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Los movimientos sociales en la Europa del Siglo XIX



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Monografía destacada

  1. Introducción
  2. Antecedentes de los
    movimientos sociales contemporáneos. La lucha por el
    pan
  3. Origen del Movimiento
    Obrero en Gran Bretaña
  4. La Francia
    revolucionaria
  5. España: escaso
    desarrollo económico e inestabilidad
    político-social
  6. La permanente
    inestabilidad política y social portuguesa
  7. Rusia: graves y
    permanentes conflictos sociales
  8. Del desarrollo
    económico-social belga y alemán al resurgimento
    italiano
  9. Documentos

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Introducción

La historia es el testimonio
de los tiempos, luz de verdad, vida de la
memoria, maestra de la vida, anunciadora de lo
porvenir.

Cicerón.

La historia no la hace
un hombre por grande que sea. La histo-ria no es un
soneto ni un solitario.La historia es hecha por mu-chos: por
grupos humanos pertrechados para ello.

José Ortega y
Gasset.

Como todo el mundo sabe, la Historia es la ciencia que
narra los hechos de la Humanidad. Estos hechos que se realizan en
un tiempo y espacio con-cretos, no son casuales sino que, por el
contrario, obedecen a una serie de causas concretas que el
historiador pacientemente ha de buscar y sacar a la luz.
Además, los hechos históricos que realmente nos
interesan no son los producidos por un individuo,por muy
importante que éste sea (César,Napo- león o
Whasington) sino por toda una colectividad de personas o clases
sociales que forman la Humanidad y que, a lo largo de las
distintas etapas históricas, han tenido un papel
hegemónico o, por el contrario, tuvieron que luchar para
conseguir mejorar su situación económica y social.
De ahí que la Historia sea una ciencia dinámica, en
constante movimiento, que nos acerca el pasado pero, a su vez,
nos ayuda a entender el presente.

Por lo tanto el historiador no es un mero narrador de
acontecimientos del pasado sino que ha de abordar, en
profundidad, todas las actividades
políticas,sociales,económicas,religiosas y
artísticas de toda la Humanidad.

El oficio de historiador es complicado. Tiene que
indagar y analizar gran cantidad de fuentes: cartas, documentos,
informes de todo tipo, periódicos, libros
diversos,revistas…y en numerosas ocasiones se encuentra
con datos contradictorios. Al realizar esta obra me
encontré con documentos que dife- rían
sustancialmente a la hora de recoger un determinado hecho. Por
ejem- plo en la manifestación denominada "Peterloo" en la
Inglaterra de princi- pios del S.XIX se sabe que hubo un
determinado número de muertos. Sin embargo unas fuentes
dicen que murieron 11 manifestantes y otras 20.¿Qué
fuente consultada sería la correcta?.

Siguiendo todas estas consideraciones me centraré
en algunos de los he- chos históricos acaecidos en Europa,
a lo largo del siglo XIX. Esta obra es simplemente un trabajo de
aproximación histórica al denominado siglo de Las
revoluciones puesto que sería poco menos que imposible
pretender analizar pormenorizadamente estos hechos
históricos en tan solo unas 300 páginas que
configuran este libro.

La primera consideración a tener en cuenta es la
nueva forma económi- ca que se impone,desde finales del
S.XVIII en Europa,que será la capitalis- ta, configurando
otro régimen de organización social y
económico basado en el desarrollo industrial y el
intercambio comercial.Son abolidos los dere- chos feudales en el
campo y desaparecen del escenario las soberanías feu-
dalistas para dar paso a los Estados nacionales
y,posteriormente,al recono- cimiento del derecho de los pueblos a
darse su propio gobierno. En otras palabras, al reconocimiento de
la soberanía popular. Este proceso se da, con mayor o
menor fuerza, en los diferentes países europeos e imprime
su carácter fundamental a la organización social de
los pueblos, en pleno apo- geo de la Revolución
Industrial.

Las relaciones sociales han sido muy conflictivas
permanentemente. Hay una teoría que señala el
conflicto como la base de las relaciones sociales. Partiendo de
esta teoría se puede observar que la conflictividad es y
ha sido muy variada (obreros-empresarios,
campesinos-terratenientes, etc.). En los conflictos no siempre
existen pares de rivales, pero en cualquier faceta de la vida
social podemos encontrar conflictos (choque de intereses,
emocio-nes…). Ese choque no quiere decir que los
conflictos deriven en enfrentamientos puesto que hay diferentes
respuestas por parte de los protagonistas.

La más habitual es la de las personas que no se
dan cuenta que están ante un conflicto en las relaciones
sociales en las que están inmersos. Hay que destacar el
importante papel de las creencias o circunstancias
(Síndrome de

Estocolmo, presos, etc.). Además, las creencias
religiosas dificultan que se pueda entender una situación
como injusta.

Al margen de estos grupos que no se dan cuenta de la
situación en la que viven, hay muchas más
respuestas a los conflictos, y no todos producen enfrentamiento.
Es muy difícil que se produzcan enfrentamientos de forma
abierta, colectiva y pública.

