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La Sangre del Diablo




Enviado por manuel



    La Sangre del Diablo

    • Yo miro con un ojo el mundo – ¿y con el otro?
      – interrumpió Erasmo

    • Con el otro veo la mierda de la humanidad, nada
      más – y enmudeció.

    El socavón extenso hasta las entrañas de
    la roca guardaba el calor mientras afuera la lluvia y los vientos
    tramaban quejas contra los hombres que trataban de protegerse. El
    huamachuquino mascaba la coca con vehemente malicia,
    esporádicamente sazonaba el bolo con el calero hecho con
    un mate burilado en paisajes grotescos y trataba de adivinar el
    semblante áspero y tenebroso del viejo minero.

    – ¡capacheen hasta la esquina! – se escucha una
    voz ronca y mandona que se perdía por los pasillos del
    socavón.

    Hace una semana que habían comenzado la tarea,
    llamar al muqui, el guardián de los cerros, cuyas
    entrañas guardan en rojizas rocas calcáreas el
    codiciado oro, el viejo minero solo prometió atraerlo, mas
    no hablar con él; con la justa razón de no pactar
    con un demonio, toneladas y toneladas de tierra y rocas ocultaban
    la veta que la voz gruesa de don Rolando Miranda, papamono
    exigía descubrir.

    • El muqui – relataba el viejo minero – es el
      peón del caído; así es como se le debe
      describir, hay miles como el por todos los cerros del mundo,
      buscan a los hombres codiciosos para hacerlos poderosos, pero
      siempre por algo a cambio, el muqui nunca da nada por nada,
      pide algo, el muqui es así, siempre
      gana…

    • ¡El muqui!, ¡el muqui así!,
      ¡el muqui asa!, puras huevadas nomas cuentas
      interrumpió de pronto la voz del trujillano, que
      encorvado al entrar evitaba golpearse el casco con el techo
      cada vez más bajo del socavón, el viejo minero
      gruño un poco, masco un puñado de coca y
      siguió hablando:

    • El muqui es humilde para con su amo, el que vive en
      las entrañas calentando la chimeneas de la tierra; a
      él le encomienda mantener los montañas libres
      de todos nosotros, porque si no imagínate nos
      acabaríamos todos los cerros del mundo como
      este.

    El trujillano se acerco a Erasmo agregando en tono
    burlón – este solo habla cojudeces, afirma lo que otros le
    contaron.

    • ¡Tú sabe más que yo! – increpo
      airado el viejo minero

    • En primer lugar bájame la voz – contesto el
      trujillano al mismo tono, el huamachuquino intervino, separo
      a los dos hombres, Erasmo se fue con el trujillano cargando
      los últimos capachos hasta la salida del
      socavón, el viejo minero y el huamachuqino siguieron
      coceando, calmándose los ánimos.

    • No creas todas las cosas que te digan – clamo el
      trujillano – el mundo está lleno de habladurías
      de cosas tontas, por ejemplo eso del muqui yo sé darle
      una explicación razonable, algo que no esté
      más allá de supersticiones y fabulas
      cojudas.

    Erasmo le acompañaba, guiándose con la luz
    del mechero a carburo través del túnel escarpado
    del socavón, no juzgaba las ideas de su compañero
    ni la del viejo minero, prefería mantenerse al margen,
    comparando, analizando ambos comportamientos, evitando dar la
    razón una a otro para no ganarse enemistades en el
    grupo.

    El socavón parecía palpitar de vida cuando
    las haces de las linternas a batería iluminaban sus
    entrañas resplandeciendo sus brillantes piedrecitas que
    confundían a la vista inexperta con oro, el viejo minero y
    el huamachuquino taladraban la roca a intervalos de una hora,
    haciendo huecos tan hondos, donde al colocar la dinamita
    reventaba el duro cuarzo hasta hallar el más mínimo
    rastro de la esquiva veta.

    – la sangre del diablo – exclamo el huamachuquino – la
    sangre del diablo ha sido regada en esta tierra…

    – calla sonso – contesto un compañero, pero el
    huamachuquino mostraba postura en su semblante, miraba de reojo
    los pedazos de roca arrancado por la dinamita, la mecha aun
    caliente y humeante que se dilataba por el calor.

    – ¡vámonos! – Grito el comandante – esta
    mierda se está llenando de humo, no querrán que se
    pudran sus pulmones.

    Los tres últimos inquilinos abandonaron el
    socavón.

    Erasmo aguardaba a la salida, sus manos jugaban con un
    cartucho inútil, pensaba en la sangre del diablo que
    tantas veces el huamachuquino había profanado, el poderoso
    muqui, amo y señor de los cerros en Pataz y los enormes
    senos de la puta Margarita que excitada decían que manaban
    leche con miel, un sudor frio recorrió su cuerpo, el mismo
    que sintió tres noches antes en las carpas de la loma, se
    limpio la frente de una gota fría como el aire de las
    punas altísimas donde solo el ichu y los lagos helados
    recrudecen el paisaje – el muqui – pensó en voz alta – el
    muqui anda jodiendome, que querrá conmigo.

    Los tres hombres salieron, encendidas las caras por el
    calor de sus cuerpos, el huamachuquino vacio la jarra de agua,
    bebiendo a grandes bocanadas, humedeciéndose el pecho,
    formando las gotas diminutos caminos de mugre que vencidas por la
    gravedad llegaban al suelo, la luna blanca e iluminada se opacaba
    por el tachonar de estrellas y relámpagos que prefiguraban
    la silueta de los cerros.

