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La Renovación carismática Católica




Enviado por Agustin Fabra



  1. Presentación
  2. Nacimiento de la renovación
    carismática
  3. ¿Qué es la renovación
    carismática?
  4. Experiencias
    carismáticas
  5. La
    efusión del espíritu
  6. Los
    carismas
  7. Espiritualidad
  8. Fuentes de espiritualidad
  9. La
    oración carismática
  10. Reuniones de oración
  11. Evangelización
  12. Confusiones
  13. Correctivos
  14. Frutos
  15. Bibliografía

Presentación

Este estudio únicamente pretende ser una
visión global de la Renovación Carismática
Católica desde sus orígenes, con especial
énfasis en sus carismas, manifestaciones, formas de
oración e incluso las desviaciones que puedan llegar a
darse dentro de los diferentes Grupos de Oración de la
Renovación.

Se trata de un resumen de una acción renovadora
en el marco de la Iglesia Católica, basado en las
experiencias recopiladas desde su fundación hace ya 43
años. Se ha tomado como base para este análisis
distintas fuentes, las cuales están detalladas en la
Bibliografía que se encuentra al final del presente
estudio.

La necesidad de llevar a cabo este trabajo ha nacido a
instancia del desconocimiento que por parte de un amplio sector
de la propia Iglesia Católica existe hacia la
Renovación Carismática, pretendiendo también
esclarecer sus distintas facetas y hacer más comprensibles
sus actuaciones.

Ya las distintas formas del despertar religioso ocurrido
en los últimos tiempos en la Iglesia llevan consigo un
redescubrimiento de la oración y de los carismas que ya
prevalecían entre los primeros cristianos. Tras el
Concilio Vaticano II se descubre la presencia y el actuar del
Espíritu Santo en la Iglesia Católica
post-conciliar en la forma de la Renovación en el
Espíritu o, como generalmente es conocida, en la
Renovación Carismática Católica.

Una de las características fundamentales de ese
despertar es la oración de alabanza y de acción de
gracias que brotan en las reuniones hacia el Padre y el Hijo
resucitado. Ellas se expresan espontáneas y alegres tanto
en palabras y exclamaciones sacadas de la Palabra de Dios, como
en cantos, aplausos, batir de palmas y murmullos de
oración, incluso en lenguas desconocidas. Los cristianos
que se reúnen en tales asambleas o grupos adquieren el
hábito de alabar a Dios o a Cristo resucitado, el
Señor, en todas las circunstancias, favorables o no,
dentro de su vida personal o comunitaria.

En la medida en que se evita toda desviación y
descuido de otras formas de oración, esta manera de orar
demuestra crecimiento espiritual. Hay en ello un sano retorno a
la Biblia y a la acción del Espíritu Santo y
favorece una actitud espiritual de obediencia a Dios y de alegre
abandono a la voluntad del Señor. Por el sentido de
gratuidad que encierra, la alabanza contribuye a purificar y a
consolidar la fe.

El poder de la alabanza y de la acción de gracias
es una de las notas más destacadas de esta corriente de
vida que es la Renovación Carismática
Católica y una clave excelente para interpretar sus frutos
en el mundo de hoy.

Con la anterior aseveración trataremos de resumir
de qué se trata en realidad la experiencia renovadora
carismática católica.

Nacimiento de la
Renovación Carismática

Ya en 1961 el papa Juan XXIII imploraba un nuevo
Pentecostés para la Iglesia de Cristo en la convocatoria
del Concilio Vaticano II. Una renovación de los prodigios
en un nuevo Pentecostés que permitiera una
propagación del Reino de Dios en función de la
Verdad, la Justicia, el Amor y la Paz.

En noviembre de 1964 se promulgó la
Constitución Lumen Gentium sobre la Iglesia, en
la que se dedica el número cuatro al Espíritu Santo
y el número doce al sentido de la fe y los carismas en el
pueblo cristiano. En él se dice que el Espíritu
Santo reparte gracias especiales entre los fieles de cualquier
condición, distribuyendo sus dones a cada uno en
particular según su voluntad
(1 Corintios 12:11), con
lo cual les hace aptos y prontos para ejercer diversas obras y
deberes que sean útiles para la renovación y la
mayor edificación de la Iglesia. Según Pablo de
Tarso, a cada uno se le otorga la manifestación del
Espíritu para provecho común
(1 Corintios
12:7).

