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Cinco principios para el éxito



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. El
    principio de la Decisión
  3. El
    principio de la Dependencia
  4. El
    principio de la Perseverancia
  5. Las
    leyes son para cumplirlas
  6. Las
    leyes del éxito: aprenderlas, comprenderlas y
    aplicarlas
  7. Primer
    Principio: Revise su vida
  8. Segundo principio: Perdonar
  9. Tercer
    principio: Renueve su forma de pensar
  10. Cuarto principio: Afianzar la Paz
    Interior
  11. Quinto Principio: Pedir y
    Recibir
  12. Conclusión

Monografias.com

Introducción

¿Cuál es el secreto de los
hombres y mujeres de éxito?

Con frecuencia los cristianos preguntan:
¿Qué hacer para sacar adelante planes, proyectos y
en particular, la vida de fe?¿Cómo alcanzar el
éxito?

La mejor ilustración para cada quien sería
remitirlo a esta historia que tuvo ocurrencia en Europa. Sin
embargo, en la Biblia hallamos un pasaje que ilustra estos tres
factores desencadenantes del éxito en cualquier
área.

Se encuentra en el segundo libro de Samuel,
capítulo 23, versículos 11 y 22. Allí
leemos: "El tercer valiente era Sama hijo de Agué
el ararita. En cierta ocasión, los filisteos formaron sus
tropas en un campo sembrado de lentejas. El ejército de
Israel huyó ante ellos, pero Sama se plantó en
medio del campo y lo defendió, derrotando a los filisteos.
El Señor les dio una gran victoria.".

Le sugiero algo: léalo otra vez. Personalmente
utilicé la Nueva Versión Internacional pero igual,
si busca el episodio en la Reina Valera 1960 o quizá la
Biblia de las Américas, el sentido es el mismo. Palabra a
palabra encontrará los tres principios que le invito a
asumir hoy: Decisión, Dependencia y
Perseverancia
.

El principio de
la Decisión

Conozco muchas personas con extraordinarias ideas. Pese
a ello, jamás llegan a ninguna parte. ¿Por
qué razón? Porque salvo propuestas novedosas,
carecen de la Decisión necesaria para llevar esas
inquietudes a la concreción. Si desea llegar lejos, debe
asumir un factor ineludible: Decisión.

Vamos al texto bíblico. Leemos que "El
tercer valiente era Sama hijo de Agué el ararita. En
cierta ocasión, los filisteos formaron sus tropas en un
campo sembrado de lentejas. El ejército de Israel
huyó ante ellos, pero Sama se plantó en medio del
campo
…". Pareciera que en Israel el único con
la capacidad suficiente de pasar de las palabras a los hechos,
era Sama. El era uno de los hombres valientes que
acompañó a David en su exilio y en el posterior
arribo al poder.

Observe que lo único a mano era un campo de
lentejas. Cuando el enemigo vino a robarlos, todos
huyeron.

Fácilmente renunciaron a muchas horas de trabajo,
desvelos e incluso incertidumbre por la sequía,
atemorizados por el volumen de sus contendores. En eso eran
expertos los filisteos como lo es Satanás: en infundir
temor.

Quizá su vida cristiana está en un nivel
de estancamiento que despierta alarma. Aún así,
usted permanece impasible. Ha comenzado a deteriorarse su
relación con Dios, consigo mismo y con los demás y
aspira volver a revitalizar la relación con Jesucristo,
pero no ha tomado la Decisión. Hoy es el día.
Comience ahora. No espere más.

El principio de
la Dependencia

Usted y yo podemos alcanzar grandes metas si tenemos un
poder superior para vencer. Frente a los adversarios que declaran
la guerra a un país no queda otra alternativa que armarse
y pelear, o huir. En caso de emprender la retirada es porque no
tienen la capacidad de responder.

Vamos al plano práctico. Nosotros,
¿podemos vencer? Si, porque cualquiera que sea la batalla,
la libra nuestro amado Dios por nosotros.

Leamos como prosigue el relato: "…Sama se
plantó en medio del campo y lo defendió, derrotando
a los filisteos. El Señor les dio una gran
victoria
.".

¿En quién confiaba el protagonista de esta
historia? En Dios. No se afianzó en sus capacidades ni
tampoco en el poderío militar. Confió en Dios. Hay
que agregar algo más, su Dependencia y confianza
en el Creador era tanta, que no se desanimó pese a que los
demás salieron huyendo.

El principio de
la Perseverancia

Siempre recuerdo, e incluso he contado varias veces, la
historia de Héctor. El se congrega en una iglesia de la
que fui pastor asociado. Tiene cerca de cincuenta años. En
el tiempo al que me refiero, tendría cuarenta y cinco.
¿Sabe qué le caracterizaba? La Perseverancia.
Corrió la Maratón Santiago de Cali cinco veces, y
en todas llegaba casi entre los últimos. Aún
así, lo volvía a intentar.

Un día ganaré y todos
descubrirán que no hay secreto, que solo basta
perseverar
-me repetía cada vez que
competía.

