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Historia del cristianismo y de la reforma. Las 95 tesis de Lutero




Enviado por DIEGO CALVO



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. La
    historia contextualizada
  3. Pensadores protestantes del siglo
    XVI
  4. Conclusión
  5. Bibliografía

Breve trabajo que trata de acercarse a
algunos de los aspectos relacionados con la figura del reformador
pero sin entrar en lo mundialmente conocido. Buscamos poner en
duda el hecho de que fueran "clavadas" tal y como se mantuvo en
un principio, así como, trataremos de ver la supuesta
locura de Lutero.

INTRODUCCIÓN

Se ha escrito tanto de Lutero, que no
quisiera ser éste, otro trabajo de muchos que pudieran
cansar la lectura de aquellos que se acerquen a él y que
tampoco quiero que sea, por otro lado, un trabajo ya visto muchas
veces antes.

Se trata por tanto, de reflexionar sobre
ese hecho tan famoso como aquellas 95 tesis que el monje Lutero
publicitó ante el mundo. Algo que cambiaría la
historia no sólo de esa Europa sometida, sino de todo un
mundo que ni imaginaba lo que podría suponer una vida sin
la reforma.

Muchos fueron los aspectos que se
desencadenaron para que

finalmente llegara la luz, a las almas
confundidas. Muchos son los interrogantes de entonces y
quizá de ahora, relacionados especialmente con algo que me
llama la atención. ¿Cómo pudo ser que no se
permitiera la lectura libre de la Escritura Sagrada?
¿Cómo nadie pudo leer o enseñar que nuestro
Dios es un Dios de amor, de libertad, que desea comunicarse con
nosotros a través de su palabra? ¿Cómo es
que se oprimió y en nombre de Dios se instauró una
época de terror y de sangre sin precedentes?

En mi breve trabajo, sólo arrojo
algunas pinceladas, nada originales sobre esas tesis que
cambiaron la historia. Sin embargo, se trata de aspectos que a
pesar de haber sido elaborados y analizados ampliamente por
especialistas en la materia, para mí, un estudiante de
2º resultan como mínimo, inquietantes.

1.- LA HISTORIA
CONTEXTUALIZADA

La influencia que Martín Lutero pudo
tener, se explica por la situación cultural,
política y personal. Dios escogió la buena persona
y el buen momento para llevar Su palabra al mundo1

En 1517 fray Martín Lutero,
envío al arzobispo de Magdeburgo, Alberto de Brandeburgo
una carta pidiendo se pusiera fin a los abusos en la
predicación de las indulgencias en la diócesis e
instándole a una controversia sobre el tema. Adosaba sus
95 tesis sobre las indulgencias que aquí presentamos. En
la carta el fraile agustino le decía al
arzobispo:

«Perdóname,
reverendísimo padre en Cristo y príncipe
ilustrísimo, que yo, hez de los hombres, sea tan
temerario, que me atreva a dirigir esta carta a la cumbre de tu
sublimidad…. Bajo tu clarísimo nombre se hacen circular
indulgencias papales para la fábrica de San Pedro, en las
cuales yo no denuncio las exclamaciones de los predicadores, pues
o las he oído, sino que lamento las falsísimas
ideas que concibe el pueblo por causa de ellos. A saber: que las
infelices almas, si compran las letras de indulgencia,
están seguras de su salvación eterna; ítem,
que las almas vuelan del purgatorio apenas se deposita la
contribución en la caja; además que son tan grandes
los favores, que no hay pecado por enorme que sea, que no pueda
ser perdonado aunque uno hubiera violado —hipótesis
imposible— a la misma Madre de Dios; y que

el hombre queda libre, por estas
indulgencias, de toda pena y culpa. ¡Oh Dios Santo! Tal es
la doctrina perniciosa que se da, Padre óptimo, a las
almas encomendadas a tus cuidados. Y se hace cada vez más
grave la cuenta que has de rendir de todo esto. Por eso, no pude
por más tiempo callar…. ¿Qué hacer,
excelentísimo prelado e ilustrísimo
príncipe, sino rogar a tu Reverendísima Paternidad
se digne mirar esto con ojos de paternal solicitud y suprimir el
librito e imponer a los predicadores de las indulgencias otra
forma de predicación, no sea que alguien se levante por
fin, y con sus publicaciones los refute a ellos y a tu librito,
con vituperio sumo de tu Alteza?… Desde Wittenberg 1517, en la
vigilia de Todos los Santos. Martín Lutero, agustiniano,
doctor en sagrada teología.»2

¿Qué creía
Lutero?…

1.1 DEFINIENDO CONCEPTOS

Romanos 1:17, que cambia su
vida:

"Porque en el evangelio la justicia de
Dios se revela por fe y para fe, como está escrito
:
Mas el justo por la fe vivirá"3

NOVENTA Y CINCO
TESIS
Principios redactados por Martín Lutero y
fijados en la puerta de la iglesia de Wittenberg, en Alemania, el
31 de octubre de

1517.

