El fin del mundo – Monografias.com
El fin del mundo
I
John Nuts no entendía cómo podía
haber estado tan obtuso durante los últimos
veintitrés años en los que había estado
estudiando la reproducción de tres metros sesenta de
diámetro de la piedra Cuauhxicalli, popularmente conocida
como Piedra del Sol. Piedra de la que conocía hasta la
última grieta de la impecable reproducción que le
había hecho una empresa inglesa. Ahora que lo había
descubierto se admiraba de la sencillez de la solución y
había aumentado su admiración por los
astrólogos aztecas. Se subió, lleno de
satisfacción, una vez más a la escalera y
comprobó la inscripción rehaciendo mentalmente los
cálculos: el valor de la serpiente multiplicado por siete,
más el del abejaruco multiplicado por doscientos
veintidós, más el del águila dividido por
tres, menos el del puma elevado al cubo, más la
raíz cuadrada del valor del escarabajo, menos, por fin, el
valor de la calabaza era la fecha del fin del mundo y esta no era
otra que el 21 de diciembre del 2012.
Ben Pridukovatich estaba ya hasta la kipá de que
el PC se le colgase. Llevaba dos meses intentando descifrar el
Deuteronomio con un nuevo algoritmo de su invención que
analizaba cada signo de la escritura dándole diferentes
valores numéricos y la labor, ya compleja por sí
misma, se había complicado con los continuos mensajes de
'ha habido un fallo en el sistema y Windows debe de reiniciarse'.
Tenía la esperanza, fallida el noventa por ciento de las
veces, de que al reiniciarse el sistema se recuperase toda la
información. Impaciente esperó tras el tachan de
costumbre que el ordenador arrancase nuevamente. Para sorpresa
suya, hubo suerte y se recuperó toda la información
y pudo ver que el programa había acabado el
análisis y donde tenía que poner "Estas son las
palabras que habló Moisés a todo Israel a este lado
del Jordán en el desierto, en el Arabá frente al
Mar Rojo, entre Parán, Tofel, Labán, Hazerot y
Dizahab" se podía leer claramente "el mundo se
acabará el doce de diciembre de dos mil doce"
Giuseppe Ghiozzo estaba contemplando por enésima
vez el mural de convento de Santa María delle Grazie.
Llevaba allí tres meses como parte de su formación
en el priorato, que consistía fundamentalmente en
verificar los trescientos diecisiete mensajes conocidos hasta la
fecha que había dejado el maestro Leonardo en el cuadro.
En esos momentos iba por el doscientos sesenta y meditaba
profundamente si valía la pena tanto tedio y tanto
esfuerzo. Fue entonces cuando le sorprendió descubrir una
pequeña mancha situada en la frente de San Pedro unos
cuatro centímetros por encima de su ceja derecha y de dos
o tres décimas de anchura en la que no había
reparado nadie, ni el mismo, hasta entonces. Sacó su
iPhone, hizo una foto de la mancha y con el potente zoom del
teléfono la amplió hasta que pudo leer claramente
'será el 21 de diciembre de 2012 cuando la tierra se
acabe'
Clemente Rodríguez, alias el papa Clemente XVII,
alias la voltio, dormía el sueño de los justos en
su nicho de Utrera cuando sintió un temblor que le
provenía desde la anilla que llevaba en el glande. Se
estremeció pues esa era la señal que siempre
había percibido antes de una aparición de la
virgen. Por fortuna ya en vida no le habían hecho falta
los ojos para verla pues de lo contrario hubiese sido un
inconveniente llevar siete años muerto. Con claridad vio a
la virgen que se aparecía en todo su esplendor delante de
él y le decía:
– Estimado voltio, me aparezco ante ti para decirte que
el 21 de diciembre de este año el mundo se acabará.
Reza, se bueno y comunícaselo a tus paisanos- y con una
última sonrisa encantadora se
desvaneció.
Tom Moron hubiese seguido años desarrollando su
tesis sobre el impacto que tiene el sánscrito sobre el
comportamiento de los papagayos y su aplicación al
desarrollo psicomotriz de los niños entre los dos y los
ocho meses, si no hubiese sido porque aquel día cuando
llegó al laboratorio y puso como cada día la cinta
en la que se podía oír "Hare Krishna, Hare
Krishna, Krishna Krishna, Hare Hare, Hare Rama, Hare Rama, Rama
Rama, Hare Hare"', Plumitas, el papagayo más
veterano, no hubiese contestado con voz firme:
– El doce de diciembre se acaba el mundo.
