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Estrategias para Sembradores de Iglesias



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Llamados a captar la visión de
    Dios
  3. Sembrar nuevas iglesias: la visión de
    Dios y hoy, nuestro compromiso
  4. Dios
    necesita hombres y mujeres comprometidos con la
    Evangelización y la siembra de nuevas
    iglesias
  5. Sembrar nuevas iglesias comienza sacando a
    Satanás de nuestros territorios
  6. Sembrar nuevas iglesias: de las palabras a los
    hechos
  7. Estrategias eficaces en la siembra de nuevas
    iglesias
  8. El
    gran compromiso: Asegurar la sostenibilidad de la nueva
    iglesia

"Extiende tu
territorio…."

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"Ensancha el lugar de tu tienda,
extiende las cortinas de tus moradas, no escatimes; alarga tus
cuerdas, y refuerza tus estacas."(Isaías 54:2, Biblia de
Las Américas)

Seminario Virtual por Ps. Fernando
Alexis Jiménez

Introducción

Sembrar nuevas
iglesias es sembrar para la eternidad

"Porque allí donde dos o
tres de ustedes se reúnan en mi nombre, allí
estaré yo."

(Mateo 18:20, Traducción en
Lenguaje Actual)

El conocido autor y
conferencista, David J. Hesselgrave, quien por años
sirvió como misionero en el Japón, escribió:
"Si desea plantar algo que dure una estación, plante
una flor. Si desea algo que dure una vida, plante un
árbol. Si desea algo que dure por la eternidad, plante una
iglesia".
Él lo testimonió con su experiencia.
Iba más allá de las palabras.

La iglesia primitiva sembraba nuevos espacios de
reunión donde predicar el Evangelio, sin embargo en
nuestro tiempo las denominaciones han centralizado el trabajo
esforzándose por construir mega-iglesias y no por expandir
su trabajo a otras zonas de la ciudad o de la región en la
que tienen su centro de operaciones.

Esta actitud dista mucho del propósito original
de Dios direccionado a alcanzar las naciones, y por tal motivo, a
todas las personas sin distingo de raza, credo, convicción
política o cultural. Todo cristiano, y permítame
por favor hacer énfasis en este aspecto, absolutamente
todo creyente en el Señor Jesús
tiene el compromiso ineludible de ayudar en la extensión
del Reino de Dios.

El autor y conferencista, Juvenal Santos describe su
experiencia al asumir el compromiso de salir de las cuatro
paredes del templo para ir a ganar almas: "Es un gran
privilegio cuando el Señor llama, y él nos llama
con ese propósito de hacernos pescadores de hombres.
Cuando yo vine al Señor, él me salvó, hace
treinta y un años atrás.

"Yo tenía un gran deseo de ganar almas;
entonces iba de casa en casa predicando el evangelio del reino.
Tocaba en una casa y predicaba el evangelio; iba a las
poblaciones y predicaba el evangelio. En aquella época
había muchos predicadores del evangelio, y yo me quedaba
mirándolos a ellos, cómo el Señor les usaba.
Para poder ganar almas, yo buscaba aprender.

"Cuando el Señor nos llama, nos llama para
prepararnos. Si tú no atiendes a la llamada, él
tampoco te puede preparar; porque primero es el llamado y luego
la preparación, y tras la preparación viene la
capacitación. Entonces, si el Señor te llama,
atiéndelo de inmediato, como dice aquí la palabra
en el verso 18: «Y dejando luego sus redes, le
siguieron».

"Entonces, si el Señor nos hace un llamado,
debemos atender inmediatamente. Porque si no, pasarán dos
o tres años y acontecerá que la visitación
del Señor ya pasó, y nos habremos perdido su
visitación. Entonces, una cosa muy importante es
oír al Señor y seguirle de inmediato, obedecerle de
inmediato. Y esto hace toda la diferencia en la llamada, porque
ahí tú ya estás siendo probado en la
obediencia."(Revista Aguas Vivas. Artículo "Principios
para predicar el evangelio". Edición 061. Chile.
2010)

No podemos olvidar que el plan de Dios es la
salvación de todo el género humano, como lo
describe el apóstol Pablo en la carta que dirigió a
su fiel discípulo Timoteo: «Porque… Dios…
quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento
de la verdad»
(1 Timoteo 2:3-4. Cf. Juan
17:20-23).

Llamados a captar
la visión de Dios

Usted y yo estamos llamamos a compartir ese sentimiento
de nuestro amoroso Padre celestial. La iglesia necesita tener una
misma convicción; necesita atender a una base fundamental
– la unidad de la iglesia. Cuando la unidad de la iglesia
está fortalecida, el poder fluye con normalidad en ella;
la vida fluye normalmente.

Para nadie es desconocido el reciente avivamiento que se
produjo en las Islas Fidji, en Australia. La conversión de
decenas de almas sólo fue posible cuando cada quien
salió de su burbuja denominacional, entendió que el
Señor de la obra es Jesucristo y que sólo a
Él debemos exaltar-no a nuestra organización
eclesial y nos "esfuerzos" ingentes que algunas veces hacemos
para ganar reconocimiento-y salió a ganar almas para el
Reino.

