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La Psicología del Ego, Marie Bonaparte, S. Freud y la Envidia del Pene





Enviado por Felix Larocca

Partes: 1, 2

  1. La
    envidia del pene
  2. La
    envidia del pene, según Freud
  3. Freud
    y su propio complejo de Edipo
  4. Martha
    y Minny: Las hermanas Bernay (las "tres M"s" si
    añadimos a Marie Bonaparte)
  5. La
    heredera del cetro (como símbolo fálico): Anna
    Freud (1895-1982)
  6. Marie
    Bonaparte (1882-1962)
  7. Marie
    Bonaparte: Pionera sexual, psicoanalista, argonauta del
    feminismo, y discípula simbólica de Servilia
    Cæpionis
  8. Los
    hijos de psiquiatras, y, especialmente, los cónyuges y
    lo hijos de los psicoanalistas ¿De qué manera
    son diferentes a los hijos de los
    demás?
  9. Poderoso caballero es don
    Dinero
  10. El
    concepto de la envidia de la vagina y del
    útero
  11. En
    resumen
  12. Bibliografía

"Nosotros sabemos menos acerca de la
vida sexual de las mujeres que de los hombres. Pero no existe
razón para avergonzarse de esta distinción;
después de todo, la vida sexual de la mujer adulta es un
continente oscuro para la psicología"
. Sigmund
Freud.

"¿Qué quieren las
mujeres?
" ("Was will das weib?")." S. Freud en
Los estados intersexuales: Nature vs
Nature 
(FEFL)

"Del analista que, a ella,
la acusa de envidia del pene [Gelsey Kirkland], nos
dice: "Yo le respondí, yo no tengo esa envidia, pero
sí que conozco muchos analistas que la
sufren…""
en La Violencia Psicológica: Una
Tragedia con Bases Universales
(FEFL).

"El pene, con sus
atributos variables, que lo transforman de un órgano
arrugado a un miembro trepidante, despierta la curiosidad
más temprana del niño más inocente y del
adulto más
sincero". La Hembra y el Pene: Freud y
Darwin
Revisitados" (FEFL).

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El dios Príapo, fresco
en las ruinas de Pompeya (79 DEC)

El propósito de esta lección
es conducir un estudio de las relaciones sintomáticas del
comportamiento — con los afectos asociados — que Sigmund
Freud, Padre del Psicoanálisis, mantuviera con el amplio
círculo de mujeres que lo rodearan y que lo
acompañaran durante su vida, tanto intelectual, como,
posiblemente, de manera más íntima.

Lo último se basa en una premisa
técnica: Las fantasías y lo hechos son realidades
intercambiables de acuerdo al psicoanálisis.

Para el logro de nuestro objetivo, nos
parece pertinente, primero, reconsiderar un concepto
teórico que, a Freud, le devengaría crítica
— o en algunos casos — la fría consideración,
por parte de muchas de las mujeres que fueran aliadas devotas a
su causa. Mientras que así lo hacemos, asimismo,
consideraremos la vida de una de las relaciones más
importantes, que con algunas de ellas mantuvo, especialmente con
la Princesa Marie Bonaparte. Mujer singular.

La envidia del
pene

Freud no sería la primera persona
que se destacara por su interés desmedido en el pene —
como función y proceso — sino que, a través de su
extensa vida de exploración científica mantuvo un
esfuerzo prodigioso y multifario en su entendimiento, si juzgamos
por el número extraordinario de las publicaciones que
dedicara a su estudio.

Freud era un falo-obsesivo.

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Somos diferentes

No sería de los romanos de quienes
heredáramos el concepto de la bulimia nervosa, ni fue en
la civilización grecorromana donde tuviera su origen el
interés en el significado del pene.

La curiosidad sexual, es un principio
biológico e inmanente, el cual nuestra cultura
todavía influenciada por tabús victorianos
(dominantes en la época en la que Freud viviera) —
sería elevada a un nivel de importancia
inmerecida.

Para culturas primitivas, el pene es otro
órgano, y nada más, a menos que estemos
obsesionados por el simbolismo sexual.

La envidia del
pene, según Freud

El principio Freudiano de la envidia del
pene se resume en los párrafos siguientes

La niña pequeña observa el,
característicamente visible y bien proporcionado
órgano sexual de un hermano o compañero de juegos,
reconociendo de inmediato que representa el equivalente superior
a su órgano pequeño y disimulado, lo que la
acongoja.

Desde ese mismo instante, de acuerdo a la
teoría, la pequeñuela — como si fuese
víctima de un "virus de, posible, transmisión
memética" — será afligida por la "fiebre"
permanente de la envidia del pene.

Ella lo ha visto, sabe que no lo posee,
y desea estar dotada con uno
.

