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Los nazis, las SS y su proyecto esotérico



  1. El nazismo como
    secta esotérica
  2. Las SS, modelo de
    un "nuevo hombre" deshumanizado
  3. Notas
  4. Bibliografía

Los símbolos del nazismo, más que
cualquier otra de sus terribles realidades, reflejan la
mentalidad de sus artífices como fundadores conscientes de
una ideología y una "Weltanschauung", una visión
del mundo, una cosmovisión. En dicha cosmovisión,
el hombre aparece en el centro: como proyecto antrópico,
el nazismo adoptó una extravagante amalgama de elementos
culturales de los antiguos pueblos nórdicos precristianos,
de la cultura brahmánica de la India, del budismo, del
maniqueísmo persa y del jesuitismo católico. De
hecho, en el campo de las ideas, todo lo que rodeó al III
Reich alemán de Adolf Hitler buscó su
inspiración en un cientifismo descarnado acunado en
fantasías esotéricas y mitológicas. La
segunda guerra mundial, con la aniquilación de los nazis y
su obra, ocultó e imposibilitó el proyecto social,
cultural, antrópico (llamarlo "antropológico"
sería un exceso) y seudo-intelectual que pretendía
imponer con su "Nuevo Orden", y que constituye una de las facetas
menos conocidas de la Historia del nacional-socialismo
alemán.

El nazismo como
secta esotérica

El "Nuevo Orden", o el mundo futuro a construir
por el triunfo del nacional-socialismo según los
ideólogos y planificadores del III Reich, debía
estar en posesión de símbolos mágicos que
despertaran el fanatismo de las masas, y que reflejasen los
principios básicos del movimiento nacional-socialista, los
cuales eran desconocidos para la mayor parte de los propios
nazis, en lo que concierne a su pleno significado (mágico
y cargado de poder sobrenatural). Sólo los "grandes
hombres" (Adolf Hitler, Heinrich Himmler y sus colaboradores de
mayor confianza) estaban capacitados para estar en
posesión del "verdadero conocimiento" (esotérico)
requerido para guiar y gobernar (recordando esta máxima la
de los antiguos druidas germánicos y nórdicos,
quienes consideraban a los "iniciados" en sus cultos y misterios
como los únicos a los que se instruía en el uso
ritual de la escritura rúnica, considerada por ellos como
el código mágico que encerraba la clave del poder
mágico) gracias a su sabiduría
incuestionable (por su origen hermético) a la
"multitud anónima, la colectividad de los
servidores"
(las palabras son de Adolf Hitler). Todo el
esoterismo que rodea al nazismo, tanto al histórico como
al actual (que pervive tanto en los ámbitos
semiclandestinos de los grupos neonazis como en una buena
porción de sectas y sociedades secretas, poco conocidas y
de una influencia insospechada) es en sí mismo un elemento
o rasgo propio de cualquier sociedad esotérica o "secta"
que se precie de poseer un conocimiento "superior", sobrenatural
o mágico, que dote a sus poseedores de un carácter
sobrehumano o de "elección cósmica".

No en vano, este carácter sectario y
esotérico es común en diverso grado al
nacionalsocialismo alemán histórico y a diversas
sectas y comunidades esotéricas actuales, que practican la
"magia negra", el satanismo o doctrinas más o menos
"satanistas", en las que se hace abundante uso de sistemas
mistéricos y supuestos conocimientos sobrenaturales.
Dichas sectas han demostrado una notable capacidad para inducir
en sus adeptos conductas suicidas (recuérdese, si no, el
famoso caso de los Davidianos en los Estados Unidos, que se
inmolaron tras presentar encarnizado combate a las fuerzas de
orden público), de entrega fanática asociada a un
empleo irrestricto de la violencia, y de ensalzamiento del papel
social y cultural del "guerrero". El nacional-socialismo
alemán dio muestras, sobre todo durante la segunda guerra
mundial, de poseer la misma capacidad, y de haberla ejercido a
conciencia valiéndose para ello de todos los resortes de
poder del Estado alemán y de sus fuerzas armadas. El
más claro ejemplo lo constituye su élite de las
"SS", las Schutzstaffel o Escuadras de
Protección,
que constituyeron, en diversos e
importantes sentidos, el embrión de la Germania
que aspiraban a materializar Hitler y Himmler, sobre todo
éste último, quien era el jefe supremo de la
poliforme organización de las SS o Reichsführer
SS
.