Compromiso, fe, perseverancia. Los resultados no se
hicieron esperar. Igual con la siembra de nuevas iglesias. Si
hacemos todo para la honra y gloria de Dios, en Su voluntad, la
cosecha será abundante.

Resulta sorprendente ver cómo la iglesia
primitiva experimentó un inusitado crecimiento tal como lo
registra el Libro de los Hechos desde el capítulo 2 hasta
el 4. Apóstoles y discípulos, unidos, identificados
en la misión, predicaban. Esfuerzo enfocado a un solo
propósito. Unidad y logros, como consecuencia de que su
prioridad era Jesucristo no las fronteras denominacionales que
dividen.

Es cierto, faltan obreros (Cf. Lucas 10:2), pero obreros
con visión y compromiso, encaminados a predicar a Cristo
(Cf. Proverbios 11:30), y dejar que esa semilla rinda fruto
representado en la transformación de seres humanos que,
progresivamente, experimentan crecimiento personal y
espiritual.

El Seminario para Sembradores de
Iglesias
On line que iniciamos hoy, nos pretende otra
cosa que brindar herramientas a hombres y mujeres en cuyo
corazón arde el fuego de evangelizar y permitirle a los
nuevos creyentes, espacios dónde reunirse y alcanzar
madurez en todas las áreas de su existencia.

Nuestro sincero deseo es que aproveche los recursos que
ponemos a su disposición, y que no sólo usted sino
quienes le acompañan en este trabajo, reaviven la
pasión por extender el Reino de Dios y pronto veamos
millares de almas en todos los países, llegando a los pies
de Cristo y reuniéndose con otros creyentes para adorar y
vivenciar a Cristo. Que no deban desplazarse desde sus barrios a
los lugares donde se encuentran las mega-iglesias sino que muy
cerca de donde residen, hallen un espacio para
congregarse.

Ps. Fernando Alexis
Jiménez

Director

Centro de Estudios
Bíblicos

Lección
1

Sembrar nuevas
iglesias: la visión de Dios y hoy, nuestro
compromiso

Resulta sorprendente el inusitado crecimiento
poblacional de nuestro planeta. Cada segundo nacen a la luz
infinidad de criaturas, y ese aumento de hombres y mujeres, de
carácter exponencial, no marcha al mismo ritmo de la
defunción de seres humanos. ¿Qué tenemos
entonces? Un mundo que crece a pasos agigantados.

Frente a esta realidad que no podemos ignorar ni
ocultar, la Iglesia cristiana tiene el compromiso indeclinable de
sembrar la semilla del Evangelio como lo describió el
Señor Jesús en la famosa parábola del
sembrador: "–Escuchen: Una vez un sembrador salió
a sembrar. Al lanzar la semilla, una parte cayó al borde
del camino y llegaron los pájaros y se la comieron. Otra
parte cayó entre las piedras donde había poca
tierra; y como la tierra no era profunda, la semilla brotó
muy pronto; pero cuando salió el sol, se agostó y,
al no tener raíz, se secó. Otra parte de la semilla
cayó entre cardos, y los cardos crecieron y la ahogaron
sin dejarle que diera fruto. Otra parte, en fin, cayó en
tierra fértil, y germinó y creció y dio
fruto: unas espigas dieron grano al treinta; otras, al sesenta; y
otras al ciento por uno."(Marcos 4 3-8, Versión La
Palabra, SBU)

Un sencillo análisis del texto nos permite
descubrir al menos cinco pasos en un ciclo que se repite una y
otra vez en todos los países donde se predican las Buenas
Nuevas de Salvación: el primero y más elemental
radica en la preparación del terreno. Es lo que hacemos en
oración y aproximaciones a las áreas donde
procuramos sembrar una nueva iglesia. Un segundo paso lo
representa el esparcir la semilla, es decir, sembrar; en tercer
lugar, cuidar los plantíos; en cuarto lugar, velar por el
fruto y, finalmente la cosecha. Insisto, son etapas de un ciclo
interminable.

El modelo apropiado: Una Iglesia que
se reproduce

¿Comprende el enorme alcance del compromiso que
tenemos delante? Y permítame enfatizarle: Es un compromiso
que nos involucra a todos: a usted, a mí, a quienes nos
rodean, a todos. ¿La razón? A la Iglesia la
integran personas, no edificios. Está constituida por
hombres y mujeres, seres que sienten, piensan y actúan y,
en esa dirección, viven la experiencia continua del
crecimiento personal y espiritual de la mano del Señor
Jesucristo, como lo describió el amado Maestro cuando se
dirigió al apóstol Pedro, y a través suyo a
todos nosotros hoy: "Por eso te digo que tú eres
Pedro, y sobre esta piedra voy a edificar mi iglesia, y el poder
del abismo no la vencerá. Yo te daré las llaves del
reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedarà
atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará
desatado en el cielo." (Mateo 16:18, 19. Versión La
Palabra, SBU)

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Ahora, por favor tome nota de lo siguiente: El Reino de
Dios avanza en la medida en que los cristianos asumimos el
compromiso de evangelizar, en otras palabras, de sembrar las
semillas de las Buenas Nuevas de Salvación.

