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Los ritos de la vida y los mitos de la felicidad



    INTRODUCCIÓN

    Y al atardecer armados de una enorme paciencia
    alcanzaremos
    las más altas
    montañas.

    Anónimo

    Nuestro tiempo está tipificado por una
    circunstancia única en la historia de la humanidad:
    jamás el hombre había nadado en medio de tan
    abundante información, ni tan extensa, ni tan intensa, la
    cual se acrecienta con la popularización de las
    computadoras. Otro hecho singular, y en realidad primario, es el
    desarrollo tecnológico de las comunicaciones que permiten
    procesos sociales en pocos años, que en el pasado
    demoraban siglos.

    El 2000 parece sólo un número, sin
    embargo, ocurre igual que cuando cumplimos 30 años. De
    pronto nos damos cuenta que ha pasado mucho tiempo y que nos
    queda muy poco, por lo que realizamos un auto-juicio inquisidor.
    Empezamos por ir al pasado y venir, una y otra vez, midiendo cada
    cosa, cada hecho, cada circunstancia, con meticulosidad, buscando
    respuestas a nuestros actos. Eso le debe pasar a la humanidad
    ahora que completa su segundo milenio. Hay que hacer una profunda
    reflexión, para valorar nuestros errores y aciertos, para
    encontrar herramientas que nos ayuden a enfrentar los retos del
    tercer milenio.

    Vivimos la época del «no saber»: no
    sabemos qué queremos, ni que hacer, no sabemos a
    quién amar, ni el rumbo en que debemos dirigir nuestra
    vida, no sabemos cómo enfrentar la creciente delincuencia,
    ni cómo controlar el vertiginoso ascenso del consumo de
    drogas, no sabemos cómo evitar el desarrollo de las
    deformaciones sociales, la violencia generalizada, la
    corrupción, el robo, la carencia del buen sentido
    común
    .

    Hay un frenesí en la humanidad provocado por
    miedos y discrepancias. La modernidad está agotando sus
    herramientas para la formación de un mundo con justicia.
    Todos los ideales de libertad, igualdad y fraternidad que han
    crecido a costa de tanta sangre, se están convirtiendo en
    letra muerta a causa de la pérdida de los valores
    éticos y morales, de la solidaridad, del amor al trabajo.
    Aparentemente el nuevo milenio ofrece un tiempo donde sólo
    el presente tiene sentido. Ya no se vuelve al pasado para
    comprender el presente y construir el futuro. La moda está
    determinada por el dicho popular que dice: "nadie aprende por
    cabeza ajena"; desconociendo la realidad de que el avance de la
    humanidad se debe a todo lo contrario. Se siente con fuerza la
    ola de la indiferencia y la intolerancia que atenta
    dramáticamente contra lo que se ha construido.

    Todo es incredulidad y tiene un reflejo significativo
    en las nuevas generaciones que crecen sin ningún
    vínculo con las mejores características humanas del
    pasado.
    Esto resume un factor único, la
    educación de nuestros tiempos está volcada al mero
    repaso de información; cada día
    más y más, con nuevas tecnologías y
    mecanismos cada vez más rápidos de
    difusión, pero las virtudes del alma ya no
    importan.

    La ansiada felicidad que todos buscamos desaforadamente
    se ha convertido en un laberinto lleno de intrincados recovecos,
    en donde nos asalta la desesperación, la intriga, la
    envidia, la intranquilidad, la frustración por lo que
    siempre soñamos y no podemos ni intentamos lograr. Y lo
    que es peor, no sabemos ciertamente que buscamos; todos buscamos;
    todos encontramos, pero muy pocos encontramos lo que
    buscamos.

    El futuro deambula por los pasillos transformado en una
    esperanza renca, manca y ciega. La única medicina que
    adormece momentáneamente esta soledad adolorida es la
    resignación
    , que se adquiere en pequeñas dosis
    que, al igual que en los oráculos, viene en forma de
    milagros o a través de pitonisas, analizadores de
    horóscopos, lectores de cartas, en fin de toda clase de
    supercherías ambulatorias.