    • Vámonos – inquirió el comandante –
      mañana seguimos con esta mierda.

    Y el resto de hombres abandonaron huachita, la mina de
    papamono.

    Al amanecer, las nubes como algodones en desorden
    tapaban los abismos que daban forma al paisaje, la niebla poco a
    poco escalaba las laderas e introducía su manto
    húmedo por los plásticos rotos que cubrían
    todo el campamento, algunos hombres lo notaron, el resto
    entregados al sueño y la pereza, bostezaron e ignorando
    todo a su paso se arroparon mas con las frazadas de lana
    sintética.

    El comandante vacio la botella de orín sobre el
    abismo de tierra que un labrador anterior había hollado,
    por recomendaciones del viejo minero todas las noches
    mantenían los bacines rodeando la carpa para mantener
    alejado al temido muqui, el dueño de todos los cerros del
    mundo desde los alejados continentes hasta las profundidades del
    mar, el comandante reventaba en risotadas cuando el viejo minero
    afirmaba su postura, al rato llego el administrador con la
    noticia de siempre, hoy por hoy no subirían los
    víveres…

    • Se puede vivir sin tirar – afirmaba con vulgar tono
      el comandante – pero la tragana a ver que el conchasumare de
      Rolando trabaje sin comer, se caga, nosotros también
      nos cagamos…

    Los que le rodeaban aprobaron sus palabras con vivas,
    pifias, gestos de burla y aceptación.

    El inge miraba el nivel de gasolina, apuntando en su
    cuaderno de pasta patito, mostraba semblante áspero, se
    limpiaba las uñas rosándolas con los pelos
    recién cortados de su barba y maldecía a balbuceos;
    el mismo no entendía como trece galones de gasolina no
    duraban en una semana, si antes ello no sucedía, su
    conclusión era que alguien se la estaba robando,
    ¿pero quién? Por el momento no tenía
    sospechosos y no lo tendrían durante las semanas
    siguientes a su despido.

    Erasmo, el comandante, el huamachuquino y otros
    más dejaron las carpas y se dirigieron a la mina de
    papamono, para continuar con la labor de seguir encontrando la
    veta.

    La mañana fría dio paso al abrazo del sol,
    que encendía las puntas de los cerros, escaladas por
    espinos y toda clase de hierbas malditas, después de
    sortear un angosto y peligroso camino, tanto Erasmo como el resto
    de trabajadores llegaron a la entrada del socavón, el
    viejo minero los esperaba rompiendo con un combo macizo pedazos
    de roca, hasta separar los pedazos más pequeños,
    que después de llenarlos en sacos de plástico, las
    mulas de papamono llevarían al molino para su posterior
    proceso, empezaron a sentarse rodeando al viejo minero que apenas
    contestaba los saludos por tener la boca llena de la pastosa masa
    de coca, el administrador un hombre alto, de rasgos andinos,
    chimbotano de nacimiento pasaba la tablilla donde anotaban las
    firmas de las horas laboradas el día anterior, el
    comandante revisaba los niveles del generador a petróleo,
    con un chasquido ensordecedor encendió, opacando la
    música de una radio a pilas colgado sobre el tapete donde
    guardaban los cascos, las linternas y las valiosas
    baterías recargables. Al rato llego el ingeniero y otros
    portando las viandas con el desayuno, una insoluble sopa de
    quaker sin azúcar y cancha tostada, el comandante vocifero
    palabrotas de protesta, negándose a probar bocado, algunos
    le imitaron a medias escondiendo los taperes para consumirlos a
    una hora prudente; y los mas hambrientos ignorando la
    situación acababan la ración pidiendo o robando las
    sobras.

    El comandante furioso revisaba los cartuchos de
    dinamita, las mechas y los fulminantes cuidadosamente separados,
    le acompañaba el administrador que corregía en
    números la cantidad consumida y por consumir; otros
    habían entrado al socavón iniciando la labor cuando
    Erasmo fue llamado a encender el extractor; un motor conectado a
    un succionador de hélices invertidas que a través
    de un tubería que llegaba hasta los frentes trabajados
    halaba el aire condensado por las explosiones, tratando de
    mantener el túnel fresco y respirable, dentro de las
    galerías los hombres llenaban a la mitad los sacos con
    piedras consideradas de alta ley y las cargaban a los hombros en
    una agotadora carrera por amontonarlas fuera de la única
    salida y entrada de la mina; donde el viejo minero o un
    peón de turno se encargarían de triturarlas,
    clasificándolas, separarlas, aumentando así a
    cuestas de otros la fortuna de don Rolando Miranda.

    – arroz con frijoles, solo arroz con frijoles, putamare
    cuando Rolando va a entender que con esto la cuadrilla no va
    juntar la cantidad que pide…

    – entonces, toma llámalo y quéjate directo
    con el – respondió el administrador

    – no tengo que decirle nada – vocifero airado el
    comandante – él solito debe subir y darse cuenta de lo que
    aquí está sucediendo, que cojudez…

    El administrador pensó un momento, y luego agrego
    en tono de fastidio – le diré que suba mañana y
    todos ustedes le reclaman…el resto callo, oyéndose
    solo el ruido metálico de las cucharas y bocas masticando
    la comida.

