Monografias.com > Historia
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Los inicios de la intervención alemana en la España de 1936



  1. Las primeras
    semanas de guerra civil española
  2. Los voluntarios
    alemanes
  3. El avance hacia
    Madrid y Toledo
  4. La acción
    alemana se institucionaliza
  5. Notas
  6. Bibliografía

Las semanas siguientes al 18 de julio de 1936 fueron
testigo de cómo el mapa de España quedaba dividido
inicialmente en dos zonas: la del Frente Popular y la de la
sublevación cívico-militar que buscaba su
derrocamiento. En ambas zonas, extranjeros de diverso origen
empuñaron las armas para combatir por el bando al que
apoyaban ideológicamente. Mientras en la zona frentista se
organizaban las Brigadas Internacionales bajo mando comunista en
Albacete, pilotos alemanes ayudaban a transportar por vía
aérea el Ejército de África a la
España peninsular, bajo el mando del General
Franco.

Pasados los primeros días de caos tras el golpe
de Estado del 18 de julio de 1936, con ciudades y pueblos en los
que las fuerzas de uno y otro signo se iban haciendo con su
control, el mapa de España quedó definido
inicialmente con las zonas que ocupaba cada bando a principios
del mes de agosto. Desde el mismo 18 de julio también
había dado comienzo la conocida como «guerra de
columnas». En cada núcleo en el que había
triunfado uno u otro bando se organizaron columnas compuestas, en
territorio del Frente Popular, por milicianos, guardias de
asalto
, carabineros y soldados regulares, y en territorio
del alzamiento por soldados, falangistas y requetés
carlistas sobre todo, con la misión de asegurar el dominio
de zonas limítrofes, así como la de dirigirse hacia
el lugar por donde venían a su encuentro las columnas
contrarias, con el fin de detenerlas y destruirlas. Desde la zona
del levantamiento partieron varias columnas en dirección a
Madrid, que era el objetivo principal en el plan del General
Emilio Mola, cabeza visible del movimiento rebelde. Así,
desde Navarra salió una columna al mando del Coronel
García Escámez, hacia Somosierra (en la cordillera
del Sistema Central, al norte de Madrid), siguiendo la ruta
Logroño-Soria-Madrid. Ya en camino se desvió hacia
Guadalajara, donde una guarnición sublevada
resistía el ataque de una columna frentista
procedente de Madrid. Ésta consiguió finalmente
hacerse con el control de Guadalajara por lo que, al conocer la
noticia, la columna de García Escámez retomó
su rumbo original y llegó al paso de montaña de
Somosierra. Allí se le unió otra columna procedente
de Burgos que, tras expulsar de la ciudad a las tropas leales al
Frente Popular, la habían asegurado para el alzamiento el
25 de julio de 1936.

Desde Valladolid partió otra columna con la
intención de hacerse con el paso de Guadarrama, lo que
consiguió el 7 de agosto de 1936 tras enconados combates.
El tercer paso de montaña en importancia que daba acceso a
Madrid desde el norte era el de Navacerrada, quedaría
finalmente en manos frentistas. De ese modo quedó
configurado el frente al norte de Madrid sobre la barrera
montañosa del Sistema Central. También desde
Navarra se organizaron varias columnas que se dirigieron hacia
Guipúzcoa, batiendo a las tropas izquierdistas y
secesionistas vascas que defendían la frontera con
Francia, entre finales de agosto y principios de septiembre de
1936. Los principales puntos clave de la provincia de
Guipúzcoa y de los pasos de fronteras con Francia, tales
como Behovia, Irún y Fuenterrabía, caen en poder de
los carlistas navarros tras intensos combates. Lo mismo sucede en
el interior de la provincia: Tolosa, Andoain, Hernani, Pasajes y
San Sebastián son tomadas por los tercios del
Requeté
, las milicias del partido carlista, radical
conservador. Pero su avance no se detiene en la capital
guipuzcoana, y los requetés van ocupando
progresivamente toda la provincia, hasta que a principios de
octubre se estabiliza el frente, quedando toda Guipúzcoa,
uno de los baluartes del secesionismo vasco, bajo la
ocupación de las tropas navarras, contrarias al
separatismo.

En el bando frentista, las principales columnas
y las de mayor tamaño, por lo menos en lo que respecta a
sus efectivos, fueron las que se organizaron en Barcelona bajo
mando anarquista, y que tuvieron por objetivo la ocupación
de Aragón. A tal fin salieron, a partir del 24 de julio de
1936, de Barcelona tres grandes columnas, compuestas
mayoritariamente por milicianos anarquistas, cada una en
dirección a una capital provincial aragonesa (Zaragoza,
Huesca y Teruel). En conjunto sumaban casi 15.000 hombres,
suficientes para cubrir un frente de 500 km escasamente defendido
por apenas 2.000 soldados del alzamiento. Aunque las columnas
catalanas consiguen ciertos éxitos iniciales, al
sobrepasar varios puestos enemigos y pequeñas guarniciones
avanzadas, según van pasando los días, la inicial
euforia anarco-sindicalista va menguando, y se palpa el
desánimo entre sus filas, a las que se han ido
añadiendo fuerzas de otros signos políticos, como
milicianos del POUM (Partido Obrero de Unificación
Marxista), de Izquierda Catalana, del PSUC (Partido Socialista
Unificado de Cataluña, prosoviético), además
de unidades sueltas de la Guardia Civil, Guardia de Asalto y
Ejército de Tierra partidarias del Frente Popular. Los
rebeldes, que en todo momento cuentan con una
desproporción numérica de 1 a 6 en su contra,
también reciben refuerzos, con los que consiguen a duras
penas frenar el avance enemigo, que ya está más
organizado que al principio, después de unas primeras
semanas en las que imperaba el caos en sus filas. Huesca,
Zaragoza y Teruel, las tres ciudades que pretenden tomar las
columnas catalanas, son conservadas por los alzados tras una
enconada resistencia en las franjas rurales inmediatas a su casco
urbano.