La Perseverancia fue un principio que
asumió y puso en práctica Sama. No se
desanimó aunque todo estaba en contra. Persistió y
venció. Igual con nosotros: ¿está bien que
nos dejemos agobiar por un error en la vida cristiana? En
absoluto. Es necesario volver a comenzar, siempre asidos de la
mano del Señor Jesucristo, cuantas veces sea
necesario.

Hoy le invito para que adopte estos tres principios que
son válidos y eficaces en su vida secular y eclesial.
Tienen aplicación en todas las áreas. Y más,
en el vivir a Cristo en el día a día.

Tal vez ocurre que usted fácilmente se da por
vencido. Esa es la razón por la que no llega a ninguna
parte. Pero si avanza con Decisión, bajo la
Dependencia de Dios y le añade el ingrediente de
la Perseverancia, no dudo que logrará salir
airoso en todo cuanto emprenda.

Si usted está decidido para alcanzar el
éxito, dispóngase a aplicar en su vida cinco
principios
que le ayudarán a sobreponerse a los
obstáculos y salir airosos, hasta alcanzar la
realización plena…

© Fernando Alexis
Jiménez

Todavía hay
oportunidad de comenzar una

nueva vida de
Éxito

A José Roberto lo detuvieron por ignorancia. Una
mañana soleada. Una brisa fresca proveniente de una playa
cercana bañaba su rostro. "Será un día
maravilloso
", se repitió sonriendo al despertar.
Ansiaba estar junto a las olas. Quería disfrutar al
máximo cada instante de sus vacaciones. Pero lo
detuvieron. "Ha cometido una infracción", le
anunció el guarda, al tiempo que le pedía su
identificación. Para colmo de males, había dejado
el Pasaporte en el hotel. Y así lo repitió una y
otra vez en la delegación policial.

Lo sentimos, señor…¿me
recuerda su nombre, por favor?-
le inquirió el
oficial, frunciendo el ceño.

José Roberto…-dijo él,
expectante.

Bien, señor José Roberto. En nuestro
país usted no puede cruzar el semáforo cuando
esté en rojo…–
explicó, al tiempo que
buscaba en un Manual de Legislación de
Tránsito.-Incluso, da lugar a una sanción
económica

Pero no venía ningún auto. En mi
país es permitido…–

Tiene razón, señor
José… José Roberto
-le dijo,
señalando un Código–. Es su nación no
hay problema si lo hace, pero en esta república
está prohibido
…–

Pero no lo sabía….-se
defendió el joven turista.

No saber las leyes acá no lo exime de la
sanción. La secretaria le extenderá el comparendo
cívico
–, y le indicó con la mano hacia
dónde debía dirigirse para recibir la
multa.

Sobra decir que aquel día se tornó
sombrío. Hubiese deseado regresar a Colombia en el primer
avión de ruta, pero ¡todavía quedaban doce
días de vacaciones!

Las leyes son
para cumplirlas

Un territorio, además de extensión
geográfica y densidad poblacional, está
estrechamente relacionado con unas leyes que son de
carácter ineludible. Se establecen con el propósito
de ejercer control y guardar equilibrio en el gobierno. Son
principios de obligatorio cumplimiento, más cuando tienen
fuerza de Constitución Política de una
Nación. Es claro, ¿verdad?

Igual ocurre en el reino de Dios. Tiene unas pautas que
se deben atender. Pero como en un gobierno terrenal, el
cumplimiento de tales directrices nos aseguran tranquilidad y
posibilidades de realización en todos los órdenes,
en la dimensión espiritual atender las leyes nos llevan al
éxito en el proceso de crecimiento personal y
espiritual.

Ahora bien, el hecho de que desconozcamos tales
principios, por ignorancia o deliberadamente, no nos exime de las
consecuencias en las que incurrimos al transgredirlos. Ocurre en
todos los países y también el reino de
Dios.

En cierta ocasión el Señor Jesucristo le
dijo a sus discípulos: "-Como ustedes saben, los
gobernantes de las naciones oprimen a los súbditos, y los
altos oficiales abusan de su autoridad. Pero entre ustedes no
debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande
entre ustedes deberá ser su servidor, y el que quiera ser
el primero deberá ser esclavo de los demás;
así como el Hijo del hombre no vino para que le sirvan,
sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos."(Mateo
20:25-28, Nueva Versión Internacional)

Aquellas palabras, sencillas y profundas, rompieron
todos los esquemas. No las esperaban. Los aterrizó. Les
permitió entender que el reino de Dios tiene unas leyes
infalibles del éxito.

El hecho de que todo el mundo alrededor se mueva
alrededor de unos principios e incluso, que por fuerza de la
tradición haya dado validez a su existencia, no significa
que ocurre igual con quienes esperamos la realización
plena de nuestra existencia. Si anhelamos el cambio y el
subsecuente crecimiento, debemos guiarnos bajo unos
parámetros claros que están trazados en ese libro
maravilloso que se llama Biblia.

Las leyes del
éxito: aprenderlas, comprenderlas y
aplicarlas

¿Qué es el éxito? El significado
depende de la cosmovisión de cada quien. Para algunos
será la consecución de dinero; para otros, tener
fama, y mujeres hermosas alrededor. Es posible que unos cuantos
consideren que éxito es escalar en posiciones de trabajo y
hay quien dirá que es graduarse en una carrera profesional
y ejercer por años en una empresa, gozando de estabilidad
laboral y económica.

