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Dos historias de terror



  1. El
    lobizón
  2. Las
    cosas

Son solo dos historias inquietantes que quiero
compartir. Medio locas sí, pero historias al
fin.

El
lobizón

Es conocida la tradición que, en los pueblos
camperos, existen creencias o leyendas populares que a veces
resultan ridículas y hasta irrisorias para la gente de
ciudad.

Lo que voy a relatar lo experimenté
personalmente.

Estando yo viviendo en Cuartel V de Moreno
ocurrió el hecho.

En esos pagos es popular la leyenda del
Lobizón.

La gente de años en el lugar, en general, cree en
la existencia de este monstruo.

El lugar, a decir verdad, se presta para eso: campos,
chacras, quintas, hornos de ladrillo, paisanos de a caballo,
gente humilde y supersticiosa. Ambiente campero.

Cuando por esas cosas de la vida llegué a vivir a
esos pagos y me enteré de la leyenda, hice lo que se
esperaba para un pueblero: me reí, más que nada
porque percibía que la gente que me contaba la historia
creía que era cierta.

Con el tiempo me aquerencié y me hice de amigos y
buenos vecinos.

Una noche estaba en una esquina del barrio con unos
amigos tomando cerveza y charlando cuando salió la
conversación del Lobizón.

Empezaron a contar historias de quién lo vio y
cuando, como era, donde merodeaba, qué aspecto
tenía.

Yo no pude con mi genio y les dije que eran todas
mentiras, que no existía, que eran todos una manga de
cagones.

Que si me acompañaban, esa noche abríamos
de ir todos a cazar al lobizón.

Era una noche ideal porque había luna
llena.

Yo era medio líder del grupo de amigos y lo que
proponía era generalmente aceptado.

Así que quedamos todos en encontrarnos a la
salida del pueblo, donde empieza el campo, para el lado de la
laguna de la base aérea, a las once de la
noche.

La consigna era que trajeran armas, redes, cuchillos,
agua bendita y lo que se les ocurriese para enfrentar a la
bestia.

Ahí estuvieron todos puntuales.

Éramos una banda de locos, con estampitas,
rosarios, estacas de madera, gomeras, cartones de tetra brick,
latas de cerveza.

Uno trajo hasta una biblia.

Otro trajo unos porros.

Y salimos a caminar por el campo iluminado por una luna
llena alucinante.

Riéndonos de cosas que un grupo de jóvenes
amigos conoce.

Bromeando.

Divirtiéndonos.

Era verano, daba para distraerse un poco y tener una
anécdota.

Llegamos a la zona de los hornos de ladrillos y alguien
preguntó la hora: doce menos un minuto.

Para ese entonces ya nos habíamos tomado todo el
vino y fumado todos los porros.

Cuando fueron las doce en punto, nos detuvimos a mirar
el campo y escuchar los sonidos de la noche.

Sin que nadie lo esperara, desde un horizonte de
oscuridad brotó un aullido de animal.

Tan desgarrador y tenebroso era, que por un instante
quedamos petrificados.

Ya nadie se reía ni hablaba.

El aullido se repitió una vez más, solo
que parecía mucho más cerca.

Alguno empezó a lamentarse de haber
venido.

A la tercera vez que la cosa aulló lo hizo ya muy
cerquita.

Entonces, la banda de valientes cazadores tiró
todo lo que traía encima y comenzaron todos a
correr.

Yo no me quedé atrás, un terror irracional
me invadió por completo.

En medio de la oscuridad, reflejados todos por la luna
llena, parecíamos una manada de desesperados huyendo de lo
desconocido que nos alcanzaba.

Hubo gritos de miedo, tropiezos y
caídas.

Pero llegamos todos al pueblo y nos dispersamos a
nuestras casas.

Me metí en la mía, estaba realmente
asustado y recé mucho de puro cagón
nomás.

Al otro día, al ver a mis amigos, nos
reíamos por lo cagones que fuimos.

Tuve que aguantar los:

_Nosotros corrimos porque creíamos…. pero
vos, si no creías, ¿porqué
corriste?…

Tengo que confesar que nunca más me burlé
de las historias de campo, no sé si fue un perro que
aulló justo a las doce, un animal salvaje o
qué.

O si fue el vino que se subió a la cabeza o los
porros que pegaron.

Pero jamás, repito, jamás, volví a
salir por el campo del Cuartel V de Moreno en noches de luna
llena.

Las cosas

Hay cosas de las que mejor no enterarse.

Cosas que mejor ignorar.

Cosas que se descubren en los momentos menos
esperados.

Cosas que nos quitan el sueño para
siempre.

