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La necesaria unidad proletaria




Enviado por José López




    La necesaria unidad proletaria – Monografias.com

    La necesaria unidad
    proletaria

    En el crucial momento histórico presente se
    necesita, más que nunca, la unidad de todos los
    trabajadores, vistan mono o corbata.

    Evidentemente, hay que hacer un análisis de
    clases siempre que se desee conocer la realidad social para
    intentar cambiarla
    . No se puede transformar la realidad
    sin tenerla en cuenta. No se puede cambiar la actual sociedad
    clasista sin tener en cuenta a las clases
    sociales. La lucha de clases, como dijo Marx muy acertadamente
    (sus posibles errores no invalidan sus aciertos), es el
    motor de la historia humana, por lo menos mientras no se supere
    la sociedad clasista. Sin embargo, en cuanto a esto, en cuanto a
    analizar la sociedad clasista, hay que reconocer que el
    neoliberalismo, es decir, el capitalismo desbocado, nos lo pone
    cada vez más fácil. Dado que las
    políticas neoliberales atacan a cada vez más
    amplios sectores de las clases populares, dado que el
    neoliberalismo está uniformizando, a la baja, a casi todas
    las clases proletarias, se cumple cada vez más esa
    división esencial de la sociedad
    contemporánea que proclamaban Marx y Engels. La
    sociedad capitalista se divide fundamentalmente en dos
    principales clases: el proletariado y los capitalistas.
    El
    funcionamiento de la sociedad actual pivota en torno al
    antagonismo entre estas dos grandes clases. Por supuesto que hay
    subclases dentro de cada clase, además de algunas clases
    "periféricas". Pero el hecho esencial, el que
    sobre todo define a la sociedad capitalista, es que hay dos
    grandes clases sociales diametralmente opuestas: una
    minoría de explotadores (los poseedores de los grandes
    medios de producción) y una mayoría de explotados
    (los poseídos, los que deben vender su fuerza de trabajo
    para sobrevivir).

    El neoliberalismo, la huida hacia adelante del
    capitalismo, la agudización de las inherentes
    contradicciones del sistema capitalista, está
    "resucitando" a Marx, mal que le pese. Mientras haya sociedad
    capitalista, aunque ésta adopte diversas formas,
    será válido el análisis social realizado en
    su día por los padres del marxismo. Podremos discutir
    sobre si las soluciones aportadas por ellos para superar el
    capitalismo eran válidas o no, siguen siendo
    válidas o no, pero el diagnóstico de la
    situación efectuado por ellos sigue siendo válido.
    Al practicar el librepensamiento lograremos superar sus errores
    pero sin renunciar a sus aciertos. No podemos, no debemos, darles
    la espalda a quienes mejor han analizado el capitalismo hasta el
    momento, a quienes todavía no han sido superados en cuanto
    a diseccionar el sistema político-económico que ya
    lleva entre nosotros, los humanos, unos pocos siglos (aunque no
    tantos como nos quieren hacer creer sus apóstoles).
    Debemos redescubrir al marxismo, releer sus fuentes originales,
    aunque de manera crítica. Así es cómo
    siempre ha avanzado intelectualmente la humanidad: practicando el
    librepensamiento, retomando el trabajo de nuestros antecesores
    para intentar mejorarlo. Pero no es posible practicar el
    librepensamiento si seguimos presos de prejuicios. Debemos
    procurar liberarnos todo lo posible de ellos. El marxismo, el
    cual no está exento de contradicciones, de errores, de
    ambigüedades, ha sido también, sin embargo,
    tergiversado, malinterpretado por muchos autodenominados
    "marxistas", así como interesadamente demonizado por la
    ideología de la clase dominante, es decir, por la
    ideología burguesa (lógicamente, pues la
    razón de ser del marxismo, la emancipación del
    proletariado, de la humanidad entera, atenta contra los intereses
    de las minorías que controlan y dominan la sociedad).
    Quienes niegan la lucha de clases, las élites que nos
    gobiernan, la practican continuamente, cada vez más.
    ¡Y encima pretenden que nosotros, los de abajo, ni siquiera
    nos defendamos! ¡Nos atacan constantemente y encima
    pretenden convencernos de que no hay guerra! Sus palabras vienen
    desmentidas por sus propias acciones. Nos dicen que la lucha de
    clases es algo del pasado mientras ellos la practican
    insistentemente en el presente. El Estado clasista capitalista se
    delata cada vez más, así como la hipocresía
    de quienes ejercen su dictadura cada vez menos sutil.