Otras posibles respuestas son las siguientes:

  • A) Resignación: Es más
    habitual que el enfrentamiento.Tiene un papel importante la
    carencia de mecanismos para responder al conflicto. Se dan
    cuenta de la vida injusta pero se resigna a vivirla por
    creencias u otro tipo de circunstancias ("Los Santos
    Inocentes"( resignación de los empleados del
    cacique).

B) Salida del conflicto: Esta actividad se
efectúa en forma de emigración ante situaciones
injustas como el hambre, epidemias, etc. Mucha gente ha optado
por estas salidas (emigración del campo a la ciudad y a
otras ciudades o países).

C) Resistencia individual: Personas o grupos
sociales entienden que están ante una situación
injusta pero no tienen los recursos necesarios para producir un
enfrentamiento. Lo que hacen es tratar de solucionar el conflicto
sin resignarse y sin huir. Se trata de una solución
oculta, con nocturnidad y con formas de resistencia poco visibles
como ciertas actuaciones que sólo las conocen los
responsables del conflicto y el que las provoca. Es una forma de
resistencia que evita la represión, que supera la falta de
organi- zación colectiva y de utilizar recursos
diferentes. Se produce,con cierta frecuencia, entre campesinos
dadas sus dificultades económicas, sociales y
políticas para enfrentarse a los conflictos; pero
también en circunstancias de una alta represión
política,como en los regímenes totalitarios, o en
aque- llos sectores de población con dificultades para
actuar en grupos, como fue el caso de las Quintas en el siglo
XIX. Esta respuesta es muy difícil de estudiar dada su
característica ocultación.

D) Bandolerismo: Se produce sobre todo en el XIX.
Ha sido una situación y un tipo de respuesta a los
conflictos caracterizado fundamentalmente por generarse al margen
de la ley, pero provocado por una situación injusta
(maquis). Es más minoritario que los anteriores y puede
ser tanto colectivo como individual, aunque se manifieste casi
siempre de la segunda forma. También puede decirse que
tiene algo de resistencia colectiva pudiendo ser posible actuar
en nombre de un grupo social.

E) Movilización: Es una acción
pública, colectiva y abierta. Supone la solución
del conflicto a través de la presión colectiva. Es
imposible de calcular, pero se puede decir que sólo
supondría un 1% del total de las respuestas
posibles.

Antes de analizar la acción colectiva hay que
hacer ciertas matizaciones sobre los siguientes
conceptos:

A)Protesta: Realizada por grupos que inician un
conflicto o toman iniciativa en el mismo. Es una reacción
defensiva.

B)Movilización: Cuando se dice que la
gente se moviliza parece que se está haciendo referencia a
una situación física, es decir, al acto de moverse,
agruparse, etc. Se trata de un término muy
restrictivo.

C) Acción colectiva:Es muy diferente de la
acción social. Hace referencia a acciones, protestas o
movilizaciones positivas que no son producto de la
reacción, sino que pueden ser productos de iniciativas.
Está relacionada a todo lo necesario para la protesta
ocupándose del por qué una situación es
injusta, de cuáles son las circunstancias que llevan a la
actuación, de las propias formas de movilización,
etc. Es un concepto que abarca todo el mundo de la protesta
aunque es menos conocido que el resto. Una defini-

ción de acción colectiva podría ser
la siguiente: "son desafíos conjuntos para influir en la
distribución existente de poder".

Explicación de la definición:

– "Desafíos conjuntos": Esfuerzos o
iniciativas conjuntas puesto que se trata de una acción
colectiva, la cual requiere algún tipo de conexión
entre las personas.

– "Para … de poder": La acción
colectiva influye en el poder existente en las relaciones
sociales. Para reequilibrar la situación, la acción
colectiva es un mecanismo eficaz. Su éxito no se produce
cuando se logra una rectificación, sino que llega cuando
se dan explicaciones o cuando se produce una discusión
sobre el conflicto. Pero el hecho de que las acciones colecti-vas
las usen generalmente gente sin poder social no quiere decir que
no sean utilizadas por grupos poderosos (convocatoria de los
Estados Generales, en Francia, al iniciarse la Revolución
Francesa). Se han dado situaciones históricas en las que
incluso las élites actuaban a través de estas
acciones (Iglesia y fieles, patrones y socios, gobernantes,
nazis, etc.).

-" Acción colectiva conflictiva": Nace o
produce el conflicto. No todas las acciones colectivas son
conflictivas (Tuna). Lo que importa son las acciones colectivas
que dañan intereses, creencias, etc. y que dan lugar a
conflictos. Por otro lado, se puede entender que la acción
colectiva es una forma de hacer política referida a grupos
sociales cuyas acciones modifican las relaciones sociales no en
su esencia sino en sus características. La
reivindicación pública de cualquier
situación significa hacer política. Co-

rresponde por tanto, al ámbito político
con unos rasgos que la diferencian de cualquier acción
colectiva de otra índole.

