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Los primeros años de nuestro continente (página 2)




Enviado por Javier Molina



Partes: 1, 2

1845: El caudillo ecuatoriano Juan José
Flores propone al hermano de su Majestad la reina regente de
España María Cristina de Borbón,
Agustín Muñoz de Borbón como rey para
Ecuador. También envía una propuesta de "Reino
unido" a Perú y Bolivia.

1846: Mariano Paredes, presidente de
México propone al cuñado de la Reina Regente de
España María Cristina de Borbón, Enrique de
Borbón, como monarca para el país

1860: El escritor argentino Juan Bautista Alberdi
publica su obra "La monarquía como mejor forma de gobierno
para América latina"

1861-1875: Gabriel García Moreno
envía a Su Majestad Imperial de Francia, Napoleón
III, la propuesta de convertir a Ecuador en un protectorado con
el soberano como Napoleón I de Ecuador

1864: Embarcan hacia México los soberanos
Maximiliano I y Carlota I. Gobernarán hasta 1867, cuando
Maximiliano será ejecutado y la república
restablecida con Benito Juárez como presidente hasta su
muerte en 1872.

1889: El general Deodoro Da Fonseca encabeza una
rebelión que depone a Pedro II y proclama la
república, con el como su primer presidente

El problema de la
esclavitud: Los olvidados de la guerra
independentista

Aún en 1830 hubo haciendas llenas de
esclavos negros que trabajaban bajo condiciones infrahumanas para
sus amos. Jean Jacques Rousseau dijo, durante la época de
la Ilustración "Esclavitud y libertad son dos palabras
que se repelen mutuamente".
Esa fue la gran deuda de la
emancipación, la de vaciar los barcos negreros, los
ergástulos y la de acabar con la marea negra que desde los
comienzos del monopolio europeo en América fue agitada por
la vara hispano-portuguesa, países que a partir de 1580 se
unieron dinásticamente, y Portugal, país que desde
1640, gozó de la mayor cantidad de asientos por parte de
su ex regente.

La esclavitud no fue y nunca ha sido un
problema nuevo. Ha existido desde el surgimiento de la
civilización humana y de los grandes imperios, con
diferentes formas de practicarse en cada pedazo
geográfico. Este enrevesado juego de ajedrez que en
América venía gestándose desde el mismo
descubrimiento reunió a las más grandes
superpotencias de aquella época, quienes en
búsqueda de nuevos territorios en los que pudiesen
encontrar productos diferentes en mayor extensión, al ver
una población indígena destrozada por años
de conflictos entre estos y los recién llegados, se
embarcó nuevamente, esta vez hacia lo más profundo
del continente africano, encontrando como sus centros de compra a
Benguela(Angola), Lagos(Nigeria) y Costa de Oro (Hoy Ghana).
Allí intercambiaron toda especie de productos, con la
condición de que les fuesen entregados los
repobladores de un continente casi inhabitado por su
población autóctona, que se hallaba al borde de la
extinción.

Transcurriría mucho tiempo, en medio
de negocios internos, leyes que tal vez nunca llegaron a
cumplirse y conflictos como el que se vivió en la isla de
La española, colonizada por España y Francia, hasta
que esta nueva raza se rebeló y hasta escapó para
reproducir en nuestro continente colonizado las mismas formas de
vida que llevaron en el continente de cuyas entrañas
habían sido arrancados, creando sus propios estados
independientes, como ocurrió en Brasil en 1694, con el
llamado reino Quilombo. La nueva África en la que se
había convertido América pronto acabó, como
siempre ha ocurrido con el continente de origen de aquellos,
levantándose a expensas de las situaciones acaecidas en la
sede del gobierno colonial, como la firma del Tratado de Basilea
en 1795, con la que Francia se retiró de la colonia
española de Santo Domingo. Ahora, aunque no regresaron
nunca más a África y con el desmoronamiento del
sistema arcaico llegaba el momento de hacerlos libres.

Las principales leyes que se promulgaron,
como la ley de libertad de vientres promulgada por
Bolívar durante el congreso de Cúcuta,
establecieron que a partir de 1821, todos los hijos de esclava
nacerían libres, mas no toda Latinoamérica
abolió los grilletes al mismo tiempo y esto, por su parte,
degeneró en los primeros años de la vida
republicana enormes brotes de inestabilidad con una élite
criolla que ahora, en lugar de ser los alzados, pasaron a ser los
repudiados y desestabilizados. Se hallaban en el nuevo campo de
batalla los sucesores de Toussaint L"Ouverture. Ahora, no eran
los europeos los enfrentados con los antiesclavistas; eran los
antiesclavistas enfrentados con quienes deseaban mantener sus
puestos de amos.

La esclavitud y su abolición
provocaron una metamorfosis sin precedentes en una sociedad
latinoamericana que en el momento de tomar su propio rumbo no se
desprendía de las primeras estructuras que la
habían construido; Se habían suprimido impuestos
como el del tabaco, mas ahora Latinoamérica se
sumía en una lucha por uniformarse en un solo color que
estuviese representado por la nueva élite ostentadora del
nuevo gobierno: los criollos. La población siempre ha sido
dispareja pero, a diferencia de hoy en día, en aquellas
épocas no se tomaban en cuenta ciertos niveles sociales
como los menores de edad o aquellos quienes residieran fuera de
sus ciudades, y la situación de bienestar que
aparentemente se vivía impulsó la migración
de personas de un territorio a otro. Cuando llegó el
momento de exterminar ese mal que había desgastado tantas
vidas y que acabó en un mar de sangre, ocurrió un
éxodo masivo de dos poblaciones: la negra, que se
integró a la sociedad y nuevas hordas llegadas desde
Europa para suplantar la mano de obra ausente en las haciendas,
como ordenó el emperador de Brasil Pedro II, una vez se
abolió la esclavitud en su país en 1888.

En toda América latina comenzaba un
proceso de desintegración de esos mini-estados africanos
que se habían fraguado. Ahora, todo aquel que había
trabajado penosamente, obtenía su boleta de libertad. Se
había terminado ese "obstáculo para el desarrollo",
como diría Adam Smith y hasta se les había dado
territorio propio. Mas los conflictos con el último
estrato en ser liberado sobrevivieron y aún hoy sobreviven
más allá. Litigios, disconformidad con ciertas
medidas legales tomadas en contra de unos y otros por parte de
líderes que veían más el derecho a la
propiedad, y esto sumado al incremento de otros males como el
robo de animales de cría, contribuyó a resurgir
nuevamente la necesidad de convertirse en esclavos, mas esta vez
funcionaban como abastecedores para unos caudillos que
"morían de hambre".

Hubo sectores reacios a desprenderse de la
tutela, puesto que eran los esclavos quienes les daban las
mayores gratificaciones, sobre todo en el plano económico.
La iglesia, ciertos líderes políticos; y hubo
sectores muy interesados en la desocupación de todas las
áreas de trabajo por parte de aquellos que no reunieran
las condiciones para realizarlo. Se deforestaron grandes
cantidades de tierra para compensar tantos años de
servicio a las condiciones inhumanas a las que eran sometidos; se
pagaron indemnizaciones; se escribieron decretos, como el que
establecía que todo manumiso permanecía bajo la
tutela de su dueño hasta las edades comprendidas entre 18
y 21 años. Ahora si llegaba el momento de romper las
cadenas que ya se oxidaban, mas, a causa de los problemas
internos de cada nación, este proceso fue demasiado lento.
Había llegado la emancipación para los negros, y
parecía que ahora si se cumplirían las coloniales
"leyes nuevas" de 1552, mas algunas cadenas se fundieron
atadas a los pies y manos de sus víctimas por mucho
más tiempo posterior a la abolición

¡Rompan las
cadenas!