Si asumimos una actitud pasiva, sin duda las iglesias
llegarán a un lamentable estado de estatismo, y antes que
avanzar, corren el peligro de experimentar un revés en
todos los órdenes. Jamás olvide que como cristianos
comprometidos en la evangelización, estamos llamados a
reproducirnos en otros cristianos. Una Iglesia conforme al modelo
que definió el Señor Jesús, es en esencia
una Iglesia que se reproduce.

Un trabajo donde
participan todos

Cuando un pastor, obrero, líder o
cristiano comprometido se echa al hombro la tarea de plantar
nuevas Iglesias en sus propias fuerzas, lo más probable es
que termine frustrado y con la sensación de que Dios lo
dejó solo. Tremendo equívoco. No es Dios el
culpable sino nuestra propia tozudez que se alimenta por la
autosuficiencia.

Para la siembra de nuevas congregaciones es
esencial que haya un esquema bien definido de trabajo en
equipo
. ¿Recuerda lo que dice el Evangelio de Lucas?
"Por aquellos días, Jesuús se fue al monte a
orar, y se pasó toda la noche orando a Dios. Cuando se
hizo de día, reunió a sus discípulos y
escogió de entre ellos a doce, a quienes constituyó
apóstoles." (Lucas 6: 12, 13. Versión La Palabra,
SBU. Cf. Lucas 17: 6b.)

Reviste particular importancia que los proyectos
orientados a sembrar nuevas iglesias aniden en el corazón
de Dios. Él es quien nos guía para escoger a
quienes nos acompañarán en el trabajo (Cf. Lucas
6:12)

La explicación es sencilla: Cuando la siembra de
nuevas iglesias obedece a la emotividad, es decir, al
carácter impulsivo del pastor, obrero o líder, y no
media una cuidadosa y juiciosa planificación, lo
más probable es que la iniciativa se oriente al
fracaso.

En todo ese proceso, se debe tener dos ingredientes
ineludibles: el primero, capacidad de liderazgo y, el segundo,
desarrollo de madurez espiritual. Insistimos: no es trabajo de
una sola persona sino que involucra a todo el liderazgo y a
cristianos comprometidos con la extensión del Reino de
Dios.

Transmita la
visión

La siembra de nuevas iglesias amerita que ese profundo
deseo de extender el Reino de Dios se aloje en el corazón
de quien está al frente de la
congregación

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Es imperativo, entonces, tomar conciencia sobre la
necesidad de extender el Reino de Dios mediante la
predicación de la Palabra y la siembra de nuevas iglesias,
y segundo, que en ese proceso, nuestro amoroso Padre celestial
exprese su voluntad clara y expresa para no movernos en la
dirección a la que nos guían nuestras emociones.
Recuerde siempre que Buena parte de los proyectos que terminan en
fracaso, tienen origen en iniciativas que buscaban exaltar al
pastor, obrero o líder más que cumplir el
propósito de la Gran Comisión.

¿Tenemos autoridad para
sembrar nuevas Iglesias?

Con frecuencia escuchamos a personas que comparten dos
perspectivas diametralmente opuestas una de otra. La primera, el
convencimiento de que es necesario tomar cursos y haber
leído sinnúmero de textos antes de dares a la tarea
de plantar lugares dónde proclamar el evangelio. Una
segunda concepción se enfoca en no mover ni siquiera un
dedo hasta no tener confirmación plena de Dios respecto a
la siembra. "No creo que tengamos autoridad para emprender
esa tarea. Sería como ir en contra de la voluntad del
Señor
", me dijo alguien. Pero, ¿es ésto
así? Sin duda que no, porque Dios nos ordenó
proclamar las Buenas Nuevas de Salvación. No necesitamos
que venga de nuevo, se corporice, y nos imparta la orden otra
vez.

Jamás olvide que el poder y la
autoridad para avanzar exitosamente en la siembra de
nuevas iglesias proviene de nuestro amado Salvador Jesucristo
(Cf. Mateo 28:18-20) en nuestras fuerzas limitadas, jamás
podremos lograr algo significativo; en cambio, con ayuda de Dios,
siempre tendremos la victoria.

! Usted es un poderoso instrumento en manos de Dios para
la extensión del Reino, y basta que se deje
usar!

La clave: movernos en el poder del
Espíritu Santo

Hay un hecho que debemos recordar siempre y es que en la
siembra de nuevas iglesias debemos movernos en el poder del
Espíritu Santo. ¿La razón? Como dicen las
Escrituras claramente, la comisión de extender el
Evangelio es un compromiso para todos los cristianos. Recuerde
las instrucciones que impartió el Señor
Jesús a sus discípulos y a nosotros hoy:
"Ahora quédense en la ciudad, porque muy pronto les
enviaré a quien mi Padre prometió. No se vayan a
ningún otro lado, hasta que reciban el poder que Dios les
enviará. Jesús fue con sus discípulos hasta
Betania. Allí, levantó sus manos y los bendijo. Y
en ese mismo instante fue llevado al cielo, mientras ellos lo
adoraban. Después de esto, los discípulos
regresaron muy contentos a Jerusalén, y todos los
días iban al templo para adorar a Dios." (Lucas 24:49-53,
Traducción en Lenguaje Actual)

Hago énfasis una y otra vez en el mismo asunto
para que quede profundamente grabado en nuestro corazón:
No es por nuestras capacidades sino que, tales potencialidades,
provienen de nuestro amado Padre celestial. El poder para ser
eficaces en la evangelización y siembra de nuevas iglesias
proviene de Dios (Cf. Hechos 1:8)

Cuando vamos a Él, comprobamos que es un poder
sobrenatural e ilimitado, y que cuando nos movemos en el poder
del Espíritu Santo logramos resultados eficaces. El poder
del Señor está disponible para todos nosotros,
basta que lo pidamos y nos movamos en Él. No se
agotará. Es como una fuente que mana
permanentemente.

La Biblia es nuestra mejor escuela alrededor de
cómo sembrar nuevas iglesias. El Nuevo Testamento, en
particular, arroja muchas enseñanzas prácticas, que
rindieron excelentes resultados en el primer siglo como
ocurrirá con nosotros hoy, ahora. No podemos olvidar que
la obra es de Dios y es Dios quien nos capacita para desarrollar
la obra.

Comprendo que hay estrategias que abundan por doquier.
Incluso, las instrucciones que comparto con usted, procuran ser
una herramienta de ayuda, pero realmente el secreto para lograr
eficacia en la siembra de iglesias estriba en regresar a lo
básico, a los lineamientos que trazó la iglesia
primitiva.

¿Por qué se falla en
los procesos de siembra de iglesias?

La pregunta la he escuchado infinidad de veces. Tiene
lógica. Es el interrogante que se formulan pastores,
obreros y líderes que han visto concluir en un rotundo
fracaso sus propósitos de sembrar nuevos lugares para la
proclamación de las Buenas Nuevas de
Jesucristo.

Creo que la respuesta es sencilla: Un elemento
fundamental para ser un instrumento útil en las manos de
Dios en la siembra de iglesias, es la unidad. En todo momento,
Dios es quien debe recibir toda la exaltación en el
momento de sembrar una nueva iglesia, no es la
denominación ni quien siembra la semilla.

Es cierto: En el proceso de sembrar nuevas iglesias,
nuestro amoroso Padre utiliza las capacidades, dones y talentos
de cada uno de los miembros del equipo, pero usted y yo
simplemente somos instrumentos en Sus manos; nada más que
eso.

Unidad, esa es la palabra clave. No podemos ni olvidarla
en nuestra cotidianidad, ni desestimar su poder si queremos ser
instrumentos útiles en manos del Señor. Si queremos
ser instrumentos eficaces en la siembra de nuevas iglesias,
debemos ser hombres y mujeres de oración tal como
hacían los primeros creyentes:"Estos seguidores de
Jesús eran un grupo muy unido, y siempre oraban juntos.
Con ellos se reunían los hermanos de Jesús y
algunas mujeres, entre las que se encontraba María, la
madre de Jesús. Todos los de este grupo eran como ciento
veinte personas."(Hechos 1:14, Traducción en Lenguaje
Actual)

El trabajo de siembra de nuevas iglesias no lo
desarrollamos de manera individual; es necesario contar con un
equipo de trabajo (Cf. Hechos 1:15-26)

Una carrera de largo
alcance

La siembra de nuevas iglesias es una carrera de largo
aliento. El compromiso no es nada fácil, de ahí que
usted solo, no podrá cumplir las tareas. Es esencial que
se rodee de un buen grupo de colaboradores.

Ahora, cada uno de los que hace parte de un equipo de
trabajo de siembra de nuevas iglesias debe estar
preparado y convencido del trabajo que
desarrolla (Cf. Hechos 1:21, 22) igual que usted, debe compartir
la visión y, en su condición de sembradores de
nuevas iglesias deben ser sensibles al mover y a la voz
del Espíritu Santo (Cf. Hechos 2:1-13)

¿Qué características deben reunir
las personas que nos acompañan en esta labor? En primera
instancia, compromete a hombres y mujeres de buen
testimonio
en la sociedad en la que se desenvuelven, para
tonar más impactante el mensaje de
Salvación.

Una ilustración clara de este cimiento, lo
encontramos en la iglesia primitiva ya que: "Al ver los
milagros y las maravillas que hacían los apóstoles,
la gente se quedaba asombrada. Los seguidores de Jesús
compartían unos con otros lo que tenían.
Vendían sus propiedades y repartían el dinero entre
todos. A cada uno le daban según lo que necesitaba.
Además, todos los días iban al templo y celebraban
la Cena del Señor, y compartían la comida con
cariño y alegría. Juntos alababan a Dios, y todos
en la ciudad los querían. Cada día el Señor
hacía que muchos creyeran en él y se salvaran. De
ese modo, el grupo de sus seguidores se iba haciendo cada vez
más grande." (Hechos 2:43-47)

Nadie podía decir nada en contra de ellos, porque
sus hechos hablaban tanto como sus palabras. Testimoniaban con
sus pensamientos y hechos, sobre el Dios de poder en el que
habían creído y a quien proclamaban a los cuatro
vientos.

Reviste singular importancia, de igual manera, el que
los sembradores de nuevas iglesias enfocan sus esfuerzos a
brindar acompañamiento a los nuevos creyentes en
el Señor Jesús. No los dejan a la deriva una vez
reciben a Jesús como Señor y Salvador; por el
contrario, les llevan de la mano hasta que alcanzan el grado de
solidez y madurez suficientes para convertirse, a su vez, en
multiplicadores de las Buenas Nuevas de
Salvación.