La acción colectiva estaría dividida como
sinónimo de política en el aspecto de
análisis en dos ámbitos de
actuación:

A) Dimensión institucional: Sería
igual al ámbito político de las instituciones:
partidos políticos, sindicatos, organizaciones
empresariales o grupos de presión (multinacionales,
FMI…). La acción colectiva está muy
regulada, siendo muy restringida incluso para las
élites,que son toda la población dada su
posición respecto a las instituciones. Los partidos
políticos están especializados en esta
dimensión,aunque se movilicen y actúen de dis-
tinta manera. En cuanto a grupos de presión sucede algo
parecido,estando

regulados por leyes y mecanismos institucionales
(comités, etc.), teniendo representación permanente
con los sindicatos. Y por último, los gobiernos son los
que hacen política y tratan de conseguir sus objetivos a
través de di- ferentes organismos e instituciones.
(Consejo de Ministros, Parlamento…)

  • B) Dimensión no institucional:
    Formada por personas o grupos que no tienen acceso a las
    instituciones y que necesitan otros cauces de
    intervención y de presión.Estos grupos
    también hacen política.Ante la falta de acceso
    directo y permanente a la política se llevan a cabo
    huelgas, manifestaciones,boicots,etc.Así es como se
    puede influir en la distribución de poder.

La acción colectiva es difícil de
producirse por el simple hecho de ser colectiva; por la
dificultad que entraña poner de acuerdo a los individuos.
Hay que conseguir que la gente entienda que para solucionar los
problemas hay que movilizarse. En resumen, es difícil
constituir grupos que busquen una misma
solución.

Para su realización es necesaria la existencia de
un conjunto de requisitos o dimensiones imprescindibles para una
acción colectiva con ciertas garantías:

A) Redes de comunicación: Tiene que haber
un grado de comunicación entre aquellos que van a
actuar.La agrupación la producen las redes formales e
informales. Es una agrupación de comunicación de
sindicatos, partidos, etc. Todas las redes pueden comunicar a la
gente que está dentro de ellas, así se pueden
adoptar criterios conjuntos sobre lo que está sucediendo.
La gente deja de estar aislada y pasan a comentar o compartir
infor- mación sobre lo que les está sucediendo a
otras personas.De no haber redes

se hablaría de personas aisladas que no
podrían actuar colectivamente.

Ejemplos de personas aisladas son los
siguientes:

1º Mendigos:Por un lado se pueden unir a
órganos de beneficencia, comedores, etc. mientras que por
otro pueden actuar por sí solos.

2º Inmigrantes: Para que se produzca el paso
de las redes sociales a las redes urbanas es necesario un proceso
de integración.

3º Parados: Han perdido su red fundamental:
el trabajo.

Los grupos no se producen por agregación de forma
espontánea. Cuan-

do se crean así es porque tienen un problema que
se soluciona de una forma determinada. Para hallar esa
solución conjunta, los individuos deben estar
integrados.

Las revoluciones no implican el uso de la violencia.
Cuanto más profundos eran los conflictos, entonces
más profundos eran los cambios. Pero en realidad se
habían producido revoluciones casi invisibles que no han
producido enfrentamientos pero que han tenido una cierta
influencia en su país.

El siglo XIX conoce el auge de la Revolución
Industrial. La maquinaria a vapor sustituye a la herramienta
tradicional, y las fábricas a la producción
artesanal. Con estas nuevas bases se cambia el sistema de
producción y aparecen dos clases antagónicas entre
sí. Por un lado, la burguesía que toma el poder
político y el control de los nuevos medios de
producción, llevada por el afán de la ganancia
rápida a la máxima expresión de la
ex-plotación por los capitalistas,con su política
conocida como liberalismo sal- vaje. En el polo opuesto, el
proletariado, que vende su fuerza de trabajo al capital. Fueron
tiempos difíciles para los cientos de miles de obreros. La
jornada de trabajo se prolongaba día y noche, sin
límite de horario para hombres, mujeres y niños, y
sin ninguna prestación social. Los obreros eran llevados a
la muerte prematura en medio del hambre y la miseria. Eran
hombres que no veían la luz del sol, porque la jornada
comenzaba en la madrugada y terminaba cerca de la
medianoche.

Todo este apogeo de industrialización,
fundamentalmente en Inglaterra, no solo lleva a la
producción de grandes cantidades de artículos
manufac-turados, sino también a gigantescos avances en la
ciencia, la tecnología y también cambios en la
organización social.

En el siglo XIX, el triunfo de la burguesía, en
el plano económico, fue acompañado por la
difusión en la sociedad europea de los valores burgue-ses.
Estos valores tuvieron más importancia en Inglaterra y en
Francia que en otros países, puesto que eran modelos a
seguir por los demás.

La doble revolución -la Revolución
Industrial y la Revolución Francesa– provocó la
ruptura de la sociedad feudal tradicional. La idea de una
socie-dad inmutable y jerarquizada creada por Dios,fue
reemplazada por la con-vicción burguesa de que los hombres
eran los únicos responsables de su destino. Esta nueva
visión del mundo estaba basada en un fuerte optimis-mo, en
una poderosa fe en el progreso material que prometía la
industria-lización. Los burgueses del siglo XIX
tenían la seguridad de que la iniciati-va y la
ambición individuales eran las únicas
garantías para lograr el bie- nestar económico y
social. Creían que con el fin de la sociedad feudal y con
el triunfo de la burguesía en las revoluciones de 1830 y
de 1848 se habían abierto las posibilidades para que los
hombres progresaran socialmente.