En agosto de 1936 tiene lugar en la zona
mediterránea una operación anfibia patrocinada por
la Generalidad de Cataluña, y en la que colaboró de
manera entusiasta el gobierno español del Frente Popular.
Las Islas Baleares, de indudable valor estratégico,
habían quedado, a excepción de Menorca —que
hasta el final de la guerra quedó en manos
frentistas— en poder de los alzados, por lo que su
conquista constituyó una empresa acariciada con fervor por
las autoridades de una Generalidad que veía en ellas una
importante baza, con el fin de constituir en el futuro una
Cataluña independiente de España, con tres
provincias sometidas en Aragón, además de las Islas
Baleares. Aunque carecía de mando efectivo sobre las
columnas anarquistas, cuyo propósito era establecer el
«comunismo libertario» en Aragón, la
Generalidad ya soñaba con crear una Cataluña
independiente, con unos territorios que ahora, con el proyectado
desembarco en las Islas Baleares, creía que podría
someter fácilmente. [1] En la primera semana de
agosto triunfan los desembarcos frentistas en las islas
carentes de guarnición o escasamente defendidas, como
Cabrera, Formentera e Ibiza. Quienes protagonizan estos
rápidos éxitos iniciales son los miembros de dos
columnas sin coordinación mutua, embarcadas en Barcelona y
Valencia. La primera estaba al mando del capitán
frentista de aviación Alberto Bayo, y la segunda
al mando del también frentista y capitán
de la Guardia Civil Manuel Uribarri. El objetivo principal era
Mallorca, con mucho la isla más imporante y extensa de
todas las Baleares, donde desembarca el 16 de agosto un nutrido
contingente de fuerzas heterogéneas, cuyo número se
aproxima a los 4.000 hombres al final del día.

Tras unos pequeños éxitos iniciales, los
desembarcados tienen que ponerse a la defensiva ante la
resistencia y los contraataques de los defensores mallorquines,
que reciben pocos días después de iniciado el
desembarco pertrechos, municiones y seis aviones procedentes de
Italia. Este decisivo armamento había sido adquirido, tras
repetidos intentos, por enviados españoles del alzamiento,
y su aparición desbarata la expedición barcelonesa
de Bayo, que pierde pronto su capacidad combativa y solicita su
reembarco, lo que se lleva a cabo la noche del 4 de septiembre de
1936. [2] A pesar de que el reembarco de Bayo fue un
éxito de organización y sigilo, supone un fracaso
por el hecho de que deja en manos de los defensores de la isla
todo su material pesado y abundantes pertrechos de diverso tipo.
La operación catalana acabó así en un
rotundo fracaso, siendo recuperadas por las tropas sublevadas, en
pocos días, las islas que habían sido tomadas con
tanta facilidad y rapidez en los primeros días de
agosto.

En el sur de España, el principal problema para
el General Franco, jefe del Ejército de África, es
el traslado de sus fuerzas desde el Protectorado español
en Marruecos a Andalucía, cruzando el Estrecho de
Gibraltar, para asegurar el control sublevado en la parte
occidental de la región, y montar una ofensiva desde esa
base territorial en dirección a Madrid. En los días
siguientes al golpe del 18 de julio, y a bordo de algunas
pequeñas embarcaciones y de los pocos aviones de que
disponían los rebeldes, fueron trasladados a la
Península varios centenares de legionarios y
regulares marroquíes. Aunque es un punto hoy
debatido, al parecer esta precaria operación supuso el
primer puente aéreo militar de la Historia. Dado que por
vía marítima era muy peligroso efectuar un
transporte en toda regla, debido a que en aguas del Estrecho
operaban diversos buques afectos al gobierno frentista
—entre ellos el acorazado Jaime I, uno de los dos
buques más potentes de la Armada española en esos
momentos— se hizo necesario el envío de tropas por
vía aérea. Entre el 29 de julio y el 9 de agosto de
1936 el transporte es llevado a cabo por aviones españoles
y los primeros trimotores Junkers Ju 52 cedidos por
Hitler a los sublevados, corriendo la continuación del
transporte, a partir del 10 de agosto, a cargo de los aviones
alemanes. A pesar de los agotadores servicios que los pilotos
—españoles y alemanes— realizaban de continuo,
el número de soldados que esperaban en Ceuta y Melilla su
embarque en los aviones era muy elevado aún, por lo que se
hizo necesaria la formación de un convoy naval que lograra
poner en la Península importantes efectivos
—cercanos al millar de hombres— de una sola vez y con
la mayor urgencia.