Las SS, Schutzstaffel, o "Escuadras de
Protección
", constituyeron desde el momento mismo de
su creación, en la década de 1920, la
encarnación misma del ideal nacional-socialista
alemán. Sus miembros, seleccionados por su pureza racial y
sus aptitudes guerreras, estaban llamados a personificar lo que
habría de convertirse en la nación alemana del
futuro, en un plazo calculado por sus creadores en no más
de ciento veinte años. Sus miembros se caracterizaron
siempre por su lealtad absoluta hacia el "Führer"
(caudillo, guía o líder) Adolf Hitler hacia y los
principios del nazismo, estando dispuestos, más que
cualquier otro uniformado alemán en servicio de armas a
morir por la implantación del llamado "Nuevo
Orden"
en Alemania, en Europa y en el mundo. Su
creación respondió a la necesidad sentida por
Hitler de proteger su propia persona, que fue creciendo con el
tiempo a medida que su fama personal aumentaba, requiriendo de un
cuerpo de guardaespaldas de élite, cuyos integrantes
estuvieran dispuestos expresamente a dar su propia vida por la de
Hitler sin vacilar. La extensa milicia paramilitar de las
"SA" o "Sturmabteilungen" (Secciones de
Asalto
) del NSDAP era, por el contrario, un cuerpo orgulloso
de su propia independencia de criterio y sus lealtades
particulares dentro del propio partido nazi. De hecho, las SA
llegaron a convertirse en un díscolo miembro de la familia
nazi, tomando algunas iniciativas por cuenta propia, que llegaron
a poner en peligro en no pocas ocasiones los planes de Hitler.
[1] Los líderes de las SA exigían para sus
tropas un papel demasiado prominente, en opinión de
Hitler, en el Estado nacional-socialista: pretendían
convertirse en el núcleo de la refundada "Werhmacht", las
fuerzas armadas del III Reich, perspectiva que aterrorizaba a los
jefes y oficiales del "Reichswehr", el altamente preparado
ejército de la República de Weimar, que tanto
habían hecho por allanar el camino de Hitler hacia el
poder, y al que éste en ningún caso
pretendía poner en su contra antes de tener sus riendas
firmemente en sus manos.

Las SS, modelo de
un "nuevo hombre" deshumanizado

El "Reichsführer SA" Ernst Röhm y su
círculo de íntimos, viejos veteranos de la primera
guerra mundial, reclamaban para sí un protagonismo tal
dentro del NSDAP, que ponían en peligro la posición
de liderazgo de algunos jefes locales y regionales del partido
expresamente designados por Hitler, tal como puso de manifiesto
la pugna entre Josef Göbbels y las SA de Berlín. Por
último, el hecho de constituir en la práctica una
familia o facción "izquierdizante" dentro del NSDAP,
convertía a las SA en un serio obstáculo para el
autocrático poder personal de Hitler dentro de su partido,
lo cual era para éste el más grave de sus muchos
pecados políticos y morales. Si Hitler quería
realmente adueñarse de la cumbre del poder en Alemania,
debía deshacerse de las SA como contrapoder
autónomo en el seno del NSDAP, y una buena manera de
hacerlo era estableciendo una milicia alternativa, en la que
expresamente estarían prohibidos los rasgos más
llamativos y desagradables de las SA: la tolerancia hacia la
homosexualidad entre sus miembros (Röhm era homosexual, y
ese rasgo hacía que en torno a él existiese una
"camarilla" de igual tendencia que en la práctica
monopolizaba el mando de las SA), el pasado criminal de un
importante número de ellos (sobre todo en los duros y
turbulentos años posteriores a 1918), y su estética
tabernaria de borrachos pendencieros, de pandilleros de
cervecería. [2]

