La sala capitular del monasterio de San Salvador de Oña. Patronato de los Reyes de Castilla
Este estudio surgió a partir de una
investigación relacionada con el patronato de los
Fernández de Velasco, patronato ejercido sobre el
monasterio de Oña – de forma efectiva- por el I
conde de Haro cuando, en el siglo XV, la comunidad
monástica se puso en encomienda bajo la protección
de este señor. No obstante, conviene recordar que el
monasterio de Oña era de patronato real al haber sido una
fundación de la familia condal castellana. Este patronato
fue ejercido con mayor o menor interés en diferentes
momentos por distintos reyes incluyendo al navarro Sancho El
Mayor.
A través de documentación diversa podemos
vislumbrar algo de lo que fue este pequeño recinto del que
-en la actualidad- poco nos ha llegado aunque se ha conservado la
estructura arquitectónica incluyendo un elemento de
notable importancia como es la bóveda con que se cubre
este espacio.
Por una protesta del condestable Pedro Fernández
de Velasco y Tovar efectuada en 1542 sabemos que hubo sepulturas
de la familia Velasco en lugares diversos del monasterio aunque
el lugar preferente acabó siendo la capilla de San Miguel
o Capítulo1. Este detalle también se deduce de
otros documentos sobre enterramientos de la parentela en los
comienzos del siglo XIII.
Como vamos a ver a continuación, lo más
probable es que la mencionada sala capitular no estuviese
aún terminada si es que se había comenzado a
construir cuando Doña Maria Diaz y Doña Mayor
Diaz hijas de D Diego Diaz de Velasco y de Doña Anderquina
y Sus primos Diego Lopez y Elvira Lopez, hijos de Lope de
Velasco, diero[n] el Patronato de Santa Olalla; porq[ue] se auian
de enterrar en Oña2. Si revisamos el primer documento
citado podremos comprobar que el dicho señor
Condestable se temía que con algunos nuevos edificios al
abad y monjes de la casa y monasterio le perturbarían su
posesión de enterramientos y la memoria de los dichos
señores de su casa cubriéndolos o
derribándolos de las partes y lugares
donde estaban (…); en este mismo documento se
indica que a la puerta por donde entran las mugeres a
la iglesia un escudito de piedra a
quarteles blanco esculpidos en él los dichos beros
está más abajo en una capilla hornazina entrando a
la capilla de ntra. Señora en una clabe un escudo
quartelado con los dichos beros azules y blancos y quarteles
amarillos de oro3. Esta noticia nos advierte que los
Díaz de Velasco a los que se refiere Argáiz
debieron de estar enterrados en otro lugar del monasterio y no en
el Capítulo4.
El mismo documento, entre otras noticias importantes,
nos ofrece una cierta descripción de la capilla del
Capítulo mencionando un retablo del que en la actualidad
no queda ningún resto. En cualquier caso, el retablo del
que tenemos noticia no debió de ser el mismo que tuvo
originalmente la capilla. Según las noticias del P.
Barreda, el monasterio fue saqueado por las tropas del
Príncipe Negro cuando vinieron en ayuda de Pedro El
Cruel frente a su hermano bastardo Enrique de
Trastámara; el benedictino especifica que además
del arca de oro y piedras preciosas que contenía
reliquias, donada por Sancho El Mayor, los ingleses se llevaron
tres retablos de chapa: el Mayor, el de Nuestra Señora
y el de San Miguel, con las efigies de todos tres que eran de
plata maciza vaciada5. Estos sucesos tuvieron lugar en la
segunda mitad del siglo XIV, por tanto el retablo que se menciona
en el documento del siglo XVI debería ser posterior aunque
también es posible que los tres retablos mencionados
estuviesen en la iglesia ya que se señalan varios
titulares además del Salvador; los siguientes en
categoría eran Nuestra Señora y San Miguel6.
Podrían haber sido, el retablo mayor, central, y dos
colaterales; no obstante, tampoco puede descartarse totalmente la
posibilidad de que se esté refiriendo a los retablos que
estaban en las capillas correspondientes: la de Nuestra
Señora, que edificó Sancho IV, y la de San Miguel o
Sala Capitular. En 1771 Fray Íñigo de Barreda
explicaba que el capítulo bajo no tiene adorno
más que en su testera, donde se ve trazado un retablo en
perspectiva, y en su principal cuerpo un nicho abierto y en
él colocada una grande ymagen de bulto del Salvador del
mundo que es la misma que tuvo antes el retablo mayor
antiguo7. Hay que suponer que cuando Barreda habla del retablo
mayor antiguo se está refiriendo a un retablo anterior que
fue sustituido por uno barroco que es el que tiene la iglesia en
la actualidad y, a tenor de la noticia anterior sobre el saqueo,
sería también posterior a la segunda mitad del
siglo XIV. Lo que se deduce de esta noticia es que en el siglo
XVIII, en el Capítulo bajo8, se habría
simulado un retablo con pinturas aprovechando el nicho que ya
existía y situando la imagen titular del reemplazado
retablo mayor. La noticia es de gran interés ya que
plantea la posibilidad de que el retablo existente en el
siglo XVI, además de la imagen del titular de
la capilla, SanMiguel, tuviese una imagen del titular
principal del monasterio. De hecho, lo verdaderamente
interesante es la posibilidad de que en este lugar, la figura del
Salvador, en imágenes sucesivas, hubiese estado desde que
se construyó la capilla formando parte de un programa
iconográfico que comentaré más
adelante.
Si seguimos analizando las informaciones del documento
de inspección del monasterio ordenado por el
Condestable, observamos que se describen los enterramientos por
parejas en los que siempre se menciona una sepultura con
las armas de Velasco acompañada por otra con distintas
armas; en buena lógica se trata de matrimonios en los que
el linaje de la mujer tendría mayor o menor importancia
pero, al igual que en sepulturas posteriores, las armas de la
familia de las esposas aparecen con el mismo tratamiento en
importancia que las de los esposos. Finalmente, hay que
considerar el hecho de que el escudo familiar aparezca pintado en
diversos lugares de la hospedería; asimismo, los veros se
reparten en diversos lugares como elemento decorativo. Todo ello
estaría en franca relación con el patrocinio de
obras pías como la construcción de hospitales y
también con el ejercicio del patronato por parte de los
Velasco, más concretamente con el I conde de Haro, aunque
no es momento de entrar en este análisis.
En la actualidad la puerta de acceso desde el claustro
presenta, un arco rebajado (ls. 1 y 2) por ese lado mientras que
en el interior de la capilla aparece un arco escarzano, aunque lo
más interesante es que en este mismo paramento y sobre
este arco, a la derecha, se aprecian restos de un arco apuntado y
de mayor altura sobre el que se sitúa una ventana
abocinada y actualmente tapiada (l. 3). El paño central de
la bóveda que se corresponde con este lado de la capilla,
la ventana que traza un arco de medio punto y la clave del arco
apuntado que se aprecia , se encuentran alineados siguiendo un
eje, en cambio la actual entrada aparece escorada a la
izquierda románico, del que pueden
distinguirse restos en la propia capilla, y que
desapareció al ser sustituido por el actual cuyas obras
parece que comenzaron hacia 15069. En el caso de que ésta
hubiese sido la entrada de la primitiva Sala Capitular
vendría a apoyar la hipótesis sobre la fecha de su
construcción que seguramente se debe a la primera mitad
del siglo XIII ya que un arco apuntado en una puerta junto a una
ventana abocinada típica del románico evidencian
una etapa de transición del románico al
gótico. Pero no es éste el único acceso que
tiene actualmente la capilla. En el muro contrario, frente a la
entrada descrita se abre en la actualidad un nicho que repite el
esquema aunque mucho más lujosamente; de nuevo encontramos
un arco escarzano pero en esta ocasión dos cenefas
paralelas decoradas recorren el arco y las jambas. A la izquierda
de este nicho una puerta comunica con la sacristía y a la
derecha queda cerrado por un cristal lo que parece un
pequeño acceso que en la actualidad también refleja
una iluminación artificial y cuya tracería ha sido
restaurada recientemente; en el expediente de restauración
se señala que este vano se abre a un patio interior10(l.
4). Tal vez esta entrada se abrió con las reformas del
siglo XVI que es cuando la documentación de que disponemos
señala que la capilla estaba en obras; no obstante, la
ornamentación del hueco central, que según la
documentación, albergó un retablo11, sugiere fechas
más tempranas, quizá de mediados del siglo XV,
etapa que coincide con la directa intervención del I conde
de Haro. Sobre este nicho central se sitúa una ventana
abocinada con derrame hacia el interior que es exactamente como
la del muro contrario y hoy está dotada de falsa
iluminación y cerrada con un cristal aunque no comunica
con el exterior, sin embargo en su día, este muro
debió de contactar bien con otras dependencias del
monasterio, bien con el exterior. El motivo de estar clausurada
en la actualidad es que al otro lado se encuentra la
sacristía que se construyó en el siglo XVIII12 y
cuyas dimensiones sobrepasan sin duda a la primitiva
sacristía en el caso de haber estado en el mismo
lugar.
Además toda esta zona fue modificada
a la vez que se restauró la bóveda de la capilla
en 198013. Pero lo más interesante de esta
dependencia convertida en panteón por los Velasco
es la cubierta.
Se trata de una bóveda nervada que cubre un
espacio aproximadamente cuadrado y que al no asentar sobre una
base poligonal octogonal no puede considerarse
–estrictamente- una bóveda ochavada; formada por
ocho nervios que separan otros tantos paños y que
convergen en una clave central decorada con un Pantocrator (l.
5). Los nervios descansan en ménsulas situadas a la altura
de una línea de imposta casi imperceptible al no estar
señalada por ninguna moldura sobresaliente (l. 6). Dos de
estas ménsulas presentan motivos decorativos y entre ellas
se disponen arcos apuntados ciegos, en número de tres por
cada paramento; de estos arcos el central es mayor y más
apuntado que los laterales. Esta articulación es
fundamental para transmitir los empujes de la cubierta al muro
así como para realizar la transición a un espacio
de planta cuadrada; precisamente lo más interesante es la
solución adoptada. Además de las ocho
ménsulas que recogen los nervios de la bóveda
aparecen otras cuatro en los correspondientes ángulos de
la capilla, a la misma altura que las demás; cada una de
estas ménsulas está situada en el ángulo
formado por dos muros y de ellas arranca, en cada paramento, un
arco ciego ligeramente apuntado, casi de medio punto; sobre estos
arcos se asienta una estructura volada y curva, que recuerda
vagamente una trompa (l. 7). Esta estructura sirve para sujetar
un arco apuntado que cruza de un muro a otro y cuyos arranques
están en las referidas ménsulas; refuerza esta
estructura un nervio que arranca de la ménsula angular y
acaba en la clave del arco (l. 8).
Cuatro de los ocho paños de la bóveda
arrancan de estas estructuras angulares y los otros cuatro
arrancan de los arcos ciegos centrales en cada muro, aunque en
dos de ellos se ha abierto una ventana, adquiriendo así
aspecto de lunetos (ls. 9, 10). Sencilla y armónica a la
vez, su mayor o menor mérito guarda relación
directa con el momento exacto en que fue construida y que no
conocemos; puede ser una solución temprana y novedosa o
por el contrario tardía y arcaizante. No obstante, no
resulta complicado relacionarla con alguna tipología
concreta dentro de la arquitectura románica o de
transición al gótico. Más exactamente,
veremos que guarda clara relación con estructuras
angevinas.
Elie Lambert ya advirtió que la bóveda
ojival que al principio caracteriza esencialmente a la
arquitectura gótica y la distingue de la arquitectura
románica, fue empleada bajo formas muy distintas en todo
el suroeste francés… los arquitectos del suroeste
francés, por una peculiaridad cuya verdadera causa no ha
sido todavía encontrada, aplicaron desde los comienzos el
principio de nervadura para construir bóvedas concebidas
en otras partes como cúpulas14.
La importancia que el historiador
francés otorga a la influencia aquitana se hace extensiva
a un grupo de importante de edificios comprendidos
entre Ávila y Compostela de los que señala que,
después de haber sido comenzados siguiendo unos postulados
puramente románicos fueron terminados en una arquitectura
ya gótica. Se trata de las catedrales de Zamora y
Salamanca y de la colegiata de Toro a las que hay que
añadir algunos edificios menos importantes como las Salas
Capitulares de Plasencia y de Salamanca15. Sobre estas
últimas concluye que las formas están inspiradas en
las cúpulas musulmanas pero que la construcción ha
sido realizada por artífices conocedores de la
técnica arquitectónica del románico y el
gótico16 indicando que la conexión artística
entre el reino de León y el suroeste francés tiene
lugar a través del Camino de Santiago y diciendo
–textualmente- que fue quizá en la abadía
leonesa de Sahagún, antigua casa madre cluniacense en
Castilla y León y una de las principales etapas de los
peregrinos a Compostela, donde aparecieron por primera vez estos
elementos; aquí estuvo en cualquier caso uno d e los
más importantes monumentos del siglo XII con bóveda
ojival, construido según el modelo
aquitano17.