El 5 de agosto de 1936 salió de Ceuta el
proyectado convoy, en el que viajaban a bordo de dos motonaves de
pasaje casi 2.000 legionarios y regulares, y que
llegó a Algeciras tras serias dificultades, al ser
descubierto y atacado por el destructor frentista
Alcalá Galiano
. El éxito de este convoy,
aparte del logro militar que supuso, trajo consigo un efecto
moral de gran importancia, y demostró que los buques de
guerra que habían quedado en poder de la marinería
revolucionaria de izquierdas, a pesar de contar con una gran
potencia de fuego, no estaban ni estarían durante toda la
guerra al 100% de su capacidad operativa. En este teatro de
operaciones del Sur fue donde actuaron inicialmente los primeros
voluntarios alemanes del bando nacional, que llegaron a
Cádiz el 6 de agosto en medio de un gran
secreto.

Los trimotores de transporte Junkers Ju 52
tripulados por pilotos alemanes, a cuyo mando se encontraba el
Oberleutnant [teniente primero] Von Moreau, recibieron
como primera misión el traslado del Ejército de
África a la España peninsular y el adiestramiento
de pilotos españoles. En las primeras semanas de su
estancia en España tenían expresamente prohibida la
participación en misiones de combate. Pero esta
prohibición dejó de observarse de manera efectiva
hacia mediados del mes de agosto, a raíz del ataque del
acorazado frentista Jaime I sobre el mercante
alemán Usaramo en el puerto de Cádiz. Al
atracar éste en dicho puerto, sufrió una salva de
artillería procedente del citado acorazado —aunque
algunas fuentes indican que había sido disparada por el
destructor Almirante Valdés— lo que
proporcionó el argumento de legitimidad que los alemanes
buscaban para tomar parte en misiones de combate en
España. El Jaime I, lo mismo que la
mayoría de los buques de la Armada española,
había sido tomado el 21 de julio de 1936 por elementos
revolucionarios de izquierda presentes en sus tripulaciones, que
habían reducido y apresado a sus oficiales, para luego
ejecutarlos en masa. Al perder a sus mandos, los buques de guerra
españoles perdieron gran parte de su efectividad, pero los
comités de marineros aún podían poner en
grave peligro los intentos de trasladar el Ejército de
África a la Península, pues eran capaces de
utilizar la artillería de los barcos. Por ello el
Oberleutnant Von Moreau propuso atacar por aire el
Jaime I y consiguió de su superior, el Comandante
Von Scheele, autorización para llevar a cabo el ataque; el
General Alfredo Kindelán, jefe de las fuerzas
aéreas españolas sublevadas o nacionales,
dio su consentimiento a la iniciativa.

La madrugada del 13 de agosto de 1936 dos Junkers Ju
52
, tripulado el primero por Von Moreau más un
auxiliar bombardero, y el segundo por Alfred Henke y el
Oberleutnant Graf Max von Hoyos como bombardero,
despegaron del aeródromo militar nacional de
Tablada en Sevilla, con la misión de bombardear el
Jaime I, que se encontraba anclado en la Bahía de
Málaga, según el servicio de inteligencia del
General Queipo de Llano, jefe militar sublevado con mando supremo
en Andalucía occidental. [3] Sobrevolando el
acorazado frentista a una altura de 500 m, le lanzaron
cinco bombas, según algunas fuentes, de 250 kg (los
aviones portaban doce bombas de ese peso en total), de las que
impactaron dos de ellas, ocasionando al buque seis muertos y
varios heridos, así como daños que no fueron tan
importantes como creyeron Henke y Von Moreau, quienes
sobreestimaron su éxito, al ver que se elevaban dos
columnas de humo y llamas, por lo que no consideraron necesario
dar una segunda pasada y lanzar más bombas. De hecho, el
Jaime I pudo zarpar por sus propios medios y llegar
hasta la base naval de Cartagena, donde atracó el mismo 14
de agosto por la tarde para reparar los daños sufridos. De
la escasa entidad de los mismos da idea el que el Jaime
I
tomara parte, a comienzos de septiembre, en la
evacuación de Mallorca por la expedición del
Capitán Bayo. [4]

Dos días después de esta acción, el
15 de agosto de 1936, los voluntarios alemanes en España
tuvieron sus primeras bajas mortales: el Unteroffizier
[alférez] Helmut Schulze y su homólogo Herbert Zech
pierden la vida al estrellarse el Ju 52 que tripulan
cerca de la ciudad de Jerez de la Frontera; ambos habían
participado intensamente en los días del «Puente
del Estrecho»
realizando numerosos viajes entre
Melilla y Tablada cargados de soldados. Los restos de Schulze y
Zech fueron repatriados a Alemania a finales de agosto en el
mercante alemán Girgenti, que atracó en La
Coruña con un cargamento de material militar y luego
bajó hasta Huelva para cargar mena de cobre de las minas
de Río Tinto. El mismo 15 de agosto comienzan a operar en
España los primeros cazas alemanes Heinkel He 51
suministrados por Hitler a los sublevados españoles. Cinco
pilotos españoles y seis alemanes reciben estos biplanos,
[5] y a los tres días obtienen su primer derribo:
el Capitán García Morato derriba un caza
Nieuport-Délage 52 del Frente Popular en el
frente de Granada. El 25 de agosto, los alemanes derriban dos
biplazas frentistas de observación y asalto
Breguet XIX. [6] El 20 de agosto, los dos Ju
52
pilotados por Von Moreau y Henke, ya transformados para
misiones de bombardeo, reciben la orden de trasladar su base
desde Tablada hasta el aeródromo de San Fernando, cerca de
Salamanca.