    Después del mediodía, el cielo se
    transformo de forma abrupta, negras nubes vomitaban una y otra
    vez gruesas gotas que al caer producían un ruido
    incesante, el techo de calamina se mecía y parecía
    desprenderse con los vientos fuertes dando la señal de una
    tormenta eléctrica acercándose, no se dejo esperar
    mucho y fuertes truenos hacían creer que la tierra se
    partía en dos, muchos acostumbrados seguían con la
    rutina, ignorando el agua que formando un lodo infernal se
    introducía por la entrada/salida de la mina, el comandante
    y un peón trazaban canales a la fuerza para desviarlo,
    pero los intentos eran inútiles, el liquido elemento se
    acumulaba tan rápido como el canal se sobrellenaba;
    volviéndose su objetivo nulo, al fin ya vencidos por la
    naturaleza se dio la orden de parar los trabajos; y entre todos
    evitar que el agua inundara por completo la entrada del
    socavón; el viejo minero cavo un hoyo en la misma entrada
    de la mina logrando que el agua de lluvia se sobredimensionara,
    emulsionado y desviándose hacia los costados,
    perdiéndose en los abismos, dando resultado la
    treta.

    Nuevamente en las carpas de la loma, la gente dejaba la
    ropa empapada en barro sobre unos colgantes construidos con
    troncos tiernos de eucalipto, la cocina precariamente hecha entre
    pilares de madera y techo de calamina había sucumbido al
    aguacero; y apenas el gordo Tito, el cocinero lograba encender la
    cocina a gas maldiciendo a cada momento:

    – mañana subirá Rolando – comento el
    comandante – espero que nadie se chupe y se reclame lo justo –
    hubo un silencio luego un comentario ahogado.

    – que traiga mas comida, nos cagamos de hambre cada
    día… se sumaron otras quejas que el administrador
    apuntaba en su cuaderno a la par del ingeniero que se
    mantenía al margen de la reunión, el trujillano se
    acerco a Erasmo susurrándole al oído:

    – mira al inge, es un pendejo no dice nada porque es
    socio de Rolando, su plata esta invertida acá, porque
    crees que no duerme con nosotros, tiene una carpa para él
    solito, cerca al socavón y tiene harta comida guardada que
    no comparte con nadie, es un cagon…

    Erasmo callo, al fin el cocinero dio la voz de la cena
    lista, uno a uno empezaron a desfilar con los taperes bajo el
    hombro, comieron entre risotadas, maldiciones y lamentaciones y
    después vencidos por el cansancio se entregaron al
    sueño. A la mañana siguiente Rolando Miranda
    sorprendió a todos con la comitiva de mulas cargadas con
    sacos de víveres, gallinas, frutas, cigarros, botellas de
    ron y kilos y kilos de hoja de coca, la algarabía
    cundió en el pequeño campamento, las quejas y
    reclamos se convirtieron en agradecimientos lastimeros, solo el
    comandante y unos cuantos peones explicaron el verdadero punto a
    tratar con papamono, sin embargo al no tener el apoyo de los
    otros, tuvieron que ceder a los argumentos de este y aun aceptar
    una cuota mayor de producción del mineral. La rabia se
    apodero del comandante cuando Rolando Miranda abandono la mina,
    montado en su mejor mula de piel bronceada:

    • ¡Miserables! – grito en el momento que todos
      disfrutaban de la cena – se dejan comprar por huevadas, van a
      ver cuando se les acabe todo, Rolando se olvidara de ustedes
      y seguirá la misma mierda de siempre, son todos
      ustedes unos cojudos…

    Algunos escucharon, otros restaron importancia a sus
    palabras; y todos se entregaron nuevamente al descanso, la noche
    siguiente para festejar la bajada del gordo Tito; que entre
    bromas irónicas prometía nunca más volver
    apenas cobrase el primer sueldo ganado se abrieron las botellas
    de ron y las cajetillas de cigarros, el comandante y el
    administrador se hallaban ausentes por estar en Pataz tratando
    asuntos con Papamono que viajaba al día siguiente a
    Trujillo con la promesa vacía de mejorar las condiciones
    de los trabajadores, con la autoridad ausente del comandante y la
    nula presencia del ingeniero que se hallaba en su carpa
    disfrutando solitariamente los beneficios de ser socio de Rolando
    Miranda, el campamento se desbordo en una orgia de tragos,
    músicas extravagantes y relatos fantásticos sobre
    el muqui, el huamachuquino hacia piruetas, bailaba y
    enseñaba el trasero provocando risotadas; luego exagero en
    su actuar al sacarse la correa y dar de latigazos al aire,
    corrió desnudo por todos los límites del
    campamento, escupía al aire y maldecía en quechua
    llamando al muqui, cuatro hombres fueron necesarios para
    doblegarlo, las risotadas se convirtieron en asombro y
    extrañeza, conducido a rastras lo sentaron a orillas de su
    cama, siguió bebiendo por evitar que nuevamente al
    negársele se alocara y sin que nadie se diera cuenta se
    quedo profundamente dormido, solo Pacasmayo; un obeso alto, de la
    misma talla que el comandante; barbudo, de tez blanca y ojos tan
    verdes como las hojas del molle se le acerco, lo arrecosto sobre
    su cama y tapándolo con una frazada le dejo continuar
    cómodamente su sueño ebrio.