Siempre según Lumen Gentium, estos
carismas, tanto los extraordinarios como los más comunes y
difundidos, deben ser recibidos con gratitud y consuelo porque
son muy adecuados y útiles a las necesidades de la
Iglesia.

Aún cuando hay muchos dones o carismas, las
personas se sienten más atraídas hacia los carismas
extraordinarios por la espectacularidad de sus manifestaciones,
entre los cuales podemos destacar los de sabiduría,
conocimiento, fe, sanación, milagros, profecía,
discernimiento, hablar y orar en lenguas e interpretar las
mismas.

La muestra más palpable de carismas ordinarios lo
componen los recibidos sacramentalmente y, dentro de la
Renovación, aquellos que derivan en un servicio personal
hacia la comunidad.

Es importante recordar que ya San Pablo enumeró a
los Corintios los dones del Espíritu Santo, los cuales se
mantienen hasta nuestros días: Porque a uno se le da
por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro,
palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro
fe, en el mismo Espíritu; a otro carisma de curaciones, en
el único Espíritu; a otro, poder de milagros; a
otro, profecía; a otro, discernimiento de
espíritus; a otro, diversidad de lenguas; a otro, don de
interpretarlas
(1 Corintios 12:8-10).

Bajo esta luz y poco después del Concilio, en
1967, un grupo liderado por William Storey y Ralph Keifer, dos
profesores de la Universidad de Duquesne en Pittsburg,
Pensilvania, decidieron orar juntos para pedir la efusión
del Espíritu Santo. Después de la imposición
de manos se sintieron personas nuevas y les inundó un gran
gozo y una santa audacia para manifestar el nombre del
Señor y proclamar su obra evangelizadora. Sintieron sobre
ellos la acción manifiesta del Espíritu Santo
consolador, así como que se acababa de verificar en ellos
mismos un nuevo Pentecostés. En poco tiempo ese
fuego se propagó a otras universidades, como
Notre Dame en Indiana y East Lansing en
Míchigan.

El 8 y 9 de abril de 1967 noventa personas, entre ellas
algunos sacerdotes, se congregaron en la Universidad de Notre
Dame en un retiro para reflexionar sobre los acontecimientos
producidos en sus vidas, así como una nueva
comprensión de la acción del Espíritu en la
Iglesia, produciéndose entre ellos una fuerte experiencia
en el Espíritu Santo. Con este acontecimiento se
inició la Renovación Carismática en el
Espíritu Santo, la cual posteriormente se fue extendiendo
por todo el mundo.

¿Qué es la Renovación
Carismática?

Aquel hilo de agua viva que fue en sus comienzos la
Renovación Carismática es ahora el río de
aguas vivas y fecundantes del cual nos hablaba el profeta
Ezequiel en las Sagradas Escrituras: Por donde quiera que
pase el torrente, todo ser viviente que en él se mueva
vivirá
(Ezequiel 47:9).

El Cardenal Leo Joseph Suenens, primado de
Bélgica (1904-1196), coordinador de la Renovación
Carismática dentro de la Iglesia Católica en
aquella época, dijo en repetidas ocasiones que la
Renovación es un don, un regalo extraordinario que Dios ha
hecho a su Iglesia; un nuevo Pentecostés dentro de ella.
La renovación en el Espíritu no es solamente una
moda; sus frutos se perciben de inmediato. Se trata de una fuerte
acción espiritual que cambia las vidas. No es solamente un
reavivamiento, sino una verdadera renovación, un
rejuvenecimiento, un frescor, una actualización de
posibilidades nuevas que surgen de la Iglesia, siempre antigua y
siempre nueva, que se sitúa en el mismo corazón de
la Iglesia Católica.

El Papa Pablo VI destacó en 1973 ciertas formas
comunes que posee la Renovación en el Espíritu, en
las cuales podemos conocer la obra misteriosa y discreta del
Espíritu Santo, que es el alma de la Iglesia. Según
el Papa, los siguientes aspectos son característicos de la
Renovación Carismática Católica:

El gusto por la oración profunda,
tanto personal como comunitaria.

Un retorno a la contemplación y un
énfasis puesto en la alabanza a Dios. El deseo de
entregarse totalmente a Cristo Jesús.

Una gran disponibilidad a las inspiraciones
del Espíritu Santo. Una frecuentación más
asidua de la Escritura.

Una amplia abnegación fraterna y la
voluntad de prestar su colaboración a los servicios de
la

Iglesia.

