La Sangre del Diablo
Yo miro con un ojo el mundo – ¿y con el otro?
– interrumpió ErasmoCon el otro veo la mierda de la humanidad, nada
más – y enmudeció.
El socavón extenso hasta las entrañas de
la roca guardaba el calor mientras afuera la lluvia y los vientos
tramaban quejas contra los hombres que trataban de protegerse. El
huamachuquino mascaba la coca con vehemente malicia,
esporádicamente sazonaba el bolo con el calero hecho con
un mate burilado en paisajes grotescos y trataba de adivinar el
semblante áspero y tenebroso del viejo minero.
– ¡capacheen hasta la esquina! – se escucha una
voz ronca y mandona que se perdía por los pasillos del
socavón.
Hace una semana que habían comenzado la tarea,
llamar al muqui, el guardián de los cerros, cuyas
entrañas guardan en rojizas rocas calcáreas el
codiciado oro, el viejo minero solo prometió atraerlo, mas
no hablar con él; con la justa razón de no pactar
con un demonio, toneladas y toneladas de tierra y rocas ocultaban
la veta que la voz gruesa de don Rolando Miranda, papamono
exigía descubrir.
El muqui – relataba el viejo minero – es el
peón del caído; así es como se le debe
describir, hay miles como el por todos los cerros del mundo,
buscan a los hombres codiciosos para hacerlos poderosos, pero
siempre por algo a cambio, el muqui nunca da nada por nada,
pide algo, el muqui es así, siempre
gana…¡El muqui!, ¡el muqui así!,
¡el muqui asa!, puras huevadas nomas cuentas –
interrumpió de pronto la voz del trujillano, que
encorvado al entrar evitaba golpearse el casco con el techo
cada vez más bajo del socavón, el viejo minero
gruño un poco, masco un puñado de coca y
siguió hablando:El muqui es humilde para con su amo, el que vive en
las entrañas calentando la chimeneas de la tierra; a
él le encomienda mantener los montañas libres
de todos nosotros, porque si no imagínate nos
acabaríamos todos los cerros del mundo como
este.
El trujillano se acerco a Erasmo agregando en tono
burlón – este solo habla cojudeces, afirma lo que otros le
contaron.
¡Tú sabe más que yo! – increpo
airado el viejo mineroEn primer lugar bájame la voz – contesto el
trujillano al mismo tono, el huamachuquino intervino, separo
a los dos hombres, Erasmo se fue con el trujillano cargando
los últimos capachos hasta la salida del
socavón, el viejo minero y el huamachuqino siguieron
coceando, calmándose los ánimos.No creas todas las cosas que te digan – clamo el
trujillano – el mundo está lleno de habladurías
de cosas tontas, por ejemplo eso del muqui yo sé darle
una explicación razonable, algo que no esté
más allá de supersticiones y fabulas
cojudas.
Erasmo le acompañaba, guiándose con la luz
del mechero a carburo través del túnel escarpado
del socavón, no juzgaba las ideas de su compañero
ni la del viejo minero, prefería mantenerse al margen,
comparando, analizando ambos comportamientos, evitando dar la
razón una a otro para no ganarse enemistades en el
grupo.
El socavón parecía palpitar de vida cuando
las haces de las linternas a batería iluminaban sus
entrañas resplandeciendo sus brillantes piedrecitas que
confundían a la vista inexperta con oro, el viejo minero y
el huamachuquino taladraban la roca a intervalos de una hora,
haciendo huecos tan hondos, donde al colocar la dinamita
reventaba el duro cuarzo hasta hallar el más mínimo
rastro de la esquiva veta.
– la sangre del diablo – exclamo el huamachuquino – la
sangre del diablo ha sido regada en esta tierra…
– calla sonso – contesto un compañero, pero el
huamachuquino mostraba postura en su semblante, miraba de reojo
los pedazos de roca arrancado por la dinamita, la mecha aun
caliente y humeante que se dilataba por el calor.
– ¡vámonos! – Grito el comandante – esta
mierda se está llenando de humo, no querrán que se
pudran sus pulmones.
Los tres últimos inquilinos abandonaron el
socavón.
Erasmo aguardaba a la salida, sus manos jugaban con un
cartucho inútil, pensaba en la sangre del diablo que
tantas veces el huamachuquino había profanado, el poderoso
muqui, amo y señor de los cerros en Pataz y los enormes
senos de la puta Margarita que excitada decían que manaban
leche con miel, un sudor frio recorrió su cuerpo, el mismo
que sintió tres noches antes en las carpas de la loma, se
limpio la frente de una gota fría como el aire de las
punas altísimas donde solo el ichu y los lagos helados
recrudecen el paisaje – el muqui – pensó en voz alta – el
muqui anda jodiendome, que querrá conmigo.
Los tres hombres salieron, encendidas las caras por el
calor de sus cuerpos, el huamachuquino vacio la jarra de agua,
bebiendo a grandes bocanadas, humedeciéndose el pecho,
formando las gotas diminutos caminos de mugre que vencidas por la
gravedad llegaban al suelo, la luna blanca e iluminada se opacaba
por el tachonar de estrellas y relámpagos que prefiguraban
la silueta de los cerros.
Vámonos – inquirió el comandante –
mañana seguimos con esta mierda.