    Pacasmayo tenía una historia muy diferente de
    todos, era hijo de una familia influyente en su ciudad de origen,
    el apellido de su padre era respetado tanto por sus posesiones
    como por su legajo ancestral, se crio en una casa mansión,
    la mejor de aquellas épocas cuya vista al mar le produjo
    problemas asmáticos de niño, motivo por el cual su
    padre decidió que se criara en Trujillo, hasta alcanzar la
    madurez, resolver su problema de salud y empezar a estudiar una
    carrera de acorde con los negocios paternales, cumplió
    casi todo lo prometido, pero volver a su tierra natal fue peor
    que quedarse en Trujillo, Pacasmayo era un muchacho pintón
    de 16 años, huidizo y tímido al roce de mujeres, no
    tuvo enamorada durante el tiempo que fue alumno interno de un
    colegio particular, pero cuando un amigo de infancia lo llevo por
    primera vez al prostíbulo que quedaba a las afueras de la
    ciudad, su conducta cambio al descubrir el placer en una cama al
    amparo de luces de colores y el gusto por la marihuana, era hijo
    de plata y se le volvió costumbre visitar semanalmente
    el chongito, creció durante el tiempo que la
    ciudad y todo su balneario de gente acomodada se degradaba al
    punto de que cada año había más mansiones
    vacías, por vender o a punto de ser demolidas, su padre
    enfermo gravemente y antes de morir dejo las propiedades
    repartidas entre sus cuatro hijos y la esposa, murió al
    año y medio sin ver a Pacasmayo convertido al menos en un
    universitario, fue su despiste total, sobraba el dinero, y era el
    ultimo de todos los hermanos, mimado por su madre y aconsejado a
    regañadientes por la hermana mayor, Pacasmayo hizo
    oídos sordos a los consejos de sobresalir pues la buena
    bonanza pronto se acabaría, presionado estudio una carrera
    universitaria de cinco años de los cuales cumplió
    solo uno, conoció a su primera enamorada y que fue la
    única mujer que se le entrego por amor y lo amaría
    a pesar de sus terribles faltas toda la vida, tuvieron un hijo y
    al año siguiente su madre murió, solo entonces tuvo
    que vender la casa mansión que por el testamento de su
    padre era lo único que le tocaba, con el dinero y gracias
    al olfato de negocios de su mujer, monto una discoteca con vista
    al mar, en una zona casi exclusiva del balneario; fue la primera
    y última vez que la fortuna le sonrió, su discoteca
    logro hacer mermar a las otras a tal punto que los mismos
    dueños le rogaban que dejara de funcionar al menos un
    día, para no caer en la bancarrota; el dinero llegaba a
    montones y nuevamente volvió a su antiguo vicio de las
    putas y un consumo exagerado de marihuana, el balneario
    pareció reflotar con la llegada de los primeros turistas
    que surfeaban sus olas en trajes negros de licra, el
    chonguito
    revivió con la adquisición de nuevas
    prostitutas entre ellas Miriam, Pacasmayo nunca olvidaría
    ese nombre, desde la primera vez que la vio, con su ropa de
    lencería en rojo, ofreciendo sus servicios en la puerta
    del cuarto numero 12, se enamoro de ella por completo; a tal
    punto que espero a que la fila de 18 hombres llegara a su fin
    para que le tocara su turno, Miriam por ser la más hermosa
    de todas era considerada la mejor adquisición del
    prostíbulo, y la fila de hombres a puertas de su cuarto
    era regularmente larga, Pacasmayo loco de celos, no tardo pronto
    en llegar al extremo de pagar el consumo de los hombres que ella
    atendiera y a precios dobles por el solo hecho de ser solo el
    único que estuviera en su cuarto horas tras horas;
    visitaba el chongo entre semanas solo por ella; y le
    propuso alquilarle un minidepartamento para que dejase ese lugar
    y se convirtiera en su amante; solo por el dinero acepto pues
    jamás lo amo, en el otro lado de la balanza de vida de
    Pacasmayo su pobre mujer sufría escasez de alimentos; y
    rumas de deudas, tanto de la casa como del negocio a pesar de que
    todos los días los ingresos eran considerables, no tardo
    en sospechar de las mañas del esposo y los pleitos fueron
    el pan de cada día a tal punto que una separación
    parecía inevitable, su suegro descubrió la
    relación extramarital y chantajeándolo le
    exigía cupos para mantener la boca cerrada, Pacasmayo no
    acepto y los problemas se hicieron de nunca acabar, las deudas
    aumentaron así como los caprichos de Miriam que trataba de
    sacar el máximo provecho pues su olfato de perra callejera
    le vaticinaba que pronto se le acabaría la fortuna al
    marido de turno; y no se equivoco en ello, eran los tiempos del
    terrorismo y malos gobiernos y los extranjeros ya no regresaban,
    la discoteca sufría ausencia de clientes y los ingresos
    eran cada vez mas mermados, una noche de pelear con su mujer
    Pacasmayo fue buscar la compañía de su amante y al
    llegar al departamento no la encontró, solo una puerta
    abierta mostraba todas las habitaciones vacías, se
    había marchado llevándose consigo todos los enseres
    y caprichos comprados por Pacasmayo durante sus cuatro
    años de ridícula convivencia, la busco por todos
    los lados, en el chongo preguntando a su
    compañeras y la misma matrona, no dio resultado y al fin
    cuando se dio cuenta que jamás la volvería a ver se
    dio a la bebida por cuatro días, le avisaron a su mujer y
    esta lo encontró dormido, sumido en su propio olor a
    orines y excrementos al volante del auto que ya parecía
    tragárselo el mar. Despertó a la semana en una cama
    deshaciéndose del alcohol que aun invadía todo su
    cuerpo, no fue el fin de su pesadilla, pasaron los días y
    tuvo que ver como el negocio se venía abajo, las deudas
    pendientes cobraban los intereses y tuvo que vender el auto
    regalado por su padre aun un mísero precio; y que luego de
    haber llevado una vida de limosina termino como colectivo de ruta
    larga, todos los objetos y las cosas acumuladas para amoblar la
    casa que ambos habían soñado comprar y por
    último a riesgo de perder el local por embargo le
    cedió esta temporalmente al suegro que vio la oportunidad
    de vengarse pues jamás volvió a manos de Pacasmayo,
    no podía seguir viviendo en aquella ciudad donde todos le
    conocía, donde su vida de macho semental y riquillo pituco
    estaba acabado, la vergüenza y el orgullo le hicieron
    alejarse, alquilar un cuartito en Trujillo y comenzar una vida
    dedicada sobre todo a su hijo que ya tenía siete
    años, eso fue todo; ahora viéndose así mismo
    durmiendo en un colchón sucio, bajo un techo de
    plástico y trabajando como mula de carga al llevar sobre
    sus hombros esas filudas rocas y comiendo sobras de un
    patrón arrogante, recordó los buenos momentos, la
    cama de seda roja donde el cuerpo desnudo de Miriam se
    extendía como un manjar a ser devorado; los banquetes en
    los mejores restaurantes de Trujillo, la comodidad de su ciudad
    natal, en resumen tantas cosas, apretó los puños en
    un gesto de ira apagada al mismo tiempo que una lagrima
    disimulada rodaba por su mejilla.

    Esa noche Erasmo se sintió alucinado,
    recordó que al costado del improvisado campamento
    existía un socavón abandonado quien sabe
    cuánto tiempo, la entrada era tan angosta, que solo se
    permitía entrar a gatas, evitando golpearse la cabeza con
    el techo cuyas rocas sobresalidas parecían lanzas
    asesinas, se adentro en la negra y tenebrosa oscuridad del
    túnel, azuzado por un valor que era producido por el
    licor, desde afuera, la música que provenía de la
    radio a baterías distorsionada por el excesivo volumen,
    las platicas en quechua del viejo minero y las risotadas de otros
    se iban haciendo más lejos, hasta ya no escucharse nada;
    de pronto un aire frio recorrió su cuerpo, provenía
    desde las entrañas de la mina, resuelto dio unos pasos, se
    inclino y empezó avanzar, a tientas sentía que las
    piedras le hincaban de forma dolorosa, siguió en la
    oscuridad era total, recordó entonces que no tenía
    la lámpara que siempre izaba por sobre su cabeza, la
    realidad del momento venció el valor y tuvo miedo, se
    detuvo en seco, sintió de pronto el aliento írsele,
    agitado y nervioso se perturbo tanto que desorientado no
    sabía si ir hacia adelante o atrás lo
    llevaría hacia la salida del socavón, entonces
    quiso gritar pero se dio cuenta que sus cuerdas vocales no le
    respondían, palpo las paredes del socavón, la
    sintió fría y entonces tratando de recuperar la
    calma recordó unos de los consejos del huamachuquino,
    aspirar el aire fresco que provenía de la entrada y
    seguirlo; y así lo hizo guiándose por ese detalle
    avanzo unos cuantos pasos, se dio cuenta entonces que el cuerpo
    le pesaba, trato de seguir, pero el pecho se acercaba cada vez
    más al suelo, por fin en un último intento se
    arrastro, pero cayó más pesado aun y en una
    inconsciencia inexplicable se quedo dormido, cuando
    despertó se dio cuenta que el aire fresco y frio de la
    mañana le bañaban la cara, pudo ver una luz
    blanquísima que prefiguraba las paredes de la entrada y
    con el cuerpo temblando de frio avanzo, cuando salió ya
    había amanecido, era una mañana tan calurosa que
    los charcos de agua que rodeaban todo el campamento
    prácticamente se habían secado, adentro todos
    dormían plácidamente, el desorden y la falta de
    limpieza hacían prever que la reunión se
    había salido totalmente de control, Erasmo no soporto mas
    y buscando de forma soñolienta el lugar de su cama se
    arropo con las sucias frezadas y se entrego por completo a lo
    quedaba de interrumpido descanso.

    El ingeniero no se quejo, o al menos carecía de
    la suficiente autoridad para hacerlo aquella mañana en que
    ningún trabajador llego a la mina, cogió su
    teléfono y llamo al administrador, tampoco tenía
    ganas de hablar con el comandante, odiaba oír su voz
    gruesa y encolerizada, se preparo el desayuno usando la cocinita
    de llamas azules; limpio su carpa y espero hasta el
    mediodía.

    Rolando aun no había viajado a Trujillo,
    esperando en Loma de Penca, un lugar llamado así por lo
    abundante de esa planta ordenaba descargar de la parte trasera de
    la camioneta el nuevo generador diesel, los hombres que
    descendieron de mala gana, entre ellos Erasmo, el trujillano,
    Pacasmayo y otros mas, hicieron una camilla con palos gruesos y
    entre hombros iniciaron el ascenso que por si era sumamente
    difícil, en una curva ascendente cerrada el trujillano
    piso en falso y resbalo, arrastrando a todos consigo, el motor
    diesel rodo suavemente por la tierra removida y fue dar contra
    unos arbusto a modo de amortiguar el golpe, papamono exploto en
    cólera, con palabrotas de fuerte tono lo aparto del grupo,
    le ordeno solo llevar palos y ante la mirada callada de otros,
    subió en su mula y continuo por adelantado el ascenso. Eso
    fue todo, el trujillano se quedo atrás, avergonzado, con
    la cara encendida por al calor y con los ojos vidriosos a punto
    de reventar en emociones de rabia contenida, la comitiva continua
    el ascenso.

    Ya en la mina papamono reunió a toda la cuadrilla
    de trabajadores, uno a uno les hizo saber la falta cometida, su
    improperios de cólera exaltada acompañadas de
    palabrotas fue suficiente para que el cachaco, un moreno bajo de
    espaldas anchas y mirada de indio, le contestara de tu a tu,
    papamono no resistió el altruismo y le propino una
    bofetada, cachaco quiso responder, pero el ingeniero y el
    administrador intervinieron; la situación era complicada
    para Rolando Miranda quien se jactaba de su buena voluntad y lo
    desagradecido que eran todos con él, despidió de
    inmediato al cachaco; obligándolo que recogiera sus cosas
    del campamento y abandonara de inmediato la mina, cachaco
    relamiéndose de odio desapareció del grupo tomando
    la ruta de regreso.

    El comandante llego dos horas después; soportando
    los reclamos de papamono que lo hacia el único responsable
    de todo lo ocurrido, luego este abandono la mina dejando
    recomendaciones al ingeniero y castigos por cumplir. En la noche
    en reunión de urgencia el comandante prohibió los
    cigarros, el licor y redujo la porción de coca, dando la
    exclusiva administración a Pacasmayo; hubo quejas aun
    más por parte del huamachuquino y el viejo minero, pero el
    comandante mostro postura en su determinación. Erasmo
    advirtió que el trujillano no participaba de la acalorada
    discusión, en un rincón oscuro del campamento,
    agachada la cabeza se oía sus murmureos, se le acerco
    llevando consigo unos bizcochos robados de la cocina de
    Pacasmayo, pero el trujillano no los recibió, sus ojos
    rojos llenos de odio y frustración estaban a punto de
    reventar en un llanto contenido.

    Llorando empezó por decir:

    • Yo que he trabajado en buenos lugares, que he tenido
      buenos estudios, no debí permitir que ese hijo
      e´ puta de Rolando me gritara, me faltara el respeto y
      me humillara como si yo fuese un simple peón, no
      carajo mi padre jamás me mentó la madre, ni
      siquiera mis jefes que eran ingenieros ilustrados; y un
      simple serrano de… – hizo una pausa porque una
      complicación nasal ahogaba las palabras, estornudo y
      continuo – ese salvaje de mierda, salido de la cárcel;
      porque supiste que ese serrano estuvo en la cárcel, en
      Chile por droga, si maldito narco malparido, es cualquier
      cosa y solo porque tiene una mina de oro cree que puede
      tratar a las personas como se le dé la gana, no
      señores, yo no voy a permitir eso, mañana mismo
      me largo, me regreso así sea sin un puto sol, no
      aguanto más….

    El trujillano continuo maldiciendo, bajo un poco la voz
    al ver pasar al huamachuquino y el ingeniero, fumaba el cigarro
    de forma desesperada y trataba de limpiarse la cara sucia de las
    lagrimas vertidas, Erasmo a su lado, no supo que contestar, el
    también había sufrido el maltrato de papamono, sus
    múltiples explosiones de ira descontrolada, pero que
    podía hacer, venia de tan lejos, cargado de tantos
    problemas, de tantos sueños por cumplir, valía la
    pena aguantarlo todo con tal de lograrlos; aunque fuera peor,
    estaba claro que todo esto era el dominio de papamono, el cerro
    donde ellos estaban, el pueblo de Pataz donde solo por
    única vez los llevo a pasear para distraerlos según
    él; y hacerles gastar el poco dinero ahorrado en el hotel
    restaurant de su amante, una mujer de ojos azabaches que
    permitía compartir su lecho con un hombre a sabiendas de
    la nueva conquista joven en Trujillo, y todo solo por el dinero.
    La mayoría soportaba todo por el dinero, juntaría
    los mil soles y cuando papamono dijera ¡bajas a descansar!,
    nunca más volvería, era la misma idea que todos
    compartían, el gordo Tito ya la había cumplido,
    llevaba más de una semana que no volvía; y era
    claro que nunca lo haría, Pacasmayo lo reemplazo, Erasmo
    se dio cuenta que extrañaría al gordo Tito pues
    Pacasmayo jamás igualaría sus saltados de hongos
    blancos con cebollas; una delicia que valoro aquellos días
    cuando la comida escaseaba a un punto crítico.

    Esa noche, entre sueños revivió la vez que
    estuvo en el pueblo de Rolando Miranda, el delicioso desayuno
    tomado en el restaurante de la amante que le recordaba las
    delicias de la tierra natal Molinos de Cajanleque, un pueblito
    del que había salido buscando futuro y ahora
    añoraba regresar, las callecitas tan estrechas de Pataz
    atiborradas de tantos productos tan caros de ofrecer, el partido
    de fulbito en su coliseo de murallas carcomidas; la bonanza
    arrogante de tantos mineros artesanales que como papamono se
    exhibían en camionetas nuevas, ropas y accesorios
    extravagantes, el intento de cachaco de bañarse en el rio
    que partía al pueblo en dos, la mezcla peligrosa y
    contaminante que hizo papamono en una taza de acero inoxidable
    sobre una flama azul proporcionada por una balón casero
    que separaba el oro en bruto de sus impurezas hasta convertirlo
    en una masa liquida de color ocre que dejo enfriar sobre un molde
    de madera, la silueta de aquella agraciada muchacha que parada en
    la puerta de uno de tantos bares atraía la atención
    de uno que otro parroquiano, despertó en medio de la
    oscuridad que era perturbada por el ruido de ráfagas de
    aire que levantaban las cortinas de plástico y el ronquido
    de la mayoría que se confundía con el canto de
    grillos y aullidos lejanos, asomo fuera del campamento y buscando
    el filo del precipicio micciono, la luna blanca y destellante se
    mostraba como la única luz natural que delineaba la figura
    de todo el paisaje, a lo lejos se veía nubes negras
    iluminadas a intervalos que se agolpaban unas sobre otras
    formando una alfombra hasta perderse en los confines del
    firmamento, Erasmo predecía que a partir de la siguiente
    mañana, las cosas iban a cambiar en la mina de papamono y
    en la vida de todos.

    Al amanecer la cara de descontento se mostraba en la
    mayoría de la cuadrilla, el ingeniero asomo por la puerta
    de la cocina, con cuaderno en mano inventariaba los
    víveres, junto al comandante que exigía a todos
    comenzar lo más rápido la labor en la mina;
    demostraban seguir al pie de la letra los pedidos de Don Rolando
    Miranda, el trujillano fue uno de los primeros que estuvo listo
    para partir, a su lado llego el administrador, conversaron un
    rato y el trujillano con la cara desencajada tomo la ruta de
    descenso hacia loma de penca. Fue una mañana
    monótona, casi ninguno de la cuadrilla hablaba, se
    hacía sentir entonces el descontento por la forma como
    habían despedido al cachaco, el comandante trato de
    relevar la situación mostrando seriedad y evitando
    comentarios con la mayoría de los peones, el ingeniero
    llego con Pacasmayo trayendo las viandas del desayuno, comieron
    todos, no hubo bromas solo comentarios sobre temas aislados, casi
    al mediodía llego el trujillano, lucia feliz hasta se
    animo a hacer bromas; se adentro en la veta y aprovechando una
    pausa en el trabajo soltó un comentario
    amenazante:

    • Ese serrano de rolando se va tragar sus
      palabras…

    Erasmo no entendió el mensaje y junto a la
    mayoría cargaba los capachos fuera de la mina, pero el
    trujillano continuaba con sus comentarios, muchas veces esperaba
    que la cuadrilla se juntara tomando un respiro en la carrera, les
    hablaba del maltrato de papamono, de lo mal que todos la estaban
    pasando en la mina y por último que pronto Rolando Miranda
    iba a estar en bancarrota y no iba a tener como pagar a toda la
    gente, la mayoría lo escuchaban atentos y
    prorrumpían en gestos de ira, otros como Erasmo trataban
    de ignorarlo y continuar la labor. Esa noche el trujillano logro
    hurtar de la vigilada despensa de Pacasmayo unos bizcochos y una
    lata de atún, envolvió los víveres en una
    chompa de colores percudidos y aprovechando que todos
    dormían se alejo del campamento, regresando a la
    mañana siguiente incorporándose a las labores como
    si nada hubiera pasado, lo siguió haciendo durante tres
    noches más hasta que el comandante alertado por un soplo
    le llamo la atención amenazándolo con despedirlo,
    el trujillano resto importancia al asunto; esa noche le
    confesó un secreto a Erasmo:

    • El cachaco estará mañana aquí,
      ya la gente está preparada, así que duerme
      tranquilo nomas que mañana nadie va
      trabajar…

    Erasmo quiso protestar, aclarar que no estaba de acuerdo
    con todo ello, pero fue imposible, el trujillano abandono el
    campamento de inmediato, la noche estaba negra como la oscuridad
    penetrante de la mina, las estrellas era lo único que
    adornaba el firmamento; una que otra cometa confundida a veces
    con un avión asomaba trazando una línea imaginaria,
    Erasmo miccionaba frente al acantilado, tal vez, pensó
    para sí mismo, era lo mejor, quería regresar,
    estaba harto de todo, de los lloriqueos del trujillano, de la
    fobia del viejo minero y el huamachuquino con el muqui, de los
    reclamos vulgares del comandante, de las explosiones de ira de
    papamono, de la asquerosa vida en mina huachita, de toda la
    mierda de riquezas y arrogancias que aquejaban Pataz, de si
    mismo, quería empezar de nuevo, aun era joven,
    cuánto tiempo alejado en un lugar que apenas estaba
    conociendo, que sería de los suyos, de los amigos y amores
    desdeñados, volvió a hacerse la misma
    afirmación mientras se arropaba con las mantas sucias de
    algodón, tal vez fuera mejor regresar y empezar, tal
    vez… y se quedo profundamente dormido.

    El comandante asomo por la puerta del campamento,
    vestía pantalón y botas de militar desgastadas y
    empapadas de barrio, la lluvia nocturna había humedecido
    el piso de tierra y muchos trataban de salvaguardar sus pocas
    pertenencias del barro cada vez más prominente, a su tras
    estaba el ingeniero, con su gorrita blanca opacada por malos
    lavados, el comandante con su altura temerosa tratando de
    infundir respeto y obediencia hablo en voz alta
    exigiéndole a todos salir a trabajar, solo el viejo minero
    y un peón, sobrino de papamono se calzaron las botas de
    jebe y tomaron la ruta hacia la mina, el resto se arropo con sus
    frazadas y otros empezaron a visitar la cocina que Pacasmayo
    había abandonado la noche anterior sumándose al
    motín que se estaba realizando, desesperado el comandante
    empezó por usar la fuerza para obligarlos, pero una voz
    burlona y amenazante detuvo sus actos, era el cachaco,
    tenía entre sus manos un enorme palo, le seguía el
    trujillano sosteniendo un pico, el huamachuquino, Pacasmayo y el
    resto de la cuadrilla que se sumaba a la sublevacion. El
    comandante se sintió ofendido y vencido, el ingeniero
    tratando de calmar los ánimos hablo pero fue peor para
    él, pues los insultos y mentadas de madre volaron contra
    su persona aun mas indiscriminadamente por parte del trujillano,
    ambos se retiraron del campamento.