Los trabajadores ingleses y franceses, y en menor medida
los de otros países europeos, desarrollaron ya desde
principios del S. XIX, una gran actividad organizativa. La
creación de sindicatos, cooperativas, grupos de
agitación y periódicos fueron dando forma a una
resistencia organizada frente a la explotación. Así
fue surgiendo el movimiento obrero.

Con estas acciones, la clase obrera europea fue desarrollando
un conjun-

to de nuevos valores que la identificaban,
diferenciándola de los ideales burgueses. Frente al
liberalismo individualista de la burguesía, los obreros,
para defender sus propios intereses, opusieron la lucha por una
sociedad basada en la cooperación y en el beneficio
colectivo.

Según el historiador francés Pierre Vilar,
se pueden distinguir, entre los historiadores, tres actitudes
posibles a la hora de analizar un determinado hecho
histórico: l) Llamarse objetivo cuando uno se sabe
partidario,es des- honesto. 2) Creerse objetivo cuando se es
partidario, es tonto o ingénuo. 3)Saberse partidario
(porque todo el mundo lo es en mayor o menor grado, y
especialmente si militas en un partido político o
sindicato) y explicar claramente cómo esto ha orientado
los análisis, dejando al lector el cuidado de
apreciarlos.Yo, evidentemente, estaría en el grupo de
estos últimos.

En la sociedad actual pienso que nadie se puede considerar
neutral u objetivo ante los hechos que ocurren diariamente. No lo
son los medios de comunicación, aunque en sus cabeceras
figuren con letras destacadas "Diario Independiente" y se
decantan bien hacia posturas políticas de derechas o
izquierdas hecho que los lectores o espectadores, apreciamos en
sus artículos, opiniones o debates.

Las iglesias tampoco lo son y tienden, de forma directa o
indirecta,a apoyar, permitir o no criticar determinados
regímenes políticos o gobiernos.

El Papa Bueno, Juan XXIII, a principios de los años
sesenta del siglo pasado,comentaba lo siguiente de nuestro
país: "Se dice de mí que no quiero a España,
pero no es a España a la que no quiero". Evidentemente lo
que el Papa no quería era al régimen franquista.
Toda una lección de Historia.

B. C. A.

Barrio de La Arena.

Gijón, 3 de octubre de 2011.

Antecedentes de los
movimientos sociales contemporáneos. La lucha por el
pan

Los primeros movimientos sociales de importancia
producidos a lo largo de los siglos XVIII y XIX se debieron a la
escasez del pan y a su ca-

restía.Era una forma de responder al conflicto
del pan.Se trataba de una res- puesta al hambre; se
producían amotinamientos para conseguir pan
barato.

Esta situación se producía cuando
había malas cosechas. (1)

Antes de estos siglos se velaba para que hubiese pan
pero se dependía de circunstancias adicionales como el
clima. Las autoridades locales ante esta situación
protegían con precios elevados para evitar a los
especula-

dores.Sin embargo,en el siglo XVIII hay procesos que
cambian las relacio-

nes de la gente respecto del pan, ya que se produce la
liberalización de la economía, es decir,la libertad
de comercio de diferentes productos. Hay que tener en cuenta que
el pan representaba 2/3 de la dieta alimenticia de aque- lla
época. (2)

Los motines de subsistencias toman formas variadas,
según se produz-can en zonas productoras de alimentos, o
en los mercados y ciudades donde se venden al público. En
las zonas productoras suelen ser motines para impedir la
exportación de los bienes de subsistencia fuera de la
comarca, por miedo a que quede desabastecido el mercado local.
Típicamente se jun- tan consumidores de la zona,
usualmente con muchas mujeres y niños, y expulsan a los
tratantes de grano que intentan comprarlo para llevárselo
otras regiones. En los mercados y ciudades, era habitual que si
se temía el desabastecimiento, o los precios aumentaban a
unos niveles tenidos por in- tolerables por los consumidores,la
multitud se organizase para exigir que se obligase a los
harineros a poner en venta lo que hubiese en sus almacenes. Otras
veces se exigía el llamado justiprecio: la multitud
asaltaba la tahona y vendía el pan al precio que
considerase tradicional o razonable. (3)

En el Antiguo Régimen, y durante el siglo XIX,era
común que la multitud exigiese a las autoridades locales
que participasen en el motín y lo san- cionasen, que se
pusiesen del lado del pueblo y reconociesen su derecho al
abastecimiento.Hay que tener en cuenta que
el abastecimiento de alimentos era una de las
principales responsabilidades de los poderes públicos en
esa época.Por otra parte,muchos de los motines de
subsistencia europeos de los siglos XVIII y XIX se produjeron
como reacción a los efectos de las políti- cas de
creación de mercados nacionales interiores, liberalizados,
que no seguían las formas tradicionales de control de
precios y abastecimientos. (4)

Junto a las transformaciones económicas estaban,
pues, también las po líticas, sin olvidar el
equilibrio demográfico anterior al siglo XVIII. A par tir
de ese siglo, e incluso, hasta la segunda mitad del XIX, se
produjeron movimientos migratorios del campo a la ciudad, lo que
supone un descenso de la producción pero un aumento del
consumo dando lugar a un desequilibrio entre la oferta y la
demanda. (5) Además, se crean ejércitos permanentes
en tiempos de paz que necesitaban ser sustentados por el
Estado,pe- ro la escasez existente provocó una mayor
demanda de trigo. En esos momentos, además de
cíclica, la escasez será constante dado que se
necesita en los cuarteles y en las urbes. Todo esto hace que los
productores de trigo protesten ante la expropiación de su
trigo. (6)