Por esas mismas fechas, parte de las tropas que
habían sido transportadas desde el Rif hasta
España, y con las que se había constituido en
Sevilla la llamada "Columna Madrid" o "Ejército
Expedicionario" ya habían establecido contacto con la
más septentrional de las dos zonas controladas por los
sublevados, ocupando un corredor en Extremadura que la
unió con la meridional. Esta conexión se
consolidó el 11 de agosto con la toma por los sublevados
de la ciudad de Mérida. En una semana la "Columna Madrid",
al mando del Teniente Coronel Juan Yagüe, había
recorrido 200 km desde su punto de partida en Sevilla, dando
muestra de una gran resistencia física y de una
combatividad sin parangón en el bando enemigo. Tras la
toma de Mérida, la columna de Yagüe se dirigió
a Badajoz, donde se dio una de las primeras batallas de gran
envergadura de la recién iniciada contienda. Yagüe
contaba con unos 6.000 hombres, y en Badajoz había cerca
de 8.000 defensores, entre soldados y milicianos sindicales.
Éstos ofrecieron una tenaz resistencia apoyándose
en las murallas de la ciudad vieja, desde donde hicieron muchas
bajas a los legionarios; al final, la ciudad hubo de ser tomada
calle por calle y casa por casa, concluyendo la batalla el 14 de
agosto con importantes bajas para los atacantes.

Notablemente incrementada con efectivos de la Guardia
Civil, voluntarios españoles, así como nuevas
unidades del Ejército de África, la primitiva
columna que había partido de Sevilla con la misión
de dirigirse hacia Madrid avanza sin hallar resistencia
apreciable por el valle del río Tajo. Partiendo de
Mérida se dirige hacia Talavera de la Reina, tomando
Navalmoral de la Mata el 17 de agosto de 1936. Mientras tanto,
una segunda columna se desvía hacia el lado meridional de
su avance para proteger su flanco derecho y contener la amenaza
que supone la presencia en sus proximidades de fuerzas
frentistas. En el Monasterio de la Virgen de Guadalupe,
la llegada de las fuerzas de Franco libera a una pequeña
guarnición derechista que llevaba varias semanas
resistiendo los ataques de una columna izquierdista local. A
pesar de la facilidad inicial del avance, la resistencia de las
fuerzas del gobierno frentista va aumentando y
mostrándose cada vez más decidida y organizada, lo
que va ralentizando progresivamente el avance de las fuerzas
coloniales de Yagüe. El piloto alemán Von Moreau
realiza por estas fechas, concretamente el 22 de agosto de 1936,
antes de trasladar su puesto de mando al aeródromo
salmantino de San Fernando, un par de servicios de suministro
aéreo a un contingente mixto de combatientes y civiles
que, al mando del Coronel Moscardó, resisten desde el 18
de julio en el histórico edificio del Alcázar de
Toledo. El primer intento no tiene éxito y las cargas de
alimentos y material sanitario lanzadas desde el Ju 52
caen fuera del Alcázar. Pero el segundo, realizado por Von
Moreau a una cota más baja y aprovechando la escasa
visibilidad del ocaso, para evitar ser blanco de la
artillería antiaérea de los sitiadores, consigue su
propósito. Los antiaéreos izquierdistas disparan
intensamente contra su avión, pero éste logra salir
indemne.

Tras estas primeras acciones de los pilotos alemanes en
operaciones de combate, al margen de las de transporte, la
intervención alemana en la guerra de España a favor
del llamado bando nacional se fue generalizando, aun sin
contar con la autorización expresa del gobierno de Hitler.
Los trimotores Junkers Ju 52 alemanes, en
cooperación con los pilotados por tripulantes
españoles, realizaron en las últimas semanas del
mes de agosto varias misiones de bombardeo en los frentes del
centro de España, en apoyo de las fuerzas
nacionales que avanzaban hacia Madrid. Una de las
acciones más destacadas, realizadas por estas fechas, fue
también obra del Oberleutnant Von Moreau: la
noche del 28 al 29 de agosto de 1936, llevando como copiloto al
Capitán García Morato, que más tarde se
convertiría en el máximo as de la aviación
nacional española, el Ju 52 que pilota lanza un
ataque sorpresa sobre el Ministerio de la Guerra en Madrid, a una
cota de 500 m, dejando caer cuatro bombas. Éstas provocan
considerables daños y varios muertos. El ataque concluye
con una pasada a baja altura sobre la Estación del Norte,
una de las dos terminales ferroviarias de Madrid, causando
desperfectos menores.

