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La Identidad Cultural y la contribución del Bayamo colonial



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Debate
    contemporáneo en torno a la Identidad Cultural en
    Cuba
  3. Principios matrices de la identidad cultural y
    su direccionalidad
  4. San
    Salvador de Bayamo y su aporte a la identidad cultural
    durante la etapa colonial
  5. Conclusión
  6. Bibliografía

Introducción

El estudio y análisis de la identidad o los
procesos de identidad, han sido y sigue siendo una necesidad para
las personas y los grupos humanos, al menos por ahora, en nuestra
cultura y para las generaciones actuales.

A dicha necesidad de la identidad, que a su vez, es un
tema complejo y polisémico, se han aproximado los autores
contemporáneos de diversas maneras. Se ha hablado de
sentido firme de identificación
grupal[1]arraigo, marco de referencia,
individuales y colectivas, relación o propiamente
identidad[2]necesidad de conocernos y
autorrealizarnos[3]necesidad de conocerse a
sí mismo, y ser reconocido[4]necesidad de
un sentido de pertenencia[5]necesidad individual y
social de continuidad entre el pasado, el presente y el futuro,
mismidad y diferencias[6]entre otros.

En la comprensión de lo cubano de hoy,
además de analizar la formación histórica de
la identidad cubana desde el siglo XIX y su relación con
la lucha por la independencia nacional desde su surgimiento hasta
la actualidad, es preciso apuntar el proceso permanente de
construcción y desconstrucción que ésta
sufre. Tratándose aquí en esta
investigación, el tema de la identidad cultural, el autor
asume como concepto el definido por el Dr. Miguel Rojas, de la
Universidad Central de las Villas, quien afirma que la identidad
cultural: es la condición del ser humano que
caracteriza la manera común de vivir en el tiempo y el
espacio, un quehacer concreto del hombre en el proceso de
creación y re-creación, objetivación y
subjetivación, producción y reproducción de
la cultura y la sociedad misma. Ella constituye una
síntesis de múltiples determinaciones de la
identidad en la diferencia que comporta un universal concreto
situado.
[7]

Debate
contemporáneo en
torno a la Identidad Cultural en
Cuba

En pleno debate contemporáneo, múltiples
son las coincidencias y también las divergencias al tratar
de definir los factores que configuran la identidad. Se deben
tener en cuenta:

1). El factor histórico: la imagen de la
identidad se reconoce en la historia, en la huella de nuestro
devenir. La conciencia histórica es el baluarte
fundamental, el más sólido de un pueblo, pues
afirma como ningún otro factor la idea de pertenencia
común, concreta los contornos del devenir histórico
en la imagen de los héroes, en el anecdotario, en las
leyendas, para fundirse en la memoria del pueblo.

2).El factor étnico: se trata de la capacidad que
tiene un pueblo para expresarse como tal, identificarse con un
solo nombre. Se expresa en la autoconciencia étnica que
está dada a través de la particularidad de cada
pueblo como conjunto de significaciones y representaciones que
reflejan la conciencia de todo un pueblo condicionado por su modo
de ser.

3). El factor psicológico: la sociedad imprime en
la mayoría de sus miembros un grupo de rasgos que hacen
que uno sea lo que es en tanto persona que nace y se desarrolla
en una realidad espacio-temporal concreta. Este factor es signo
de identidad y no su configurador, él está
condicionado por la cultura y la identidad se expresa a
través de él.

4).El factor lingüístico: A través de
la lengua se garantiza la comunicación entre los miembros
de la sociedad y en ella los elementos para preservar el legado y
las formas de vida que en su accionar va creando.

5). El factor cultural propiamente dicho: abarca un
conjunto de aspectos en los que se manifiesta una colectividad
humana y se cualifica, y abarca desde la propia creación
artística, en lo que se ofrece una perspectiva de lo que
nos rodea, hasta multitud de aspectos develados en la vida
cotidiana, entre los que se encuentran la cocina, las normas de
convivencia, las creencias, las fiestas, las costumbres,
etc.

6).el factor político: se define sobre la base de
la capacidad de un pueblo para disponer de sí mismo, su
soberanía; pues toda forma de dominación que sufra
un pueblo es una forma de dominación cultural,
trátese de la imposición de la cultura dominante o
de la imposición de una cultura foránea por la
dominación directa de una nación
extranjera.[8]

En dicho debate contemporáneo sobre identidad,
algunos investigadores asumen su propio enfoque filosófico
y reflexionan en cuanto al tema; en el caso de la Dra. Alisa
Delgado, asume que para nosotros los caribeños: "la
identidad es la posición que asume y modifica el sujeto a
partir de la percepción-reflejo de relaciones sociales;
identidad colectiva, atributo individual y colectivo (social) que
define si la relación social sigue lo institucional o lo
conflictual"… [9]

Existen diversos enfoques acerca de la identidad. Uno de
ellos parte de la construcción social de la realidad, en
el cual la identidad es el resultado de vivencias de relaciones
sociales institucionalizadas que resultan del carácter
habitual de las relaciones humanas cotidianas, una especie de
necesidad psicológica; aquí se define la identidad
en función psicosociológica integradora de la
realidad institucionalizada.