Ellos enfocan sus esfuerzos a discipular a los
nuevos creyentes, tal como hacían los cristianos de la
iglesia primitiva. (Cf. Hechos 2:42).

Es tiempo de levantarnos y disponer nuestro
corazón para ser instrumentos útiles en las manos
de Dios. Puedo asegurarle que, si vamos de la mano del
Señor Jesús, la semilla que sembramos hoy
rendirá fruto abundante…

© Ps. Fernando Alexis
Jiménez

Lección
2

Dios necesita
hombres y mujeres comprometidos con la Evangelización y la
siembra de nuevas iglesias

Quien trabaja en la evangelización y siembra de
nuevas iglesias, debe tener una motivación profundamente
arraigada de su compromiso con la extensión del Reino de
Dios. Convicción es la palabra clave e
identifica a los hombres y mujeres que nuestro amado Señor
necesita hoy para cumplir su propósito eterno de
evangelización y siembra de nuevas iglesias.

Si hay una profunda convicción de por qué
estamos compartiendo las Buenas Nuevas de Salvación y la
meta que hacia futuro se orienta a sembrar nuevos espacios de
reunión de los creyentes, estaremos-sin duda-girando
alrededor de siete principios que le invito a
revisar en la vida y ministerio de Jesucristo y de los cristianos
de la iglesia primitiva y, a reafirmarnos en ellos:

1. Jesús fue un ganador de
almas de tiempo completo

El ministerio terrenal del Señor Jesús
estuvo caracterizado por la meta indeclinable de ganar almas.
Vivía para ese propósito. Hombres y mujeres
salvados de la perdición eterna. Y no solamente
murió por todos sino que instruyó a los
discípulos a seguir ese camino, que es el distintivo de
quien se identifica como seguidor de Pablo y que podemos
descubrir en la carta que dirigió a su fiel
discípulo, Timoteo: "Palabra fiel y digna de ser
recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para
salvar a los pecadores…" (1 Timoteo 1:15)

Si nos movemos alrededor de la misma convicción,
sin temor a equivocarnos, no descansaríamos sin que
lleváramos a los pies del Salvador, mínimo a una
persona cada día. Y a ese esfuerzo, sumaríamos
otro: Crear las condiciones para que los nuevos creyentes
tuvieran un espacio para reunirse a compartir su fe.

No hay razón ni nunca la ha habido para
desestimar la necesidad que tienen las almas, que son objeto de
la misericordia de Dios, ya que por ellos Cristo vertió su
sangre en la cruz: "Porque el Hijo del Hombre vino a
buscar y a salvar lo que se había perdido" (Lucas
19:10)

Un sembrador de almas es, entonces, alguien convencido
de la importancia y trascendencia, eterna y presente, de su
labor.

2. Cristo mismo es quien nos hace
ganadores de almas

No es el mucho estudio ni la elocuencia de nuestras
palabras la que nos torna ganadores de almas y sembradores de
nuevas iglesias. Es el poder de Dios que se potencia en nuestra
existencia, por las obras de Su Espíritu Santo.

El Señor Jesús enseñó a sus
discípulos y a nosotros hoy, a proclamar eficazmente el
Evangelio transformador: "Venid en pos de mí, y os
haré pescadores de hombres" (Mateo 4:19
), y
también impartió las siguientes instrucciones antes
de ascender al cielo: "Por tanto, id, y haced
discípulos a todas las naciones, bautizándolos en
el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;
enseñándoles que guarden todas las cosas que os he
mandado…" (Mateo 28:19, 20
), a lo que
añadió esta promesa que se hizo real al venir Su
presencia a nuestras vidas: "Pero recibiréis poder,
cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me
seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en
Samaria, y hasta lo último de la tierra" (Hechos
1:8).

Depender de Dios es la clave. Él es quien nos
asegura la victoria en todas nuestras acciones orientadas a
sembrar nuevos espacios de reunión de los
creyentes.

3. Jesús veía en los
pecadores a potenciales creyentes y vidas salvadas

Resulta lamentable que se esté privilegiando las
estructuras gigantescas, aquellas que giran alrededor de las
mega-iglesias donde se dificulta hacer seguimiento de los nuevos
convertidos. Y una vez van a la iglesia, el esfuerzo se dirige a
fortalecer las estadísticas, como si determinada
membresía otorgara status.

Nuestro amado Salvador fue claro al instruir sobre la
necesidad de alcanzar a todas las personas, sin distingo de
ninguna clase: "…Id por los caminos y por los vallados,
y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa" (Lucas
14:23).
Por supuesto, esa profunda motivación de
pensar en la salvación de las almas, le mereció
críticas, las mismas que quizá hoy recibamos usted
y yo y que no deben ni podrán detenernos (Cf. Lucas
15:2).

Es una tarea que no tiene limitaciones de tiempo ni de
carácter geográfico. Es a todas-insisto-a todas las
personas de todos los países y lenguas a las que debemos
alcanzar. La Biblia dice: "Y todos los días, en el
templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a
Jesucristo" (Hechos 5:42
), lo que nos revela que no
descansaban en su propósito.