    Dentro del proletariado debemos incluir no sólo a
    todos los trabajadores por cuenta ajena activos de todos los
    sectores de la economía, sino que también a los
    desempleados (el ejército de reserva proletario como lo
    llamaba Marx, tan necesario para un capitalismo "saludable",
    siempre que no sea excesivo para no poner en peligro el "orden"
    social capitalista), así como a los estudiantes (futuros
    trabajadores), así como a los jubilados (que fueron en su
    día trabajadores activos y que se ganaron con su sudor sus
    pensiones), así como a todos sus familiares, aunque no
    tengan un trabajo remunerado. Según nos decía
    Engels en su día: por proletariado se entiende la
    clase de los trabajadores asalariados modernos, que ya que no
    poseen medios de producción propios, dependen de la venta
    de su fuerza de trabajo para poder vivir
    . Teniendo en cuenta
    esta definición, la cual sigue siendo esencialmente
    válida, un ingeniero es tan proletario como un obrero
    manual. Tal vez el primero sea un proletario "ilustrado",
    más sofisticado, más mimado, menos explotado, pero
    es también un proletario, él no tiene más
    remedio que vender su fuerza de trabajo para sobrevivir, como el
    obrero manual. Es en verdad un "obrero mental" que tiene
    esencialmente los mismos problemas que cualquier otro
    trabajador. Y esto es en los últimos tiempos cada vez
    más cierto. El capital sedujo en su día a una parte
    del proletariado, a cierta "aristocracia" obrera, para hacerle
    creer que era algo "especial", que no formaba parte del
    proletariado, para, de paso, así dividir al proletariado,
    pero cuando el capitalista necesita reducir sus costes, para
    aumentar sus beneficios, no duda, en cuanto puede, en explotar
    tanto al ingeniero como al obrero. Para el capitalista, el
    ingeniero, como el obrero manual, como cualquier otro trabajador,
    es tan sólo un recurso humano más.

    El ingeniero, como el obrero manual, como el trabajador
    de cualquier sector de la economía, vive bajo el terror de
    perder su empleo y por tanto su sustento. Es cierto que muchos
    ingenieros viven en casas más grandes y lujosas que las de
    muchos obreros manuales, pero como éstos últimos,
    también están atados de pies y manos, pues deben
    pagar sus deudas a los bancos, pues no tienen más remedio
    que trabajar a las órdenes de los capitalistas para
    satisfacer todas sus necesidades, aunque algunas de ellas sean
    lujos para otros proletarios. Como el obrero, el ingeniero apenas
    dispone de tiempo libre para disfrutar de la vida. Ambos viven
    para trabajar. El capitalismo ha "logrado", en este sentido,
    "igualar" al obrero y al ingeniero: ambos dependen del
    capitalista y ambos son explotados, aunque en distintos grados y
    de distintas maneras. Incluso actualmente muchos oficios manuales
    tienen más salidas laborales que muchas carreras
    universitarias. Algunos ingenieros son, ahora que sobran muchos
    titulados superiores, más explotados que muchos
    proletarios de viejos oficios. Lo cual demuestra que la
    explotación sucumbe también ante la ley de la
    oferta y la demanda. Si el ingeniero o el licenciado, en
    determinada época, fueron menos explotados que otros
    trabajadores, esto fue simplemente así por el hecho de que
    era más difícil contratar ingenieros o licenciados.
    Ahora que sobran, es posible rebajarles sus salarios, incluso por
    debajo de algunos oficios manuales, ahora es posible hacerles las
    cosas que antes se les hacía a los trabajadores manuales
    que sobraban.