    La realidad es sólo una, aun en el caso de su
    visualización en su constante movimiento y su
    observación desde diversos puntos de referencia. Lo
    complejo de la época es la interpretación de ella.
    Así mismo como ha crecido la cantidad de
    información en la que navegamos, de igual manera ha
    aumentado la cantidad de variables que encontramos para
    interpretar los acontecimientos. Sin embargo, sólo una de
    todas es cierta, independiente de la condición social de
    la abstracción que tengamos del concepto. Todo pensamiento
    cuyos resultados no se puedan tocar, oler, medir, sentir o
    comparar sólo tienen sentido en la medida en que han
    servido de escalones para que en la trashumancia del pensamiento
    otros pisen en ellos, para seguir en búsqueda de la
    verdad.

    En el siglo XIV se pensaba que la tierra era plana y que
    el sol giraba alrededor de ésta. Entonces hubo mucha
    polémica, opiniones distintas sobre cuál era la
    verdad. Pasado el tiempo todo se aclaró. Copérnico
    debeló al mundo que la tierra gira alrededor del sol y
    Cristóbal Colón dio las bases para descubrir que el
    mundo no era plano. Hoy, nadie se atreve a decir lo contrario. Y
    de las muchas tesis, sólo una resultó valedera.
    Posteriormente surgieron otros problemas, cuyo tratamiento fue
    igual: primero muchas tesis, discusiones, polémicas,
    conflictos, para finalmente comprobar una de ellas. Nuestra
    historia de ayer, hoy y de mañana caminará de igual
    forma. Los problemas que hoy tenemos, por lo que aparecen
    innumerables teorías, suposiciones, criterios, finalmente
    mañana dejará de serlo, para que se acepte
    sólo una o la síntesis de todas ellas.

    El desorden llega sólo y sin necesidad de
    llamarlo, se posesiona sobre todas las cosas, sutil, silencioso,
    sin el más mínimo esfuerzo. El actuar sobre el
    orden es todo lo contrario, requiere de trabajo tenaz diario y
    desgastador. No nos podemos descuidar jamás, al hacerlo
    inmediatamente deviene el desorden extremo, cuyos costos para
    enfrentarlo es inconmensurable, incluso en algunos casos nos
    lleva al desastre, como aparentemente nos está sucediendo
    en esta época, o a la destrucción total como le ha
    ocurrido a determinados grupos sociales que, en el devenir
    histórico, han desaparecido.

    Este trabajo describe el proceso
    histórico en que fluyen (de generación en
    generación) los sentimientos de trabajo, de
    solidaridad, de buen sentido común, de amor, tenacidad,
    valentía, honradez, entre otros. Valores éticos y
    morales que están pasando por una metamorfosis total, a
    partir del rompimiento de los vínculos de
    conducción.

    Los vínculos están rotos,
    pero no descolgados. El gran desafío está en hacer
    ahora una reflexión acerca de éstos y
    avanzar hacia la formación de una sociedad justa y
    solidaria. En donde sus miembros puedan rehacer una
    metodología que oriente lo que serán las nuevas
    características humanas.

    El desarrollo humano es un proceso generacional, el
    individuo por sí mismo no hace más que acumular
    experiencias que las transfieren a las nuevas generaciones,
    logrando en ellas (no en ellos mismos) una transformación
    de esencia. Por lo que los atrasos en cuanto a la conducta y a la
    instrucción, que percibimos, podrán tener dos
    explicaciones: o estamos entrando a una etapa de regresión
    evolutiva de dimensiones apocalípticas cuyo final
    podría ser la destrucción total, o estamos pasando
    por un proceso de síntesis histórica cuya
    solución permitirá el desarrollo de las siguientes
    fases de crecimiento de la sociedad.

    Hasta ahora todos los acontecimientos sociales,
    incluyendo la experiencia acumulada, ha sido el producto de leyes
    que han actuado al margen de la conciencia del hombre. Hoy no
    podemos darnos ese lujo. Tenemos todos los recursos necesarios
    para actuar con claridad, precisión y
    decisión.