Deseo sincero de abrir los corazones a la
reconciliación con Dios y con todos los
semejantes.

La Renovación Carismática o en el
Espíritu no es un movimiento estructurado y no hay tampoco
que compararlo con otros movimientos dentro de la Iglesia. Es una
corriente de vida, un camino que necesita una mínima
estructuración y la guía del Pastor de la
Diócesis, el Obispo, que sabe que debe respetar los
carismas del Pueblo de Dios
(Lumen Gentium 12). Sucede a
veces que algunos pastores quieren organizar la Renovación
como un movimiento más, y en ello se equivocan. La
Renovación se basa de manera fundamental en grupos y
asambleas de oración y, en ocasiones, en
comunidades.

La renovación en el Espíritu debe
presentar las siguientes características, que son las
mismas de aquella primitiva efusión en el
Espíritu:

Transformación interior, cambio de
vida y conversión profunda. Dinamismo evangelizador para
edificar la Iglesia.

Sólo dentro del marco de
Pentecostés podemos encuadrar la Renovación, que es
una corriente de gracia que concierne a la vida entera de la
Iglesia y que beneficia a todos sus miembros e
instituciones.

Experiencias
carismáticas

Dejamos ya en claro que la Renovación
Carismática es una experiencia de Dios, un nuevo
Pentecostés. El Espíritu Santo que pedimos
insistentemente al Señor nos lleva, en primer lugar, a una
experiencia viva de Dios como un Padre amoroso. Se siente y se
experimenta el amor del padre, siempre vivo y actual. El
carismático no sólo se sabe amado, sino que se
siente amado. Conoce a Dios no sólo de manera
teórica, sino con esa vivencia amorosa que conduce a la
alabanza. Se siente además hermano de los demás en
Cristo Jesús. Este amor se expresa de mil modos en la
alabanza de los grupos de oración y lleva consigo una
profunda transformación, de la cual brota una gran
alegría.

La segunda vivencia vital en la Renovación es el
encuentro personal con Cristo vivo y resucitado; el Señor
y Salvador. De este encuentro nace una relación
íntima y personal, caracterizada por la adhesión y
el amor. Les sucede a los nuevos carismáticos lo que le
ocurrió al poeta francés Pascal Claudel, quien dijo
al comentar su experiencia carismática: Yo
sabía mucho de Él, pero un día me
encontré con El y desde entonces fue Alguien para
mí. Sí, alguien muy cercano y muy querido; mi
Salvador, el Señor de mi vida
.

La renovación Carismática Católica
comienza siendo esa primera evangelización que podemos
constatar en los Hechos de los Apóstoles y que tanto han
recalcado los papas Pablo VI y Juan Pablo II. Consiste
esencialmente en lo siguiente:

Una sincera y radical
conversión.

Una entrega de fe y de amor a
Cristo.

Un reconocimiento de Cristo como
Señor y Salvador personal.

Una gran apertura al Espíritu Santo
Consolador; a su Persona divina y a sus dones y carismas, para la
construcción del Cuerpo de Cristo, que es la
Iglesia.

La efusión
del Espíritu

Uno de los elementos clave de la Renovación
Carismática es lo que se llama efusión o
bautismo en el

Espíritu Santo, que el Señor da a
través de la imposición de manos a quien en fe y
oración lo implora.

Es, en primer lugar, una oración de fe; no un
sacramento. Es la oración llena de fe y santa esperanza
que una comunidad cristiana dirige a Cristo para que derrame su
Espíritu, de una manera nueva y con abundancia, sobre la
persona que se lo pide con ardiente fe y por la que los
demás oran. Esta oración se hace normalmente
mediante la imposición de manos, que no es un rito
sacramental, sino que se trata de un gesto sensible de amor
fraterno, una expresión de amor y de comunión, un
signo externo de solidaridad en la oración, con el deseo
de cumplir la voluntad de Dios y de que Cristo, el Señor,
derrame sobre la persona por la que se ora el don del
Espíritu Santo, lo cual no conlleva ningún
obstáculo teológico. Sin embargo es imprescindible
que la persona o personas que efectúan la
imposición de manos se preparen espiritualmente para ello,
recordando siempre aquella advertencia bíblica que nos
dejó Timoteo: No te precipites en imponer a nadie las
manos, no te hagas partícipe de los pecados ajenos.
Consérvate puro
(1 Timoteo 5:22).