    En suma, para el capitalista lo que cuenta es
    explotar todo lo posible a todo trabajador,
    trabaje éste con las manos o con la mente, vista
    éste mono o corbata.
    Éste es el hecho
    esencial que caracteriza al capitalismo en cuanto a las
    relaciones laborales, el cual no debe perderse de
    vista.

    Por su parte, los pequeños empresarios, o
    más, si cabe, los trabajadores autónomos, son cada
    vez más parecidos a los proletarios. Ellos tienen
    esencialmente las mismas inquietudes y los mismos
    problemas que los trabajadores. Ellos trabajan igual, muchas
    veces más, que los empleados por cuenta ajena. Ellos, como
    los trabajadores asalariados, pocas veces pueden enriquecerse,
    dejar de trabajar y dedicarse a la "dolce vita" (como sí
    hacen los grandes capitalistas, sus clases aliadas, como la
    aristocracia, y sus familiares, que son los verdaderos
    dueños de la sociedad). Tiene mucho más poder un
    gran empresario que miles de pequeños empresarios. No
    digamos ya los trabajadores, que no tienen ningún poder.
    Salvo cuando se unen, pues son muchos más, pues sin ellos
    no puede funcionar la sociedad.

    Bien es cierto que durante algunas décadas dicha
    división clasista fundamental de la sociedad capitalista
    se complejizó, que el capitalismo no tuvo más
    remedio que autocontenerse para frenar la amenaza del "socialismo
    real" (aunque dicho socialismo fuese muy poco real). Sin embargo,
    pasado el peligro "comunista", el capitalismo reanudó su
    marcha, su evolución natural, volvió a practicar
    impunemente su hoja de ruta, la cual es su razón de ser:
    aumentar los beneficios de unos pocos a toda costa, incluso al
    precio de destruir a la humanidad y a su hábitat,
    aumentar, sin límites, la explotación, del ser
    humano o de la naturaleza, "quemar" todos los recursos posibles
    para obtener el mayor beneficio posible en el menor plazo posible
    y acumular la mayor riqueza posible en muy pocas manos, en las
    manos de quienes poseen las grandes empresas y los bancos. La
    precariedad en el empleo, la inseguridad económica, la
    amenaza de perder el sustento o de empeorar las condiciones de
    vida, como mínimo, afectan a todas las clases populares,
    en mayor o menor medida, tarde o pronto. Ya ni siquiera
    los funcionarios, que se creían inmunes a la
    dinámica del mercado laboral capitalista, se libran: ellos
    también empiezan a sufrir empeoramiento de sus condiciones
    laborales, bajadas de sueldos e incluso despidos.

    No se trata ya sólo de luchar cuando perdemos
    personalmente el empleo o la vivienda, sino de luchar
    para evitar vivir siempre bajo la amenaza de perder
    nuestros derechos más elementales. El capitalismo, su
    lógica de funcionamiento, es, como mínimo, una
    amenaza permanente para toda la población. El
    capitalismo se sustenta en el miedo. El miedo del trabajador a
    perder su empleo, sin el cual no puede sobrevivir. El miedo del
    capitalista a dejar de ser capitalista, a arruinarse, a ser
    barrido por otros capitalistas más poderosos. Nadie
    está a salvo del capitalismo. Ni siquiera los
    capitalistas, pero especialmente todos los proletarios,
    independientemente de su grado y forma de proletarización.
    Debemos ser conscientes de que cada uno de nosotros, los
    proletarios, quienes vivimos de nuestro trabajo, si no lo somos
    ya, podemos ser la próxima víctima de las reglas
    del juego capitalistas. Debemos ser conscientes de que nuestros
    cónyuges, hermanos, hijos, nietos, abuelos, padres,
    vecinos, amigos, son también víctimas del
    capitalismo, como mínimo potenciales
    víctimas. Los pensionistas deben mirar más
    allá de ellos mismos y darse cuenta de que sus hijos y
    nietos son o serán víctimas del monstruo que
    nosotros, los humanos, hemos creado pero que ahora ya casi no
    podemos controlar, monstruo llamado capitalismo. Los funcionarios
    deben darse cuenta de que a ellos también les
    afectará (ya les está empezando a afectar, de
    hecho), de que sus hijos no podrán tener las mismas
    condiciones laborales que ellos tuvieron. Etc., etc.,
    etc.