Sorprendido a Tom no se le ocurrió otra cosa que
preguntarle
– ¿De qué año?
Plumitas sin mover ni una sola pluma
respondió:
– De este, cacho gilipollas, de este.
Tom que era persona de formación
científica y que no daba nada por válido hasta
tener una verificación de los resultados le dijo al
animal: "Devas adadat datás, Devas dat dhanas"" a
lo que este respondió sin dudar
– Dios nos dio dientes, Dios nos dará
pan.
Era sin duda la prueba definitiva del significado
secreto del manja mantra.
Paul Dumb tenía un trabajo extremadamente
comprometido: averiguar porque los Testigos de Jehová
habían errado treinta y dos veces en la predicción
del fin del mundo. Esto que visto desde fuera podía
parecer un tema nimio, estaba realmente minando la credibilidad
del Cuerpo Gobernante, era causa de la disminución en la
afiliación bajada, y por tanto en los ingresos, y de no
solucionarse, podía llegar a poner en peligro el futuro de
los Testigos. Llevaba semanas repasando los cálculos de la
fecha en que Nabucodonosor le quitó el trono a
Sedemías, a cuantos días equivalía un tiempo
y si un día correspondía a un año de Dios.
No le costó demasiado encontrar dos fallos elementales: la
fecha de la caída de Sedemías estaba datada en el
calendario hebreo antiguo y además no se había
tenido en cuenta la relación real entre una vuelta al sol
y el giro de la tierra sobre sí misma son de 365
días, 5 horas, 57 minutos y 16 segundos. Aplicó el
ratio corrector de ambos errores y al ver el resultado su cara
mostró una gran satisfacción: 20121221. ¡La
secta iba ,por fin, a pronosticar el fin del mundo y a
acertar!
II
John Nuts estaba radiante delante de los medios de
prensa que había convocado el editor de la revista 'Que no
te engañen', con gran prestigio en el campo de descubrir
complots de los gobiernos, aterrizajes de ovnis, abducciones,
fenómenos paranormales y demás misterios
galácticos o intergalácticos. Habían acudido
unos doscientos periodistas de todo el continente. Cuando por fin
el moderador consiguió que se callasen, John miró
hacia su público y dijo solemnemente:
– Señores quedan tres meses, dos semanas y cuatro
días para que el mundo se acabe. No hace falta que
calculen-añadió orgulloso- Será el veintiuno
de diciembre de este año.
Aquella noticia tuvo una repercusión muy grande
en todos los medios en el sentido de 'ya está otra vez el
capullo ese del Nuts diciendo que el mundo se acaba'. Hicieron
falta otras cosas para que la humanidad empezase a
tomársela en serio.
Pridukovatich después de repasar decenas de veces
su algoritmo y de aplicarlo no solo al Deuteronomio sino
también al resto de libros del Pentateuco, es decir al
Génesis, al éxodo, al Levítico y al
Números, decidió comunicárselo al Gran
Rabino de Israel quién tras analizar rigurosamente la
información y viéndose desbordado por la misma,
decidió convocar a otros rabinos para colegiadamente
decidir que hacían. De dicha reunión salió
la sabia decisión de no hacer nada, pero al día
siguiente el gran secreto aparecía publicado en portada
del periódico de mayor tirada de Tel Aviv, el Yediot
Aharonot, y a las dos horas era la cabecera de las noticias de la
Fox. Al día siguiente fue primera página, a
cuádruple columna, en todos los periódicos y
noticia de apertura en todos los telediarios de todas las cadenas
de televisión de todo el mundo.
