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El miedo en la infancia




Enviado por Gustavo Proleón



Partes: 1, 2, 3

  1. Introducción
  2. Marco
    conceptual
  3. Evolución del miedo en las distintas
    etapas de vida
  4. Fobias
  5. Técnicas para la eliminación del
    miedo basado en las teorías del
    aprendizaje
  6. Desensibilización
    sistemática
  7. El
    modelado
  8. Conclusiones
  9. Bibliografía

Introducción

Todos los niños tienen miedo a algo, padecen y
experimentan numerosos miedos, unos a la oscuridad, otros a la
separación de la madre, a personas extrañas, otros
a los médicos. Pueden ser muchas cosas las que provocan
este sentimiento pero, con un poco de ayuda, los niños
podrán superar esta etapa sin problemas. La mayoría
de los miedos son pasajeros, irán apareciendo y
desapareciendo en determinadas edades y estados evolutivos. Estos
miedos les ayudarán a enfrentarse de forma adecuada a
situaciones difíciles y amenazantes con las que se
encuentran a lo largo de su crecimiento.

La función del miedo en estos casos es proteger a
la infancia de posibles daños. Los miedos son reacciones
emocionales que forman parte del desarrollo y son constantes en
la naturaleza humana. Es normal que los niños presenten
miedos específicos.

El miedo es una emoción que surge cuando la
persona se siente en peligro, sea real o no la amenaza. Es una
respuesta normal, necesaria y adaptativa ante amenazas reales o
imaginarias más o menos difusas que prepara al Organismo
para reaccionar ante una situación de peligro. Estos
miedos son necesarios para la supervivencia del hombre. Los
temores se convierten en la niñera del niño cuando
éste comienza a alejarse de la madre y empieza a explorar
el mundo por sí solo.

El niño evita la mayoría de los peligros
como respuesta al miedo. Este aparece cuando se viven situaciones
de inseguridad que el niño no puede controlar. La infancia
es la etapa en la que el ser humano siente más miedos.
Cuando los niños sienten miedo son incapaces de
autocontrolarse, lo único que hacen es intentar evitar la
situación.

El recién nacido generalmente tiene miedo hacia
cosas como la intensa luz y a los fuertes ruidos. Hacia los tres
años, y con más frecuencia en las niñas que
en los niños, aparecen el miedo a los animales, a la
oscuridad, a quedarse solos en algún sitio, a las
tormentas, a personajes de ficción como brujas,
fantasmas.

Hay ocasiones en que las respuestas de ansiedad no
desempeñan una función adaptativa, se disparan de
forma totalmente incontrolada y son causa de sufrimiento para los
niños que las experimentan. Surgen, en estas
circunstancias, como un "miedo sin saber de qué". En el
caso de los trastornos de ansiedad, las respuestas de temor
funcionan como un "dispositivo antirrobo defectuoso", que se
activa y previene de un peligro inexistente.

Capítulo 1

Marco
conceptual

EL MIEDO EN LA INFANCIA

Etimológicamente miedo quiere decir
perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o
daño, real o imaginario; también puede
definírselo como aprensión a que suceda algo
indeseable. Desde Gabrielle Roth, terapeuta gestáltica, el
miedo es una emoción vital y útil; nos pone en
estado de alerta, cataliza nuestras sensaciones y aumenta nuestra
conciencia ante el peligro. Es un instinto básico de
supervivencia, nos pone en atención a lo que sucede y bien
calibrado nos mantiene en equilibrio con el medio.

Cuando negamos el miedo, disminuyen las señales
de peligro y aumentan los riesgos, situación frecuente en
muchos adolescentes que para demostrar su "incipiente madurez",
desoyen sus alarmas internas; ejemplo: los accidentes en motos.
Los miedos tienen varias formas de expresión: lenguaje
corporal, lenguaje psíquico y lenguaje social, los cuales
están íntimamente relacionados.

El miedo es la ansiedad producida por una
situación identificable asociada a un estímulo
aversivo cuya función es preparar al organismo para
sortear el obstáculo (Klein, 1994; Moreno, 1992). Es una
perturbación angustiosa del estado de ánimo ante
una amenaza concreta, conocida, externa y no originada por un
conflicto.

Según Francisco Xavier Méndez, los
niños experimentan miedos muy variados a lo largo de su
desarrollo. La mayoría son pasajeros y el más
común, es el miedo a los extraños que aparece a los
meses de nacer.

Una pequeña proporción de miedos
infantiles son persistentes, continuando incluso en la adultez.
Estos temores se convierten en un problema, porque interfieren el
funcionamiento diario del niño y de su familia.

El miedo se le considera como una emoción
totalmente normal, ya que es una respuesta emocional común
en los niños. También es útil porque evita
correr riesgos innecesarios, como por ejemplo cuando un padre le
enseña a su hijo que debe de apartarse de los objetivos
nocivos o peligrosos para él.