Entre otras cosas, las tesis
combatían la venta de indulgencias por parte de la Iglesia
Católica, y realzaba la verdad bíblica de la
salvación por la fe en Jesucristo. Es el documento
más importante de la Reforma Protestante.4

LUTERO,
MARTÍN
—Protagonista de la Reforma Protestante,
Lutero (1483–

1546) fue uno de los monjes agustinianos
más disciplinados y competentes de su tiempo. Mediante sus
estudios de las Sagradas Escrituras, llegó a desacuerdos
con la Iglesia Católica en cuanto a la
justificación por la fe. Se opuso a la venta de
indulgencias y otros abusos del clero.

El punto cumbre de su ministerio fue cuando
fijó a la puerta de la Iglesia de Wittenberg las
Noventa y cinco tesis, en las que exponía los
puntos fundamentales de la Reforma. Por causa de su actitud, fue
excomulgado por el papa.5

REFORMA PROTESTANTE—[Del lat.
reformare, dar nueva forma] Movimiento que,
basándose en la soberanía de las Sagradas
Escrituras en materia de fe y práctica, intentó
reformar la Iglesia Católica, guiándola al
espíritu del Nuevo Testamento. La reforma culminó
el 31 de octubre de 1517, cuando Martín Lutero fijó
sus 95 tesis en la puerta de la Iglesia de Wittenberg, condenando
la venta de las indulgencias y proponiendo el inmediato retorno
a

la pureza doctrinal del cristianismo. La
esencia de este movimiento que, posteriormente tomaría el
nombre de protestantismo, era la temática de la
justificación por la fe.6

INDULGENCIA. Según la fe
católica romana, es la remisión de la deuda
debida a Dios por el pecado después que la
culpa ha sido perdonada. La remisión tiene que ver
con el período de corrección y disciplina en
el Purgatorio. Se dice que esto es posible debido al
«tesoro de méritos» que se supone ha sido
acumulado por Jesús, la virgen María y los
santos. La venta de i por parte de oficiales
inescrupulosos de la ICR fue uno de los abusos que llevó a
Martín Lutero (1483–1546) a elaborar sus 95 tesis,
que pusieron en marcha la Reforma.7

REFORMA. 1. Movimiento dentro
del cristianismo occidental entre los s. XIV y XVII, que
llevo a la separación de las iglesias protestantes
de la ICR. La cuestión principal fue la autoridad
del Papa, pero cuestiones doctrinales tales como el sig.
preciso de la eucaristía, y la autoridad y
accesibilidad de las Escrituras, también fueron
importantes. (Ver protestantismo). 2. La
identificación de los evangélicos
latinoamericanos con la R no ha sido siempre adecuada.
CLADE III señala: «Afirmar nuestra
identidad evangélica implica reafirmar nuestro
compromiso con la herencia de la R. No significa
asumir una postura acrítica respecto a nuestra
tradición, doctrinas o
misionología. Como iglesias estamos llamados a
reformarnos permanentemente a la luz de las Escrituras como
palabra final.»8

Desde 1514, Lutero no era solamente
profesor en la Universidad de Wittenberg, pero también
predicador de la iglesia en la ciudad de Wittenberg y se ocupaba
de la salvación de los feligreses. Llega a la
conclusión que las personas venían de menos en
menos a él para confesarse, pues iban ciudades como
Jüterborg o zerbst, para comprar indulgencias9

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1.2 LA TEOLOGÍA DE MARTÍN
LUTERO

"Los amigos de la cruz afirman que la cruz
es buena y que las obras son malas, porque mediante la cruz las
obras son derrocadas y el viejo Adán, cuya fuerza
está en las obras, es crucificado."

Martín Lutero

Antes de continuar narrando la vida de
Lutero, y su labor reformadora, debemos detenernos a considerar
su teología, que fue la base de esa vida y esa obra. Al
llegar el momento de la dieta de Worms, la teología del
Reformador había alcanzado su madurez. A partir de
entonces, lo que Lutero hará será sencillamente
elaborar las consecuencias de esa teología. Por tanto,
éste parece ser el momento adecuado para interrumpir
nuestra narración, y darle al lector una idea más
adecuada de la visión que Lutero tenía del mensaje
cristiano. Al contar su peregrinación espiritual, hemos
dicho algo acerca de la doctrina de la justificación por
la fe. Pero esa doctrina, con todo y ser fundamental, no es la
totalidad de la teología de Lutero-

La Palabra de Dios

Es de todos sabido que Lutero trata de
hacer de la Palabra de Dios el punto de partida y la autoridad
final de su teología. Como profesor de Sagrada Escritura,
la Biblia tenía para él gran importancia, y en ella
descubrió la respuesta a sus angustias espirituales. Pero
esto no quiere decir que Lutero sea un biblicista rígido,
pues para él la Palabra de Dios es mucho más que la
Biblia. La Palabra de Dios es nada menos que Dios
mismo.

Esta última aseveración se
basa en los primeros versículos del Evangelio de Juan,
donde se dice que "al principio era la Palabra, y la Palabra era
con Dios, y la Palabra era Dios". Las Escrituras nos dicen
entonces que, en el sentido estricto, la Palabra de Dios es Dios
mismo, la segunda persona de la Trinidad, el Verbo que se hizo
carne y habitó entre nosotros. Luego, cuando Dios habla,
lo que sucede no es sencillamente que se nos comunica cierta
información, sino también y sobre todo que Dios
actúa. Esto puede verse también en el libro de
Génesis, donde la Palabra de Dios es la fuerza creadora.
"dijo Dios. . .". Luego, cuando Dios habla Dios crea lo que
pronuncia. Su Palabra, además de decirnos algo, hace algo
en nosotros y en toda la creación.