A nadie le gusta ser
menos…

Así es como Freud describe este,
supuesto, drama de la niñez en: Some Physical
Consequences of the Anatomical Distinction Between the Sexes

(1925).

La primera alusión que Freud hace,
de la envidia, en relación al pene, aparece en On
Sexual Theories of Children en el año
1908; cuando la
niña pequeña declara que "yo quisiera haber
nacido
varón".

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Narcisismo fálico
femenino

Muchos varones, asimismo hubiesen deseado
haber nacido hembras.

Freud utiliza, entonces, por la vez
primera, el vocablo alemán penisneid (que traduce
al castellano como envidia del pene) en Observations
and Analyses Drawn from Analytical Practice

(1913).

Lo utiliza de nuevo en el 1914 cuando
escribe su artículo On Narcissism.

Para el prominente cartógrafo de la
mente humana, la envidia de poseer este órgano, representa
el complejo de inferioridad orgánica de la hembra,
mientras que la ansiedad concerniente a la pérdida del
mismo, simboliza el complejo de castración en el
varón. (NB, en este caso, el concepto equivoca la
anatomía, ya que el castrato lo que ha perdido son los
testículos y no el falo).

El complejo de castración conduce a
la "protesta masculina", un término inventado por Alfred
Adler, quien, apartándose de Freud, relacionó este
complejo a los instintos del ego y no a los de orígenes
sexuales.

En su contribución The Sexual
Theories of Children 
(1908), Freud postula que la
niña pequeña quisiera ser varón, aunque
enfatiza, que no lo es para estar en la situación
particular del varón en general. Sino que lo que anhela es
la posesión misma del codiciado miembro, como remedio a su
inferioridad orgánica percibida. Concepto éste que
más tarde, rechazándolo, modificarían otros,
como tendremos oportunidad de apreciar.

La niña, como consecuencia, reprocha
su madre por no haberla provisto con un pene, alejándose
de ella para hacer del papá el objeto de su
afección.

La envidia del pene y el complejo de
castración conducen a la hembra a la presencia del
Complejo de Edipo, del cual — a diferencia del varón —
ella nunca saldrá del todo (véase The
Dissolution of the Œdipus Complex
, 1924).

En esta nueva coyuntura, el deseo por el
pene se reemplaza por el deseo de tener un bebé con su
papá. (Aserción esta última que muchos
consideran absurda).

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Los amantes por René
Magritte

Mientras que, durante este último
proceso, el varón se identifica con su "rival", encarnado
en la figura del padre intimidante, lo que resulta en la
constitución sólida en la formación del
superego, mientras que la hembra no logra producir un superego de
igual solidez. (Concepto éste que nos parece ser muy
extraño).

De acuerdo a la hipótesis, lo
resultante es la formación, por compromiso, de una serie
de características típicamente
femeninas:

"La mujer exhibe un sentido disminuido
de justicia, una menor inclinación a subyugarse a las
necesidades mayores de la vida,
[ella] muy a menudo se
permite ser guiada en sus decisiones por sentimientos tiernos y
hostiles."

"En breve, no podemos permitirnos
— afirma Freud — ser engañados por los argumentos
feministas que tratan de ponernos en la posición de
paridad total de apreciación entre los sexos
." (No
viene como sorpresa que tantos tildaran a Freud de ser
misógino, aunque, a pesar de aparentarlo, se rodeó
de mujeres. ¿Cuál sería su
problema?).

En la última aseveración,
acerca de no existir paridad entre los sexos, el "rabino
secular", que el maestro encarnaba, estaba totalmente
equivocado.

Niños de ambos géneros, en
nuestra cultura, están expuestos a ser traumatizados,
cuando descubren que ni el varón ni la hembra es un ser
humano "completo", o definido solamente por la mera presencia un
órgano.

Cada uno, por su parte, depende en su
entorno social para valorizar su sexo y, de ser necesario,
devaluar el otro. (Expresión falaz del ajado concepto de
"la guerra entre los sexos").

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Sociedad sin envidia del
pene

En este marco general, constituido por el
medio donde crecen los niños y sus poderes decisivos, es
donde debemos de situar la ansiedad de castración y la
envidia del pene, como nociones hipotéticas y culturales
con aplicaciones terapéuticas.

De acuerdo a la psicoanalista y oponente
filosófica de Freud, Karen Horney, la envidia del pene no
consiste en tratar de cambiar el sexo, sino que encaja en la
continuidad narcisista: La hembra preferiría las ventajas
sociales y reafirmantes del ego, asociadas con la posesión
del pene, en lugar de la asignación anatómica de
este órgano (Horney 1922), especialmente si ha tenido la
experiencia de que el padre o la madre concede mayor valor al
varón, como todavía se estila en muchas sociedades
alrededor del mundo.