Para quienes profesamos fe en Jesucristo, éxito
está asociado con la realización personal y una
vida plena. En otras palabras crecimiento en dos dimensiones
trascendentales: la personal y espiritual. Crecer en la
relación con nosotros y los demás, y en nuestra
relación con Dios, el Supremo Hacedor.

¿Cómo lograrlo? Aplicando dos principios:
fidelidad y perseverancia. Solo
quienes se mueven bajo tales parámetros, logran
avanzar.

El Señor Jesucristo lo explicó en
términos sencillos cuando dijo a sus discípulos, y
también a nosotros hoy: "Les aseguro que entre los
mortales no se ha levantado nadie más grande que Juan el
Bautista; sin embargo, el más pequeño en el reino
de los cielos es más grande que él. Desde los
días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los
cielos ha venido avanzando contra viento y marea, y los que se
esfuerzan logran aferrarse a él, porque todos los profetas
y la ley profetizaron hasta Juan."(Mateo 11:11-13, Nueva
Versión Internacional)

Si tiene la disposición en el corazón y se
toma de la mano del amado Salvador, podrá avanzar en el
proceso de crecimiento hacia el éxito.

Recuérdelo siempre: fidelidad y perseverancia.
Dos palabras claves. Las relaciono con la historia de un atleta
keniano que por años compitió en la Maratón
Internacional de mi amada ciudad: Santiago de Cali. Ganó
muchas veces, cada año. Y cuando le preguntaron
cuál era su secreto, sonriendo a la cámara de
televisión dijo, con ayuda de su traductor: "Vengo de
una aldea muy pobre y lejana. Allá esperan que gane. Y no
vine desde tan lejos, cruzando el océano, para perder.
Así llegara de último, llegaría a la
meta
".

Esa respuesta, que guardo anotada en una libreta,
expresa determinación, fundamentada en
fidelidad y perseverancia.
Fidelidad a nuestras metas y perseverancia para alcanzarlas, por
encima de la adversidad. Y todo esto será posible si damos
pasos firmes, no en nuestras fuerzas sino en las del Señor
Jesucristo. Con su ayuda, alcanzaremos la victoria, el
éxito que tanto soñamos…

Le invito para que iniciemos hoy un apasionante
recorrido por Cinco principios para el
Éxito
. Son principios sencillos y
prácticos. Están concebidos para que los desarrolle
por espacio de un mes. Puedo asegurarle que al término de
ese período, ¡Su vida será distinta! Y
podrá decir: "Con el poder de Jesucristo estoy
avanzando en el crecimiento personal y
espiritual
".

Puedo asegurarle que inicia hoy una experiencia
maravillosa e inolvidable que transformará su
existencia

Ps. Fernando Alexis Jiménez – Contacto
(0057)317-4913705

Primer Principio:
Revise su vida

Identificar y
reconocer de corazón en qué hemos
fallado,

claves para el
éxito

Ah, por lo que veo le interesa el éxito. Nos
acompañó en la primera estación de camino
hacia la realización personal y espiritual, y le interesa
conocer otra Ley del Reino de Dios, infalible para ser un hombre
o una mujer exitosos. ¿De cuál se trata? Del
arrepentimiento.

Para ilustrarla, le invito para que nos traslademos a
tres escenarios:

Pasaron tres semanas, en una habitación que por
la soledad le parecía más húmeda que de
costumbre. No sabía qué hacer. Daba vueltas en la
habitación. Parecía un león enjaulado.
Podía describir de memoria todos los objetos del lugar:
una cómoda, una cama, un cuadro con un paisaje de
fondo.

¡Había cometido adulterio! Su esposa le
rogó que le dijera la verdad. No una sino muchas veces.
Pero él persistía en su comportamiento. Ahora
estaba arrepentido. No quería volver a lo mismo.
¡Deseaba un cambio!

"Si tan solo Magdalena me diera la oportunidad,
vería que soy ahora muy diferente
", se
repetía.

Animado por ese convencimiento, la buscó.
Incluso, sin importarle que lo vieran, se arrodilló frente
a ella, a las seis de la tarde, cuando salía de su trabajo
como secretaria.

Debieron transcurrir dos meses antes que ella pudiera
corroborar su sincero arrepentimiento. Sólo entonces,
cuando evidenció los cambios en él, volvió a
confiar y darle una nueva oportunidad.

En otro lugar, Ricardo está preocupado. Lleva
tres meses sacando existencias de mercancías. Es
almacenista. Sabe que ha robado bastante. No quiere seguir
haciendo lo mismo. No podría seguir mirando a su esposa e
hijos, sabiendo que es deshonesto.

Movido por esa situación indescriptible que
anidó en su corazón, abordó al
gerente.

Estoy arrepentido. He venido obrando mal y
quería ponérselo de manifiesto. Usted
decidirá qué hacer
-le
explicó.