    Este libro no es un recetario de respuestas, más
    bien presenta el conjunto de razones que explican por qué
    y cómo se ha instaurado en la sociedad este
    fenómeno entrópico. Se trata, pues, de que
    conociendo las causas, podamos encontrar la luz que nos
    ayude a resolver nuestros problemas, única forma como se
    resuelve cualquier situación compleja que se nos
    presente.

    No hay duda que no nos han acostumbrado a buscar, todo
    lo hemos obtenido con facilidad, aun en los casos de los que han
    crecido en hogares muy humildes. Descubrimos que existen
    problemas cuando ya nuestro desarrollo está marcado por la
    indiferencia; entronizándose una conducta en donde las
    palabras: «discúlpame o perdóname» y
    «yo no sé» han desaparecido del diccionario,
    son palabras prohibitivas que atentan (según los
    requisitos sociales actuales) contra la dignidad del que osa
    mencionarla; no nos atrevemos a decirlas ni siquiera por
    hipocresía, solo pensar en ellas es humillante. Esto es un
    signo propio de la conducta de la vida citadina, que se ha
    convertido en la norma en cada rincón del planeta.
    Ciertamente aquel que crece en el contexto de una cultura
    campesina es sumamente conservador; sin embargo, cuando se le
    demuestra, en la práctica, su equivocación, en su
    enorme limitación, acepta con agrado y hace los ajustes
    necesarios. Hoy carecemos de esa virtud, en nuestra conducta
    «liberal y sin prejuicios» nos mostramos incapaces de
    aceptar nuestras equivocaciones, buscamos los argumentos que sean
    necesarios para demostrarnos que así es, aunque eso
    signifique tener que cerrar los ojos.

    Capitulo 1.-

    LOS
    VÍNCULOS ROTOS

    «Dormí y soñé
    que la vida era alegría, desperté y vi que la vida
    era trabajo, lo puse en práctica y
    descubrí
    que el trabajo es
    alegría.» Tagore.

    1.1- EL PRINCIPIO

    Allá por los años 2000 antes de Cristo, en
    los albores de la civilización, existió un pueblo
    que le tocó desarrollarse entre tierras áridas y
    montañosas, a orillas del Mediterráneo en su
    extremo oriental. Equidistante de lo que hasta entonces era el
    mundo más evolucionado: entre las civilizaciones de
    Mesopotamia, India, China y las crecientes ciudades de Egipto y
    el mediterráneo. Este pueblo fue el de los
    Fenicios,
    quienes, por no tener tierras cultivables, se
    volcaron al mar, convirtiéndose en sus orígenes en
    pescadores. Posteriormente habiendo desarrollado grandes
    habilidades como navegantes, y por la posición
    privilegiada de que gozaban, fueron comerciantes. Y como
    comerciantes adquirieron tal control sobre la demanda que, en su
    evolución, fueron fabricantes. Construyeron las
    ciudades más hermosas de la época: Biblos,
    Sidón y Tiro. Encontraron en el transitar de pueblo en
    pueblo, intercambiando mercancías, la única forma
    de supervivencia. Logrando ser así, el poderoso grupo
    comercial
    de su época.

    Este estar vinculados constantemente con los más
    evolucionados pueblos, convierten a los Fenicios en
    polinizadores de las culturas, las artes y la ciencia;
    transmitiendo de ida y vuelta no sólo mercancías
    sino además (algo más importante para nosotros) el
    intercambio de conocimientos. Estas circunstancias y la
    necesidad de una comunicación escrita para poder
    administrar los negocios, permiten que sean los Fenicios los
    creadores de las formas básicas de lo que es nuestro
    abecedario
    : herramienta versátil y fundamental por la
    cual fluye, de generación en generación, el
    pensamiento y experiencia acumulada. Desde entonces el desarrollo
    cultural, científico y social creció a pasos sin
    precedentes.