Los que han recibido este don saben cómo
cambió su vida, cómo se confirmó su amor y
esperanza, cómo ahora leen más a gusto las
Escrituras y encuentran sentido a las mismas, cómo se
siente liberado de tantas cadenas, cómo se inflaman en su
oración personal y cómo brota gozosa la alabanza,
sintiéndose cada vez más fuertes para dar
testimonio del Señor delante de los hombres.

Los
carismas

Es cierto que todos los cristianos somos
carismáticos, pues ya en el Bautismo y en otros
sacramentos hemos recibido los dones y carismas del
Espíritu Santo necesarios para ser miembros vivos del
Cuerpo de Cristo. Pero el bautismo en el Espíritu Santo, o
esa nueva infusión del Espíritu, es una gracia
poderosa que renueva, actualiza y pone en movimiento el abundante
caudal de gracias, dones y carismas que hemos recibido a
través de los santos sacramentos.

Los carismas son dones gratuitos que da el
Espíritu Santo a los cristianos para la
construcción de la

Iglesia y para la edificación de un mundo
más justo y más fraternal.

Al leer atentamente el capítulo 12 de la primera
carta a los fieles de Corinto se nota que el Apóstol Pablo
se está refiriendo a las asambleas eucarísticas, y
los carismas de que habla son aquellos que surgen en dichas
asambleas, dentro de un ambiente cálido saturado de
oración y de alabanzas.

Lo primero que asombra es el hablar u orar en lenguas,
aunque este es el menor de los carismas y no está dirigido
directamente a la construcción de la comunidad, sino a la
gloria de Dios, como escribe Pablo, y al provecho personal del
que lo posee. Es una oración de alabanza o de
acción de gracias al Señor que sale del
corazón y que por sus frutos espirituales se deduce que es
un don de Dios y no un mero fenómeno psíquico.
Muchas personas santas y piadosas dentro de la Iglesia han tenido
este don.

En un ambiente de alabanza, de amor fraternal y de una
oración que espera respuesta por parte del Señor,
no es extraño que se produzcan profundas conversiones e
incluso sanaciones, algunas físicas y muchas más
interiores. Se trata aquí de la fe del Evangelio que
traslada montañas (Lucas 17:6). La imposición de
manos sobre la cabeza del enfermo, ya sea físico o
espiritual, no es un rito sacramental sino un símbolo de
la comunidad que ora en nombre del Señor, quien escucha a
su pueblo y obra maravillas en él.

También puede extrañar la oración
de liberación de la influencia del maligno, o por
profundos desequilibrios psíquicos por influencia de
brujería, espiritismo, santería, etc. Hay que ser
sumamente prudentes en meter al diablo en este terreno tan turbio
y delicado, debiéndose recurrir al don del discernimiento.
La Iglesia es muy estricta en todo lo referente a influencias o
posesiones diabólicas y sólo en determinadas
circunstancias permite el exorcismo, y siempre por medio de
sacerdotes preparados y elegidos especialmente para ello. En
estos casos lo más aconsejable es orar sencilla y
humildemente por la sanación interior de la persona y
emplear, con paz y confianza en el poder del Señor, la
oración en lenguas.

En la renovación Carismática es muy
importante el don del discernimiento que el Señor concede
en ocasiones y a determinadas personas, para así poder
distinguir el origen de estas manifestaciones. En todo ello se
necesita mucho sentido común y serena
prudencia.

Espiritualidad

Los carismas son para la construcción de la
Iglesia de Dios y para el servicio del mundo, tal como Cristo lo
exige en el Evangelio. Pero de nada sirven esos carismas si no
están fundamentados en el amor y sirviendo al
amor.

Juan Pablo II en su exhortación pastoral sobre la
catequesis (Catechesi Tradendae), al aludir expresamente a la
renovación Carismática, escribió: La
Renovación en el Espíritu será
auténtica y tendrá una verdadera fecundidad en la
Iglesia, no tanto en cuanto suscite carismas extraordinarios,
sino cuando conduzca el mayor número posible de fieles, en
su vida diaria, a un esfuerzo humilde, paciente y perseverante
para conocer siempre mejor el Ministerio de Cristo y así
dar testimonio de El (Número 72).