Pero hay un serio problema cuando un niño no
tiene miedo a nada, ya que está expuesto a muchos
peligros. La ausencia del miedo puede hacer que un niño
juegue con fuego o cruzar la pista, sin percatarse del peligro al
que está expuesto. Los miedos actúan como sistema
de seguridad y constituyen la motivación que impulsa a
evitar el peligro.

Cuando la ansiedad remite a estímulos
específicos, se habla propiamente de miedo. La
mayoría de los niños experimentan muchos temores
leves, transitorios y asociados a una determinada edad que se
superan espontáneamente en el curso del desarrollo. El
miedo constituye un primitivo sistema de alarma que ayuda al
niño a evitar situaciones potencialmente peligrosas. El
miedo a la separación es la primera línea de
defensa; si se rompe ésta, entonces entran en
acción los miedos a los animales y a los daños
físicos. Desde esta perspectiva, los miedos son
respuestas instintivas y universales, sin aprendizaje previo, que
tienen por objetivo proteger a los niños de diferentes
peligros.

REACCIONES E INCIDENCIA DEL MIEDO EN LA
INFANCIA

El miedo es un sentimiento normal en presencia de
amenazas, útil para la supervivencia del individuo y de la
especie y para evitar peligros innecesarios. Como señalan
Sassaroli y Lorenzini (2000), si una especie no fuera capaz de
experimentar miedo se extinguiría rápidamente al no
poder darse cuenta a tiempo de los peligros, ni poder reaccionar
ante ellos. Es por tanto un fenómeno adaptativo y
protector. Algunos autores llegan a definirlo como la
niñera o el ángel de la guarda para los
niños, por funcionar como un agente defensor cuando el
niño comienza a experimentar movilidad y a alejarse de la
madre.

También es el miedo un fenómeno motivador
y socializante. Mejora la motivación y el rendimiento si
no es extremo. Una cantidad óptima de miedo conduce a una
buena ejecución. Poca tensión o miedo en una
situación amenazadora lleva a actuar con descuido, y
cuando es excesivo lleva a reaccionar con torpeza.

En ocasiones, incluso puede ser un ser aspecto deseado y
perseguido activamente para gozar con la tensión y
excitación que provoca -el ejemplo más popular son
las películas de terror-, más aún, algunas
personas buscan oportunidades para experimentar
vívidamente el miedo y dominar el peligro a través
de deportes de riesgo, u otras prácticas
peligrosas.

Definición del miedo.- Recogiendo las
aportaciones de diferentes autores se puede definir el miedo como
un conjunto de sensaciones, normalmente desagradables, que se
ponen en marcha ante peligros que se viven como reales,
originando respuestas de tipo defensivo o protector. Estas
respuestas se manifiestan en un conjunto de reacciones
fisiológicas, motoras-comportamentales y manifestaciones
cognitivo-subjetivas.

Reacciones fisiológica.- Las reacciones
fisiológicas son independientes de la edad y están
provocadas por una serie de cambios bioquímicos,
principalmente descarga de catecolaminas -la más conocida
es la adrenalina-, de noradrenalina, epinefrina y otras
sustancias.

Estos cambios desencadenan la denominada «tormenta
vegetativa» que consiste en un conjunto de síntomas
como taquicardia, tensión muscular, temblores,
sudoración, palidez, sequedad de garganta y boca,
sensación de náusea en el estómago, urgencia
de orinar y defecar, respiración rápida,
dificultades para respirar. Estas manifestaciones pueden vivirse
con mayor o menor intensidad y predominando unas u otras,
según los individuos y las situaciones.

Toda esta «tormenta» va dirigida a preparar
al organismo para luchar contra el peligro si valora que puede
enfrentarse con él, o para huir si evalúa que le
sobrepasa; la taquicardia supone un bombeo más
rápido del corazón para irrigar mejor los
músculos, la respiración es más
rápida para disponer de más oxígeno, la
palidez supone que la sangre va principalmente hacia los
músculos con el fin de aumentar la fuerza muscular y de
perder menos sangre en caso de heridas, el organismo suspende
algunas funciones que no son absolutamente necesarias con el fin
de ahorrar energía. (Sassaroli y Lorenzini,
2000).

Si el miedo permanece durante un período largo,
da paso a una serie de alteraciones psicosomáticas como
inquietud, fatiga, alteraciones del sueño, alteraciones
del apetito e irritabilidad.

Reacciones motoras-comportamentales:

Los patrones de conducta reactivos ante el miedo
presentan a veces un marcado contraste: Puede darse una tendencia
a petrificarse o enmudecer que, en formas extremas, puede llegar
a la muerte fingida o aparente, o por el contrario puede haber
una huida desesperada, gritos y agitación motriz. Este
último patrón de conducta puede presentarse como
primera reacción o inmediatamente después del
anterior.