Este nuevo sistema provoca los motines del pan que se
pueden analizar desde dos puntos de vista: desde los lugares de
producción, donde se ataca a los medios de transporte
impidiendo que salga de su localidad el trigo que más
tarde será convertido en pan, y desde los lugares de
consumo, que hace referencia a lo que se denomina "Tasa Popular
del Pan". Desde esta perspectiva, se realiza el embargo del pan
existente en la localidad y se transporta hacia la plaza
más importante donde será subastado. En ambos casos
no se habla de gente marginada, sino de la moral de los
consumidores, entendiendo qué es justo y qué es
injusto. (7)

El denominado " Motín de los Gatos"
sucedió en Madrid en 1699. Todo empezó en la Plaza
Mayor de Madrid cuando una mujer se quejó del precio tan
alto del pan. Protestó a voz en grito, preguntando
cómo podría alimentar a su marido y a sus hijos.
Los que la rodeaban asintieron y corearon sus gritos y las voces
se fueron multiplicando. 

Justo en ese momento, el corregidor que
pasaba por allí le dijo a la mujer que "mandara castrar a
su marido para que no le diese más hijos". Estas palabras
enojaron a la gente y se produjo el motín. Una multitud
enfurecida se lanza en bandada y arrasa todo lo que encuentra a
su paso, llegando hasta la casa del conde de Oropesa, que fue
asaltada e incendiada. Luego la turba se dirigió
hacia el Palacio Real exigiendo ver al Rey.Al salir Carlos II al
balcón y dirigirles unas palabras, la muchedumbre se
calmó, aunque este motín le costó el puesto
de valido al conde de Oropesa. (8)

Una de las revueltas populares mejor conocidas se
produjo, a mediados del S. XVIII, en España, durante el
gobierno del italiano Esquilache.

Pocos años antes se pretendía acometer la
reforma universitaria en Espa-ña aunque no la realiza
Carlos III hasta después de pensar seriamente en la
expulsión de la Compañía de Jesús de
sus dominios.Es,por tanto,una conse- cuencia inmediata del
vacío dejado por los jesuitas en la enseñanza. El
pre- texto que sirvió para justificar el destierro fue que
los jesuitas habían pro- movido el motín de
Esquilache. Pero más tuvo que ver el hambre (escasez de
alimentos y su elevado precio) y la falta de tacto del ministro
italiano que la instigación de los jesuitas.Veamos como
ocurrieron los hechos. (9)

Esquilache era el ministro preferido de Carlos III,
hombre impetuoso y partidario de arreglarlo todo por la
vía rápida, fue el firmante de las medi-das que
encendieron en 1766 las furias populares. (10)

Una vez lograda la libertad de comercio de cereales -su
gran proyecto– satisfecho por la marcha de las obras que se
llevaban a cabo en Madrid, Esquilache desempolvó un viejo
proyecto de los tiempos de Fernando VI, proyecto que
proponía la sustitución de las arraigadas
capas largas y los chambergos -enormes sombreros de ala
ancha- por capas cortas y el som-brero de tres picos o tricornio.
Las razones esgrimidas eran, bien mirado, obvias: a nadie se le
ocultaba que aquellas larguísimas capas permitían
un embozo perfecto, bajo el cual podía ocultarse cualquier
arma y que, asimis-mo, el sombrero de ala ancha "vertía
sombra impenetrable sobre el rostro", por lo que capa y sombrero
servían para cometer toda clase de impunes
fechorías. Esquilache estaba convencido de que la
modificación del tradi-cional atuendo era ineludible y
así lo exigió. (11)

Julián Marías ha comentado lo que la
disposición tenía de dieciochesca: "Yo pienso que
estas razones utilitarias -seguridad pública, conveniencia
de que se pudiera reconocer a los delincuentes- no eran
más que apariencia: la justificación "objetiva" de
otras razones más hondas, estéticas y
"estilís-ticas": los hombres del gobierno de Carlos III
sin duda sentían malestar ante aquellos hombres tan de
otro tiempo, tan distintos de los que se usaba en otras partes,
tan arcaicos. Yo creo que la aversión a la capa larga y al
chambergo era una manifestación epidérmica de la
sensibilidad europeísta y actualísima de aquellos
hombres que sentían la pasión de sus dos
verda-deras patrias: Europa, el siglo XVIII." (12)

Al principio, aunque ya era evidente el propósito
de Esquilache, no fue posible llevar a cabo el proyecto: el
angustioso tema de los precios lo rele-gaba a un segundo plano.
Los días 13 y 16 de febrero de 1766, el Diario Noticioso
Universal publicó sendas notas del marqués de
Esquilache. Este trataba de razonar la subida de los productos de
primera necesidad. La última cosecha, peor aún que
las anteriores, y la ya decretada libertad de comercio del grano
habían originado una descarada especulación que
había incidido en el aumento de los precios. La
elevación del coste había seguido un proceso
gradual: pan, aceite, carbón y tocino iban subiendo,
a medida que corrían los años, para
desesperación de los ya de por sí muy descon-tentos
madrileños. En El Toboso -y en Campo de Criptana-,
concretamente, se escribieron anónimos,el 26 de abril de
1766,anunciando motines si no se bajaba el precio del pan (Actas
de la causa abierta,certificadas por Francis-co Lezcano el 21 de
mayo de 1766,AHN/C,leg.17.802,expediente Tovoso).