    Según H. Vallois «El lenguaje, los
    útiles, la ciencia y la técnica, el arte, la
    religión son conservados y transmitidos no por la
    herencia, sino por tradición visual, oral y
    escrita
    ».
    Entendemos entonces, que en la sociedad,
    es la educación: la instrucción y los
    hábitos transmitidos
    , la forma que sustituye el papel
    de la herencia genética, que en los animales determina su
    desenvolvimiento. Estos elementos requieren de la escritura, como
    medio obligado para su transmisión. Podemos apreciar la
    importancia que tiene para la sociedad la creación del
    abecedario por los fenicios. Vemos pues, que con el
    aprendizaje de 28 letras podemos leer o escribir cualquier
    palabra por muy compleja que sea. A diferencia de los
    jeroglíficos en la antigüedad, o de la escritura
    China, en la actualidad, que para poder escribir o leer se deben
    tener aprendidos miles de signos. Ciertamente la síntesis
    del pensamiento es sumamente más fácil de lograr
    con esta gramática, que aquella que depende
    de los símbolos; lo que viabilizó que Occidente
    tomara las riendas del desarrollo científico y social del
    mundo.

    La gramática desarrollada por los griegos primero
    y por los romanos después determinó todos los
    idiomas del mundo bajo su influencia y esta gramática a su
    vez tiene sus raíces en el abecedario fenicio. El
    latín se mezcla con los dialectos de las diversas naciones
    que fueron conquistadas por ellos y con su esfera de influencia;
    transfiriendo, de esta forma, junto con su abecedario, la
    síntesis del pensamiento del mundo conocido, realizada por
    los romanos, a estas áreas que comprendían: Europa
    (incluyendo a Rusia), parte de Medio Oriente y parte de
    África. (*1)

    (*1).- «El imperio abarcaba un
    ámbito inmenso y comprendía a muchos pueblos, de
    diferentes lenguas y distintos estilos de civilización. En
    Europa había celtas y preceltas, en el área de
    Siria semitas de lengua aramea, precursora del árabe,
    mientras que en África del Norte se usaba el egipcio, el
    numidio o bereber y el fenicio. Los romanos se desentendieron de
    estas lenguas y de sus correspondientes culturas
    tratándolas de «bárbaras».
    Para ellos el latín y el griego constituían la
    suprema expresión del lenguaje y de la
    civilización
    , y así se difundieron entre el
    mundo bárbaro a la sombra de la paz romana. El Imperio fue
    un mundo de dos culturas, condesadas en la frase «nuestros
    dos idiomas» … En las tierras célticas de Europa y
    de África del Norte desde Túnez hasta la costa
    atlántica de Marruecos…sus comunidades tenían sus
    propias estructuras tribales, pero nunca se habían
    integrado en una civilización coherente, compleja y
    orgánica. La palabra hablada nunca había
    cristalizado en literatura escrita
    . … El resultado final
    fue la romanización de las provincias occidentales y
    norteñas.» (Tomado de: Los Romanos/biblioteca
    universitaria gredos/pág.105)

    Sin embargo, hasta hace apenas varias decenas de
    años, nuestros antepasados, en su casi total
    mayoría, no sabían escribir
    . La
    formación académica era un total privilegio
    que
    se impartía en muy contados centros en las capitales y
    sólo tenían acceso a ella las familias más
    acomodadas. La instrucción académica, para
    muy pequeños grupos, fue patente hasta comienzos del siglo
    XX, cuando ésta adquiere un nivel de evolución que
    hace de ese siglo: el siglo de la masificación de la
    educación.

    Empero, nuestros abuelos sin tener ninguna
    instrucción académica, se orientaban por un buen
    sentido y una solidaridad,
    que hoy vemos como un conjunto de
    conductas de vida que ha desaparecido. Añorar el pasado no
    tiene fundamento científico, porque no va a regresar. Sin
    embargo, podemos estudiar ese período, para que nos
    dé luces de cómo resolver las tareas presentes. De
    tal forma que, las respuestas contendrán necesariamente lo
    mejor del conocimiento de nuestros abuelos.