Y el resto de hombres abandonaron huachita, la mina de
papamono.
Al amanecer, las nubes como algodones en desorden
tapaban los abismos que daban forma al paisaje, la niebla poco a
poco escalaba las laderas e introducía su manto
húmedo por los plásticos rotos que cubrían
todo el campamento, algunos hombres lo notaron, el resto
entregados al sueño y la pereza, bostezaron e ignorando
todo a su paso se arroparon mas con las frazadas de lana
sintética.
El comandante vacio la botella de orín sobre el
abismo de tierra que un labrador anterior había hollado,
por recomendaciones del viejo minero todas las noches
mantenían los bacines rodeando la carpa para mantener
alejado al temido muqui, el dueño de todos los cerros del
mundo desde los alejados continentes hasta las profundidades del
mar, el comandante reventaba en risotadas cuando el viejo minero
afirmaba su postura, al rato llego el administrador con la
noticia de siempre, hoy por hoy no subirían los
víveres…
Se puede vivir sin tirar – afirmaba con vulgar tono
el comandante – pero la tragana a ver que el conchasumare de
Rolando trabaje sin comer, se caga, nosotros también
nos cagamos…
Los que le rodeaban aprobaron sus palabras con vivas,
pifias, gestos de burla y aceptación.
El inge miraba el nivel de gasolina, apuntando en su
cuaderno de pasta patito, mostraba semblante áspero, se
limpiaba las uñas rosándolas con los pelos
recién cortados de su barba y maldecía a balbuceos;
el mismo no entendía como trece galones de gasolina no
duraban en una semana, si antes ello no sucedía, su
conclusión era que alguien se la estaba robando,
¿pero quién? Por el momento no tenía
sospechosos y no lo tendrían durante las semanas
siguientes a su despido.
Erasmo, el comandante, el huamachuquino y otros
más dejaron las carpas y se dirigieron a la mina de
papamono, para continuar con la labor de seguir encontrando la
veta.
La mañana fría dio paso al abrazo del sol,
que encendía las puntas de los cerros, escaladas por
espinos y toda clase de hierbas malditas, después de
sortear un angosto y peligroso camino, tanto Erasmo como el resto
de trabajadores llegaron a la entrada del socavón, el
viejo minero los esperaba rompiendo con un combo macizo pedazos
de roca, hasta separar los pedazos más pequeños,
que después de llenarlos en sacos de plástico, las
mulas de papamono llevarían al molino para su posterior
proceso, empezaron a sentarse rodeando al viejo minero que apenas
contestaba los saludos por tener la boca llena de la pastosa masa
de coca, el administrador un hombre alto, de rasgos andinos,
chimbotano de nacimiento pasaba la tablilla donde anotaban las
firmas de las horas laboradas el día anterior, el
comandante revisaba los niveles del generador a petróleo,
con un chasquido ensordecedor encendió, opacando la
música de una radio a pilas colgado sobre el tapete donde
guardaban los cascos, las linternas y las valiosas
baterías recargables. Al rato llego el ingeniero y otros
portando las viandas con el desayuno, una insoluble sopa de
quaker sin azúcar y cancha tostada, el comandante vocifero
palabrotas de protesta, negándose a probar bocado, algunos
le imitaron a medias escondiendo los taperes para consumirlos a
una hora prudente; y los mas hambrientos ignorando la
situación acababan la ración pidiendo o robando las
sobras.
El comandante furioso revisaba los cartuchos de
dinamita, las mechas y los fulminantes cuidadosamente separados,
le acompañaba el administrador que corregía en
números la cantidad consumida y por consumir; otros
habían entrado al socavón iniciando la labor cuando
Erasmo fue llamado a encender el extractor; un motor conectado a
un succionador de hélices invertidas que a través
de un tubería que llegaba hasta los frentes trabajados
halaba el aire condensado por las explosiones, tratando de
mantener el túnel fresco y respirable, dentro de las
galerías los hombres llenaban a la mitad los sacos con
piedras consideradas de alta ley y las cargaban a los hombros en
una agotadora carrera por amontonarlas fuera de la única
salida y entrada de la mina; donde el viejo minero o un
peón de turno se encargarían de triturarlas,
clasificándolas, separarlas, aumentando así a
cuestas de otros la fortuna de don Rolando Miranda.
– arroz con frijoles, solo arroz con frijoles, putamare
cuando Rolando va a entender que con esto la cuadrilla no va
juntar la cantidad que pide…
– entonces, toma llámalo y quéjate directo
con el – respondió el administrador
– no tengo que decirle nada – vocifero airado el
comandante – él solito debe subir y darse cuenta de lo que
aquí está sucediendo, que cojudez…
El administrador pensó un momento, y luego agrego
en tono de fastidio – le diré que suba mañana y
todos ustedes le reclaman…el resto callo, oyéndose
solo el ruido metálico de las cucharas y bocas masticando
la comida.