Pero es que la identidad en su enfoque histórico
natural es perecedera, dialéctica y se inserta en los
procesos, lo que en la antropología cultural denomina
desculturación. Entonces un enfoque filosófico
sistémico, dialéctico materialista es decisivo para
abordar la identidad a nivel de áreas y sectores en
general, y de modo particular en el Caribe.

La Dra. Alisa Delgado está de acuerdo con que la
identidad no puede ni debe ser concebida como inquietud,
búsqueda de raíces, sino en la toma de conciencia
de nuestro ser y de nuestra realidad, vivir en ella y
transformarla, hacerla conforme a nuestros intereses verdaderos,
a nuestras raíces culturales, modo de vida propios, asumir
lo ajeno es para ella desidentidad, vivir en lo ajeno conduce a
la desidentidad.

Es cierto que para muchos estudiosos, se refieren al
problema de la identidad con valores dominantes en la sociedad,
como una identidad integradora, tampoco como determinaciones
inmutables, sino determinaciones históricas, por tanto
perecederas y que la identidad de ayer no es la de
hoy.

Por otra parte, la aproximación al problema de la
identidad a partir de presupuestos filosóficos nos permite
la reflexión de la cuestión de la identidad de
nuestros pueblos a través de la historia y nuestra
historia ha sido de constante lucha por nuestro ser y por
transformar la realidad, ha sido la posibilidad de proyectarse
con identidad, con sentidos propios. Se ha luchado por una
libertad real, mediante la ruptura de las múltiples
dependencias y se ha ido configurando la personalidad
histórica frente a los demás pueblos.

El enfoque filosófico da nuevos elementos al
problema de la identidad, visto desde una perspectiva
histórica y redefinida a partir de la dimensión
cultural. La Dra. hace una reflexión filosófica que
sitúa la identidad del cubano, entendida como un proceso
de relación social en una sociedad en vías de
desarrollo, no exenta de contradicciones. Sitúa la
identidad del cubano en una sociedad donde el hombre es actor y
productor de un proceso que construye, vive, con el resto de los
hombres del país, tanto en la producción como en la
distribución de la riqueza social, como en la toma de
decisiones, así como en la creación de respuestas
significativas en los diferentes campos de la creación
humana, expresado en su proyección cultural.

Desde el punto de vista teórico el problema
esencial con la conceptualización del fenómeno de
la identidad, para la autora, radica en la falta de fijeza, pues
la identidad es ante todo un fenómeno dialéctico y
que una transformación económica, política o
social implica transformaciones de la identidad tanto personal
como colectiva.

De acuerdo con el análisis anterior, entonces la
identidad puede definirse al incorporar dos
características aparentemente contradictorias:

1). Es un criterio de semejanza dado por actividades,
actitudes y normas que los individuos de una clase, de un grupo
social comparten y que proyecta su imagen a nivel social de
grupo, por ejemplo: asumimos y compartimos proyectos,
realizaciones, normas sociales y valores.

2). A la vez, la identidad singulariza al individuo,
pues el sello personal que el individuo le imprime a las
actividades que realiza así como la forma de presentar su
persona en sociedad, se reconocen como parte de su
identidad.

La identidad se conforma en el mismo proceso en que el
individuo asume el mundo y la cultura de su
nación.

Isabel Monal caracteriza a la identidad cultural como un
conjunto de impreciso, extenso y complejo de las
variadísimas creaciones socioculturales de los pueblos y
de las comunidades, con su carga de valores, costumbres, maneras
de vida y de ser, creaciones artísticas y literarias
elaboradas, etc. y que no constituyen en rigor, un objeto de
estudio particularmente claro y asequible al análisis, ni
a las ciencias sociales o la filosofía en general y que
tampoco facilita la identificación de la humanidad y de la
esencialidad de la problemática de la
identidad.[10]

Todo esto concuerda con que cualquier identidad, ya sea
individual o colectiva, conlleva la cuestión de la
pertenencia, el sentido de pertenencia, entonces las identidades
socio-culturales, sean nacionales o de grupos o de comunidades,
llevan implícita la idea de pertenencia.

Sin duda alguna, la idea de identidad y de pertenencia
lleva implícito también la idea del otro y de la
diferencia con ese otro, porque identidad y pertenencia
significan no solo considerarse formando parte de un ente, sino
también diferenciarse de los otros, del otro, de otro que
se encuentra fuera y que nos puede ser ajeno.

Muchos analíticos y filósofos consideran
de forma general que es falso concebir las identidades colectivas
como la simple suma de los individuos que la componen, sino que
esa totalidad orgánica, que es la identidad colectiva,
tiene sus propias normas de funcionamiento, de movilidad, y
dinámica a partir precisamente de la organicidad integral
y la compleja madeja de interacciones y relaciones que la
caracterizan.