Esa Palabra se encarnó en
Jesucristo, quien es a la vez la máxima revelación
de Dios y su máxima acción. En Jesús, Dios
se nos dio a conocer. Pero también en El venció a
los poderes del maligno que nos tenían sujetos. La
revelación de Dios es también la victoria de
Dios.

La Biblia es entonces Palabra de Dios, no
porque sea infalible, o porque sea un manual de verdades que los
teólogos puedan utilizar en sus debates entre

sí. La Biblia es Palabra de Dios
porque en ella Jesucristo se llega a nosotros. Quien lee la
Biblia y no encuentra en ella a Jesucristo, no ha leído la
Palabra de Dios. Por esto Lutero, al mismo tiempo que
insistía en la autoridad de las Escrituras, podía
hacer comentarios peyorativos acerca de ciertas partes de ellas.
La epístola de Santiago, por ejemplo, le parecía
ser "pura paja", porque en ella no se trata del evangelio, sino
de una serie de reglas de conducta. También el Apocalipsis
le causaba dificultades. Aunque no estaba dispuesto a quitar
tales libros del canon, Lutero confesaba abiertamente que se le
hacía difícil ver a Jesucristo en ellos, y que por
tanto tenían escaso valor para él. Esta idea de la
Palabra de Dios como Jesucristo era la base de la respuesta de
Lutero a uno de los principales argumentos de los
católicos. Estos argüían que, puesto que era
la iglesia quien había determinado qué libros
debían formar parte del canon bíblico, la iglesia
tenía autoridad sobre las Escrituras. La respuesta de
Lutero era que, ni la iglesia había creado la Biblia, ni
la Biblia había creado a la iglesia, sino que el evangelio
las había creado a ambas. La autoridad final no radica en
la Biblia ni en la iglesia, sino en el evangelio, en el mensaje
de Jesucristo, quien es la Palabra de Dios encarnada. Puesto que
la Biblia da un testimonio más fidedigno de ese evangelio
que la iglesia corrompida del papa, y que las tradiciones
medievales, la Biblia tiene autoridad por encima de esa iglesia y
esas tradiciones, aun cuando sea cierto que, en los primeros
siglos, fue la iglesia la que reconoció el evangelio en
ciertos libros, y no en otros, y determinó así el
contenido del canon bíblico.

El conocimiento de Dios

Lutero concuerda con buena parte de la
teología tradicional al afirmar que es posible tener
cierto conocimiento de Dios por medios puramente racionales o
naturales. Este conocimiento le permite al ser humano saber que
Dios existe, y distinguir entre el bien y el mal. Los
filósofos de la antigüedad lo tuvieron, y las leyes
romanas muestran que por lo general los paganos sabían
distinguir entre el bien y el mal. Además, los
filósofos llegaron a la conclusión de que hay un
Ser Supremo, del cual todas las cosas derivan su
existencia.

Pero ése no es el verdadero
conocimiento de Dios. A Dios no se le conoce como quien usa una
escalera para subir al tejado. Todos los esfuerzos de la mente
humana por elevarse al cielo, y conocer a Dios, resultan
fútiles.

Eso es lo que Lutero llama "teología
de la gloria". Tal teología pretende ver a Dios tal cual
es, en su propia gloria, sin tener en cuenta la distancia enorme
que separa al ser humano de Dios. Lo que la teología de la
gloria hace en fin de cuentas es pretender ver a Dios en aquellas
cosas que los humanos consideramos más valiosas, y por
tanto habla del poder de Dios, la gloria de

Dios y la bondad de Dios. Pero todo esto no
es más que hacer a Dios a nuestra propia imagen, y
pretender que Dios es como nosotros quisiéramos que
fuese.

El hecho es que Dios en su
revelación se nos da a conocer de un modo muy distinto. La
suprema revelación de Dios tiene lugar en la cruz de
Cristo, y por tanto Lutero propone que, en lugar de la
"teología de la gloria", se siga el camino de la
"teología de la cruz". Lo que tal teología busca es
ver a Dios, no donde nosotros quisiéramos verle, ni como
nosotros quisiéramos que fuera, sino donde Dios se revela,
y tal como se revela, es decir, en la cruz. Allí Dios se
manifiesta en la debilidad, en el sufrimiento, en el
escándalo. Esto quiere decir que Dios actúa de un
modo radicalmente distinto a cómo podría esperarse.
Dios, en la cruz, destruye todas nuestras ideas preconcebidas de
la gloria divina.

Cuando conocemos a Dios en la cruz, el
conocimiento anterior, es decir, todo lo que sabíamos
acerca de Dios mediante la razón o por la ley interior de
la conciencia, cae por tierra. Lo que ahora conocemos de Dios es
muy distinto de ese otro supuesto conocimiento de Dios en su
gloria.