Freud y su
propio complejo de Edipo

Acerca de su propio complejo de Edipo, es
mucho que el psicoanálisis ha soslayado en lo que a su
fundador respecta, y poco lo que Freud nos dejaría
entrever desde la perspectiva de su
autoanálisis.

Es hecho sustanciado, que, en su
niñez, Freud, como primogénito, mantuvo una
relación estrecha con su joven madre Amalié, y una
de desapego hacia su padre Jacob, de edad mucho mayor que
ella.

Luego de contraer nupcias y formar su
propia familia, las cosas no cambiarían mucho para
Sigmund.

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Martha Bernais

Entre sus retoños, y dentro de su
hogar, existió una configuración de afectos muy
idiosincrásicos, propiciando a que el pater
familias
, Freud, favoreciera como su futura heredera
ideológica — a la menor de sus seis hijos — Anna,
quien desde su niñez aparecería como niña
que exhibiera comportamientos preocupantes; y con su
cuñada, la solterona Minnie (hermana menor por cuatro
años de su esposa Martha), y quien residiría, como
parte de la familia, con los esposos Freud por toda su
vida.

Martha y Minny:
Las hermanas Bernay (las "tres M"s" si añadimos a Marie
Bonaparte)

Martha Bernays (1861 -1951) fue la
esposa del psicoanalista austriaco Sigmund Freud.

Era la segunda hija
de Emmeline y Berman Bernays.

Su abuelo paterno, Isaac Bernays fue
un gran rabino de Hamburgo. 

Sigmund Freud y Martha se conocieron
en abril de 1882 y después de un noviazgo de cuatro
años (1882-1886) se casaron el 14 de septiembre de
1886.

Freud y Bernays procrearon seis hijos:
Mathilde (1887), Jean-Martin (1889), Oliver
(1891), Ernst (1892), Sophie (1893)
y Anna (1895). 

La hermana menor de Martha, Minna Bernays,
es conocida por ser una de las personas más allegadas al
psicoanalista — de quien se especulara — que fuera
amante. 

Esta afirmación generó
polémica al principio, pero la publicación de un
registro de hotel ha llevado a algunos biógrafos de Freud,
incluyendo a su apologista Peter Gay, a concluir que, en lo que
se refiere a la conjetura de Freud y Minna teniendo una aventura
amorosa, que probablemente, fuera exacto.

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Anna Freud

Otros biógrafos aducen que la
persona que interfirió en el romance entre Minna y Sigmund
fue Sabrina Spielrein, a quien hemos estudiado en otra ponencia.
(Para ver más:
http://www.monografias.com/trabajos89/mujeres-egregias-revisitadas-magia-asperger/mujeres-egregias-revisitadas-magia-asperger).

Se dice que Freud era persona muy
circunspecta y que confiaba únicamente en tres mujeres:
Martha, Minna y su hija Anna.

Aunque muchos así lo crean, el
récord histórico desmiente esta noción
simplista, ya que solamente la correspondencia voluminosa que el
psicoanalista mantuvo con tantos intelectuales — de ambos sexos
— que profesaban sus tendencias y convicciones, revelan muy
claramente que esta no fue la realidad.

La heredera del
cetro (como símbolo fálico): Anna Freud
(1895-1982)

Anna creció en un hogar dentro del
cual se sentiría muy desplazada por sus hermanos,
especialmente por su hermana Sophie — con quien se comparaba
desfavorablemente — y, en conflicto, con sus propios
padres.

Durante sus años tempranos la joven
mujer escribiría muchas epístolas angustiadas al
papá rogando su comprensión, por lo extremo de sus
crisis de ansiedad.

Consecuentemente, Freud, la acogió
bajo sus alas y la encauzó a ser analista, como él
lo fuera, proporcionándole (de manera poco ortodoxa) su
propio análisis terapéutico y
didáctico.

¿Por qué, de esta manera, se
apartó, su padre, del dogma de la técnica
psicoanalítica que desaconseja tomar a parientes o
personas cercanas como pacientes? Este, importante detalle
permanece asunto de especulación y debate. Aunque muchos
lo justifican.

Antes de ser iniciada en el campo del
psicoanálisis, Anna se graduó de pedagoga
ejerciendo su carrera, hasta que, habiendo contraído la
tuberculosis, abandonó su profesión en el
1917.

En 1918, su padre empezó el
psicoanálisis de la hija, involucrándola
formalmente en su nueva ocupación.

Luego de haber sido admitida a la Sociedad
Psicoanalítica de Viena, Anna, se interesó en el
psicoanálisis de niños, campo de
especialización dentro del cual se
distinguió.