    El comportamiento social de nuestros antepasados, sus
    costumbres, sus normas, exigían un estricto deber de la
    unidad familiar, del trabajo, de la producción para la
    vida. Y todas estas relaciones y conjunto de reglas, firmemente
    cimentadas por cientos y miles de años, estaban
    sólidamente reglamentadas por un seguimiento en la
    superestructura religiosa y jurídica de la sociedad. Y
    como factor cohesionador a la naturaleza y sus leyes de
    selección natural, que obligaban a mantener un
    determinado comportamiento o de lo contrario
    sucumbían.

    Este avance positivo en el desarrollo de los
    hábitos en la vida agraria, cuya fundamentalización
    está determinada por el trabajo, funcionó por
    generaciones; y su culminación sólo fue posible en
    la medida en que se fueron creando fuertes y estables centros
    urbanos. Siendo estos centros los que generan las deformaciones
    sociales. Las ciudades rompen las condiciones de cohesión,
    forjadas por miles de años, creando otro tipo de
    naturaleza propia, con sus leyes de evolución, con
    variantes que desconocemos en su complejidad. La primera
    confirmación de este fenómeno, contradictorio, la
    obtenemos en la Biblia. En ella descubrimos una
    descripción clara de estos dos factores de desarrollo. La
    vivificante vida campesina que protagoniza, en detalle, Abraham y
    la desquiciada realidad que se vive cuando nos desvinculamos del
    campo, se describe en la imagen de Sodoma y Gomorra.

    1.2.- LAS CIUDADES

    En la Roma imperial de los primeros siglos de nuestra
    era, se presentan las situaciones, en su fase primaria, que
    nosotros vivimos en las ciudades actuales. Problemas de
    hacinamiento, de vivienda, de agua, de movilización y
    principalmente de lacras y depravaciones sociales sin
    parámetros
    , que aparecieron por primera vez, muy bien
    documentados, hace dos mil años, en la ciudad más
    desarrollada de la época esclavista, que se calcula
    tendría más de un millón de habitantes. Roma
    se convierte en un Sodoma moderno. Y a pesar de todo, en ella se
    construyen acueductos, baños públicos, centros
    deportivos, en fin una serie de facilidades nunca antes vistas y
    que fueron el sueño del resto del mundo existente para
    entonces y la ilusión de los que nacimos después.
    Facilidades que Europa conoció en su complejidad
    más de mil años después de su
    desaparición.

    Las ciudades de la antigüedad, en su fase inicial
    crecían a partir de un sólido entendimiento del
    grupo étnico dominante, sobre una serie de valores
    morales, costumbres y objetivos comunes. En ese proceso de
    crecimiento decantaron todos los adelantos culturales de la
    época.

    En su desarrollo, las ciudades pierden paulatinamente el
    sentido correcto de la conducta, se va desvaneciendo hasta
    provocar, al igual que en la Roma imperial, su
    destrucción; ya que, se debilita el carácter de su
    gente, su unidad de acción, sus recursos abundantes se
    desvían por rutas improductivas, se acostumbran a las
    comodidades de la vida apacible y el enorme estímulo de
    los vicios como consecuencia de la abundancia de recursos y del
    aumento del tiempo ocioso. (*2)

    (*2) «La única función que
    les quedaba en la sociedad a los propietarios de los latifundios
    y a sus numerosos séquitos de parásitos era la del
    goce. Pero el hombre se hace insensible a un estímulo que
    actúa sobre él por un período largo y
    continuo; al placer lo mismo que al dolor, a impulsos voluptuosos
    lo mismo que al temor de la muerte. Simples placeres
    ininterrumpidos, no relevados por el trabajo, ocasionan,
    al principio, un ansia constante de nuevos goces, en
    los que se busca sobrepasar anteriores experiencias, aguijonear
    de nuevo a los cansados nervios, lo que conduce a los vicios
    más perversos, a las más atroces crueldades,
    llevando también la extravagancia a los grados más
    absurdos. Pero hay un límite para todas las cosas, y una
    vez que el individuo ha alcanzado el punto más allá
    del cual le es imposible aumentar sus placeres, bien sea por
    falta de recursos o de fuerzas, o como consecuencia de la ruina
    física o económica, se siente invadido por la mayor
    repugnancia, por una aversión a la simple idea del placer,
    siente hasta cansancio de la vida; todas las ideas e
    imágenes terrestres le parecen vanas vanitas,
    vanitatum vanitas-
    .
    La desesperación, el deseo
    de la muerte, es el resultado, pero también el deseo, de
    una vida nueva y más elevada. Sin embargo, la
    aversión al trabajo
    se hallaba en muchas gentes tan
    arraigada, que aun esta nueva vida ideal no se concebía
    como una vida de trabajo agradable, sino como un estado
    absolutamente inactivo de bienaventuranza, que sacaba todo su
    placer de la completa separación de todas las penas y
    desilusiones de las necesidades y goces
    físicos.»

    (Tomado de: Origen y fundamento del
    Cristianismo, Kautsky, pág.74)

    Podría pensarse que todos los males de la tierra
    aparecen con el nacimiento y crecimiento de las ciudades. Tal
    como lo presenta la Biblia al predecir las crisis morales que
    agitarán el mundo. "Timoteo 3:
    (1) También debes saber que en
    los tiempos últimos vendrán días
    difíciles. (2) Los hombres
    serán egoístas, amantes del dinero, orgullosos y
    vanidosos. Hablarán en contra de Dios,
    desobedecerán a sus padres, serán ingratos, y no
    respetarán a la religión. (3)
    No tendrán cariño ni compasión,
    serán chismosos, no podrán dominar sus pasiones,
    serán crueles y enemigos de todo lo bueno.
    (4) Serán traidores y atrevidos,
    estarán llenos de vanidad y buscarán sus propios
    placeres en vez de buscar a Dios…"
    Esta
    precisa descripción, que leemos en la Biblia, es
    exactamente la realidad no sólo de las ciudades de
    antaño, sino que también es una descripción
    sin precedentes de las actuales.

    Ciertamente muchos estudiosos de este tema presentan
    como causa del fenómeno de la desvirtualización
    del espíritu,
    el desarrollo de las ciudades; y sucede
    que como el desarrollo de las ciudades es algo inevitable, no
    encuentran alternativa de análisis para poder explicarlo,
    ni mucho menos dar respuestas prácticas a los problemas
    que la misma engendran.

    Y si bien esta apreciación a simple vista
    pareciera correcta, las ciudades por sí mismas no
    son ningún problema, por el contrario, son generadoras
    de soluciones a un universo de necesidades insatisfechas
    que,
    por cientos de años, les fue negada a la mayoría de
    las poblaciones trabajadora del mundo.

    1.3- LA RENOVACIÓN

    ¡No obstante siempre hubo una renovación
    de ellas!
    Las Ciudades eran muy pocas y en medio de la
    expansión del hombre en el mundo y su evolución,
    siempre hubo un profuso intercambio de personas del campo a la
    ciudad y viceversa, causa principal de esta
    revitalización. Se trata pues de que en el proceso de
    colonización del mundo, se fueron llenando los espacios
    paulatinamente, en medio de un proceso dinámico de
    construcción de ciudades y destrucción
    de las mismas; proceso éste que estaba directamente
    vinculado con la vida campesina: campo-ciudad, ciudad-campo, para
    de nuevo volver del campo a la ciudad.

    Por lo que el fenómeno degenerativo que producen
    las ciudades nunca fue concurrente; ya que, después de un
    tiempo, las ciudad y todo lo que ella representaba
    desaparecían; como producto de la misma competencia y
    hábitos de dominio y pillaje que caracterizan el
    comportamiento de los grupos étnicos de la época.
    Por el contrario este fenómeno fue una condición de
    fortalecimiento del género humano. "Génesis
    19:17: Una vez fuera (de la ciudad) le dijeron: Sálvate,
    no mires atrás y no te detengas en parte alguna del valle;
    huye al monte, si no quieres perecer."