El 27 de agosto de 1936 la columna nacional
reanuda su marcha desde Navalmoral en dirección norte,
tomando varias localidades al paso y llegando finalmente a
Talavera, población que ocupa tras intensos combates el 3
de septiembre. Entre esta localidad toledana y Madrid ya no
quedaban fuerzas organizadas del Frente Popular que se opusieran
al avance de las tropas coloniales del General Franco. La
caída de Talavera tuvo consecuencias políticas para
el poco eficaz gobierno frentista de José Giral,
que es obligado a dimitir en favor de uno controlado por el PSOE
y encabezado por el sindicalista radical Francisco Largo
Caballero. El nuevo presidente de gobierno se apresura a nombrar
al Coronel Asensio Torrado, al que asciende a General, jefe del
teatro de operaciones del Centro, con el cometido de frenar el
acercamiento del Ejército de África a la capital
frentista.

Los Junkers Ju 52 con tripulaciones
españolas, agrupados en la llamada Escuadra "B",
a los que se unieron el avión de Von Moreau y el de Henke,
continuaron realizando misiones de bombardeo en apoyo a las
fuerzas nacionales en tierra. Ante la petición de
nuevos envíos de material aéreo por parte del mando
nacional, el 23 de agosto de 1936 llegan al puerto de
Lisboa los mercantes alemanes Wigbert y Kamerun
cargados con combustible de aviación, nueve cazas
Heinkel He 51 y seis aviones de cooperación
Heinkel He 46. [7] En los dos mercantes alemanes
viajaban también tripulaciones de vuelo alemanas listas
para poner en servicio los aviones; hombres y aviones cruzaron
secretamente la frontera hispano-portuguesa a mediados del mes de
septiembre. El día 5 de ese mes, arribaron a España
por mar veinte aviones alemanes más, del modelo
Heinkel He 46; la ayuda militar alemana, dirigida al
núcleo africano de la sublevación, dirigido por el
General Franco, iba creciendo en volumen.

Por lo que respecta a los primeros cazas Heinkel He
51
llegados en el mercante alemán Usaramo y
que, aparte de sus seis pilotos alemanes, también eran
tripulados por militares españoles, a finales de agosto de
1936 pasan a manos exclusivamente alemanas, radicándose en
el aeródromo militar de Escalona de Prado (Segovia),
aunque con posterioridad cambiarían su base al
aeródromo militar de Ávila. Al margen de los
aviones llegados por vía marítima, otros buques
alemanes transportaron en los meses de agosto y septiembre de
1936 diverso material bélico a puertos españoles
bajo control nacional. El 26 de agosto el mercante
alemán Girgenti, que había zarpado el
día 22 de Hamburgo, descargó en La Coruña
8.000 fusiles, 8 millones de cartuchos y 10.000 granadas de mano.
El 31 de agosto llegó también el Usaramo
en una nueva expedición, cargado con bombas de
aviación, granadas de artillería y munición
para armas de infantería. Con la expedición llegada
el 5 de septiembre venía también el
Oberstleutnan [teniente coronel] de estado mayor Walther
Warlimont, oficial alemán de artillería,
responsable de la división económica del
Departamento de Armamento, enviado por el Ministro de la Guerra
alemán, General Von Blomberg, para servir de enlace entre
el gobierno del III Reich y las fuerzas nacionales, además
de actuar como su representante personal ante el General Franco y
el mando nacional. [8] Igualmente sustituyó al
Comandante Von Scheele como jefe supremo de los voluntarios
alemanes en España. Instalado en el Hotel Cristina de
Sevilla, el 6 de septiembre mantuvo una primera entrevista con el
General Franco en el cuartel general de éste en
Cáceres, en la que actuó como intérprete
Johannes Bernhardt. Las conclusiones que sacó Warlimont de
la reunión, y su propia visión sobre la
evolución de la guerra civil española, las
redactó en dos informes que envió inmediatamente a
Berlín. En el primero de ellos recalcó que los
frentistas disponían de más aviones que
los nacionales, por lo que era necesario enviar
más material aéreo para contrarrestar su
superioridad numérica; de igual forma destacó la
necesidad de enviar a España carros de combate, de los que
los nacionales carecían, mientras que el Frente
Popular hacía uso de un gran contingente de procedencia
soviética, desembarcado en la base naval de Cartagena por
varios buques de carga soviéticos.

El 18 de septiembre de 1936 arribó a Cádiz
nuevamente el mercante alemán Wigbert, que
descargó dos hidroaviones: uno del modelo Heinkel He
59 B-2
(bimotor), y otro del modelo Heinkel He 60
(monomotor). A finales de septiembre de 1936 se recibieron
además en España cuatro nuevos trimotores de
transporte y bombardeo Junkers Ju 52 y nueve cazas
monomotores Heinkel He 51, con los que se reforzó
notablemente el apoyo aéreo en el frente de Asturias, en
el que varias columnas nacionales procedentes de Galicia trataban
de liberar la asediada guarnición de Oviedo, que llevaba
ya dos meses resistiendo el ataque de varias columnas
frentistas. En el centro de España, Franco decide
ir en auxilio de los sitiados en el Alcázar de Toledo en
lugar de avanzar a toda prisa hacia Madrid. Primero destaca la
agrupación de fuerzas que guarnecía su flanco
derecho, la cual halla fuerte resistencia frentista que
no esperaba inicialmente. En el valle del Tajo, la inicial
guerra de columnas da paso a un despliegue mucho mayor
de efectivos, situándose las fuerzas contendientes de cada
bando en torno a los 30.000 hombres, escala que hasta el momento
no se había visto; la situación en España se
va definiendo con claridad creciente hacia una guerra civil en
toda regla, dejando atrás la indefinición de la
situación inicial de golpe de Estado.