1821: Bolívar promulga la "ley de
libertad de vientres"
para la Gran Colombia

1823: Chile se convierte en el primer país
de América latina en revocar la esclavitud, bajo el
gobierno de Bernardo O Higgins

1829: Abolición de la esclavitud en
México, bajo el gobierno de José
Bocanegra

1850: Su Majestad imperial de Brasil, Pedro II
prohíbe la importación de esclavos

1851 (Mayo): Bajo el gobierno de José
Hilario López (Colombia) se elimina la esclavitud, siendo
esta ley de igual efecto para el entonces departamento de
Panamá

1851 (Julio): Por orden del presidente de Ecuador
José Urbina, se elimina la esclavitud en el país,
lo cual degeneró pronto en un conflicto entre
terratenientes y manumisos que estuvo a punto de desintegrar al
país

1853: Abolición de la esclavitud en
Argentina

1854 (Marzo): Abolición de la esclavitud
en Venezuela, bajo el gobierno de José Gregorio
Monagas

1854: El presidente de Perú, Ramón
Castilla decreta la libertad de los esclavos en la ciudad de
Huancayo

1865: Es crea en España la "Sociedad
Abolicionista", bajo el liderazgo del hacendado
puertorriqueño Julio Vizcarrondo

1873: Se presenta un proyecto de abolición
de la esclavitud en Puerto Rico

1880: Se revoca la esclavitud en Cuba

1888: Por orden de la princesa Isabel de Brasil,
es abolida la esclavitud

Nuevas fronteras
y nuevos problemas: El nuevo tratado de Tordesillas
inconcluso

Con la emancipación se produce el surgimiento de
nuevas naciones y, con ellas, la incansable tarea de demarcar
fronteras, la cual continúa en nuestros días y ha
sido sinónimo de todo tipo de confrontaciones que muchas
veces han llegado a escenarios bélicos. El problema de las
fronteras constituyó una herencia de la época
colonial pues es desde allí de donde viene. Comienza la
redacción de un nuevo tratado de Tordesillas pero esta vez
no se trataba de España y Portugal, sino de nuevos estados
nacionales frente a dos potencias que se encontraban en pleno
auge colonialista y, una de las cuales había formado parte
de la monarquía hispánica. Se trataba de Inglaterra
y Holanda. Uno, la primera potencia económica y militar de
aquellos días, y el otro, muy bien establecido en lo que
hoy constituye Surinam.

Desde su llegada a América, las potencias
europeas mantuvieron un conflicto abierto por posesionarse de
extensos territorios, el cual estaba supeditado a lo que
ocurría en el lejano continente. Desde 1502, cuando Alonso
de Ojeda avistó las tierras de la Guyana hasta nuestros
días, el problema de los litigios fronterizos ha sido un
tema estancado y retrasado ante las pretensiones de unos y otros.
Expediciones repelidas por la fuerza de las armas y la
concesión y apropiación continua de un territorio
tras otro marcaron un periodo donde se desconocía la
existencia de algún orden y donde, además,
aún no se podía consolidar una paz duradera entre
quienes administraban aquellas tierras por la simple razón
de ser sus primeros descubridores y quienes, ansiosos de
reconocimiento por parte de una nación que les
había incorporado a su conglomerado territorial tejiendo
alianzas entre soberanos, penetraron para querer hacerse con el
control de lo que, en mi opinión, serviría para
establecer sus nuevas cortes reales y, desde allí
oficializar su entrada a ese confuso juego de ajedrez que
significó el reparto colonial de una América que,
para los tiempos del imperio, ni siquiera pensaba en demarcarse.
A lo largo del tiempo en el que transcurrió el
colonialismo, el tema de las fronteras imperiales solo se redujo
a simples invasiones, tratados y más repeticiones de
ambos. Con el estallido de la lucha independentista y la
cancelación de las guerras napoleónicas (1814),
Inglaterra obtuvo las colonias de Demerara, Berbice y Esequibo,
con las que en 1831 constituyó su colonia de la Guyana
Británica. Con Inglaterra en la cúspide de su
poderío imperial y unas naciones latinoamericanas que
venían de desgajarse de las anteriores confederaciones y
que por ese momento atravesaban una situación
política y social muy inestable, se dio el caldo de
cultivo para un nuevo conflicto colonial. Se revivían
antiguas disputas entre los herederos de la monarquía
hispánica en América y su copia insular.

Muchos han llamado a Inglaterra el "León
Británico" pero, ¿Qué tan fuerte era? y, si
se sabía la mayor potencia industrial de aquellos
días ¿Por qué razón rechazó en
innumerables ocasiones una propuesta pacífica para la
resolución de un problema que pudo haber significado una
nueva guerra y una nueva colonización? Esas preguntas las
respondieron ellos mismos como escribiría un diario
estadounidense presionando a nuestros jóvenes y aún
débiles estados nacionales. Mientras tanto, en 1834 se
prepara la llegada de un emisario prusiano, Robert Schomburgk,
con la misión de demarcar la nueva frontera entre la
Guyana británica y la agitada República de
Venezuela. Mientras se redescubría aquella zona que
había visto pasar a enviados de tantos países
europeos sin definición de un dueño, unos y otros
se vociferaban amenazas que iban desde la evacuación de
sus conciudadanos de los territorios ocupados hasta el
rompimiento de relaciones con Su Majestad
británica.

Esta reclamación de territorios se
estableció sobre las bases del principio "Uti
posidetis juris".
Mantener las fronteras americanas
intactas, que era lo que deseaban quienes gobernaban el
continente en esos días, no fue posible gracias a los
anhelos de la reproducción de un imperio decadente (el
español) en el territorio y bajo las banderas de otro (El
británico) que, al poseer muchas más riquezas y al
ser el epicentro de la revolución industrial, llegó
a una Latinoamérica que aunque seguía prestando sus
servicios a los diferentes mercados económicos europeos
seguía en pie de lucha por recuperar territorios que
siempre fueron, han sido y serán importantes para su
desarrollo. Tal y como lo propuso el ministro plenipotenciario de
Venezuela ante el reino unido José María Rojas ante
el conde de Salisbury, pudo haberse logrado una frontera en la
que se respetaran los derechos de ambas naciones. Mas, pese a
esto, según quienes defendían los derechos que el
país sudamericano tenía sobre la margen izquierda
del río Esequibo, la Inglaterra victoriana
manifestó totalmente su desconocimiento a tales
reclamaciones; desconocimiento que no terminó sino
agotando toda posibilidad de un acuerdo pacífico entre
ambas partes. Desde Schomburgk hasta Granville y Roserbery, se
dio un nuevo recorrido a aquellos territorios donde ni
españoles ni holandeses, por voluntad de unos y otros no
habían podido llegar. Era evidente el peligro que
representaba una confrontación armada como las que se
vivieron en el siglo XVI. Aún cuando unos y otros se
negaron la posibilidad de delimitar el territorio al que
aún no se le conocía dueño; Aún
cuando se sucedieron pérdidas de inconmensurables
porciones de tierra que quedaron en manos de intereses
personales; aún cuando estuvo en peligro la "más
aceptable inteligencia y franco trato"; aún cuando estuvo
a punto de generarse un estallido en una región plagada de
tantas riquezas naturales descubiertas y ansiadas por el
más fuerte, no murió el legado de
recuperación por el que habían luchado los
nacientes gobiernos de un continente que para la fecha comenzaba
a asentarse y a dividirse. Esa división del territorio en
aras de que cada uno conservase sus delimitaciones sin que se
dieran paso a agresiones por parte de vecinos próximos o
externos, tardó en concretarse durante ese siglo a causa
de discrepancias entre integrantes de ambos bandos. Esos dos
bandos, que acudieron ante otros buscando ayuda casi terminaron
enfrentados en una guerra innecesaria que, tal y como el pasaje
bíblico del profeta Daniel y los leones, se evitó
porque hubo quienes estuvieron dispuestos a cerrarle la boca a
ese gigante león marino británico.