Después del mediodía, el cielo se
transformo de forma abrupta, negras nubes vomitaban una y otra
vez gruesas gotas que al caer producían un ruido
incesante, el techo de calamina se mecía y parecía
desprenderse con los vientos fuertes dando la señal de una
tormenta eléctrica acercándose, no se dejo esperar
mucho y fuertes truenos hacían creer que la tierra se
partía en dos, muchos acostumbrados seguían con la
rutina, ignorando el agua que formando un lodo infernal se
introducía por la entrada/salida de la mina, el comandante
y un peón trazaban canales a la fuerza para desviarlo,
pero los intentos eran inútiles, el liquido elemento se
acumulaba tan rápido como el canal se sobrellenaba;
volviéndose su objetivo nulo, al fin ya vencidos por la
naturaleza se dio la orden de parar los trabajos; y entre todos
evitar que el agua inundara por completo la entrada del
socavón; el viejo minero cavo un hoyo en la misma entrada
de la mina logrando que el agua de lluvia se sobredimensionara,
emulsionado y desviándose hacia los costados,
perdiéndose en los abismos, dando resultado la
treta.
Nuevamente en las carpas de la loma, la gente dejaba la
ropa empapada en barro sobre unos colgantes construidos con
troncos tiernos de eucalipto, la cocina precariamente hecha entre
pilares de madera y techo de calamina había sucumbido al
aguacero; y apenas el gordo Tito, el cocinero lograba encender la
cocina a gas maldiciendo a cada momento:
– mañana subirá Rolando – comento el
comandante – espero que nadie se chupe y se reclame lo justo –
hubo un silencio luego un comentario ahogado.
– que traiga mas comida, nos cagamos de hambre cada
día… se sumaron otras quejas que el administrador
apuntaba en su cuaderno a la par del ingeniero que se
mantenía al margen de la reunión, el trujillano se
acerco a Erasmo susurrándole al oído:
– mira al inge, es un pendejo no dice nada porque es
socio de Rolando, su plata esta invertida acá, porque
crees que no duerme con nosotros, tiene una carpa para él
solito, cerca al socavón y tiene harta comida guardada que
no comparte con nadie, es un cagon…
Erasmo callo, al fin el cocinero dio la voz de la cena
lista, uno a uno empezaron a desfilar con los taperes bajo el
hombro, comieron entre risotadas, maldiciones y lamentaciones y
después vencidos por el cansancio se entregaron al
sueño. A la mañana siguiente Rolando Miranda
sorprendió a todos con la comitiva de mulas cargadas con
sacos de víveres, gallinas, frutas, cigarros, botellas de
ron y kilos y kilos de hoja de coca, la algarabía
cundió en el pequeño campamento, las quejas y
reclamos se convirtieron en agradecimientos lastimeros, solo el
comandante y unos cuantos peones explicaron el verdadero punto a
tratar con papamono, sin embargo al no tener el apoyo de los
otros, tuvieron que ceder a los argumentos de este y aun aceptar
una cuota mayor de producción del mineral. La rabia se
apodero del comandante cuando Rolando Miranda abandono la mina,
montado en su mejor mula de piel bronceada:
¡Miserables! – grito en el momento que todos
disfrutaban de la cena – se dejan comprar por huevadas, van a
ver cuando se les acabe todo, Rolando se olvidara de ustedes
y seguirá la misma mierda de siempre, son todos
ustedes unos cojudos…
Algunos escucharon, otros restaron importancia a sus
palabras; y todos se entregaron nuevamente al descanso, la noche
siguiente para festejar la bajada del gordo Tito; que entre
bromas irónicas prometía nunca más volver
apenas cobrase el primer sueldo ganado se abrieron las botellas
de ron y las cajetillas de cigarros, el comandante y el
administrador se hallaban ausentes por estar en Pataz tratando
asuntos con Papamono que viajaba al día siguiente a
Trujillo con la promesa vacía de mejorar las condiciones
de los trabajadores, con la autoridad ausente del comandante y la
nula presencia del ingeniero que se hallaba en su carpa
disfrutando solitariamente los beneficios de ser socio de Rolando
Miranda, el campamento se desbordo en una orgia de tragos,
músicas extravagantes y relatos fantásticos sobre
el muqui, el huamachuquino hacia piruetas, bailaba y
enseñaba el trasero provocando risotadas; luego exagero en
su actuar al sacarse la correa y dar de latigazos al aire,
corrió desnudo por todos los límites del
campamento, escupía al aire y maldecía en quechua
llamando al muqui, cuatro hombres fueron necesarios para
doblegarlo, las risotadas se convirtieron en asombro y
extrañeza, conducido a rastras lo sentaron a orillas de su
cama, siguió bebiendo por evitar que nuevamente al
negársele se alocara y sin que nadie se diera cuenta se
quedo profundamente dormido, solo Pacasmayo; un obeso alto, de la
misma talla que el comandante; barbudo, de tez blanca y ojos tan
verdes como las hojas del molle se le acerco, lo arrecosto sobre
su cama y tapándolo con una frazada le dejo continuar
cómodamente su sueño ebrio.