En una de las decisiones más polémicas de
la guerra, el General Franco abandona el avance hacia Madrid como
eje principal de marcha para dirigirse hacia Toledo, ciudad
histórica en la que se encontraba un centro militar
emblemático, la Academia de Infantería, con sede en
el edificio del histórico Alcázar. En él se
habían parapetado desde el 18 de julio un total de 1.800
personas aproximadamente, entre civiles, cadetes y guardias
civiles, a las órdenes del Coronel Moscardó, que
secundó la sublevación, como ya se ha dicho. El
asedio, que ha pasado a la historia como un ejemplo de tenaz
resistencia, había llamado la atención de la prensa
internacional, y la caída o la liberación del
complejo fortificado suponía una gran baza
propagandística, y un motivo de inspiración moral
para ambos bandos. Desde mediados de agosto, aviones nacionales
abastecían, aunque de forma precaria, a los sitiados, que
tuvieron que soportar graves penalidades y numerosos bombardeos
artilleros y aéreos, además de la voladura de una
parte del edificio por minas subterráneas practicadas por
zapadores de la fuerza de asedio.

Tras la toma de la localidad de Maqueda el 21 de
septiembre de 1936, las fuerzas de África ahora conocidas
como Agrupación de Columnas de Vanguardia, pasan
a estar bajo el mando del General José Enrique Varela, en
sustitución del Coronel Yagüe, de baja por enfermedad
a partir del día 24, e inician el avance hacia Toledo el
25 de septiembre. Dos días más tarde, las primeras
unidades de regulares marroquíes y legionarios
levantan el asedio del Alcázar de Toledo y liberan a sus
defensores, que se encontraban ya en situación
desesperada, sin apenas víveres ni municiones; al
día siguiente toda la capital toledana queda en poder de
los nacionales. Eliminado el cerco del Alcázar,
la A.C.V. podía ahora variar su eje de marcha y dirigirse
hacia Madrid, donde el nuevo gobierno socialista de Largo
Caballero se apresta a organizar la defensa de la
capital.

En Berlín el General Heinz Guderian, conforme a
los informes remitidos por el Teniente Coronel Warlimont, ordena
al Oberstleutnant [teniente coronel] Ritter Wilhelm von
Thoma, pionero como el mismo Guderian del arma acorazada en
Alemania, que se traslade a España al frente de una unidad
expedicionaria de tanques al servicio del General Franco. Von
Thoma llegó a su destino antes de fin de mes y fue
recibido por Franco en una entrevista privada. Al mismo tiempo, y
tras la aceptación del que ya era virtualmente jefe
supremo nacional como Generalísimo, Von Thoma
comienza a reclutar voluntarios en los regimientos acorazados
alemanes nº 4 (con base en Neuruppin) y nº 6 (con base
en Schweinfurt) con la misión de instruir en España
a personal del ejército nacional en el manejo y
empleo en combate de medios acorazados. Los voluntarios que se
presentasen para la misión en España serían
dados de baja en sus respectivas unidades mientras se encontraran
en suelo español, dado el carácter encubierto de la
misión. Concentrados en la base militar de Döberitz,
cercana a Berlín, son trasladados al puerto báltico
de Stettin y finalmente embarcados en Dantzig, a bordo de los
mercantes Girgenti y Passajes, un total de 267
hombres, 41 tanques modelo Panzer I A, 24 cañones
antitanque del calibre 37 mm, junto con varios camiones y grandes
cantidades de munición y repuestos, para mantener en
servicio tanto los carros como las piezas de artillería
antitanque. Los soldados y oficiales alemanes viajan con ropas de
paisano y el material de guerra es camuflado en grandes embalajes
de madera, simulando que se trata de maquinaria industrial y
agrícola de uso no militar.

Los buques mercantes parten escoltados hasta aguas
jurisdiccionales españolas por los cruceros acorazados
Admiral Scheer y Deutschland, además de
por el antiguo torpedero Seeadler. El 7 de octubre
llegan a Cádiz y poco después de desembarcar,
hombres y máquinas parten hacia Sevilla, desde donde
serán reexpedidos por ferrocarril en dirección a
Cáceres. En la ciudad extremeña se organiza una
plana mayor, dos compañías de tanques, una de
transportes, una de reparaciones, una armería y una unidad
de instrucción antitanque. [9] Los soldados
alemanes, además de formar como tripulaciones de los
tanques Panzer I A, participan en el adiestramiento de
tanquistas españoles, para que tripulen tanto los carros
como los cañones antitanque que traen de Alemania. A
partir de ese momento, las unidades terrestres alemanas en
España reciben la denominación de Grupo
"Imker"
y pasan a estar dirigidas por elTeniente Coronel
Freiherr Hans von Funck [10], si bien las unidades
acorazadas tendrían un mando propio, ejercido por el
Teniente Coronel Ritter Wilhelm von Thoma, siendo denominadas en
conjunto como Gruppe Thoma o Panzergruppe
"Drohne
". En cuanto a las unidades aéreas, en el
mismo mes de octubre de 1936 los cazas alemanes Heinkel He
51
distribuidos entre las Escuadrilas nº 1 y nº 2,
y pilotados por personal alemán, son trasladados al frente
aragonés. Allí las columnas frentistas
procedentes de Cataluña habían ocupado diversos
pueblos, y se habían aproximado peligrosamente a las
ciudades de Huesca, Zaragoza y Teruel.