    Todos los trabajadores debemos tener mayor amplitud de
    miras y darnos cuenta de que el capitalismo, como consecuencia de
    su filosofía de funcionamiento, perjudica a todo el mundo.
    La humanidad entera es víctima del capitalismo. Ella lo
    creó, sólo ella podrá destruirlo.
    El ser
    humano necesita recuperar el protagonismo perdido en su sociedad,
    "robado" por el capital, por los mercados, por la
    mercancía. La humanidad necesita recuperar las riendas de
    su propio destino, para lo cual primero debe ser consciente de
    que las está perdiendo y de que puede recuperarlas.
    Quienes deben, quienes pueden ser más conscientes son, en
    primer lugar, pero no en último, quienes
    más son perjudicados por el actual sistema. El
    papel del proletariado, su misión histórica, como
    nos descubrió Marx, es superar la actual sociedad
    clasista, es emanciparse él y de paso emancipar a toda la
    sociedad. Él es quien debe tomar ahora las riendas del
    destino, pues él es quien está siendo más
    perjudicado por el derrotero de los acontecimientos. La humanidad
    necesita superar el capitalismo, pero, en primer lugar, sobre
    todo, el proletariado, quien, además, constituye la
    inmensa mayoría de la humanidad.

    Quiere todo esto decir que, desde la izquierda,
    entendiendo como izquierda la que defiende los intereses de los
    trabajadores, de los proletarios (de todos los sectores, de toda
    índole), debemos fijarnos sobre todo en lo que nos une a
    todos los proletarios y no sobrevalorar tanto las diferencias
    que, indudablemente, también tenemos. El derrotero que
    está tomando el sistema capitalista es global, perjudica a
    la inmensa mayoría de la población, y por
    lo tanto requiere de una defensa global, de una unidad popular
    sin precedentes.
    Tanto el proletario que viste mono como el
    que lleva corbata está siendo cada vez más
    explotado, como mínimo amenazado, tanto el obrero
    industrial como el ingeniero del conocimiento (el obrero mental)
    sufre cada vez más inseguridad en su trabajo. El
    desempleo pende como una espada de Damocles sobre todos
    los trabajadores. Para el capital no hay diferencias
    esenciales entre unos proletarios y otros. Para
    él somos todos máquinas de hacer dinero, de
    creación de plusvalía, aunque dichas
    máquinas produzcan beneficios de distintas maneras. Para
    él somos todos simples piezas, diferentes piezas, pero
    todos piezas, de un engranaje general.

    El hecho esencial, el cual nunca debemos perder
    de vista, es que para el capitalista un trabajador es una
    máquina de hacer dinero, él no ve a la persona,
    sólo ve una máquina de hacer dinero. Los distintos
    proletarios son todos ellos máquinas diferentes
    de hacer dinero, pero son todos máquinas de hacer
    dinero para el capitalista. Incluso el propio capitalista es
    prisionero del capitalismo: o se somete a sus leyes o se
    verá superado por otros capitalistas, si no se retira a
    vivir la "dolce vita" (y aun así puede arruinarse, aun
    así puede verse afectado por lo que ocurra en la sociedad,
    la cual está siempre bajo la amenaza de grandes
    convulsiones). El capitalista, si sigue al pie del
    cañón, debe matar o morir, aumentar como sea sus
    beneficios si no desea él mismo proletarizarse, o ser
    dominado por otros capitalistas. El capitalismo es la ley de la
    jungla, la ley del más fuerte, la guerra de todos contra
    todos. Domina o serás dominado. Explota o serás
    explotado.