Ahora, con cambios en ambas partes, parecía que
al fin se resolvería el grave problema con decisiones
judiciales, como la de 1899, en el caso de Venezuela y la Guyana
británica. Pero todo fue tal y como reseñó
una caricatura publicada por una revista humorística
británica con el conde Salisbury corriendo del tribunal de
París llevándose las 60.000 millas arrebatadas a
Venezuela. Luego de aquel episodio que no sirvió sino para
acentuar las diferencias entre ambas naciones, todos salieron
corriendo despavoridos de aquel tribunal; Unos temiendo que el
gobierno al que despojaron de tan importantísimo
territorio tomase acciones contra ellos; Y otros
llevándose consigo sus reclamaciones y guardándolas
en una agenda que volvería a abrirse en el siglo
siguiente.

Desde la consecución de la gesta emancipadora,
las nacientes naciones latinoamericanas se enfrentaron a, como
expresó el ruso Fiodor de Martens en su obra de 1878, una
reconquista y civilización de los que el mismo llamaba
"pueblos bárbaros". Esta reconquista y
civilización, que según el sería dirigida
por Inglaterra y Rusia, sucedió y aún hoy en
día sucede, mas no con la ocupación de las zonas
litigadas por parte de ambas potencias. Existen infinidad de
regiones en disputa en nuestro continente. En el caso de unas, se
desarrollaron enfrentamientos bélicos, como en el caso de
la primera y segunda guerra del pacífico (1862- 1864)
(1879-1883); en la primera, Perú vio peligrar sus derechos
sobre las islas Chincha a manos de una potencia delirante que no
deseaba más que restablecer su derrumbado orden colonial,
y en la segunda Bolivia perdió su salida al mar a manos de
Chile; En otras, como la que ha ocupado gran parte de esta
sección, la del territorio del Esequibo, entre Venezuela y
el Imperio británico, han tomado distintos rumbos y
aún hoy en un siglo XXI incipiente siguen
estancadas.

En una época en la que nuestra
Latinoamérica comenzaba su vida con inestabilidad,
resurgió con mucha mayor fuerza un león gigante
europeo que, cuando se veía muriendo de hambre, salio a la
caza de nuevas presas con las que saciarla; esta petición
que le hacían sus órganos interiores se
materializó en nuevas incursiones en territorios que se
sabía garantizaban y garantizan beneficios a todos
aquellos que los explotaron y aún hoy continúan
haciéndolo para, como expresaba un agente inglés
enviado para tratar el conflicto con la República de
Venezuela, transformar la selva o cualquier lugar
inhóspito en ciudades. A lo largo no solo de la
época caudillista, sino de toda nuestra historia como
naciones independientes, hemos tenido nuestras razones para
confrontarnos nación con nación. Se han firmado
tratados como el de Ancón (1883) o París (1899)
para satisfacer los derechos de cada uno de los implicados en la
contienda, mas en casos como el todavía indeleble e
indefinible conflicto por el territorio Esequibo, no se ha
escuchado la voz de quienes habitan en el epicentro de las
diferencias, como si se plasmó en el tratado de 1883 entre
Perú y Chile, al momento de negociar acerca de las
provincias de Tacna y Arica. Problemas como el de las
reclamaciones territoriales son de los que necesitarán
muchos años para llegar a una total resolución.
Pero se debe tener en cuenta que esta resolución debe
estar de la mano de los pobladores del territorio
negociado.

Desde su nacimiento, todas las naciones de nuestra
región han experimentado cambios en sus fronteras que les
han supuesto todo tipo de efectos: Unos, como Bolivia, quedaron
sin salida al mar; otros, como el caso de Venezuela con la Guyana
británica (Hoy república cooperativa de Guyana) y
el de Guatemala con Honduras británica (Hoy
República de Belice) han tenido y tendrán que
esperar todo el tiempo que ha sido y será necesario para
ver resueltos los interrogantes sobre los cuales se asientan los
nombres de esas regiones que unos y otros tanto anhelan pero cuya
pertenencia solo podrá ser decidida por las inclinaciones
que sientan quienes habitan allí. En estas áreas
donde hoy aún se espera por una resolución que
verdaderamente satisfaga los derechos de todos hay, como
sucedió en los albores de la lucha independentista,
distintos sentimientos nacionalistas. Pueda ser que acaben
integrándose a un país o a otro o pueda ser, de
otra manera, que acaben fundando nuevas naciones
independientes.

Como quiera que se vea, desde que comenzaron a despertar
las reclamaciones sobre territorios clave para el desarrollo de
las, en ese entonces, nacientes repúblicas, se
formó una especie de campo abierto donde, a medida que la
selva fue transformándose en ciudades, también
ocurrió la implantación de una balanza que siempre
se inclinó a los intereses de potencias que, con poco
espacio, impusieron todo tipo de barreras para detener lo que
para ellos pudo significar la barbarización de sus
posesiones; en estas se mantuvieron guardados por demasiado
tiempo los planos en los que se dibujaron esos espacios
vacíos que, significando grandes riquezas y posibilidades
de desarrollo para las naciones con las que colindan, se han ido
llenando de caminos sin salida en búsqueda de conceder a
unos y despojar a otros. Este nuevo mapa, si bien en un principio
trajo consecuencias desagradables para quienes, en necesidad de
recuperar lo que sus antecesores no pudieron atesorar,
recurrieron a la escritura de todo tipo de títulos de
propiedad basados en antiguos documentos que al final terminaron
siendo incinerados por la nueva realidad que ya se había
adueñado de los nuevos estados, y luego de los fracasados
intentos judiciales, acabó desdibujándose para dar
paso a un periodo que se caracterizó por el
establecimiento de un segundo tribunal de arbitraje, en el cual
ya no estuvieron ni estarán presentes solo cinco jueces en
representación de millones de habitantes, sino todos estos
en defensa de sus derechos a acceder a ese mar de riquezas en
cuyo curso se lanzaron sus descubridores pero estos, a causa de
disputas que por unos son calificadas de innecesarias, no
supieron llegar a tierra firme para fundar ese nuevo mundo al que
se creían destinados. La demarcación del territorio
latinoamericano significó que tanto nuestro continente
como el europeo se convirtieran en centros de constante
reunión donde unos a otros se beneficiaron, bien fuese
concediéndose territorios en uno y otro lugar del globo
terráqueo, inclinándose a favor de uno y otro
implicado o, como fue muy común, presionando bajo la
amenaza de prestigiar a los intereses del gigante blanco
(Europa), o, en el caso de disputas entre latinoamericanos de
complacer los deseos, cualesquiera que fuesen, de nuestros
caudillos. Esto fue simplemente un periodo cuyo curso estuvo
marcado por un cambio constante de quienes estuvieron al frente
de un tribunal que instaló una especie de nueva regencia
en territorio latinoamericano. Mas este nuevo gobierno
provisional no tuvo el mismo fin que el que se instaló en
la ciudad de Cádiz.

Ahora se esperaba que esa nueva regencia establecida por
un acuerdo entre América y Europa reconociese cual
nación poseería los territorios reclamados. Se
entregó, en un primer momento, a los que se creyeron
capaces de transformar selva en ciudades. Transcurriría
todo un siglo y, con la independencia concedida a las antiguas
colonias, volvió a tratarse un tema que esta vez enfrenta
a dos herederos. En el caso de las disputas entre países
de nuestra misma región, aún se sigue esperando por
una solución pacífica. También transcurre un
larguísimo periodo que ha visto la integridad de unos y de
otros puesta en peligro. Aunque la opción bélica
es, a veces, muy poco considerada por las naciones del "viejo
continente", en el nuestro se ha estado a punto de accionar el
gatillo. En el siguiente siglo (S. XX) ocurrirían toda
clase de encuentros y desencuentros que, reavivando el tema,
significarían una reproducción de los tribunales
arbitrales del siglo anterior. Solamente estos se
encargarían de transcribir las primeras disposiciones de
un acuerdo que hoy lamentablemente se ha estancado. Gran parte de
aquellos documentos acerca de límites que se han firmado,
han acabado en desacuerdos y, como ocurrió en el congreso
de Panamá que, a propósito, pretendía formar
una sola nación con un solo continente, ausencias
importantísimas que en nada han contribuido a satisfacer
el hambre territorial de nuevos leones que ahora no son
exportados desde otros continentes, sino que habitan en nuestro
territorio.