Giuseppe Ghiozzo oía los gritos de
François Sot de la Montagne mientras esperaba en la
antesala de su despacho y provocados sin duda por la
explicación que estaba haciendo en esos momentos su
secretario acerca del motivo de su visita. Por fin oyó que
decía
– Que entre ese maldito novicio de una puta vez, quiero
las noticias en directo
Y en directo se las dio. El Gran Maestre pilló un
cabreo monumental al darse cuenta que el priorato no iba a poder
fundar el Sacro Imperio Europeo, ni iba a acabar con la iglesia
católica, ni desvelar al mundo quienes eran los
descendientes sanguíneos de Jesús y de María
Magdalena, ni mucho menos reinstaurar al rey de Israel al que
todavía no habían encontrado. Lo peor de todo era
que la noticia había salido de los judíos,
¡de los judíos, nada menos!
Descolgó el teléfono y llamó a su
amigo el director del Der Spiegel. Al día siguiente se
publicó una editorial desprestigiando la
información del Yediot Aharonot y estableciendo que el
descubrimiento del fin del mundo había sido hecho en
realidad por arios europeos y que había sido robado por el
Mossad.
En ese punto la humanidad empezó a ponerse
nerviosa.
Clemente estaba muy preocupado dentro de su
ataúd. La virgen le había mandado un recado y a
él no se le ocurría como hacerlo. Estuvo pensando
mucho rato, pues tiempo es lo único que le sobraba, y por
fin encontró la solución: se comunicaría
telepáticamente con la médium Anne Germain y
así haría llegar el mensaje de María a toda
la humanidad. Así hizo, le costó menos de lo que
pensaba ya que al segundo intento ya estaban en contacto. El
problema fue que Anne tenía un contrato en exclusiva con
Tele 5 y este tema tenía que negociarse entre la cadena y
su agente. Clemente al enterarse dijo que, si era así, el
no salía en la tele por menos de cinco quilos. Una semana
después la médium volvió a ponerse en
contacto con él para decirle que estaba todo arreglado,
que su agente le había conseguido cuatro millones y medio,
a descontar el 10% de comisión, y que existía el
compromiso de Tele 5 de contratarlo, si resultaba caer bien a los
espectadores, como tertuliano hasta final temporada. Clemente
aceptó y su aparición en el programa disipó
definitivamente todas las reticencias aún existentes,
hasta el punto que al día siguiente Matías Prats
hijo empezaba el telediario del mediodía diciendo: 'una
buena noticia para los que tienen hipotecas pendientes, el mundo
se acaba y, por tanto, no habrán de pagar
más'
III
La noticia confirmada por los testigos de Jehová,
los mayas, el Priorato de Sión, los Hará Krisna, el
Palmar de Troya, el más importante erudito de la
Cábala y un largo etcétera de referencias dignas de
todo crédito, fue después de la intervención
de Clemente por fin creída. Si alguna pequeña duda
quedaba esta se disipó en cuanto el presidente del
gobierno, en la rueda de prensa de los viernes, dijese que eso
era un invento de la oposición y que no tenía
ningún tipo de fundamento. Su cara mostraba, no obstante
un relajamiento como diciendo 'joder, por fin me he librado de
esta maldita crisis económica', cara que no cambió
al día siguiente cuando el portavoz de la oposición
le recriminaba en la sesión semanal de control que por no
haber él reaccionado a tiempo el mundo se acababa y le
urgió a decir que medidas pensaba tomar para evitarlo,
tras lo cual citó diez, contadas con sus dedos en el aire,
que él mismo tomaría si fuese presidente del
gobierno.
Empezaron los rumores de toda índole. Uno de los
más extendidos y que fue el iniciado por el propio papa
Clemente en la tertulia de la noche del sábado cuando
dijo:
– Voy a desvelar una primicia en exclusiva para esta
cadena, el otro día hablando con la Virgen, me dijo que
ella ya lo había dicho hace tiempo. Que los mensajes que
dio en Fátima no habían sido tres sino cuatro y que
precisamente el cuarto definía claramente el día,
la hora y el minuto del fin del mundo. La Iglesia decadente de
Roma ha mentido y nos ha estado engañando
años.
El Papá tuvo que conceder una entrevista de
urgencia a la RAI para desmentir que los misterios de
Fátima fuesen cuatro pero su actitud poco convincente y el
hecho que el periodista estuviese empeñado en que una
fuente de mucho prestigio del propio Vaticano, y que por razones
obvias no podía desvelar, le había dicho que los
misterios eran ocho y que insistiese en que el Papa los explicase
detalladamente por riguroso orden cronológico, dio como
resultado que la posterior encuesta telefónica mostrase
que un 80% de los telespectadores pensaban que el Papa
mentía mientras que solo un 10% pensaba que decía
la verdad. Las acciones de la Banca Vaticana cayeron en picado al
día siguiente y al rezo de la Salve del domingo siguiente
apenas asistieron veinte personas.