La nueva "Orden" nacional-socialista debía
convertirse en un ejemplo a seguir para el pueblo alemán
en general: la raza, el honor, la lealtad inquebrantable hacia
Hitler, la temeridad, la educación de estética
distinguida, la efectividad en el combate y el deseo de dar la
vida por el régimen pasarían a formar parte del
espíritu fundacional de las SS. Así, en marzo de
1923, esta nueva "fuerza de choque" paramilitar, pasaría a
estar integrada por sus primeros "guerreros", que bajo la
denominación inicial de "Stabswache" (guardia de estado
mayor) estaría conformada por dos incondicionales de un
aún desconocido Adolf Hitler: Josef Berchtold y Julius
Schreck, sus dos miembros fundadores. Ambos se encargaban de ser
los guardaespaldas permanentes de Hitler, protegiendo su
frágil persona en todos sus mítines y
manifestaciones públicas. Nada más organizarse esta
"Stabswache", se hizo patente la necesaria incorporación
de nuevos miembros, pasando al poco tiempo a cambiar su nombre
por el mucho más "marcial" de "Stosstruppe Adolf Hitler"
(Tropa [=compañía] de Asalto Adolf Hitler), y a
contar con una selecta plantilla de soldados voluntarios
caracterizados por su lealtad incondicional hacia Hitler, su
acendrado fanatismo ideológico y sus disposición a
encargarse del "trabajo sucio" del partido, es decir, la
persecución de los líderes y personajes más
decididamente antinazis y su eliminación física.
Las prueblas de selección para ingresar en la "Stosstruppe
A.H." eran mucho más rigurosas que las que realizaban las
SA, de forma que, para cuando se dotó a Heinrich Himmler
con el pomposo nombramiento de "Reichsführer SS" (jefe
imperial [=nacional] de las SS) en 1929, éste ya contaba
con disponer bajo su mando a poco menos de medio regimiento, unos
1.000 soldados aproximadamente. En sí el número
resultaba muy reducido ante el gigante de las SA, que por
aquellas fechas contaba con unos 100.000 uniformados, y que en
1932 (un año antes de que Hitler fuera nombrado
"Reichskanzler" o presidente del gobierno alemán) contaba
en sus filas con cerca de 400.000 hombres. La "Orden" que
pasó a estar tutelada por Himmler respondía ya al
nombre de "Schutzstaffel" (Escuadras de Protección),
habiendo pasado previamente por un decreto de
reestructuración en 1925 impulsado por uno de sus forzudos
fundadores, Julius Schreck.

Himmler parecía un poco fuera de lugar en su
nuevo puesto: era ante todo una persona extremadamente educada y
afable, y físicamente muy poco aparente. Pero en lo
personal era un nazi ferviente, fanático, apasionado por
las glorias semilegendarias de la antigua Germania precristiana,
introvertido, sin un especial carisma como líder, y con
una apariencia más semejante a la de un intelectual
bohemio que al de un jefe de guardaespaldas. Los que lo
conocieron en persona dejaron de él un retrato bastante
afable: lo calificaron como un personaje sensible, afectuosa,
atenta y amable con sus colaboradores y familiares,
carácter que hacía extensivo a sus mascotas y a los
animales en general, puesto que había seguido la carrera
de ingeniero agrónomo y tenía cierta afición
a la naturaleza y el mundo rural. No obstante, el fino
seleccionador de personal que era Adolf Hitler le dio el puesto
de "Reichsführer SS" porque Himmler era un intelecto
trabajador y organizado, y porque conocía un aspecto poco
llamativo de su por lo demás poco llamativa personalidad:
tenía unas descomunales ansias de poder, lo que lo
espolearía a desempeñar sus funciones con total
dedicación, llegando a sorprender a muchos que se
creían más aptos que Himmler para aquel puesto.
Hitler no se equivocó en su elección: hizo de
Himmler su hechura más fiel y más dispuesta a
traspasar todos los límites de lo legal y lo humanitario
para imponer al pie de la letra, a fuego y sangre, la "sagrada"
voluntad del "Führer".