El 11 de octubre de 1936 los cazas Heinkel He
51
y los trimotores Junkers Ju 52 trasladan su base
de operaciones a Zaragoza, para cooperar en la defensa contra el
avance frentista. Los cazas se empeñan con
notable éxito y consiguen derribar varios aviones
enemigos. También logran interceptar dos formaciones de
bombarderos que se dirigían a atacar las posiciones
nacionales en torno a la ciudad de Huesca. Durante varias
semanas, los alemanes no tienen que lamentar ninguna baja,
mientras que aumenta su cuenta de derribos. Gracias a su
presencia, los nacionales van consiguiendo la supremacía
aérea en el frente de Aragón, y los contraataques
que lanzan los nacionales en tierra disponen del excepcional
"lujo" que supone verse apoyados por unidades aéreas del
propio bando. En el sector de Huesca los éxitos permiten a
los nacionales aflojar la presión en torno a la ciudad y
alejar la línea de frente de su casco urbano. Sin embargo,
no todo fueron éxitos: también hubo errores y
fracasos. Uno de los más notorios se debió al
derribo, por parte de los cazas alemanes, de un bombardero
nacional modelo Fokker F. XII, pilotado por los
capitanes Rodríguez Carmona y Ereyalar. El Fokker
había despegado del Aeródromo de la Virgen del
Camino (León) y fue atacado por cazas He 51 sobre
Oviedo, donde cooperaba en la defensa de las fuerzas nacionales
cercadas en el centro de la ciudad. [11] Los disparos
alemanes dañaron uno de los tres motores del avión
e hirieron a Rodríguez de gravedad en un brazo. Aun
así, consiguió escapar y regresar a León. Un
incidente similar había tenido lugar cerca de Segovia a
finales de agosto: un De Havilland D.H. 89 nacional,
pilotado por los españoles Pouso y Vela, fue derribado por
un He 51 pilotado por un alemán, pereciendo los
dos ocupantes del avión de fabricación
británica. El 28 de octubre de 1936, cuando el frente
aragonés ya había quedado estabilizado, los aviones
alemanes fueron trasladados al frente cantábrico, por lo
que regresaron a sus anteriores bases en Ávila y
Salamanca. Los cazas de la Escuadrilla nº 2, mandada por el
Oberleutnant Von Houwald son reemplazados a los pocos
días por los pilotos españoles de la nueva
Escuadrilla "1-E-2", fogueada en sus primeras acciones en el
frente de Madrid.

[1] El presidente de la República en
aquellos momentos, Manuel Azaña, explica en detalle en su
ensayo La velada en Benicarló estos proyectos
secesionistas que Lluis Companys, presidente de la Generalidad de
Cataluña, proclamaba como un éxito inminente (ver
bibliografía).

[2] La columna valenciana de Uribarri ya
había reembarcado y abandonado Mallorca, al producirse
disensiones en el mando entre éste y Bayo, agravadas por
diferencias políticas e ideológicas. El
antagónico mosaico de fuerzas de izquierda que
luchó por el Frente Popular entre 1936 y 1939 fue un
heterogéneo bloque de partidos y sindicatos de izquierdas
lleno de disensiones, lo que explica en gran parte por qué
perdió la guerra, cuando disponía de recursos mucho
mayores en todos los campos que el bando sublevado o
nacional.

[3] El avión pilotado por Henke era un
trimotor civil de la Lufthansa, el Max von
Müller
, que posteriormente fue utilizado por emisarios
del General Franco para viajar a Alemania, con el fin de
solicitar a Hitler ayuda militar para la sublevación
derechista contra el Frente Popular. Este avión civil, que
cubría la ruta postal entre Alemania, España
(Madrid y Sevilla) y el Protectorado español del Rif en
Marruecos (Tetuán), fue inicialmente requisado por el
Ejército de África para la misión antes
citada. Su piloto, Alfred Henke, opuso resistencia en un
principio a las órdenes de sus captores, pero luego, tras
recibir éstos el pleno respaldo personal de Hitler,
colaboró con ellos y se sumó de manera entusiasta a
sus nuevas misiones como piloto militar en misiones clandestinas.
El Max von Müller fue el primer avión
alemán que tomó parte en el traslado por aire del
Ejército de África a la España
peninsular.

[4] El bombardeo nocturno del acorazado Jaime
I
fue relatado de manera autobiográfica por uno de
los dos auxiliares de bombardeo que participaron en la
misión, el Oberleutnant Graf Max von Hoyos, en su
libro Pedros y Pablos, publicado en 1940; aunque
proporciona algunos detalles valiosos, Von Hoyos se deja llevar
por el entusiasmo ideológico y propagandístico
propio de la época, y su narración cae en diversas
imprecisiones e inexactitudes (ver
bibliografía).