En los días actuales aún nos gusta, como
diría el enunciado de una caricatura británica, "La
arbitración en territorio propio". La única
diferencia es que esa arbitración ya no se hace bajo el
amparo de potencias coloniales, sino de líderes que
emplean la misma táctica dilatoria que los grandes
señores de los extintos imperios ultramarinos. Ya han
transcurrido más de 100 años y aún no se ha
encontrado una salida favorable a tan delicado asunto. Aun se
sigue esperando por una decisión firme, mas hay quien ha
querido adelantarse proponiendo soluciones negociadas o por la
fuerza de las armas. Unos, inclusive, siendo acreedores de un
patrimonio histórico inconmensurable, se han puesto del
lado de los pobladores de las zonas en reclamación con la
esperanza de acabar a cualquier costo una problemática que
jamás se solucionará si no se toman en cuenta los
intereses nacionales de cada nación latinoamericana y se
coloca al frente de esto a gente que verdaderamente vea los
derechos de ambos bandos y no de uno, como desafortunadamente
ocurrió en ese periodo en el cual esas zonas del
continente permanecían en blanco Aún hoy, cuando
nuestro continente lleva dos siglos de existencia independiente,
se continúa en una incesante repartición de
territorio protagonizada por naciones que, contando con los
organismos internacionales existentes en nuestro siglo, no son
capaces de decidir la pertenencia de regiones donde quienes las
habitan deben sentir una total confusión entre abundantes
opciones que se ponen sobre la mesa de negociaciones pero sobre
las cuales solo ellos tendrán la última palabra.
Mientras tanto, aún sigue escribiéndose un amplio
tratado de límites cuya tinta ha ido desgastándose
con el pasar de los años ante los cambios de un continente
cuyos líderes nunca le dieron y aún hoy no le han
dado seriedad a tan importante asunto. Mientras sigan existiendo
todo tipo de vacilaciones continuará gastándose
papel y tinta en la redacción del tratado de Tordesillas
inconcluso.

Conflictos
internacionales y Fronterizos del siglo XIX

1822: El ministro plenipotenciario venezolano
José Rafael Revenga presenta denuncias ante Su Majestad
británica Jorge IV en las que expresa que los colonos de
Demerara y Berbice usurparon tierras que, según los
últimos tratados pertenecían al territorio de la
Gran Colombia

1828-1829: Guerra Grancolombo-Peruana, en la que
la confederación intentó apropiarse de las
provincias de Jaén de Bracamoros y Mainas, además
de la ciudad de Tumbes, y que culminó con la victoria
grancolombiana en la Batalla de El Tarquí

1833: Se firma el tratado Michelena-Pombo entre
Venezuela y Colombia

1834: El geógrafo prusiano Robert Hermann
Schomburgk traza una línea que concede 4920 Km2 a la
Guyana Británica, y que fija una frontera parcial entre la
nación y el imperio británico, comenzando por el
río Esequibo, siguiendo su curso por el Roraima hasta
llegar al Amacuro. Se consideraba en ese tiempo que el
término de las posesiones inglesas era el río
Guaima, cosa que disgustó al gobierno
venezolano

1846-1848: Guerra Mexicano- estadounidense.
México pierde 76.000 Kms2 en lo que se conoció como
"Venta de la mesilla"

1850: Se firma en la ciudad de Caracas
(Venezuela) un tratado entre ese país y el imperio
Británico, en el cual ambos se comprometen a no ocupar
ninguno de los territorios ocupados por el otro.

1861: Fuerzas militares de España,
Inglaterra y Francia bloquean el puerto mexicano de Veracruz,
ante la negación de su presidente Benito Juárez de
pagar las deudas

1862: Se produce en las costas brasileñas
de Sao Paulo un incidente entre militares imperiales y un barco
inglés, conocido como la "Cuestión Christie". Ante
el riesgo de una guerra con la primera potencia económica
y militar de aquellas épocas, Su majestad Pedro II da la
orden de liberar a los tripulantes retenidos. Poco después
la reina Victoria I enviará una carta de disculpas al
emperador

1863: El general Venancio flores invade Uruguay y
derroca al gobierno de ese país, único aliado del
gobierno paraguayo en la región. Esto pronto
desencadenará la Guerra de la triple alianza.

1864-1866: Primera guerra del Pacífico
entre España, Perú, Ecuador y Bolivia. Los primeros
intentaron apoderarse de las Islas Chincha, ricas en guano, con
lo que, de lograrlo, restablecerían su orden colonial. En
1865, se firma un tratado de armisticio entre España y
Perú, y el primero reconocerá la independencia del
segundo en 1879

1864: El dictador de Bolivia Mariano Melgarejo
vende a Brasil el territorio de Acre

1865-1870: Guerra de la triple Alianza.
Argentina, el Imperio del Brasil y Uruguay firman, en Mayo de
1865 un tratado de amistad y le declaran la guerra a Paraguay. Si
bien, la guerra finaliza en 1870, año en que fallece
Francisco Solano López, dictador supremo de Paraguay, las
tropas de la alianza permanecerán en dicha nación
hasta 1876. La guerra significó un verdadero desastre
demográfico para paraguay, quien perdió tres
cuartas partes de su población masculina.

1879-1883: Segunda guerra del pacífico
entre Bolivia, Chile y Perú. Bolivia, país cuyo
presidente, Narciso Campero, intentó retirar de la
contienda, pierde su salida al mar. Perú pierde las
regiones de Arica, Tarapacá y el desierto de Atacama. Al
final se firma el Tratado de Ancón, en el cual los dos
últimos se comprometen a pagarse indemnizaciones de diez
millones de unidades en su moneda local, dependiendo bajo tutela
de quien quedasen los territorios disputados

1887: se inicia la evacuación de los
ríos Amacuro y Pomarón, bajo amenazas del gobierno
de Venezuela de que, si no se ejecutaba, quedarían rotas
sus relaciones con el Reino Unido, quien ya se había
tomado 203.000 Kms2 y deseaba controlar las bocas del Río
Orinoco.

1897: Los gobiernos de Venezuela y el Reino Unido
firman un tratado en el que se comprometen a someter la disputa
sobre el territorio del Esequibo a un arbitraje.

1898: Firma del tratado de París, con el
que España renuncia a sus posesiones de Cuba y Puerto
Rico

1899: se lleva a cabo el laudo arbitral de
París, en el cual se establece que la frontera entre
Venezuela y la Guyana Británica comenzaría en la
desembocadura del río Orinoco y terminaría en el
río Cutari

1899-1903: Guerra de Acre, entre Bolivia y
Brasil. Los llamados "Serengueiros" intentaron separar a la
disputada provincia para convertirla en un nuevo
país.

1904: Los gobiernos de Brasil y Reino Unido
acuden ante el entonces rey italiano Víctor Manuel III,
para solucionar un conflicto limítrofe por la
región de Pirara. El defensor de los intereses
brasileños Joaqim Nabuco argumentó el derecho de su
país a la posesión de la región por la alta
presencia lusófona. Al final, el soberano asigna 13.000
Km2 para Brasil y 19.000 Km2 para Inglaterra

Revolución
industrial latinoamericana, intentos restauradores de las
confederaciones, entrada en escena de los estados
centroamericanos, inauguración de un nuevo siglo y la
transición hacia una nueva forma de gobierno muy
similar

Nos encontramos en los últimos años del
Siglo XIX. Aún cuando se estaba a punto de inaugurar un
nuevo siglo, seguía imperante la conflictividad interna en
un continente que parecía encaminarse hacia una total
desintegración. Llega el momento de reorganizar las
naciones luego de años de anarquía. Se despide el
siglo XIX de la manera más "lujosa", con la
construcción de grandes obras arquitectónicas como
el canal de Panamá( Iniciado en 1880), surgen nuevos
estados que habían retardado su independencia y vemos la
consolidación de una nueva potencia: Estados Unidos de
Norteamérica.