La ley y el evangelio

A Dios se le conoce verdaderamente en su
revelación. Pero aun en su misma revelación, Dios
se nos da a conocer de dos modos, a saber, la ley y el evangelio.
Esto no quiere decir sencillamente que primero venga la ley, y
después el evangelio. Ni quiere decir tampoco que el
Antiguo Testamento se refiera a la ley, y el Nuevo al evangelio.
Lo que quiere decir es mucho más profundo. El contraste
entre la ley y el evangelio da a entender que, cuando Dios se
revela, esa revelación es a la vez palabra de
condenación y de gracia.

La justificación por la fe, el
mensaje del perdón gratuito de Dios, no quiere decir que
Dios sea indiferente al pecado. No se trata sencillamente de que
Dios nos perdone porque en fin de cuentas nuestro pecado le tenga
sin cuidado. Al contrario, Dios es santo, y el pecado le repugna.
Cuando Dios habla, el contraste entre su santidad y nuestro
pecado nos aplasta, y ésa es la ley.

Pero al mismo tiempo, y hasta a veces en la
misma Palabra, Dios pronuncia su perdón sobre nosotros.
Ese perdón es el evangelio, y es tanto más grande
por cuanto la ley es tan sobrecogedora. No se trata entonces de
un evangelio que nos dé a entender que nuestro pecado no
tiene mayor importancia, sino de un evangelio que, precisamente
debido a la gravedad del pecado, se torna más
sorprendente.

Cuando escuchamos esa palabra de
perdón, la ley, que antes nos resultaba onerosa y hasta
odiosa, se nos torna dulce y aceptable. Comentando sobre el
Evangelio de Juan, Lutero dice: Antes no había en la ley
delicia alguna para mí. Pero ahora descubro que la ley es
buena y sabrosa, y que me ha sido dada para que viva, y ahora
encuentro en ella mi delicia. Antes me decía lo que
debía hacer. Ahora empiezo a ajustarme a ella. Y por ello
ahora adoro, alabo y sirvo a Dios.

Esta dialéctica constante entre la
ley y el evangelio quiere decir que el cristiano es a la vez
justo y pecador. No se trata de que el pecador deje de serlo
cuando es justificado. Al contrario, quien recibe la
justificación por la fe descubre en ella misma cuán
pecador es, y no por ser justificado deja de pecar. La
justificación no es la ausencia de pecado, sino el hecho
de que Dios nos declara justos aun en medio de nuestro pecado, de
igual modo que el evangelio se da siempre en medio de la
ley.

La iglesia y los
sacramentos

Lutero no fue ni el individualista ni el
racionalista que muchos han hecho de él. Durante el siglo
XIX, cuando el individualismo y el racionalismo se hicieron
populares, muchos historiadores dieron la impresión de que
Lutero había sido uno de los precursores de tales
corrientes. Esto iba frecuentemente unido al intento de hacer
aparecer a Alemania como la gran nación, madre de la
civilización moderna y de todo cuanto hay en ella de
valioso. Lutero se convertía entonces en el gran
héroe alemán, fundador de la modernidad.

Pero todo esto no se ajusta a la verdad
histórica. El hecho es que Lutero distó mucho de
ser racionalista. Basten para probarlo sus frecuentes referencias
a "la cochina razón", y "esa ramera, la razón". En
cuanto a su supuesto individualismo, la verdad es que éste
era más poderoso entre los renacentistas italianos que en
el reformador alemán, y que en todo caso Lutero le daba
demasiada importancia a la iglesia para ser un verdadero
individualista.

A pesar de su protesta contra las doctrinas
comúnmente aceptadas, y de su rebeldía contra las
autoridades de la iglesia romana, Lutero siempre pensó que
la iglesia era parte esencial del mensaje cristiano. Su
teología no era la de una comunión directa del
individuo con Dios, sino que era más bien la de una vida
cristiana en medio de una comunidad de fieles, a la que
repetidamente llamó "madre iglesia".

Si bien es cierto que todos los cristianos,
por el solo hecho de ser bautizados, son sacerdotes, esto no
quiere decir que cada uno de nosotros deba bastarse por sí
mismo para llegarse a Dios.

Naturalmente, sí hay tal
comunicación directa con el Creador. Pero hay
también una responsabilidad orgánica. El ser
sacerdotes no quiere decir que solamente lo seamos para nosotros
mismos, sino que lo somos también para los demás, y
los demás son sacerdotes para nosotros. En lugar de abolir
la necesidad de la iglesia, la doctrina del sacerdocio universal
de los creyentes la aumenta. Claro está que no necesitamos
ya de un sacerdocio jerárquico que sea nuestro
único medio de llegarnos a Dios. Pero sí
necesitamos de esta comunidad de creyentes, el cuerpo de Cristo,
dentro del cual cada miembro es sacerdote de los demás, y
nutre a los demás. Sin esa relación con el cuerpo,
el miembro no puede continuar viviendo.

Dentro de esa iglesia, la Palabra de Dios
se llega a nosotros en los sacramentos. Para que un rito sea
verdadero sacramento, ha de haber sido instituido por Jesucristo,
y ha de ser una señal física de las promesas
evangélicas. Por tanto, hay solamente dos sacramentos, el
bautismo y la comunión. Los demás ritos que reciben
ese nombre, aunque pueden ser beneficiosos, no son sacramentos
del evangelio.