[5] Los pilotos alemanes fueron el
Hauptmann [capitán] Ottheinrich von Houwald, el
Hauptmann Johannes Trautloft, el Hauptmann
Herwig Knüppel, el Oberleutnant [teniente primero]
Eberhardt Kraft, el Leutnant [teniente] Gerhard Klein y
el Leutnant Ekkehard Hefter; los españoles fueron
el Capitán García Morato, el Capitán
Rambaud, el Teniente Ramiro Pascual, el Teniente García
Pardo, y el Teniente Julio Salvador.

[6] Uno fue derribado por el
Oberleutnant Kraft, y el otro por el Hauptmann
Trautloft.

[7] La dictadura del presidente Oliveira Salazar
en Portugal, marcadamente anticomunista, prestó apoyo a la
sublevación desde sus inicios, aunque no intervino
directamente en la guerra civil española. El permiso para
descargar en Lisboa material aéreo y suministros alemanes
con destino a la fuerza aérea del General Franco fue
obtenido el 21 de agosto por Johannes Bernhardt, uno de los
primeros alemanes que mediaron ante Hitler para que Alemania
apoyara la sublevación española. Bernhardt obtuvo
audiencia con el presidente portugués Oliveira Salazar y
logró que accediera a la descarga de pertrechos en suelo
portugués.

[8] Fue conocido bajo los sobrenombres clave de
Guido y Waltersdorff, dado el carácter
clandestino de la intervención militar alemana en
España. El Oberstleutnant Warlimont es
considerado el personaje clave en la creación y
organización de la presencia alemana en la guerra civil
española como Legión Cóndor. De
hecho actuó frecuentemente como consejero técnico,
económico y político con el fin de dar al armamento
alemán el mejor uso posible en España, sin perder
de vista los intereses políticos de Hitler. Estuvo en
España hasta diciembre de 1936; el 21 de ese mes
presentó un informe general a Hitler y sus ministros sobre
la situación de España, en cuyo transcurso
expresó la opinión de que no era conveniente el
despliegue en el país de grandes unidades militares
alemanas. En apoyo de esta tesis se pronunciaron el Ministro de
la Guerra Von Blomberg, y el jefe del estado mayor general
alemán, General Von Fritsch. Wilhelm Faupel, embajador de
Alemania en la España nacional, defendió una mayor
implicación alemana en la guerra de España, pero el
criterio de Warlimont prevaleció, al coincidir con las
intenciones de Hitler en política exterior.

[9] Hacia finales de octubre de 1936
llegará una compañía antitanque adicional,
que será desembarcada en el puerto de Vigo.

[10] Este oficial fue, a partir de la
constitución oficial de la Legión
Cóndor
, enlace de la unidad alemana con el C.G.G.
español, el estado mayor del General Franco. Cuando
Alemania reconoció a la España nacional
diplomáticamente, Von Funck fue nombrado agregado militar
de la embajada alemana en el nuevo Estado español, primero
con sede en Salamanca, y posteriormente en Burgos.

[11] El error en la identificación del
Fokker F. XII, trimotor civil de transporte que
podía militarizarse fácilmente, se debió a
que éste sólo iba correctamente identificado en uno
de sus lados. El 18 de agosto de 1936 la aviación nacional
había adoptado como señas de reconocimiento discos
negros y aspas blancas en lugar de la escarapela tricolor de la
aviación republicana. Sin embargo, el avión de
Rodríguez y Ereyalar sólo había sido pintado
con las divisas nacionales en un lado del fuselaje. En el otro
figuraba la escarapela roja, amarilla y morada, y los alemanes al
verla lo creyeron uno de los muchos aviones civiles precariamente
militarizados con que volaba la aviación
frentista desde julio de 1936.

Hans-Henning Abendroth, Hitler in der
Spanischen Arena: Die deutsch-spanischen Beziehungen im
Spannungsfeld der europäischen Interessenpolitik, vom
Ausbruch des spanischen Bürgerkrieges bis zum Ausbruch des
Weltkrieges, 1936-1939.
Paderborn, F. Schöning,
1973.

Raúl Arias Ramos, La Legión
Cóndor en la Guerra Civil. El apoyo militar alemán
a Franco.
Madrid, La Esfera de los Libros, 2003.

Juan Avilés Farré, Las grandes
potencias ante la guerra de España.
Madrid, Arco
Libros, 1998.

Manuel Azaña, La velada en
Benicarló: diálogo de la guerra de
España.
Madrid, Castalia, 2005.

Clarence Dempsey Beck, A study on German
involvement in Spain, 1936-1939.
Albuquerque, New Mexico
University Press, 1972.

Wayne H. Bowen, Spaniards and Nazi Germany:
Collaboration in the 'New Order'.
Columbia, University of
Missouri Press, 2000.

Graf Max von Hoyos, Pedros y Pablos.
Fliegen-Erleben-Kämpfen in Spanien
. Múnich, F.
Bruckmann, 1940.

 

 

Autor:

Jorge Benavent

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter