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La biblia en la escuela dominical (página 3)




Enviado por Luis Lorenzo Cortes



Partes: 1, 2, 3

La segunda bendición era la paz. Así como la gracia significa que Dios se halla libre para conferir el favor, la paz significa que el hombre se halla libre para recibirlo. Toda cosa por parte del hombre que se interpondría en el camino de la paz ya fue tratada en la cruz. Ya se les había asegurado a los tesalonicenses la paz con Dios como un hecho objetivo cuando creyeron; ahora necesitaban la paz como una realidad subjetiva en medio de las incontables dificultades para sus vidas cristianas.

1.2.2. La acción de gracias de Pablo a Dios por los creyentes en la iglesia modelo (1:2-10)

1.2.2.a. La oración específica y constante de Pablo (1:2)

Una iglesia local de creyentes regenerados tal como la descrita en 1:1 no pudiera haber existido en este mundo oscuro fuera de un milagro sobrenatural de la gracia. En consecuencia, tal como era su práctica constante, Pablo dirigía su acción de gracias a Dios por las vidas transformadas de los creyentes; cada uno de los cuales contribuye de alguna manera. Por lo tanto, Pablo se sentía agradecido no sólo por unos pocos elegidos, sino por "todos vosotros".

La estimación de Pablo no era simplemente un sentir general e indefinido de gratitud; al contrario la expresaba de una manera concreta, nombrando específicamente a los creyentes tesalonicenses por nombre en sus oraciones. Ellos se hallaban en la lista de oración de Pablo.

1.2.2.b. Una poderosa espiritualidad en acción (1:3)

A medida que Pablo mencionaba los nombres de los creyentes tesalonicenses vez tras vez, recordaba sus virtudes espirituales más destacadas. La expresión "sin cesar" se utilizaba en el griego para expresar una tos incesante o periódica. Realmente, Pablo no podía borrar de su mente la manera maravillosa en que Dios había obrado en las vidas de los creyentes de Tesalónica.

1.2.2. b.1. La obra de la fe (1:3a)

La primera virtud que vino a la mente de Pablo fue la fe. Esta fe no era una cosa vacía y teórica sino una fe que se expresaba en acción enérgica. El capítulo 11 de Hebreos es un buen ejemplo de la fe que actúa o de la creencia que produce frutos.

1.2.2. b.2. El trabajo del amor (1:3b)

La próxima virtud recordada fue el amor. Este es un amor resuelto y sacrificado de parte de Dios, que impulsa al trabajo. Este trabajo involucra fatiga, cansancio, agotamiento y costo. El amor bíblico no es un sentimiento agitado y sentimental, sino un amor varonil de sudor, sangre y lágrimas.

1.2.2.b.3. La constancia en la esperanza (1:3c)

La tercera virtud es la esperanza. La esperanza en las Escrituras no es simplemente un optimismo sin fundamento, pensamientos ansiosos, o la expectativa anhelante de que las cosas saldrán bien al fin; es más bien la seguridad dada por el Espíritu que Dios cumplirá todas sus promesas en Cristo, a pesar de toda apariencia al contrario. Tal esperanza produce una paciencia esforzada y una perseverancia resuelta. Esta esperanza capacitará al creyente para soportar todas las pruebas de este presente siglo malo; nunca será desalentada, porque descansa "en nuestro Señor Jesucristo", hasta que Él venga por su Iglesia para presentar a todo creyente "ante nuestro Dios y Padre".

1.2.3. Señales de la elección (1:4-6)

La acción de gracias de Pablo involucraba no tan sólo la mención específica de los creyentes de Tesalónica y la mención de sus virtudes espirituales, sino que también comprendía la seguridad de su elección. Los elegidos son aquellos escogidos para salvación por Dios en la eternidad pasada. La elección siempre tiene el propósito positivo de producir hombres salvos de carácter piadoso. Mediante la percepción dada por el Espíritu, Pablo reconoció inmediatamente, al considerar las características espirituales de 1:3, que los tesalonicenses tenían todas las señales distintivas de los escogidos. El modo en que Pablo se dirigió a ellos indica que la elección no es una doctrina fría e impersonal. Pablo, al dirigirse a los creyentes elegidos, lo hacía afectuosamente como "hermanos". En relación a Dios eran muy "amados".

Además de involucrar la más cálida comunión cristiana y la inmersión en el amor de Dios, la doctrina de la elección es también práctica, como lo indica Pablo ahora de dos maneras:

1.2.3.a. Evidencias de la elección observadas en los evangelistas (1:4, 5)

Cosa extraña, la primera señal de la elección se halló no en la manera en que los tesalonicenses recibieron el evangelio sino en el modo en que les fue presentado por los evangelistas. Aunque la elección de Dios es soberana, no es arbitraria. Dios utiliza medios para llamar a sí a los escogidos. Por lo tanto, la predicación del evangelio a los tesalonicenses fue bendecida de la manera más maravillosa. La predicación del evangelio no vino en palabras solamente. La mera precisión en la forma o el contenido no es suficiente, por más deseable que sea; se necesita más que esto si los hombres han de ser salvados. Encausado a través del equipo evangelístico, el evangelio vino en el impacto dinámico del Espíritu Santo mismo, impartiendo la mayor confianza a los oradores.

Tan aparente fue el poder persuasivo que irradiaba de los evangelistas que aun los tesalonicenses observaron en qué clase de hombres se habían convertido. El propósito de esta gran transformación, dice Pablo, fue "por vuestra causa"—¡a fin de que los tesalonicenses fuesen poderosamente influenciados y salvados!

1.2.3.b. Evidencias de la elección observadas en los tesalonicenses convertidos (1:6)

El versículo 6 nos brinda la otra cara de la prueba. Los versículos 4 y 5 nos indican cómo fue la predicación del evangelio con relación a los tesalonicenses, pero el versículo 6 nos muestra como los tesalonicenses vinieron a ser con respecto al evangelio. Al recibir la palabra en medio de mucha aflicción, con gozo en el Espíritu Santo, los tesalonicenses se convirtieron en imitadores de los evangelistas y del Señor. Observa que, de acuerdo a este orden, los tesalonicenses observaron primero a los evangelistas y luego al Señor que estos testigos reflejaban. Más aún, recibieron la palabra con gozo, literalmente "habiéndola bienvenido" a pesar de la aflicción exterior y de la tribulación que la acompañaron. El gozo interior del Espíritu Santo hizo más que compensar el sufrimiento físico involucrado. Todo esto se halla en oposición directa a la naturaleza humana y demuestra que los tesalonicenses fueron elegidos sobrenaturalmente.

1.2.4. La propagación del testimonio de los tesalonicenses (1:7-10)

1.2.4. a. La iglesia modelo como ejemplo para los creyentes (1:7)

El resultado práctico fue que los tesalonicenses se convirtieron en un ejemplo, modelo o patrón. El hecho de que la palabra se halle en el singular indica que fue la iglesia como un todo que se convirtió en el ejemplo sobresaliente de lo que toda asamblea modelo de creyentes debiera ser. Ninguna otra iglesia local fue jamás señalada por Pablo y puesta como ejemplo con el cual las compañías de creyentes debieran compararse. Se mencionaron a los creyentes de las provincias vecinas de Macedonia al norte y Acaya al sur como los que mejor podían observar e imitar a la iglesia en Tesalónica.

1.2.4. b. La iglesia modelo como una muestra de la gracia salvadora a los perdidos (1:8-10)

En el capítulo 1, versículo 8, Pablo explica como los tesalonicenses llegaron a ser un ejemplo típico de lo que toda iglesia del Nuevo Testamento debiera ser. La palabra sobrenatural del Señor fue para ellos como un llamado de trompeta, claro y penetrante, o como el redoble de un trueno. Es más, el informe no fue esparcido "por ellos" sino "partiendo de ellos". No fue lo que los tesalonicenses mismos dijeron sino lo que se dijo acerca de ellos. Sus vidas transformadas, y no su predicación, resultaron en la divulgación del testimonio no sólo en Macedonia y Acaya sino en todas partes. Ya que Tesalónica era un gran puerto marítimo, la noticia de la fe de los tesalonicenses transitó como un viajero a través del mundo romano, de tal modo que no era necesario que Pablo dijese nada. En vez de ello, él oía los informes que circulaban, volviendo a él. ¡Debido a que la iglesia de Tesalónica tenía una fe viva y genuina "hacia Dios", no podía ocultarla de los hombres! Se destacaban especialmente dos aspectos de la fe de los tesalonicenses. En primer lugar, se hallaba relacionada con la maravillosa entrada investida por el poder del Espíritu en Pablo y sus compañeros evangelistas (1:9a).