Hay que dejar bien claro que lo primero en el
cristianismo no es la experiencia, sino la existencia cristiana;
una vida de fe, esperanza y amor a Dios y al prójimo,
sobre todo al más necesitado y al más cercano. La
experiencia cristiana de la Renovación nos debe llevar a
vivir a fondo nuestro bautismo, y a realizar la vida cristiana
hasta sus últimas consecuencias en la Iglesia y en el
mundo en que vivimos.

La espiritualidad carismática, propia de la
Renovación, es la que brota de las Santas Escrituras,
especialmente del Nuevo Testamento, y que está centrada en
la Santísima Trinidad. Ya hemos visto el papel tan
importante que tiene el Padre bueno y misericordioso y la
presencia fecundante del Espíritu Santo en nosotros, lo
cual nos convierte en verdaderos testigos de Cristo
resucitado.

Fuentes de
espiritualidad

Es la Biblia la principal fuente de vida espiritual de
la Renovación Carismática y se debe aconsejar su
lectura seria y asidua, así como también su
meditación constante y el deseo e inquietud de ir
conociéndola mejor. Sin embargo es necesario tener un buen
guía en su lectura porque existe el peligro de
interpretarla demasiado libremente o al pie de la letra. La
Biblia es el libro de la Iglesia y hay que atenerse a ella y a
sus directrices en cuanto a la interpretación de las
Sagradas Escrituras.

Son también los santos sacramentos fuente de vida
para el miembro de la Renovación. Hay que frecuentarlos,
prepararse debidamente para su recepción, participar
activamente en la Eucaristía y vivirla en comunión
con los demás hermanos; con los pobres en
particular.

La Renovación en el Espíritu da un relieve
especial al sacramento de la Penitencia, el cual es un sacramento
de perdón y de reconciliación con Dios y con los
demás. Es fuente de alegría y de paz, así
como es también fuente de sanación
interior.

La lectura de los grandes maestros de la espiritualidad
católica, los que nos llevan a conocer mejor nuestra fe y
a vivirla más plenamente, debe ser también gozosa
fuente donde acudir el cristiano.

Hay muchos y buenos libros en la Renovación
Carismática Católica que debemos conocer. Pero
también es cierto que debemos tener mucha
precaución al leer libros carismáticos no
católicos, pues algunas veces podrían desviar
nuestra fe y nuestra fidelidad a la Iglesia
católica.

La oración
carismática

La renovación en el Espíritu debe ser una
fuente corriente de oración personal y no sólo de
oración comunitaria. Esta es una de las grandes puertas
que se abre en la Renovación hacia el mundo cristiano.
Muchos han descubierto una gran fuente de riqueza espiritual en
la oración, la cual nunca practicaban antes de ingresar en
la Renovación. Esto ha abierto grandes y hermosos
horizontes.

La lectura de la Palabra de Dios debe llevarnos a la
oración. Como decía San Ambrosio,
después de escuchar o leer la Palabra, dialoguemos con
El
. Hay mucho también de oración contemplativa
en la oración personal de los miembros de la
Renovación Carismática. Es aquel orar en el
Espíritu Santo del que nos habla la Escritura (Judas
1:20). La oración de alabanza y de acción de
gracias es alimento diario y casi continuo en la
Renovación del Espíritu. Se siente que el
Señor escucha la oración y por eso se ora con una
gran esperanza, con una santa expectativa y con la confianza de
que el Señor no es sorda a nuestra oración de
hijos. Por eso suele ser tan poderosa la oración de
petición y la oración de intercesión entre
los miembros de la Renovación.

Muchas veces hemos oído a personas sencillas
hablar con gran naturalidad que Dios siempre escucha sus
plegarias, de que Dios siempre cumple con lo que le piden. Hay en
ellos esa fe sencilla y confiada de la que habla el Señor
en el Evangelio cuando se refiere a poder mover montañas
por medio de la fe.

La Renovación en el Espíritu constituye un
pueblo que ora, un pueblo que no se cansa de orar, que vive
siempre en una atmósfera de oración. Por eso brota
tan espontánea, tan fresca y entusiasta la oración
de alabanza y de acción de gracias en los grupos de
oración y en las asambleas carismáticas, y por ello
también es tan poderosa la intercesión.

Dios escucha a su pueblo y se hace presente en medio de
él. Algo que llama la atención es con qué
facilidad un pequeño grupo de carismáticos entra en
oración en cualquier momento, lugar y circunstancia. Claro
que también este don de oración puede convertirse
en algo insustancial si se cierran las puertas a las necesidades
y al amor servicial en lo que respecta a la comunidad. La
oración que no desemboca en el amor puede ser un
engaño. Hay que recordar siempre el consejo de San Pablo:
Por tanto, ya comáis, ya bebáis o hagáis
cualquier otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios
(1
Corintios

10:31).