Así, el pan que en 1761 se vendía en la
capital a siete cuartos la libra, ascendió a ocho en 1763,
a diez en 1765 y a doce en los primeros meses de 1766. Los
razonamientos de Esquilache se basaban en la generosidad del
Gobierno, que intentaba paliar la situación por todos los
medios.Cierta-mente, Esquilache, preocupado por la subida,
trató de remediar el proble-ma, no gravando en el precio
del producto el que resultara de los transpor-tes de grano
traído de otros lugares. Pero no es menos cierto que la
forma en que dicha operación se llevó a cabo
constituyó un error político: se privó a los
pequeños labradores de sus mulas, con el fin de
utilizarlas para el traslado del grano. El conde de Fernán
Núñez explica así lo ocurrido:

"El marqués había dado unas providencias
extremadamente violentas para hacer venir granos de todo el
reino, a costa de sumas considerables y de grandísima
incomodidad y pérdida de los conductores, violentados en
parte, y cuyos clamores aumentaban el número de los
descontentos,que parecían com-prarse con el mismo dinero
que el rey gastaba diariamente para mantener el pan a un precio
moderado."

Los dispendios del monarca y los "favores" de
Esquilache,que él mismo ponderaba en sus notas de aquellos
días, no hicieron mella en los madrile-
ños.

En tan delicadas circunstancias, Carlos III (13) y su
ministro decidieron prohibir las capas largas y los sombreros de
ala ancha o chambergos. Al principio,tuvieron la
precaución de limitar la prohibición al
ámbito del fun- cionariado, con la idea de que, impuesta
en tal ámbito,sería más fácil impo-
nerla al resto de la población. El 21 de enero de 1766
aparecía el siguiente bando:

"Siendo reparable al rey que los sujetos que se hallan
emplea-dos a su real servicio y oficinas, usen de la capa larga y
som-brero redondo, traje que sirve para el embozo y ocultar las
personas dentro de Madrid y en los paseos de fuera con des-doro
de los mismos sujetos, que después de exponerse a muchas
contingencias, es impropio del lucimiento de la corte y de las
mismas personas que deben presentarse en todas partes con la
distinción en que el rey los tiene puestos; convi-niendo
cortar estos abusos que la experiencia hace ver que son muy
perjudiciales a la política y experiencia del buen
gobier-no, se ha dignado resolver que se den órdenes
generales a los jefes de la tropa, secretarios de despacho,
contadurías genera-les y particulares y a todas las
demás oficinas que Su Majestad tiene dentro y fuera de
Madrid, paseos y en todas las concu-rrencias que tengan, vayan
con el traje que les corresponde, llevando capa corta o redigot,
peluquín o pelo propio, sombre-ro de tres picos en lugar
de redondo,de modo que vayan siem-pre descubiertos, pues no debe
permitirse que usen trajes que les oculten cuando no puede
presumirse que ninguno tenga probos motivos para ello…
Advirtiendo a todos que están da-das las órdenes
convenientes para que a cualquiera de los empleados que
están al servicio del rey que se les encuentre con el
traje que se prohíbe se le asegure y mantenga arrestado a
disposición de Su Majestad."

Ante la amenaza de ser arrestados, los funcionarios,
aceptaron la medi-da.Desde una óptica más
abstracta, no significaba sino la injerencia estatal en un uso
social arraigado.Impuesta la prohibición al
funcionariado,Esqui- lache se dispuso a aplicarla a toda la
población. La reacción popular fue
inmediata: los bandos fueron arrancados. En
sustitución,el pueblo pegaba pasquines que cubrían
a Esquilache de injurias.Naturalmente, éste no se
dejó impresionar y tomó medidas para garantizar el
orden, movilizando a los soldados, para que colaborasen con los
alcaldes. (14)

El Domingo de Ramos de 1766, varios soldados que
montaban guardia no tardaron en preguntarles por qué iban
así vestidos. Quedó claro que iban así
porque "les daba la gana". Se oyeron insultos y los guardias
trataron de detenerles, momento en que uno de los embozados
desenvainó una espada, silbando al mismo tiempo. Al
instante, apareció una banda armada y los militares se
vieron obligados a huir. Había estallado el
motín. Los amotina-dos, decididos a todo, no tuvieron
inconvenientes al apoderarse del cuar- telillo de
Inválidos de la Plaza, apoderándose de sables y
fusiles. A conti- nuación, unas dos mil personas
remontaron la calle Atocha hacia la Plaza Mayor, insultando al
odiado Esquilache. El duque de Medinaceli tuvo la mala suerte de
toparse con la multitud, que lo rodeó en el acto,
exigiéndole que hiciese llegar al rey una serie de
peticiones. (15)