Asimismo llega, también retardada, la
Revolución Industrial, con una competición entre
las grandes potencias europeas y el gigante norteamericano, y que
tendrá como ganador, justamente, al último de todos
estos. Por algunos años parece haber paz pero, esta no
durará mucho. Recordemos que España, gobernada en
aquella época por una regencia, y que venía de
soportar incontables intentos revolucionarios, aún se
mantenía a flote en el Caribe, con Cuba y Puerto Rico como
últimos bastiones latinoamericanos. A esto también
se suman intentos de restaurar las confederaciones; si, aquellas
por las que habían luchado Bolívar, Santander,
Morazán, Arce, Santa Cruz y otros héroes cuyo
recuerdo ya había alcanzado el primer
centenario.

Innovaciones, expansión, reconocimiento
internacional, llegada de nuevos contingentes europeos, guerras,
invasiones de un país a otro, alianzas y rupturas marcaron
los últimos años de un siglo sangriento que iba a
dejar un continente totalmente arrasado, pero cuyo legado
permanecería aún inmanente a otra generación
que, luego de estos caudillos, darían ilusiones de paz y
progreso pero que, desafortunadamente, reproducirían
formas de liderazgo similares a las ya abandonadas, solo que con
un sentido más moderno. Latinoamérica llegaba a una
solidificación bastante estable pero que, con las
constantes disensiones, fue resquebrajándose hasta llegar
al extremo de pedir nuevamente la ayuda internacional. Esta ayuda
vendría supeditada a un constante intercambio
Europa-Latinoamérica que se traduciría en
beneficios para ambas partes pero a un alto costo en dinero y
recursos materiales y humanos.

También se veía caer al último
frente de los "Cien mil hijos de San Luis": Brasil, con Pedro II,
país que, para esa época tenía el octavo
presupuesto económico más alto de todo el mundo. Se
fundía bajo las llamas de las ansias republicanas la
corona imperial, y con ella, todo sueño monárquico
en nuestro continente siempre acostumbrado al sistema
presidencialista. Mas con esto no finalizaba el sueño de
ver nuevos países: Panamá y Cuba, un intento
restaurador de la Gran Colombia bolivariana con Colombia,
Venezuela, Ecuador, El Salvador y Nicaragua como aglutinantes,
así como también de la creación de los
llamados "Estados unidos centroamericanos", propuesto por el
presidente nicaragüense José Zelaya. Nuestro
continente parecía retroceder a la época en que se
luchó contra dominaciones externas pero, esta vez, para
los últimos representantes del caudillismo, el enemigo
contra el que luchaban se hallaba en territorio propio. Nuevos
intereses por parte del país que había sido el
precursor de la "Doctrina Monroe", Estados Unidos, colmaron cada
punto cardinal de nuestra región, hasta el punto de que
ese país llegó a adueñarse de los mercados
latinoamericanos. Mas no solo intereses económicos pasaron
por la mente de esta águila gigante; sus pretensiones se
volcaron a la ayuda en la construcción de nuevos
países que le garantizarían productos para su
economía.

Con nuevos estallidos, independientemente de las obras
arquitectónicas que se construían para embellecer
el territorio con cierto estilo europeo, la sociedad
latinoamericana de aquella época contribuyó a darle
un tono agridulce a la despedida de la niñez de nuestro
continente. Volvían a estallar conflictos que
parecían estar destinados al olvido y, con ello, el
continente volvió a desintegrarse en jirones manchados de
sangre y cubiertos por los huesos de aquellos que lucharon por
sus causas. Ahora se contaba con equipamientos más
modernos que permitían un transporte y comunicación
más rápidos y ejércitos mejor organizados.
Todos estos adelantos se conjugaron para preparar nuevos
cuarteles desde donde unos y otros decidieron que la forma
más factible de resolución de diferencias era por
la fuerza de las armas. Lograron sus victorias pero luego un
sector de la población hambriento de paz se rebeló
en contra de los belicistas y acabó por aventajarles en la
consecución del tejido de una región cuyas banderas
fueron rotas y lanzadas al suelo mientras se decidía el
destino de naciones donde era imposible la existencia de
equidad.

Dicha equidad, que se perdió por causas de deseos
antagónicos no lograría restablecerse hasta que,
como decían las gentes de la época, no existieran
regímenes que garantizaran la evolución de los
estados hacia una sociedad de paz y libertades. Aún cuando
las comunidades indígenas parecieron también
condenadas al olvido, se vieron obligas a participar en aquel
derramamiento de sangre en búsqueda de ese "dorado" que
significaba ser reconocidos como parte integrante de una sociedad
que aún no se desprendía de las barreras que
imposibilitaban una coexistencia entre todos sus miembros,
razón por la que estallaron todo tipo de luchas a lo largo
de un siglo de tensiones y donde los beligerantes tocaron con sus
armas aquel mar de tranquilidad que se transformó en una
tempestuosa ola transformadora que, al bañar a aquellos
que se cruzaron en su camino los hizo levantarse de ese
sueño en el que dormían y unirse al periplo rebelde
que los llevó a nuevos territorios alejados a sus
países.

Latinoamérica fue, en el fin de su primer siglo
de vida, una mezcla uniforme de problemas y soluciones que, ahora
si estuvieron a punto de confederar al continente en una sola
unidad territorial, como de desintegrarlo. Como ocurrió al
principio, esas nuevas confederaciones que se venían
preparando fracasaron como consecuencia de, tal y como le
ocurrió a Bolívar, propuestas que a la larga
resultaron utópicas y que intentaron imponer
organizaciones a las que nuestro continente jamás ha
estado acostumbrado ni lo estará, así como
intentos, algunas veces concretados y otras no, de eliminar
físicamente a aquellos que le daban la bienvenida a un
nuevo siglo pero que quisieron adaptarlo todo a lo que sus
antecesores no supieron hacer.

.Decía un escritor ecuatoriano, Juan Montalvo, al
enterarse del magnicidio del dictador Gabriel García
Moreno, "Mi pluma lo mató". Así
sucedió con cada caudillo de aquellos tiempos, y
también sucederá si intenta surgir algún
otro en la actualidad. No fue solo la fuerza de las armas lo que
realmente liquidó a aquellos líderes. Esta
necesitaba de la imprenta para difundirse a todos los estratos de
la población disconforme. Y esa necesidad se hallaba en
otra "Guerra de los papeles".

Por un momento se había dejado de lado el tema de
los litigios fronterizos: Se había domado al gran
león europeo; se acuñaron las monedas oficiales que
hoy conocemos y las antiguas canciones patrióticas,
entonadas en el curso de la guerra independentista, pasaron a
constituirse como los himnos nacionales. Nuestro continente
había reunido las piezas de ese rompecabezas que, al
principio permaneció ininteligible; la organización
necesaria, que había sido esquivada en épocas
prístinas, pudo concretarse de manera tal que la
bienvenida al siglo XX llegó enmarcada en medio de "nuevos
vestuarios". Estos nuevos vestuarios se confeccionaron de la mano
de los liquidadores de esa edad de piedra en la que se
sumió nuestra región a partir de 1830 y se
materializaron no solo con las telas con que habían sido
fabricados los nuevos símbolos, sino también con
una nueva especie de pertrechos con los que siempre se quiso
engrosar la blanda estructura sobre la que habían nacido
nuestros países. Esa nueva estructura que sirvió de
base para la entrada fue tantas veces remodelada, tantas veces
pintada con colores de prosperidad y paz, pero en incontables
veces también se intentó quemarla y destrozarla. En
medio de los restos de todo lo que resultó violentado
volvieron a levantarse, por pocos instantes, tentaciones a
reinaugurar un nuevo estado de alarma.