    Por consiguiente, nuestra primera labor, desde la
    izquierda real, desde la vanguardia proletaria (porque quien
    escribe estas líneas, como la mayoría de las
    personas que las leen, formamos parte de dicha vanguardia, nos
    guste o no, para bien y para mal), consiste en hacerles ver a
    todos los trabajadores que todos ellos tienen más en
    común que lo que les separa, en hacerles ver las
    similitudes en el fondo, a pesar de las diferencias en
    las formas. Cambian las formas de explotación,
    los tiempos y las intensidades, pero no el hecho
    esencial de que todos ellos son, somos, explotados.
    Cuando logremos concienciarnos todas, o por lo menos la mayor
    parte de las "hormigas obreras", sobre lo que nos une, frente a
    quienes sí tienen reales, importantes, diferencias con
    respecto a nosotras (puesto que desempeñan un papel
    radicalmente diferente en el modo de producción,
    ellos son los dueños de los medios de producción,
    los dueños de la economía y por tanto de la
    sociedad, ellos son quienes deciden, nosotras, las "hormigas
    obreras", somos quienes obedecemos), es cuando la unidad del
    pueblo será imparable y lograremos tomar el control de
    la sociedad, que es lo que se necesita. Tanto el ingeniero,
    como el funcionario, como el obrero manual, como el empleado del
    sector servicios, no tienen ni voz ni voto en sus lugares de
    trabajo. Sólo pueden tomar ciertas decisiones
    "técnicas" secundarias, pero deben, todos ellos, obedecer
    y cumplir a rajatabla las grandes decisiones estratégicas
    tomadas allá "arriba", muy arriba, por los verdaderos
    dueños de la sociedad: los propietarios de las grandes
    empresas, los grandes banqueros, y sus lacayos los
    políticos.

    Quienes pasamos gran parte de nuestra vida en el trabajo
    estamos sometidos al totalitarismo de las empresas. En el mejor
    de los casos. Puesto que todavía hay un mal peor que ser
    explotado: no poder serlo, no tener trabajo. El capitalismo ha
    logrado que ser explotado en cualquier trabajo sea visto por la
    mayoría de los trabajadores casi como un privilegio. Es
    más, ha logrado que muchos trabajadores les hagan el
    trabajo sucio a los capitalistas, convirtiéndose ellos
    mismos en los vigilantes de sus compañeros de trabajo, a
    las órdenes de los de arriba, convirtiéndose ellos
    mismos en explotadores de sus hermanos de clase. El gran triunfo
    del capitalismo es la hegemonía cultural, es haber
    aburguesado a muchos proletarios, haberles hecho creer que si se
    ponen del lado del opresor (¡ilusos!) ellos se
    librarán de la opresión. ¿Podría
    inventarse mejor dictadura que aquella en la que sus
    víctimas desean no dejar de serlo, en la que sus
    víctimas, encima, eligen a sus verdugos, a sus dictadores?
    ¿Podría inventarse mejor sistema basado en la
    esclavitud que aquel donde sus esclavos acepten dicha esclavitud,
    que aquel donde muchos de ellos colaboren activamente con ella o
    aspiren a hacerlo? ¿Qué mejor esclavitud puede
    lograrse que aquella en la que los esclavos legitiman el sistema
    de esclavitud cada X años en las urnas? Visto así,
    ¿no podemos considerar al capitalismo como la cumbre
    evolutiva del esclavismo, del totalitarismo, como el sistema
    donde la explotación alcanza su cota más alta de
    sofisticación, y por tanto de eficacia?