Los estudios etológicos sobre el comportamiento
animal ante el miedo, han permitido además diferenciar
otros dos patrones reactivos: La defensa agresiva, más
frecuente en animales jóvenes y la desviación del
ataque a través de conductas de sumisión e incluso
conductas de tipo sexual o infantil.

Manifestaciones cognitivo-subjetivas:

Son pensamientos y sentimientos subjetivos internos,
variables según los sujetos y las formas diferentes de
valorar y percibir el miedo. Consisten fundamentalmente en
sensaciones subjetivas de peligro y amenaza, bloqueos del
pensamiento, pérdida de confianza, sensación de
impotencia, etc.

Los tres conjuntos de reacciones descritas
-fisiológicas, comportamentales y cognitivas -,
están interrelacionados entre ellos, y, pueden presentarse
juntos o sucesivamente, con intensidad muy moderada o alta
dependiendo de la intensidad del miedo. La intensidad depende a
su vez de varios factores en interacción: el tipo de
estímulo, el sujeto y su sensibilidad fisiológica y
psicológica, el contexto, etc. Es decir, pueden presentar
importantes variaciones entre unos individuos y otros y entre
unas situaciones y otras (Echeburúa, 2000).

Por qué aparecen los miedos

Los miedos infantiles pueden aparecer por inseguridad.
La utilización del castigo cuando el niño es
incapaz de racionalizarlo, produce un estado emocional de
inseguridad. Ésta y la consecuencia del miedo, hacen que
el niño lo traslade del objeto que se lo produce a otro
objeto o situación. La situación amenazante
debilita al niño reduciendo sus defensas y haciendo que
responda con miedo.

Los miedos también aparecen por la
predisposición al mismo; esto es, reaccionar de una manera
miedosa ante algunos hechos estaría relacionado con una
sensibilidad heredada. Si los adultos muestran física o
verbalmente que sienten miedo, enseñan al niño a
ser temeroso

Posible origen de los miedos

Independientemente de la programación
genética del niño para desarrollar los miedos
evolutivos normales de la infancia, se han apuntado algunos
factores que pueden incidir significativamente sobre los
mismos.

Una de las variables estudiadas han sido
los patrones familiares. Según algunos estudios, los
padres con tendencia a ser miedosos y/o con más trastornos
de ansiedad suelen tener hijos con miedos o ansiedad, en mayor
proporción que los padres "normales". Algunas
teorías explican esta hipótesis en base a que los
hijos buscan y captan la información sobre la
reacción emocional de sus cuidadores ante situaciones de
incertidumbre. A través del modelado (aprendizaje que
efectúa el niño por observación de un
modelo) una madre puede alterar o modelar los miedos de sus hijos
en función de las emociones que manifieste o que el
niño perciba. Otro mecanismo de adquisición o
potenciación de los miedos es la información
negativa (instrucciones verbales). Una información
negativa sobre alguna situación o estímulo concreto
puede ser una fuente que genere el temor. La capacidad de
convicción vendrá condicionada por lo relevante que
resulte para el niño la persona que emita la
información.

En algunos casos, es correcto levantar
temores, por ejemplo por parte de los padres, acerca de
determinados riesgos que corren, en especial, los adolescentes.
No obstante, también pueden darse informaciones
erróneas por parte de personas ajenas a la familia que
pueden provocar miedos injustificados. En la etapa adolescente se
suele creer más a los compañeros a que a los
padres.

Hay un tipo de miedos que se adquieren por
aprendizaje directo como es el miedo a no poder respirar.
Sería el caso de niños que han sufrido ataques de
asma o se han despertado repentinamente por la noche con la
sensación de no poder respirar.Otra forma de
adquisición es por condicionamiento. Supongamos un
niño que de pequeño sufrió quemaduras
importantes al jugar con un petardo que le explotó en las
manos. Probablemente la simple visión de los mismos o su
estruendo le provoquen miedo y rechazo, tanto más, cuanto
mayores fueron las consecuencias.

Finalmente apuntar como posible generador
de miedos en niños, otras experiencias vitales
desagradables o traumáticas, como presenciar malos tratos,
peleas o situaciones que le impacten emocionalmente (accidentes,
muerte de algún ser querido, etc.). En el peor de los
casos, estos miedos pueden derivar en trastornos clínicos
como fobias específicas, ansiedad generalizada o
estrés post-traumático.

Igualmente es desaconsejable la
visualización de programas de televisión,
películas u otros que contengan imágenes violentas
o de terror cuando el niño aún no presenta una edad
adecuada para separar nítidamente la ficción de la
realidad.

FUNCIÓN DEL MIEDO

El miedo es la reacción normal y adaptativa que
experimentamos cuando nos enfrentamos a estímulos
(situaciones, objetos y pensamientos) que implican peligro o
amenaza, teniendo un valor de supervivencia. El miedo, como
cualquier otra emoción, se manifiesta a tres niveles o
tipos de respuesta:

  • Expresiones conductuales visibles.

