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La -solución final- al problema de la deuda (página 8)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

Sea como fuere, si la Reserva Federal estuviera haciendo
una autorización retroactiva de sus propios pasivos,
entonces estaría violando la letra y el espíritu de
la Ley de la Reserva Federal. Al mismo tiempo, estaría
convirtiendo al dólar en una moneda completamente
fiduciaria por la puerta de atrás, puenteando al propio
Congreso. En ese caso, el presidente del banco central americano,
el Dr. Bernanke, estaría mostrando una completa mala fe,
pues él conoce la ley a la que se somete su
institución. Esta violación palmaria de la ley le
incapacitaría completamente para el cargo que ocupa, de
forma que el presidente de los EEUU debería proceder a su
inmediata e ignominiosa destitución mientras se realiza la
pertinente investigación por parte del
Congreso.

Las violaciones de la ley que está cometiendo la
Reserva Federal suponen un esfuerzo concertado por su parte para
quitarse de encima las cadenas que impone la ley en los grifos de
donde sale el dinero. Esta violación no es un incidente
aislado. Apunta hacia la corrupción del orden monetario de
EEUU y también a la del mundo entero. Aún
más, es probablemente una de las principales causas de la
inestabilidad financiera que padece la economía
internacional desde 1971 y más recientemente desde
2008.

Si no se entiende esta verdad fundamental, entonces no
sirven de nada todos los discursos sobre la estabilización
del sistema monetario y la corrección de déficit
presupuestario.

Atentamente suyo, Antal E. Fekete

(Original: Impeach Bernanke. An open letter to
Congressman Ron Paul of Texas)

– Bill Gross equipara la deuda de EEUU con el fraude
piramidal de Madoff (Libertad Digital –
14/4/11)

El director de PIMCO está
convencido de que EEUU suspenderá pagos. Su deuda es tan
segura como el de un "esquema Ponzi o Madoff".

(Por Toni Mascaró)

Bill Gross, el cofundador y director de PIMCO, el mayor
fondo de renta fija a nivel mundial, considera que los bonos del
tesoro americanos "tienen poco valor" como consecuencia del grave
problema de deuda de Estados Unidos. Anteriormente, el inversor
Warren Buffet ya había advertido del peligro de invertir
en renta fija a largo plazo denominada en dólares
americanos.

Basándose en varios informes, entre ellos el de
Mary Meeker, Gross ha afirmado este mes en una carta (que
rápidamente dejó de estar disponible en la web de
PIMCO) lo siguiente:

Si estuviese compareciendo ante el Congreso y declarando
sobre nuestra actual crisis de deuda, diría claramente
algo así: "Comparezco ante ustedes como representante de
un gestor de dinero de 1,2 billones de dólares,
históricamente orientado a bonos, que ha estado vendiendo
bonos del Tesoro porque tienen poco valor en el contexto de una
deuda total de 75 billones de dólares. A menos que los
programas de ayudas sociales se reformen sustancialmente, estoy
convencido de que este país entrará en default [no
pagará su deuda]; no en el modo convencional, sino
hurgando en el bolsillo de los ahorradores mediante una
combinación de políticas menos observables, pero
históricamente verificables, tales como la
inflación, la devaluación de la divisa y unos tipos
de interés reales bajos o negativos.

Los 75 billones a los que se refiere Gross son la suma
de la deuda pública emitida por el Tesoro más las
obligaciones contraídas por los grandes programas de
ayudas sociales, principalmente Medicaid, Medicare y Seguridad
Social. Este total de deuda es cinco veces superior al PIB de
Estados Unidos.

Las opciones para evitar el desplome del
dólar

Gross considera políticamente inviables las dos
alternativas que más directamente atajarían el
problema, a saber: "Recortes muy grandes" de estos programas de
ayudas sociales -a lo que Obama de momento se niega- o la
abrogación contractual (el impago convencional propiamente
dicho).

En ausencia de estas dos medidas, el
director de PIMCO considera que sólo se puede aplicar una
combinación de tres políticas, lo que él
llama "impago de un modo no convencional". A saber:

•La primera de estas consistiría en una
elevada inflación acelerada e inesperada. Lo cual, admite,
es probable que se dé, pero no cree que llegue a ser
decisivo.

•Otra opción consistiría en reducir
el valor del dólar, como ya está
sucediendo.

•La última opción pasaría por
unos tipos de interés reducidísimos.

PIMCO vende corto

Efectivamente, hace un mes, PIMCO eliminó por
completo su exposición a los bonos del Tesoro
reduciéndola del 12% al 0%, situación que no se
daba desde enero de 2009. En sustitución de la deuda
americana, PIMCO adoptó posiciones en deuda de
países emergentes, entre otros activos. Pero, no contentos
con esta medida, ahora su principal fondo, el Total Return Fund
(235.000 millones de dólares), está vendiendo
corto.

Esta práctica consiste en que PIMCO vende
activos, (bonos del Tesoro, en este caso) que previamente no ha
comprado sino adquirido mediante arriendo y compromiso de
recompra. Por lo tanto, matemáticamente, se considera
equivalente a comprar una cantidad negativa.

En el gráfico, puede observarse cómo los
bonos en manos del Total Return Fund (en azul) han pasado a
negativo, unos 7.100 millones a valor de mercado.
Simultáneamente, por lo tanto, ha aumentado su efectivo
(en rojo) hasta 73.000 millones.

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Obviamente, si el presidente de PIMCO considera que esta
situación empujará irremediablemente a Estados
Unidos a adoptar alguna combinación de las tres
políticas arriba expuestas (descartando las reformas de
las ayudas sociales y el default propiamente dicho), entonces
debería de temer no sólo la tenencia de bonos sino
también la tenencia de dólares. Según su
propio razonamiento, éstos están abocados a perder
valor, a diferencia de otros activos como, por ejemplo, los
metales preciosos u otras divisas.

¿Quién comprará la deuda si no lo
hace la FED?

A dos meses vista del final del Quantitative Easing 2
(QE2), el segundo programa de compra de bonos de la FED, Gross
reflexiona:

Lo que ha de admitir un observador imparcial es que la
mayoría de los 9 billones de dólares en
obligaciones y bonos del Tesoro emitidos están ahora en
manos de soberanos extranjeros y la FED (60%) mientras que los
inversores privados tales como los fondos de renta fija, las
aseguradoras y los bancos están en minoría
(40%).

Más chocante es, sin embargo, la evidencia en el
gráfico 2 que muestra que cerca del 70% de la
emisión anualizada desde el inicio de la QE2 ha sido
adquirida por la FED. (…) El Tesoro emite bonos y la FED los
compra. ¿Qué podría ser más simple y
quién va a preocuparse? Este Esquema de Sammy [en
referencia al Tío Sam] es tan seguro como el de Ponzi y
Madoff hasta… hasta… hasta… bueno, hasta que deja de serlo.
Porque, como al final de la típica cadena de mensajes, la
pregunta final legítima es: ¿Quién
comprará los bonos del Tesoro cuando la FED no lo
haga?

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Pero el propio Gross admite: "No lo sé. (…) Los
vacíos de demanda no son exactamente una huelga de
compradores. Alguien los comprará, y nosotros en PIMCO
podríamos estar entre ellos".

El dólar mantiene su estatus de reserva… de
momento

Y es que la pregunta puede formularse en sentido
inverso: si los ahorradores no compran deuda americana
¿dónde van a poner su dinero?