Pacasmayo tenía una historia muy diferente de
todos, era hijo de una familia influyente en su ciudad de origen,
el apellido de su padre era respetado tanto por sus posesiones
como por su legajo ancestral, se crio en una casa mansión,
la mejor de aquellas épocas cuya vista al mar le produjo
problemas asmáticos de niño, motivo por el cual su
padre decidió que se criara en Trujillo, hasta alcanzar la
madurez, resolver su problema de salud y empezar a estudiar una
carrera de acorde con los negocios paternales, cumplió
casi todo lo prometido, pero volver a su tierra natal fue peor
que quedarse en Trujillo, Pacasmayo era un muchacho pintón
de 16 años, huidizo y tímido al roce de mujeres, no
tuvo enamorada durante el tiempo que fue alumno interno de un
colegio particular, pero cuando un amigo de infancia lo llevo por
primera vez al prostíbulo que quedaba a las afueras de la
ciudad, su conducta cambio al descubrir el placer en una cama al
amparo de luces de colores y el gusto por la marihuana, era hijo
de plata y se le volvió costumbre visitar semanalmente
el chongito, creció durante el tiempo que la
ciudad y todo su balneario de gente acomodada se degradaba al
punto de que cada año había más mansiones
vacías, por vender o a punto de ser demolidas, su padre
enfermo gravemente y antes de morir dejo las propiedades
repartidas entre sus cuatro hijos y la esposa, murió al
año y medio sin ver a Pacasmayo convertido al menos en un
universitario, fue su despiste total, sobraba el dinero, y era el
ultimo de todos los hermanos, mimado por su madre y aconsejado a
regañadientes por la hermana mayor, Pacasmayo hizo
oídos sordos a los consejos de sobresalir pues la buena
bonanza pronto se acabaría, presionado estudio una carrera
universitaria de cinco años de los cuales cumplió
solo uno, conoció a su primera enamorada y que fue la
única mujer que se le entrego por amor y lo amaría
a pesar de sus terribles faltas toda la vida, tuvieron un hijo y
al año siguiente su madre murió, solo entonces tuvo
que vender la casa mansión que por el testamento de su
padre era lo único que le tocaba, con el dinero y gracias
al olfato de negocios de su mujer, monto una discoteca con vista
al mar, en una zona casi exclusiva del balneario; fue la primera
y última vez que la fortuna le sonrió, su discoteca
logro hacer mermar a las otras a tal punto que los mismos
dueños le rogaban que dejara de funcionar al menos un
día, para no caer en la bancarrota; el dinero llegaba a
montones y nuevamente volvió a su antiguo vicio de las
putas y un consumo exagerado de marihuana, el balneario
pareció reflotar con la llegada de los primeros turistas
que surfeaban sus olas en trajes negros de licra, el
chonguito revivió con la adquisición de nuevas
prostitutas entre ellas Miriam, Pacasmayo nunca olvidaría
ese nombre, desde la primera vez que la vio, con su ropa de
lencería en rojo, ofreciendo sus servicios en la puerta
del cuarto numero 12, se enamoro de ella por completo; a tal
punto que espero a que la fila de 18 hombres llegara a su fin
para que le tocara su turno, Miriam por ser la más hermosa
de todas era considerada la mejor adquisición del
prostíbulo, y la fila de hombres a puertas de su cuarto
era regularmente larga, Pacasmayo loco de celos, no tardo pronto
en llegar al extremo de pagar el consumo de los hombres que ella
atendiera y a precios dobles por el solo hecho de ser solo el
único que estuviera en su cuarto horas tras horas;
visitaba el chongo entre semanas solo por ella; y le
propuso alquilarle un minidepartamento para que dejase ese lugar
y se convirtiera en su amante; solo por el dinero acepto pues
jamás lo amo, en el otro lado de la balanza de vida de
Pacasmayo su pobre mujer sufría escasez de alimentos; y
rumas de deudas, tanto de la casa como del negocio a pesar de que
todos los días los ingresos eran considerables, no tardo
en sospechar de las mañas del esposo y los pleitos fueron
el pan de cada día a tal punto que una separación
parecía inevitable, su suegro descubrió la
relación extramarital y chantajeándolo le
exigía cupos para mantener la boca cerrada, Pacasmayo no
acepto y los problemas se hicieron de nunca acabar, las deudas
aumentaron así como los caprichos de Miriam que trataba de
sacar el máximo provecho pues su olfato de perra callejera
le vaticinaba que pronto se le acabaría la fortuna al
marido de turno; y no se equivoco en ello, eran los tiempos del
terrorismo y malos gobiernos y los extranjeros ya no regresaban,
la discoteca sufría ausencia de clientes y los ingresos
eran cada vez mas mermados, una noche de pelear con su mujer
Pacasmayo fue buscar la compañía de su amante y al
llegar al departamento no la encontró, solo una puerta
abierta mostraba todas las habitaciones vacías, se
había marchado llevándose consigo todos los enseres
y caprichos comprados por Pacasmayo durante sus cuatro
años de ridícula convivencia, la busco por todos
los lados, en el chongo preguntando a su
compañeras y la misma matrona, no dio resultado y al fin
cuando se dio cuenta que jamás la volvería a ver se
dio a la bebida por cuatro días, le avisaron a su mujer y
esta lo encontró dormido, sumido en su propio olor a
orines y excrementos al volante del auto que ya parecía
tragárselo el mar. Despertó a la semana en una cama
deshaciéndose del alcohol que aun invadía todo su
cuerpo, no fue el fin de su pesadilla, pasaron los días y
tuvo que ver como el negocio se venía abajo, las deudas
pendientes cobraban los intereses y tuvo que vender el auto
regalado por su padre aun un mísero precio; y que luego de
haber llevado una vida de limosina termino como colectivo de ruta
larga, todos los objetos y las cosas acumuladas para amoblar la
casa que ambos habían soñado comprar y por
último a riesgo de perder el local por embargo le
cedió esta temporalmente al suegro que vio la oportunidad
de vengarse pues jamás volvió a manos de Pacasmayo,
no podía seguir viviendo en aquella ciudad donde todos le
conocía, donde su vida de macho semental y riquillo pituco
estaba acabado, la vergüenza y el orgullo le hicieron
alejarse, alquilar un cuartito en Trujillo y comenzar una vida
dedicada sobre todo a su hijo que ya tenía siete
años, eso fue todo; ahora viéndose así mismo
durmiendo en un colchón sucio, bajo un techo de
plástico y trabajando como mula de carga al llevar sobre
sus hombros esas filudas rocas y comiendo sobras de un
patrón arrogante, recordó los buenos momentos, la
cama de seda roja donde el cuerpo desnudo de Miriam se
extendía como un manjar a ser devorado; los banquetes en
los mejores restaurantes de Trujillo, la comodidad de su ciudad
natal, en resumen tantas cosas, apretó los puños en
un gesto de ira apagada al mismo tiempo que una lagrima
disimulada rodaba por su mejilla.