El presidente de los Estados Unidos que se había
mantenido en un discreto segundo plano apareció en
prime time en la televisión para lanzar un
mensaje a la nación diciendo que el gobierno americano
tenía elaborado, ya hacía tiempo, un plan en el
ejército ponía en marcha una serie de medidas
obviamente secretas con el objetivo de que el fin del mundo fuese
lo más tranquilo posible y evitar que, en medio de la
previsible confusión, los terroristas se aprovechasen para
ejecutar acciones asesinas y hostiles hacia la mayor democracia
que nunca había existido. Acabó mirando fijamente a
la cámara mientras decía we trust in God.
Su índice de popularidad subió setenta puntos y lo
situó como el presidente más popular de la
historia. Las encuestas de estimación de voto del
día siguiente reflejaban además que si se
celebrasen elecciones ganaría por goleada en todos los
estados de la unión.
Los indignados celebraron asamblea y decidieron cambiar
su eslogan de "democracia real ya" por otro que decía "que
os den por el culo a todos" y se disolvieron
pacíficamente.
La vida por lo demás seguía hasta el
momento tranquilamente. En los bares se discutía, entre el
humo de los cigarrillos (la gente pasaba ya olímpicamente
de no fumar), acerca de cómo sería el fin del
mundo, que si un diluvio universal, que si una tormenta de fuego,
que si el choque con otro planeta o que si vendrían los
extraterrestres y se nos comerían a todos. No había
unanimidad.
IV
John Nuts era una de las muchas personas intrigadas en
cómo iba a ser el final. Pero por más que analizaba
la piedra del sol no lograba encontrar en ninguna de las
combinaciones que probaba la respuesta a ese enigma. Un vuelo que
hizo sobre las líneas de Nazca buscando información
complementaria tampoco le sirvió para nada.
Pridukovatich andaba desesperado con su nuevo ordenador.
Se había comprado un Mac, para evitar los cuelgues, y se
había dado cuenta tarde que no era compatible con el
programa que había desarrollado. Tuvo que instalar un
emulador de Windows y el Mac no se colgaba pero el emulador, que
iba terriblemente lento, sí.
Giuseppe Ghiozzo andaba otra vez en Milán
fotografiando todos los pequeños puntos que
descubría en la Santa Cena pero hasta ahora todo lo que
había encontrado era una cantidad impensable de cagadas de
mosca en un lugar sacro como aquél, que
magníficamente amplificadas con el zoom del iPhone
seguían siendo, a la postre, cagadas de mosca.
Paul Dumb había dejado sus investigaciones pues
el Cuerpo Gobernante lo había despedido en una rabieta
provocada porque entre ellos no había ningún
elegido y ahora pasaba sus últimos días chateando
en Meetic intentando ligar con señoras
solitarias.
Parecía que nadie iba a ser capaz de averiguar
cómo iba a ser el fin del mundo cuando la sorpresa
apareció nuevamente en la tertulia de Tele 5. El
ectoplasma de Clemente se presentó aquel día
vestido solo con el anillo en su glande, llevando una torrija
como un piano que, junto a su ceguera, hacía que chocase
con público, invitados y cámaras. Cuando logro
sentarse en su silla notó la vibración en la anilla
y dijo:
– Agua.
El presentador pidió que le diesen un vaso de
agua pero Clemente dijo otra vez
– Agua
– Ahora la traen Clemente, un poco de
paciencia
– Será con agua el fin del mundo-dijo repitiendo
las palabras que la virgen le estaba transmitiendo en ese preciso
instante.
A partir de ahí la cosa empezó a quedar
más clara. Con esa pista imprescindible Nuts,
Pridukovatich, Ghiozzo y Dumb (que al no haber pillado cacho en
el Meetic volvió a lo que sabía hacer que no era
sino investigar sobre el fin del mundo), se pusieron a trabajar
como locos y a la semana estaba ya claro como sería el fin
del mundo: subirían las aguas hasta cubrir todo el planeta
y sobre ellas aparecería andando el Señor;
rescataría de las mismas a los justos, dejando a los
demás con los animales marinos, que no se verían
afectados; acto seguido sacaría a los difuntos de sus
tumbas, reconstruyéndolos y dejándolos como nuevos.