Mish Shedlock de Sitka Pacific y Jim Rickards de Tangent
Capital, entre otros, opinan que las perspectivas a largo plazo
para la deuda y divisa americanas son muy malas pero, de momento,
los ahorradores seguirán adquiriéndolas. Es decir,
de momento, el dólar no perderá su estatus de
reserva. El motivo es doble:

•Por un lado, se trata de una cantidad tan enorme
que ningún otro activo es suficientemente abundante como
para poder absorber toda esa demanda, no hay tanto oro o francos
suizos.

•Pero además, las alternativas tampoco son
particularmente atractivas. A día de hoy, ninguna otra
divisa tiene capacidad suficiente para sustituir al dólar
como moneda de reserva internacional.

En este sentido, según Rickards, "si tenemos un
estrés más extremo, algo peor que el terremoto
japonés, y no estoy hablando tanto de desastres naturales
como de, pongamos, otra escalada en la crisis de la deuda
soberana europea, yo sigo creyendo que el dólar
será la divisa a la que se acudirá. No porque el
dólar sea particularmente fuerte sino porque es la menos
débil del grupo".

Lo ilustra así: "Yo lo comparo con los pasajeros
del Titanic. Cuando el Titanic se estaba hundiendo todo el mundo
corrió a la popa del barco. Eso fue una huida hacia la
calidad. Por supuesto, todos iban a hundirse juntos al final.
Pero creo que veremos al dólar ocasionalmente fuerte en,
por ejemplo, las crisis de la deuda europea, simplemente porque
no hay otro sitio a donde ir".

Ahora todos los ojos están puestos en el verano,
cuando se verá si la Reserva Federal continúa con
las compras de bonos para mantener los tipos bajos… O
no.

– Sobre la suspensión de pagos de EEUU (Libertad
Digital – 20/4/11)

(Por Juan Ramón Rallo)

Obama y Bernanke están jugando
con fuego
. A la muy zapaterina manera, no se están
tomando en serio los riesgos a los que se enfrenta la mayor
economía del planeta. Uno gasta y gasta porque el otro
imprime e imprime.

Comenzamos la semana con la intolerable
insubordinación de esa agencia de rating llamada S&P
al advertir sobre la posibilidad de arrebatarle la triple A al
Gobierno estadounidense: ya saben, una parte del oligopolio
privado de las agencias de calificación amenazando a quien
ha creado y sustenta ese oligopolio privado.
Enternecedor.

Con todo, más allá de este
apaño para guardar las apariencias, EEUU debería
haber perdido la máxima calificación crediticia
hace mucho. No ya porque su deuda pública supere el 80%
del PIB, no ya porque su déficit público ronde el
10% del PIB, sino porque de momento no hay ningún plan
creíble para reducir el abultadísimo déficit
público futuro derivado de su "gasto social" (sí,
en los turboliberales EEUU hay tanto de eso como para abocarlos
al impago). Bill Gross, el mayor gestor de renta fija del mundo,
ya se ha puesto corto en la deuda pública estadounidense,
señal de que pintan bastos a menos que la Reserva Federal
lo evite.

Y es que, de hecho, ahí se
encuentra la madre del cordero. A punto de concluir el
Quantitative Easing 2 -el programa por el que la Fed ha adquirido
prácticamente toda la deuda pública emitida en los
últimos meses-, ¿qué hará Bernanke?
¿Continuará monetizando más deuda
pública para que Obama siga despilfarrando a placer en
lugar de ajustar sus cuentas o, en cambio, cerrará el
grifo permitiendo que los tipos de interés se
disparen?

Técnicamente, el Gobierno de
Estados Unidos, siempre que tenga detrás a la Reserva
Federal, no puede suspender pagos. Si se les acaba el dinero,
basta con que lo pinten. Disponen de un monopolio monetario
controlado por el Gobierno (¡vaya si es un monopolio!) que
les concede autonomía monetaria, es decir,
autonomía para destruir la moneda.

Pero no se confundan. Recurrir a la
inflación para no impagar la deuda es impagar la deuda,
pues se devuelve una moneda de menor valor que aquella que se
prestó (al acreedor le da igual que le devuelvan un 30%
menos de dólares que el 100% de unos dólares con un
30% menos de valor). Se dice que Estados Unidos nunca ha
suspendido pagos, pero obviamente sí lo hizo: cuando Nixon
abandonó Bretton-Woods, los bancos centrales extranjeros
se quedaron sin el oro al que daban derecho los dólares
que tenían en sus saldos de tesorería. Es una
lección muy sencilla de la que los argentinos son unos
maestros: redefine la unidad monetaria hasta que puedas devolver
el importe nominal al que te comprometiste.

Claro que los riesgos de esta política deshonrosa
(si no puedes pagar, admítelo, pero no te cargues la
divisa) son bastante elevados. Las dinámicas
inflacionistas a tan alto nivel, una vez desatadas, son muy
difíciles de controlar
. Nada tienen que ver con la
inflación de tipo crediticio que hemos vivido en los
últimos 50 años: no son una inflación que
nace de crear demasiado crédito sino una inflación
que estalla por diluir la moneda para destruir demasiado
crédito.

De momento, el mercado sólo está
penalizando ligeramente al dólar porque piensa que la
deuda pública monetizada por Bernanke terminará
pagándose a través de los ingresos tributarios del
Gobierno estadounidense. Todo cambia, sin embargo, si los
operadores de mercado y los tenedores de dólares llegan a
la convicción de que el Gobierno sólo
amortizará la deuda pública de la Fed a
través de los dólares que consiga monetizando nueva
deuda pública.

Ése sería un punto
hiperinflacionista de muy difícil retorno, porque
significaría la descapitalización completa del
banco central: los activos de deuda pública de la Fed
estarían formalmente impagados en la medida en que
sólo podrían atenderse a través de un mayor
endeudamiento (de una mayor monetización de
dólares) por parte de la misma Fed. Básicamente, el
dólar se convertiría en un fraude piramidal como el
de Madoff del que los inversores saldrían en
desbandada.

Por eso Obama y Bernanke están
jugando con fuego
. A la muy zapaterina manera, no se
están tomando en serio los riesgos a los que se enfrenta
la mayor economía del planeta. Uno gasta y gasta porque el
otro imprime e imprime. Que luego no nos vendan que eso
también es culpa del libre mercado.

Adiós a la
"economía vudú": las medidas clásicas no
sirven (El Economista – 23/4/11)

(Por Satyajit Das)

La aplicación de recetas
mágicas para controlar los ciclos, defendida por los
expertos hasta 2007, se ha revelado inútil en la actual
crisis.

En la película Todo en un
día, un profesor de economía, interpretado por Ben
Stein, se lanza a un soliloquio improvisado. "¿Alguien
sabe qué es esto? Chicos? ¿Nadie lo sabe?
¿Nadie lo ha visto antes? Es la curva de Laffer.
¿Alguien sabe lo que significa? Significa que, en este
punto de la curva de ingresos, obtenemos exactamente la misma
cantidad de ingresos que en este otro punto. Es muy
controvertido. ¿Alguien sabe cómo lo llamó
el vicepresidente Bush en 1980? ¿Nadie? Economía
vudú".

En el siglo pasado, Ronald Reagan descubrió la
economía vudú aunque, en sus respuestas
políticas a la crisis financiera internacional, los
banqueros centrales y gobiernos han adoptado formas más
exóticas de vudú. Desde principios del siglo XX, a
la economía le ha preocupado el ciclo empresarial.
Economistas como John Maynard Keynes o Milton Friedman han
desarrollado teorías que explican los ciclos de altibajos.
Y, lo que es más importante, trataron de desarrollar
herramientas para manejar los ciclos, fomentando el progreso y la
creación de la riqueza mientras reducían los
trastornos y el elevado coste de las crisis
periódicas.