Una de sus obras más famosas fue
El Ego y los Mecanismos de Defensa, que
constituiría piedra angular en el, entonces, campo
naciente de la Psicología del Ego, del que fuera pionera
indisputable.

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La terapia de juegos

Este autor tuvo la oportunidad de conocer
la renombrada psicoanalista a la sazón de una visita que
ella hiciera a Miami, para ser recipiente de un honor que le
fuera otorgado por la American Psychiatric Association
durante su conferencia anual, donde recibiera mi inducción
como Fellow de esa prestigiosa
organización.

Mi memoria de ese momento
permanecerá vívida por el resto de mis días,
ya que la recuerdo como a uno de los intelectos más
gentiles que alguien pueda tener la suerte de encontrar en su
camino.

Prosiguiendo con nuestra lección,
ahora enfocaremos en las peripecias de la afamada y
excéntrica Princesa Marie Bonaparte. Amiga, paciente
(quizás hipomaníaca), y colaboradora muy cercana de
Freud.

Marie Bonaparte
(1882-1962)

En el año 1924, un artículo
revolucionario acerca del orgasmo femenino se publicó en
Europa bajo la firma de A E Narjani.

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Marie Bonaparte

Más adelante se reveló que la
persona responsable por el escrito fue la Princesa Marie
Bonaparte, sobrina biznieta del Emperador Napoleón I de
Francia, e hija del Príncipe Rolando Bonaparte.

Luego de desposar al Príncipe Jorge
de Grecia y Dinamarca en el 1907, su título oficial se
volvió Su Alteza Real, Princesa Jorge de Grecia y
Dinamarca.

Marie no era mujer ordinaria, como ya
veremos, y estaba entonces en medio de la confrontación de
una crisis existencial de naturaleza Victoriana dentro de la Era
Freudiana.

La Princesa era víctima de un
padecimiento que todavía afecta a muchas
mujeres.

Sufría de la inhabilidad de obtener
un orgasmo exclusivamente por medio del coito vaginal.

En desafío de las convenciones
sociales de su época, la Princesa descubrió que
lograba llegar al orgasmo por medio de la
masturbación.

Mientras que este hallazgo la dispuso a
culpar la biología y no la psicología,
todavía la dejaba profundamente frustrada con su esposo y
con sus cuatro amantes eventuales.

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La Regla del Pulgar. Posición
Paraclitoridiana

En su determinación de no darse por
vencida frente a las circunstancias, ella comenzó a
conducir algunos de los experimentos más revolucionarios
de sus tiempos en el campo de la sexualidad y anatomía
femenina, mientras que de manera simultánea se
embarcó en la empresa de obtener el éxtasis por
medio del sexo penetrativo.

En su investigación, examinó
y entrevistó 243 mujeres.

Una por una, la aventurera
científica midió la distancia entre los
clítoris y las vaginas de las voluntarias para el
experimento, y, luego comparó esta distancia con la
frecuencia y facilidad de sus orgasmos.

Lo que descubrió fue la existencia
de una correlación directa entre la habilidad de obtener
orgasmos a través del sexo vaginal y la medida del espacio
entre el clítoris y la vagina.

Siguiendo pautas de investigación
que todavía nos son familiares, ella dividió sus
sujetos en tres categorías: paraclitoridianas
("para" significando al lado inmediato),
mesoclitoridianas ("meso" significando, en medio), y
teleclitoridianas ("tele" significando
distantes).

Las paraclitoridianas fueron las
más afortunadas.

El espacio entre sus clítoris y sus
vaginas midieron menos de una pulgada.

Para el 69% de de las voluntarias que
pertenecieron a esta categoría, el orgasmo vaginal fue
más fácil de lograr.

Sin embargo, estudios similares conducidos
en tiempos modernos demuestran que esta estadística es
extremadamente elevada.

Las mesoclitoridianas
tenían un espacio entre la vagina y el clítoris que
medía exactamente una pulgada. Sólo un escaso 10%
de las mujeres en el estudio cayeron dentro de esta
categoría.

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El mayor logro cinematográfico
de Meg Ryan

Esas mujeres no lograban el orgasmo tan
fácilmente como las paraclitoridianas pero,
eventualmente, y, con la práctica suficiente y variaciones
de posición lo alcanzaban.

Las teleclitoridianas
tenían el clítoris localizado más
allá de una pulgada de sus vaginas.

Éste era el grupo al cual la
Princesa perteneciera, en compañía de un 21% de los
sujetos examinados.

Ellas experimentaban la mayor dificultad
logrando el orgasmo, si es que, podían del todo
alcanzarlo.

La evidencia de las diferencias
anatómicas en relación a la facilidad y habilidad
del logro del orgasmo vaginal, persuadieron a la Princesa a
tratar algo extremo.