Finalmente, el duque llegó hasta Carlos III, que
justamente se encon-traba en compañía de
Esquilache. El rey estaba tranquilo, convencido de que aquella
vociferante multitud de la que le daban noticias no pasaba de ser
un grupo de exaltados. Ignoraba, sin duda, que los amotinados
estaban destruyendo sin piedad los 5.000 faroles que el ministro
de Hacienda había colocado por toda la ciudad.
(16)

Los amotinados se dirigieron primero a la mansión
de Esquilache (la famosa Casa de las Siete Chimeneas),
acuchillaron a un servidor del mar-qués que intentó
impedirles el paso. Echaron algunos muebles por la ven-tana y
saquearon la considerable despensa. Luego -y la xenofobia
resultaba manifiesta- se dirigieron a la casa de Grimaldi. Se
limitaron ,a apedrearla, para seguir viaje hacia la
mansión de Sabatini. Esa noche,a manera de colo-
fón, un retrato del marqués de Esquilache fue
quemado en la plaza Mayor. Curiosamente, en Palacio se pensaba
que al día siguiente los furores se habrían
aplacado como por arte de magia. (17)

Pero el Lunes Santo, día 24, la
situación se agravó. La tropa fue desbor- dada por
la multitud que, enardecida por la noticia de que Esquilache se
en- contraba en Palacio, junto al rey, emprendió una
decidida marcha para pre- sentar a Carlos III sus reclamaciones e
iban cantando la siguiente coplilla:

"Yo,el gran Leopoldo Primero

marqués de Esquilache
augusto

rijo la España a mi
gusto

y mando en Carlos III.

Hago en los dos lo que quiero

nada consulto ni informo

a capricho hago y reformo

a los pueblos aniquilo,

y el buen Carlos, mi pupilo,

dice a todo: !Me conformo!".

Así decía la décima popular que
circulaba por la villa de Madrid, ins-pirada en la absoluta falta
de tacto del ministro Leopoldo de Gregorio, mar-qués de
Esquilache.

Los amotinados llegaron pronto al Arco de la
Armería de Palacio, que estaba defendido por tropas
españolas y valonas. Los valones -muy odia-dos-
hicieron fuego y una mujer resultó muerta. Un
impresionante gentío se concentró, coreando
insultos contra los valones y contra Esquilache. (18)

Finalmente, un sacerdote se destacó en calidad de
representante popular y consiguió llegar hasta Carlos III
con las peticiones del pueblo. El tono era imperativo. Si el rey
no les escuchaba, "treinta mil hombres harán astillas en
dos horas el nuevo palacio". Es difícil imaginar el estado
de perplejidad que todo esto produjo en Carlos III. He
aquí la lista de las exigencias popu-lares:
(19)

1º. Que se destierre de los dominios
españoles al marqués de Esquilache y a toda su
familia.

2º. Que no haya sino ministros españoles en
el Gobierno.

3º. Que se extinga la Guardia Valona.

4º. Que bajen los precios de los
comestibles.

5º. Que sean suprimidas las Juntas de
Abastos.

6º. Que se retiren inmediatamente todas las tropas
a sus respectivos cuarte- les.

7º. Que sea conservado el uso de la capa larga y el
sombrero redondo.

8º. Que Su Majestad se digne salir a la vista de
todos para que puedan escuchar por boca suya la palabra de
cumplir y satisfacer las peticiones.

Al parecer, Carlos III pensó desde el primer
momento -aunque con evidente disgusto- que lo mejor era aceptar
estas exigencias populares, para evitar males mayores. Pero antes
de tomar una decisión formal, consideró oportuno
escuchar la Opinión del Consejo de Guerra, integrado por
el duque de Arcos (capitán de la guardia palatina), el
marqués de Pliego (co-ronel de los valones), el conde de
Gazola (comandante de artillería), el marqués de
Sarriá, el conde de Revillagigedo y el conde de
Oñate. (20)

Como era de prever, los tres primeros, especialmente
humillados por la victoria popular, hombres de armas y no de
razones, se inclinaron por la negativa: el rey debía
negarse a aceptar semejantes peticiones y, por la fuerza, era
necesario reprimir a los amotinados y reducirlos a la impotencia.
El duque de Sarriá, el conde de Oñate y el conde de
Revillagigedo, tres hombres de gran experiencia, se pronunciaron
en el sentido de que era mejor aceptar las exigencias: de lo
contrario, se produciría un baño de san-gre de
incalculables consecuencias. Hicieron notar -detalle fundamental-
que los amotinados no ponían en duda la autoridad
real, pero si ésta les defraudaba podían llegar a
tal extremo, en cuyo caso la Corona se vería en apuros,
por cuanto ni la guardia valona ni las huidizas tropas
parecían en condiciones de enfrentarse con una enfurecida
multitud que contaba con algunas armas robadas. Oída la
opinión de los miembros del Consejo de Guerra, Carlos III
dio una buena prueba de sensatez. Salió al balcón.
Por intermedio de un representante, el pueblo expuso nuevamente
sus exigen-cias, en primer lugar,la de que bajase el precio
del pan, y que el marqués de Esquilache fuera expulsado de
España lo mismo que la guardia valona. (21)

Estos eran, con mucho, los puntos más
importantes. A esta altura de los acontecimientos, todo esto
parecía incluso más importante que la
cuestión de las capas largas y los chambergos.