Esa noche Erasmo se sintió alucinado,
recordó que al costado del improvisado campamento
existía un socavón abandonado quien sabe
cuánto tiempo, la entrada era tan angosta, que solo se
permitía entrar a gatas, evitando golpearse la cabeza con
el techo cuyas rocas sobresalidas parecían lanzas
asesinas, se adentro en la negra y tenebrosa oscuridad del
túnel, azuzado por un valor que era producido por el
licor, desde afuera, la música que provenía de la
radio a baterías distorsionada por el excesivo volumen,
las platicas en quechua del viejo minero y las risotadas de otros
se iban haciendo más lejos, hasta ya no escucharse nada;
de pronto un aire frio recorrió su cuerpo, provenía
desde las entrañas de la mina, resuelto dio unos pasos, se
inclino y empezó avanzar, a tientas sentía que las
piedras le hincaban de forma dolorosa, siguió en la
oscuridad era total, recordó entonces que no tenía
la lámpara que siempre izaba por sobre su cabeza, la
realidad del momento venció el valor y tuvo miedo, se
detuvo en seco, sintió de pronto el aliento írsele,
agitado y nervioso se perturbo tanto que desorientado no
sabía si ir hacia adelante o atrás lo
llevaría hacia la salida del socavón, entonces
quiso gritar pero se dio cuenta que sus cuerdas vocales no le
respondían, palpo las paredes del socavón, la
sintió fría y entonces tratando de recuperar la
calma recordó unos de los consejos del huamachuquino,
aspirar el aire fresco que provenía de la entrada y
seguirlo; y así lo hizo guiándose por ese detalle
avanzo unos cuantos pasos, se dio cuenta entonces que el cuerpo
le pesaba, trato de seguir, pero el pecho se acercaba cada vez
más al suelo, por fin en un último intento se
arrastro, pero cayó más pesado aun y en una
inconsciencia inexplicable se quedo dormido, cuando
despertó se dio cuenta que el aire fresco y frio de la
mañana le bañaban la cara, pudo ver una luz
blanquísima que prefiguraba las paredes de la entrada y
con el cuerpo temblando de frio avanzo, cuando salió ya
había amanecido, era una mañana tan calurosa que
los charcos de agua que rodeaban todo el campamento
prácticamente se habían secado, adentro todos
dormían plácidamente, el desorden y la falta de
limpieza hacían prever que la reunión se
había salido totalmente de control, Erasmo no soporto mas
y buscando de forma soñolienta el lugar de su cama se
arropo con las sucias frezadas y se entrego por completo a lo
quedaba de interrumpido descanso.
El ingeniero no se quejo, o al menos carecía de
la suficiente autoridad para hacerlo aquella mañana en que
ningún trabajador llego a la mina, cogió su
teléfono y llamo al administrador, tampoco tenía
ganas de hablar con el comandante, odiaba oír su voz
gruesa y encolerizada, se preparo el desayuno usando la cocinita
de llamas azules; limpio su carpa y espero hasta el
mediodía.
Rolando aun no había viajado a Trujillo,
esperando en Loma de Penca, un lugar llamado así por lo
abundante de esa planta ordenaba descargar de la parte trasera de
la camioneta el nuevo generador diesel, los hombres que
descendieron de mala gana, entre ellos Erasmo, el trujillano,
Pacasmayo y otros mas, hicieron una camilla con palos gruesos y
entre hombros iniciaron el ascenso que por si era sumamente
difícil, en una curva ascendente cerrada el trujillano
piso en falso y resbalo, arrastrando a todos consigo, el motor
diesel rodo suavemente por la tierra removida y fue dar contra
unos arbusto a modo de amortiguar el golpe, papamono exploto en
cólera, con palabrotas de fuerte tono lo aparto del grupo,
le ordeno solo llevar palos y ante la mirada callada de otros,
subió en su mula y continuo por adelantado el ascenso. Eso
fue todo, el trujillano se quedo atrás, avergonzado, con
la cara encendida por al calor y con los ojos vidriosos a punto
de reventar en emociones de rabia contenida, la comitiva continua
el ascenso.