Pese a sus complejas distinciones doctrinales, los
seguidores de Keynes y Friedman creían que las medidas
políticas "correctas" permiten un alto grado de control
sobre las economías. Durante la belle époque de
finales de los años ochenta hasta 2007 más o menos,
los economistas y políticos se han deleitado con la
creencia de que casi todos los grandes problemas de la
economía y la gestión económica eran
perfectamente comprensibles, por no decir del todo previsibles y
controlables. Pero la crisis financiera internacional sacó
a la luz las grandes lagunas del conocimiento económico
humano y la incapacidad para controlar los
acontecimientos.

Economía "sine qua non"

Los políticos cuentan con dos
grandes mecanismos para influir en la economía. Mediante
la política fiscal, los gobiernos pueden ajustar el nivel
de gasto relativo a los flujos de impuestos. Con la
política monetaria, los estados o, en los últimos
tiempos, los bancos centrales "independientes" pueden ajustar los
tipos de interés y la oferta del dinero para gestionar la
disponibilidad y el coste del crédito, además de la
inflación. En último término, ambos
mecanismos están pensados para influir sobre el grado de
la demanda de la economía, creando un nirvana
económico sobre el nivel "correcto" del crecimiento, el
paro y la inflación.

Al inicio de la crisis financiera internacional, los
políticos recurrieron a antiguos remedios, aumentando los
déficits presupuestarios y recortando los tipos de
interés. La única salida al problema del exceso de
deuda era un crecimiento sólido e
inflación.

El crecimiento aumentaría los
ingresos y los flujos de efectivo de los ciudadanos, empresas y
países endeudados, permitiéndoles pagar las deudas
con mayor facilidad. La inflación ayudaría a
reembolsar la deuda, reforzando un aumento en los ingresos y los
flujos de efectivo, al menos en términos nominales. La
inflación también reduciría el nivel real
(con ajuste de la inflación y el poder de compra) de los
créditos, reduciendo el grado de apalancamiento dentro del
sistema financiero.

Era la solución menos dolorosa.
Los bancos e inversores que habían prestado
imprudentemente no se verían penalizados. Los prestatarios
que habían aceptado más deuda de la que eran
capaces de devolver, serían recompensados. Los ahorradores
prudentes perderían, ya que el valor de sus ahorros
caería en poder de compra. Pese a reconocer que los
niveles de consumo tenían que reducirse para aumentar los
ahorros y rebajar la dependencia de los préstamos, se
apuntalaría el gasto para restaurar el crecimiento
económico.

No se debatieron la moralidad y la
ética a largo plazo de las medidas y sus efectos. Se
impusieron las exigencias del corto plazo mientras los
políticos invocaban conjuros económicos conocidos
como que no hay otra alternativa o cualquier alternativa es
peor.

Por desgracia, tres años después, la
apuesta heroica del crecimiento y la inflación no parece
estar funcionando. Un crecimiento letárgico y unos
índices bajos de inflación, sobre todo si no se
tienen en cuenta los precios de los alimentos y la
energía, prolongan el ajuste y retrasan la
recuperación prevista de la prosperidad
precrisis.

Estímulos limitados

Ahora, las opciones políticas
económicas son limitadas. La política fiscal
implica gravar y gastar o pedir prestado y gastar. A medida que
los ingresos fiscales caían a resultas de una actividad
económica ralentizada, casi todos los gobiernos
recurrieron en un principio a los préstamos para financiar
sus amplios déficits fiscales. La crisis de la deuda
europea subrayó los límites de la capacidad de los
gobiernos para pedir prestado y gastar. Los tipos oficiales de
interés, rondando el cero en Estados Unidos, la zona euro
y Japón, limitan la capacidad para estimular la
economía mediante la política monetaria.

Los políticos han recurrido a
medidas nada ortodoxas, siguiendo los consejos del escritor
inglés de ciencia ficción Arthur C. Clarke, que
decía que "los límites de lo posible sólo
se definen traspasándolos hacia lo imposible
". Un
elemento clave de esta estrategia es la facilitación
cuantitativa, otra clase de economía vudú. No
obstante, la facilitación cuantitativa podría no
tener más éxito que las estrategias previas y
plantear otros riesgos.

Alquimia cuantitativa

La facilitación cuantitativa suele describirse
como la impresión de dinero pero, en realidad, es algo
más compleja.

Normalmente, los bancos centrales regulan la cantidad de
dinero de una economía cambiando los tipos de
interés, o el precio del dinero. Esos cambios de los tipos
deben afectar a la demanda del crédito y la oferta de
dinero. Cuando los tipos de interés ya están cerca
del cero, hacen falta otros medios para aumentar la oferta de
dinero en la economía.

Si la economía estuviera basada totalmente en el
efectivo, significaría sólo imprimir más
dinero. En la Alemania de Weimar, el gobierno se apoderó
de las imprentas de los periódicos para imprimir
más dinero, dada la demanda de billetes.

En una economía moderna, basada en los
créditos, los bancos centrales compran bonos del estado,
que se mantienen en la hoja de balance de la entidad. El efectivo
pagado por los bonos, por lo general en reservas o
depósitos con un tipo de interés bajo o cero en el
banco central, puede intercambiarse por los bancos para obtener
activos de mayor rendimiento, como préstamos a los
clientes. Las compras también aumentan el precio de los
bonos del estado, reduciendo los tipos de interés. En
teoría, la facilitación cuantitativa reduce el
coste de tomar prestado y crea liquidez, aumentando la oferta de
dinero y, con un poco de suerte, también estimula la
demanda y la inflación.

La facilitación cuantitativa
se puede producir de cuatro formas distintas. Puede implicar que
el banco central amplíe su hoja de balance, compre bonos
del estado, modifique sus criterios de adquirir títulos
menos líquidos y más arriesgados, o una
combinación. En todas sus formas, la preocupación
subyacente es la monetización de la deuda, es decir, que
el banco central compre bonos del estado con dinero creado
artificialmente para financiar recortes fiscales o gasto del
gobierno, provocando una hiperinflación.

Medidas desesperadas

A finales de los años treinta, Japón
echó mano de la facilitación cuantitativa a una
escala considerable, en un intento de revivir su economía
estancada. Con los tipos de interés a cero desde 1999, el
Banco de Japón empleó la facilitación
cuantitativa (ryoteki kinyu kanwa en japonés) para ofrecer
más dinero a los bancos comerciales para préstamos
privados. Desde 2007, Estados Unidos, el Reino Unido y la zona
euro han recurrido, todos ellos, a estrategias
similares.

El Banco de Inglaterra adquirió 175.000 millones
de libras en activos a finales de octubre de 2010, principalmente
de títulos del estado británico y pequeñas
cantidades de deuda de alta calidad del sector privado. En
noviembre de 2010, el Comité británico de
Política Monetaria (MPC) votó a favor de
incrementar el total de compras de activos a 200.000 millones de
libras. El Banco Central Europeo (BCE) se ha servido de
operaciones de financiación (una forma de
facilitación cuantitativa) para inyectar efectivo en las
economías de la zona euro. Ha ampliado los activos que
pueden usar los bancos como colateral en préstamos
denominados en euros del BCE.

La Reserva Federal (Fed) estadounidense ha sido la
más agresiva a la hora de emplear la facilitación
cuantitativa, lanzando varias series de compras. La escala de la
operación del Fed puede calcularse a partir del incremento
en tamaño del porfolio. De 700.000/800.000 millones de
dólares de notas del Tesoro en 2007, el Fed aumentó
el tamaño de su cartera de títulos a 2,1 billones
de dólares en junio de 2010. Los pronósticos
actuales indican que seguirá incrementándolo hasta
llegar a casi 2,5 billones de dólares.