En apenas cuatro años, las SS pasaron de ser una
fuerza simbólica, una guardia personal de Hitler, a una
sociedad interclasista con más de 50.000 miembros por toda
Alemania. Además, no se insistirá lo bastante,
estos hombres habían sido seleccionados en función
de unos criterios genuinamente nazis, y comenzaron a formar
unidades de operaciones especiales cuando tal concepto apenas era
un "desideratum" fraguado en los letales campos de batalla de la
primera guerra mundial; la especial intensidad de su peligro y
destructividad había impulsado a los analistas militares
más lúcidos, dentro y fuera de Alemania, a impulsar
la creación y desarrollo de grupos reducidos de combate de
élite, selectos, entrenados para soportar condiciones
excepcionalmente duras de sufrimiento físico y
privaciones, y adoctrinados en un férreo deseo de cumplir
su misión por encima de cualquier otra
consideración, incluida su propia integridad
física. Para dar pie a estos grupos de asalto de
élite, se recurrió en un primer momento a Bruno
Schultz, un miembro del NSDAP con experiencia militar y como
instructor de milicias, al que se confirió el rango
honorífico de "Hauptsturmführer SS", supuestamente
equivalente al de "Hauptmann" (capitán) del Reichswehr.
Las medidas propuestas por Schultz para el reclutamiento y
selección de nuevos miembros de las SS se resumen en una
conocida declaración suya: "Somos como el especialista
que hace crecer las plantas y que, cuando desea cultivar una
nueva raza pura, primero recorre su campo para arrancar de
él todas las plantas que no desea tener en él.
Nosotros también debemos empezar desbrozando al material
humano que, en nuestra opinión, no cumple los requisitos
mínimos exigibles para formar parte de las SS."

[3]

Siguiendo las especificaciones establecidas por el
Hauptsturmführer Schultz se establecieron los siguientes
requisitos para ingresar en las SS: los aspirantes debían
ser de "pura raza aria" y preferiblemente, rubios y de ojos
claros (las medidas de selección en este sentido fueron
relajándose a medida que la segunda guerra mundial fue
endureciéndose, y se hacía cada vez más
necesario obtener reclutas de contingentes "menos deseables"
pasando a ser admitidos y reclutados un número cada vez
menor de hombres de aspecto nórdico y un creciente
segmento de individuos de diversa procedencia étnica y
nacional, tales como bosnios, ucranianos, balcánicos o
caucasianos, cuya biometría estaba bastante
alejada del "ideal ario") debiendo probar mediante
investigaciones genealógicas que descendía de
sangre sin "contaminación" judía al menos hasta
mediados del siglo XVIII. Los criterios "raciales" empleados en
la selección de los aspirantes al llamado "Schwarzes
Korps" (el "Cuerpo Negro", debido al color de sus uniformes)
fueron determinados expresamente por Schultz: primero, el sujeto
preferible era aquel que perteneciese a la más anhelada
"estirpe nórdica", y cuyas características
anatómicas habían de ser contrastadas mediante
estudios detallados de base "racialmente científica"
[4]; segundo, todo aquel aspirante que tuviera una
presencia significativa de caracteres "racialmente
nórdicos", aunque no tuviera todos los deseados o
posibles, podría ser también admitido en una
segunda categoría en cuanto a idoneidad; tercero, a
continuación podía establecerse un grupo adicional
en que concurrieran rasgos anatómicos "racialmente
nórdicos" con otros considerados como "alpinos,
mediterráneos o balcánicos". Los dos últimos
grupos, que estaban propiamente fuera de los parámetros de
selección óptimos para incorporarse a las SS,
estaban representados por europeos (alemanes tanto como
austríacos, belgas, holandeses o escandinavos, sobre todo
después de que sus naciones cayeran bajo ocupación
alemana a partir de 1940) sin rasgos anatómicos "de raza
nórdica" y por el resto de candidatos o reclutas que "no
eran de raza europea" y no poseían ningún "signo
distintivo de carácter ario".

Además de superar estas "pruebas de aptitud
racial", realizadas por "personal médico" que examinaba
atentamente los rasgos "étnico-anatómicos", los
aspirantes entregar una foto de su propio rostro, que el propio
Reichsführer SS examinaría minuciosa y pacientemente
con una lupa para comprobar personalmente el grado de pureza
racial de cada candidato. Por otro lado, el aspirante a soldado
SS debía medir bastante más de 1,70 m de estatura
para poder optar al ingreso en las llamadas
"SS-Verfügungstruppen" (Tropas de Servicio de las SS)
exigiéndose de los reclutas aspirantes a la "Erste
Division Leibstandarte SS Adolf Hitler" (División SS
nº 1 Estandarte [=batallón] Personal de Adolf Hitler)
no menos de 1,84 m, mientras que los que deseasen ser destinados
a los "SS Totenkopfverbände" (Unidades SS de la Calavera),
de corte represivopolicial y encargadas, por ejemplo, de
los servicios de guardia, vigilancia y administración de
los diversos campos de concentración
("Konzentrationslager", popularmente conocidos en Alemania por
las siglas "KZ"), trabajos forzados ("Arbeitslager") y, a partir
de 1942, de exterminio ("Vernichtungslager"), debían tener
una estatura superior a 1,71 m.