El bautismo es señal de la muerte y
resurrección del cristiano con Jesucristo. Pero es mucho
más que una señal, pues por él y en
él somos hechos miembros del cuerpo de Cristo. El bautismo
y la fe van estrechamente unidos, pues el rito sin la fe no es
válido. Pero esto no ha de entenderse en el sentido de que
haya que tener fe antes de ser bautizado, y que por tanto no se
pueda bautizar a niños. Si dijéramos tal cosa,
caeríamos en el error de quienes creen que la fe es una
obra humana, y no un don de Dios. En la salvación, la
iniciativa es siempre de Dios, y esto es lo que anunciamos al
bautizar a niños tan pequeños que son incapaces de
entender de qué se trata. Además, el bautismo no es
solamente el comienzo de la vida cristiana, sino que es el
fundamento o el contexto dentro del cual toda esa vida tiene
lugar. El bautismo es válido, no sólo en el momento
de ser administrado, sino para toda la vida.

Por ello se cuenta que el propio Lutero,
cuando se sentía fuertemente tentado, exclamaba: "soy
bautizado". En su bautismo estaba la fuerza para resistir todos
los embates del maligno.

La comunión es el otro sacramento de
la fe cristiana. Lutero rechazó buena parte de la
teología católica acerca de la comunión.
Particularmente se opuso a las misas privadas, la comunión
como repetición del sacrificio de Cristo, la idea de que
la misa confiere méritos, y la doctrina de la
transubstanciación. Pero todo esto no lo llevó a
pensar que la comunión era de escasa importancia. Al
contrario, para él la eucaristía siempre
siguió siendo, junto a la predicación, el centro
del culto cristiano.

La cuestión de cómo
está presente Cristo en el sacramento fue motivo de
controversias, no sólo con los católicos, sino
también con los protestantes. Lutero rechazaba
categóricamente la doctrina de la
transubstanciación, que le parecía demasiado atada
a categorías aristotélicas, y por tanto paganas, y
que además era la base de la idea de la misa como
sacrificio meritorio, que se oponía radicalmente a la
doctrina de la justificación por la fe.

Pero, por otra parte, Lutero tampoco estaba
dispuesto a decir que la comunión era un mero
símbolo de realidades espirituales.

Las palabras de Jesús al instituir
el sacramento: "esto es mi cuerpo", le parecían
completamente claras. Por tanto, según Lutero, en la
comunión los fieles participan verdadera y literalmente
del cuerpo de Cristo. Esto no indica, como en la
transubstanciación, que el pan se convierta en cuerpo, y
el vino en sangre. El pan sigue siendo pan, y el vino sigue
siendo vino. Pero ahora están también en ellos el
cuerpo y la sangre del Señor, y el creyente se alimenta de
ellos al tomar el pan y el vino. Aunque más tarde se le
dio a esta doctrina el nombre de "consubstanciación",
Lutero nunca la llamó así, sino que prefería
hablar de la presencia de Cristo en, con, bajo, alrededor de y
tras el pan y el vino. No todos los que se oponían a las
doctrinas tradicionales concordaban con Lutero en este punto, que
pronto se volvió uno de los factores más divisivos
entre ellos. Carlstadt, el colega de Lutero en la universidad de
Wittenberg que participó con él en el debate de
Leipzig, decía que la presencia de Cristo en el sacramento
era sólo simbólica, y que cuando Jesús dijo:
"esto es mi cuerpo", estaba apuntando hacia sí mismo, y no
hacia el pan. Zwinglio, de quien trataremos más adelante,
sostenía opiniones parecidas, aunque con mejores
argumentos bíblicos. A la postre, esta cuestión fue
uno de los principales motivos de división entre luteranos
y reformados o calvinistas.

Los dos reinos

Antes de terminar esta brevísima
exposición de los principales puntos de la teología
de Lutero, debemos referirnos al modo en que el Reformador
entendió las relaciones entre la iglesia y el estado.
Según él, Dios ha establecido dos reinos, uno bajo
la ley y otro bajo el evangelio. El estado opera bajo la ley, y
su principal propósito es ponerle límites al pecado
humano. Sin el estado, los malos no tendrían freno. Los
creyentes, por otra parte, pertenecen al segundo reino, y
están bajo el evangelio. Esto quiere decir que los
creyentes no han de esperar que el estado apoye su fe, o persiga
a los herejes. Aún más, no hay razón alguna
por la que debamos esperar que los gobernantes sean cristianos.
Como gobernantes, su obediencia se debe a la ley, y no al
evangelio. En el reino del evangelio las autoridades civiles no
tienen poder alguno. En lo que se refiere a ese reino, los
cristianos no están sujetos al estado. Pero no olvidemos
que los creyentes, al mismo tiempo que son justificados por la
fe, siguen siendo pecadores. Por tanto, en cuanto somos
pecadores, todos estamos sujetos al estado.