  • Sentimientos y pensamientos subjetivos.

  • Cambios fisiológicos
    acompañantes.

Tanto en los humanos como en los animales, aparecen
diferentes tipos de estrategias de conducta que van desde la
inmovilidad total hasta los ataques de pánico con huida
desesperada de la fuente de peligro. Los sentimientos que
aparecen con el miedo son sensaciones desagradables más o
menos intensas (desde el simple malestar hasta el terror),
urgencia de escapar y gritar, irritabilidad, ira, agresividad,
sensación de irrealidad, percepción
espacio-temporal alterada, falta de concentración,
pensamientos irreales o distorsionados, etc. Las manifestaciones
fisiológicas más comunes son:

  • Ritmo cardiaco acelerado.

  • Sudoración excesiva.

  • Tensión muscular.

  • Sequedad de garganta y boca.

  • Sensación de nausea en el
    estómago.

  • Urgencias de orinar y defecar.

  • Dificultad en respirar.

  • Respiración rápida y
    entrecortada.

  • Temblores.

  • Dilatación de las pupilas.

  • Erizamiento del pelo.

  • Aumento de la presión arterial.

Entre cambios bioquímicos que el miedo produce se
encuentra la secreción de adrenalina (epinefrina) en las
glándulas adrenales y noradrenalina (norepinefrina) en las
terminaciones periféricas de los nervios del sistema
nervioso autónomo, así como un incremento en la
tasa de ácidos grasos libres y corticosteroides en
plasma.

Si el miedo continúa durante un periodo de tiempo
largo, producirá fatiga, dificultad para dormir, insomnio,
pesadillas, pérdida del apetito, facilidad para
sobresaltarse, agresión y evitación de cualquier
situación temida.

Los recién nacidos muestran una conducta alterada
y trastornada cuando tienen hambre, están cansados o
nerviosos, antes que miedo propiamente dicho. En los primeros
meses de vida el niño no responde con cautela ante
estímulos novedosos pero si responde con gritos y lloros
alertando a la madre en busca de protección cuando tiene
hambre, dolor, frío o recibe una estimulación
violenta como ruidos fuertes o ante la pérdida de apoyo.
Es una reacción muy adaptativa, ya que le ayuda a
sobrevivir ante posibles peligros.

Se puede diferenciar diferentes tipos de llantos
dependiendo si es llanto de hambre, de dolor o simplemente para
llamar la atención o "falso" llanto. Sobre las dos
primeras semanas los bebes lloran cuando se les retira
algún objeto gratificante como el chupete o se interrumpe
la alimentación. A medida que transcurren las primeras
semanas el bebe empieza a prestar más atención a
los estímulos novedosos que a los familiares mostrando
interés y reacciones que pueden ser de aprensión y
miedo. Gracias al miedo existimos como especie.

De los 8 a los 12 meses el niño es capaz de
reconocer y diferenciar los estímulos familiares de los
extraños y comienza a mostrar miedo a las personas
desconocidas.

Cuando empieza a caminar las respuestas de
evitación se hacen más patentes al poder
exteriorizar el temor huyendo del estímulo atemorizante y
corriendo al encuentro de su madre.

Durante los dos primeros años de vida los temores
van aumentando. El niño puede explorar su entorno teniendo
más probabilidades de encontrarse con situaciones
peligrosas, desde las caídas sin importancia, sufrir
sustos de personas extrañas, percances con animales como
los perros y no digamos con coches que circulan peligrosamente a
escasos metros de nuestros enanos.

En el momento empiezan a poder comunicarse con el habla,
el desarrollo cognitivo cambia así como la naturaleza los
miedos. Se pasa de los miedos a daños físicos a
miedos de carácter social.

Los niños más pequeños tienen
miedos a seres imaginarios, ruidos fuertes, al daño
físico, a la oscuridad, separación de los padres, a
la escuela, animales, mientras que los adolescentes padecen
más temores a hacer el ridículo, al fracaso
escolar, a ser observado, al aspecto físico, a las
relaciones sociales, a la muerte etc.

CLASIFICACIÓN DEL
MIEDO

Comentaremos los principales miedos de la
infancia:

  • Miedo por separación.

  • Miedo a los extraños.

  • Miedo a la enfermedad y el daño
    físico.

  • Miedo a la oscuridad.

  • Miedos escolares.

Miedo por separación.-

El miedo por separación es aquel que sufren los
niños cuando son separados, alejados de sus padres,
familiares o personas ligadas afectivamente. Es uno de los
temores más consolidados de la especie humana por su valor
de supervivencia, ya que la soledad convierte a los niños
en presas fáciles, con alto riesgo de perecer o sufrir
algún percance. Prácticamente todos los
niños sufren este tipo de ansiedad, es un fenómeno
universal que también ha sido observado en otras
especies.

Durante la infancia se presentan diferentes situaciones
en las que se produce la separación
involuntaria: 

  • 1. Escolarización. 