4. El Señor Jesús fue
fiel a su misión, aún a costa de su propia
vida

Evangelizar y sembrar nuevas iglesias compromete
nuestros esfuerzos hasta el final, aprendiendo del Señor
Jesús que no estimó valiosa su propia vida para
traernos salvación y vida eterna, como explicó el
apóstol Pablo: "Y todo esto proviene de Dios, quien
nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el
ministerio de la reconciliación. Que Dios estaba en Cristo
reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a
los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la
palabra de la reconciliación" (2 Corintios 5:18,
19).
Y también enseña la Palabra:
"Y por medio de él reconciliar consigo todas las
cosas, así las que están en la tierra como las que
están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de
su cruz" (Colosenses 1:20).

Si nuestro amado Salvador lo hizo, usted y yo que somos
sus seguidores, tenemos un compromiso grande e ineludible ya que,
como lo define el autor sagrado:"… todo aquel que
invocare el nombre del Señor, será salvo.
¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no
han creído? ¿Y cómo creerán en aquel
de quien no han oído? ¿Y cómo oirán
sin saber quién les predique?" (Romanos 10:13,
14).

Bajo ninguna circunstancia podemos eludir nuestro papel
protagónico en la tarea de extender el Reino de
Dios.

5. El Señor Jesús
expresó el apremio de cosechar la siembra

Nuestro amado Salvador dijo a sus discípulos y a
nosotros que "…A la verdad la mies es mucha,
más los obreros pocos. "(Mateo 9:37
).
También leemos que "… al ver las multitudes,
tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y
dispersas como ovejas que no tienen pastor" (Mateo
9:36).

Esa realidad nos toca hoy día cuando el mundo
experimenta un crecimiento poblacional sin antecedentes. El
trabajo es mucho. Urge predicar y sembrar nuevas iglesias. No
podemos quedarnos encerrados en las cuatro paredes del
templo.

6. El Señor Jesús
envió obreros a la mies

Como es imperioso desarrollar la obra, no basta con
tomar conciencia sino que se requiere, con urgencia, preparar y
enviar obreros a su mies ya que, como anotó el
apóstol Pablo: "Pero esto digo, hermanos que el
tiempo es corto…" (1 Corintios 7:29).

Si realmente queremos cosechar la siembra madura de
nuestra generación, el secreto está en volver a
descubrir la urgencia, pasión y celo de la Iglesia
primitiva. Aquellos cristianos salieron por todas las ciudades y
aldeas en constante búsqueda de las almas perdidas, aun al
riesgo de sus propias vidas.

7. El proceso de
evangelización y siembra de nuevas iglesias cumple un
ciclo

El ciclo de sembrar nuevas iglesias implica, en primera
instancia, el ser conscientes de la necesidad de extender el
Reino de Dios. Una vez hemos cumplido esa fase, se debe emprender
oración (Lucas 6:12; 10:2). La visión debe ser
compartida a otras personas (Juan 4:35), y a partir de ese
momento, integrar un equipo de trabajo (Hechos 6:3). El
último paso es movilizar a los obreros.

Tenga siempre presente que nuestro amoroso Dios es quien
da la visión, la provisión y la bendición y
si Él lo guía, prosperará el trabajo de
evangelizar y sembrar nuevas iglesias.

Un mundo que crece aceleradamente
necesita más iglesias

Si bien es cierto las mega-iglesias constituyen una
tergiversación del propósito original que era
extender el Reino de Dios a todos los rincones de la tierra, se
suma el hecho de que estamos muy cómodos al interior de
las cuatro paredes de los templos olvidando que allá
afuera millares de personas se pierden por la eternidad sin
Cristo.

En un panorama así es que nuestro amado
Señor se ha dado, desde la antigüedad, a la tarea de
buscar obreros para su cosecha, y ese obrero u obrera es usted:
"Después oí la voz del Señor, que
decía: ¿A quién enviaré, y
quién irá por nosotros? Entonces respondí
yo: Heme aquí, envíame a mí" (Isaías
6:8).

¿La razón? El número de las
personas que viven en el mundo, aumenta a una proporción
de más de 70 millones por año. Menos de tres
millones (un 4%) de ellas, han sido alcanzadas con el evangelio.
Aproximadamente un 40% de los habitantes del mundo (2 billones de
personas), no han sido alcanzados con el evangelio. Estas almas
están fuera del alcance de una iglesia que se moviliza
para expandir el evangelio a todos los rincones del
mundo.

Piense no sólo en número sino en almas que
tienen "…hambre… de oír la palabra de Dios"
(Amós 8:11).

Como anotaba el autor y conferencista, en su libro
magistral El Cayado del Pastor: "… Miles de
pueblos y aldeas en China, India etc., todavía
están esperando que alguien vaya a contarles acerca del
Salvador Jesucristo. Tales personas viven y mueren sin conocer a
Jesús, no porque hayan rechazado el mensaje, sino porque
los pasados 2 mil años ningún cristiano ha ido a
compartir el evangelio de amor con ellos.