En el 1927 la determinada mujer,
persuadió al cirujano vienés, Dr. Josef Halban a
que le despegara el clítoris quirúrgicamente, y lo
colocara de nuevo más cerca de su vagina.

Inspiradas por el ejemplo de Marie, dos de
las voluntarias sobrellevaron la misma intervención
quirúrgica.

Los resultados fueron publicados bajo lo
que se llamara la Operación de Halban-Narjani,
acompañada de fotos de antes y después.

A pesar de que la cirugía no
funcionó para Marie, las otras dos mujeres la celebraron
como éxitos, lo que inspirara a, la intrépida
mujer, a ser operada de nuevo.

Los resultados, la segunda vuelta, no
fueron mejores que los de la vez primera.

Uno reflexionaría, que estaba
"adicta" a esta experiencia traumatizante en un órgano tan
delicado y frágil.

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Anatomía adversa

Prosiguiendo

Desde que Marie iniciara sus experimentos;
hallazgos consistentes en otros estudios similares han conducido
al desarrollo de lo que los anglosajones llaman "Rule of
thumb".

La bióloga evolucionista y profesora
en la Universidad de Indiana, Elizabeth Loyd, describe la
Rule of thumb, basándola en la distancia que
existe entre la punta del dedo pulgar y su primera
articulación.

Si la distancia entre el clítoris y
la vagina es mayor que ésta, las posibilidades
serán que el orgasmo vaginal resultará ser
más fácil.

Pero, si el espacio entre el
clítoris y la vagina es mayor, las posibilidades son, que
el sexo penetrativo no tendrá los resultados
ansiados.

El profesor de Psicología y
Neuroendocrinología del Comportamiento de la Universidad
de Emory, el Dr. Kim Walen, ha asimismo recreado la
investigación de la Princesa Marie, soportando la
teoría prevalente de la Rule of thumb
("Principio para copiar, de acuerdo a Babylon.com).
http://translation.babylon.com/english/to-spanish/Rule%20of%20thumb/.

Sin embargo, el profesor afirma que las
mujeres con una distancia muy larga entre sus clítoris y
sus vaginas no deben de desalentarse, sugiriendo que traten de
ser inventivas en el desarrollo de nuevas técnicas y
posiciones de procurar el placer sexual.

La Princesa Marie, finalmente, obtuvo el
desenlace feliz de su vida orgásmica, cuando "descubriera"
que sentándose encima de su pareja, y cara a cara (como
tantos simios hacen) lograría el resultado, por ella, por
tanto tiempo apetecido, y, hasta entonces, nunca
logrado.

Lo que nadie ha hecho, es explicar la
razón por este desenlace final.

En cierto modo, la Princesa siguió
el curso traumático y trágico a la vez,
ejemplificado por las cirugías cosméticas, y por
las cirugías bariátricas, como si fuera una ruta
expiatoria.

Pero, ¿quién fue Marie
Bonaparte? Estableciéndolo, sin recurrir a las
páginas de Wikipedia.

Marie Bonaparte:
Pionera sexual, psicoanalista, argonauta del
feminismo, y
discípula simbólica de Servilia
Cæpionis

La Princesa Marie Bonaparte, como hemos
visto en párrafos anteriores, fue biznieta de, Lucien, el
hermano menor de Napoleón.

Como resultado de su matrimonio con el
Príncipe George de Grecia, se emparentó con las
familias reales de Dinamarca, Rusia y la Gran
Bretaña.

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Servilia Cæpionis (112 AEC-42
AEC) Amante del Emperador Romano Julio
César

El parentesco resultó en ser
tía de la Princesa Marina, Duquesa de Kent, y el
Príncipe Philip, Duque de Edimburgo y esposo de la actual
Reina de Inglaterra.

Nadie hubiese aparecido candidata menos
probable a ser una escritora, una psicoanalista de
distinción, y una alumna favorita del mismo
Freud.

Prosiguiendo

Su abuela paterna, la Princesa Pierre
Bonaparte, perdió toda su fortuna en el 1871.

Para resarcir el patrimonio familiar, la
Princesa dispuso que su hijo, el Príncipe Rolando
contrajera matrimonio con una heredera rica, Marie-Felix Blanc,
cuyo padre era dueño de la mayor parte de Mónaco,
incluyendo 97 por ciento del Casino de Monte Carlo.

Como resultado, Marie Bonaparte, el
único retoño de esta unión, resultó
heredera de una fortuna inmensa.

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"Envidia de Útero y
Vagina"

En todos los otros respectos, la
pequeña era una niña muy desafortunada.

Dentro de un mes de haber nacido, su madre
murió de una embolia.

Su papá, era un destacado
científico amateur que se reconoció por sus
conocimientos acerca de los glaciares; pero, que a la vez siendo
remoto, distante y, preocupado con sus estudios, le dedicó
muy poco tiempo a la hija.