Ese estado de alarma, que fue creado por la
población misma, no lograría apagarse en la
frontera entre dos épocas, sino más bien,
continuaría encendido con sonoridad y alcances diferentes.
En ese momento en el que gran parte del territorio se vio
asediado nuevamente por el estentóreo sonido de armas que
llamaban a la guerra, armas que llamaban a reconquistar el
sueño perdido de los extintos libertadores, se alzó
una nueva voz; Ese nuevo alzamiento, patrocinado en ciertas
ocasiones por Sus majestades europeas terminó por
tambalear y enloquecer a ciertos líderes que, deponiendo
finalmente sus ideales de continuar con cualquier proyecto que se
asemejase a lo vivido en las primeras décadas del "siglo
de la oscuridad", acabaron abandonando sus investiduras y
fertilizando el terreno para que naciera una nueva fuerza
destinada a tomar las riendas de un continente descompuesto en
todos los ámbitos. Esa descomposición, agravada por
el mal olor de un mar que se llevaba miles de litros de tintas
negras con las que se había teñido toda una
región, fue limpiada de los caminos con la fuerza de una
nueva maquinaria compuesta por gentes nuevas que, aún
cuando se vieron rodeados de adeptos al ya extinto sistema
sociopolítico, supieron mantener sus convicciones con las
que marcaron el inicio, no solo de un nuevo siglo, sino de la
consumación del establecimiento de estados que ahora, en
lugar de tambaleantes, se encaminaban a solidificarse de manera
que ninguna fuerza disgregadora o unificadora de viejos proyectos
ya fracasados los hiciese poner en vilo. Mientras en
Sudamérica los intentos por revivir los deseos
independentistas de una sola nación quedaban enterrados en
las arenas del tiempo, en la región centroamericana las
cosas marchaban de diferente manera. En esta parte del
Latinoamérica que durante el proceso independentista
había sido casi olvidada y que debió esperar hasta
finales del siglo XIX para que en su territorio se constituyeran
estados independientes, surgía con mayor fuerza la
intervención, por innumerables intereses, del gran coloso
de Norteamérica en plena construcción.

En ese antiquísimo pedazo de la geografía
que había albergado majestuosas civilizaciones cuyo legado
aún se muestra ante los ojos del mundo; Una región
cuya demografía fue y es hoy una mezcla de ascendencias
que datan desde el advenimiento de los primeros pobladores, y
donde a partir de 1821 comenzó a forjarse
tardíamente un sueño con sello propio. Ese
sueño propio que se vio truncado por las ansias imperiales
del sucesor de Moctezuma II y que luego, dos años
después, fue revivido gracias a la creación del que
parecía ser el sucesor de otro imperio muy
antagónico al que acababan de desprenderse había
terminado de cristalizarse con ayuda de otra nación
también tributaria de milenarias culturas
autóctonas. Sin embargo, y pese a la proximidad
geográfica de ambos y al aporte que unos y otros se dieron
y dan, a pesar de las leyes aprobadas en aquellas épocas
por los pregoneros de una doctrina que se veía destinada a
frenar cualquier arribo europeo, al final, después de que
algunos mostrasen cierta convivencia con los otros,
ocurrió una segunda noche triste, protagonizada por
quienes repudiaban totalmente una "norteamericanización"
como lo dijo el entonces gobernador militar de Cuba Leonard
Wood.

Fue esa misma potencia, que hoy es repudiada por muchos
y defendida por otros, la que pudo abrir las puertas para que
Latinoamérica fuese un verdadero modelo de desarrollo para
las tambaleantes naciones europeas y de otros continentes cuya
existencia pocos conocían que, aún en ese traspaso
de épocas, se sacudían en fuertes movimientos
sociales que terminaron dejando en ruinas ese pasado glorioso
traído a cuestas desde hacía milenios. Mas una
serie de sucesos inesperados se suscitaron en esa zona levantisca
donde se forjaron nuevos intentos por llevar a cabo una segunda
"Revolución francesa con estilo latinoamericano".
Justamente la serie de alzamientos que se producirían
contra las compañías económicas fueron una
repetición de lo que se vivió en Europa a los
inicios de la industrialización.

Aquellos territorios destinados a convertirse en el
"cuerno de la abundancia" para gentes ambiciosas que
desde otros lugares llegaron, o desplazados o por incentivo de
sus líderes o de los nuestros, lamentablemente acabaron
convirtiéndose en un nuevo altar donde todo aquel que
creyó tener el potencial para levantar a los suyos contra
lo que consideraban era una verdadera maldad se vistió de
"reformador" y, con su propio estilo y palabras, pronunció
lo que podía haber sido la reescritura de la
encíclica "Rerum Novarum " del Papa león
XIII. Fracasaron y terminaron creando un clima peor que el
existente antes del surgimiento de "La cuestión social
latinoamericana
". Enfermedades, rebelión, escisiones
territoriales como el caso de Panamá, utilización
de la fuerza cuyas necesidades respondían a intereses
particulares que acabaron violando todo acuerdo, cuyo papel
habían guardado en grandes gavetas que, como
ocurrió con los litigios fronterizos, terminaron
retomándose con toda dilación.

Muchos fueron los convenios que se concertaron:
Salgar-Wyse (1878); Herrán-Hay (1902); Hay- Buenau-Varilla
(1903)… Todos ellos daban la libertad al "nuevo
civilizador"
de utilizar recursos naturales, humanos y
materiales, mas aquellos quienes, viniendo de lograr
éxitos rotundos en otro continente que recién
comenzaba a descubrirse (Como los franceses con el canal de
Suez), hicieron los primeros intentos por llevar a buen
término sus obras de beneficencia fracasaron en
sobremanera y terminaron volviéndose a sus hogares,
tristes, decepcionados y algunos con procesos judiciales en
desarrollo. Esa libertad que se les concedió a quienes
tomaron las nuevas riendas de un proceso que no podía
demorarse, fue vista por unos como una nueva amenaza, esta vez
mucho más grande que cualquier otra, mientras que por
quienes habitaban esa región latinoamericana
"prohibida" significó la oportunidad que
habían esperado de antaño. Se produjeron intentos
secesionistas en el continente pero el caso de Panamá fue
bastante auténtico, puesto que, la geografía misma
interpuso diferencias Dos ciudades que, aunque hasta 1903
formaron parte de un mismo país, escucharon una
advertencia que las mismas tensiones escribían desde 4
años atrás (1899). Justo Arosemena dijo: "La
geografía nos advierte que allá comienza otro
país
". Ese nuevo país surgió de entre a
dos mares que le dieron libre tránsito hacia los
privilegios que su anterior gobierno había congelado en lo
alto de las cumbres. Había surgido otra "joya de la
corona
", cuyo invaluable valor siempre embelesó a
quienes se atrevieron a manejarla y con el tiempo
desencadenó su partición en mil pedazos para todos
sus reclamantes.

Aún cuando en efímeras ocasiones lograron
liberarse de lo que se consideraba y aún hoy se considera
que fue un yugo ejercido por parte de la "copia Americana del
régimen español" y más aún cuando
consiguieron gracias a eso que su región despertase de
décadas de atraso y tomase un corto rumbo del desarrollo,
allí, en Centroamérica, comenzó a gestarse
la confrontación innecesaria que en el siglo que comenzaba
causó la prolongación de esa noche oscura que fue
testigo de todo tipo de sucesos que, como hace mucho leía
en la novela "La reina de jade", llenaron el terreno de
huesos y sangre. Mas ni Latinoamérica ni ningún
otro continente están hechos para flotar en el mar, sino
para ser habitado por seres vivos que en cada etapa de la
historia mundial fueron, son y seremos quienes verdaderamente
decidiremos si confrontar o reconciliar, si destruir o construir.
Había culminado una época y comenzado otra; Ahora,
Latinoamérica entraba en un nuevo siglo en el que, a pesar
de tener paz y progreso consumados, tristemente repetiría
con instituciones más modernas y mejor organizadas y bajo
personas mejor instruidas y mejor ataviadas la
barbarización cuya detención ahora no está
ni estará en manos de ninguna nación externa, ni
ninguna alianza, sino en las nuestras que no deben ni
deberán empujarnos hacia otro siglo ominoso.

Últimos
representantes de la primera etapa del
caudillismo

1898: Manuel Estrada, dictador de
Guatemala. Se mantuvo en su cargo hasta 1920. Durante su
gobierno, en 1902 se reunieron los presidentes de Nicaragua,
Honduras y El Salvador, con el fin de discutir la creación
de la "República mayor de Centroamérica", idea a la
que se opuso

1898: Julio Argentino Roca,
presidente de argentina. Se mantuvo en el poder hasta
1904

1899: En Venezuela, mediante la
llamada "Revolución liberal restauradora" es derrocado el
presidente Ignacio Andrade. Accede al poder Cipriano Castro, el
cual prestó su ayuda incondicional a los rebeldes
liberales que luchaban en Colombia en la llamada "Guerra de los
Mil días". En 1902, enfrentó un bloqueo armado por
parte de fuerzas de Italia, Alemania y Francia

1899: Con una rebelión,
accede al poder José Manuel Pando (Bolivia).
Gobernó su país hasta 1904

1899: Se establece en Costa Rica la
"United Fruit Company"

1902: Mediante una
insurrección militar, accede a la presidencia de Colombia
José Marroquín. Antes de su ascenso, en el mes de
Julio, se había firmado, en Enero, el tratado
Herrán-Hay, con el cual Colombia le concedió a los
Estados Unidos de Norteamérica el derecho a finalizar la
construcción del canal de Panamá Se mantuvo hasta
1904

1903: Panamá se separa de
Colombia, con Phillipe Buenau-Varilla como primer
ministro

1906: Eloy Alfaro, presidente de
Ecuador. Se mantuvo hasta 1911, año en que fue asesinado
por la muchedumbre

1908: En Venezuela, Juan Vicente
Gómez impide, mediante un golpe de estado la vuelta al
país de su predecesor, Cipriano Castro. Gobernó con
mano de hierro por los siguientes 27 años

María

No todo fue balas, líderes autoritarios,
utopías y todas otras afrentas en el periodo del
caudillismo. También hubo aquellos movimientos de manos
que dieron como resultado creaciones insignes que las llamas del
diluvio de fuego que se cernía sobre nuestra
Latinoamérica no pudieron consumir. Ahora, lejos del
resumen de una época de contrastes de distintas
intensidades, he aquí las palabras de quien tiene el gusto
de escribir este texto acerca de una novela que, a decir verdad,
hace estallar el alma de todo el que la lee: María, del
escritor colombiano Jorge Isaacs

María es mucho más que un simple
personaje; es la más visible manifestación de lo
más hermoso de los sentimientos humanos. Aquella joven que
siempre iba al huerto a recoger las más preciosas flores
para adornarlo todo es mucho más que lindas facciones
moldeadas por las manos del magnánimo Dios que da vida a
todo cuanto existe. Es única en todos sus aspectos:
Engalana todos los momentos de tristeza, y sus palabras llenan
cada resquicio donde en la mente se ha alojado algún
pensamiento medroso. Cada uno de los personajes de la historia
que tiene la fortuna de vivir a su lado, desde Efraín
hasta los ascendientes más lejanos del esclavo Juan
Ángel, tienen también la dicha de poder contar en
cada día y en cada espacio donde se desarrolla la historia
con su presencia, bien sea física o espiritual,
materializada en su transfiguración en la forma de un
ángel celestial que vuela a través de toda la
geografía para enviar con el viento partes de si misma
inmortalizadas en pétalos de rosas, de cuyo aroma solo nos
damos cuenta cuando alguna tristeza nos embarga.

Todas las regiones donde esta historia se desarrolla,
bien sea en América como lejos de esta, tienen inscritas
su nombre bajo el trabajo de aquel que, con la mente rebosante de
abundantes alabanzas, forja en una piedra con los diamantes
más diáfanos cada letra que compone la historia de
su paso por nuestro mundo, para después, en un río
turbulento derramar los más vivos colores con los que un
rostro sonrojado se dibuja en las aguas; y al paso de cada
embarcación, toda vez que algún viajero se atreve a
detenerse a descansar, alguna gota de aquel líquido
impregnado ya de un elemento benéfico, implanta en
algún lugar desprotegido su marca indeleble que solo en
esas horas de confusión y abatimiento logra iluminarse a
la luz de algún cuerpo celeste que siempre nos sorprende
desprevenidos. Pero ello depende mucho del lugar de nuestro
cuerpo donde esas líneas que denotan tanta grandiosidad se
estampen. Si se estampa en nuestros pies, podemos caminar a
través de un camino que nos llevará hacia ese lugar
donde encontramos un motivo más para admirar tanta belleza
esculpida no solo en otro ser al que amamos con el
corazón, sino a todo aquello que es laudable a nuestros
ojos; si se estampa en las manos, entonces obtenemos todo lo que
sea necesario para proteger todo aquello que con amor hacemos y
entregamos al mundo, desde un simple regalo a un amigo hasta
alguna obra destinada a ocupar un lugar irremplazable.
También podemos hacer el papel de panegiristas y escribir
magníficas palabras que contribuyan a entronizar a
aquellos a quienes amamos como soberanos de nuestras mentes e
ilusiones.

María es sinónimo de aires tranquilos que
han venido a embestir los sueños de todos quienes nos
hemos atrevido a pensar en lograr imposibles. Es la calma un
agitado mar, y a su vez da a quien respira su aroma floral
cálidos momentos de júbilo. Es el reflejo de las
añoranzas hacia un ser que está lejano a nosotros y
por el cual soportamos largo tiempo en vilo. En el sobre de cada
carta que escribe a su amado, y en las que manifiesta no poder
soportar su ausencia, hay melodías de su voz que parecen
pedir en forma estentórea el rápido regreso de la
felicidad.

Esa hermosa novela que nuestros ojos han tenido
oportunidad de leer una y tantas veces nos lleva a ese mismo
campo donde vivía la virgen de la silla. Al
leerla, estamos tomando de aquel terreno majestuoso tantas cosas
que se ofrecen a las deidades de nuestra plétora de
religiones. Estas, que son las representaciones de un mismo
espíritu creador, mezclan el perfume de una flor, los
pétalos de esta y hacen su cohesión en la figura de
seres que son y serán razón de ser de unos y otros.
A estos les añaden voces, si se puede decir, celestiales
que son capaces de doblegar hasta el más ininteligible
oprobio.

María es sin duda algo más que un simple
nombre, y en la historia es algo más que un simple
personaje. No quiero decir que los demás protagonistas no
tengan igual relevancia. Si la tienen, pero el lugar que ella
ocupa es muy especial no solo en la novela, sino para nosotros,
afortunados lectores. Ha recibido innumerables opiniones, tanto
encomiásticas como contradictorias pero, si la leemos,
podremos ver que se traspasa a través del tiempo y, en
lugar de morir, como tristemente finaliza, se convierte en una
flor más del huerto de los amores que mientras más
se ahonda en la lectura, más se planta en el fondo del
corazón. María, como novela, significa mucho
más que 237 páginas. Es la grandiosa
representación de un vivo recuerdo que, con el pasar del
tiempo se mantiene pertinaz y se esculpe de manera que permanece
incorrupta para luego ser coronada con flores si ha de suceder
una despedida o envolverla en agasajos y todo tipo de encantos si
ha de producirse su llegada.

Personajes más resaltantes: Efraín,
Emma, Felipe, Eloisa, Juan, María, Carlos, Juan
Ángel (Esclavo), Higinio (Mayordomo de las haciendas de la
familia de Efraín), Bruno, Remigia, Nay (Feliciana)
(Nativa de la tribu de los Ashanti), Sinar (Nativo de la tribu de
los Achimis) (esposo de Nay), Mayn (Médico), Emigdio,
Micaelina, Braulio, José, Lucía, Tránsito
Laurean y Gregorio (Cortico) (guías de Efraín en su
regreso a Colombia), Custodio, Salomé, Tiburcio (Amigos de
Efraín)

Conclusión

De las hordas a la
organización: El nuevo caudillismo

Se ha logrado ver a lo largo de este texto la
evolución del primer siglo de vida de toda una
región; Mas no solo eso. También se ha visto la
repetición de los ideales de aquellos que buscaron su
liberación y la lograron. Todos los que hemos tenido la
oportunidad de leer acerca de lo que aquí se escribe
podemos ver que a lo largo de todo ese proceso que comenzó
en 1830, ocurrieron cambios trascendentales que reconstruyeron la
misma línea de tiempo que rigió los días
anteriores a las nuevas naciones que surgieron como consecuencia
de la demolición de un palacio que ya tenía 300
años de erigido. Una vez que llegaron nuevos
líderes a tomar las riendas de estados nacionales que
parecían hundirse, se levantó otro palacio de reyes
que, si bien no fue similar al de las potencias coloniales,
mantuvo ciertas estructuras de la realeza.

Fue 1830 el inicio de toda una explosión producto
del atraso; el inicio de una nueva liberación y de una
nueva senda descubridora. Esa senda que se trazó desde el
más alto puesto abrió finalmente las puertas de la
luz hacia el renacimiento latinoamericano. Similar al
europeo, aquí surgieron infinidad de personajes que se
encargarían de darle un contraste diferente al horizonte
negro que cubría nuestra región en esos
días. Abolicionismo, reconocimiento internacional,
revolución industrial, nacimiento y caída de
naciones, conflictos internos e internacionales, paz, prosperidad
y desarrollo fluctuantes. Todo ello marcó la
transformación de nuestras naciones desde simples
conglomerados de mini confederaciones, lo que venían
siendo desde tiempos inmemoriales, a entidades sólidas que
a partir del año de 1901, con el inicio del siglo XX, le
abrieron las puertas a una turba de ideas que recogieron las
ruinas de todo lo que con la fuerza de las armas había
sido destruido. Recogieron ruinas y limpiaron el mar de tinta
roja que inundaba no solo las calles sino también los
documentos que en aquellas épocas se atrevían a
reseñar lo más desdoroso.

Ahora llegaba un nuevo periodo. Se pasaba de los
caballos a los automóviles; de dos simples corrientes
ideológicas a todo un raudal inconmensurable que, bajo
nombres propios defendieron no solo las dos que ya
parecían perder influencia, sino otras que estaban en
plena efervescencia desde el gigante europeo; de los
ejércitos personales a los ejércitos nacionales; de
sueños irrealizables a proyectos verdaderamente
materializados en infinidad de organizaciones de toda cariz; del
carbón al petróleo; de la elección de
líderes por parte del congreso a la elección
popular.

Comenzaba entonces el periodo de las dictaduras
militares: La segunda etapa del caudillismo más
organizado. Llegaban nuevas majestades que, si bien se
deshicieron de todas las estructuras antiquísimas,
continuaron, en ciertos aspectos, con el legado
decimonónico. Ahora bien, si bien se vio represión
en aquellos días del nuevo periodo, ahora si se
vería desarrollo en las economías. Nuestras
naciones pasarían a ser tributarias unas de otras y eso le
trajo al continente cierto progreso. Empezaba el auge del "oro
negro", y con el, la expansión territorial hacia esos
lugares recónditos donde solo en el siglo anterior se
habían atrevido a ir los más temerarios.

Pero aún quedaban rescoldos entre aquellos
disconformes que, de manera similar al siglo anterior, volvieron
las guerrillas. Volvían los grupos rebeldes mejor
organizados, con nombre propio, símbolos propios y una
jerarquía sólida. Estos, en ciertas ocasiones,
lograron lo que sus antecesores no consiguieron: Tomar el poder.
Mientras unos lo hicieron, otros continuaron a lo largo del
segundo caudillismo y aún hoy persisten en su lucha.
Vuelve la "Guerra del papel", esta vez destinada a criticar los
sistemas existentes, acaudillada por personas de la talla de
Miguel Ángel Asturias (Autor de "Señor
Presidente"), Augusto Roa Bastos (Autor de "Yo, el supremo") y
Gabriel García Márquez (Autor de "El otoño
del patriarca"). Sus bolígrafos mataron todo sueño
absolutista de estos nuevos reyes que parecían destinados
a perdurar como soberanos de una "Latinoamérica eterna".
Renacieron las ansias de las gentes en ciertas regiones de ver
sus sueños independentistas y de reapropiación
realizados. Volvieron los mismos problemas diplomáticos
pero, esta vez, el campo de batalla no sería otro que
nuevas mesas de negociación fuertemente instaladas sobre
los cimientos de nuevos sueños de integración (OEA;
CEPAL; ALADI; MERCOSUR…)

Todos estos nuevos caudillos que tomaron las riendas de
una Latinoamérica sólida, Rafael Reyes (Colombia),
Marcos Pérez Jiménez (Venezuela), Anastasio Somoza
(Nicaragua), Fidel Castro (Cuba) Alfredo Stroessner (Paraguay),
Joao Figueredo (Brasil) y otros, tuvieron un modo de trabajo muy
similar a la de sus predecesores y, como diría el poeta
chileno Pablo Neruda, "se repartieron coronas de
César"
entre sus colaboradores. No sería sino
hasta muy avanzado el siglo XX, cuando terminarían sus
reinados. Mas Latinoamérica aún no ha escapado de
ese fenómeno que tantas veces ha resurgido en las figuras
de aquellos que se creen destinados a obtener lo que nuestros
libertadores no pudieron ganar. Mientras se siga apostando por
utopías; Mientras se siga utilizando la fuerza de armas y
gritos para doblegar adversarios; mientras se pulse el gatillo
del fusil para hacer valer una autoridad sobre inocentes nunca
podremos pasar a una Latinoamérica realmente sólida
y respetable; nunca podremos organizarnos y mucho menos
encaminarnos a un camino que nos llevará de las hordas de
pueblos enfurecidos a una organización verdaderamente en
paz; Nunca podremos tener esa tierra de gracia que
descubrió Colon y nunca podremos ver una fortuna que
crezca como la sombra del sol declinante.

Referencias
bibliográficas

  • Gran Enciclopedia hispánica, Editorial
    planeta

  • http://www.biografiasyvidas.com/

  • http://www.1808-1814.org/

  • http://www.critica.com.pa/archivo/historia/1903.html

  • http://www.biblioteca.tv/artman2/publish/1826_119/Tratado_de_uni_n_liga_y_confederaci_n_perpetua_cel_202.shtm

  • Gran Enciclopedia Temática
    LIBER
  • María, Jorge Isaacs, Colección "La
    Palma viajera"
  • http://afrocolombianosvisibles.blogspot.com/2011/05/160-anos-de-abolicion-de-la-esclavitud.html

  • http://vidales.tripod.com/cipriano.htm

  • http://mgar.net/var/trata.htm

 

 

Autor:

Javier Andrés Molina
Rodríguez

 

Partes: 1, 2
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