Cuando uno sale de vacaciones, a veces pasan
cosas.

Mar del Plata es una ciudad maravillosa para ir de
vacaciones….tiene casino, tiene mar, tiene diversiones
varias, tiene playas muy lindas, tiene espectaculos
varios….y sobre todo tiene algunas noticias media
extrañas.

Pero no cualquier tipo de noticias.

Noticias que tienen que ver con crímenes
espeluznantes, macabros e inexplicables.

Crímenes dignos de las mas horripilantes
peliculas de terror.

Crímenes que tienen que ver con la crónica
roja extrema.

Crímenes que, extrañamente, no se dan a
conocer con la fuerza que debieran ser informados como
tales.

En 1980 me fui de vacaciones a Mardel con un
amigo.

Viajamos en mi auto y habíamos alquilado un
departamento por quince dias para poder estar tranquilos en esas
vacaciones.

Habíamos llevado algo de dinero y
mercadería varia de ropa y enseres, para ir vendiendo y
pagar los gastos que se presentaran.

El departamento que alquilamos estaba espectacular para
dos jovenes solteros de vacaciones, tenia de todo lo que no
necesitabamos.

Solo lo usariamos para dormir y
bañarnos

Cuando llegamos, desempacamos y como era tarde y la
noche estaba hermosa, cenamos en una pizería.

Nos relajamos y comenzamos a planificar lo que hariamos
al otro dia, fumamos unas pipas con tabaco importado despues de
descansar, nos fuimos a caminar por la playa.

Esa noche hacia mucho calor y por las playas del centro
habia mucha gente caminando.

Pero nosotros buscábamos tranquilidad y no fuimos
al paso lento hacia las playas del norte.

Caminamos bastante y ya las luces del centro no se veian
bien.

Estabamos como a unas veinte cuadras al norte de la
Rambla.

No habia nadie en esa zona a esa hora de la
noche.

El mar rugía con ese ruido que sólo se
escucha en la oscuridad.

Recuerdo que hacia mucho calor, el cielo estaba
despejado y habia luna llena, la visibilidad nocturna era
buena.

Se veia la negrura del mar y eso es de por si, un
espectaculo aparte.

En esa hora, la playa y el mar adquieren un aire
extraño y solitario, pero nosotros caminábamos
despreocupados porque estabamos de vacaciones y nada nos
importaba mucho, solo queriamos divertirnos y
descansar.

Un murallón rompeolas se presentó en la
oscuridad y por entre las piedras subimos a ver el mar y escuchar
los sonidos de la noche.

Con la luna llena, se veía bien la estructura de
hormigón que se adentraba en el mar.

Nos acercamos a la punta del rompiente viviendo esa
despreocupación de dos amigos en esa edad, donde la
amistad es sinónimo de alegría, pureza e
inocencia.

El murallon, aunque ancho, estaba resbaladizo por el
agua y el verdin, asi que habia que caminar con
cuidado.

Queriamos llegar al final del rompeolas y sacarnos unas
fotos ahí, con ese entrono.

Queriamos tener recuerdos de ese momento tan
lindo.

Usariamos los flashes y las cámaras especiales
que tenia mi amigo.

Caminamos sobre el hormigón para buscar la mejor
pose posible para la foto.

Entonces, al llegar al final de rompeolas, la
vi.

Estaba sentada en el piso, en la punta misma del
murallón.

Me costó darme cuenta de la esena porque estaba
oscuro y porque estaba vestida de negro.

Nos detuvimos.

Es ese instante en que uno percibe, no sé
porqué, la presencia del peligro.

La mujer, sentada en el murallón, con las piernas
colgando hacia el vacio, miraba al mar.

Al acostumbrar la vista, vimos a la otra.

Otra mujer estaba parada detrás de ella, muy
cerca, apoyando una mano sobre la cabeza de la
primera.

Las dos mujeres tenian la vista fija en un punto lejano
en el mar negro y oscuro.

Ambas vestían de negro, con unos vestidos amplios
que flameaban en la oscuridad, o eso me pareció, porque
todo a partir de ahí pasó muy
rápido.

La mujer que estaba parada nos miró.

Era muy blanca y de ojos grandes.

La que estaba sentada, se puso de pié al lado de
la otra.

Parecían gemelas.

Ambas de pelo negro, piel blanca, ojos grandes y un
vestido largo negro.

Nosotros quedamos petrificados.

Esas dos extrañas mujeres nos miraron a los dos
al mismo tiempo y nuestras vistas quedaron clavadas en ellas sin
poder sacarles la mirada de encima.

Parecia un efecto hipnótico.

No podiamos dejar de mirarlas

Entonces, las dos sonrieron.