El hogar en el cual Marie fue criada estaba
constituido por servidores, nanas e institutrices, bajo el
control de la opresiva abuela paterna.

Esta formidable mujer consideraba que la
sociabilidad pertenecía en las clases bajas, resultando,
en que la joven heredera creció sin amigos, aislada,
sofocada y sobreprotegida.

No era sorprendente que la niña
estuviera plagada por terrores nocturnos, miedos morbosos y
ansiedades obsesivas.

Marie, asimismo, representaría una
de las tantas historias — por nosotros descritas — de
personas famosas (o que no tanto lo fueran) quienes sufrieran de
la privación temprana de la presencia de la
madre.

Lo que resultara ser más
extraordinario en este caso, es que la pequeña, entre las
edades de los siete y los diez años completó cinco
libretas de apuntes con detalles minuciosos que revelaban sus
miserias y la aparición de sus síntomas
neuróticos.

Esos cuadernos, más adelante,
jugarían un role importante en su propio análisis y
serían publicadas con sus propios comentarios y los de
Freud.

Sus reflexiones, como mujer adulta,
serían: "Yo, entonces, decidí tomar refugio en
la sublimación intelectual donde fui capaz de
encontrar
felicidad".

Muy temprano en su vida la Princesa
reconoció que de haber sido varón, sus talentos
excepcionales les hubiesen asegurado respeto y la
educación adecuada que sus maestros y tutores fueran
incapaces de proveerle.

Durante esta etapa temprana de su
desarrollo, su preocupación incansable con los problemas
de la mujer, por el mero hecho de ser mujer, estaba
germinando.

El aislamiento es el terreno fértil
de la fantasía que asimismo estimula la susceptibilidad al
amor idealizado y romántico.

Durante su adolescencia Marie Bonaparte
desarrolló un encaprichamiento romántico con un
corso que fungía de secretario de su padre y quien
lograría, por medio del chantaje, obtener una suma
cuantiosa, en cambio a no publicar las cartas amorosas de la
engañada joven.

Muy poco antes de que Marie cumpliera los
17 años, su padre la introdujo a la sociedad
dándole un espléndido baile de
debutante.

Muy pronto después del evento, la
joven desarrolló una serie de síntomas
psicosomáticos que la incapacitaron. Estaba convencida que
iba a morir una muerte prematura, al igual que su madre. (En esta
coyuntura, resuenan temas edípicos).

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Frigidez sexual

Durante estos días de su vida,
repletos de fantasías y padecimientos neuróticos,
la joven Princesa, fue cautivada por la prosa de Edgar Allan Poe,
quien se tornaría, más adelante, en objeto de su
investigación psicoanalítica.

El drama tragicómico de algunos de
la nobleza y de algunos de sus miembros
continúa

En el 1907, cuando cumplía los 25
años, el buen papá escogió para ella como
consorte (suena mejor que simplemente, como "marido") apropiado
para ella, al Príncipe George de Grecia.

El Príncipe era mayor que ella por
trece años, extremadamente bien parecido, y, aparentemente
también homosexual, manteniendo una relación
íntima con su tío Waldemar, con quien pasaba todos
los veranos en Dinamarca.

Los esposos procrearon dos
hijos.

El matrimonio duró hasta la muerte
de George en el 1957, cuando la nueva viuda heredó una
fortuna fabulosa.

Si el matrimonio fue un éxito
financiero, asimismo resultó siendo un fracaso
emocional.

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George y Marie

Las afecciones de George estaban dirigidas
a su tío, manteniendo, durante los años que
vivieran como esposos una indiferencia total hacia Marie, quien
ansiaba su afecto.

Marie recuerda que durante su luna de miel,
George le confió, disculpándose, "yo odio lo
que estamos haciendo tanto como tú. Pero es nuestro deber
si es que queremos tener hijos
."

La desdeñada esposa, movida por sus
instintos sexuales insaciables e insatisfechos, pronto
tomó una serie de amantes, de entre los que fuera el
más famoso Aristide Briand, Premier de Francia en 11
ocasiones.

Para su desengaño, la Princesa
descubrió que ningún amante podía conquistar
su frigidez (quizás por tener orígenes más
profundos).

Su búsqueda por una cura, la condujo
a desarrollar una amistad con un psiquiatra francés, el
doctor René Laforgue, quien la refirió a Freud,
expresando que ella sufría de un "complejo de virilidad
pronunciado".

En el 1925, cuando Marie consultó
con Freud, el Maestro tenía 69 años y
padecía del cáncer que, eventualmente, le causara
la muerte.

La afección mutua fue
instantánea, como dicen que sea todo amor a primera
vista.