    Afortunadamente, nada es perfecto. Las grandes e
    irresolubles contradicciones del capitalismo, tarde o pronto, de
    una u otra forma, estallan en mil pedazos. Nos proclamaban, una
    vez vencido el "comunismo", el fin de la historia, nos
    predecían una nueva etapa de prosperidad y tranquilidad
    ilimitada, y el capitalismo, terco él, se empeña en
    contradecir a sus apóstoles. Sin embargo, el posible
    colapso del capitalismo no significa necesariamente su
    sustitución por un sistema mejor. ¡Deberemos
    "ayudarle" a colapsar y deberemos trabajar para que el sistema
    que lo sustituya sea mejor, y no peor! Erradicar el capitalismo
    significa primordialmente desarrollar la democracia,
    política y económica. El capitalismo se caracteriza
    principalmente por ser un sistema donde la economía
    funciona de manera dictatorial. Quienes poseen los grandes medios
    de producción imponen (de manera más o menos sutil,
    cada vez menos sutil) sus decisiones sobre el resto de la
    población. A medida que el capitalismo colapsa muestra su
    verdadero rostro antidemocrático. Las élites saben
    que la verdadera alternativa es un modelo
    político-económico radicalmente diferente,
    pero eso supondría la muerte del capitalismo, eso
    perjudicaría a las mismas élites que nos dominan.
    No podemos esperar que quienes nos oprimen, quienes nos llevaron
    al actual callejón sin salida, solucionen el problema que
    ellos mismos han creado. La solución, inevitablemente,
    sólo puede venir de abajo. La solución se puede
    resumir en una sola palabra "mágica":
    democracia.

    La democracia real, política y
    económica, es una necesidad vital para la inmensa
    mayoría de la población, para la humanidad en su
    conjunto. Alrededor de la lucha por la democracia
    debemos unirnos todos los trabajadores, todas las clases
    populares
    , por encima de nuestras "pequeñas" e
    "irrelevantes" (en cuanto al hecho esencial del papel
    desempeñado en el modo de producción capitalista)
    diferencias. Se trata de recuperar la conciencia de clase, y
    no tanto la conciencia de "subclase".
    La sociedad capitalista
    está dividida esencialmente en dos clases: los
    explotadores y los explotados; los grandes capitalistas y sus
    cómplices, y el resto, la inmensa mayoría, una
    mayoría cada vez más inmensa; el 1% y el 99%.
    Cuando dicha mayoría en conjunto, y no sólo su
    vanguardia, se conciencie sobre todo respecto del hecho
    esencial, cuando tome conciencia de que es explotada,
    aunque bajo distintas formas, en distintos grados, cuando piense
    que dicha explotación no es inevitable, cuando piense que
    otra sociedad es posible, además de necesaria, cuando
    quienes conformamos dicha mayoría nos unamos para luchar
    contra quienes nos oprimen, la minoría explotadora no
    tendrá nada que hacer.

    La clave reside, como siempre, en la
    concienciación.
    En concienciarnos de que estamos
    siendo todos, casi todos, explotados, de que podemos cambiar el
    sistema, de que debemos cambiarlo para sobrevivir dignamente como
    especie. Sin conciencia de clase no hay revolución,
    pues la revolución es la transformación radical de
    la sociedad, y la sociedad actual es clasista,
    está sustentada en la explotación de unas clases
    por otras, pues unas son poseedoras y otras poseídas.
    Mientras la lucha de clases la siga ganando el capital,
    continuará la actual involución. Queramos o no, los
    proletarios, todos, estamos condenados a la lucha de clases.
    Hasta que no la ganemos definitivamente no será posible
    superar el capitalismo, es decir, la sociedad clasista, la
    sociedad basada en la explotación del ser humano por el
    ser humano, la sociedad con grandes desigualdades sociales, la
    permanente guerra de clases. El capital ejerce dicha guerra
    continuamente, aunque su intensidad fluctúe, aunque sus
    formas varíen en el tiempo. No puede hacer otra cosa. El
    capital sobrevive explotando. Sin explotación no hay
    capitalismo. Aunque sin capitalismo sí puede haber
    explotación. El capitalismo es un sistema más de
    explotación, no el único, pero sí el
    más "inteligente", por tanto el más peligroso,
    inventado hasta la fecha.

    Tarde o pronto, los proletarios tendremos que
    defendernos para contraatacar y acabar con esta autodestructiva
    dinámica. Nuestras armas son la conciencia, la unidad, la
    organización, la ética, el sentido común, la
    razón, las palabras, el pacifismo. ¡Somos muchos
    más que ellos y tenemos razón! Ellos lo saben, por
    eso se afanan tanto en desunirnos, por eso procuran amplificar
    nuestras diferencias al mismo tiempo que obviar lo que realmente
    nos une, el papel esencial que desempeñamos en la
    sociedad, en su modo productivo, por eso se obsesionan tanto en
    no darnos la más mínima oportunidad de enfrentarnos
    ideológicamente a ellos, de igual a igual. Quien tiene
    razón, o quien cree tenerla, no huye del enfrentamiento
    ideológico igualitario. ¡Al contrario! Lo necesita
    fervientemente para acercarse cada vez más a la verdad. La
    verdad sólo puede abrirse camino mediante el
    enfrentamiento cara a cara, de igual a igual, con la mentira.
    Ésta, por el contrario, sólo puede sobrevivir
    censurando a las ideas que compiten con ella, o
    enfrentándose a ellas con muchas más ventajas. Si
    quienes dicen que el capitalismo es el único sistema
    posible, el mejor, el más viable, realmente creyeran todo
    eso que proclaman a bombo y platillo, no eludirían el
    debate público. Las ideas anticapitalistas, incluso las
    antineoliberales, son sistemáticamente censuradas por los
    grandes medios de comunicación controlados por el capital,
    o por el poder político controlado también por
    él. ¡Y no por simple casualidad!

    El pueblo, es decir, la inmensa mayoría
    proletaria o semi-proletaria, unido, jamás será
    vencido. El 1% no puede hacer nada frente al 99%, si este 99% se
    une y no le obedece. Obreros industriales, campesinos, soldados,
    policías, periodistas, ingenieros, licenciados,
    pensionistas, profesores, estudiantes, intelectuales, artistas,
    científicos, trabajadores autónomos,
    pequeños empresarios, funcionarios, desempleados,
    empleados de cualquier sector,…, proletarios todos,
    ¡concienciémonos!, ¡unámonos!,
    ¡organicémonos! ¡Somos el 99%! ¡Sin
    nosotros los dominados, ellos, los que nos dominan, no son nada!
    A todos los trabajadores, tarde o pronto, de manera directa o
    indirecta, en mayor o menor medida, nos perjudica la
    lógica del capitalismo. Entre todos podemos y debemos
    superarla. Superarla significa lograr una sociedad más
    justa, más libre, más racional, más
    ética, más próspera, más segura,
    más armónica, más pacífica.
    Sólo podremos superar dicha lógica si la
    mayoría tomamos el control político y
    económico de la sociedad. Y esto sólo es posible
    mediante la democracia auténtica, lo más amplia
    posible, lo más extendida posible por todos los rincones
    de la sociedad. Allá donde haya convivencia humana debe
    haber democracia. La democracia es el gobierno de la
    mayoría respetando los derechos humanos
    elementales de todo individuo. La democracia es el
    "reino" de la libertad y de la igualdad.
    Todavía
    estamos muy lejos de dicho "reino". Y lo que es peor, nos vamos
    alejando de él en vez de acercarnos.