Dos jefes efectivos que ejemplificaban como pocos la
mentalidad y el perfil propio de los miembros más
representativos de las SS fueron el "Obergruppenführer"
(General SS de Cuerpo de Ejército) Josef "Sepp" Dietrich,
y el también "Obergruppenführer" y jefe supremo de
los "SS Totenkopfverbände" Theodor Eicke. Dietrich estuvo
durante mucho tiempo al mando de la "1. SS Division Leibstandarte
Adolf Hitler", la más antigua y la de mayor prestigio
militar y político de toda la organización SS.
Tanto entre sus homólogos de la "Wehrmacht" como entre sus
colegas con mando en las SS fue considerado siempre como un jefe
duro. Extremadamente exigente y severo con sus subordinados, fue
capaz de formar una de las unidades más temidas por
cualquier enemigo del nazismo sin excepción, tanto dentro
como fuera de Alemania. La primera acción armada de
relieve en que tomó parte la "Leibstandarte" tuvo lugar en
la propia Alemania entre el 30 de junio y el 2 de julio de 1934:
se trató de la desarticulación, detención y
asesinato en masa de la cúpula de las "Sturmabteilungen",
las SA, víctimas de un golpe interno de Hitler en el seno
del NSDAP que pasó a la Historia bajo el nombre de "la
Noche de los Cuchillos Largos". [5] Dietrich era
considerado por muchos como una de las encarnaciones más
fieles del nazismo, y entre las exigencias que él mismo
estableció para la selección de reclutas en la
División "Leibstandarte" estaba la exclusión de los
que él consideraba "niños", es decir, aquellos
candidatos menores de 23 años de edad; la edad
máxima para entrar en la unidad eran los 35 años.
Transmitió admirablemente a toda la cadena de mando de su
división una mentalidad perfeccionista, que no toleraba la
más mínima "disfunción" física,
según sus propias palabras. Con este término se
refería a cualquier imperfección, por
pequeña que fuese, y que no supusiera una causa de
exclusión en las ya de por sí rigurosísimas
pruebas de aptitud física y racial, pudiendo ser el hecho
de haber pasado por una operación quirúrgica menor
o un arreglo en la dentadura.

Por su parte, el "Obergruppenführer" Theodor Eicke
también creaba tendencia en cuanto a la mentalidad propia
de las SS. Era considerado, lo mismo que Dietrich, como uno de
los más fanáticos y exigentes miembros del NSDAP, y
por ello fue nombrado para dirigir los "SS
Totenkopfverbände". Inculcó en sus soldados un
profundo odio anticristiano por la oposición que el
cristianismo suponía para los valores nazis y su
imposición, llegando a ordenar el fusilamiento de alguno
de sus soldados por no obedecer su expresa orden de abandonar
todo culto, por más inadvertido que pasase, a Cristo,
siendo probado éste por la posesión de algún
crucifijo o medalla entre las pertentencias personales del
sujeto. Eicke creía firmemente que la misión de las
"Unidades de la Calavera" era trascendental: se trataba en
definitiva de "mantener a raya" a los enemigos, reales o
potenciales, del Estado nacional-socialista. En uno de sus
discursos, expresó así esa idea: "Sois unos
soldados sin igual, que incluso en los días y las noches
de paz lucháis contra el enemigo: el enemigo que
está dentro de las alambradas."
Para que sus
subordinados llevasen a cabo esta labor "sagrada" con total
eficacia, los adoctrinó en la violencia y en la creencia
de que la compasión supone un grave peligro, porque el
prisionero del Estado nacional-socialista es un enemigo aun
cuando esté privado de sus fuerzas y a merced de sus
guardianes. Todo aquel que formase parte del particular
ejército represivo de la "Calavera" era castigado con una
severidad inusitada por la más mínima
infracción de las obligaciones castrenses, y se esperaba
que esa presión por el terror fuera luego ejercida sobre
los prisioneros. La infracción de las normas no se
consideraba una posibilidad real: el entrenamiento diario se
basaba en el empleo maximizado de la violencia, terror al que
sólo la camaradería y el orgullo por el
cumplimiento perfecto del deber ponía un contrapeso
soportable. Los resultados eran claramente deshumanizadores, tal
como se desprende de las palabras con las que el
"Obersturmbannführer" Rudolf Höss, comandante en jefe
del "Vernichtungslager" de Auschwitz-Birkenau, describía
la conducta de los guardianes SS-Totenkopf del citado campo:
"un odio y una antipatía tal por los prisioneros, que
resultaría inconcebible para aquellos que no estuvieran
dentro del campo
". [6]

Fue esta especial formación académica en
el odio como valor conscientemente cultivado la que
insensibilizó en grado sumo a los soldados de las SS; la
que hizo posible que éstos perdieran todo respeto por la
vida, tanto la de los "enemigos del Reich" que caían en
sus manos, como por el temor a perder las suyas propias y, en
consecuencia, la que les volvería capaces de los
monstruosos crímenes que después de 1945 fueron
denunciados y divulgados para oprobio de Alemania. Aun
así, muchos quedaron marcados mentalmente por la
ejecución masiva de muertes de prisioneros, y quedaron
psíquicamente desquiciados para el resto de su vida.
Retomando una de las ideas expuestas al principio sobre las
conductas suicidas en que caen los miembros de algunas sectas
esotéricas, los soldados de la "Calavera" fueron objeto de
este sometimiento de la voluntad en un grado tan alto, que en el
campo de batalla ofrecieron unos resultados nunca vistos antes,
en el Viejo Mundo al menos: las unidades de las SS fueron mucho
más temidas que cualesquiera otras de las fuerzas armadas
alemanas, porque podían lanzarse al ataque, con una
combatividad fanáticamente irracional, aunque se
enfrentasen objetivamente a fuerzas muy superiores, quedando
garantizada su propia aniquilación. En definitiva, los que
se convertían, merced al entrenamiento ideológico y
conductual, en auténticos SS, quedaban invalidados para
ser cualquier otra cosa, conclusión a la que se
llegó tras estudiar a fondo el caso de algunos oficiales
SS que fueron capturados en 1945 y juzgados por los Aliados
Occidentales. Un "Hauptsturmführer SS", rango equivalente al
de "Hauptmann" (capitán) de las fuerzas armadas regulares
alemanas, testificó en los Juicios de Núremberg y,
preguntado sobre qué sintió cuando se le
ordenó ejecutar a ochenta internos del campo de Auschwitz
sin motivo aparente, declaró con toda franqueza: "No
tengo sentimientos. Ésta es la preparación que
recibí, con el fin de cumplir cualquier orden que me
dieran mis superiores."
[7]

Más allá de personajes clave como Dietrich
o Eicke, que los hubo y bastantes en la Alemania nazi, el
personaje que se encargó como ningún otro de
convertir en realidad los sueños del nazismo sobre sus
"guerreros de la raza" como hombres del futuro "Nuevo Orden" fue
sin duda Heinrich Himmler, jefe supremo de las SS, a las que
imprimió su sello personal. Himmler tomó como
misión principal el encargo de materializar las ideas de
Adolf Hitler, que exigían que las SS exhibieran "una
voluntad fiera, una fuerza invencible; el sentimiento de la
superioridad racial personificado."
[8] En esta
misión se apoyó en jefes como Paul Hausser, jefe de
la inspección general de las SS, imbuido de la necesidad
de llevar a la práctica las teorías defendidas por
jefes como Eicke, según las cuales, la dureza con los
soldados y el empleo de la misma por las SS "ahorraban mucha
sangre"
de soldados alemanes en guerra; dichas
teorías no eran enteramente originales, sino que en parte
se habían basado en las experiencias extremas de las
situaciones operativas reales del Frente Occidental de la primera
guerra mundial. [9] Hausser fue un militar de
vocación que se empeñaría en transformar la
rama militar de las SS, las llamadas "Waffen-SS", destinadas a
los campos de batalla de la segunda guerra mundial, en un cuerpo
de "sangre y honor" ("Blut und Ehre", uno de sus lemas), cuya
combatividad y eficacia debía sembrar el terror entre los
soldados enemigos con sólo nombrarlas. Hausser se
valió en buena medida de los consejos y experiencias de un
antiguo veterano de la primera guerra mundial, el
"Obergruppenführer SS" Felix Steiner, quien entre 1916 y
1918 había formado parte de las unidades experimentales de
asalto "Sturmtruppen", seleccionadas y entrenadas especialmente
con el fin de sobrevivir y abrir brechas en los letales campos de
fuego artillero de la guerra de posiciones en el Frente
Occidental. Desde la inspección general de las Waffen-SS,
Hausser tuvo la máxima autoridad en todo lo relativo a
régimen interno, disciplina, organización y
administración de personal de las Waffen-SS, integradas en
su mayor parte por voluntarios de los países ocupados por
Alemania a partir de 1939, pero también por regimientos
alemanes de las SS que eran convertidos en unidades de combate,
abandonando sus funciones represivas en retaguardia.

Duro con sus subordinados pero a la vez sensible a sus
necesidades más básicas, su bienestar esencial y su
seguridad, supo cumplir su tarea magníficamente, por lo
que acabó recibiendo el mando efectivo de un cuerpo de
ejército, con mayoría de unidades SS y fuerzas
acorazadas, en 1943, el "Primer Cuerpo Panzer SS". En marzo de
aquel año Hausser ordenó, contraviniendo
órdenes expresas de Hitler, evacuar la ciudad de
Járkov, en Ucrania, ya que la situación operativa
determinaba que si las fuerzas que la ocupaban no se retiraban
del núcleo urbano, serían cercadas por fuerzas
soviéticas mucho mayores y aniquiladas sin remedio. A
continuación, sin embargo, ordenó que sus unidades
SS atacasen a los rusos nada más ocupar éstos la
ciudad, cosa que hicieron por sorpresa y con gran efectividad,
pese a enfrentarse a una inferioridad numérica muy
abultada. Hitler, al conocer que Jarkov había sido
evacuada por Hausser, había hecho algo infrecuente en
él: salir de su retiro en Rastenburg para volar hasta el
cuartel general del Grupo de Ejércitos Sur ("Heeresgruppe
Süd"), dirigido por el mariscal Von Manstein, para destituir
a Hausser en persona y obligar a las tropas alemanas a
reconquistar la ciudad. Cuando Hitler llegó al cuartel de
Von Manstein en Vinnitsa, Hausser ya había conseguido
hacer justamente lo que Hitler pensaba imponer por la fuerza y a
base de destituciones y castigos ejemplares. Al año
siguiente, Hausser fue encargado de fuerzas aún mayores en
combate, el "Grupo de Ejércitos B" en Francia, donde las
unidades de las Waffen-SS estaban presentes en gran
número, debiendo enfrentarse a los anglo-americanos tras
el Desembarco de Normandía. La paternal responsabilidad
hacia sus soldados y el dominio que demostró de la
conducción operativa de tropas de combate dejaron harto
probadas sus aptitudes para supervisar de arriba abajo todos los
detalles de la vida diaria y el adiestramiento de las Waffen-SS y
de los regimientos SS con funciones de combate, misión a
la que fue destinado tras la caída de Francia en
otoño de 1944 y hasta el final de la guerra.

Hausser tuvo mucho que decir sobre las pruebas de
selección para el personal con destino en las SS, y para
empezar mantuvo el nivel de las pruebas de cultura general y
aptitudes intelectuales muy por debajo del que era habitual en
las fuerzas armadas. De tal forma, cerca del 40% de los nuevos
reclutas de las SS en 1944 apenas sabían más que
leer medianamente y hacer cuentas simples. Y esta falta de
instrucción no afectaba sólo a las clases de tropa,
sino que también era tolerada en los aspirantes a oficial
de las SS. Si un joven era poco estudioso, por pereza o falta de
aptitud, podía verse postergado por las academias
oficiales de la "Wehrmacht", pero no por las de las SS, que lo
acogerían de buena gana. En éstas lo que más
se buscaba era la lealtad, no la inteligencia: si los hombres de
las SS debían ser "los protectores de la raza y la sangre"
alemanas, tenían que acoger sin titubeos la "verdad nazi",
para que su entrega fuese total e incondicional, hasta el punto
de lanzarse al ataque a una muerte segura, o de ejecutar sin
cuestión a miles de prisioneros. Para ambas cosas, una
inteligencia demasiado cultivada no podía ser más
que un estorbo. Si el soldado estaba "demasiado instruido" antes
de ingresar en las SS era posible que no se creyera tan
plenamente las teorías político-raciales que se
inculcaban en la organización, y si al final se tomaba el
nacional-socialismo con el convencimiento y el fanatismo
requeridos, no importaba si no era especialmente brillante
intelectualmente.