Aquí los trabajos eran incompletos y no aclaraban el
significado de nuevos, pues mientras que Nuts y Ghiozzo
defendían que quedarían como antes de morirse,
Pridukovatich decía que quedarían como cuando
tenían veinticinco años. Dumb que no se
había posicionado en este punto le argumentaba a
Pridukovatich que como lo iba a hacer el Señor para dejar,
por ejemplo a los niños de ocho años, con aspecto
de veinticinco. ¿Acaso los iba a hacer crecer en un
instante? Aparte de esta pequeña discrepancia, sin mayor
importancia, coincidían en que todos juntos, vivos y
resucitados, se elevarían a los cielos siguiendo al
Señor que dirigiría en todo momento la
comitiva.
Fuera de este círculo de especialistas se
producían otros debates, no por menos importantes, menos
interesantes. El que triunfó por encima de los
demás, fue el que se abrió en la radio acerca de
porque el Señor tenía que ahogar a los conejitos
blancos, esos tan bonitos que parecen un peluche, y dejar sin
embargo, con vida tiburones, medusas o potones chilenos. Todo
empezó con una llamada a uno de esos programas de
madrugada a los que la gente llama para decir que se ha enamorado
de su perro (y que este le corresponde), que tiene un vecino que
es del Ku Klux Klan (después el vecino llama diciendo que
hay un error, que él solamente es un cofrade del Santo
Poder), que no ha tenido nunca un orgasmo con su marido pero que
con la portera suele tener varios seguidos y muy fuertes. La
cuestión es que llamó una señora, ya mayor
según aparentaba su dulce voz, y planteó con
lágrimas lo de los conejitos blancos. Hubo tal
aluvión de llamadas de respuesta a favor de los conejitos,
de los tiburones, de las medusas e incluso llamó un
chileno hablando a favor del potón, que se colapsaron las
líneas. Al día siguiente todas las tertulias de la
tele trataron en exclusiva ese tema. La Fox en Estados Unidos
hizo un remake de la tertulia de Tele 5 y tuvo el share
récord del 80%. La versión subtitulada subida a
Youtube fue vista por diez millones trescientas mil internautas
en tres horas. La controversia acabó cuando el arzobispo
primado, en una brillante intervención, cerró el
tema con una frase lapidaria:
– Los designios del Señor son
inescrutables.
Esta frase fue trend topic mundial durante
días tanto en castellano como en inglés 'the
designs of God are inscrutable', y sobre ella se
hicieron diálogos en el Club de la Comedia, una letra de
canción para el próximo festival de Eurovision y
chistes muy populares como aquel, tan estúpido y malo, que
decía:
– ¿Sabes en que se parece los orgasmos de mi
mujer a los designios del señor?
– No, ¿en qué?
– En que ambos son inescrutables
Su portera estaba de acuerdo.
V
Faltaban ya pocos días para que llegase el fin
del mundo y los hábitos de la gente empezaron a cambiar.
Mujeres, ancianos, niños, curas y monjas se dispusieron al
rezo continuo, hincados de rodillas, con sus manos juntas, sus
miradas al cielo, en medio de plazas y calles, lo que
provocó el caos circulatorio en todas partes.
Muchos se convirtieron a la fe, incluso algunos
repitieron el bautizo y la comunión que hacía
años ya habían recibido, unos para reafirmarlos y
otros por qué no se acordaban si los habían
recibido, aprovechando el bautismo-exprés, recientemente
lanzado por la iglesia en su última campaña de
marketing. El bautizo-exprés era una combinación en
una sola ceremonia del bautizo, de la primera comunión y
de la confirmación; se permitía ir con traje azul
de marinero con cualquier edad y no hacía falta pedir hora
con anticipación.
Las agencias de rating viendo que a su negocio
le quedaban cuatro telediarios se transformaron en agencias de
calificación de religiones con gran éxito.