Entre noviembre de 2008 y marzo de 2010, el Fed
compró alrededor de 1,25 billones de dólares en
deuda bancaria, títulos respaldados por hipotecas (MBS) y
notas del Tesoro. Tras un breve descanso, reanudó las
compras en agosto de 2010, cuando el crecimiento económico
cayó por debajo de las expectativas. En un principio, el
Fed se comprometió a reinvertir los reembolsos de su
cartera MBS en facilitación cuantitativa, por un valor
aproximado de 30.000 millones de dólares al mes. En
noviembre de 2010, el Fed anunció más medidas de
facilitación cuantitativa, comprometiéndose a
comprar 600.000 millones de dólares en títulos del
Tesoro antes de finales del segundo trimestre de 2011.

Su presidente, Ben Bernanke, ha intentado en repetidas
ocasiones diferenciar entre las medidas del Fed y la
facilitación cuantitativa, prefiriendo referirse a ellas
como "facilitación crediticia". En defensa de su
política, sobre todo en un artículo de
opinión publicado en Washington Post, ha asegurado a los
críticos que la facilitación cuantitativa no es
inusual y encaja perfectamente en la serie de medidas
políticas a la disposición de los bancos centrales.
Como respuesta, una serie de economistas de renombre publicaron
una carta abierta en la que instaban al Fed a reconsiderar y
suspender sus planes de compra de activos a gran
escala.

Los peligros de estas medidas

Los defensores de la facilitación cuantitativa
creen que rebajará los tipos de interés,
fomentará el gasto y el crecimiento, y recortará el
paro. Sostienen que, además, la facilitación
cuantitativa permite a los bancos aumentar los préstamos,
reduce los tipos hipotecarios, animando a la
refinanciación, e impulsa los precios de los activos,
fomentando todavía más el gasto gracias al efecto
de una mayor riqueza.

En realidad, sin embargo, sus ventajas podrían
ser inaprensibles puesto que, de por sí, unos tipos
más bajos y una mayor oferta de dinero podrían no
impulsar la actividad económica.

En Estados Unidos, muchos hogares están
paralizados por los altos niveles actuales de deuda, bajos
precios de la vivienda, perspectivas laborales inciertas y
salarios estancados. Por ello, recortan los préstamos, y
no al contrario. Para las empresas, la ausencia de demanda y, en
algunos casos, el exceso de capacidad hace improbable que los
tipos bajos de interés fomenten los préstamos y las
inversiones.

En lugar de prestar a los clientes, las
reservas creadas por la facilitación cuantitativa han
permanecido directamente en las hojas de balance de los bancos o
se han reciclado en títulos del estado. Las entidades
comerciales estadounidenses disponen de unos volúmenes de
efectivo y títulos del estado que superan los
préstamos a los clientes. Y eso fue, precisamente, lo que
se observó Japón cuando se implantó la
facilitación cuantitativa.

Una liquidez mal gestionada

El crecimiento esclerótico de los
créditos refleja las restricciones de capital de los
bancos en diversos grados, por las pérdidas y
también incrementos previstos de los requisitos oficiales
de reservas de capital. El sistema financiero frágil y el
riesgo de conmociones de financiación implican que los
bancos estén gestionando bien la liquidez. Las previsiones
económicas inciertas también han vuelto a los
bancos más precavidos a la hora de ofrecer crédito
a las entidades, aparte de los bancos "demasiado grandes para
quebrar".

Los efectos generales sobre la actividad
económica real han sido limitados. Hasta la fecha, los
programas de facilitación cuantitativa del Fed han
reducido los tipos de interés a largo plazo pero el
crédito bancario se ha contraído, el mercado
inmobiliario sigue débil y la recuperación
económica, vacilante. La experiencia coincide con la de
Japón, donde un periodo prolongado de facilitación
cuantitativa no resultó en la recuperación
económica, el crecimiento ni la reducción del paro
o la inflación.

– La hiperinflación no es un problema… de
momento (Libertad Digital – 26/4/11)

(Por Juan Ramón Rallo)

Mucho se está hablando durante
estos días de la posibilidad de que Bernanke renueve el
programa de flexibilización cuantitativa, o Quantitative
Easing (QE), por el que la Reserva Federal ha monetizado unos dos
billones de deuda pública y privada. La mayoría de
los detractores de su extensión aducen que la QE nos aboca
al colapso del dólar, o sea, a la hiperinflación,
debido a la cantidad de billetes verdes que se están
imprimiendo.

Tal punto de vista desconoce no sólo cuál
es la génesis de la inflación (y sobre todo de la
hiperinflación, que no es únicamente una subida de
precios a lo bestia), sino cuál es la naturaleza de la
Fed: ésta no desempeña el papel de los productores
de dinero (el de los genuinos mineros de oro), sino que es el
mayor banco comercial del mundo.

Tradicionalmente, los bancos comerciales eran
instituciones que creaban promesas de pago en oro contra la
entrega de oro o de otros activos que se esperaba proporcionaran
el metal amarrillo en el futuro (pagarés, letras de
cambio…); es decir, los bancos comerciales vendían sus
deudas a cambio de otros créditos de alta calidad pero
menos conocidos por el resto del público. Esas deudas
bancarias eran conocidas como billetes de banco o como
depósitos a la vista y, debido generalmente a la buena
reputación de la entidad, eran aceptadas como medios de
pago alternativos al oro por casi todos los
ciudadanos.

Con el tiempo, sin embargo, la creación de
billetes contra el oro o contra activos pagaderos en oro se
convirtió en un negocio monopolístico de ciertos
bancos, a los que se llamaba centrales porque solían estar
ubicados en los centros financieros de sus respectivas
sociedades. Los demás bancos seguían reteniendo el
derecho a crear depósitos contra el oro o contra activos
pagaderos en oro (como lo eran, por ejemplo, los billetes del
banco central); en otras palabras, billetes y depósitos
seguían siendo deudas, no dinero. El dinero -el oro- era
aquello con lo que se saldaban esas deudas bancarias.

Fue solo con el abandono del patrón oro que los
bancos centrales de todo el planeta suspendieron pagos y se
generó el espejismo de que, de algún modo, el
dinero había pasado a ser el dólar (o cualquier
otro pasivo de un banco central), y su emisor, un fabricante de
dinero.

Tengamos presente que nada impide que una deuda impagada
siga circulando como medio de pago en una economía,
especialmente si, pese a todo, el banco central que la ha emitido
tiene otros activos de calidad y si el Gobierno de turno le
concede su apoyo directo (permitiendo, por ejemplo, que las
obligaciones tributarias se salden con ella). Lo esencial, pues,
es que los billetes del banco central siguen siendo deuda y el
banco central sigue siendo… un banco.

Por eso, los QE no han supuesto una
masiva e hiperinflacionista impresión de dólares:
más bien han sido una masiva operación de
financiación del Estado (a través de la compra de
casi un billón de dólares en bonos) y de la banca
privada estadounidense (con la adquisición de,
aproximadamente, otro billón de dólares en
titulizaciones hipotecarias). Es decir, la Fed actuó como
el banco que es: extendiendo crédito mediante la
generación de promesas de pago (dólares). Son los
agentes de mercado quienes, al seguir aceptando que sus bienes y
servicios se intercambien por esos billetes verdes, siguen
dotando de valor a los dólares, las deudas de la Fed
(aunque sea de un valor decreciente).