Monal llega a la conclusión de que parece
absolutamente esencial cobrar conciencia que la identidad
colectiva es un objeto complejo; y cobrar conciencia, igualmente,
del valor del pensar complejo, no como un rechazo primario del
pensar simple, sino que lo incluye y supera a la
vez.[11]

Por otra parte no es accidental que con el cierto auge
que ha tomado la cuestión de la complejidad hayan subido
los valores filosóficos tales como Heráclito,
Leibniz, Spinoza y Hegel, entre otros, considerados antecedentes
o precursores de la complejidad. Esta lista debiera incluir al
famoso físico Bohr, quien alguna vez dijo que lo contrario
a una verdad profunda es otra verdad profunda contraria a la
anterior; entonces solo el pensar complejo puede asimilar una
afirmación como ésta.

Está claro que el valor y la valoración
están presentes todo el tiempo cuando se trata de la
identidad; problemática esta en la cual la
filosofía tiene mucho todavía que resolver, pero la
identidad, desde la óptica de una colectividad identitaria
que se mira a sí misma; no es una cuestión del
conocer. El primer plano en la identidad lo ocupan los valores en
todas sus dimensiones, incluyendo modos de vida, maneras de
pensar, etc.

La subjetividad de una colectividad es un hecho objetivo
para el observador y el estudioso, y como tal hay que tomarla en
cuenta porque, entre otras cosas, influye en la actividad y el
comportamiento de la colectividad en cuestión. Y no es
menos cierto que hay identidades que desaparecen
históricamente y surgen otras. Entonces en una identidad
tenemos el fenómeno de la reproducción de la
identidad y el del cambio o modificación. Y puede ocurrir
que en un momento determinado, de crisis u otra cuestión,
una identidad deje de reproducirse.

Nos podemos acercar al enfoque gnoseológico en la
problemática de la identidad cultural, porque son muchas
las conceptualizaciones contemporáneas sobre el complejo
fenómeno de la identidad cultural. Esto por supuesto
conlleva a observar cómo se ha venido analizando la
identidad en el terreno de lo social, así como el alcance
que ha tenido en la realidad.

El teórico paraguayo; Ticio Escobar,
constató que la identidad en su conceptualización
es el tránsito de una visión de la identidad que
empieza por ser "identidad idéntica"; continúa como
"identidad inversa" y desemboca como
"identidades".[12] Es posible descubrir que en esa
evolución del concepto, la identidad no es mera
ontología, es decir, conjunto de rasgos de una entidad
cultural dada, constituida en la denominada
"mismidad"[13]; sino que incluye la referencia a
otra entidad distinta con la cual coexiste o interactúa y
que es concebida como un "otro". De esta manera se arriba,
según nuestro juicio a una de las precisiones claves, que
identidad es un concepto esencialmente relacional: el sujeto de
la entidad cultural y su relación con el "otro" son parte
de un mismo concepto.

Por consiguiente, la identidad además de denotar
fenómenos socioculturales como los análisis
etnológicos, filosóficos, literarios,
musicológicos, etc., aparece también en grupos
enmarcables como: familia, comunidad local, territorio o
provincia, nación, región. Todo esto conlleva al
fenómeno de la identidad plural.

La Dra. Maritza García, se refiere como objeto
gnoseológico al abordar la identidad de la siguiente
forma: "La identidad en el terreno de lo social, no es un
fenómeno en el estricto sentido de la palabra, sino que la
identidad opera como la abstracción de un tipo de proceso
que tiene lugar en una diversidad de fenómenos de la
realidad empírica. [14]

La autora nos dirige hacia la configuración del
mecanismo procesual de la identidad, ya que una vez construido el
objeto de estudio esto nos permite representarlo en un modelo
conceptual. Y que mediante ese modelo se puede
resolver:

1). La descripción lógica y teórica
de las relaciones entre los elementos, que develan el mecanismo
de proceso buscado.

2). La definición formalizada de la identidad
como proceso.

Por otra parte, tal modelo puede contribuir a dos pasos
importantes en la investigación de la
problemática:

1). La presentación de un esqueleto instrumental
de orden metódico que posibilite el análisis e
interpretación de procesos identitarios en ámbitos
diversos de la realidad sociocultural.

2). La producción de nuevos razonamientos y
proposiciones teóricas, que son el modelo serían
difíciles de prever y argumentar.
[15]

Todo este análisis nos lleva a la
conclusión de que el valor del enfoque gnoseológico
para abordar la identidad estriba; pues en su repercusión
para la metodología de investigación sobre el
objeto y para la producción consistente de teoría
sobre la problemática. Es por eso que se deja abierta la
búsqueda de otros presupuestos teóricos que sirvan
para la construcción del objeto de estudio acerca de la
identidad y su representación en modelos, ya que la
actividad cognoscitiva acostumbra a trabajar con más de un
modelo acerca de su objeto de estudio.

Al tratarse de la identidad cultural, no se puede
desatender el término "cultura", convertido en una palabra
de uso corriente; que ha cobrado numerosas acepciones, atendiendo
a la amplia gama de actividades que desempeña el hombre en
su vida diaria y con los cuales adquieren uno u otro sentido sus
muchas definiciones.