El aspecto académico de todos aquellos que
habían superado las exigencias iniciales para formar parte
de la "Familia SS" iba desde el estudio del llamado "manual de
etiqueta" (que buscaba que los SS practicasen los modales propios
de la "nobleza de servicio" militar, tradicional en Prusia, pero
sólo en lo relativo a cuestiones de urbanidad, como las
normas de educación en la mesa, o sobre cómo
emplear fórmulas de cortesía en la correspondencia
privada) hasta las clases de doctrina político-racial, que
eran con mucho las más frecuentes y numerosas.
Éstas estaban organizadas en tres fases o cursos: en el
primero, el SS estudiaba la Historia del NSDAP y los "25 puntos"
del "Mein Kampf" de Hitler, que pretendían ser un resumen
básico del ideal nacional-socialista alemán; en el
segundo se estudiaban los "fundamentos raciales" de las SS,
haciéndose mucho hincapié en que el soldado
pertenecía al "Herrenvolk" (el pueblo de los amos) o "raza
de señores", y que su misión era defender el
derecho de ésta, y el de la Alemania nazi, a sojuzgar y
gobernar a la "raza de los esclavos", el "Sklavenvolk"; en el
tercer y último curso, se estudiaba en detalle
cuáles eran los enemigos del III Reich (supuestos y
reales) y por qué amenazaban a éste, explicando de
forma minuciosa los motivos por los cuales era imprescindible que
el Estado naciona-socialista actuase de forma implacable contra
sus dos mayores enemigos: los judíos y los comunistas. El
hombre sometido a semejante educación se iba
transformando, merced a un entrenamiento castrense brutal y
conductualmente orientado a excitar el odio y amortiguar los
sentimientos humanitarios, en un fanático anticomunista y
un conspicuo exterminador de prisioneros, judíos y de
otras categorías, en un campo de
concentración.

Notas

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[1] A. J. Barker, SS-Gestapo. Madrid,
San Martín, 1977.

[2] R. Ludlum, Historia secreta de las
SS
. Barcelona, Crítica, 1999.

[3] Citado en H. van Capelle y P. van de
Bovenkamp
, Hitler's henchmen. Londres, Watfare,
1990.

[4] Las comillas son mías, para acentuar
el hecho de que la cientificidad de toda la "ciencia racial" era
más que cuestionable, lo cual tampoco quiere decir que se
basara en supuestos totalmente fantásticos. En definitiva,
puede hablarse de una seudociencia racial, teñida por
prejuicios y presunciones de índole fantasiosa e
ideológica. Puede consultarse, entre otros, al respecto de
la peculiar relación de los nazis con el concepto de
verdad científica, el reciente estudio de G. Posner y
J. Ware
, Mengele, el médico de los experimentos de
Hitler.
Madrid, Esfera de los Libros, 2002.

[5] N. Tolstoy, La Noche de los Cuchillos
Largos
. Madrid, San Martín, 1978.

[6] Citado en C. Ailsby, Waffen-SS: la
'Guardia Negra' de Hitler en la II Guerra Mundial.
Madrid,
Libsa, 2002.

[7] Citado en J. R. Elting y G. H. Stein,
Las SS, la guardia pretoriana de élite del III
Reich.
Barcelona, Óptima, 2002.

[8] Citado en H. B. Gisevius, Adolf
Hitler.
Barcelona, Plaza y Janés, 1966.

[9] Véanse al respecto las detalladas
aportaciones de W. Fowler, El Frente del Este en la II
Guerra Mundial.
Madrid, Libsa, 2003.

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Autor:

Jorge Benavent

 

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