Reuniones de
oración

Son las reuniones de oración, a las que
comúnmente se les denomina Grupos de
Oración
o Círculos de Oración,
las células base de la Renovación
Carismática. Siguen las pautas de aquellas primeras
reuniones de la primitiva comunidad cristiana de la que habla el
libro de los Hechos de los Apóstoles: Se
mantenían constantes en la enseñanza de los
Apóstoles, en la comunión, en la fracción
del pan y en las oraciones
(Hechos 2:42).

Los grupos de oración suelen reunirse
semanalmente. Es la oración de alabanza y de acción
de gracias lo que suele predominar en ellos; no deben ser
rígidos y uniformes y debe haber una gran variedad y
libertad espiritual, dentro de un orden organizado.

Para orientar a los que no conocen la Renovación,
viene aquí un pequeño esquema de lo que acostumbra
a hacerse en un grupo de oración. Conviene, sin embargo,
variar el esquema, ampliar algún punto y dejar que el
Espíritu Santo guíe la oración. Hay que
procurar, con todo, que no se convierta ni en un grupo de estudio
bíblico, ni de discusión, ni de sólo
enseñanza: siempre deberá ser un grupo de
oración de alabanza, meditación y acción de
gracias.

El siguiente es el esquema:

Monografias.comSiempre se comenzará con un saludo
cristiano, en un ambiente de fraternidad y alegría
cristiana.

Los cánticos de alabanza y de acción de
gracias crearán un propicio ambiente de oración y
de paz.

Monografias.comEn muchos
grupos se reza el Santo Rosario, aunque ello no es aconsejable
hacerlo a modo de obligación o de rutina. Y si se reza,
debe hacerse con profunda devoción; de lo contrario nunca
será válido.

Monografias.comEn todos
ellos se cantan cantos de alabanza y se hace una prolongada
oración de alabanza con gran libertad
espiritual.

Monografias.comSe hace
una lectura de la Santa Biblia, previamente preparada, la cual
servirá como introducción a una enseñanza o
prédica.

Monografias.comSe dan
testimonios personales del poder del Señor en la propia
vida. Deben evitarse las rutinas y las particularidades excesivas
ya que sólo se dan gracias al Señor por su
poder.

Monografias.comEn la
oración de intercesión se ora por las intenciones
particulares, por los enfermos, por los pobres y por las
intenciones de la Iglesia en el mundo.

Monografias.comEs
conveniente también incluir, al principio de la
sesión, una oración comunitaria en la cual
participen todos los asistentes conjuntamente con el que dirige
este tipo de oración, en el cual puede incluirse una
invocación al Espíritu Santo, para que sea
Él quien dirija la sesión e inunde los corazones
con su poder. No es oportuno en este caso hacer una
oración predeterminada, ya que siempre es preferible dejar
que sea el propio Espíritu quien dirija las palabras de
quien efectúa la oración. De esta manera esta
invocación se convertirá en una oración, en
lugar de un rezo.

Monografias.comSuele acabarse la reunión con el
rezo común del Padrenuestro, el Ave María y el
abrazo de paz.

En muchos grupos al final del programa se ora por las
personas necesitadas de oración personal, a las cuales se
les imponen las manos en un ambiente de paz y oración,
aislados del resto de los asistentes al grupo de
oración.

Es conveniente que en cada grupo de oración
exista un ministerio de intercesión para la
imposición de manos, y que siempre esté debidamente
preparado espiritualmente y en oración constante para tal
labor. No deben aceptarse a personas que impongan las manos que
no pertenezcan a dicho ministerio, ya que no están
preparadas para ello.

Aún cuando en un grupo de oración se
invoca con frecuencia al Espíritu Santo, siempre el centro
debe ser Cristo Jesús resucitado.

Evangelización

La gran pregunta es: ¿Cómo podemos
evangelizar a los demás si no estamos evangelizados
nosotros? La Renovación Carismática ha tomado muy
en serio la primera evangelización de sus miembros y por
se insiste, al introducir el bautismo en el Espíritu, en
integrar a las personas de los grupos de oración en cursos
básicos o en seminarios de vida. Es una preparación
que les permitirá iniciarse en el camino de la
Renovación. De otra forma ¿cómo van a dar a
conocer al Señor si ellos mismos no le conocen ni se han
entregado a Él?