La práctica científica
contemporánea revela que es todo lo contrario a lo que
podría pensarse, pues la supuesta exactitud y
precisión que debían lograr las ciencias sociales,
se ha convertido realmente en una disonancia teórica que
tiene que tiene como causa fundamental la diversidad y a veces
las divergencias desde sus puntos de vista con cada una de ellas
(historia, etnografía, sociología,
filosofía, etc.), al tratar el concepto de cultura
según sus tareas, existencias, contenidos y problemas a
resolver..

A esta interpretación multivalente del concepto
"cultura" se refiere el especialista soviético E.Makarian
cuando plantea que la polifuncionalidad del concepto de "cultura"
es, ante todo, resultado directo del carácter
polifacético del fenómeno que el mismo expresa, lo
cual lleva naturalmente a elaborar diferentes tesis y tareas
cognoscitivas durante su análisis.
[16]

La palabra "cultura" proviene del verbo latín
"colo", cuyos significados: "elaboro", "cultivo", "honro",
"venero", son quizás los más importantes entre la
serie bastante extensa de acepciones. Teniendo en cuenta lo
anterior se puede concebir ante todo a la cultura como la
fusión de una "inquietud" cultivadora" con la
"veneración". Tras esta interpretación, late el
significado de la palabra "culto". Si la cultura, es cultivo
ferviente o elaboración veneradora, entonces surgen las
dos preguntas. ¿Qué se elabora en la cultura? Y
¿qué se venera en ella o a través de ella
como elaboración? Para los habitantes del antiguo Lacio,
ese objeto, era por supuesto, la tierra. Para Horacio
Quintiliano, autor de la "Institutione Oratoria"; la palabra
cultura significa en primer término,
agricultura.

Y desde finales del siglo XX, la "tierra" de los
antiguos se ha convertido en símbolo y presupuesto de la
existencia humana y esto constituye hoy día, el contenido
potencial de la cultura, en el que se funden el objeto de su
elaboración y el de su veneración.

La cultura constituye por consiguiente; un trabajo
valioso, creador, a través del cual, los hombres
materializan las potencialidades de sus fuerzas social al cambiar
el entorno natural en que viven e incorporarlo a su vida social.
La esencia de la cultura, no puede entonces ser explicada sin
tener en cuenta la esencia de "lo humano". El ser humano,
encuentra el fundamento de su ser allí donde comienza la
fuente de su vida: la producción social, actividad de la
que no se puede prescindir, modo de su existencia. De esta manera
crea los medios materiales indispensables para la vida, el hombre
va estableciendo simultáneamente relaciones sociales en
las que asienta hábitos, experiencias, conocimientos,
técnicas, habilidades, instrumentos y maneras de concebir
su relación con el mundo.

Es por ello que la cultura no puede ser entendida
líricamente, como acuñan la tradición y la
generalidad de las personas, en tanto cultura espiritual, es
decir, expresión de las artes, las ciencias, las
concepciones del mundo imperantes en una sociedad dada,
representa también un fenómeno más amplio y
complejo; ella es el resultado vivo de la creación de
valores humanos, tanto materiales como espirituales y actividad
en la cual el hombre reproduce en todas sus gradaciones y
manifestaciones la esencia de "lo humano".
[17]

La cultura como fenómeno social complejo, no solo
se enmarca en los productos de la actividad humana, sino
fundamentalmente en la realización del hombre como
autoproducto, autocreación a través de lo que se
expresa su desarrollo como ser social.

Como creación colectiva, social, la cultura de la
humanidad es única, como manifestación concreta de
una época, país o región, ella se expresa de
manera diversa. Las raíces de la cultura de cada pueblo,
se encuentran profundamente arraigadas en su historia,
tradiciones, idiosincrasia, en sus formas sui géneris de
percibir y de transformar la sociedad en que vive. Esa manera
distintiva de cada sociedad de hacer, de expresarse, de sentir y
de pensar, es, precisamente, lo que aporta su sello, su
originalidad a cada pueblo: Su identidad cultural. Esa identidad,
que distingue a unos pueblos de otros, que aporta diversidad y
colorido a la cultura universal, es, la definitiva,
expresión de la conexión existente entre todas las
culturas y de lo humano plasmado en ellas.

Las palabras del filósofo mexicano Leopoldo Zea
ilustran al respecto de la forma siguiente: (…) "Todos los
hombres son iguales porque son diferentes; lo distinto es lo que
lo convierte en iguales. Tenemos que entrar en la historia con el
signo de la libertad. (…) cada pueblo, cada cultura, tiene
que asumirse a sí misma, la identidad la trae cada pueblo
consigo, lo que hay es que sacarla a flote. El proyecto cultural
latinoamericano implica reconocernos en lo que somos y lo que son
los demás, autoafirmarnos culturalmente, reconociendo la
existencia de otras culturas y concepciones diferentes.
[18]

Todo esto nos conlleva a determinar que para asumir
conscientemente una identidad cultural dada, no puede en modo
alguno significar para un pueblo encerrarse en sí mismo.
La búsqueda de sus raíces históricas y
culturales debe ser premisa para sintetizar de forma novedosa y
original las influencias ejercidas por otras culturas manteniendo
el espíritu propio.