    La oligocracia capitalista, el dominio de unas
    minorías, de quienes poseen y controlan los principales
    medios de producción y el sistema financiero, debe dar
    paso a la democracia real, al dominio de la mayoría. El
    interés general sólo podrá realmente
    imponerse sobre el interés particular de ciertas
    minorías cuando éstas dejen de dominar. Los
    dominados debemos rebelarnos y unirnos.
    Como explico
    detalladamente en el Manual de resistencia
    anticapitalista
    , podemos incluso rebelarnos cada uno de
    nosotros aunque todavía no logremos unirnos para la
    acción conjunta, a la espera de la necesaria unión
    y organización de todo el proletariado. Debemos ir
    trabajando por esa imprescindible unidad, pues sólo cuando
    los de abajo, que somos casi todos, nos unamos, podremos vencer a
    los de arriba, que son (en términos relativos,
    porcentuales) muy pocos, cada vez menos, pero que detentan mucho
    poder, cada vez más. Pero, mientras,
    simultáneamente, cada uno de nosotros, los de abajo,
    podemos empezar, por lo menos, a dejar de realimentar a
    este sistema, dejando de votar a nuestros verdugos,
    liberándonos de su pensamiento único, dejando de
    colaborar con nuestros enemigos de clase… La rebelión
    individual es el ladrillo de la revolución social. Cada
    uno de nosotros puede, ya mismo, empezar a rebelarse, al menos en
    cierto grado, y empezar a contagiar dicha rebelión a
    nuestros semejantes. ¡Sembremos alrededor nuestro las
    semillas de la rebelión, de la concienciación! Otro
    mundo (mejor) es posible, siempre que lo intentemos, siempre que
    no nos rindamos de antemano. Cada vez tenemos menos que perder y
    más que ganar. La única lucha que se pierde es la
    que se abandona. La peor lucha es la que no se hace. La lucha
    debe ser individual y colectiva. Ambas luchas se realimentan
    mutuamente.

    Cuando nos demos cuenta de lo que realmente tenemos
    en común quienes conformamos el 99% de la sociedad, de lo
    verdaderamente importante, entonces la necesaria unión de
    todo el proletariado se verá enormemente facilitada. De la
    concienciación deberemos pasar a la acción.
    Una
    parte de ese 99% ya hemos empezado a concienciarnos y a
    rebelarnos, ¡pero todavía falta que mucha más
    gente se apunte a dicha rebelión! La revolución no
    es posible sin la participación activa de la mayor parte
    de la población. La indignación es necesaria pero
    insuficiente. Se necesita también la
    concienciación, la organización, la unión,
    la acción, para cambiar realmente las cosas. Pero el
    primer paso crítico es la concienciación. Sin ella
    no hay nada que hacer. El primer y más importante
    ingrediente subjetivo de la revolución es la conciencia. A
    dicho ingrediente deben sumarse otros ingredientes, además
    de ciertas condiciones objetivas (la necesidad es el motor del
    cambio). A medida que pasa el tiempo los factores objetivos
    favorables a la revolución aumentan por sí solos,
    al menos al margen de la voluntad del proletariado, sin embargo,
    los factores subjetivos sólo podrán aumentar si el
    proletariado es capaz de desarrollarlos por sí mismo.
    Quienes nos vamos concienciando, quienes vamos despertando,
    debemos también concienciar, despertar, a nuestros
    semejantes. El rebaño debe concienciarse por sí
    mismo. Las ovejas negras deben despertar al resto de ovejas. Con
    toda humildad, pero también con toda contundencia. Como
    dijeron en su día los revolucionarios "clásicos",
    la emancipación del proletariado sólo puede ser
    obra del propio proletariado. La libertad sólo puede ser
    conquistada, nunca ha sido, ni nunca será, concedida por
    los opresores.

    8 de diciembre de 2011

     

     

    Autor:

    José López

     

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