La boca, al reír, era muy grande, casi de oreja a
oreja.

Los dientes blanquísimos y como en
punta.

Se me heló la sangre.

Quedamos paralizados.

A partir de ese momento, recuerdo todo lo que
siguió como en una secuencia de cámara
lenta.

Ambas empezaron a reirse a carcajadas y su risa era de
verdad satánica.

Paradas en la punta del rompeolas, con el viento
agitando sus vestidos negros, esas mujeres nos habían
puesto a su merced67.

Las carcajadas me rompían los
oídos.

Recuerdo que mi amigo me dijo:

_Rajemos loco.

Mi memoria me trae a la mente, el haber dado la vuelta y
empezado a correr por el espigón hacia la
playa.

Eso fue muy peligroso porque en dos oportunidades
resbalé en el piso húmedo del
murallón.

Cuando llegamos a la arena, yo me aprestaba para salir
disparado a la ciudad, pero mi amigo me tomó del brazo y
me dijo:

_Pará, pará.

Yo estaba de verdad aterrorizado.

No queria detenerme, no queria esperar mas, queria irme
urgente de ese lugar

Quise seguir, pero él me obligó a
detenerme diciéndome que no pasaba nada. Que mire otra
vez. Que preste atención.

Señaló al espigón que se adentraba
al mar en la noche, que ahora me parecía un cuadro
siniestro..

Pero al mirar hacia el rompeolas, no había nadie
en ese lugar.

Mi amigo me dijo que fuéramos a ver, que a lo
mejor se tiraron al agua, ya que esa era la única manera
que pudieron irse del lugar.

Que tal vez todavía pudiéramos hacer algo
si estaban en el agua.

Inocentes de nosotros.

Él, más audaz que yo, subió
nuevamente a la estructura de hormigón y se adentró
en la oscuridad y en el mar.

Yo no me iba a quedar ahí solo, así que no
me quedó mas remedio que seguirlo, subiendo tras de
él.

Caminamos todo el rompeolas y nada.

Llegamos a la punta misma del murallón y
sólo nos salpicaba el mar.

Nos paramos en la punta y miramos el mar que se movia
abajo, escuchábamos las olas romper abajo y el viento era
muy fuerte.

No había nada.

Ni señal de que alguien hubiera estado
allí escasos minutos antes.

Nos miramos extrañados.

Ya nos estábamos preguntando si lo que vimos
realmente había ocurrido cuando de pronto volvimos a
escuchar las risas, horribles, chillonas y perversas risas que
sentimos unos momentos antes cuando vimos a esos dos
engendros.

Sólo que esta vez era diferente.

Las risas no venían de enfrente nuestro…no
salían de ahí…ni de atrás…ni del
agua…ni del murallón.

Venían de arriba.

Estaban sobre nosotros a una altura cercana porque las
percibíamos claramente, girando en torno
nuestro.

Volando en la noche.

En la oscuridad, solo podíamos percibir las risas
que se acercaban y alejaban intempestivamente, como
toreándonos.

Yo sentía como que algo que venía de
arriba me rozaba el rostro.

De ahí en más recuerdo haber gritado y
corrido resbalando por todo el murallon hacia la playa, saltado a
la arena y huir por la costa al centro de la ciudad con la mayor
velocidad que daban las piernas.

Al llegar a las luces del centro, nos detuvimos un
instante para ver si algo nos seguia.

No vimos nada.

La luces estaban ahí, pero era como si no
estaban.

Las miraba y miraba a la gente que caminaba distraida y
me pareció que era todo una gran mentira, una inmensa
fachada.

Que tantas luces no podían ocultar lo que
había en la oscuridad.

Que la gente que paseaba alegre por allí no nos
creería si le contáramos lo que nos
pasó.

Sentí que si se cortaba la luz,
quedaríamos todos a merced de las cosas ocultas que
caminan por la noche.

Que estábamos todos en peligro y nadie lo
sabía.

Que en la oscuridad reinaba el espanto y nadie lo
percibía.

Y no podíamos decírselo a
nadie…¿quién nos creería?.

Fuimos al departamento que alquilábamos, cerramos
puertas y ventanas, encendimos todas las luces, y esa noche no
dormimos.

Al otro día, cuando amaneció, empacamos
todo, devolvimos las llaves y regresamos a Buenos
Aires.

El encargado del departamento, solo nos
dijos:

_¿que les pasó muchachos….vieron
algo?…

Eso nos dio que pensar….¿como podía
saber ese hombre que nosotros habíamos visto
algo?….¿acaso él estaba enterado de la existencia
de esas criaturas macabras?….nunca lo supimos realmente, solo
lo sospechamos.