Llegados a este punto es imprescindible hacer referencia
a la teoría defendida por Lambert en muchos de sus
escritos sobre el origen de las primeras bóvedas de
crucería góticas que habrían derivado de las
bóvedas califales18; curiosamente esta tesis resulta algo
contradictoria con lo expresado por el propio Lambert sobre la
originalidad de las construcciones del sudoeste francés en
general y las bóvedas de tipo aquitano en particular. Lo
cierto es que sobre esta interpretación se generó
durante años una importante discusión que parece
haber perdido fuerza en la actualidad. Obviaremos
esta polémica, al no ser objeto de interés en este
trabajo, y tan solo haremos referencia a la autoriza
opinión de A. Momplet quien afirma que hoy resulta ya
evidente que no existe relación entre los sistemas de
abovedamiento de las cubiertas califales y las primeras
bóvedas nervadas góticas19. Además y como
vamos a ver a continuación, hay diferencias notables entre
las estructuras propiamente aquitanas y las angevinas aunque es
cierto que encontraremos obras que recogen ambas
influencias.
Retomando la importancia transmisora de
Sahagún, observamos que también Leopoldo
Torres Balbás reparó en la repercusión
que tuvo esta abadía20 que era la casa madre de la orden
de Cluny en Castilla y León. En este punto quizá
convenga recordar que siempre se ha considerado introducida la
reforma de Cluny en el Monasterio de Oña por
mediación de Sancho el Mayor y a través del abad D.
García21 y aunque Faci Lacasta considera el documento en
el que se basa esta creencia como falso22 lo cierto es que los
cluniacenses sustituyeron a la comunidad femenina
original.
Joaquín Yarza, reitera la trascendencia de
Sahagún23 apuntando la existencia de una serie de obras
que pueden encerrarse en una misma tipología dentro de
unos límites bastante precisos; de todas ellas, la sala
capitular de la catedral de Plasencia sería el
último vástago aunque cabe que no fueran los
únicos edificios sino que el sistema hizo
época y sugiere la existencia de algo semejante en
Sahagún y la posibilidad de haber sido empleado en la
ampliación de la iglesia monasterial de
Silos24.
Si comparamos la cubierta de la sala
capitular de la catedral de Plasencia con la de la sala
capitular del monasterio de Oña, las diferencias son
notables; la primera es una cúpula gallonada y nervada
sobre tambor cilíndrico (l. 11) y nuestra cubierta, aunque
nervada, carece de gallones y tambor. Pero también hay una
semejanza importante ya que ambas cubren un espacio cuadrado
delimitado por muros sobre los que se apoyan directamente. E.
Lambert explica, para la sala capitular de Plasencia, que en
esta sala de planta cuadrada, los ángulos están
rematados por cuatro bovedillas suplementarias cuyo modelo lo
encontraríamos también en ciertos monumentos
aquitanos o en la arquitectura hispano-musulmana y estas
estructuras que describe son muy similares para la sala capitular
de Oña (l. 12) aunque más sencillas las de la
estancia del monasterio25. No obstante, la descripción
sería la misma en los dos casos: dos arcos apuntados
ciegos convergen tangencialmente en el ángulo formado por
dos muros; del extradós de estos arcos arranca una
pequeña estructura abovedada reforzada por un
pequeño nervio central y la diferencia fundamental hay que
buscarla en la existencia o no del tambor. En la cubierta de
Plasencia estas estructuras arquitectónicas permiten
asentar una estructura octogonal sobre un espacio cuadrado; de
cada uno de los lados del tambor arrancan dos paños,
así la bóveda tiene 16 nervios y otros tantos
gallones. También hay diferencia en la forma de
disponer las hiladas ya que en Plasencia se colocan en
círculos concéntricos desde la base hasta la clave
central (l. 13); estaríamos ante un modelo que
tendría clara relación con lo que Lampérez
llamó la bóveda aquitano-española26; sin
embargo este modelo, el aquitano, no es el que encontramos en
Oña a pesar de la semejanza en las estructuras de arranque
que se sitúan en las enjutas. Menos complicada,
aparentemente, la bóveda de Oña, nos
llevaría a situarla como una construcción anterior
a la de Plasencia, al menos en lo que se refiere a
evolución arquitectónica.