Obsérvese nuevamente que lo notable fue la entrada de los predicadores y no la recepción de los tesalonicenses. La predicación mediocre y mecánica del evangelio no sólo carece de semejanza alguna con la fe verdadera hacia Dios sino que es poco probable que la produzca en otros. Pablo y sus compañeros llegaron con una fe tan ardiente que los tesalonicenses a su vez ardieron y la llama se extendió por todas partes hacia los demás.

La segunda cosa acerca de la fe de los tesalonicenses para con Dios fue su conversión revolucionaria y su conducta cristiana consistente. Se describe la conversión desde el punto de vista de los testigos griegos y por ello se proporciona en un vocabulario actual e histórico y no en terminología doctrinal. La única teología de la que sabe algo el mundo es la que observa en la vida del creyente.

La conversión de los tesalonicenses involucró un giro completo que los transformó en personas completamente distintas. Todo su ser se hallaba ahora inclinado y dirigido hacia Dios. Este giro positivo los libertó en un sentido negativo de los ídolos esclavizantes, de los que se habían apartado resueltamente. Más aún, su conversión no fue tan solo un escape conveniente del infierno. Lo que se destaca no es que los tesalonicenses hayan sido salvados de algo tanto como para alguien. Su conversión fue una decisión inteligente con dos grandes objetivos en mente.

En primer lugar, que pudiesen servir habitualmente y como esclavo de amor a una persona, al Dios vivo y verdadero. Habiendo abandonado la apariencia y la vergüenza del paganismo, habían descubierto una vida de servicio fructífero que significaba algo. ¡Y sin una sola reserva se estaban volviendo en devota servidumbre al Dios vivo!

Luego, fue el deseo expreso de los tesalonicenses "esperar" al Hijo de Dios de los cielos. ¡No nos sorprende que sus ojos se apartaran de los ídolos de esta tierra! La expresión "esperar" indica que los creyentes esperaban el regreso de Cristo en cualquier momento. No esperaban pasar por un largo período de tribulación. ¡Uno no espera, despierto toda la noche, a una persona que debe llegar a las ocho y media de la mañana!

Uno puede apreciar adecuadamente la expectativa intensa de los tesalonicenses en vista de la descripción de la persona y obra de quien viene. En lo que respecta a su persona, Él es el mismo Hijo de Dios que posee deidad absoluta. También es el ser celestial cuyo origen y medio ambiente es el cielo mismo. Su nombre incomparable es Jesús; Él es Yahvé o Jehová, quien salva y liberta completamente de todo pecado. En lo que respecta a su obra, Él ha triunfado para siempre sobre la muerte, habiendo resucitado de los muertos mediante nadie menos que Dios mismo. Habiendo triunfado sobre el enemigo supremo del hombre, ahora se le conoce como el Libertador quien aún ha de libertar a los suyos de la ira venidera, que ya se halla en camino y que puede llegar en cualquier momento.

"La ira" no es el infierno ni el lago de fuego. El infierno no viene hacia los pecadores; más bien los pecadores están yendo hacia el infierno. Los creyentes tesalonicenses no necesitaban ser libertados del lago de fuego en el futuro; para ellos esa liberación ya había pasado. Ni se trata tampoco de la ira del trono de juicio para los salvados o los perdidos; todos sin excepción deberán comparecer delante de Dios para ser juzgados.

"La ira" es más bien la indignación violenta
o castigo de retribución que será desatada y derramada sobre un
mundo impío en el período de la tribulación. Comparar Apocalipsis
6:17—"porque el gran día de su ira ha venido", refiriéndose
a la llegada del día de la ira. Apocalipsis 16:1, 3, 4, 8, 10,12, 17
describe la ira siendo derramada. Apocalipsis 15:1 observa que el día
de ira concluye con las últimas siete plagas. Jesús, el Hijo mismo
de Dios, libra a los creyentes en la Iglesia que se han vuelto a Él,
sacándolos de esta tierra malvada antes que descienda la ira de Dios.

 

 

Autor:

Presbítero Luis Lorenzo Cortes García

Iquique, Marzo 2011

Partes: 1, 2, 3
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