    El proceso era periódico, las
    ciudades se creaban, crecían, se debilitan sus
    estructuras y morían. Nunca éstas
    tuvieron la permanencia que hoy gozan. Sólo el
    surgimiento y destrucción de las ciudades era la
    constante
    , de ahí que la Biblia profetizara, con tanta
    exactitud para todas las épocas, que las crisis
    alcanzarían un clímax devastador (Apocalipsis) y
    que toda esta desintegración social representaba el
    advenimiento del fin del mundo. Y este vaticinio religioso tiene
    fundamentación muy real en lo antes expuesto:
    imagínense por un momento lo que significó para los
    habitantes de las ciudades romanas la invasión de las
    hordas bárbaras, que las destruyeron por completo; Atila,
    rey de estos pueblos, decía que era «el azote de
    dios».

    "Mateo 24: … (16)
    entonces los que estén en Judea huyan a las
    montañas;
    (17) el

    que esté en la azotea de su casa, que no
    baje a sacar nada
    (18) y el que esté en el
    campo, que no regrese ni aun a recoger su ropa. …
    (21)
    porque habrá entonces un sufrimiento tan grande como nunca
    lo ha habido desde el comienzo del mundo ni lo habrá
    después…
    (1:3)

    Apocalipsis

    (6:12)
    … y hacen caso de lo que aquí está
    escrito, porque ya se acerca el

    tiempo. …

    … El sol se volvió negro,
    como ropa de luto; toda la luna se volvió
    roja,
    como la sangre, y las
    estrellas cayeron del cielo a la tierra, como caen los higos
    verdes de la higuera cuando ésta es sacudida por el fuerte
    viento. El cielo desapareció como un

    (21:1) papel que se
    enrolla, y todas las montañas y las islas fueron removidas
    de su lugar…

    Después vi un cielo nuevo y una tierra
    nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían
    dejado de existir… porque todo lo que antes existía ha
    dejado de existir…"
    ¿No sería una
    impresión igual la que recibieron los habitantes de
    Jerusalén cuando el general Tito (Procónsul), hijo
    del emperador Vespasiano, con sus legiones romanas destruyeron
    dicha ciudad y dispersaron (diáspora) a todos los
    judíos por el mundo existente bajo su influencia, hace dos
    mil años?

    Miguel A Martín en su Civilización tomo 1
    nos narra un pasaje que ocurrió en una época de
    decadencia en Egipto alrededor de 1100 A.C.: "En el sur
    casi que desapareció la vida urbana y la población
    tuvo que buscar refugio en los señoríos feudales
    que se fueron creando con motivo del éxodo de las
    poblaciones urbanas hacia el campo".
    Este comentario que
    muy atinadamente el profesor Martín rescata y lo presenta
    en su libro de historia, es una comprobación más de
    los hechos que llevaron al entendimiento en que se
    fundamenta la narración de Sodoma y Gomorra,
    además de la tesis presentada en este ensayo.

    Las encarnizadas y seguidas guerras fueron el brazo
    ejecutor de la culminación de los procesos degenerativos
    de las ciudades; que además, de destruirlas, esclavizaban
    a los sobrevivientes, garantizando así la
    liquidación física de los seres no
    aptos
    , ni individual ni grupalmente, para soportar las
    inclemencias de la nueva realidad.

    El intercambio revitalizador de la moral y la
    ética sigue su curso a través del feudalismo.
    Período en que hubo una sobrepoblación en Europa,
    con su secuela de enfermedades epidémicas y muertes
    masivas por la falta de respuestas a mínimos problemas de
    saneamiento; una enfermedad desconocida que llamaron la peste
    negra (peste bubónica) desolaba el continente. Estas y las
    continuas guerras religiosas, en la lucha por el poder entre la
    Burguesía naciente y la Aristocracia Feudal, son la
    balanza renovadora de la época.

    En medio de estas circunstancias se descubre, o mejor
    dicho los europeos se encuentran con América en 1492. De
    inmediato hay un proceso de colonización sin precedentes.
    La migración intensa y las arriesgadas aventuras que
    emprende Europa tuvieron como motivaciones: las guerras
    religiosas, la prohibición de cultos, la
    sobrepoblación, la peste que desolaba la región y,
    sin lugar a dudar, la tradición de enriquecimiento a costa
    del saqueo que ha caracterizado el desarrollo del hombre a partir
    de la primera división del trabajo (el desarrollo de la
    agricultura). Generándose así nuevas zonas
    agrícolas que reproducían la acumulación de
    la experiencia y se perfeccionaban, permitiendo una muy activa
    renovación de las ciudades europeas.