Freud, quien nunca fuera escrupuloso en
cuanto a lo que sus necesidades concerniera, abandonó de
inmediato sus mandamientos establecidos para el comportamiento de
los analistas con sus pacientes, compartiendo con la rica — y
emocionalmente frágil — aristócrata, sus
dificultades económicas, la seriedad de su enfermedad, y
regodeándose cuando Marie le expresó su
amor.

En su voluble manera de ser, la
recién llegada, reemplazó, súbitamente, a la
"favorita del momento" en el "harén intelectual
freudiano", Lou Andreas-Salomé.

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Algunas veces, un cigarro, es solo
un cigarro…

Tan especial se volvería para el
vetusto psicoanalista esta mujer tan privada de afección
que la hizo su paciente predilecto, dedicando dos horas o
más todos los días
a su
tratamiento.

Juntos, y con la asistencia provista por
los cuadernos viejos, los colaboradores en este, singular,
análisis, reconstruyeron el curso del desarrollo infantil
de la neófita paciente.

Freud, de manera autoritaria y en
congruencia con su estilo, estaba convencido del hecho de que de
niña, la Princesa tuvo que haber presenciado una escena
primordial. Y, en esta nueva hipótesis estaría
acertado.

La evidencia confirmatoria provino de un
empleado, de edad ya mayor, quien le confesó que él
mantuvo un affaire con una de las nodrizas (o amas de leche) del
bebé, y que una vez hicieron el amor en su presencia,
creyendo que estaba dormida. (Seductiva como explicación,
hay muchos detalles en esta situación que no
cuadran).

El psicoanálisis, aunque conducido
por su fundador, falló en curar la frigidez de la
Princesa.

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La desplazada, Lou
Andreas-Salomé

En el 1927, Marie estremeció a Freud
cuando le dijo que había tenido una operación para
colocar su clítoris más cerca de su orificio
vaginal.

Como era de ser esperado, esta maniobra no
logró su propósito, aunque le hace a uno
interrogarse, de cómo una mujer sofisticada decidió
tener esa cirugía para fines cosméticas,
consciente, como fuese ella, de las teorías prevalentes
del psicoanálisis de entonces.

A pesar de las dificultades, Marie
permaneció impertérrita.

La dedicada evangelista de las ideas de
Freud, se dedicaría entonces, a traducir las obras de su
ídolo al francés, y a comenzar a tratar pacientes
utilizando la técnica de su mentor, y nuevo amante
platónico.

Fálica narcisista, como era — y
como también lo fueran muchas de las miembros del
"harén", notables entre ellas: Anna Freud, Melanie Klein,
Karen Horney, y Lou Andreas-Salomé, entre otras
intelectuales distinguidas — los métodos utilizados por
la neófita serían aún más poco
ortodoxos de los de su preceptor.

Chóferes eran enviados en
automóviles espléndidos para conducir sus pacientes
a su mansión en Saint Cloud, donde ellos eran, a menudo,
analizados en el jardín, con la terapeuta reclinada en una
chaise longue detrás del diván
analítico, tejiendo al ganchillo, mientras
escuchaba.

Cuando ella viajaba de Atenas a
Saint-Tropez, Marie animaba a sus pacientes que se hospedaran con
ella para continuar el proceso de la terapia.

Los hijos de
psiquiatras, y, especialmente, los cónyuges y lo hijos de
los psicoanalistas ¿De qué manera son diferentes a
los hijos de los demás?

Los hijos de los psiquiatras, y,
especialmente, los hijos del psicoanálisis (como se espera
de los cónyuges) a menudo, se encuentran a sí
mismos siendo empujados a buscar la terapia o a ser
analizados.

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Sigmund y Minna

Los hijos de Marie no serían la
excepción, ya que ella encontraría en esta doctrina
una creencia redentora.

Su hijo, Peter, sin embargo,
seleccionó como su analista a Rudolph Lowenstein, quien
él sabía que fuera uno de los amantes de su madre,
lo que constituye, una vez más, en un esfuerzo de estirar
la herejía contra el método hasta sus propios
límites.

Si bien, es cierto que el
psicoanálisis no curó a Marie Bonaparte,
decididamente, la liberó de los rígidos prejuicios
en los que ella creciera, y los que, de todos modos, nunca,
realmente, le importaron.

En el 1932, le escribió a Freud
solicitando su consejo.

Ella y su hijo habían admitido una
mutua tentación a practicar el incesto.

Freud (quizás habiendo forcejado con
el mismo dilema) le aconsejó que desistiera de esas
fantasías.

Poderoso
caballero es don Dinero

El dinero de Marie, soportó el
Movimiento psicoanalítico en una variedad de
maneras.