Lo que esto quiere decir en términos
concretos es que la verdadera fe no ha de imponerse mediante la
autoridad civil, sino mediante la proclamación de la
Palabra. Lutero se opuso repetidamente a que los príncipes
que lo apoyaban emplearan su autoridad para defender su causa, y
solamente tras larga vacilación por fin les dijo que
podían apelar a las armas en defensa propia contra quienes
pretendían aplastar la Reforma.

Esto no quiere decir que Lutero fuese
pacifista. Cuando, como veremos en el próximo
capítulo, los turcos amenazaron a la cristiandad, Lutero
llamó a sus seguidores a las armas. Y cuando diversos
grupos y movimientos, tales como los campesinos rebeldes y los
anabaptistas, le parecieron subversivos, no vaciló en
afirmar que las autoridades civiles tenían el deber de
aplastarlos. Lo que sí quiere decir es que Lutero siempre
tuvo dudas acerca de cómo la fe debía relacionarse
con la vida civil y política. Y esas vacilaciones han
continuado apareciendo en buena parte de la tradición
luterana hasta el siglo XX.10

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2. PENSADORES
PROTESTANTES DEL SIGLO XVI

El siglo XVI también vivió la
fractura de la Iglesia. La reforma "detonada" por Martín
Lutero abrió paso a nuevas líneas de pensamiento
cristiano.11

Según Murphy, "Martín Lutero
es la única figura entre los reformadores protestantes
tempranos que ha dejado una exposición consecutiva del
Cantar".12

Lutero critica los enfoques interpretativos
que se le han dado al Cantar. Sin embargo, dice Murphy, "la
exposición consecutiva de Lutero presta atención al
desarrollo literal y estado del texto, pero su explicación
del contenido temático es consistentemente
alegórica".13 Así también, al observar
algunos escritos en que Lutero hace uso de citas de Cantares, se
ve variedad en el manejo que hace del libro.14

Dos episodios harto importantes en la
historia del cristianismo: (1) El «descubrimiento» y
conquista de América. (2) La Reforma

Protestante.

El «descubrimiento» y la
conquista son bien conocidos, aunque rara vez pensamos en ellos
como parte de la historia de la iglesia. Pero lo cierto es que en
un período de escasamente cien años las naciones
europeas se derramaron por el resto del mundo, y especialmente
por América, y que a causa de ello se multiplicó
enormemente el número de los que se llamaban cristianos.
Esto es parte de nuestra historia, ha dejado su huella en nuestro
modo de vivir la fe, y debemos estudiarlo.

La fecha que normalmente se señala
como el comienzo de la Reforma es

1517, cuando Lutero clavó sus
famosas 95 tesis. Aunque, como vimos en el período
anterior, ya había movimientos reformadores desde mucho
antes, lo cierto es que fue con Lutero y sus seguidores que el
movimiento cobró un ímpetu incontenible.

Empero no todos los que abandonaron el
catolicismo romano se hicieron seguidores de Lutero y de sus
puntos de vista. Pronto surgió otro movimiento en Suiza,
bajo la dirección primero de Ulrico Zwinglio, y luego de
Juan Calvino, que dio origen a las iglesias que noy llamamos
«reformadas» y «presbiterianas». Otros
tomaron posiciones más radicales, y sus enemigos les
pusieron el nombre despectivo de «anabaptistas»
— es decir, rebautizadores. De ellos vienen los menonitas y
varios otros grupos. En Inglaterra hubo una reforma de
carácter muy particular, que al mismo tiempo que
siguió la teología de los reformadores (y
especialmente de Calvino) mantuvo sus viejas tradiciones en
cuanto al culto y el gobierno de la iglesia. Esta es la Iglesia
de Inglaterra, de donde surgen las iglesias que hoy llamamos
«anglicanas» y «episcopales».

En parte como respuesta a la Reforma
Protestante, y en parte debido a su propia dinámica
interna, la Iglesia Romana también pasó por un
período de reforma que a veces se llama
«contra-reforma», pero que es mucho más que
eso.

Hacia el fin del período, y no sin
luchas y hasta guerras, el protestantismo había echado
profundas raíces en Alemania, Inglaterra, Escocia,
Escandinavia y Holanda. En Francia, tras largas guerras en que la
religión fue un factor importante, se había llegado
a una situación en la que, aunque el rey era
católico, se toleraba a los protestantes. En
España, Italia, Polonia y otros países, los brotes
de protestantismo, a veces bastante fuertes, habían sido
extirpados a la fuerza.15

La fecha que normalmente se
señala como el comienzo de la Reforma es 1517, cuando
Lutero clavó sus famosas 95 tesis. Aunque, como vimos en
el período anterior, ya había movimientos
reformadores desde mucho antes, lo cierto es que fue con Lutero y
sus seguidores que el movimiento cobró un ímpetu
incontenible.

2.1 EL DESCUBRIMIENTO DE LA
GRACIA

Tras una larga peregrinación
espiritual, Lutero llegó por fin al convencimiento de que
la salvación es por gratia, mediante la fe. Esto le
llevó a protestar contra la venta de indulgencias, y
contra toda la teología que se encontraba tras ella. Su
propia teología, fundamentada en su entendimiento de la
Palabra de Dios, pronto se desarrolló en direcciones que
confligían con la teología tradicional en
más de un punto.