No fue a la cárcel. Aunque el asunto era grave,
las directivas de la factoría acordaron que con parte de
sus prestaciones laborales, saldara el valor de lo adeudado por
el desfalco. "Me arrepentí y fue lo mejor", me
dijo al término de una conferencia en la que abordamos las
Leyes Infalibles del Éxito.

La mujer acababa de discutir con su esposo. Presa de la
ira le gritó todo cuanto se vino a su cabeza. Lo
trató de adúltero, de irresponsable, de mal esposo.
Lo dijo tan duro que sus vecinos le oyeron.

Iba conduciendo el carro, de camino al trabajo, cuando
le asaltó ese gusanillo que identificó como
arrepentimiento. No pudo resistirse. Tomó
el teléfono celular y marcó su
teléfono:

"Perdóname, se que cometí un grave
error. No debí ofenderte
", se disculpó.
Coincidieron en que, en adelante, esa misma situación no
debía ocurrir de nuevo. Fue una decisión sabia. Su
hogar sigue teniendo altibajos, pero la decisión de no
incurrir en ese tipo de escándalos, que terminan generando
heridas en el cónyuge y en los hijos, ha sido un
fundamento para que todo vaya bien…

Como podrá apreciarlo, en todos los casos el
común denominador ha sido el arrepentimiento. Una ley
infalible para alcanzar el éxito y que prima en el Reino
de Dios, y desde el mundo espiritual, ejerce una poderosa
influencia en el mundo material…

¿Por qué revisar
nuestra vida?

Seguramente y al abordar el tema, uno de los primeros
interrogantes que le asalta es, ¿qué es y
cómo podemos entender qué es arrepentimiento? Hay
varias alternativas para definirlo y sin duda, todo depende de la
perspectiva de quien te responda. Si va al Diccionario de la
Lengua Española, encontrará una apreciación
y si se diriges a especialistas en Derecho y Leyes, le
mostrarán una visión muy particular.

Por ese motivo le invito para que vayamos a las
raíces mismas del término. En Hebreo
(nâjam) encontramos la palabra que, vertida
a nuestra lengua, traduce: "sentir pesar (disgusto) por algo
hecho", "estar triste", "consolarse". El vocablo
(shûb) se traduce como "retornar". En
Griego la acepción es muy similar
(metanoé). La traducimos al español
como "cambiar de opinión, de dirección", "sentir
remordimiento" y "convertirse". También es importante
considerar el concepto que se obtiene de la palabra
(metánoia) que igual se refiere a "cambiar
de opinión" y "convertirse".

Vamos a ser más prácticos, ¿le
parece? Arrepentirse es identificar un error y, una vez evaluadas
las consecuencias inmediatas y futuras así como el
daño que trae a nuestras vidas y las de quienes nos
rodean, disponernos a cambiar.

Ese es un fundamento de éxito. Identificar en
qué estamos fallando y disponernos a corregir esa
situación o comportamiento de cara a ver nuevas
oportunidades de vida.

Hace pocos días mientras me lustraban el calzado
en una magnífica área arborizada en pleno centro de
Santiago de Cali, la Plaza de Caycedo, me dijo aquél
hombre mientras daba brillo a los zapatos: "Soy uno de los
lustradores que más buscan aquí. ¿Se da
cuenta? Pues no siempre fue así. Al comienzo hasta echaba
betún en las medias de los caballeros. Todo por hacer mi
trabajo rápido y atender a nuevos
clientes
".

–¿Le trajo problemas?–, le
pregunté.

No, realmente la gente fue muy decente. No me
hicieron reclamos. Pero perdí bastante: no me volvieron a
buscar para lustrar calzado. Sólo cuando me dispuse a
hacer las cosas bien, la demanda de mis servicios volvió a
ser como al comienzo; es más, ahora con mayor
interés me buscan. Saben que trabajo bien
…–,
explicó con sano orgullo.

Coincidí con él. Hacía un muy buen
trabajo como lustrador. Reconocer las fallas fue el principio
para mejorar y dar pasos hacia la excelencia, un punto
fundamental para alcanzar el éxito.

Reconocer los yerros es esencial para cambiar y crecer.
Y si estamos orientados al cambio, si es el más caro
anhelo que alberga nuestro corazón, es Dios quien nos
está abriendo las puertas para dar esos pasos concretos,
de corregir lo malo y reemprender el camino hacia lo bueno, hacia
el crecimiento personal y espiritual, que es el fundamento del
éxito.

El apóstol Pablo escribió que acongojarnos
por el mal que hayamos hecho, consciente o inconcientemente, es
una buena señal y nos orienta a una nueva dimensión
de cambio: "Ahora me gozo, no porque hayáis sido
contristados, sino porque fuisteis contristados para
arrepentimiento; porque habéis sido contristados
según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis
por nuestra parte. Porque la tristeza que es según Dios
produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que
arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte.
"(Romanos 7:9, 10)

¿Ha pensado en la importancia
de revisar su vida?

Jamás podré olvidar a un hombre con quien
compartí espacio en la sala de espera de la Unidad de
Cuidados Intensivos en una clínica de la ciudad. Mi hijo
estaba a pocos metros librando una lucha contra la vida y la
muerte, mientras que él tenía, también a
pocos metros, a su esposa debatiéndose contra un
cáncer.

Si tan solo Dios me diera la oportunidad de que mi
esposa sanara, yo sería diferente. Saldría a
caminar con ella al atardecer, le diría palabras hermosas,
llegaría a casa con un ramo de rosas, le haría la
vida feliz
–,se lamentaba.

¡Descubrió que amaba a su esposa, veinte
años después de compartir la vida
juntos!

Días después murió ella, pero
aquella dolorosa experiencia-que ojala no hubiese ocurrido–, le
llevó a cambiar. Se arrepintió de dedicar tanto
tiempo a su trabajo y poco a su familia, y en adelante, su forma
de pensar y de actuar fue diferente. ¡Dios le
fortaleció en la crisis y pudo salir airoso!

El arrepentimiento, en el buen sentido de la palabra,
fue para bendición; el puntal para crecer en las
dimensiones personal y espiritual. ¡Igual puede ocurrir con
su vida hoy!

Haga una valoración de cómo anda todo en
casa, en el trabajo, en el estudio y donde quiera que se
desenvuelva socialmente. Sin duda apreciará que ha
cometido múltiples errores y que, si se arrepiente de
corazón y se dispone a cambiar, podrá aplicar
correctivos y ver cómo el rumbo de su existencia toma un
nuevo norte.

Tenga presente que-por encima de la maldad que haya
anidado y desarrollado a lo largo de muchos años-es el
amor de Dios-infinito y apacible-el que le lleva a arrepentirse y
es una puerta que no debe dejar que se cierre: "¿O
menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y
longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al
arrepentimiento?"(Romanos 2.4)

¡Hoy es el día para tomar una
decisión que le llevará sin duda a la victoria en
todos los órdenes!

¡No desperdicie esta
maravillosa oportunidad!

Ocurrió en un gran centro comercial. Un
almacén de comidas rápidas ofreció grandes
rebajas. El lleno fue total. Pero ¡calcularon mal las
promociones! Sobró demasiada comida.

Traigan al primero que pase–, dijo el
gerente–. Y ¡gratis!-

Los dependientes se dispusieron a cumplir la orden. Y un
hombre, que estaba recorriendo el lugar, extasiándose en
las vitrinas, casi fue obligado a entrar:

–¡Usted tiene la oportunidad!-le
dijeron. Y lo obligaron literalmente a sentarse y pedir lo que
quisiera.

Permítame compartir esa ilustración
aplicada a su existencia. ¡Uste también tiene la
oportunidad de arrepentirse! No se deje arrastrar por ese pasado
en que fue mal padre, o madre sin sentido de compromiso en el
hogar, o tal vez hijo intolerante con sus padres. ¡Uste
también tiene la oportunidad de arrepentirse!

El Señor Jesús, nuestro amado Salvador,
ilustró bellamente este principio del reino en cierta
ocasión que estaba reunido con una multitud: "Al
oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen
necesidad de médico, sino los enfermos. Id, pues, y
aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio.
Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al
arrepentimiento."(Mateo 9:12-14)

Arrepentirse es para aquellos que reconocen de
corazón, con honestidad, con radicalidad, que han fallado
y quieren imprimir un giro a su vida. ¡Usted tiene la
oportunidad. Recuerde que es una posibilidad que está a
sus puertas y que lo aconsejable, es no dejar pasar por
alto.

Un gran autor con quien compartí varios correos,
el sacerdote jesuita Carlos G. Vallés-quien por muchos
años vivió en Ahmadabad –India–,
decía que un derecho de todo ser humano es a equivocarse y
el segundo, arrepentirse.

Si usted encamina sus pasos hacia una auto
evaluación sincera, podrá salir adelante: recuperar
su hogar, la relación con sus hijos, recobrar
sueños metas y esperanza y, por supuesto, remontarse a
nuevas alturas en procura de ser exitoso. Recuerde que no es en
sus fuerzas sino en el poder del Señor
Jesús.

Lo más importante en un ser
humano

La mujer golpeó con fuerza a su hijita. ¡No
podía concebir que-producto de su inquietud-hubiese
volteado el jarrón con jugo! Fue una golpiza como nunca
antes. "La letra con sangre entra", se repetía
furibunda recordando un viejo dicho de su abuela.

Aunque la chiquita imploraba misericordia, ella se
dejó arrastrar por la ira. Saciada su molestia, la
dejó escapar y la menor, como un animalito herido,
corrió a refugiarse bajo la cama, en su cuarto.

El reloj marcó las diez de la noche. Lorena ni
siquiera se atrevía a subir donde estaba su hija. Estaba
sinceramente arrepentida. ¡No sabía cómo
decírselo! Pensó una y otra vez que no podía
seguir igual. ¡Era necesario cambiar!

Por fin venció todos los temores a enfrentar la
realidad. Estaba sinceramente arrepentida y así se lo hizo
notar a la chiquita, que no cesaba de llorar:

Reconozco que hice mal; perdóname. Puedo
asegurarte que no volverá a ocurrir
–,
dijo.

Se abrazaron y, sí, lloraron las dos. Pero aunque
fue un momento muy doloroso, se convirtió en el comienzo
de una nueva vida para esa familia. En adelante Lorena
midió cuidadosamente todas sus reacciones cuando estaba
presa de la molestia.

Pues bien, medite por un instante que no hay nada
más maravilloso delante del Señor, que una persona
como usted, comprometida con el cambio y el crecimiento personal
y espiritual, reconozca que ha fallado: "Andaré y
volveré a mi lugar, hasta que reconozcan su pecado y
busquen mi rostro. En su angustia me buscarán. "(Oseas
5:15)
El rey David, inspirado por Dios, lo
expresó de la siguiente manera: "El que sacrifica
alabanza me honrará; y al que ordenare su camino, le
mostraré la salvación de
Dios
"(Salmo 50:23)

Pero a esto sumamos algo más: que realmente haya
cambio. Que permita, usted que ha sido concebido para el
éxito, que Dios obre la transformación que
sólo Él en sus fuerzas, puede hacer en un ser
humano. Un principio de realización personal que
enseñó un gran hombre del primer siglo:
"Haced, pues, frutos dignos de
arrepentimiento…"(Mateo 3:8)

Frutos dignos de arrepentimiento no es otra cosa que
evidenciar de qué manera estamos cambiando. Tenga presente
que no es sus fuerzas sino en el poder de Dios. Y ese cambio
comienza por cosas pequeñas, modificaciones que a los
demás pueden pasar inadvertidas pero que usted más
que nadie conoce. Los pequeños grandes cambios.

La mejor ilustración es la de una pared de
ladrillos. Una vez terminada la estructura se ve majestuosa, pero
realmente es la sumatoria de uno y otro y otro ladrillo unidos
con argamasa. Así es el cambio. No es algo inmediato. Es
integrar un pequeño cambio a otro y otro
más…

Tenga presente que si desea ser un triunfador, un
principio o Ley infalible que debe aplicar, es el
arrepentimiento. ¡Su vida será diferente cuando haya
dado ese paso! Podrá dar pasos firmes hacia el crecimiento
personal y espiritual, alcanzando sueños, metas y
proyectos que para otros resulta difícil de
conquistar….

© Fernando Alexis Jiménez

Segundo
principio: Perdonar

El perdón
libera nuestra vida

Se miraron a los ojos. Un destello de segundos. Algo
fugaz como un relámpago en una noche oscura que amenaza
tormenta. Rosaura quería decir muchas cosas. Tenía
tristeza. La embargaba la desolación. Sin embargo
reprimió sus emociones. Resultaba mejor callar y medir,
con sumo cuidado, el alcance de cada palabra.

Rolando se asomó por los barrotes. Esperaba
insultos. Una frase procaz. Incluso, que lo agrediera. ¡Al
fin y al cabo en una gresca de pandillas le había
provocado la muerte a su hijo de diecisiete años! Sin
embargo nada de eso pasó. Una mirada que lo dijo
todo.

Te perdono…–musitó ella,
sintiendo que se quebraba su voz–. Sólo vine a
decirte que te perdono–.
Y se echó a
llorar.

El joven guardó silencio pero, en lo más
profundo de su ser, sintió que esas palabras lo
hacían libre. Como si le hubieran quitado una pesada carga
de su espalda.

Gracias…–dijo quedamente. Rosaura
tomó su mano, prendida de los barrotes, la apretó
con fuerza como si se tratara de su propio hijo, muerto
violentamente ocho meses atrás, y se alejó
llorando. También con la sensación de haberse
liberado de una tremenda carga…

¿Qué hacer en medio de
la encrucijada?

Marcela no acostumbraba fisgonear en el celular de su
esposo, pero aquella mañana lluviosa en Santiago de Chile,
decidió identificar a qué números
había marcado. Había un teléfono recurrente,
pero en la opción de llamadas recibidas, aparecían
los mismos dígitos.

Miró furtivamente en dirección a la ducha.
Como siempre, Ronaldo cantaba mientras se afeitaba con la misma
dedicación de quien de un relojero suizo. Así que
aplicó "Repetir" y automáticamente se marcó
el último número. Al otro lado de la línea
alguien con voz melosa respondió: "Aló, amor.
¿Ya estás fuera de casa? ¿Podemos
hablar?…Aló, háblame mi vida…
Alo…"

Marcela sintió que el mundo se hundía bajo
sus pies. ¡Su marido, en quien tanto confiaba, tenía
una amante!

Abrió furiosa la puerta del baño y le
gritó con toda la fuerza que pudo:

Explícame, ¿quién es la mujer
que respondió al teléfono cuando marqué
desde tu celular?….-

Él se quedó mirándola. No esperaba
que aquello ocurriera. Dejó la afeitadora a un lado. No
sabía qué responder y sólo se atrevió
a musitar:

No debiste andar en mis
cosas…—

Ella salió llorando. No quiso escucharlo cuando
le dijo que era solo una aventura y que allí mismo,
incluso delante de ella si lo prefería así,
cortaría la relación.

En la tarde, cuando regresó del trabajo, no
encontró ninguna de las pertenencias de
Marcela.

Pasaron tres meses antes que pudieran tener un nuevo
contacto. Ella guardaba resentimiento y después de una
tarde, en la que dialogaron, discutieron y por momentos
conciliaron, coincidieron en la necesidad de volver juntos
"para intentarlo de nuevo".

No resultó fácil para Marcela perdonar la
infidelidad de su cónyuge. Sin embargo un día pudo
compartir con algunas amistades que su matrimonio había
reiniciado el curso de siempre. "Por fin, pude
perdonarlo…."

¿Quién dijo que
perdonar era fácil?

Sí, me pregunto, ¿Quién dijo que
era fácil perdonar a quien te causa daño? Todos, en
algún momento de nuestra vida, habremos enfrentado el
terrible dolor que se experimenta a nivel emocional cuando
alguien nos traiciona, habla en contra nuestra, hiere nuestra
confianza o nos causa daño de alguna manera.

La rabia inunda nuestro corazón. Nos parece que
perdonar es imposible.

"Es un asunto de los que no tienen dignidad",
gritaba furibunda una vecina cuando su esposo le pidió que
le perdonara por una noche de farra con unos amigos.

Tal vez usted mismo ha atravesado por una
situación similar. Sobrarían las palabras para
explicarle qué se siente.

Pero, ¿ha pensado que la falta de perdón
le impide avanzar hacia el éxito? Sin duda habrá
leído, escuchado o visto por televisión informes
científicos de las enfermedades que desencadena guardar
rencor. Desencadenan altos niveles de estrés, insomnio,
dolores de cabeza, afectación en el funcionamiento del
organismo y casos en los que personas que anidan resentimientos
contra alguien, manifestaron enfrentar cáncer y artritis,
para mencionar solo algunas consecuencias.

¿Piensa seguir en la misma
cárcel?

Hay quienes están en una cárcel, en medio
de cuatro paredes y custodiados por unos cuantos barrotes, pero
son libres. Su mente sueña; aman: así mismos y a
los demás. Anhelan, sueñan y hasta saborean la
libertad y piensan de qué manera aprovecharán cada
minuto.

A diferencia de ellos, hay quienes están en
libertad, caminan por las calles sin que nadie les ponga
problemas, pero están atormentados por la peor
cárcel que uno pudiera conocer: La falta de
perdón.

A dos hombres ilustres de la historia se atribuyen
frases profundas y a la vez sencillas sobre el perdón:
Napoleón Bonaparte, el célebre conquistador y
estadista europeo solía repetir: "El perdón nos
hace superiores a los que nos injurian.".
Por su parte el
famoso pintor irlandés Francis Bacon habría dicho:
"Vengándose, uno se iguala a su enemigo;
perdonándolo, se muestra superior a
él.".

Pero en mi condición de cristiano, deseo
compartir con usted un principio de éxito que
compartió el Señor Jesús con sus
discípulos y con nosotros hoy cuando alguien lo
abordó: "Pedro se acercó a Jesús y le
preguntó: -Señor, ¿cuántas veces
tengo que perdonar a mi hermano que peca contra mí?
¿Hasta siete veces? -No te digo que hasta siete veces,
sino hasta setenta y siete veces -le contestó
Jesús. "(Mateo 18:21, 22. Nueva Versión
Internacional)

Para ilustrar la profundidad de su enseñanza,
compartió con ellos en cierta ocasión una historia
que le invito a considerar. "»Por eso el reino de
los cielos se parece a un rey que quiso ajustar cuentas con sus
siervos. Al comenzar a hacerlo, se le presentó uno que le
debía miles y miles de monedas de oro. Como él no
tenía con qué pagar, el señor mandó
que lo vendieran a él, a su esposa y a sus hijos, y todo
lo que tenía, para así saldar la deuda. El siervo
se postró delante de él. "Tenga paciencia conmigo
-le rogó-, y se lo pagaré todo." El señor se
compadeció de su siervo, le perdonó la deuda y lo
dejó en libertad. »Al salir, aquel siervo se
encontró con uno de sus compañeros que le
debía cien monedas de plata. Lo agarró por el
cuello y comenzó a estrangularlo. "¡Págame lo
que me debes!" , le exigió. Su compañero se
postró delante de él. "Ten paciencia conmigo -le
rogó-, y te lo pagaré." Pero él se
negó. Más bien fue y lo hizo meter en la
cárcel hasta que pagara la deuda. Cuando los demás
siervos vieron lo ocurrido, se entristecieron mucho y fueron a
contarle a su señor todo lo que había sucedido.
Entonces el señor mandó llamar al siervo.
"¡Siervo malvado! -le increpó-. Te perdoné
toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No
debías tú también haberte compadecido de tu
compañero, así como yo me compadecí de ti?"
Y enojado, su señor lo entregó a los carceleros
para que lo torturaran hasta que pagara todo lo que debía.
»Así también mi Padre celestial los
tratará a ustedes, a menos que cada uno perdone de
corazón a su hermano. "(Mateo 18: 23-35, Nueva
Versión Internacional)

Este pasaje que aplica a su relación con Dios,
consigo mismo y en su interactuar con los demás, arroja
varias enseñanzas que sin duda habrá
descubierto:

1.
Dios nos perdonó, y no tenemos
derecho alguno de no perdonar a otros.

2. La misericordia es un
principio de vida, que enriquece nuestra vida y resulta
gratificante para los demás.

3. Nuestro perdón no es ni
grande ni pequeño: es un todo. Transforma nuestra vida y
la de quienes nos rodean.

4. Dios que perdona, recibe honra
y gloria cuando perdonamos.

¿Qué derecho
teníamos a recibir perdón?

La cara de sorpresa que mostró el agente policial
no podía describirse. Aquél joven estaba frente a
su escritorio confesando que llevaba varias semanas con unas
valiosas obras de arte robadas de casa de un millonario de la
ciudad.

Lo hice porque no tenía para consumir
drogas. Pero estoy arrepentido. Ni siquiera me atreví a
ofrecer los cuadros y antigüedades a nadie. Aquí
están…–
explicó.

El alto oficial hizo dos llamadas, luego lo condujo a la
celda. No había transcurrido un día cuando
José fue llamado por un guarda. "Puede irse-le
dijo–. El propietario retiró los cargos y
habló a su favor
".

No podía creerlo. ¡Merecía varios
años de cárcel! Cuando preguntó la
rezón, el comandante le explicó que tras conocer de
su arrepentimiento, el dueño de las pinturas y los
valiosos objetos, había decidido darle una nueva
oportunidad.

He aquí una ilustración práctica de
lo que Dios hizo con usted y conmigo. Nos perdonó. Todas
nuestras maldades ameritaban que estuviéramos en
condenación. Sin embargo no fue así. Sin que lo
mereciéramos, nos perdonó.

El amado Señor Jesús murió en la
cruz. Su sacrificio hizo posible este milagro, que nos abre las
puertas a una nueva vida. El apóstol Pablo explicó
a los cristianos de Colosas en el primer siglo y a nosotros hoy:
"… ustedes estaban muertos en sus pecados. Sin
embargo, Dios nos dio vida en unión con Cristo, al
perdonarnos todos los pecados y anular la deuda que
teníamos pendiente por los requisitos de la ley. Él
anuló esa deuda que nos era adversa, clavándola en
la cruz. Desarmó a los poderes y a las potestades, y por
medio de Cristo los humilló en público al
exhibirlos en su desfile triunfal. Así que nadie los
juzgue a ustedes por lo que comen o beben, o con respecto a
días de fiesta religiosa, de luna nueva o de reposo.

"(Colosenses 2:13-16, Nueva Versión
Internacional
)

Con frecuencia vienen a nuestra mente pensamientos que
nos acusan sobre el pasado. "¿Cómo pretendes
cambiar si fuiste esto o aquello…?".
E
inmediatamente, como en una película underground,
se traslapan imágenes del pasado, de cuanto hicimos mal.
Pero es ahí cuando debemos recordar que por el sacrificio
de Jesucristo en la cruz, usted y yo fuimos perdonados. No
importa cuánta maldad obramos. ¡Fuimos
perdonados!¡Dios lo hizo por misericordia!

Hay quienes atribuyen esa sensación de
acusación permanente, a razones sicológicas. Los
cristianos sabemos que es una estrategia de Satanás para
impedir nuestro crecimiento personal y espiritual. Por eso, cada
vez que nos amedrenta con ideas falsas, acusándonos de un
ayer de pecado, le recordamos que tales pecados fueron perdonados
y limpiados por su preciosa sangre en el monte del
Gólgota.

¿Se acuerda Dios de nuestros
pecados?

Si el Señor nos perdonó, no se acuerda
más de nuestros pecados. Imagine por un instante que vamos
al Despacho de Dios en el cielo. Entramos a su espaciosa oficina
y Él está, juiciosamente y con una libreta en la
mano, respondiendo a las oraciones de miles de creyentes en todo
el mundo.

Usted carraspea para llamar su atención.
Él deja su ocupación y se queda
mirándolo.

Dime…–le dice con
afabilidad.

Señor, me encuentro avergonzado por mis
pecados…–
musita usted.

Realmente no se de qué me hablas-le
responde Dios–. Es más, para tu tranquilidad voy a
buscarlos en el archivo
….-Inmediatamente teclea el
computador. Busca por su nombre, luego por su apellido.
Finalmente y antes de desistir, ausculta con fundamento en su
profesión. Concluye diciéndole: —Te lo dije.
Tus pecados los perdonó mi Hijo Jesús en la cruz.
Ya no tienes cuentas pendientes
…–

Luego, con una sonrisa, la más amable y tierna
que hayas visto jamás, te dice.

Vuelve tranquilo a casa… Y por favor,
cuando salgas, cierra la puerta–.
Y con estas frases,
retorna a su trabajo en la libreta, contestando más y
más oraciones.

¡Dios ya lo perdonó! La Biblia, un libro
maravilloso en el que aprendemos principios sencillos y
dinámicos que nos conducen al éxito, nos
enseña que: "Tan lejos de nosotros echó
nuestras transgresiones como lejos del oriente está el
occidente."(Salmo 103:12, Nueva Versión
Internacional)

Desate a quien tiene en
prisión

Partes: 1, 2

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