Había quienes las seguían on-line,
cambiando varias veces de religión en el mismo día,
según el índice de solvencia, abandonando el
catolicismo cuando este pasaba de una AAA a una AA+, para pasarse
al budismo cuando subía de una AA- a un AAA.
El gran capital, haciendo caso omiso a la
parábola del camello y del ojo de la aguja, intentaba
asegurar, convencido que la parábola era una camama para
que los pobres hubiesen estado tranquilos a lo largo de la
historia y no hubiesen montado más revoluciones de las que
había habido, haciendo donaciones a todas las iglesias con
la seguridad de que alguna sería la acertada. La clase
media imitando, como siempre, lo que los ricos hacían,
intentaron hacer lo mismo, pero era tantas las iglesias
existentes que no tenían capital suficiente para donar a
todas ellas una cantidad razonable. Decidieron crear una mutua
responsable de una lotería que en el momento del juicio
final, y de acuerdo a los escrutinios del mismo, tuviese como
premio un donativo para la iglesia elegida por el Señor.
El Estado, al tener conocimiento de ello, la nacionalizo con la
excusa que así sería más transparente el
proceso.
Los jóvenes se dedicaron a la fornicación,
pues ni Nuts, ni Ghiozzo, ni Abramovith ni Dumb habían
aclarado si en el cielo se podría seguir follando, y como
la iglesia había contado durante siglos lo del cuerpo
celeste inmaterial, y que eso de la debilidad de la carne no
estaba muy bien visto allá arriba, aprovecharon las
últimas horas a partir del razonamiento que tanto en el
caso de ir al cielo, como en el de ahogarse, lo mejor era pegar
unos cuantos polvos.
Los hombres maduros, razonaron de igual manera que los
jóvenes pero con menos energías y hormonas en el
cuerpo, y necesitando refuerzos se dedicaron a asaltar farmacias
en busca de Viagra o Cyalis, según el optimismo y las
esperanzas de cada uno, sin pensar que la mayoría mujeres
andaban de rezos o fornicando, según la edad y los gustos
de cada una. Las píldoras, salvo unos pocos afortunados,
solo les fueron útiles para la práctica del
onanismo o del bestialismo, esto último se dio mucho entre
pastores y amantes de los animales.
Por la tele no se les ocurrió otra cosa que dar
la película Furia de Fritz Lang. A mitad de la escena del
intento de linchamiento, la calle ya se había llenado de
una turba provista de antorchas que se dedicaba a la
rapiña y a la destrucción, ante la mirada curiosa
de los que rezaban, fornicaban o perseguían ovejas por las
calles. Rompieron escaparates y se dedicaron al robo de
televisores, ordenadores, lavavajillas, microondas, obras
completas de Tintín, abrigos o hamburguesas del
McDonald's, ante la envidia de los empleados de Burger King, del
Pans & Company y del KFC que no entendían porque
tampoco hoy no entraban en sus establecimientos. Hasta en las
últimas rapiñas de la humanidad el marketing
siguió imponiendo su ley.
El follón no impidió escuchar el atronador
sonido de las aguas que crecían inundándolo todo.
Turberos, mujeres, niños, fornicadores, curas, monjas,
perseguidores de ovejas y onanistas se quedaron quietos,
silenciosos. Unas trompetas celestiales sonaron en lontananza
anunciando la llegada del Señor que apareció,
según lo previsto, andando sobre las aguas. Tras un
universal "oooooooh" volvió el expectante
silencio.
El Señor miró en todas direcciones, como
queriendo quedarse con la cara de todos, y sin siquiera unas
palabras para explicar cómo se iba a desarrollar la
ceremonia, sacó su agenda y empezó a recitar el
nombre de los salvados en riguroso orden alfabético.
Éstos resultaron ser bastantes más de los ciento
cuarenta y cuatro mil que habían asegurado los testigos de
Jehová, lo que provocó un enorme y sonoro abucheo
dirigido al último Cuerpo Gobernante por parte de los
afiliados de la secta. Cuando se iba ya por la E estaba ya claro
que el Señor escogía sin distinción aparente
entre los que habían pasado las últimas horas
rezando, fornicando o robando. Esto no gustó nada a los
creyentes, y menos después del unánime cachondeo
del resto. La elección pilló por sorpresa a
más de uno, como aquel que alcanzó el último
coitus interruptus de su vida mientras se elevaba hacia
los cielos, o el ladrón que intentaba esconder el
televisor de plasma de cincuenta pulgadas detrás de su
culo; o aquel con un caso de priapismo agudo, por el uso excesivo
de Viagra, subía tapándose sus erectas partes
pudientes como podía.