    1.4.- CAMBIOS EN LA MOTIVACIÓN DE
    LOS CIUDADANOS.

    En la época de la Roma Imperial, más de
    mil años después de los sucesos señalados
    por Miguel A Martín, uno de los argumentos para reclutar
    soldados con mayor interés en la población, era la
    repartición de tierras. Por lo que los ciudadanos
    pobres se enrolaban en él para recibir tierras y
    convertirse posteriormente en campesinos; o mejor dicho,
    regresar a su hábitat natural. Estos hechos
    identifican el concepto claro de la época, en el que
    existía la patente necesidad de producir en el campo como
    única forma de prosperidad y seguridad; aunque estas
    promesas fueran en la mayoría de los casos sólo
    consignas sin aplicación práctica
    alguna.

    Al final de este período todas las majestuosas
    ciudades creadas por los romanos, incluyendo sus abundantes
    lacras, desaparecieron. Evidentemente sus pobladores entran en un
    proceso de readaptación, en que todo lo que no
    podía renovarse, perece. Siendo esta realidad un
    decantador de los individuos putrefactos en su conducta y en su
    fortaleza grupal.

    Estos mismos estímulos fueron utilizados en los
    ejércitos de todos los reinados anteriores a la
    Revolución Industrial. Todavía en tiempos del
    advenimiento del modernismo, y de su gestor principal
    Napoleón Bonaparte, se utilizó este modelo
    como palanca motivadora de sus soldados;
    independientemente de que para entonces el principal incentivo de
    la efervescencia guerrera era el nacionalismo y el
    patriotismo
    . Estos dos últimos sentimientos irrumpen
    en la vida cotidiana, de la mano de la Revolución
    Francesa, como el más fuerte estímulo de
    manipulación social; dejando de un lado la ya envejecida
    repartición de tierras.

    Ya para la Primera Guerra Mundial, un siglo
    después de la época del general francés, el
    reparto de la tierra entre los miembros de los ejércitos
    es historia. La época esclavista y feudal son pasado, su
    estructura socio-política de carácter agraria, que
    por miles de años se había perfeccionado,
    desaparecen. Y a partir de entonces, dramáticamente van
    destruyéndose todos los nexos con el pasado. Se crea un
    proceso entrópico de los valores que existían en la
    sociedad.
    Proceso éste que tiene sus inicios con la
    revolución industrial.

    Veamos por ejemplo en la Segunda Guerra Mundial como las
    ciudades fueron masacradas una y otra vez, para que
    inmediatamente después todos sus habitantes volvieran a
    reconstruirla. No tenían ningún tipo de
    alternativas para emigrar masivamente al campo que ya está
    saturado, ni a otro continente ya que están cooptados
    todos los espacios. En épocas pasada esto no
    sucedía, las ciudades invadidas prácticamente
    desaparecían; los sobrevivientes se refugiaban en el
    campo. De un millón de habitantes que existían en
    Roma Imperial en el siglo I ya en el siglo XV solo había
    40,000. (*3)

    (*3).- «La era capitalista se caracteriza
    por la noción de un progreso ilimitado de la humanidad,
    debido al constante esfuerzo del capitalismo para mejorar sus
    medios de producción, resultando una tendencia de ver el
    pasado en colores tristes y de ver el futuro lleno de rosas; pero
    en la Roma Imperial encontramos la idea opuesta: la de una
    incesante y progresiva deteriorización de la humanidad, y
    la de un constante deseo de restaurar los buenos tiempos pasados.
    … la aspiración no era otra que la de la
    restauración del antiguo modo de producción, esto
    es, el de un campesinado libre»

    (Tomado de: Origen y fundamento del
    Cristianismo, Kautsky, pág.79)

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