    Hubo algarabía en el grupo, el trujillano se
    jactaba de su victoria, cachaco repartía los
    víveres guardados, aconsejando a todos consumirlos de
    forma adecuada, empacaron sus cosas con la consigna de dejar el
    campamento, llegar a Pataz y tomar un bus de regreso a Trujillo,
    pero cuando el huamachuquino empezó por abrir una botella
    de ron y bebió junto a otros, hubo una voz que aconsejo
    atacar y saquear la mina, cachaco trato de impedirlo, pero el ron
    ya estaba surtiendo efecto en la mayoría de la cuadrilla,
    aun mas en el huamachuquino que cogiendo una lampa tomo la ruta
    hacia huachita, descontrolado el grupo, cachaco guio el
    ataque.

    El comandante se hallaba hablando por teléfono
    cuando fue sorprendido por la comitiva, el administrador
    salió enfrente de todos, pero al ver al cachaco supo
    entonces que la situación estaba perdida, el ingeniero
    salió de su carpa temeroso, el comandante en un arrebato
    de ira saco su arma, y apunto al grupo, cachaco salió al
    frente ofreciéndose de blanco, el comandante
    tembló, recordó entonces porque lo habían
    sacado del ejercito, porque en aquella misión en las
    tierras de Ayacucho cuando salieron a patrullar tras los rastros
    de una patrulla terrorista, descubrió que uno de sus
    subordinados tenía como amante a una camarada, le obligo a
    confesarlo todo o a perder la vida por ello, creyó que
    sacando la taurus y apuntándolo en su pecho el
    asunto terminaría, pero el asunto nunca termino
    allí, el soldado azuzo la furia del comandante y este
    provocado apretó el gatillo, solo entre pesadillas
    interminables recreaba el momento de ver el cuerpo inerte
    desplomándose en un charco de sangre ante la mirada
    atónita de cuatro carceleros, por eso cuando se dio cuenta
    que estaba ante la misma situación, valoro entonces la
    segunda oportunidad que la daba la vida y bajo el arma, la guardo
    en su funda, se calzo la gorrita y la casaca y abandono la mina,
    el ingeniero reacciono tratando de empacar lo más
    rápido sus enseres y seguirle junto al administrador.
    Cuando el viejo minero y el peón salieron del
    socavón ignorantes de los que estaba pasando, fueron
    apresados; uno de sus captores le arrebato un cartucho de
    dinamita que había recuperado dentro de la veta, lo
    encendieron y lo echaron en lo más hondo de la entrada, la
    explosión fue violenta, toda la entrada se derrumbo en una
    niebla de tierra y piedras removidas que cuesta abajo provocaron
    un alud sin control, arrastrando todo a su paso.

    El saqueo fue total, el trujillano empujaba lentamente
    el motor diesel hasta el precipicio y lo arrojo cayendo como un
    pesado conjunto de fierros y mangueras que se retorcían
    hasta despedazarse cuesta abajo, la explosión alerto a
    muchos peones que curiosos y azuzados se sumaron a la
    rebelión que tomaba proporciones descontroladas, destruida
    por completo huachita la comitiva tomo la ruta de descenso para
    llegar a loma de penca, causando destrozos en cuanta propiedad
    minera encontraran a su paso, Erasmo se retraso en una curva
    descendente, había resbalado por una acequia fangosa y
    mientras se limpiaba del barro impregnado oyó disparos,
    grande fue su sorpresa al contemplar la terrible escena donde
    policías y dueños de las minas atacadas armados de
    escopetas disparaban a mansalva contra el grupo que apenas se
    defendía con palos piedras y herramientas manuales,
    mientras otros corrían tratando de salvarse; la matanza
    fue feroz, Erasmo huyo del lugar, asustado y confuso a
    través de caminos que en la desesperación
    creía conocer, hasta llegar a una pista asfaltada, se
    detuvo un rato para recuperar el aliento, ya no oía
    disparos, solo el silbar del viento que se estrellaba contra los
    cerros y el paisaje abismal de los precipicios que
    parecían no tener profundidad, camino un trecho, tan
    cansado y hambriento, hasta que un camión cargado con
    maderas se detuvo a su lado, pidió un aventón de
    mala gana, la portezuela de la cabina se abrió y continuo
    el viaje.

    Dos días después estaba en Trujillo, en
    una calle rodeada de ambulantes y taxis amarillos que
    recorrían las avenidas con sus bocinas chillonas, tan
    pobre como había partido para buscar fortuna en las
    tierras lejanas de Pataz, miro y comprendió entonces que
    debía comenzar de nuevo, atrás quedaría mina
    huachita, el dominio de papamono, donde la vida se detenía
    en vetas oscuras llenas de miserias humanas, de ilusiones y
    sueños frustrados, de venganzas y rencores
    consumados.

    De muquis que a diario riegan la sangre del
    diablo…

    Pataz, Noviembre del 2008

     

     

    Autor:

    Manuel

     

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