Los estudios revelan que menos de 1 cristiano por cada
500 creyentes comprometidos en el liderazgo, dedica su vida a la
extensión del Reino de Dios, lo que dista mucho de la
disposición que asistía a los creyentes de la
iglesia primitiva como el apóstol Pablo quien
escribió: "Y de esta manera me esforcé a
predicar el evangelio, no donde Cristo ya hubiese sido nombrado,
para no edificar sobre fundamento ajeno" (Romanos
15:20).
Él siempre estuvo disponible para
"… anunciar el evangelio en los lugares más
allá…" (2 Corintios 10:16)

Es tiempo de recobrar ese celo por evangelizar y sembrar
nuevas iglesias. No debe comprometer únicamente a las
denominaciones que tienen el rótulo de misioneras
sino absolutamente a todas las que se proclaman
cristianas. Recordemos que si Jesús no ha vuelto
por su pueblo porque "El Señor no retarda su
promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es
paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca,
sino que todos procedan al arrepentimiento" (2 Pedro
3:9
). Él amado Padre celestial cuenta con usted y
conmigo, y no podemos fallarle en ese gran compromiso. Sin duda,
no es la voluntad de nuestro amoroso Dios que los hombres
perezcan. Ellos perecen porque nosotros no les hemos llevado el
evangelio.

Es tiempo de despertar del
letargo

Piense por un instante: ¿Qué ha hecho
usted por la extensión del Reino de Dios? Probablemente
pensará que muchas actividades, quizá predicado
infinidad de mensajes o tal vez, asistiendo a cuanto evento de
formación se ha dado en su denominación u otras
iglesias. No obstante la pregunta es, ¿En qué han
contribuido esas ocupaciones para que otras personas conozcan a
Cristo? Y si fueron evangelizados, ¿se les hizo
seguimiento hasta que alcanzaran madurez espiritual? Y si
llegaron a esa etapa, ¿se le ofrecieron a los nuevos
creyentes espacios dónde congregarse, así debieran
abrirse nuevas iglesias afuera de las cuatro paredes donde usted
se reúne?

Probablemente ha caído en ese letargo del que
advirtió nuestro Dios (Cf. Corintios 15:34), olvidando que
"El que duerme en el tiempo de la siega es un hijo que
avergüenza" (Proverbios 10:5
). Si asumimos una
actitud pasiva, experimentaremos aquello sobre lo que
advirtió el profeta: "Pasó la siega,
terminó el verano, y nosotros no hemos sido salvos"
(Jeremías 8:20).

Estamos llamados a reavivar la llama que nos insta a
alcanzar a cuantas personas tenemos en derredor. La
responsabilidad es nuestra y no podemos pasarla por
alto.

Esto es lo que los cristianos primitivos hicieron
día y noche. Ellos sanaron a los enfermos, echaron fuera
demonios, predicaron el evangelio de casa en casa, en los
mercados, en las fuentes de las aldeas, en las encrucijadas, en
las calles, en los cultos, en las cárceles y por todas
partes que iban. Eran sembradores de iglesias de tiempo
completo.

Ellos no poseían catedrales o edificios de
iglesias elaboradas, para inhibir su incontrolable gozo de
ministrar y compartir las nuevas con los que estaban ansiosos de
recibir a Cristo. Ellos iban afuera, hacia donde estaban los
pecadores para anunciar el evangelio. Debemos respirar y vivir
con un propósito: para compartir el evangelio con todas
las personas que nos sea posible y utilizando todos los
medios.

Dios está con nosotros
siempre

En la extensión del Reino de Dios no estamos
solos; el Señor ha prometido estar con nosotros siempre:
"Y he aquí yo estoy con vosotros todos los
días" (Mateo 28:20).

No hay motivo para poner obstáculos a las tareas
que tenemos delante de nosotros. Hay que trabajar, de la mano de
Jesucristo. La respuesta se verá reflejada en una mayor
presencia de las Buenas Nuevas de Salvación entre los
pueblos y comunidades no alcanzadas hoy, y el establecimiento de
nuevas iglesias. Recuérdelo, sólo con esta
disposición se materializará el anuncio del amado
Salvador: "Y será predicado este evangelio del
reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y
entonces vendrá el fin"(Mateo 24:14)
lo mismo
que: "De cierto os digo… que se predique este evangelio,
en todo el mundo…" (Mateo 26:13; Cf. Lucas 24:47; Hechos
1:8
).

Hasta tanto no cumplamos la tarea, estaremos poniendo
tropiezo a la visión de Juan en Apocalipsis:
"Después de esto miré, y he aquí una
gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas las
naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del
trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y
con palmas en las manos… Estos son los que han salido de la
gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han
emblanquecido en la sangre del Cordero" (Apocalipsis 7:9,
14).

Este es el resultado final de la Iglesia. Los millones
de redimidos que formarán la Iglesia (en griego =
ecclesia, que significa "los llamados o
escogidos
"), estarán envueltos en la adoración
a Dios delante de Su trono por toda la eternidad.

Una responsabilidad ineludible ante
Dios

Como hombres y mujeres comprometidos con la
Extensión del Reino de Dios, nos disponemos a proclamar
las Buenas Nuevas y sembrar nuevas iglesias, acogiendo el
llamamiento ineludible que nos hizo Dios y que describe el
profeta: "Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a
las casa de Israel; oirás, pues, tú la palabra de
mi boca, y los amonestarás de mi parte. Cuando yo dijere
al impío: De cierto morirás; y tú no le
amonestares ni le hablares, para que el impío sea
apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío
morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de
tu mano" (Ezequiel 3:17, 18).