  • 2. Trabajo de los
    padres. 

  • 3. Hospitalización. 

  • 4. Divorcio o
    separación. 

  • 5. Muerte de los
    progenitores. 

La actitud de los padres es fundamental para la
evolución del miedo a la separación. Aquellos que
muestran ansiedad ante la separación de sus hijos acaban
por contagiarles.

Los factores que influirán en el incremento de
este tipo de ansiedad, tanto en su duración, intensidad
como frecuencia son: 

  • 1. La edad del niño. Cuanta
    menos edad mayor ansiedad.

  • 2. La calidad del vínculo
    entre la madre y el niño. 

  • 3. La naturaleza de la
    situación. Si la situación es impredecible e
    incontrolable y comporta cambios bruscos en el funcionamiento
    cotidiano del niño. 

  • 4. Las experiencias previas de
    separación. 

Sobre los 6 meses comienza la ansiedad por
separación manifestada por los bebés con llantos y
gritos cuando los padres se alejan, con objeto de llamar su
atención. En esta etapa, estas reacciones suelen ser menos
específicas y diferenciadas a las figuras paternas
produciéndose reacciones similares ante otras personas
cuando se siente abandonado y solo. Cuando llegan a los dos
años de edad el hecho de poder andar les permite expresar
mejor su temor corriendo al lado de su madre en cuanto
ésta se aleja. En este momento, el desarrollo cognitivo es
mayor, permitiéndole ser su comportamiento más
especifico y diferenciado estableciendo una relación
estable con las figuras que lo cuidan y protegen.

El tipo de crianza determinara el inicio y
duración de este tipo de ansiedad. En culturas en las que
la relación madre-hijo es estrecha se manifestará
antes y desaparecerá más tarde que en culturas con
otras pautas de crianza.

 Cuando la separación se prolonga por mucho
tiempo se ha identificado tres fases por las que los niños
suelen atravesar:

1ra. Fase de protesta, en la que el niño grita,
llora y patalea buscando activamente a sus padres.

2da. Fase de desesperanza, el niño se muestra
triste y retraído como habiendo perdido la esperanza de
reencontrarse con la madre.

3ra. Fase de desinterés o desapego, el
niño parece haber olvidado a sus padres.

Miedo a los extraños.-

El miedo a los extraños es un miedo innato,
presente en todas las culturas y países. Su
aparición y desvanecimiento está entre el primer y
segundo año de edad. La respuesta de miedo
dependerá de la situación y sobre todo de la
conducta del extraño. Los niños se asustan cuando
se les presenta un objeto al que no están acostumbrados
como un rostro desconocido. Suelen reaccionar con la
interrupción de la sonrisa, desviando la mirada y
rompiendo a llorar. Es el estimulo más temido de los
niños entre los seis meses y dos años.

Las probabilidades de tener una reacción de miedo
ante un extraño son altas si la situación es
desconocida, los padres están ausentes, el extraño
se aproxima rápidamente y hay contacto físico con
el niño. Y por el contrario, la probabilidad es baja si la
situación es conocida, los padres están presentes,
es el niño el que inicia la aproximación de forma
lenta y no hay contacto físico.

Las características físicas del
desconocido también influyen. Las mujeres suelen causar
menor temor que los varones y los niños menos que los
adultos.

La experiencia previa con desconocidos juega un papel
importante, manifestando una respuesta de temor menor aquellos
niños que han estado expuestos a diferentes
individuos.

Una posible explicación al miedo a los
extraños presentado por los niños puede ser debido
al vestigio evolutivo que refleje el infanticidio y los abusos a
menores practicados ampliamente por personas extrañas
durante la evolución de los homínidos y sus
predecesores. Esta selección evolutiva se explica por el
abuso y la frecuencia de infanticidio entre los
mamíferos.

Miedo a la enfermedad y el daño
físico.-

Las respuestas de miedo ante las enfermedades y los
daños físicos son generales en los humanos porque
representan una amenaza real la seguridad y supervivencia de la
especie.

El miedo a las heridas y a la sangre la presentan casi
todos los niños. Puede darse casos de hematofobia, es
decir la reacción de miedo ante la visión de sangre
acompañándose de mareos y desmayo. Suele haber
antecedentes familiares con el mismo trastorno.

Los miedos a la hospitalización, al dentista, a
las inyecciones es un problema muy extendido y la actitud de los
padres es decisiva así como la experiencia anterior de los
niños.

Miedo a la oscuridad.-

El miedo a la oscuridad suele aparecer en torno a los
dos años y desaparece alrededor de los nueve. Uno de cada
tres niños suele padecerlo.

Se pone en funcionamiento por la noche cuando llega la
hora de acostarse. El temor a la oscuridad se asocia con
diferentes tipos de miedos, como seres malvados imaginarios,
monstruos, ladrones, soledad, separación, etc.

Las pesadillas y los terrores nocturnos suelen aparecer
como trastornos de sueño asociados a este temor. No son lo
mismo, por lo que conviene definirlos para
distinguirlos.

Las pesadillas son sueños
terroríficos prolongados cuyo contenido tiene que ver con
amenazas a la propia seguridad o supervivencia. Suelen aparecer
entre los tres y seis años de edad. Cuando se despiertan
se despabilan pronto y recuerdan vívidamente lo
soñado.

Los terrores nocturnos son despertares bruscos,
acompañados de llantos y gritos, sin que el niño
reaccione ante los esfuerzos de sus padres para despabilarlo. La
confusión y la desorientación perduran durante
varios minutos después de despertar. Suelen aparecer entre
los cuatro y los doce años de edad.

Miedos escolares.-

La escuela es el lugar donde los niños pasan la
mayor parte de su tiempo, teniendo todo tipo de experiencias,
positivas y negativas. Estas últimas son las que se
refieren a los temores escolares. El rechazo al colegio es uno de
los miedos más incapacitantes pero que afecta a una
minoría de niños. Normalmente suele empezar de
forma progresiva independientemente del nivel educativo en que se
encuentren, existen cuatro tipos de miedos escolares:
 

  • 1. Miedo al fracaso escolar y al
    castigo. 

  • 2. Miedo al malestar
    físico. 

  • 3. Miedo social. 

  • 4. Ansiedad
    anticipatoria.

Se ha comprobado que los miedos escolares aumentan con
la edad, al contrario de lo que sucede con los miedos
infantiles.

Los miedos escolares más frecuentes por orden de
intensidad son:  

  • 1. Repetir curso. 

  • 2. Ser enviado al director o jefe
    de estudios. 

  • 3. Ser sorprendido copiando en un
    examen. 

  • 4. Aviso a los padres por personal
    del colegio. 

  • 5. Suspender un
    examen. 

  • 6. Cambiar de colegio.

  Capítulo
2

Evolución
del miedo en las distintas etapas de vida

MIEDOS EVOLUTIVOS NORMALES MÁS FRECUENTES EN
LAS FASES DEL DESARROLLO INFANTIL

El niño de 0 a 1 año suele responder con
llanto a los estímulos intensos y desconocidos, así
como cuando cree encontrarse desamparado. En los niños de
2 a 4 años aparece el temor a los animales. En los
niños de 4 a 6 años surge el temor a la oscuridad,
a las catástrofes y a los seres imaginarios (como brujas y
fantasmas) así como el contagio emocional del miedo
experimentado por otras personas y la preocupación por la
desaprobación social. Entre los 6 y los 9 años
pueden aparecer temores al daño físico o al
ridículo por la ausencia de habilidades escolares y
deportivas. Los niños de 9 a 12 años pueden
experimentar miedo a la posibilidad de catástrofes,
incendios, accidentes; temor a contraer enfermedades graves; y
miedos más significativos emocionalmente, como el temor a
conflictos graves entre los padres, al mal rendimiento escolar,
o, en ambientes de violencia familiar, el miedo a palizas o
broncas. Entre los adolescentes de 12 a 18 años tienden a
surgir temores más relacionados con la autoestima personal
(capacidad intelectual, aspecto físico, temor al fracaso,
etc.) y con las relaciones interpersonales. Los miedos infantiles
expuestos son muy frecuentes y pueden afectar hasta al 40-45% de
los niños. Son, por ello, normales, aparecen sin razones
aparentes, están sujetos a un ciclo evolutivo y
desaparecen con el transcurso del tiempo, a excepción del
miedo a los extraños que puede subsistir en la vida adulta
en forma de timidez.

CURSO EVOLUTIVO DE LOS
MIEDOS

Primera infancia.-

Los diferentes estadios de desarrollo conllevan
asociados la preponderancia de un tipo u otro de miedos.
Según algunos autores, los bebés no comienzan a
manifestar el sentimiento de miedo antes de los seis meses de
vida. Es a partir de esa edad cuando empiezan a experimentar
miedos a las alturas, a los extraños y otros. Estos tres
tipos de miedo se consideran programados genéticamente y
de un alto valor adaptativo. De hecho su presencia denota un
cierto grado de madurez en el bebé.

A esta edad también surge la ansiedad de
separación de la figura de apego.

Entre el año y los dos años y
medio se intensifica el miedo a la separación de los
padres a la que se le suma el temor hacia los compañeros
extraños. Ambas formas de miedo pueden perdurar, en
algunos casos, hasta la adolescencia y la edad adulta, tomando la
forma de timidez. Lo habitual es que vayan desapareciendo
progresivamente a medida que el niño crece.

