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Persona y Amor



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. La
    persona
  3. El
    amor
  4. Conclusión
  5. Bibliografía

La importancia de descubrir al hombre
como persona, dentro de las relaciones conyugales.

""La persona, es un ser

para el que la única
dimensión

adecuada es el amor"

 Juan Pablo II

Introducción

Hoy en día y principalmente en occidente, en este
mundo globalizado, muchas culturas se han visto envueltas en la
dinámica de los Mass Media, especialmente por
medio de la televisión, el cine e internet; en cada
instante nos bombardean con publicidad, nos venden una vida
fácil, placentera y egoísta; y de este modo el amor
deja de tener sentido. Se nos insiste en que sólo pensemos
en nosotros mismos, en vivir la vida al "máximo"; nos
venden una sexualidad reducida a la sola genitalidad. Todo esto
nos está llevando a una degradación de la dignidad
de la persona humana; el hombre busca una salida,
¿dónde encontrarla?

¿Cómo romper con estos anti valores que
cada vez más manchan la dignidad de la persona humana?
Quiero aportar un poco de luz a esta indagación; para
esto, enfocaré este estudio a una situación
particular donde se hacen presentes estos problemas de una forma
muy peculiar, el matrimonio. Principalmente desde el pensamiento
personalista de Karol Wojtyla, esta exposición se
orientará a hacer ver la importancia de descubrir al otro
como persona dentro de una relación conyugal, para
así, afianzar una sólida relación de la
pareja; ya que la familia es la primera escuela, en donde todos
aprenden en carne propia, es el lugar en que se forja la
educación en los valores y se puede hacer frente a esta
actual despersonalización denigrante.

La motivación personal que me llevó a
inmiscuirme en este tema, es mi realidad, la sociedad que me
rodea, en este preciso tiempo que estoy viviendo, donde se sufre
una crisis de valores y especialmente en esta importante
institución social, el matrimonio; en el cual en repetidas
veces hay un excesivo individualismo, utilitarismo,
egoísmo y hedonismo. Hoy y desde hace tiempo la persona
está amenazada por nuevas formas de vida y por relaciones
humanas que afectan su naturaleza, es por tanto que esta
investigación se enfocará sobre la persona dentro
del matrimonio.

Sin embargo, es preciso advertir que el objetivo de esta
monografía no es elaborar una teoría completa de la
persona en cuanto a ser, o profundizar en una decisiva y final
definición de ésta, tampoco se pretende desarrollar
una concepción del hombre, ni mucho menos fundamentar la
unión matrimonial desde la filosofía o profundizar
en la moralidad de las relaciones maritales. Solamente es un
intento por extraer de las relaciones maritales lo que pueda
arrojar alguna luz sobre el hombre concebido como persona para
hacer conciencia del valor de la persona que tiene en la
unión de dos seres por amor.

De tal manera a lo largo de la presente
investigación, desde la postura del personalismo con
Emmanuel Mounier y Karol Wojtyla, se muestra siempre la
íntima relación de la persona con el amor. En la
primera de dos partes, se aborda a la persona, explicando
cómo está dañada su dignidad de persona
humana y cómo el hombre es constituido persona para lograr
ser merecedor de un respeto, de una dignidad. Y en la segunda
parte titulada, el amor, se expone primeramente cómo el
amor es la oposición al utilitarismo de nuestros tiempos,
para luego pasar a exponer el atractivo de un persona a otra y
cómo debe ser fundado en un verdadero y auténtico
amor para dar paso a la unión matrimonial, donde es
imprescindible una donación y posesión mutua de la
persona de los cónyuges; finalmente el estudio termina con
la importancia de la constitución de la familia en
comunidad para cimentar la educación de sus miembros y
desarrollarlos en el camino hacia la plena dignidad de su
persona.

La
persona

"La persona, es un ser para el que la
única

dimensión adecuada es el
amor"

Juan Pablo II

  • 1. La persona amenazada en el
    mundo de hoy

"La persona está amenazada por nuevas formas
de vida y por relaciones humanas que afectan la naturaleza de
nuestra sensibilidad
."[1] La sociedad sufre
una crisis de valores y ésto lo afirmo desde mi
experiencia. Los programas televisivos, los reality
shows
, el cine, los innumerables sitios web,
inclusive la música de la radio, nos bombardean de
publicidad a cada momento, en cada instante de nuestra vida; nos
venden una vida "light", egoísta, en la que
sólo se busca placer, poder, parecer y poseer. Cuando en
la vida sólo deseamos nuestra propia satisfacción y
el bienestar propio dejan de tener sentido la fidelidad, la
generosidad, la paciencia, la tolerancia, el sacrificio… el
amor para con los otros. En nuestra sociedad, se ha substituido
el amor por el egoísmo, porque nos insisten en que
sólo pensemos en nosotros mismos, en vivir la vida al
"máximo" y en disfrutarla, sin importar las consecuencias.
En nuestros días también vemos un contexto donde la
sexualidad prácticamente se reduce cada vez más a
la mera genitalidad, nuestra cultura reduce la sexualidad a
simples géneros, roles sociales, o a funciones
somáticas y determinados actos y no a un elemento
constitutivo de la toda persona humana.