Ya en la mina papamono reunió a toda la cuadrilla
de trabajadores, uno a uno les hizo saber la falta cometida, su
improperios de cólera exaltada acompañadas de
palabrotas fue suficiente para que el cachaco, un moreno bajo de
espaldas anchas y mirada de indio, le contestara de tu a tu,
papamono no resistió el altruismo y le propino una
bofetada, cachaco quiso responder, pero el ingeniero y el
administrador intervinieron; la situación era complicada
para Rolando Miranda quien se jactaba de su buena voluntad y lo
desagradecido que eran todos con él, despidió de
inmediato al cachaco; obligándolo que recogiera sus cosas
del campamento y abandonara de inmediato la mina, cachaco
relamiéndose de odio desapareció del grupo tomando
la ruta de regreso.
El comandante llego dos horas después; soportando
los reclamos de papamono que lo hacia el único responsable
de todo lo ocurrido, luego este abandono la mina dejando
recomendaciones al ingeniero y castigos por cumplir. En la noche
en reunión de urgencia el comandante prohibió los
cigarros, el licor y redujo la porción de coca, dando la
exclusiva administración a Pacasmayo; hubo quejas aun
más por parte del huamachuquino y el viejo minero, pero el
comandante mostro postura en su determinación. Erasmo
advirtió que el trujillano no participaba de la acalorada
discusión, en un rincón oscuro del campamento,
agachada la cabeza se oía sus murmureos, se le acerco
llevando consigo unos bizcochos robados de la cocina de
Pacasmayo, pero el trujillano no los recibió, sus ojos
rojos llenos de odio y frustración estaban a punto de
reventar en un llanto contenido.
Llorando empezó por decir:
Yo que he trabajado en buenos lugares, que he tenido
buenos estudios, no debí permitir que ese hijo
e´ puta de Rolando me gritara, me faltara el respeto y
me humillara como si yo fuese un simple peón, no
carajo mi padre jamás me mentó la madre, ni
siquiera mis jefes que eran ingenieros ilustrados; y un
simple serrano de… – hizo una pausa porque una
complicación nasal ahogaba las palabras, estornudo y
continuo – ese salvaje de mierda, salido de la cárcel;
porque supiste que ese serrano estuvo en la cárcel, en
Chile por droga, si maldito narco malparido, es cualquier
cosa y solo porque tiene una mina de oro cree que puede
tratar a las personas como se le dé la gana, no
señores, yo no voy a permitir eso, mañana mismo
me largo, me regreso así sea sin un puto sol, no
aguanto más….
El trujillano continuo maldiciendo, bajo un poco la voz
al ver pasar al huamachuquino y el ingeniero, fumaba el cigarro
de forma desesperada y trataba de limpiarse la cara sucia de las
lagrimas vertidas, Erasmo a su lado, no supo que contestar, el
también había sufrido el maltrato de papamono, sus
múltiples explosiones de ira descontrolada, pero que
podía hacer, venia de tan lejos, cargado de tantos
problemas, de tantos sueños por cumplir, valía la
pena aguantarlo todo con tal de lograrlos; aunque fuera peor,
estaba claro que todo esto era el dominio de papamono, el cerro
donde ellos estaban, el pueblo de Pataz donde solo por
única vez los llevo a pasear para distraerlos según
él; y hacerles gastar el poco dinero ahorrado en el hotel
restaurant de su amante, una mujer de ojos azabaches que
permitía compartir su lecho con un hombre a sabiendas de
la nueva conquista joven en Trujillo, y todo solo por el dinero.
La mayoría soportaba todo por el dinero, juntaría
los mil soles y cuando papamono dijera ¡bajas a descansar!,
nunca más volvería, era la misma idea que todos
compartían, el gordo Tito ya la había cumplido,
llevaba más de una semana que no volvía; y era
claro que nunca lo haría, Pacasmayo lo reemplazo, Erasmo
se dio cuenta que extrañaría al gordo Tito pues
Pacasmayo jamás igualaría sus saltados de hongos
blancos con cebollas; una delicia que valoro aquellos días
cuando la comida escaseaba a un punto crítico.
Esa noche, entre sueños revivió la vez que
estuvo en el pueblo de Rolando Miranda, el delicioso desayuno
tomado en el restaurante de la amante que le recordaba las
delicias de la tierra natal Molinos de Cajanleque, un pueblito
del que había salido buscando futuro y ahora
añoraba regresar, las callecitas tan estrechas de Pataz
atiborradas de tantos productos tan caros de ofrecer, el partido
de fulbito en su coliseo de murallas carcomidas; la bonanza
arrogante de tantos mineros artesanales que como papamono se
exhibían en camionetas nuevas, ropas y accesorios
extravagantes, el intento de cachaco de bañarse en el rio
que partía al pueblo en dos, la mezcla peligrosa y
contaminante que hizo papamono en una taza de acero inoxidable
sobre una flama azul proporcionada por una balón casero
que separaba el oro en bruto de sus impurezas hasta convertirlo
en una masa liquida de color ocre que dejo enfriar sobre un molde
de madera, la silueta de aquella agraciada muchacha que parada en
la puerta de uno de tantos bares atraía la atención
de uno que otro parroquiano, despertó en medio de la
oscuridad que era perturbada por el ruido de ráfagas de
aire que levantaban las cortinas de plástico y el ronquido
de la mayoría que se confundía con el canto de
grillos y aullidos lejanos, asomo fuera del campamento y buscando
el filo del precipicio micciono, la luna blanca y destellante se
mostraba como la única luz natural que delineaba la figura
de todo el paisaje, a lo lejos se veía nubes negras
iluminadas a intervalos que se agolpaban unas sobre otras
formando una alfombra hasta perderse en los confines del
firmamento, Erasmo predecía que a partir de la siguiente
mañana, las cosas iban a cambiar en la mina de papamono y
en la vida de todos.