Al comienzo de la Reforma siguieron
años de incertidumbre. Por un tiempo, tras la Dieta de
Worms (1521), Lutero estuvo exiliado en Wartburgo. Luego se
produjeron una serie de acontecimientos importantes: la
rebelión de los campesinos; la ruptura entre Lutero y los
humanistas al estilo de Erasmo, y la creciente presión
contra los protestantes por parte del emperador Carlos V y otros
príncipes católicos. Esto dio lugar a la
Confesión de Augsburgo, en la que los principales
príncipes protestantes declararon y expusieron su fe.
Además se organizaron en la «liga de
Esmalcalda», cuyo propósito era defender a los
príncipes protestantes frente a las amenazas de los
católicos. Tras largos conflictos tanto políticos
como armados, se llegó por fin a la Paz de Augsburgo
(1555), que les garantizaba a los príncipes protestantes
el derecho a su

religión.

Ya para entonces Lutero había muerto
(1546). Su principal sucesor, Felipe Melanchthon, era más
moderado que el gran Reformador. Por esta causa y otras se
produjo una serie de controversias entre luteranos, hasta que se
llegó a la Fórmula de Concordia, en el
1577.

Empero no todos los que abandonaron el
catolicismo romano se hicieron seguidores de Lutero y de sus
puntos de vista. Pronto surgió otro movimiento en Suiza,
bajo la dirección primero de Ulrico Zwinglio, y luego de
Juan Calvino, que dio origen a las iglesias que hoy llamamos
«reformadas» y
«presbiterianas».

Zwinglio, el reformador de Zúrich,
venía de un trasfondo humanista, y llegó a
conclusiones semejantes a las de Lutero por un camino distinto.
Su interés estaba principalmente en retornar a las fuentes
del cristianismo, y por tanto rechazaba todo lo que no se
encontrara en el Nuevo Testamento. Fue también un fogoso
patriota, y murió en el campo de batalla.

El gran líder de esta
tradición en la próxima generación fue Juan
Calvino. Aunque natural de Francia, Calvino fue dirigente de la
reforma en Ginebra (Suiza). Su posición, más
moderada que la de Zwinglio, puede verse en su magna obra,
Institución de la religión cristiana, cuya
primera edición no era sino un libro de bolsillo, y
terminó siendo cuatro gruesos volúmenes. En
ellos

Calvino sistematizó la
teología reformada, que pronto encontró seguidores,
no solo en Suiza, sino en todo el resto de Europa.

Otros tomaron posiciones más radicales, y sus
enemigos les pusieron el nombre despectivo de
«anabaptistas» — es decir, rebautizadores. De
ellos vienen los menonitas y varios otros grupos.

Los anabaptistas llevaban hasta su
última conclusión el principio de que la iglesia
debía ajustarse a las prácticas del Nuevo
Testamento. Esto les llevó a rechazar las relaciones entre
la iglesia y la sociedad en general, tales como éstas
habían venido evolucionando desde tiempos de Constantino.
Siguiendo las enseñanzas del Nuevo Testamento, se negaban
a participar en las luchas militares de la época. Algunos
llegaron a pensar que la verdadera iglesia siempre sería
perseguida.

Entre algunos de ellos apareció una
fuerte convicción de que el fin se acercaba, y esto a su
vez les llevó a posiciones cada vez más radicales.
A la postre algunos abandonaron su pacifismo y se dedicaron a
establecer el Reino de Dios mediante la fuerza de las
armas.

Derrotados éstos, los elementos
pacifistas, que nunca habían desaparecido, volvieron a la
superficie, y a partir de entonces el anabaptismo se ha
caracterizado por su pacifismo.

En Inglaterra hubo una reforma de
carácter muy particular, que al mismo tiempo que
siguió la teología de los reformadores (y
especialmente de Calvino) mantuvo sus viejas tradiciones en
cuanto al culto y el gobierno de la iglesia.. Esta es la Iglesia
de Inglaterra, de donde surgen las iglesias que hoy llamamos
«anglicanas» y
«episcopales»

La ocasión de la Reforma en
Inglaterra fue la necesidad que tenía Enrique VIII de
tener un heredero al trono. Cuando el Papa se negó a
anular su matrimonio con Catalina de Aragón, Enrique se
declaró cabeza de la iglesia en su reino, anuló su
matrimonio, y contrajo nuevas nupcias. Durante el reinado de
Enrique las reformas fueron muy moderadas, pues esto fue todo lo
que el Rey permitió.

Bajo su hijo y sucesor Eduardo VI, que era
menor de edad, los regentes sí dieron grandes pasos en pro
del protestantismo. Pero Eduardo murió y le sucedió
su medio hermana María Tudor.

Puesto que María era
católica, durante su reinado se hizo todo lo posible por
deshacer lo que los protestantes habían hecho durante los
regímenes anteriores. Muchos fueron muertos (incluso el
Arzobispo de Canterbury, Tomá Cranmer) y muchos más
fueron al exilio.

A la muerte de María, le
sucedió su medio hermana Isabel, quien era protestante y
durante cuyo largo reinado la iglesia de Inglaterra se
afianzó. Los muchos exiliados que regresaron al
país trajeron consigo fuertes convicciones calvinistas, de
modo que el calvinismo se extendió por el país. El
resultado fue una iglesia que, al tiempo que era calvinista en su
doctrina, continuó toda práctica tradicional que no
se opusiera a esa doctrina.

En parte como respuesta a la Reforma
Protestante, y en parte debido a su propia dinámica
interna, la Iglesia Romana también pasó por un
período de reforma que a veces se llama
«contra-reforma», pero que es mucho más que
eso.

Buena parte de la teología
católica de este período se dedicó a refutar
el protestantismo. Entre los teólogos que se ocuparon de
esta tarea se destacan Juan Eck, Pedro Canisio, Roberto Belarmino
y César Baronio, entre otros.

La reforma católica se
manifestó también en el surgimiento de nuevas
órdenes monásticas. Santa Teresa de Jesús.
con la colaboración de San Juan de la Cruz, se
dedicó a reformar la orden de los carmelitas, lo cual
resultó en la fundación de los «camelitas
descalzos». La otra gran orden fundada en esta época
fue la de los jesuitas, fundada por Ignacio de Loyola.

Además, poco a poco el
espíritu reformador se fue adentrando en la
jerarquía católica, hasta que llegó a su
apogeo en la persona del papa Pablo IV (1555–59). Esta
reforma era mayormente de carácter moral y administrativo,
pues al tiempo que se eliminaban los abusos y corrupciones, se
centralizaba el poder en el papado, y se defendía la
doctrina tradicional.

En el campo de la teología, hubo un
despertar dentro del catolicismo de la época, aun aparte
de todo intento de refutar al protestantismo. En esa labor
teológica se distinguieron tanto dominicos como jesuitas.
Entre los dominicos, cabe mencionar a Tomás de Vio
Cayetano, a Francisco de Vitoria (de quien ya hemos hablado) y a
Domingo Báñez. Entre los jesuitas, además
del propio Loyola, el teólogo más importante fue
Francisco Suárez.

El punto culminante de la reforma
católica fue el Concilio de Trento, que debido a una
compleja serie de circunstancias políticas duró
casi dieciocho años (1545–1563). En él se
condenaron las tesis protestantes, se reafirmó la doctrina
católica y se tomaron varias medidas para la reforma moral
y administrativa de la iglesia.

Por otra parte, aun después del
Concilio de Trento, la cuestión de la relación
entre la gracia y el libre albedrío, que se había
planteado en la polémica antiprotestante, no quedó
resuelta dentro del catolicismo. Esto dio lugar a debates que
llegarían a su culminación durante el
próximo período.

Hacia el fin del período, y no
sin luchas y hasta guerras, el protestantismo había echado
profundas raíces en Alemania, Inglaterra, Escocia,
Escandinavia y Holanda. En Francia, tras largas guerras en que la
religión fue un factor importante, se había llegado
a una situación en la que, aunque el rey era
católico, se toleraba a los protestantes. En
España, Italia, Polonia y otros países, los brotes
de protestantismo, a veces bastante fuertes, habían sido
extirpados a la fuerza.

Ya hemos dicho cómo el
protestantismo se estableció en Alemania e Inglaterra. En
Escocia, el protestantismo se abrió paso gracias al apoyo
de los nobles, quienes lo tomaron por estandarte en su lucha
contra la corona. Su principal líder teológico fue
Juan Knox. Cuando el conflicto dio en rebelión armada, y
la reina María Estuardo tuvo que huir del país, el
protestantismo logró su victoria definitiva. Puesto que
estos protestantes se oponían al episcopado, al que
veían como aliado de la monarquía, organizaron su
iglesia a base de presbiterios, y por ello se les conoce como
«presbiterianos».

En Escandinavia, el protestantismo que se
abrió paso fue el luterano, y lo hizo sobre todo gracias
al apoyo de reyes tales como Cristián III de Dinamarca y
Gustavo Vasa de Suecia.

En Holanda, el protestantismo, esta vez el
calvinista, se volvió elemento de identidad nacional en la
rebelión contra los españoles, que a la
sazón gobernaban el país. Cuando Holanda se hizo
independiente, era francamente calvinista.

En Francia, el calvinismo logró
numerosos adeptos, sobre todo entre la nobleza. La
cuestión religiosa se vio involucrada en la pugnas entre
antiguas casas de la nobleza. En 1572, se produjo la matanza de
San Bartolomé, en la que murieron miles de
«hugonotes» —nombre que se les daba en Francia
a los protestantes. Luego vino una guerra civil de la que
salió vencedor y rey Enrique IV, quien antes había
sido protestante. Aunque Enrique se declaró
católico, les concedió ciertas libertades y
garantías a sus antiguos correligionarios.

Por último, aunque no podemos seguir
el curso del protestantismo en todos los países, sí
es importante señalar que en España hubo un fuerte
movimiento reformador que a la postre fue aplastado por la
inquisición. En ese movimiento se destacaron, entre otros,
Juan de Valdés, Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera
—estos últimos, traductores de la Biblia al
castellano.16

2.2 LAS 95 TESIS DE LUTERO

Desea fomentar en el joven el rechazo de
estas características que le van a perjudicar con Dios y
con los hombres.

Partes: 1, 2

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