Es por eso que la identidad cultural, en este sentido,
representa la condición del progreso de los individuos,
grupos, naciones, a través de los cuales se expresa la
voluntad colectiva de enriquecer el acervo
común.

En el siglo XIX, la cultura cubana se encontraba animada
de un espíritu renovador que, dimanaba del proceso de
surgimiento y afianzamiento paulatino de la nacionalidad,
vinculado en lo fundamental al proceso de liberación de la
colonia alentado, intelectualmente, por los héroes de la
guerra de independencia.

La conversión del país posteriormente en
una neocolonia, y la frustración espiritual que esto
significó, dieron al traste sin embargo con el aliento
renovador que existía en el siglo precedente en la
cultura. La época de la seudorrepública se
encontró signada en el ámbito cultural por una
crisis que se caracterizó por el periodismo y la
desorientación, aspectos que se reflejaron en la obra de
muchos intelectuales. Sobre esto afirma Carlos Rafael
Rodríguez: (…) "solo voces aisladas, entre los que
descollara la de Manuel Sanguily, mantenían el acento
combativo contra la penetración extranjera que se
apoderaba lentamente del patriotismo cubano y conocía el
espíritu nacional, debitándolo y
desfigurándolo."[19]

En cuanto a la identidad cultural, Armando Hart
Dávalos, transcribe y asume el concepto ofrecido por la
UNESCO, que dice que: (…) "es el sentimiento que
experimentan los miembros de una colectividad que se reconocen en
esa cultura y de no poder expresarse con fidelidad y
desarrollarse plena y libremente si no es a partir de ella.
[20]

La prestigiosa intelectual cubana: Graciela Pogolotti
afirma que la "identidad"; en primera instancia, es la identidad
del hombre que se reconoce en su comunidad más inmediata,
pero, en tercer lugar, es la identidad del hombre que se conoce
en una comunidad más amplia." (…)
[21]y añade; "la identidad cultural" es un
proceso abierto al cual el propio devenir histórico en el
que estamos inmersos va añadiendo progresivamente nuevos y
enriquecedores elementos."[22] La identidad para
esta autora la constituye básicamente, un conjunto de
valores históricos, valores propiamente culturales en el
sentido total y amplio del término y valores estrictamente
artísticos. Mientras que para la investigadora y profesora
universitaria Nora Araujo, la identidad cultural podría
definirse, entonces, como el conjunto de signos
histórico-culturales que determinan la especificidad de la
región y con ello, la posibilidad de su reconocimiento en
una relación con la comprensión del nexo entre lo
igual y lo diferente, presente en filosofía y de alguna
manera en matemática, puede resolverse la precisión
y el contenido de este concepto. (…)
[23]

El problema de la identidad cultural y su
búsqueda es propio de una fase determinada del desarrollo
de un país o región, entre los signos que
constituyen y diseñan la identidad cultural, la literatura
es considerada como espacio ideal para el registro y el
reconocimiento en la toma de conciencia.

El marxismo y lo más auténtico del
pensamiento cubano y latinoamericano han nutrido nuestra
cosmovisión de la cultura y la identidad, nos ha permitido
una comprensión estructural y esencialista de la sociedad
y la acción social transformadora, nos ha permitido
valorar otras prácticas y otros discursos; pero la
identidad, en un discurso filosófico auténtico, no
puede ni debe ser concebida como inquietud y búsqueda de
raíces, sino como toma de conciencia de nuestro
ser-realidad, vivir en ella y transformarla, hacerla conforme a
nuestros intereses y cultura propios. El filósofo en
nuestro país es a la vez que sujeto, como individualidad
del propio proceso histórico en que vive, compañero
y parte del nosotros.

En torno a la identidad se han presentado
clasificaciones y distinciones, sin embargo, no se han
determinado debidamente dos tendencias intrínsecas en su
desarrollo, la identidad de la mismidad y la identidad en la
diferencia. Precisamente, es Hegel quien expone la identidad en
la diferencia, lo concreto como síntesis de
múltiples determinaciones y la mediación de las
partes opuestas. También en la filosofía alemana
Herder planteó la unidad entre la naturaleza y la
historia, y las "necesidades elementales", entre ellas las de
territorio, lengua y costumbres, mediante las cuales el hombre
está unido a una determinada comunidad. Filosofías
que influyeron en pensadores iberoamericanos y deben considerarse
antecedentes históricos-teóricos de la identidad
cultural.[24]

Para Lucía Guerra, profesora de la universidad de
California, la identidad cultural es "un concepto eminentemente
europeo" (Guerra, 1987,1047). Mientras que el filósofo
argentino Hugo E. Biagini, en su aportador libro:
"Filosofía americana e identidad" (1989), afirma
que el nuevo concepto de la identidad cultural empieza a
verificarse sistemáticamente con el proceso de
descolonización de Asia y África,
aplicándose luego a la circunstancia latinoamericana. En
su gestación se ha interpretado que convergen varios
elementos: el cuestionamiento del eurocentrismo por parte de
diversos científicos e intelectuales, los pueblos
desprovistos de voz y que al emanciparse bucean en sus
quebrantadas raíces originarias y la defensa frente a los
medios masivos de comunicación manipulados para
homogenizarlo todo en el modelo dominante y ajeno a las
modalidades vernáculas. (Biagini, 1989,38).

El autor concuerda con el criterio del Dr. Miguel Rojas,
cuando plantea que multilateralidad de elementos, expresiones y
contextos que conforman la identidad cultural, los enfoques
diferentes (Rojas Gómez, 1997, 74-79), la
pretensión de algunos analistas de negarla, el surgimiento
de nuevas problemáticas sociales y culturales exigen una
redefinición de la misma.

Es cierto que todo el sistema de hechos, acontecimientos
y factores económicos, políticos,
científico-tecnológicos, sociales, culturales y
antropológicos señalados llevan a repensar y a
redefinir la identidad cultural. Sin obviar los estudios sobre la
misma, la tematización desde una u otra perspectiva de la
cultura, corriente o autor. Por tanto esta investigación
asume el criterio del Dr. Miguel Rojas quien define y expresa
conceptualmente que, la identidad cultural: es la
condición del ser humano que caracteriza la manera
común de vivir en el tiempo y el espacio, un quehacer
concreto del hombre en el proceso de creación y
re-creación, objetivación y subjetivación,
producción y reproducción de la cultura y la
sociedad misma. Ella constituye una síntesis de
múltiples determinaciones de la identidad en la diferencia
que comporta un universal concreto
situado.[25]

Principios
matrices de la identidad cultural y su
direccionalidad

Teniendo en cuenta lo planteado por el Dr. Miguel Rojas
y su concepto redefinido en cuanto a la identidad cultural es
necesario plantear que sus principios matrices o fundamentos
[26]son:

1). El término identidad cultural es de
índole filosófico-antropológico y
sociocultural, y no de naturaleza socio psicológica como
afirman algunos estudiosos del tema, porque el principio socio
psicológico de identificación-diferenciación
en la relación con otros grupos, culturas y sociedades es
tan solo inherente a la psicología social, que es, a su
vez, un contexto de la identidad cultural y no la identidad
cultural misma. Y aunque el proceso de producción de
respuestas y valores en la comunicación y el
diálogo es importante, así como la
asimilación de lo creado por otras culturas, lo más
importante es el proceso de producción y creación
de la cultura y la sociedad como totalidad concreta.

2). Es uno de los conceptos socioculturales de
máxima generalización, por eso es una
categoría omnicomprensiva que incluye determinaciones
históricas y geográficas, individuales y
colectivas, materiales y espirituales, científicas y
tecnológicas, teóricas y
prácticas.

3). Constituye una síntesis de múltiples
determinaciones. Es decir, la creación o
construcción de un todo por integración de las
partes, en este caso por determinaciones y contextos
culturales.

4). Las determinaciones y contextos que la confirman
tienen carácter concreto y relativo. Significa que una
identidad cultural específica puede coincidir e
interactuar con otras identidades culturales, ya en lo
económico, lo político, lo
científico-tecnológico, la lengua, la
religión, etc.

5). Toda verdadera identidad es identidad en la
diferencia. La identidad para ser tal necesita de la diferencia,
y la diferencia supone siempre la identidad, si no hubiese
diferencia, no habrían referencias para saber lo que es
idéntico.

6). La identidad cultural, identidad en la diferencia,
representa una diferencia específica al permitir
comprender la diferencia entre una u otra cultura. Es el
principio del multiculturalismo, sin llegar al extremo del
particularismo o relativismo cultural.

7). Representa la identidad abierta, por lo que en su
esencia debe contener el diálogo intercultural con el
otro, en condiciones de igualdad, sin la mismidad
excluyente.

8). Reconoce la dignidad del otro y la autonomía
cultural de las minorías dentro del marco de la identidad
nacional, expresión de la identidad en la
diferencia.

9). Constituye una identidad colectiva y humana formada
por un sistema de relaciones socioculturales.

10). Su portador no es el hombre abstracto, sino el
hombre concreto, por hombre universal y por concreto
específico.

11). Conjuga lo autóctono y lo universal, a modo
de dialéctica de lo general y lo particular a
través de la mediación.

12). Comporta un universal concreto situado. La
síntesis que conforma la universalidad se asume desde el
aquí y el ahora.

13). Se manifiesta en espacios específicos y
tiempos definidos. El espacio o territorio no tiene
carácter absoluto, pues han existido y existen expresiones
de identidad cultural que han perdurado y se han desarrollado
fuera del territorio nacional, regional o continental, pero han
reflejado sociedades específicas. Lo característico
es que toda identidad se despliega en un espacio
geo-socio-cultural-concreto.

14). Puede manifestarse inconscientemente en individuos
y grupos, mas es un proceso consciente, el cual es necesario
asumir para contribuir a la reafirmación y desarrollo de
la misma.

15). La integración representa el factor
consciente y práctico de la misma, así está
operando hoy en contextos como el de la economía con las
distintas uniones continentales o regionales.

16). Presupone la libertad como totalidad, en cada una
de las determinaciones y contextos culturales.

17). Representa una continuidad en la apertura y ruptura
en la continuidad.

18). Tiene carácter histórico concreto.
Varía con las circunstancias, con el espacio y el tiempo.
Sufre procesos de crisis y lysis, ajustes y reajustes,
desintegraciones parciales y nuevas integraciones.

19). Se forma en la interacción de la
tradición y la aculturación, dando como resultante
la transculturación. La tradición del latín
traditio, equivale a entregar, trajere, lo que pasa de una
época, generación o cultura a otra. En tanto
aculturación, del inglés acculturation, corresponde
a la adaptación a otra cultura por la pérdida de la
propia, en lo fundamental. Culturalmente estas antítesis
generan la transculturación, cuya
preposición-trans-indica lo que pasa, en este caso, de una
cultura a otra, produciéndose la génesis de la
identidad cultural.

20). Por su direccionalidad puede manifestarse
históricamente como identidad vertical, formada desde
arriba, e identidad horizontal, creada por expansión de
las cultura en el pueblo.

Se está de acuerdo con el Dr. Miguel Rojas
Gómez cuando plantea que la identidad cultural se
construye por la actividad y la voluntad de los hombres en el
quehacer histórico, social y cultural. Tendencial y
genéticamente, por su direccionalidad, la primera
manifestación de la identidad cultural es la identidad
vertical, se forma desde arriba, por acción
hegemónica de la dominación o la conquista y
colonización expansiva, el pueblo vencedor impone sus
patrones y modo de vida culturales al dominado o vencido.
Así lo revela la historia universal desde la
antigüedad hasta la modernidad.

Casi simultáneamente, con el descubrimiento de
América, se reprodujo aquel proceso, pero con mucha
más violencia y destrucción para las culturas
precolombinas, muchas de las cuales sucumbieron. Por efecto de la
conquista y colonización, desde arriba, verticalmente, se
impuso la cultura del vencedor. Durante los tres siglos en que la
América hispana fue colonia de España,
predominó la identidad cultural vertical (Rojas
Gómez, 1994, 82-84) se produjo la latinización y
españolización y americanización de sus
colonias y de la propia España.

La identidad vertical, que generalmente precede a la
identidad horizontal, por la expansión e
irradiación de la cultura hegemónica comienza a ser
asimilada y dar paso a la identidad cultural horizontal. En
iberoamérica, el castellano o el portugués como
lenguas, la religión católica, la arquitectura y la
plástica barrocas, la cultura material con la
introducción de plantas como el trigo, animales como el
caballo y el ganado vacuno, la tecnología de
explotación de las minas y el cultivo de la caña de
azúcar, y las haciendas como centros económicos y
culturales, son algunos contextos y factores culturales que
hablan del surgimiento de la identidad horizontal, fruto de la
comunicación, el intercambio de expresiones culturales de
los pueblos..

Además, no puede obviarse que entran en
éstas las aportaciones indígenas y las
contribuciones africanas por efecto del mestizaje
étnico-cultural. El conocimiento de la naturaleza, el
aporte de frutas y plantas comestibles como la papa, el
maíz, el cacao, la piña y otros productores de
placer como el tabaco, etc. Cientos de palabras que circulan en
el español, provenientes principalmente de la familia
arahuaca, el náhualt, el quechua y el
tupí-guaraní. La resurrección de
ídolos e imágenes de las creencias indígenas
y africanas que ensanchan el cristianismo católico,
proceso que llevó a afirmar al brasileño Silvio
Romero la existencia de una religión mestiza. La
contribución africana a la música, que según
el cubano Fernando Ortiz, produjo la transculturación
blanca de los tambores negras, incluida Europa.

Todos estos contextos y determinaciones culturales y
otros no enumerados, contribuyeron a la transmisión y
fusión de culturas, a la formación de la identidad
horizontal. Todas y todos tributaron a trascender la identidad
político-administrativa del régimen colonial, que
al entrar en crisis provocó las guerras de independencia
hispanoamericanas, ruptura político-jurídica con la
metrópoli, pero no con la cultura hispana e
ibérica, que continuó viva, a través de la
cual España, Portugal, Francia y otras culturas europeas
están presentes culturalmente en América en
identidad de diferencia.

Con los siglos, la formación de las naciones, el
desarrollo económico, social,
científico-técnico, el aumento de la
intercomunicación e intercambio culturales, la identidad
vertical tiene cada vez menos peso en la sociedad, sin embargo no
ha desaparecido. Pero existe en la cultura política
dictatorial contemporánea, de izquierda y de derecha,
aunque su radio de acción es menor que en centurias
pasadas. Los contextos culturales como leer y escribir,
conocimientos científicos y tecnología, el
ejercicio de la política, el disfrute del arte y la
literatura, la asequibilidad a los bienes materiales y
económicos, no están horizontalmente al alcance de
todos los grupos y países por igual, sobre todo en
países del tercer mundo. Todo esto afecta la identidad
cultural y hasta la físico-humana misma.

Si valoramos la identidad cultural en el contexto
actual, en pleno siglo XXI, notamos que estamos viviendo un nuevo
y sofisticado proceso de desculturación, entendida como
mecanismo consciente de desarraigo de la cultura como finalidad
económica, ya que se expanden de forma incontrolada las
creaciones culturales más enajenadas, que gracias a la
competitividad y al amparo millonario de los grupos de poder
financiero se imponen a nuestras genuinas creaciones
culturales.

Es cierto que la problemática cultural bien
entendida debe armonizar lo auténtico, lo genuino, con los
elementos universales, partimos también de que en su
esencia más profunda, la cultura es universal desde el
punto de vista genérico, por ser creación
práctico espiritual de los hombres, en tal sentido
sería absurdo negar las posibilidades de conocer otros
valores que por su universalidad nos pertenecen, el peligro
está en que lo que se difunde encierra un mensaje ajeno y
hostil por completo a nuestra idiosincrasia e identidad, y es
utilizado como vía para borrar los valores espirituales
auténticos.

La mistificación de los valores culturales
conduce a la pérdida de la fidelidad y el amor a las
tradiciones y costumbres, anulándose la convicción
de la existencia de su ser esencial, y se destruye junto con su
identidad cultural, su propio yo, su identidad como pueblo. Al
mismo tiempo se suprime al sujeto histórico capaz de
convertir en realidad las posibilidades de ejecución de un
proyecto cultural auténtico. Significa además la
renuncia, la ruptura con un pasado que, al seguir los esquemas
preestablecidos por el colonizador, lo avergüenzan. El punto
de partida de su historia no está entonces en el
indígena autóctono y milenario, sus tradiciones y
costumbres parecen primitivas y salvajes ante el empuje de los
paradigmas de civilización que le impone.

Es cierto que la cultura postmoderna se ha tornado en
"multiculturalismo" o "pluriculturalismo", no en el sentido de
cultura supranacional o supraestatal, sino incluso dentro de las
propias fronteras nacionales, proliferan subculturas, se pierden
los patrones culturales, todo es diferente e igualmente
lícito, en fin, como plantea la Dra. Nereida Moya Padilla
que: (…) el hombre en los marcos de la cultura es un
astronauta; que abre paso a un proceso de personalización
o individualismo total.[27]

Por otra parte la Dra. Nora Araujo nos alerta de
que… "el peligro posmodernista en la consideración
de la cultura y por ende de la identidad cultural, como conjunto
de signos históricos culturales que determinan la
especificidad de una región"…[28];
estriba en que ese cuestionamiento de todo, en esa renuncia total
con el pasado se pierde entonces lo que da sentido a las
múltiples manifestaciones de su historia pasada y a los
proyectos futuros que sobre ella se rigen.

La consideración del postmodernismo en el
ámbito cultural, no debe a nuestro juicio, convertirse en
disquisiciones conceptuales en los que se afirme o niegue si
nuestros patrones culturales son postmodernos o no, lo más
significativo desde nuestra óptica es defender nuestra
autenticidad cultural, nuestros valores, como vía para
proyectarnos universalmente y alcanzar una civilización
superior.

Al reafirmar nuestros valores culturales, nuestra
identidad, creamos el espacio necesario que nos permite
insertarnos en ese conjunto de valores denominados postmodernos,
proceso que no hay que forzar si no que se produce
espontáneamente por la propia dialéctica de lo
universal y lo particular y por la obvia necesidad de interactuar
en este mundo unipolar y globalizado, con el fin expreso de
contribuir a actuar sobre él. En este sentido Pablo
Guadarrama comenta que eso significa no ignorar la postmodernidad
sino ponerla en función de nuestras demandas
históricas.

Por tanto la problemática en torno a la identidad
cultural asume, para nuestra región, una extraordinaria
significación, pues es la cultura la que en última
instancia confiere al desarrollo su verdadera finalidad, de
ahí que preservarla, consolidarla y enriquecerla, es deber
de cada pueblo con lo que, al mismo tiempo, se contribuye a la
riqueza del patrimonio común de la humanidad.

San Salvador de
Bayamo y su aporte a la identidad cultural durante la etapa
colonial

Al estudiar los rasgos distintivos de la región
bayamesa se constata que la antigua jurisdicción de la
villa de San Salvador de Bayamo abarcaba un intenso territorio,
que comprendía el área de los actuales municipios
de la provincia de Granma, las Tunas, Holguín y parte de
Santiago de Cuba y a partir de aquí se fueron derivando
una diversidad de zonas a lo largo de los siglos.

Partes: 1, 2

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