Ella, con su dinero, rescató la casa
publicitaria del psicoanálisis varias veces, cuando estaba
al borde de la banca rota, compró la correspondencia de
Freud con Wilhelm Fliess (la que rehusó devolver a Freud,
por miedo a que éste la destruyera) y pagó la suma
que los nazis demandaron cuando Freud, finalmente decidió
abandonar a Viena.

Algunos 200 judíos adicionales
debieron sus vidas a la influencia y generosidad de la
Princesa.

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Detalle del grabado La cama
por Rembrandt 1646

La Gran Dama del psicoanálisis
laico, asimismo, hizo muchas contribuciones a la literatura de
esta ciencia, escribiendo, inevitablemente, un libro titulado
La Sexualidad Femenina, cuya traducción en
inglés apareció en el año 1923.

A pesar de que el libro, por su mayor
parte, parece anticuado por los estándares modernos,
asimismo — en su tiempo — estaba muy adelantado, si se juzga
por los mismos.

Por ejemplo:

La autora describe el incesto entre hermano
y hermana, opinando que no tiene efectos nefastos en la
niña, sino que supuestamente, la ayuda a liberarse del
odio hacia el varón, originado en la relación con
el padre.

Además escribe que, "el hermano,
apareciendo como un seductor, en este caso, parece haber sido
destinado a ser el preservador de la normalidad de su
hermanita… enseñándole a ella, cuando
llegara la oportunidad, de la infidelidad
indispensable."

Dicho sea de paso, que este mismo
sería el curso paralelo que Marie misma prosiguió,
a su vez, con entusiasmo ferviente.

Marie, asimismo, se convirtió en una
figura prominente en la Sociedad Psicoanalítica de
París, soportando la noción del análisis
no-médico, mientras opuso apasionadamente los
revisionismos de Melanie Klein y Jacques Lacan.

En los años sesentas del siglo
pasado, la Princesa lanzó una campaña fallida para
obtener el indulto de Caryl Chessman, cuya ejecución por
homicidio había sido, repetidamente aplazada.

Marie murió en el 1962,
víctima de la leucemia y cuando sus fortuna había
comenzado su decline.

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Travestido

El concepto de la
envidia de la vagina y del útero

"Anatomía es
destino
…" (Sigmund Freud)

Era de ser esperado, que otros
opondrían a Freud en muchas de sus teorías,
especialmente en lo que refiere a su pansexualismo obsesivo,
coligando, de manera homocéntrica, el desarrollo evolutivo
del ser humano al desarrollo psicosexual del
individuo.

Muchos dudan la existencia de la escena
primordial y la universalidad de la situación de
Edipo.

No ha bastado que ciertos investigadores
hayan soportado muchas de sus ideas, mientras combaten la
vehemencia con que otros las oponen.

En la psicología feminista, los
términos envidia del útero y la envidia de la
vagina denotan añoranzas (supuestamente) ocultas, con que
algunos hombres codician las funciones únicas del sexo
femenino.

Muchos hombres comparten síntomas
del embarazo de su cónyuge y se atavían en atuendos
femeninos, como, de acuerdo a sus biógrafos, hiciera el
fementido primer Director del FBI, J. Edgar Hoover.

El término envidia del útero
y vagina fue acuñado por la psicoanalista Karen Horney
(1885-1952) para contrarrestar la noción freudiana de la
envidia del pene, y la que ella avanzara, meramente, para
disminuir la importancia predominante que el Padre del
Psicoanálisis asignara a la última
noción.

Ambos conceptos, en el juicio de Horney
reflejan elementos de trasfondos sociales, en vez de ser rasgos
psicológicos innatos.

Este último concepto ha sido
elaborado por muchos teóricos, pero no ha resistido la
prueba del tiempo, como — en medida significante — lo ha
logrado el concepto de la envidia del pene, acompañado de
su, a veces refundida, idea del narcisismo
fálico.

En
resumen

En esta lección hemos hecho un
esfuerzo a lograr el sincretismo de ciertos conceptos
teóricos que todavía oscurecen el campo de la
teoría psicoanalista, porque trascienden los
límites de lo que es de Nature y lo que pertenece
a nurture.

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El estudio de sociedades primitivas no ha
iluminado el sendero de los conceptos examinados, como tratara de
hacerlo la prominente antropóloga freudiana Margaret Mead,
cuyas valoraciones sobreestimadas han sido ampliamente
desacreditadas.

De aplicación práctica, en el
ámbito de la terapia, puede decirse que los conceptos del
narcisismo en sus permutaciones, y el de los símbolos,
como medios de expresión de lo que representan, son de
mucho valor heurístico, aunque siempre puede argumentarse
que un cigarro, puede ser un cigarro, y que un pecho lleno de
medallas es un símbolo culturalmente fálico
narcisista, para cualquier género.

Partes: 1, 2

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