Carlos III prometió dar satisfacción a
estos deseos, hecho lo cual se retiró. Pero fue nuevamente
llamado al poco tiempo, para que ratificase su promesa. Por fin,
en cuanto el pueblo vio que los guardias valones se reti- raban
hacia el interior del palacio, se calmaron los
ánimos.

Como vemos, el peligro había pasado. Resignado y
sin duda afectado en su dignidad de monarca ilustrado, Carlos III
había sabido renunciar a su ministro Esquilache. El pueblo
español había vencido en toda la línea.
(22)

Pero la tormenta popular no había pasado. Un
error la reavivaría en pocas horas. En efecto, Carlos III
cometió un error que puso en tela de juicio la confianza
que el pueblo madrileño había depositado en
él. Atemo-rizado, desconfiando de la vociferante multitud
que había contemplado des- de lo alto de su regio
balcón, Carlos III consideró que no estaba seguro
en Madrid. Al amparo de la noche, partió hacia
Aranjuez, con toda su familia, incluida la anciana Isabel de
Farnesio, que no se cansó de repetir que aque- lla huida
le parecía asunto de cobardes.Desde luego,marcharon por el
cami-no de Aranjuez bien protegidos por los guardias valones.
Poco después, Carlos III y sus hombres de confianza -entre
los que no faltaba Esquilache- parlamentaban en Aranjuez.
(23)

En Madrid, al día siguiente una Junta Militar
tomaba diversas medidas para mantener el orden. La ciudad
amaneció en calma, y aquella habría sido, sin duda,
una jornada tranquila. Pero el pueblo se enteró,
estupefacto, de que el monarca había partido secretamente
a Aranjuez. Inmediatamente, tomó cuerpo la
convicción de que Carlos III sólo había
cedido momen-táneamente, por razones estratégicas,
a las peticiones de sus vasallos. Sin duda, ahora se
disponía a armar un poderoso ejército para regresar
a Ma-drid, revocar sus promesas y aplastar a los revoltosos.
(24)

Esta convicción irritó a los
madrileños, produciendo además una impor-tante ola
de temor. Bien pronto, unas 30.000 personas -hombres, mujeres y
niños- rodearon la casa del obispo de Cartagena, Diego de
Rojas, presiden-te a la sazón del Consejo de Castilla. Las
fuerzas armadas se vieron rápida-mente desbordadas. El
obispo recibió el encargo de transmitir al rey el esta- do
de ánimo del pueblo madrileño. El obispo no
llegó a salir de Madrid, porque se impuso el criterio de
que era fundamental retener en la villa a las personalidades
más importantes,en calidad de rehenes. Comparados con los
de la víspera, los sucesos eran incalculablemente
más graves. El obispo Rojas se vio obligado a redactar un
memorial de agravios, para el rey; un emisario partió
hacia Aranjuez con el documento y el obispo quedó reteni-
do en su casa. Ante la impotencia de los soldados,el pueblo
saqueaba alma– cenes de comestibles y cuarteles abriendo, de
paso, las puertas de las cárce- les. La ciudad estaba en
sus manos. (25)

Pronto, en Aranjuez, el rey recibía el memorial.
No lo dudó demasiado: despachó al mismo emisario
con una carta para el pueblo de Madrid. He aquí el texto,
redactado por Roda, el fino abogado que ocupaba la cartera de
Gracia y Justicia:

"El rey ha oído a la representación de
vuestra señoría con su acostumbrada clemencia y
asegura sobre su real palabra que cumplirá cuanto
ofreció ayer por su piedad y amor al pueblo de Madrid, y
lo mismo hubiera acordado desde este Sitio y cualquiera otra
parte donde le hubieran llegado sus clamores y súplicas;
pero en correspondencia de la fidelidad y gratitud que a su
soberana dignación debe el mismo pueblo, por los
beneficios y gracias con que se le ha distinguido y el grande que
acabe de dispensarle, espera su majestad la debida tran-quilidad,
quietud y sosiego, sin que por título o pretexto algu-no
de quejas, gracias, ni aclamaciones, se junten en turbas ni
fomenten uniones.Y mientras tanto no den pruebas de dicha
tranquilidad, no cabe el recurso que hacen ahora, de que Su
Majestad se les presente".

A las nueve de la mañana del día
siguiente,el emisario llegaba a Madrid, donde se dio lectura a la
carta del rey. Y bastó esta carta para devolver la calma a
la ciudad. Ordenadamente, las armas fueron devueltas a los
cuarte-les, entre vivas al rey. (26)

Quedaba probado que la falta de tacto podía
provocar desmanes incontrolables. Esta vez, Leopoldo de Gregorio,
marqués de Esquilache tuvo que partir irremediablemente.
Consta que al rey le costó desprenderse de su mi- nistro.
"Se ha sacrificado por mí", se lee en una carta que el rey
escribió a Tanucci. Por su parte, Esquilache
escribiría a propósito del pueblo de Ma- drid:"Soy
el único ministro que ha pensado en su bien:he limpiado la
ciu- dad, la he pavimentado,he hecho paseos,he mantenido la
abundancia duran- te años de carestía.
Merecía una estatua y me han tratado indignamente". El
desilusionado marqués fue recompensado con la embajada de
Venecia. (27)

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13

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