Es así como se hace realidad esta crisis de
valores y especialmente en una importante institución
social, el matrimonio, donde muchas veces hay un enorme
consumismo, hedonismo y solipsismo entre la pareja. Afirma Juan
Pablo II que en el mundo de hoy, dentro de las familias, hay
signos de preocupante degradación en algunos valores
fundamentales las familias, donde la persona se opone al amor por
medio de su comportamiento para con familia; de tal modo que hay
una equivocada concepción, teórica y
práctica de la independencia de los cónyuges entre
sí, así como dificultades concretas de los padres
para educar y transmitir a sus hijos valores. Muchos matrimonios,
y familias enteras se enfrentan cada vez más con la plaga
del aborto, los divorcios, el recurso cada vez más
frecuente de la esterilización, y la instauración
de la mentalidad anticoncepcionista.

El asunto sobre esta degradación de la persona
humana no termina ahí, la mentalidad que considera al ser
humano como no-persona, sino como una cosa, un objeto de
compra-venta, al servicio del interés egoísta y del
solo placer, da lugar al desprecio del otro. Y de esta amarga
consecuencia muchas veces la primera víctima es la mujer,
la cual se ve oprimida por el hombre, concluyendo en una
discriminación e injusticia sobre dignidad de la mujer.
Dentro del matrimonio ha llegado a permear esta tendencia
objetivizadora, ocasionando en las relaciones conyugales formas
discriminatorias humillantes para la persona de la mujer, como
por ejemplo: las esposas maltratadas por no tener hijos, las
viudas, las separadas, las divorciadas, las madres solteras y en
agravadas situaciones lamentablemente la prostitución
encuentra cabida dentro del matrimonio para solventar la
economía familiar.

¿Cómo romper con los anti valores que cada
vez más atentan contra la dignidad de la persona humana,
reduciéndola a un simple individuo como todos, dentro de
las relaciones maritales y familiares? Ante estas situaciones
lamentables, seria de ayuda, afirmar la primacía del valor
de la persona sobre los valores del sexo, del dinero, del placer.
Convencernos y convencer de que el amor conyugal no debe ser
remplazado por cualquier forma de utilización de la
persona para satisfacer deseos individualistas.

  • 2. La persona como un rostro
    inigualable

Antes de hablar del hombre como persona hay que
puntualizar que el origen de la palabra "persona" se remonta a la
cultura helénica, donde la palabra
prósopon quiere decir persona. Los
presocráticos, Demócrito y Empédocles la
refieren como cara, rostro, incluso faz. En Platón, quiere
decir rostro al igual que en Aristóteles que habla del
prósopon y sus partes como la nariz y boca.
Aparte del hombre, también se habla del
prósopon de los dioses, de los animales, incluso
de la luna. Este concepto se ha tomado como punto de partida para
la noción de persona, junto con la significación
latina la cual se refiere a la máscara, por ejemplo la
máscara trágica o cómica de los actores; de
ahí se deriva el carácter del personaje y
finalmente la persona.

Es de este modo como la palabra prósopon
hace referencia al rostro humano, el cual funciona como
representante de toda la corporalidad, espíritu y mente
del hombre. El rostro es el que delimita a la persona entre los
demás y la hace especial, frente a los otros.
Además es el rostro el que expresa los sentimientos,
emociones, nos muestra que el hombre acontece. Si el rostro
físicamente sufre una deformación por algún
daño, todo el hombre cambia, cambian sus emociones, cambia
su presentación ante los demás, cambia su manera de
expresarse, de este modo es entendido el rostro del hombre como
prósopon.

De igual manera que el rostro, se concibe a la persona
pero no limitándonos únicamente al rostro, sino
abarcando todo lo que es el hombre, la persona es única,
cargada al igual que el rostro, de emociones y sentimientos, de
un alma, de un cuerpo, la persona como las marcas faciales del
rostro está cargada de un pasado, de circunstancias que la
afectan en su comportamiento. La persona es particular como el
rostro, cargada de una personalidad única y valiosa. Acaso
no es merecedora la persona de un valor por ser única de
entre todos los tiempos y lugares.

Durante la escolástica se dignifica
todavía más a la persona pues se ve como una
substancia, sólo que de naturaleza racional y por lo tanto
importante, con mayor dignidad y excelencia que lo demás.
Y más aún, se habla de personas divinas, la palabra
persona se aplica más a Dios que al hombre. Pero por ahora
únicamente nos enfocaremos a la persona humana como: yo y
como tú.

  • 3. El hombre entendido como
    persona

El hombre es una persona, pero ¿cómo
llegar a esta afirmación precedente? "El hombre es
objetivamente alguien y en ello reside lo que le distingue de los
otros seres del mundo visible, los cuales, objetivamente, no son
nunca nada más que algo."[2] Por tanto
entre el hombre y las cosas hay una diferencia
abismal.

El hombre "es", como todos los entes, con lo cual lleva
al hombre a adquirir un valor por el simple hecho de ser.
Aún más el hombre es "alguien",
diferenciándolo por tanto de todos los demás seres
existentes que son al contrario "algo" como las simples cosas de
nuestro entorno. Es por tanto que el hombre tiene una enorme
distinción importante con respecto a todo lo que es
objeto. Así es como el hombre adquiere una valía
superior sobre todas las cosas, pues lo que es "algo"
jamás podrá tener vida propia, las cosas por sus
simples características son la oposición al ser
viviente.

Todavía no hay que afirmar al hombre como
persona, pues surge un problema, los animales y las plantas;
ellos son seres animados como el hombre, se diferencian de las
cosas a las cuales llamamos "algo", algunos son parecidos al
hombre en su constitución física, sus organismos
están sometidos a procesos bio-fisiologicos como los
hombres. Sin embargo los animales, al igual que las cosas,
carecen de razón igualmente con lo anterior se le da
más valor al hombre pues éste es el único
animal racional. De este modo nos damos cuenta de la superioridad
del hombre en la tierra.

El Cardenal Karol Wojtyla nos dice que el animal es un
individuo de una especie animal determinada, asimismo
deberíamos definir al hombre particular, como un individuo
de la especie humana, es una definición lógica,
pues la persona es una y pertenece a la especie homo
sapiens.
Sin embargo en el hombre hay algo más, una
plenitud y una perfección de ser particular, el hombre no
puede ser simplemente catalogado como un simple individuo, ya que
éste no es uno como todos los demás, perteneciente
a su especie. El ser del hombre únicamente se puede
expresar con el término de persona, que como hemos visto
quiere decir rostro, faz, cara, carácter, y ésto es
único e irrepetible en el hombre, ahí es donde
radica su unicidad.

Boecio definía a la persona como: sustancia
individual de naturaleza racional, sin embargo el concepto de
persona va más allá de esta humanidad
individualizada, no se alcanza a definir plenamente. El hombre no
es un individuo, uno como todos, sino una persona, uno de entre
todos, compuesto de cuerpo, espíritu y razón. Ya lo
dice Wojtyla: "La humanidad o naturaleza humana está
dotada de las propiedades que hacen posible que un ser humano
concreto sea una persona."[3] Es la persona misma
quien es humana.

  • 4. El personalismo, una
    propuesta contra el individualismo

"La persona no debe ser considerada únicamente
como una individualidad absoluta."[4] El hombre no
puede ser comprendido solamente como un simple elemento de la
sociedad, es necesario afirmarlo como persona. La persona es la
presencia misma del hombre, abarcando su totalidad, su unidad,
sus dimensiones, sus constitutivos, su particularidad, en fin su
enigma. Una de aproximación para definir lo que es la
persona, sería desde la perspectiva del filósofo
Emmanuel Mounier:

"Una persona es un ser espiritual constituido como tal
por una forma de subsistencia y de independencia en su ser;
mediante esta subsistencia con su adhesión a una
jerarquía de valores libremente adoptados, asimilados y
vividos en un compromiso responsable y en una constante
conversión; unifica así toda su actividad en la
libertad y desarrolla por añadidura, a impulsos de actos
creadores, la singularidad de su
vocación."[5]

El encuentro de una persona con otra, es la presencia de
un Yo frente a otro Yo y no de un Yo frente a las cosas. Por tal
motivo concebir a un hombre como persona, primeramente es respeto
y admiración ante un ser que se me presenta, la cual es
reflejo de mi compleja y misteriosa realidad, llena de
circunstancias, de un pasado y de un futuro, de una carga
emocional, de una potencia creadora, capaz de amar y ser amada,
de un misterio. En palabras del padre Peter Henrici a partir de
este encuentro de dos personas surge el Nosotros somos,
el Yo y el Tú al mirarse, así como dos espejos se
reflejan mutuamente nos hace comprender que lo que el Yo vale,
también lo vale el Tú de particular y de igual
valor que Yo, así me libro de objetivizar al otro y afirmo
que nosotros somos personas.

Wojtyla piensa que el individuo es el principal enemigo
de la sociedad y del bien común, y lo seria de igual
manera en las relaciones maritales, ya que lo único que
hay en el individuo es falta de amor hacia los demás,
hacia la persona. El individualismo considera aisladamente el
bien de los demás y de la comunidad, es desear conseguir
el bien propio antes que participar para conseguir el bien
común de las personas. El individualismo también
niega la acepción del hombre como persona, ya que de lo
contrario implicaría abrirse para con el otro, participar
y hacer comunidad, y para el individuo, los otros son una fuente
de limitación, para auto-preservarse, concentrase sobre
sí mismo y sobre su propio bien.