Al amanecer la cara de descontento se mostraba en la
mayoría de la cuadrilla, el ingeniero asomo por la puerta
de la cocina, con cuaderno en mano inventariaba los
víveres, junto al comandante que exigía a todos
comenzar lo más rápido la labor en la mina;
demostraban seguir al pie de la letra los pedidos de Don Rolando
Miranda, el trujillano fue uno de los primeros que estuvo listo
para partir, a su lado llego el administrador, conversaron un
rato y el trujillano con la cara desencajada tomo la ruta de
descenso hacia loma de penca. Fue una mañana
monótona, casi ninguno de la cuadrilla hablaba, se
hacía sentir entonces el descontento por la forma como
habían despedido al cachaco, el comandante trato de
relevar la situación mostrando seriedad y evitando
comentarios con la mayoría de los peones, el ingeniero
llego con Pacasmayo trayendo las viandas del desayuno, comieron
todos, no hubo bromas solo comentarios sobre temas aislados, casi
al mediodía llego el trujillano, lucia feliz hasta se
animo a hacer bromas; se adentro en la veta y aprovechando una
pausa en el trabajo soltó un comentario
amenazante:
Ese serrano de rolando se va tragar sus
palabras…
Erasmo no entendió el mensaje y junto a la
mayoría cargaba los capachos fuera de la mina, pero el
trujillano continuaba con sus comentarios, muchas veces esperaba
que la cuadrilla se juntara tomando un respiro en la carrera, les
hablaba del maltrato de papamono, de lo mal que todos la estaban
pasando en la mina y por último que pronto Rolando Miranda
iba a estar en bancarrota y no iba a tener como pagar a toda la
gente, la mayoría lo escuchaban atentos y
prorrumpían en gestos de ira, otros como Erasmo trataban
de ignorarlo y continuar la labor. Esa noche el trujillano logro
hurtar de la vigilada despensa de Pacasmayo unos bizcochos y una
lata de atún, envolvió los víveres en una
chompa de colores percudidos y aprovechando que todos
dormían se alejo del campamento, regresando a la
mañana siguiente incorporándose a las labores como
si nada hubiera pasado, lo siguió haciendo durante tres
noches más hasta que el comandante alertado por un soplo
le llamo la atención amenazándolo con despedirlo,
el trujillano resto importancia al asunto; esa noche le
confesó un secreto a Erasmo:
El cachaco estará mañana aquí,
ya la gente está preparada, así que duerme
tranquilo nomas que mañana nadie va
trabajar…
Erasmo quiso protestar, aclarar que no estaba de acuerdo
con todo ello, pero fue imposible, el trujillano abandono el
campamento de inmediato, la noche estaba negra como la oscuridad
penetrante de la mina, las estrellas era lo único que
adornaba el firmamento; una que otra cometa confundida a veces
con un avión asomaba trazando una línea imaginaria,
Erasmo miccionaba frente al acantilado, tal vez, pensó
para sí mismo, era lo mejor, quería regresar,
estaba harto de todo, de los lloriqueos del trujillano, de la
fobia del viejo minero y el huamachuquino con el muqui, de los
reclamos vulgares del comandante, de las explosiones de ira de
papamono, de la asquerosa vida en mina huachita, de toda la
mierda de riquezas y arrogancias que aquejaban Pataz, de si
mismo, quería empezar de nuevo, aun era joven,
cuánto tiempo alejado en un lugar que apenas estaba
conociendo, que sería de los suyos, de los amigos y amores
desdeñados, volvió a hacerse la misma
afirmación mientras se arropaba con las mantas sucias de
algodón, tal vez fuera mejor regresar y empezar, tal
vez… y se quedo profundamente dormido.
El comandante asomo por la puerta del campamento,
vestía pantalón y botas de militar desgastadas y
empapadas de barrio, la lluvia nocturna había humedecido
el piso de tierra y muchos trataban de salvaguardar sus pocas
pertenencias del barro cada vez más prominente, a su tras
estaba el ingeniero, con su gorrita blanca opacada por malos
lavados, el comandante con su altura temerosa tratando de
infundir respeto y obediencia hablo en voz alta
exigiéndole a todos salir a trabajar, solo el viejo minero
y un peón, sobrino de papamono se calzaron las botas de
jebe y tomaron la ruta hacia la mina, el resto se arropo con sus
frazadas y otros empezaron a visitar la cocina que Pacasmayo
había abandonado la noche anterior sumándose al
motín que se estaba realizando, desesperado el comandante
empezó por usar la fuerza para obligarlos, pero una voz
burlona y amenazante detuvo sus actos, era el cachaco,
tenía entre sus manos un enorme palo, le seguía el
trujillano sosteniendo un pico, el huamachuquino, Pacasmayo y el
resto de la cuadrilla que se sumaba a la sublevacion. El
comandante se sintió ofendido y vencido, el ingeniero
tratando de calmar los ánimos hablo pero fue peor para
él, pues los insultos y mentadas de madre volaron contra
su persona aun mas indiscriminadamente por parte del trujillano,
ambos se retiraron del campamento.
