
importancia. De hecho, en turco medieval, el término
"Diwan" venía a designar al consejo supremo
de la administración civil del estado
, que
podríamos traducir como "gabinete o equipo de
gobierno
". Ése fue el título con que quiso dar
a conocer su libro el erudito Kashgari. El éxito
de la obra fue tal, que en siglos posteriores se dió el
nombre genérico de "Diwan" a todos los tratados
literarios y compendios poéticos que fueron surgiendo de
la pluma de diversos autores musulmanes de diverso origen
nacional e idiomático.

[12] El nombre procede del de la ciudad de
Ghazna, la capital de su estado, situada en el actual
Afganistán, al sudoeste de Kabul.

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Autor:

Jorge Benavent

(España)

Partes: 1, 2
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