Una concepción del hombre como individuo nos
lleva a des-espiritualizar al hombre, es considerar un elemento
más de mi especie, uno de los millones que hay, al cual
puedo poseer, acaparar y dominar, como a cualquier
individuación de otras especies. En cambio, un concepto
del hombre como persona me lleva a saber que ese cuerpo tiene un
particularidad especial frente a los otros. La persona
está sustancialmente encarnada en el hombre como lo
diría Gabriel Marcel, mezclada con su carne, aunque
trascendiendo de ella para particularizarla de una manera muy
especial.

Manifiesta Mounier: "Dispersión, avaricia, he
aquí dos signos de la individualidad. La persona es
señorío, elección, es
generosidad."[6] Es de este modo como se muestra
que el individuo es la inversa de la persona, la individualidad
es dispersión y la persona es integración. Mounier
hace una invitación a defender a la persona ¿acaso
no deberíamos de unirnos a esta causa? Hay que acabar con
el individualismo que avergüenza al hombre, es preciso
descubrir a al hombre que se nos presenta como persona,
hoy.

  • 5. Tres aspectos para apreciar
    a toda persona

  • a. La unidad de la persona

El alma de la persona, individual e inmortal, es el
principio de la unidad del ser humano, y lo hace reflexionar y
comprender más profundamente de la realidad. Y mediante el
cuerpo le permite insertarse en el mundo material, donde
actúa y se realiza.

Aristóteles opinaba que había una unidad
sustancial entre cuerpo y alma. Y es así como la persona
es siempre una unidad, una substancia y no debe vivir entre el
divorcio entre lo corporal, lo psíquico y lo espiritual,
sino actuar como espíritu encarnado.

Fácilmente hoy en día en las relaciones
maritales se basa el amor y el aprecio hacia la persona
considerándola únicamente con su cuerpo en cuanto
tal, como lo veremos más adelante, afectando esta unidad
substancial. Sin embargo Wojtyla dice: "El cuerpo humano sirve de
lugar y medio para la manifestación externa de la
autodeterminación de la persona."[7] De
este modo unificando estos dos aspectos, el cuerpo es la
manifestación del alma. Por tal motivo es merecedor junto
con el alma de un singular respeto y aprecio.

  • b. Libertad de la persona

"Para la persona, la autodeterminación es algo
innato y hasta natural."[8] De este modo, la
libertad se convierte en algo natural a la persona, ya algo de
ésto también escribía Santo Tomás: la
voluntad no es solamente una propiedad de la persona, sino
también una fuerza. Con la voluntad la persona se
auto-gobierna, la voluntad es la capacidad de la persona para ser
libre. "Del hecho de que el hombre está dotado en cuanto
persona, está dotado de libre arbitrio, se sigue que es
también dueño de sí
mismo."[9]

Como ya hemos deducido atrás, afirmamos que el
hombre es persona ya que tiene una naturaleza radicalmente
distinta a la de los animales. Su naturaleza comprende la
facultad de autodeterminación, basada en la
reflexión y se manifiesta en el hecho de que el hombre
decide qué es, lo que quiere hacer en su vida, como lo ha
expresado ya Viktor Frankl, el hombre es dueño de
sí mismo y de sus propias acciones.

Así pues la persona tiene libertad para actuar,
pero no tiene derecho a obrar mal. Surge un gran problema cuando
en una pareja alguien impone al otro lo que él desea, con
el supuesto derecho de ejercer su libertad, cuando en realidad es
un libertinaje. Ésto es violar el libre arbitrio de la
persona, es coartar su libertad, y ésto va en contra del
valor y de la dignidad de la misma. Si yo quiero que la otra
persona desee lo que yo quiera y la fuerzo a complacerme, estoy
tratando a ese "alguien" como un "algo" y no le estoy dando el
valor que se merece, por lo tanto ahí no hay un verdadero
amor; la persona es y ha de ser independiente de los demás
en sus actos. Solamente la persona es el único ser que
cuenta con el libre arbitrio, ni siquiera los animales
actúan por libre elección, sino que actúan
por su mero instinto salvaje.

Para Mounier la libertad es la categoría
más elemental de la persona; por eso el hombre se debe
sentir dichoso, por no estar condicionado. He aquí donde
una vez más se demuestra el valor de la persona, no
restrinjamos pues a la persona de este magnífico
don.

  • c. Trascendencia de la
    persona

La trascendencia significa tender hacia fuera y
más allá del sujeto, es ir más allá
de un límite, lo cual es característico de la
persona, en parte por el hecho de amar, gracias a la capacidad de
amar de la persona, ésta puede estar abierta a la
trascendencia, temporal o permanentemente.

Con la muerte, la persona, cuerpo y alma, deja de
existir, sin embargo la esencia de la persona permanece en otra,
hay un Yo que recuerda ese Tú que ahora no existe, la
persona del Tú continua siendo en el Yo. En base al
pensamiento de Henrici el Yo, se expresaría acerca de la
trascendencia del Tú, después de la muerte, del
siguiente modo: "Siento que Tú continuas siendo para
mí lo que ya eras, mi esposa, yo sigo amándote,
necesitándote, aun después de la muerte, permanece
tu recuerdo en mí, me afectas todavía aun cuando no
existas, a lo que antes era tu persona yo la sigo amando, y sin
embargo tú ya no estás aquí." Es de tal modo
como el amor de la persona requiere perpetuidad, demanda
permanencia; así se demuestra que "el amor es fuerte como
la muerte."[10]

Es por tanto que el hecho de guardar la viudez es digno
de elogio, porque la unión con la persona desaparecida
está mucho mejor expresada. La relación del Yo con
el Tú aún sigue existiendo. Por este motivo explica
Wojtyla: "El valor de la persona no es algo efímero, y la
unión espiritual puede y debe perdurar hasta cuando han
cesado ya la de los cuerpos."[11]

De este modo la persona, capaz de amar, trasciende,
supera un límite, la muerte, dejando en los otros un algo
de lo que antes era persona. Descubriendo al hombre como persona,
se descubre esta capacidad de la persona, de ser amada aun
después de su existencia. De esta manera se ve
únicamente a la persona con un valor peculiar.

  • 6. Restitución de la dignidad de la
    persona de la mujer

"Sólo el reconocimiento de la dignidad humana
hace posible el crecimiento común y personal de
todos."[12] Ya que como lo hemos venido
exponiendo, comprender al hombre como persona significa
dignificarlo, es decir, respetarlo, tratarlo con decoro con
decencia, ésto nos ha de llevar a una armoniosa
convivencia pues: "La dignidad tiene como máxima regla o
conducta, la felicidad."[13]

Masculino y femenino son géneros que diferencian
a dos personas de igual dignidad. Esta diversidad en la igualdad
es enriquecedora e indispensable dentro del matrimonio para
lograr una auténtica y armoniosa convivencia humana. Sin
embargo, hay que resaltar especialmente el papel de, la ya tan
dañada, dignidad de la mujer respecto al hombre, "Llamada
a su misión de persona, la mujer casada no puede ser ya en
la familia el simple instrumento o reflejo pasivo de su
marido."[14] ¡Afirmemos en nuestra
relación con la mujer: tú también eres
persona! Para ya no seguirlas concibiendo como las describe
Mounier: "He aquí las que, carentes del poder de
constituirse en persona, se dan esta ilusión exasperando
una feminidad vengadora y corren en pos de la belleza como en pos
de alguna deidad."[15]

En las relaciones esponsales variadas ocasiones la
libertad de la persona de la mujer se ve muy coartada, reduciendo
su vida llanamente a satisfacer las necesidades de su
cónyuge, brindándole el alimento caliente, una casa
limpia para descansar, un cuerpo para satisfacerlo,
igualándola a un individuo servicial. Otras veces son
reducidas a simples nodrizas, el varón necesita de "algo"
que crie a su descendencia, que se ocupe del cuidado,
alimentación y educación de sus hijos. Y
en veces la mujer es un recipiente donde el hombre desahoga sus
problemas económicos o emocionales y los carga a la mujer
para que ésta les dé solución. De estas
formas la mujer cae desgraciadamente en lo que dice Mounier:
"Mercancía para el reposo o para el ornato del guerrero.
Mercancía para el desarrollo de los asuntos familiares.
Objeto de placer y de intercambio."[16]

La mujer como persona que es, no debe ser un medio de
complacencia física o sexual para el hombre, cuando el fin
de éste sea únicamente el del placer, el de
satisfacer sus deseos; y si así lo fuera, desgraciadamente
la mujer caería en la "servidumbre", sería
simplemente un "algo", un instrumento que sirve como medio al fin
y al sujeto y como consecuencia al tratar a la persona como un
medio se comete un atentado contra su misma esencia.

Juan Pablo II por tanto exige que el hombre tenga
profundo respeto por la igual dignidad de la mujer e invita a
vivir con la esposa un tipo muy especial de amistad personal.
También san Ambrosio recalca esta misma dignidad: "No eres
su amo, sino su marido; no te ha sido dada como esclava, sino
como mujer… Devuélvele sus atenciones hacia ti y
sé para con ella agradecido por su
amor."[17]

¿Cómo restituir esa falta objetivizadora
de dignidad y de amor de la mujer? Ella misma, abandonando su
inferioridad, afirmándose como persona, y
afirmándolas nosotros mismos como tales. Así ellas
mostraran al varón ese misterio femenino, eso que las
diferencia de los hombres y las iguala en dignidad. Pero
únicamente partiendo desde el amor podremos descubrir a la
mujer como persona.

El amor

"El amor, no puede ser propio
más

que de las personas."

Karol Wojtyla

  • 1. El amor, una propuesta
    contra el utilitarismo

Al inicio del estudio se exponía como el hombre
era "alguien" superior al resto de las cosas y de los animales;
de esta afirmación partiremos para expresar que ese
"alguien", al cual le llamamos persona no debe ser utilizado en
las relaciones maritales para lograr un determinado fin
individual, como cualquier objeto o instrumento, como un simple
"algo" sino que debe ser amado. Puesto que el mundo de las
personas, naturalmente, es diferente y superior al mundo de las
cosas y de los animales, la persona es un fin en sí mismo,
esta jamás deberá ser un medio de
satisfacción para el otro, bajo el ingenuo aspecto de
amor, pensando que es para la satisfacción individual lo
que la otra persona brinda.

El utilitarismo lamentablemente es uno de los rasgos del
espíritu del hombre contemporáneo y de su actitud
frente a la vida, una persona que actúa conforme a esta
tendencia busca un bien para sí, busca lo que le da
placer, lo que puede sacarle provecho, busca llevar una vida
agradable, ser feliz sin importar las consecuencias en la persona
del otro. Desgraciadamente muchas veces la persona es ese bien
que busca el utilitarismo, aunque, la persona es un bien, no va
de acuerdo con la utilización. Lamentablemente esta forma
de concebir al hombre no permite descubrir en la persona su
evidente complejidad: el cuerpo y el alma, dos elementos que
constituyen un ser-persona.

Así pues afirma Wojtyla: "El amor es la
única antítesis de la utilización de la
persona."[18] Por tanto, los principios del
utilitarismo son nocivos para un verdadero amor, puesto que el
utilitarismo es egocentrismo, avaricia, interés mientras
que el amor es comunión de personas, como luego se
analizará. Partiendo del utilitarismo jamás se
logrará llegar al amor, ni siquiera se puede exigir; es
por eso que para continuar examinando las relaciones esponsales
debemos dejar claro que el amor a la persona se opone a este
principio degradante.

De este modo ahora podríamos darle al concepto de
persona un nuevo significado al estilo de Wojtyla: "La persona es
un bien, respecto del cual sólo el amor constituye a
actitud apropiada y valedera."[19] Es así
como la vocación de los hombres está en amar a las
personas. Por tanto, la base para una digna convivencia marital
es la concepción del Tú como persona para luego
proceder a amarla.

  • 2. Persona, amor y atractivo

  • a. El atractivo hacia la
    persona

El amor no es unilateral, sino bilateral, pues existe
entre dos personas, "El ser del amor en su plenitud es
interpersonal y no individual."[20] El amor es una
fuerza que liga y que une personas, su naturaleza es contraria al
aislamiento y a la división; por eso el amor se da en la
relación del Yo con el Tú. "El amor es siempre una
relación mutua de personas, que se funda a su vez en la
actitud de ellas, individual y común, respecto del
bien."[21] El amor es una atracción, un
afecto entre personas, tiene un carácter personal. El amor
puede también ser concebido como una virtud, la mayor de
las virtudes.

En el amor de las personas, por el atractivo, alguien se
presenta como un bien para el otro, mujer puede
presentársele fácilmente al hombre como bien y
viceversa. Por el atractivo del Tú, el Yo se conmueve,
cambia, experimenta un agrado, ve en el Tú un valor, una
belleza, una necesidad de poseer al Tú, que podría
considerarse como un posible amor naciente.

Como ya lo hemos dicho el hombre y la mujer son seres
corporales y espirituales, con esta unidad se aparecen el uno
ante el otro. Sin embargo el atractivo se puede dirigir
únicamente a un sólo aspecto de la persona,
reduciéndola y en repetidas ocasiones este aspecto es el
cuerpo. Éste es el problema, la atracción
debería canalizar también la espiritualidad de la
persona, comprendiéndola en cuerpo y alma.
¡Qué lástima sería! que la persona
admitiera, o pretendiera amar a la otra persona,
únicamente por sus valores sensuales y sexuales para su
deleite individual, sin reaccionar absolutamente ante sus valores
morales y espirituales como su inteligencia y su carácter.
Este tipo de atractivo no sería comprender al amor como lo
que es, como una relación de personas pues hay una
despersonalización. Como también lo expresa
Wojtyla:

"Se trata de sentir el atractivo hacia la persona, es
decir, de englobar en este acto no solamente los diversos valores
ligados a ella, sino los valores de la misma persona: porque
ésta es un valor en sí misma, y por esta
razón, merece ser objeto de la atracción y no tan
sólo por tales o cuales valores que se le
injerten."[22]

Es como el atractivo de una persona a otra se debe de
dirigir hacia toda la persona y no hacia un cuerpo, pues su
naturaleza está determinada también por la
interioridad, de este modo el atractivo estará fundado en
la base del amor. Así como el Yo se siente atraído
por la belleza exterior del Tú, también es
necesario descubrir su belleza interior e incluso complacerse en
ella preferentemente, afirma el Cardenal.

  • b. Dos formas de amor

El amor se dice de muchas maneras, es un sentimiento
intenso del ser humano que lo lleva a buscar el encuentro con
otro ser, de ahí parte el amor conyugal, el cual
según Wojtyla es: "[…] la relación mutua de
personas, que se funda a su vez en la actitud de ellas individual
y común respecto del bien."[23] Si de
verdad amamos a una persona, buscamos su bienestar, su felicidad
y evitamos perjudicarla; es por eso que el amor es la
oposición al utilitarismo. También esta
oposición al utilitarismo se ve reflejada desde antiguo
con la epístola de san Pablo a la Iglesia de
Corinto:

"El amor es paciente,

servicial y sin envidia.

No quiere aparentar

ni se hace el importante.

No actúa con bajeza,

Ni busca su propio interés.

El amor no se deja llevar por la ira,

sino que olvida las ofensas y perdona.

Nunca se alegra de algo injusto

y siempre le agrada la verdad.

El amor disculpa todo;

todo lo cree, todo lo espera y todo lo
soporta."[24]

A esto nos referimos cuando hablamos de un amor
verdadero y auténtico, cuando el amor es propio de las
personas y se realiza sin provecho propio, sin utilitarismo, sino
para hacer feliz al Tú.

Ya hemos dicho que la persona está llamada a
amar, pero es importante aclarar cómo amar a ese
Tú, a esa otra persona que compartirá el resto de
la vida con el Yo. Es fácil que se vea al amor como un
deseo, como una necesidad de complementación para que la
persona no se sienta incompleta, pues el sexo determinado viene a
ser como una limitación de su ser completo. El amor se
entiende como una necesidad que tiende a encontrar el bien que le
falta al Yo para ser pleno; evidentemente ésta viene a ser
la concepción del amor, dentro de la relación
marido-mujer en nuestro tiempo. A este tipo de amor se refiere
Wojtyla cuando habla de "amor concupiscentiae", El cual
en labios del Yo sé expresaría de tal modo: "Te
quiero porque eres un bien para mí y me haces feliz al
complementarme."

Sin embargo como ya hemos visto el inmenso respeto que
merece la persona, el amor puede y debería ir aun
más allá de un sólo adicionamiento del Yo.
Abarcando, preferentemente, en el amor, más al Tú
que al propio Yo. Es decir, no basta desear a la otra persona
exclusivamente como un bien para sí mismo, es necesario,
además, querer su bien para ella. Y a este tipo de amor
más profundo santo Tomas de Aquino lo llama "amor
benevolentia
". La benevolencia es un desinterés para
sí pensando en el bien del otro por el amor; con las
palabras del Yo, quedaría formulado así: "Te
quiero, y deseo tu bien". Una persona benévola deja de
pensar en sí mismo y en su felicidad para pensar en la de
la otra persona. Es por tanto este tipo de amor, más puro.
Profundizando más en el conocimiento del Tú como
persona, se puede llegar a amar de tal modo.

El amor será pues, un misterio así como lo
es el hombre, pero lo maravilloso es cómo a pesar de que
la persona no sea atractiva corporalmente, no tenga
éxitos, logros y no se presente como un bien para
mí, es digna y merecedora de amor, de un amor benevolente.
Esto es lo asombroso, en el planteamiento del amor del Papa Juan
Pablo II en su discurso ante la Unesco en Paris: "Hay que amar al
hombre por sí mismo, únicamente por sí
mismo, no por ningún otro motivo ni razón." Por ser
el dirigente del cristianismo era de esperarse que afirmara que
hay que amar al hombre porque es imagen y semejanza de Dios, pero
él no dice eso, él pone a la persona en un lugar
especial, para ser digna del amor, simple y llanamente por ser
persona.

Si entre dos personas, obviamente se sobreentiende
hombre y mujer, hay un verdadero amor recíproco,
amándose benevolentemente y por sí mismas,
desechando toda actitud utilitarista, y si es que este amor ha
ido madurando, por consiguiente ha de conducir al matrimonio, a
la complementación donante, como a continuación se
explicará , y llegar a ser fundamento de una nueva
familia. Pues donde el amor está basado en la
concepción de persona, ahí se gesta una
sólida comunidad en donde reina una atmosfera de
amor.

  • 3. Persona, amor y matrimonio

  • a. Donación y
    posesión mutua en el amor

Para que en la unión entre personas haya un
verdadero amor conyugal, es necesario que la otra persona conozca
las metas y proyectos de su pareja, para acogerlos y encontrar en
esos fines su felicidad al lado de su pareja. El valor que se le
tiene a la persona se demuestra en el amor, en hacer de los
proyectos uno solo, para que haya en la pareja ese vínculo
que los una. En la relación hombre-mujer solamente el amor
elimina la actitud utilitarista, pues en la relación del
matrimonio, dos personas, el hombre y la mujer se ligan haciendo
de ellas "un sólo cuerpo" es aquí donde hay una
actitud de amor, basada en la búsqueda de ambos en un fin
común, donde ambos desean la misma cosa y donde no se
atenta contra el libre arbitrio. La persona tiene un gran valor y
debe ser demostrado en la aceptación, en desear el bien de
la otra persona, en donarse a sí mismo y en cambiar el
utilitarismo por el amor y la donación.

El amor matrimonial consiste en el don de la persona, su
esencia es el don de sí mismo, del Yo al Tú. En el
matrimonio la persona debe de salir de uno mismo para ir hacia la
otra persona únicamente impulsada por el amor. Por eso el
amor en el matrimonio es un darse, un arrojarse sin medida a la
otra persona para que la posea. El amor verdadero hace nacer el
mutuo don de las personas, hace entregarse completamente al
Tú al mismo tiempo que el Yo sé dona; bien
expresado ha sido por Wojtyla: "El concepto de amor de esposos
implica el don de una persona a
otra."[25]

No se ha de entender, esta donación, esta
pertenencia, como la posesión hecha de un hombre sobre la
mujer, muy marcada en las sociedades rurales, donde el hombre
domina sobre el pensamiento y acciones de su esposa por el hecho
de que ella es suya ya que ella misma accedió a esta
donación al momento del matrimonio, esta posesión
aparece por parte de la mujer como un abandono de ser persona
para unirse completamente a su marido. Así favorece
fácilmente el reduccionismo de la persona a un objeto, y
muchas veces a un objeto meramente sexual. Sin embargo esta
posesión del Yo al Tú es reciproca, también
ha de intervenir necesariamente el don de sí por parte del
hombre; la persona del hombre también se dona a su esposa,
como ya decíamos, hombre y mujer, con sus diferencias, son
una igualdad, por eso el don de ambos.

Pero, ¿puede darse una persona a otra? ¿no
sería anti-personalista, que el Yo fuera propiedad del
Tú? Es ahí donde se manifiesta la grandeza del amor
y de la persona, en que la persona siendo de lo más
valioso que existe, considerándose incomunicable por su
dignidad, le brota de lo hondo de su interior la disponibilidad
para entregarse como don y propiedad al Tú.

Aclaremos un poco más en qué consiste esta
donación, donde hay un verdadero amor, hay una
donación y por consiguiente una posesión completa
de la persona. Hay amor donde el Yo reconoce y admite al
Tú como persona, como un reflejo de su presencia; donde el
Yo exterioriza todo su ser frente al Tú que ama,
"Exteriores nuestros bienes, exterior nuestro fin, exterior a
mí, siempre, frente a frente, el ser que yo
amo."[26] Esto es realmente la donación del
Yo y la posesión del Tú. Mounier afirma que la
posesión también es conquista, pues el Yo es capaz
de atraer al Tú y donarse completamente para poseer al
Tú. "Consiste en ganarse una presencia
exterior."[27]

De esta manera se puede poseer a la persona en el
matrimonio sin caer en el utilitarismo, pues hay un
reconocimiento hacia el otro del ser persona y de su dignidad. En
palabras de este filósofo: "Ya no es un puro instrumento.
Yo lo considero como una fuente autónoma de riquezas a la
que puedo añadirme con todas mis potencias para fecundarlo
con vistas s sus mejores frutos."[28] Así
pues, ya no hay una conquista violenta que reprime a la persona,
sino una posesión amorosa (el Tú) capaz de ser
potenciada por un elemento complementador (el Yo), el Yo acepta
al Tú con todo y las carencias que pueda tener, para
perfeccionarlo, para complementarlo, para buscar su bien. Esto es
responsabilidad en el amor.

"Sólo se posee aquello que se
ama."[29] Es por tanto que el amor en la pareja
únicamente se consuma con la donación de ambos. Es
decir, la persona únicamente posee cuando ella da y posee
a aquello que se le da en el amor, es un saber dar y aceptar
recíproco. Obviamente esta donación exige una
renuncia del Yo a todo lo que se relacione con su egocentrismo,
es desposeerse de lo obstáculos como: la avaricia,
individualismo, egolatría, reservas y aunque no fuese
así, el Tú estará dispuesto para poseer al
Yo con todo lo que es para hacerlo feliz, para poseer por amor al
Yo que en ese mismo amor se dona.

  • b. Monogamia e indisolubilidad por
    amor

Con estas consideraciones podemos afirmar que la
unión marital de dos personas se vive en estricta
monogamia, y únicamente siendo así se puede vivir
un auténtico amor de personas. La poligamia y el divorcio
van en contra de estos argumentos, en contra de la persona y en
contra del amor; y hoy en nuestra época afectan
principalmente a las mujeres.

Cuando se ejerce la poligamia o se procede al divorcio,
el Yo que comete esta falta demuestra que el Tú no le ha
sido un objeto satisfactorio, no le ha ofrecido el bienestar y
por lo tanto no ha sido feliz con el Tú; demuestra que
abandona al Tú para ir en busca del Otro persiguiendo lo
que no encontró en el Tú; demuestra que el
Tú únicamente fue para el Yo un conjunto de
valores, muchas veces sexuales, inservibles ya ahora; en fin el
Yo demuestra la objetivización que ha hecho con la persona
de su pareja.

Además el Yo demuestra la falta de amor
benevolente, la falta de donación del Yo y la falta de
posesión completa del Tú, pues sólo ha
poseído lo que era para conveniencia para él. Por
tanto el divorcio y la poligamia manifiestan que en la pareja no
se trató a la persona de la manera que le
correspondía a sus ser persona, con toda su dignidad con
todo su cuerpo y su espíritu.

Partes: 1, 2

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