Hubo algarabía en el grupo, el trujillano se
jactaba de su victoria, cachaco repartía los
víveres guardados, aconsejando a todos consumirlos de
forma adecuada, empacaron sus cosas con la consigna de dejar el
campamento, llegar a Pataz y tomar un bus de regreso a Trujillo,
pero cuando el huamachuquino empezó por abrir una botella
de ron y bebió junto a otros, hubo una voz que aconsejo
atacar y saquear la mina, cachaco trato de impedirlo, pero el ron
ya estaba surtiendo efecto en la mayoría de la cuadrilla,
aun mas en el huamachuquino que cogiendo una lampa tomo la ruta
hacia huachita, descontrolado el grupo, cachaco guio el
ataque.
El comandante se hallaba hablando por teléfono
cuando fue sorprendido por la comitiva, el administrador
salió enfrente de todos, pero al ver al cachaco supo
entonces que la situación estaba perdida, el ingeniero
salió de su carpa temeroso, el comandante en un arrebato
de ira saco su arma, y apunto al grupo, cachaco salió al
frente ofreciéndose de blanco, el comandante
tembló, recordó entonces porque lo habían
sacado del ejercito, porque en aquella misión en las
tierras de Ayacucho cuando salieron a patrullar tras los rastros
de una patrulla terrorista, descubrió que uno de sus
subordinados tenía como amante a una camarada, le obligo a
confesarlo todo o a perder la vida por ello, creyó que
sacando la taurus y apuntándolo en su pecho el
asunto terminaría, pero el asunto nunca termino
allí, el soldado azuzo la furia del comandante y este
provocado apretó el gatillo, solo entre pesadillas
interminables recreaba el momento de ver el cuerpo inerte
desplomándose en un charco de sangre ante la mirada
atónita de cuatro carceleros, por eso cuando se dio cuenta
que estaba ante la misma situación, valoro entonces la
segunda oportunidad que la daba la vida y bajo el arma, la guardo
en su funda, se calzo la gorrita y la casaca y abandono la mina,
el ingeniero reacciono tratando de empacar lo más
rápido sus enseres y seguirle junto al administrador.
Cuando el viejo minero y el peón salieron del
socavón ignorantes de los que estaba pasando, fueron
apresados; uno de sus captores le arrebato un cartucho de
dinamita que había recuperado dentro de la veta, lo
encendieron y lo echaron en lo más hondo de la entrada, la
explosión fue violenta, toda la entrada se derrumbo en una
niebla de tierra y piedras removidas que cuesta abajo provocaron
un alud sin control, arrastrando todo a su paso.
El saqueo fue total, el trujillano empujaba lentamente
el motor diesel hasta el precipicio y lo arrojo cayendo como un
pesado conjunto de fierros y mangueras que se retorcían
hasta despedazarse cuesta abajo, la explosión alerto a
muchos peones que curiosos y azuzados se sumaron a la
rebelión que tomaba proporciones descontroladas, destruida
por completo huachita la comitiva tomo la ruta de descenso para
llegar a loma de penca, causando destrozos en cuanta propiedad
minera encontraran a su paso, Erasmo se retraso en una curva
descendente, había resbalado por una acequia fangosa y
mientras se limpiaba del barro impregnado oyó disparos,
grande fue su sorpresa al contemplar la terrible escena donde
policías y dueños de las minas atacadas armados de
escopetas disparaban a mansalva contra el grupo que apenas se
defendía con palos piedras y herramientas manuales,
mientras otros corrían tratando de salvarse; la matanza
fue feroz, Erasmo huyo del lugar, asustado y confuso a
través de caminos que en la desesperación
creía conocer, hasta llegar a una pista asfaltada, se
detuvo un rato para recuperar el aliento, ya no oía
disparos, solo el silbar del viento que se estrellaba contra los
cerros y el paisaje abismal de los precipicios que
parecían no tener profundidad, camino un trecho, tan
cansado y hambriento, hasta que un camión cargado con
maderas se detuvo a su lado, pidió un aventón de
mala gana, la portezuela de la cabina se abrió y continuo
el viaje.
Dos días después estaba en Trujillo, en
una calle rodeada de ambulantes y taxis amarillos que
recorrían las avenidas con sus bocinas chillonas, tan
pobre como había partido para buscar fortuna en las
tierras lejanas de Pataz, miro y comprendió entonces que
debía comenzar de nuevo, atrás quedaría mina
huachita, el dominio de papamono, donde la vida se detenía
en vetas oscuras llenas de miserias humanas, de ilusiones y
sueños frustrados, de venganzas y rencores
consumados.
De muquis que a diario riegan la sangre del
diablo…
Pataz, Noviembre del 2008
Autor:
Manuel