Afortunadamente abundan dentro de la Renovación
aquellas personas que no tienen miedo a confesar al Señor
ante los demás; los que no se avergüenzan de
Él, los que evangelizan oportuna e inoportunamente, como
dice San Pablo. Pero hay que evangelizar más con el
ejemplo de vida que con las palabras en sí; más con
el testimonio de amor y de solidaridad que con una Biblia bajo el
brazo.

Es hora ya de que nos bajemos de la nube de la
Renovación y que nos pongamos al servicio de los
demás hermanos, comprometiéndonos más y
más en el servicio de la justicia y de la paz. Dice la
Iglesia que no hay verdadera evangelización sin
promoción de la justicia, sin solidaridad humana y sin un
amor preferencial por los pobres
(Documento de
Puebla).

Confusiones

No todo es buen trigo en el campo de la
renovación y, aún cuando abundan las doradas
espigas, también habita la cizaña entre ellas.
Existen algunos descarríos dentro de la Renovación,
más por ignorancia y falta de guía espiritual y de
discernimiento que por mala voluntad. Aún cuando se
podría hacer una larga lista de desviaciones
carismáticas, resaltaremos las siguientes como las
más frecuentes:

Monografias.comEmocionalismo: Confundir la fe con la
emoción.

Monografias.comGnosticismo: Sentirse expertos en las
cosas divinas y, por lo tanto, perfectos por las experiencias
espirituales recibidas.

Monografias.comAnti-intelectualismo y pietismo: Suponer
que basta la piedad y que no hace falta instrucción en la
fe.

Monografias.comIluminismo: Aceptar la falsa
pretensión de ser iluminado y guiado sólo de lo
alto.

Monografias.comIndependentismo: Hacerse la
ilusión de depender tan solo del Espíritu, sin
sujeción alguna a la autoridad de la Iglesia,
desconociendo con ello el carisma de la
jerarquía.

Monografias.comInmediatismo: Esperarlo todo de una
intervención directa y milagrosa de Dios, cancelando los
medios y la prudencia humana.

Monografias.comFundamentalismo bíblico: Tomar el
texto de la Escritura al pie de la letra, sin ninguna norma
interpretativa, y aplicarlo de inmediato a las circunstancias
presentes.

Monografias.comElitismo: Sentirse superiores, despreciar
lo que no es directamente Renovación y criticar a los que
no comparten las mismas ideas.

Monografias.comGlotonería pseudo-espiritual:
Alimentar una avidez demasiado humana de experiencias
espirituales, que no son sino sólo experiencias
psíquicas.

Monografias.comIndiferentismo ecuménico: Creer
ingenuamente que no hay diferencias profundas entre
católicos y otras expresiones cristianas.

Monografias.comAlienación: Engolosinarse tanto
con las cosas del Espíritu que se descuide por ello la
urgente participación en el compromiso social para
construir un mundo mejor.

Monografias.comEgoísmo: Engreimiento al creer que
los puestos de dirección son suyos y de por
vida.

Y dentro de los mismos grupos de oración pueden
enumerarse algunos desvíos o tendencias destructivas,
tales como rivalidades, divisiones, monopolización y
desconfianza en las cualidades de los demás.

Correctivos

No hay que asustarse por las desviaciones que puedan
existir en la Renovación Carismática. Es mucho
más lo positivo que lo negativo y hay que recordar que en
las comunidades cristianas de San Pablo, como es el caso de
Corinto, eran comunidades llenas de vida y repletas de dones del
Espíritu; pero abundaban también los fallos. Un
torrente de agua viva es más difícil de controlar
que un hilito de agua. El éxito o el fracaso de los grupos
de oración dependen considerablemente del cuidado o del
descuido que se tenga de ellos.

A la Renovación Carismática acuden toda
clase de personas, la mayoría de ellas carentes de
formación religiosa. A los líderes de los grupos
les toca darles la conveniente y necesaria formación,
iniciándoles en la verdadera fe cristiana. Este es un
hermoso campo que abre el Espíritu Santo a la
Iglesia.

El mejor terreno para una primera evangelización
es la Renovación Carismática, sin duda alguna. Los
grupos de oración en sus seminarios de Vida en el
Espíritu y, sobre todo, en los retiros básicos o de
iniciación que deben llevar a cabo, imparten la
evangelización que se precisa entre los
asistentes.