Con Ariel tratamos de no tocar el tema ya más,
hasta lo olvidamos.

Eso sí, ninguno de los dos volvió nunca
más a Mar del Plata.

Ocurre que hay cosas de las que mejor no
enterarse.

Lo que vimos me quitó el sueño mucho
tiempo, y creo que aún estamos vivos porque no era nuestra
hora.

¿Qué fue exactamente lo que vimos mi amigo
y yo?… Tengo mis suposiciones, y en verdad no me parecen
descabelladas.

Si lo que vimos era realmente lo que pienso que
era…todavía debe estar ahí.

Sobre todo si uno se percata de los crímenes
raros e inexplicables que siguen ocurriendo en esa
ciudad.

Como las prostitutas descuartizadas, gente aplastada por
piedras inmensas que nadie puede mover, cadáveres que
aparecen masticados, desangrados, en fin, los ejemplos
abundan.

Pero casi ni se dan a conocer.

Ocurre que si se divulgan todos estos hechos
criminales…¿Quién va a querer ir de
vacaciones a un lugar donde ocurren muertes
horripilantes?

En Mar del Plata suelen ocurrir crímenes
horribles. Espantosos.

Desde muchísimo tiempo atrás, la
crónica de los diarios deja pasar algún que otro
caso de resonancia.

Esos que no pueden taparse y que salen a la luz un
tiempo.

Luego no se los menciona más.

Pero si se presta atención, se verá que
tenebrosos hechos criminales ocurren en esa ciudad demasiado a
menudo: horripilantes asesinatos, descuartizamientos,
mutilaciones, muertes extrañas, desapariciones.

No son descubiertos jamás los autores de los
crímenes, ni los móviles.

Nunca se esclarecen.

Millones de dólares entran a Mar del Plata por
ser lo que es y no es cuestión de andar asustando a los
turistas.

Es claro, la ciudad es el centro turístico
más importante del país y las malas noticias no es
buen negocio para el turismo.

Por otro lado, desde la lógica de los asesinos
que necesitan matar para poder vivir, nada mejor que una ciudad
como Mar del Plata para radicarse.

Porque por más que los asesinos maten gente para
sus necesidades, la propia ciudad se encargará de taparlos
y ocultar sus crímenes.

Es un pacto subterráneo, oculto, perverso,
sádico y tácito entre victimarios y ciudad:
sólo toma lo necesario para vivir y no te
molestamos.

O también: si no me molestan cuando me alimento
no les estropeo el turismo.

Si algo salta alguna vez, si el periodismo se entera de
algún hecho, lo arreglamos entre todos con algún
perejil.

En síntesis: todos comemos y todos
contentos.

No hagan olas.

Mar del Plata es una ciudad hermosa para ir de
vacaciones, tiene playas casinos, mar, hoteles.

Uno puede pasar unas vacaciones inolvidables
ahí.

Eso sí, por las dudas no camines sólo de
noche en lugares alejados.

En el siglo XXI nadie va a creer en historias
medioevales de criaturas de la noche.

Esa es su mejor defensa.

Nadie se prepara para defenderse de algo que cree que no
existe.

Esas cosas todavía deben estar en Mar del
Plata.

Estoy seguro.

Guardo los recortes de noticias de la ciudad, que no
llaman demasiado la atención.

Pero si las relacionamos a todas entre sí, el
cuadro cierra perfectamente.

Crímenes misteriosos e inexplicables que ocurren
en noches de luna llena.

Nunca de día.

Jamás con testigos.

Nunca aparecen los autores.

Cadáveres descuartizados, mutilados, aplastados,
quemados, masticados, trozados.

Pero la constante es la misma: los muertos no tienen
sangre.

Los cadáveres están vacíos de ese
fluído.

Al morir estaban enteros y desangrados.

Lo que le hacen luego a los cuerpos es para disimular el
sangrado.

Una vez absorbida la sangre y muerta la persona, el
asesino lo descuartiza para disimular el hecho de que se
alimentó del fluido vital del muerto.

Todo me cierra, pero no lo puedo dar a
conocer.

Esas cosas deben tener suficiente poder acumulado
durante siglos para hacer desaparecer o callar a cualquiera que
se les interponga o las moleste.

Yo lo doy a conocer a traves de un inocente
cuento….esta es una historia de mentiras….ojo, no
se la vayan a creer…nada de lo que leyeron es
cierto….pero…

Vos, por las dudas, cuidáte.

No camines sólo en Mar del Plata, en lugares
alejados , en noches de luna llena

 

 

Autor:

Eugenio Martín
Ganduglia

 

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