Hubo gritos de protesta dirigidos a la iglesia y a sus
diez mandamientos, una vez visto que su cumplimiento en vida no
habían servido para gran cosa. El mosqueo más
grande se produjo entre los miembros del Opus Dei, grupo poco
afortunado en la salvación; muchos de ellos se lo tomaron
bastante mal y le echaron en cara al Señor el haberse
pasado toda la vida de ayuno, oración, abstinencia y
flagelación para esto. Si hubieran leído más
el antiguo Testamento en lugar de ayunar, orar, abstenerse y
flagelarse, hubieran sabido cómo se las gasta el
Señor cuando se cabrea, y no se habrían sorprendido
al verse fulminados por un rayo de fuego proveniente de su mano
derecha. Igual suerte corrió el director de
Loterías y desgraciadamente los niños del colegio
de San Ildefonso, solo darse la orden de empezar el sorteo. El
pobre niño no tuvo tiempo ni de decir veinticuatro mil dos
cientos dieciséis.
Con las horas el juicio final acabó
haciéndose pesado y aburrido pasadas las primeras
trescientas mil ascensiones. No hubiese estado de más
algún descanso para ir al lavabo o para comprar palomitas;
incluso se habrían agradecido actuaciones de coros
celestiales. Que el Señor hubiese prohibido fumar desde el
primer momento tampoco ayudaba demasiado. La gente bostezaba
esperando que llegase su apellido para saber cuál iba a
ser su destino, hasta tal punto había hecho mella el
desinterés entre los presentes.
Cuando el aburrimiento era ya extremo se oyó que
el Señor decía:
– Zuzumundi, José
– Presente- se oyó contestar al fondo de
todo
Y nos dimos cuenta que se había
acabado.
En el cielo habría en aquel momento unos dos mil
trescientos cuarenta y dos millones de personas, que en lugar de
estar quietos, revoloteaban como si de una bandada de estorninos
se tratase, tal era la armonía y la coordinación
entre todos ellos. El resto, hasta los siete mil millones,
flotaban en las aguas mirando hacia el cielo con cara de
gilipollas.
A una indicación del Señor, que iba
vestido con una elegante túnica de seda de color azul
celeste, los elegidos, algunos todavía con la bolsa de
McDonald's en la mano, se alejaron tras hacer dos tirabuzones y
un looping, mientras que los flotantes prorrumpían en una
cerrada y espontánea ovación, pues tal fue la
perfección y la sincronía en el vuelo final. La
nube se fue haciendo cada vez más pequeña hasta
desaparecer.
Tras unos minutos de silencio, en que todos miraban de
un lado a otro, los condenados empezaron a desaparecer a millares
por bloques homogéneos. Fue un momento muy desagradable
pues el follón de ruegos, gritos e insultos, innecesarios
e inútiles, rompieron el encanto de una tarde digna de
recordarse toda la vida.
Para acabarla de fastidiar los tiburones y los
cocodrilos marinos que hasta ese momento habían guardado
una compostura, como poco encomiable, empezaron a comer como si
no lo hubieran hecho desde el anterior diluvio universal.
Afortunadamente había condenados de sobras y pronto
saciaron su hambre dejando al resto tranquilos.
Quedaron por fin unos pocos flotando, rodeados de
muebles, de ataúdes de los resucitados (que se
habían quedado tal y como habían salido de la
tumba, lo que motivó más de un comentario en el
sentido de que no le hubiese costado mucho al Señor
repararlos un poco, y razón no les faltaba),
artículos de playa, pelotas, miles de patitos de goma de
color amarillo, rosarios griegos de madera, hamburguesas (del
McDonald's), bolsas de plástico, cajas vacías de
Viagra, colillas, latas de Coca Cola, compresas o
preservativos.
Parecía una escena de la
película Titanic, no esa en que Leonardo DiCaprio se tira
a Kate Winslet dentro de un coche, sino la otra.
Autor:
Salvador González