¿Habría generado
inflación, en circunstancias normales, una
expansión tan cuantiosa del crédito público
y privado por parte de la Fed? A buen seguro: más
crédito son más medios de pago persiguiendo unas
cantidades de bienes y servicios que no crecen, ni mucho menos, a
la misma velocidad. ¿Tiene sentido que no lo haya generado
en las circunstancias actuales? Sí, porque, como algunos
predijimos, al tiempo que se crea una gran cantidad de
crédito público, se está destruyendo una
mayor cantidad de crédito privado (impagos y
amortizaciones de deuda). Si acaso podemos decir que la QE ha
sido inflacionista por obstaculizar las acusadas reducciones de
precios que deberían haberse dado en su ausencia.
¿Tiene sentido que directamente provoquen
hiperinflación? No, al menos mientras los agentes de
mercado sigan confiando en que el Gobierno estadounidense -el
mayor deudor de la Fed- cumplirá con sus obligaciones y
devolverá el dinero que la Fed le ha prestado. La
hiperinflación sólo llegaría si EEUU
suspendiera pagos: esto es, si aplicara una quita a su deuda
pública o si esa deuda pública se saldara mediante
la impresión de nuevos dólares.

Entonces, ¿cuáles son los problemas de la
QE? Los mismos que los del negocio bancario actual: la Fed se
está endeudando a corto plazo (emitiendo dólares
cuyo valor se compromete a estabilizar) e invirtiendo a largo. En
otras palabras: por un lado, la Fed está generando unos
volúmenes insostenibles de crédito que, en caso de
haberse dirigido al sector privado, generarían una burbuja
de malas inversiones similar a la subprime, y que, por haberse
dirigido preferentemente al sector público,
generarán malas inversiones, que quedarán fuera de
la disciplina del mercado (es decir, unas malas inversiones que
no detectaremos a través de la aparición de
pérdidas empresariales, sino sólo a través
de su consolidación mediante subidas de impuestos), y que
están contribuyendo a mantener artificialmente alta la
demanda de ese cuello de botella que son las materias primas. Por
otro, la Fed está manteniendo los tipos de interés
a largo plazo -sobre todo de la deuda pública y de la
deuda bancaria- artificialmente bajos, lo que encarece la
amortización anticipada de la deuda, perpetúa las
malas inversiones y retrasa la recuperación.

Si hay que dejar de renovar esas
billonarias expansiones de crédito que son los QE, no es
porque vayan a generar directamente una hiperinflación,
sino porque están contribuyendo al empobrecimiento de los
estadounidenses: al estancamiento del sector privado y a un
sobreendeudamiento del sector público, que, en caso de
colapsar, sí generaría hiperinflación. No es
en sí mismo el crecimiento desproporcionado de las
promesas de pago lo que genera su repudio, sino la desoladora
certeza de que esas promesas de pago no se cumplirán, esto
es, de que el valor de los activos del banco central caerá
por debajo del de sus activos, sin que exista la posibilidad de
que éste sea recapitalizado por el Estado, porque el
Estado… habrá quebrado.

Endeudamiento
mórbido (Libertad Digital – 28/4/11)

(Por Juan Ramón Rallo)

Al endeudamiento se lo premia con
inflación, tipos de interés artificialmente bajos,
rescates indiscriminados y tributación amigable.
Idénticos clavos con los que se sepulta al
ahorro.

Capitalismo viene de capital. Si falla o se engarrota lo
segundo, falla o se engarrota lo primero. Inexorable destino de
quien consume y no repone, de quien saquea el presente sin
proveer para el futuro. La deuda, anticipar la
satisfacción de nuestras necesidades, es adictiva:
proporciona un placer inmediato muy por encima del que
podríamos (y deberíamos) permitirnos; el ahorro,
retrasar la satisfacción de nuestras necesidades, es
doloroso: requiere de la espartana disciplina de la austeridad,
impropia en estos tiempos modernos donde todos tenemos "derecho"
a todo por obra y gracia del Estado providente y
benefactor.

Podemos fijarnos en Estados Unidos, pero semejante
tendencia está bastante más acusada en Europa. Lo
mismo da. Una sociedad que premia el endeudamiento y castiga el
ahorro es una sociedad que lógicamente tendrá
progresivamente más deuda y menos ahorro: es decir,
más obligaciones a devolver una renta futura para cuya
generación se cuenta con menores medios.

Mas, ¿qué esperar? Al endeudamiento se lo
premia con inflación, tipos de interés
artificialmente bajos, rescates indiscriminados y
tributación amigable. Idénticos clavos con los que
se sepulta al ahorro: la inflación erosiona el valor de
nuestros patrimonios, los tipos de interés bajos castran
su rendimiento, los rescates o las amnistías de los
deudores se ceban con el expolio de los acreedores y la sangrante
tributación de plusvalías, dividendos, riqueza o
beneficios afean su recompensa.

A riesgo de simplificar, pocos elementos ilustran mejor
esa desatada ofensiva contra el ahorro y esa desacomplejada
promoción del endeudamiento que el definitivo abandono del
patrón oro por parte de Estados Unidos. Vean, si no,
qué ha sucedido con la tasa de ahorro neta sobre el PIB
desde que en 1973 Nixon decidiera enterrar definitivamente
Bretton Woods: la capacidad de la economía estadounidense
para generar nuevos bienes de capital tras reponer los ya
existentes se ha ido desplomando, hasta el punto de que durante
esta crisis se ha vuelto negativa (es decir, el ahorro nacional
es insuficiente para conservar todas las inversiones ya
realizadas bajo el paraguas del brioso endeudamiento
previo).

Monografias.com

Tendencia paralela a esa explosión del
endeudamiento de las últimas tres décadas,
coincidente con el fin de los altísimos tipos de
interés que Paul Volcker tuvo que colocar a finales de los
70 y principios de los 80 para evitar la desmonetización
del dólar en favor del oro:

Monografias.com

El sueño de todo keynesiano -la eutanasia de
facto del rentista- y la pesadilla de todo economista con dos
dedos de frente. A la vista de la evolución del ahorro y
del endeudamiento durante las últimas cuatro
décadas, ya puede suponer qué grupo ha predominado
en la academia y, sobre todo, en el Gobierno.

Simon Johnson
critica la "arrogancia y autoritarismo" de los bancos centrales
(El Economista – 13/5/11)

Simon Johnson, ex economista jefe del Fondo Monetario
Internacional y profesor del Massachusetts Institute of
Technology (MIT) arremete contra los bancos centrales,
especialmente el BCE y la Fed, en un editorial abierto publicado
en la newsletter del Peterson Institute for International
Economics. El experto asegura que las declaraciones de los
distintos funcionarios de ambos bancos afirmando que "hicieron un
buen trabajo" durante la crisis financiera no hace más que
"minar la credibilidad" de sus políticas
monetarias.

"El coste real de la crisis no se mide por los
beneficios o pérdidas de cualquier banco central o por si
el plan de rescate bancario (TARP, por sus siglas en
inglés), pierde o no dinero en sus diversas actividades",
asegura Johnson. Desde su punto de vista, lo que mide realmente
la eficacia de estas entidades durante el derrumbe de las
subprime es la economía a pie de calle y, en ese aspecto,
los números hablan por sí solos. "El coste, en
EEUU, ha sido de ocho millones de empleos, con una caída
del empleo del 6% desde su nivel máximo",
apunta.

Para Johnson, los bancos "se inmolaron" provocando un
coste sin precedentes para los contribuyentes, con importantes
consecuencias negativas a nivel global. El experto hizo
referencia a las palabras de Dennis Lockhart, presidente del
Banco de la Reserva Federal de Atlanta, que la semana pasada
durante una conferencia donde el funcionario reiteró que
la Fed "no debería tratar de operar en un sistema basado
en el principio de beneficios privados y pérdidas
públicas". Al fin y al cabo, las pérdidas son
masivas, como han demostrado las circunstancias actuales,
además de ser totalmente injustas.

El ex economista jefe del FMI deja claro que los
beneficios privados se pueden medir directamente gracias a la
remuneración de los ejecutivos. De 2000 a 2008, los
ejecutivos que dirigían las 14 mayores instituciones
financieras de EEUU recibieron una remuneración en
efectivo de alrededor de 2.600 millones de
dólares.

Los cinco mejor pagados

De esta cantidad, alrededor de 2.000 millones de
dólares fueron recibidos por los cinco individuos mejor
pagados, que, casualmente, fueron figuras clave en la
creación de activos de alto riesgo que condujo al sistema
financiero al borde del abismo. Entre ellos se encuentran Sandy
Weil, Hank Paulson , Angelo Mozilo, Dick Fuld o Jimmy
Cayne.

En comparación, las
pérdidas públicas han sido masivas: aproximadamente
6 billones de dólares, sólo tomando como referencia
el aumento de la deuda del gobierno federal. Ante esta
situación, Johnson critica que los ejecutivos de los
bancos siguen insistiendo en que "se les debe permitir ejecutar
negocios globales, en los que se les paga en función de su
riesgo".

Incrementar el capital

Los expertos opinan que los grandes bancos, los
demasiado grandes para caer, deben incrementar su capital y
efectivo para garantizar la estabilidad del sistema. Sin embargo,
señala el profesor del MIT, "los banqueros, rechazan
enérgicamente este aspecto, ya que es probable que reduzca
su salario, al igual que los bancos centrales se dejan
influenciar por las protestas de los ejecutivos".

El economista considera que "hay muchas
ventajas de tener un banco central independiente capitaneado por
profesionales que puedan mantener su distancia de los
políticos". Pero cuando estas instituciones insisten en
que la respuesta a la crisis fue correcta, y que todo va a ir
bien pese a que los gigantes financieros que provocaron la crisis
siguen operando de forma similar, "su credibilidad,
inevitablemente sufre". Este hecho debería ser de gran
preocupación para los bancos centrales, especialmente el
europeo y la Fed puesto que, según Johnson, "la
credibilidad es casi todo lo que tienen".

– El-Erian advierte de un corralito en versión
estadounidense (El Economista – 18/5/11)

(Por Alain Galibert, Bolságora)

El consejero delegado del mayor fondo de
bonos del mundo advierte de que EEUU afronta una
combinación de subida de la inflación, austeridad y
represión financiera en los próximos años,
ya que los políticos deben lidiar con el impacto de la
crisis financiera.

"Piensen en impagos de deuda en economías
avanzadas donde las tasas esperadas de crecimiento
económico no son suficientes para evitar una escalada de
la deuda y problemas de déficit", explica Mohamed
El-Erian, en un discurso en un fórum de Pimco sobre
crecimiento.

"Algunos países ya están en alerta roja y
afrontarán decisiones todavía más
difíciles entre una reestructuración y la masiva
socialización de las pérdidas, como Grecia",
añade.

Represión financiera

"Otros están en alerta naranja, como EEUU, y ya
requieren sacrificios futuros, probablemente mediante una
combinación de mayor inflación, austeridad y,
más importante, represión financiera". El-Erian
define con este término como la imposición de tipos
reales negativos a los ahorradores.

Es decir, es una forma más sofisticada del
corralito, en la que no se prohíbe a los ahorradores sacar
su dinero, pero pierden dinero por mantenerlo en el banco. Esta
política anulará los incentivos para ahorrar y, en
opinión de El-Erian, sustituirá a cualquier intento
de verdad de atacar los problemas y desequilibrios
estructurales.

"El posicionamiento básico a largo plazo de las
carteras debería minimizar la exposición al impacto
negativo de la represión financiera, cubrirse contra la
subida de la inflación y la depreciación de la
divisa, y explotar la mayor diferenciación entre los
balances y los potenciales de crecimiento", concluye
El-Erian.

– Avanzar renqueando y mal que bien (Project Syndicate –
20/5/11)

(Por Mohamed A. El-Erian)

NEWPORT BEACH – Recientemente se reunieron en la
sede de PIMCO en California colegas de todo el mundo para
celebrar nuestro Foro Secular anual, en el que durante unos
días dejamos atrás los asuntos más
inmediatos y debatimos, en cambio, lo que los entre tres y cinco
próximos años reservan a la economía
mundial. La perspectiva es mundial, basada en las ideas de
oradores exteriores, y está centrada en lo que es probable
que ocurra, a diferencia de lo que debería
ocurrir.

Según las proyecciones de los dos últimos
Foros Seculares, después de la crisis financiera mundial
la economía mundial no se reharía al modo
cíclico tradicional, sino que afrontaba realineamientos
multianuales de carácter tanto nacional como mundial. La
economía mundial se curaría, pero de forma lenta e
irregular, a medida que las economías avanzadas fueran
arreglándoselas mal que bien y el más
dinámico mundo de los países en ascenso fuera
eliminando los desfases actuales de ingresos y
riqueza.

Desde entonces la evolución de los
acontecimientos se ha ajustado a esa caracterización. La
recuperación del G-7 ha sido inhabitualmente lenta, pese a
la adopción de unas medidas públicas de
estímulo de una importancia sin precedentes (en particular
en los Estados Unidos). A consecuencia de ello, el desempleo ha
experimentado un gran aumento y ahora supera al de las
economías en ascenso. Entretanto, los indicadores de
déficit y deuda han empeorado, tanto absoluta como
relativamente, en comparación con los de las
economías en ascenso y la prima de riesgo de la deuda de
las economías avanzadas supera ahora, por término
medio, la de las economías en ascenso.

Se trata de unos resultados que se han quedado muy
cortos respecto de las esperanzas de las autoridades, tanto en
los Estados Unidos como en Europa. De hecho, durante la mayor
parte del período posterior a la crisis todas ellas han
estado comprensiblemente centradas en el estímulo del
crecimiento.

Algunas han adoptado incluso
políticas explícitas encaminadas a impulsar los
precios de los activos (por ejemplo, la segunda ronda de la
llamada "relajación cuantitativa" de la Reserva Federal).
Sin embargo, junto con una inflación "buena" de los
precios de los activos, encaminada a hacer que la
población se sienta más rica y gaste más,
esos planteamientos han creado una inflación "mala",
debida al aumento repentino de los precios de los productos
básicos, que representa un impuesto tanto para los insumos
como para los consumidores. En Europa, se ha recurrido a todos
los balances generales disponibles para impedir una crisis de la
deuda en la periferia, a consecuencia de lo cual se han preparado
grandes planes de rescate para Grecia, Irlanda y Portugal y se ha
contaminado el balance general del BCE.

Con miras al futuro, algunas señales apuntan a
una curación acelerada y una resistencia en aumento de la
economía mundial, lo que constituye un buen augurio para
un abandono ordenado de las políticas no tradicionales.
También hay señales que indican que el arranque de
las economías en ascenso es sólido y que China, en
particular, podrá sacar adelante su complicada
transición hacia un desarrollo de los sectores de ingresos
medios.

Lamentablemente, otras señales apuntan a una
recuperación mundial irregular y tambaleante. En las
economías avanzadas, las tasas de crecimiento proyectadas
no son suficientes para evitar la acumulación de deuda y
de problemas de déficit. En el caso de algunos
países, como, por ejemplo, Grecia, eso entraña unas
disyuntivas más difíciles entre la
reestructuración y la socialización de las
pérdidas. En el caso de otros, como los EE.UU., ya son
necesarios sacrificios futuros, muy probablemente mediante una
combinación de una mayor inflación, austeridad y
"represión financiera", al intentar los gobiernos imponer
a los ahorradores tasas reales negativas de rentabilidad. Huelga
decir que las transiciones demográficas, las limitaciones
en materia de productos básicos y las incertidumbres
geopolíticas complican todo ese panorama.

Lo más importante es que los saldos de demasiados
gobiernos y familias siguen desequilibrados en una
economía mundial basada excesivamente en los activos. A
consecuencia de ello, muchas promesas ya antiguas se verán
sometidas a presiones a lo largo de entre los tres y los cinco
próximos años. Concretamente, diversos contratos
sociales –por ejemplo, los derechos de atención de
salud y pensiones, además de las prestaciones por
desempleo– se verán sometidos a mayores tensiones.
En el nivel internacional, la posición de los bienes
públicos suministrados por los EEUU (incluido el
dólar como divisa de reserva mundial) afronta una
erosión gradual.

En la medida en que esa hipótesis se cumpla, en
los próximos años seguirá predominando la
misma dinámica con varias velocidades que hemos visto
recientemente. Concretamente:

•Las economías avanzadas afrontarán
un crecimiento lento (de un dos por ciento, digamos) y un
desempleo persistentemente elevado, cada vez más
estructural y, por tanto, prolongado. Las disparidades, ya
grandes, de ingresos y riqueza seguirán
intensificándose, amplificadas por una mayor
inflación y represión financiera, y seguirá
habiendo motivos de preocupación por la deuda y el
déficit, con la certidumbre casi completa de que
habrá al menos una reestructuración de la deuda
soberana en Europa.

•Las economías en ascenso lograrán un
mayor crecimiento (de un seis por ciento, más o menos) y
sus niveles de ingresos y riqueza seguirán convergiendo
con los de las economías avanzadas, pero con ello
crearán sus propias dificultades, incluidas presiones
inflacionistas recurrentes y aumentos repentinos de las entradas
de capitales, lo que propiciará una mayor
experimentación de políticas.

•La solvencia crediticia de las deudas soberanas
seguirá divergiendo, con un mayor deterioro de los
países avanzados y una continua mejora en los mercados en
ascenso.

•La convergencia en materia de inflación
-entre tasas altas de la global y tasas bajas de la
básica, como también entre tasas altas en los
mercados en ascenso y bajas en los países avanzados-
alcanzará niveles mayores de lo actualmente
previsto.

•La economía mundial global avanzará
renqueando, al continuar con su transición gradual de un
mundo unipolar a otro multipolar.

Esa hipótesis básica está sujeta a
riesgos de dos clases que muy bien podrían aumentar con el
tiempo. En sentido positivo, los EEUU podrían vivir un
momento como el del sputnik: una sensación de unidad
nacional, propósito común y sacrificio compartido
propicia la adopción de reformas estructurales que se
centran en el realineamiento de los balances generales a medio
plazo, el aumento de la creación de empleo y la mejora de
la competitividad. Europa podría reorganizar la zona del
euro para permitir la sostenibilidad de la deuda y un gran
crecimiento económico y las economías en ascenso
podrían liberar a sus consumidores, con lo que
impulsarían la demanda mundial.

Las probabilidades de semejantes "pactos ambiciosos" han
aumentado en los últimos meses, pero a estas alturas
sólo pueden contrarrestar, en el mejor de los casos, los
riesgos de contracción en el panorama general. Por encima
de todo, los pasivos se han trasladado simplemente de un punto a
otro de la economía mundial, cosa que no puede continuar
indefinidamente. Entretanto, unas desigualdades excesivas en
materia de ingresos y riqueza están debilitando el tejido
de las sociedades; un desempleo persistente en los países
avanzados está socavando la productividad y las aptitudes;
la eficacia y la flexibilidad de las políticas se
están deteriorando y la economía mundial
está afrontando dificultades cada vez mayores para
adaptarse a la fase de arranque del desarrollo en
economías en ascenso y sistémicamente
importantes.

Los realineamientos multianuales son
complicados, sobre todo cuando se producen simultáneamente
en los niveles nacional y mundial y cuando, como ocurre
actualmente, está en marcha una dinámica de
crecimiento, inflación y crédito con diferentes
velocidades. Los parámetros se vuelven variables; las
reparaciones de los balances generales avanzan de forma lenta e
irregular y las autoridades experimentan un incómodo
cambio en el saldo de beneficios, costos y riesgos.

Por mucho que deseemos una perspectiva
más tranquilizadora, la economía mundial
seguirá inhabitualmente inestable en los próximos
años. Lo que parece un mundo sistémicamente
interconectado resultará estar también cada vez
más fragmentado intelectualmente, con unas deficientes
gobernación mundial y coordinación de
políticas. Se trata de una economía mundial que se
debe pilotar cuidadosamente para que quienes intenten
beneficiarse del cambio no resulten víctimas de
él.

(Mohamed A. El-Erian, jefe ejecutivo y cojefe de
inversiones de PIMCO, es autor de When Markets Collide ("Cuando
los mercados chocan"). Véanse más informaciones
sobre el Foro Secular de PIMCO en
http://www.pimco.com/EN/insights/pages/secular-outlook-navigating-the-multi-speed-world.aspx
Copyright: Project Syndicate, 2011)

Coda (cadencia final): Los turbios lazos entre
profesores universitarios y Wall Street avivan el debate de hasta
qué punto el sector financiero ha corrompido el estudio de
la economía

"Tiene solo tres minutos más. Prepare su
mejor golpe". Glenn Hubbard es decano de uno de los centros
docentes más prestigiosos del mundo, Columbia Business
School. A su pesar es también uno de los protagonistas de
Inside Job. Este documental, ganador de un Oscar, analiza las
causas que originaron la crisis financiera en EEUU. Los
realizadores de la película denuncian el papel que
tuvieron en este desaguisado los sueldos de los banqueros, las
agencias de calificación o los políticos. Y
también señalan a los profesores de universidades y
escuelas de negocios. En su opinión, el sector financiero
corrompió el estudio de la economía y muchos
docentes apoyaron la desregulación de los mercados, una
colaboración recompensada con muchos ceros por trabajos de
consultoría"…
Académicos tras la
especulación (El País – 31/5/11)

Hubbard responde a los cineastas altivo,
desafiante y visiblemente nervioso cuando estos le preguntan por
sus potenciales conflictos de interés. El decano de
Columbia fue jefe del consejo económico durante la
Administración de George W. Bush, recibió 100.000
dólares (70.000 euros) por testificar a favor de los
gestores de los fondos de Bearn Stearn, acusados de fraude,
realizó un informe para Goldman Sachs en 2004 en el que
alababa los productos derivados y la cadena de
titulización hipotecarias argumentando que mejoran la
estabilidad financiera, es directivo de MetLife, asesora a
Nomura, KKR… Su respuesta a si estos trabajos pueden
condicionar su actividad docente es un lacónico
"no".

Los vínculos entre la industria
financiera y el mundo académico no se limitan a Hubbard.
Martin Feldstein, profesor de Economía en Harvard y asesor
de Ronald Reagan, fue un importante arquitecto de la
desregulación financiera y estuvo sentado en el consejo de
AIG; Laura Tyson, profesora de la Universidad de California
(Berkeley) pasó a formar parte de la directiva de Morgan
Stanley tras dejar la presidencia del Consejo Económico
Nacional durante el Gobierno de Bill Clinton; Ruth Simmons,
presidenta de la Universidad de Brown, es directiva de Goldman
Sachs; Larry Summers, que impulsó la desregulación
en el mercado de derivados durante su época en la
Administración, es presidente de Harvard, un puesto que no
le ha impedido ganar millones de dólares asesorando a
varios hedge funds (fondos muy especulativos); Frederic Mishkin,
que volvió a dar clases en Columbia tras trabajar en la
Reserva Federal de EEUU, escribió un informe en 2006
financiado por la Cámara de Comercio Islandesa
(recibió 124.000 dólares) alabando la fortaleza de
la economía de este país…

¿Hasta qué punto la industria financiera
se ha servido de su convincente chequera para ganarse un aval
académico que proporcione soporte intelectual a sus
políticas ultra liberales? Los centros docentes entonan el
mea culpa y descalifican cualquier actitud poco ética. Sin
embargo, resaltan que se trata de casos individuales más
que una tendencia generalizada, recuerdan que defender la misma
teoría que apoya el sector financiero no implica ni mucho
menos estar comprado por este y destacan que la
colaboración entre el mundo académico y el
empresarial es positiva siempre que haya transparencia y no se
rebasen ciertos límites.

Ángel Cabrera es el único español
que dirige una escuela de negocios en EEUU, la prestigiosa
Thunderbird (Arizona). En su opinión, el papel del mundo
académico en la gestación de la crisis no tiene
tanto que ver con los conflictos de interés puntuales,
sino con el hecho de que durante décadas los centros han
estado transmitiendo una serie de valores acerca del
funcionamiento de los mercados, la gestión del riesgo o
los recursos humanos que se han demostrado erróneas y
perjudiciales. "Toda la teoría de la eficiencia de los
mercados, por ejemplo, pasó a ser religión, se
llegó a la conclusión universal de que cualquier
intervención era mala. Asimismo, en las políticas
de retribución, si tratas a la gente como oportunista y
egoísta por naturaleza, creando unos incentivos enormes a
corto plazo, abres la puerta para que se comporten
así".

Cabrera señala que los centros han estado dando
forma al sistema de valores de Wall Street, creando una
"plataforma de legitimidad" para determinadas conductas. Antes
del estallido de la crisis Thunderbird empezó a promover
el juramento hipocrático entre sus alumnos a través
del cual estos se comprometen a usar sus conocimientos para crear
valor y no para destruir. "Hace unos años nos miraban como
bichos raros, ahora ya no tanto. Hay indicios de que las cosas
están cambiando, pero a un ritmo muy lento. Mucha gente ha
salido del armario y en los ámbitos académicos se
empieza a hablar de ética, de responsabilidad corporativa,
de otra forma de ver la empresa".

Cabrera explica que los centros académicos tienen
códigos de conducta y si algún profesor es cazado
infringiéndolos corre el riesgo de perder su trabajo. El
presidente de Thunderbird, sin embargo, reconoce que la
estructura de compensación de los docentes abre la puerta
a potenciales conflictos de interés. En EEUU el sueldo
medio de un profesor en una escuela de negocios está en
torno a los 200.000 dólares (140.000 euros), pero en
muchos casos los ingresos totales pueden llegar hasta el
millón de dólares gracias a los servicios de
consultoría, presencia en consejos de
administración, conferencias… "Hay una cultura de libre
mercado en la que está bien visto que ganes todo el dinero
que puedas. Se considera que es positivo para las escuelas porque
el profesor puede aportar más a sus alumnos al dejar de
ser un simple teórico al estar en contacto con las
empresas. La cuestión es cuánto de tu sueldo
debería estar vinculado a estas actividades externas,
qué tipo de trabajos son compatibles con tu cargo de
docente y dónde pueden plantearse los conflictos de
interés", argumenta.

Otro de los docentes españoles con más
peso en el mundo académico anglosajón es Mauro
Guillén, profesor en la escuela de negocios Wharton School
de la Universidad de Pensilvania. En torno al debate de la
contribución de economistas y profesores en la
gestación de la crisis cree que hay que establecer una
separación entre lo que son actitudes deshonestas y
errores de apreciación. "Los conflictos de interés
no tienen justificación. Cuando un profesor escribe un
trabajo que ha sido financiado por una entidad debe mencionarlo
siempre", señala. "Otra cosa es si un académico ha
propuesto métodos o modelos que han contribuido a crear la
crisis. En este sentido, creo que hay que proteger la libertad de
expresión. Un docente puede proponer las teorías
que quiera. El fallo en todo caso fue de los reguladores, que no
supieron anticiparse al peligro que suponían ciertas
operaciones en los mercados financieros",
añade.

En relación con la vinculación de los
centros en la formación de líderes empresariales
cuyas decisiones han puesto en jaque el sistema, Guillén
cree que las escuelas no se pueden hacer responsables de todos
los actos que hagan sus ex alumnos a lo largo de su vida
profesional. "Nuestra labor se limita a tratar de desarrollar un
espíritu crítico en nuestros alumnos, explicarles
los beneficios que tiene la ética en los negocios y
dejarles claro que las decisiones que tomen pueden tener
repercusiones para toda la sociedad", dice…

Docentes en el punto de mira

– Martin Feldstein. Profesor de la Universidad de
Harvard. Entre 1982 y 1984 presidió el consejo de asesores
económicos del presidente estadounidense Ronald Reagan,
una Administración marcada por la desregulación
financiera. En 1988 fue fichado por AIG. Como miembro del consejo
de la aseguradora, era uno de los encargados de supervisar los
productos que la llevaron al borde de la quiebra.

– Larry Summers. En el ámbito académico
fue presidente de Harvard entre 2001 y 2006. Además, ha
sido asesor económico tanto en la Administración de
Reagan como con Barack Obama. Ha recibido numerosas
críticas, ya que su puesto académico no le ha
impedido facturar millones de dólares asesorando a los
fondos especulativos (hedge funds) y dando conferencias
patrocinadas por los bancos de inversión.

– Frederic Mishkin. Ha desarrollado toda su vida
profesional como profesor de Economía en la Universidad de
Columbia. Entre 2006 y 2008 fue miembro del consejo de
gobernadores de la Reserva Federal de EEUU. También ha
realizado labores de consultoría para el Banco Mundial y
el FMI. En 2006 publicó un trabajo financiado por la
Cámara de Comercio de Islandia alabando la economía
del país nórdico. No hizo públicos sus
honorarios y cuando la crisis se cebó con Islandia
cambió el título del informe.

– Glenn Hubbard. Decano de la escuela de negocios de
Columbia. Entre 1991 y 1993 fue asistente del Departamento del
Tesoro de EEUU. Además, entre 2001 y 2003 fue presidente
del Consejo de Asesores Económicos de George W. Bush.
Trabaja para numerosas empresas privadas como MetLife, Nomura,
KKR… En 2004 publicó para Goldman Sachs un
polémico trabajo defendiendo el uso de
derivados.

Personajes fatuos, sospechosos de connivencias,
intencionadas manipulaciones y planteos rocambolescos, cuando no
imposibles; países, donde la deuda crece más que el
PIB, donde la quimera especulativa se quiere expiar con la ruina
inflacionaria. "¡Es la guerra! ¡Traed madera!
¡Más madera!" (Groucho Marx)

En Estados Unidos el tamaño del mercado se
estima en más de cinco veces el valor del producto. Pero
en China la relación es de dos veces el tamaño del
PIB. En los años ochenta, el tamaño de los mercados
apenas suponía la mitad del PIB mundial. De la mitad a
más de siete veces en que se puede estimar en estos
momentos hay mucha distancia. ¿Será posible ajustar
el tamaño al balance? ¿Viagra o
apagón?

Frente a esta era de "falsos estímulos" y
"esperanzas reducidas"… "sólo queda rezar" (como
dijo Antonio Tróccoli, ministro argentino, durante el
estallido de la hiperinflación). Un modo singular de
caracterizar aquel (y este) momento.

 

 

Autor:

Ricardo Lomoro

 

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8
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