Es en esta etapa, cuando empiezan
también a surgir los primeros miedos relacionados con
pequeños animales y ruidos fuertes como pueden ser los de
una tormenta.Etapa preescolar (2,5-6
años).-

Se inicia una evolución de los
miedos infantiles. Se mantienen los de la etapa anterior
(extraños, ruidos, etc.) pero van incrementándose
los posibles estímulos potencialmente capaces de generar
miedo. Ello va en paralelo al desarrollo cognitivo del
niño. Ahora pueden entrar en escena los estímulos
imaginarios, los monstruos, la oscuridad, los fantasmas, o
algún personaje del cine. La mayoría de los miedos
a los animales empiezan a desarrollarse en esta etapa y pueden
perdurar hasta la edad adulta.

De 6 a 11 años.-

El niño alcanza la capacidad de
diferenciar las representaciones internas de la realidad
objetiva. Los miedos serán ahora más realistas y
específicos, desapareciendo los temores a seres
imaginarios o del mundo fantástico.Toma el relevo como
temores más significativos el daño físico
(accidentes) o los médicos (heridas, sangre,
inyecciones).

Puede también presentarse,
dependiendo de las circunstancias, temor hacia el fracaso
escolar, temores a la crítica y miedos diversos en la
relación con sus iguales (miedo hacia algún
compañero en especial que puede mostrarse amenazador o
agresivo).

El miedo a la separación o divorcio
de los padres estaría ahora presente en aquellos casos en
el que el niño perciba un ambiente hostil o inestable
entre los progenitores.Pre adolescencia.-

Se reducen significativamente los miedos a
animales y a estímulos concretos para ir dando paso a
preocupaciones derivadas de la crítica, el fracaso, el
rechazo por parte de sus iguales (compañeros de clase), o
a amenazas por parte de otros niños de su edad y que ahora
son valoradas con mayor preocupación.

Suelen también aparecer los miedos
derivados del cambio de la propia imagen que al final de esta
etapa empiezan a surgir.

Adolescencia.-

Se siguen manteniendo los temores de la etapa anterior
pero surgen con mayor fuerza los relacionados con las relaciones
interpersonales, el rendimiento personal, los logros
académicos, deportivos, de reconocimiento por parte de los
otros, etc.

Decaen los temores relacionados con el peligro, la
muerte. La adolescencia es una etapa de "ruptura" con la barrera
protectora familiar y la necesidad de búsqueda de la
propia identidad. Es posible que el joven sienta la necesidad de
probarse ante situaciones de riego potenciales como medio de
autoafirmarse ante sus iguales y demostrar que ha dejado
atrás ciertas etapas infantiles.

EVOLUCIÓN DE LOS MIEDOS EN
FUNCIÓN DE LA EDAD

Los miedos infantiles surgen en muchas ocasiones sin
ninguna razón aparente, se desarrollan según una
secuencia evolutiva predecible y acaban desapareciendo o
decreciendo con el paso del tiempo.

Algunos aspectos de lo que atemoriza a los humanos y la
forma de demostrarlo pueden considerarse determinados
biológicamente -lo cual no significa que sean inmutables-,
mientras que otros dependen más bien de aprendizajes y
experiencias individuales y sociales. En realidad, como subrayan
la mayoría de los autores, las reacciones emocionales
humanas están causadas por la interacción de
factores biológicos y culturales.

Algunas características del desarrollo infantil y
el contexto en el que se desarrolla contribuyen a explicar la
frecuente aparición de miedos evolutivos: los avances en
la maduración y el aprendizaje, la evolución del
sistema nervioso y la maduración de la capacidad
perceptiva, hacen que el niño tenga una mejor
percepción de los peligros. Puede observarse la
aparición súbita de respuestas de miedo a medida
que el niño madura y aumenta su campo perceptivo. Tales
miedos desaparecen frecuentemente con la misma rapidez con la que
surgieron y, como afirma Valles Arángida (1991),
sólo podemos inferir que las respuestas perceptivas del
niño ante determinado estímulo han sufrido
algún cambio como resultado de las interacciones entre
aprendizaje y maduración.

Otros aspectos que inciden en la aparición
evolutiva de los miedos son la capacidad simbólica y de
representación -que lleva al niño a recordar
experiencias desagradables y prever que pueden repetirse-, la
mayor información acerca de la realidad y las advertencias
de los adultos.

Existen muchas gradaciones en la intensidad de
aprendizaje necesario para que aparezcan distintos miedos. El
miedo a la separación, a los extraños, a los
animales, se presentan en la mayoría de los niños
sin que sucedan acontecimientos más allá de las
experiencias normales, en cambio otros se dan únicamente
después de experiencias especiales. El hecho de que un
miedo particular aparezca a determinada edad no implica que
esté conectado con peligros especiales, o experiencias
negativas del niño; puede indicar sencillamente que la
percepción ha madurado hasta un punto concreto.

Como afirma Marks (1990):

Los objetos y situaciones que los niños temen a
medida que crecen se alteran a lo largo del proceso de desarrollo
y a través de las exposiciones a situaciones nuevas.
Cuando un niño se aterroriza bruscamente ante situaciones
con las que ha tenido experiencia previa sin traumas o miedos,
dicha reacción debe considerarse madurativa.