Si nos disponemos, si abrimos nuestro corazón,
nos convertiremos en instrumentos útiles en manos del
Señor. Y, recuérdelo, Él no desaprovecha
instrumentos provechosos. El problema estriba en que desechemos
ese llamado, por la enorme carga de responsabilidad que nos
asiste en la predicación del Evangelio: "Pero si el
atalaya viere venir la espada y no tocare la trompeta, y el
pueblo no se apercibiere, y viniendo la espada, hiriere de
él a alguno, éste fue tomado por causa de su
pecado, pero demandaré su sangre de mano del atalaya. A
ti, pues, hijo de hombre, te he puesto por atalaya a la casa de
Israel, y oirás la palabra de mi boca, y los
amonestarás de mi parte. Cuando yo dijere al impío:
Impío, de cierto morirás; si tú no hablares
para que se guarde el impío de su camino, el impío
morirá por su pecado, pero su sangre yo la
demandaré de tu mano" (Ezequiel
33:6-8).

Nuestra meta es llevarle a reflexionar que es una ficha
clave en el plan eterno de Dios de llevar todas las criaturas
humanas a ser salvas. Dios obra a través de cada uno de
nosotros y, si estamos con ánimo pronto, dependiendo de
Él, sin duda veremos una cosecha abundante de hombres y
mujeres que reciben a Cristo en el corazón y se
reúnen periódicamente a compartir su fe y crecer en
los ámbitos físico y espiritual.

© Fernando Alexis
Jiménez

Lección
3

Sembrar nuevas
iglesias comienza sacando a Satanás de nuestros
territorios

Una ciudad cualquiera de Latinoamérica. Grande.
Ruidosa. Autos que iban y venían raudos por las avenidas.
Y desde lo alto, la vivienda desvencijada, sin puertas ni
ventanas que los vecinos aseguraban, se caía a pedazos.
"Ese sitio es tétrico", se quejó una
vecina. Otra dijo que los viernes, en la noche, se realizaban
allí extrañas ceremonias. "Jóvenes se
reúnen allí, se drogan gritan, ríen, y hacen
cosas que escandalizan
", explicó. Las paredes de la
estructura estaban pintadas con diversos símbolos,
poniendo en evidencia que adoraban al diablo.

En lo que coincidían todos era en la racha de
accidentes, crímenes, peleas, rupturas matrimoniales y
hasta abuso de menores que se incrementaron ostensiblemente desde
que comenzaron los extraños rituales.

El ambiente es muy tenso acá. No provoca ni
vivir por este sector
-aseguró Juan Carlos,
propietario de una farmacia. En su criterio, las prácticas
ocultistas estaban generando condiciones difíciles para la
sana convivencia.

Un grupo de cristianos, de una iglesia pequeña,
reconocieron que sitios como ese tenían mucha incidencia
en contra de su labor de evangelización y se dieron a la
tarea de orar y ayunar para erradicar a Satanás del
barrio. Su decisión estuvo acompañada por
múltiples y extraños ataques del mundo de las
tinieblas; sin embargo, persistieron.

Logramos la victoria después de
algún tiempo
–, indicó el pastor Roberto
Triana, quien encabezó la avanzada contra el reino de
maldad–. Dios revelaba los espíritus que gobernaban
en los diferentes sectores
-explicó–. Gracias a
esa revelación del Espíritu Santo nuestros golpes
contra Satanás y su ejército, fueron
contundentes
–.

Incluso, una noche, los jóvenes que se
reunían en la casa abandonada, atacaron el templo con
piedras. Rompieron el techo. Profirieron amenazas contra los
creyentes.

En el poder de Jesucristo lograron vencer las tinieblas.
El poder demoníaco fue erradicado de aquél
territorio y se pudo, no solamente desarrollar jornadas de
evangelización sino afianzar la siembra de nuevas
iglesias.

Si lo ignoramos, el enemigo toma
fuerza

"El satanismo es una ingeniosa invención de
los escritores de guiones cinematográficos. Les permite
hacer películas cada vez más taquilleras
."
Contundente. Seguro. Contradictor. Escéptico. El
crítico literario hablaba en televisión ante una
audiencia de millares de personas en los Estados Unidos. Muchos
de los televidentes se limitaron a asentir con la cabeza,
testimoniando su acuerdo con aquella
afirmación.

Es lo mismo que ocurre con muchas personas en todo el
mundo. Consideran que la existencia de Satanás y su
cohorte de demonios se circunscriben a mitología con
demasiada inventiva. "Inconcebible que en pleno siglo
veintiuno, cuando el hombre avanza a pasos agigantados
descubriendo las maravillas del universo
", argumentó
un científico al desestimar la solidez de fundamentos
bíblicos que refieren la existencia milenaria del
ocultismo, y restar importancia a los cultos satánicos que
abundan por doquier.

Pero, ¿es esto así? Sin duda que no.
Satanás es real y libra una enconada batalla para evitar
la expansión del Reino de Dios.

Partes: 1, 2

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