Vamos a ver que estas diferencias se deben a los modelos
de los que en realidad deriva la bóveda de Oña que
sería tan solo unos pocos años anterior a la de
Plasencia. Estos modelos deben relacionarse a su vez con las
capillas de la cabecera del monasterio de Las Huelgas de
Burgos; el mismo Lambert advierte, en otro capítulo
de su obra dedicado a la influencia
franco-borgoñona en monumentos cistercienses
españoles, que la influencia aquitana es claramente
visible en la cabecera. Ésta, presenta un transepto con
cuatro capillas que encuadran el ábside según la
clásica disposición
cisterciense27, pero en ellas
aparecen bóvedas angevinas completamente
carácterísticas cuya unión está
adornada por pequeñas figuras esculpidas (ls. 14 y
15). Como ejemplos de gótico angevino señala la
sacristía de Santa Radegonda en Poitiers y el templo de
Saint-Jean de Saumur, reparando asimismo en un sarcófago
de la misma época en que se representan cuatro
pequeñas bóvedas de ligaduras bajo un tejado
sostenido por columnillas a las que están adosadas
estatuillas
28(l.16).
Para H. Karge, que también insiste en la
relevancia de Sahagún29 la importancia de la vía
Turonensis se acrecienta a partir del año 1200 al
incorporarse Álava y Guipúzcoa a la corona de
Castilla ya que permitió acortar la ruta entrando por
Irún30; la ruta de peregrinación se
convirtió en la comunicación natural entre el norte
de Francia y España. En Burgos venían a confluir
las diversas rutas de penetración del camino de Santiago y
es en este contexto cuando comienza, en la primera mitad del
siglo XIII, la construcción de la catedral de
Burgos.
A pesar de la clara conexión a través de
la vía Turonense con la zona francesa de Tours, Poitiers,
Angers, etc., no hay influencias del gótico regional
angevino en la catedral, en cambio es clarísima en las
cuatro capillas del transepto de la iglesia de Las Huelgas31, tal
y como ya había señalado Lambert. Henrik Karge hace
una aportación muy concreta al tema, que reproducimos
textualmente por su interés:
Las cuatro capillas del transepto de esta
abadía española, surgidas probablemente en torno a
1210-1215, recuerdan fuertemente por sus características
bóvedas de enjuta decoradas con nervios, a las capillas de
hospederías del entorno de Tours, cuyas fechas sin embargo
permanecen inseguras: la capilla de Saint-Jean de Amboise, la
capilla se Saint-Jean de Saumur y la capilla de
Saulgé-l´Hopital. La más semejante es la
capilla de Amboise, que pertenecía a una hospedería
ubicada en la ruta de los peregrinos hacia
Santiago32.
Vemos que coincide con Lambert al citar la capilla de
Saint-Jean de Saumur, aunque discrepa de éste y de Torres
Balbás en lo que se refiere a la datación de Las
Huelgas; para Karge, la datación de ambos es excesivamente
tardía, hacia 1220, mientras que él sitúa el
comienzo de la iglesia en torno a 120633. Ciertamente, para
Lambert, la influencia aquitana en Castilla es muy anterior a la
construcción de Las Huelgas34.
Finalmente, hay que destacar que se señala como
mejor ejemplo el de la capilla de Saint- Jean de Amboise (ls. 17,
18, 19) cuya bóveda, como puede apreciarse, guarda cierta
relación con la de Oña, sobre todo en lo que se
refiere a las estructuras de transición que como se ha
visto son denominadas bóvedas de enjuta por Karge(l. 20),
término que vamos a emplear para referirnos a estos
elementos arquitectónicos.
Gaya Hernández y Colina Martínez, los
arquitectos que en proyectos distintos intervinieron en la
restauración del monasterio de Oña en los
años ochenta del pasado siglo, dataron la bóveda
–sin dudarlo- como obra del siglo XII definiéndola
ambos como bóveda gallonada35.
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