El miedo puede también surgir de manera
impredecible en la exposición ante situaciones nuevas. La
novedad, los cambios bruscos en la estimulación
física pueden provocar miedo.

Por otra parte, durante los primeros años, el
niño aún no distingue claramente lo real de lo
imaginario, por ello puede creer sin dificultad en la
aparición de criaturas imaginarias, ogros, brujas animales
fantásticos o lejanos (Méndez, 2000), a pesar de
que los padres traten de razonar con él y nieguen
reiteradamente tal posibilidad.

También los niños pueden a través
de un proceso de aprendizaje social desarrollar miedos ante
situaciones y objetos con los que no han tenido ninguna
experiencia y que corresponden a estereotipos culturales (por
ejemplo, los cuentos o historias como las del lobo, el hombre del
saco).

Respecto a la aparición de trastornos, y el modo
en que un miedo evolutivo puede transformarse en desadaptativo,
diversos autores han señalado que los "traumas"
únicos y aislados en las primeras épocas de la vida
muy raramente conducen a la aparición de trastornos
prolongados. Sólo una minoría de miedos
desadaptativos y fobias están causados de esta manera
(Echeburúa, 1993, 2000). Es más probable que los
trastornos estén provocados por situaciones de
estrés agudas, múltiples y continuadas. Son estas
las que causan daño a largo plazo (Rutter, 1981; Marks,
1990).

Las conductas continuas de evitación del
estímulo temido juegan un factor primordial en el
mantenimiento del miedo y la ansiedad. Cuanto más se evita
el objeto o la situación, más aumenta el temor y
viceversa, en una especie de círculo mantenedor del
problema. La evitación provocaría un refuerzo
negativo al hacer desaparecer el temor de forma
momentánea, pero a la larga contribuye a mantener, agravar
y cronificar la situación, ya que al no enfrentarse con
ella, la persona la ve cada vez más insuperable y
más ansiógena.

El conductismo y las teorías del aprendizaje
destacan el papel de los refuerzos positivos en el mantenimiento
de la situación, cuando el niño recibe exceso de
atención, caricias, mimos caprichos en el momento de
sentir miedo.

Otra forma de aprendizaje social es a través de
la observación de modelos (Bandura, 1987). Por tanto, hay
formas muy variadas de adquisición de miedos: la
experiencia directa con acontecimientos causantes, la
información sobre estímulos atemorizantes, la
observación de un modelo que tiene una reacción de
temor en determinada situación… a partir de aquí,
si los comportamientos del niño o las personas que lo
rodean son inadecuados, pueden crearse trastornos o
fobias.

Miedos evolutivos más frecuentes en las fases
del desarrollo infantil

Los miedos típicos varían a medida que el
individuo va madurando. Como ya hemos apuntado, aparecen,
aumentan, decrecen y desaparecen en secuencias predecibles en
diversos estadios del desarrollo.

Los niños temen a situaciones muy variadas que,
en parte, dependen de la edad (Gray 1981; Johnson y Melamed,
1987). Hay miedos muy característicos, como el miedo a los
extraños y a la separación, que disminuyen en la
etapa preescolar, en cambio otros aumentan, como el miedo a los
animales, disminuyendo a partir de los 9-11 años (Marks,
1990). El miedo a la oscuridad presenta un patrón de
relación con la edad menos consistente, lo cual puede
significar que es un miedo más condicionado
ambientalmente.

Los miedos a los extraños, a objetos no
familiares y a la separación son comunes entre los 8 y los
22 meses y tienden a desaparecer hacia los dos o tres
años. (Pearce, 1995; Sandín, 1997). Se considera
que estos miedos dependen del crecimiento y maduración de
procesos cognitivos, puesto que a pesar de la existencia de
procedimientos muy diferentes para educar y criar a los
niños, el miedo a la separación y a los
extraños aparece en todas las culturas humanas Qersild y
Holmes, 1995).

Es curioso comprobar cómo existen respuestas
instintivas y universales de miedo ante determinados
estímulos, como los extraños, la separación,
las alturas, la oscuridad, lo que algunos autores llaman miedos
"atávicos" o "vestigiales", ya que suponían un
peligro real para la especie humana en tiempos lejanos. Sin
embargo no hay respuestas innatas ni universales ante los
peligros de la vida "moderna", como los coches, la electricidad,
los enchufes (Méndez, 2000).

Algunos estudios han encontrado que el miedo más
frecuente entre los 2 y los 4 años es el miedo a los
animales; entre los 4 y los 6 a la oscuridad y a las criaturas
imaginarias (Pearce, 1995; Sandín, 1997). Otros estudios,
han encontrado que entre los 2 y los 6 años, los miedos
más comunes son los que se dan hacia los médicos,
los perros, las tormentas y la oscuridad (Marks,
1990).

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