Pero a pesar de los fallos que puedan existir dentro de
algunos grupos de la Renovación, hay que insistir en la
unidad, cueste lo que cueste, estar abiertos a las ideas de los
demás, ceder los puestos a los que sean capaces, no
eternizarse en los cargos, respetar los carismas y los dones de
los demás, empeñarse sanamente en conservar la
Renovación en aquel primer factor, orar unos por otros por
sanación interior y fomentar ese espíritu de paz y
de amor en el Señor, del que nace la alegría y la
servicialidad propios de la auténtica
Renovación.

Nunca debemos olvidar aquel consejo fundamental del
Apóstol Pablo a los gálatas: En cambio el fruto
del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia,
afabilidad, bondad, felicidad, modestia, dominio de sí;
contra tales cosas no hay ley
(Gálatas
5:22-23).

Frutos

A pesar de todos los fallos humanos que podamos
encontrar en la Renovación, sus frutos entre el pueblo
cristiano son inmensos. Juan Pablo II en Christifideles,
documento esencial para los seglares católicos,
señala los criterios necesarios para conocer la
eclesialidad de las asociaciones de seglares:

Monografias.comEl llamado a la santidad, por medio de la
vocación cristiana, que se manifiesta en los frutos de
gracia que el Espíritu Santo produce en los
fieles.

Monografias.comLa responsabilidad de confesar la fe
católica, acogiendo y proclamando la verdad sobre Cristo,
la

Iglesia y el hombre, en la obediencia al
Magisterio de la Iglesia.

Monografias.comEl testimonio de una comunión
firme y convencida, en filial relación con el Papa y los
obispos.

Monografias.comLa participación en el fin
apostólico de la Iglesia, que es la evangelización
y la santificación de las personas.

Monografias.comEl compromiso personal y de grupo en
cuanto a la presencia en la sociedad humana, a la luz de la
doctrina social de la Iglesia y al servicio de la dignidad
integral de la persona.

Y al afirmar Juan Pablo II que estos criterios se
comprueban en los frutos concretos que acompañan a la vida
y a las obras de esas asociaciones, parece que tiene a la vista a
la Renovación Carismática. Estos son los frutos que
señala el Papa en la Encíclica
Christifideles (número 30): el renovado gusto por
la oración, la contemplación, la vida
litúrgica y sacramental, el estímulo a las
vocaciones sagradas como el sacerdocio y el matrimonio, la
disponibilidad a participar en las actividades de la Iglesia, y
el retorno de los alejados a una auténtica vida
cristiana.

La renovación Carismática es un gran
despertar cristiano a la oración, a una auténtica
vida cristiana y a un florecer de los dones y carismas del
Espíritu Santo. Son muchas las conversiones que se han
presenciado por medio de la Renovación. Por algo
podía decir Pablo VI que la renovación
Carismática es una bendición en la Iglesia y para
la Iglesia. Para muchos, sino todos, ha sido ella una de las
mayores gracias que el Señor nos ha concedido en la vida,
por lo que junto al salmista podemos repetir alegres: Te doy
gracias por tu amor y tu verdad
(Salmo 138:2).

Después de esto yo
derramaré mi espíritu sobre todo
mortal

y profetizarán vuestros hijos y
vuestras hijas, vuestros ancianos tendrán sueños,
vuestros jóvenes verán visiones. Y hasta mis
siervos y siervas derramaré mi espíritu en aquellos
días.

(Joel 3:1-2)

Bibliografía

Nueva Biblia de Jerusalén –
Desclée De Brouwer, 1998

El pueblo de la alabanza – Juan Manuel
Ganuza, 1978

Desarrollo inicial del Movimiento
Carismático – Padre Peter Hocken, 1986

El movimiento pentecostal en la Iglesia
Católica – Padre Edward O"Connor, 1973

Renovación Carismática del
Espíritu Santo – Padre Salvador Carrillo Alday,
1994

¿América Latina se vuelve
protestante? – David Stoll, 1993

Constitución Lumen Gentium
21 de noviembre de 1964

Catequesis Catechesi Tradendae –
16 de octubre de 1979

Documento de Puebla – Enero/febrero de
1979

Encíclica Christifideles –
30 de diciembre de 1988

Monografias.com

 

 

Autor:

Agustin Fabra

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