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Viejos dilemas, nuevos recorridos


    Para no olvidar las palabras, ni las
    amenazas

    I. Memorias.

    ¿Cuál es el rasgo distintivo de nuestro
    tiempo?. La
    tarea prioritaria de los filósofos, más allá de sus
    diferencias, ha sido escrutar el pasado, analizar el sentido de
    los acontecimientos buscando algún orden subyacente a las
    épocas. Hoy sin embargo el pasado parece ser un espacio
    que no nos concierne, que el
    conocimiento de lo que aconteció cayó en
    desuso. El signo del presente siglo es desentenderse del pasado y
    extasiarse por la actualidad, un desinterés que se
    extiende con la memoria. El
    retorno al pasado es causa obligada de las imágenes y
    no hay país en el que no se recorra la historia cultural apelando
    tanto a la historia del cine como a
    los hechos acaecidos en el pasado mediante la emisión de
    imágenes, a través de la música, de la
    resamentización de antiguas grabaciones, de la fotografía, y a través de la
    digitalización de la imagen. Con esta
    parafernalia de objetos –la memoria
    pierde su aura. Los objetos pierden su huella, limpian de tiempo
    a los recuerdos y los hacen indiferenciables de los objetos del
    presente. Las antiguas imágenes se desvinculan del momento
    acaecido y el pasado-pasado aparece como superado, lo que es en
    realidad una anacronía del presente. Al fin se consigue lo
    deseado, el desinterés por el pasado y la memoria ya que
    en las actuales circunstancias de la historia cultural el pasado
    adquirió coloraciones diversas, -todo se representa una y
    otra vez- y las anacronías son los sucesos del presente
    para los que parece que ya no existen paradigmas.
    Estas situaciones no están alejadas del papel de –la
    velocidad y el
    tiempo–, con menoscabo por las historias orales y
    transmisiones de experiencias.

    El desarrollo
    tecnológico se impuso como característica principal
    del presente, como también sectarismos de creencias; la
    dimensión masiva de los procesos
    colectivos frente a la diferencia y la autonomía de los
    sujetos; la complejidad de las situaciones de la realidad frente
    a la hipersimplificación mediática; la
    generalización de la violencia
    frente a los reclamos de seguridad y el
    primado de lo simbólico frente a la
    mercantilización de la vida cotidiana. Estas
    contradicciones hacen a lo imprevisible, a lo efímero y a
    la inseguridad de
    millones de personas.

    Podemos percatarnos de los acontecimientos
    últimos a partir del 11 de septiembre del 2001, del
    atentado a las Torres Gemelas y la siguiente guerra en
    Afganistán, ya cuasi extendida a Somalia, en pocos
    días más a Irak y en un
    futuro mediato a Colombia. La
    experiencia del atentado fue tan fuerte y tan cargada de horror
    que afectó la percepción
    de la mirada de Occidente y la de Oriente, como si el mundo no
    hubiese existido antes del 11de S/01. Esta cascada de velocidades
    ligeras se relaciona con las formas que presentan los hechos
    los medios de
    comunicación, con los instrumentos con los que la
    modernidad
    examina el entorno, obtiene las noticias e
    interpreta lo que ocurre. La prensa, la radio,
    la
    televisión, las tecnologías de información y comunicación son depósitos de
    la
    organización y consolidación de procesos que
    entran rápidamente en el pasado. La superposición
    de horas de emisión con repetición de contenidos
    que acontece con las imágenes entorpece la posibilidad de
    análisis e interpretación. El acontecimiento del 11 de
    S/01 caratulado como terrorista, si bien anormal y que
    afectó el curso de la historia responde a tendencias que
    fueron previstas y meditadas y que se relacionan con poner a un
    solo país, EE.UU. sobre el que parece girar el resto del
    mundo y dividir a éste según apoyos en barbarie y
    civilización. La perturbación aconteció al
    centro y como ocurre en la era de la
    globalización afectó a las periferias no
    sólo en los aspectos económicos sino en la producción y en el intercambio de lo
    político y lo social.

    La admisión de un mundo sin fronteras y sin
    límites
    para ajustar el estado de
    las cosas y el orden de las regulaciones humanas pertenece a lo
    que se ha denominado la Sociedad de la
    Información que a su vez coincide con las concepciones
    sobre la consolidación de un nuevo Imperio que no deriva
    de los movimientos históricos sino de la constitución de un régimen
    político que ya no tiene fronteras y que se mueve
    –por fuera de la historia. El 11 de S/01 no sólo fue
    un hecho político que alteró el curso de la
    historia sino que afectó al orden cultural. Pero la
    primacía de lo teológico se volcó en la
    última década del siglo XX hacia la economía en
    detrimento de la política.

    II. Virtualización y
    tiempo global.

    Los anuncios sobre las nuevas épocas fueron hace
    unas décadas atrás la supremacía del tiempo
    real y la inmediatez sobre espacios y territorios, las frases
    más conocidas invocan al –planeta Tierra como
    pequeño- el ciberespacio es un hecho que cambió la
    perspectiva de la distancia, del valor de las
    vidas cotidianas y especialmente de los contactos –a
    distancia- que generan los telecontactos. A la vez que se
    superponen día a día esos telecontactos por
    infinidad de motivos hay una reafirmación de la
    pérdida de orientación, una duplicación
    entre realidades virtuales y realidades sensibles. Una
    información globalizada que fluye distorsionando la
    realidad porque anuncia una pérdida de orientación
    en lo que se refiere a la alteridad del otro o la otra que en
    términos de las nuevas creencias globales significa
    –la democracia de
    opinión- que reemplaza a la democracia de partidos
    políticos, que no es más que una falta de
    orientación sobre los asuntos políticos. La
    virtualización es la globalización y el tiempo más que
    nunca y especialmente después del 11 de S./ 01, es el
    tiempo global. Las distancias se sitúan como irrelevantes,
    el tiempo de duración que es el global pertenece a las
    multimedias y al ciberespacio y lo real-local- tiende a ser
    deconstruido a partir de –pérdidas-. El
    fenómeno de la mundialización fue resaltado
    erróneamente como económico sin tener en cuenta los
    otros aspectos: el social, el cultural y el político sin
    los que la economía no puede funcionar. Las
    pérdidas son desinformaciones, obstrucción de lo
    sensible, de los sentidos y un
    aumento del –control– de las
    palabras. Por ello no son relevantes los colapsos de sociedades,
    las mentiras de los mercados
    bursátiles, las pérdidas de acciones por
    doquier, sino –cómo las sociedades frágiles-
    apuntan a –las guerras de
    generación de conocimientos- en competencia
    mercantil y a las matanzas y deformaciones humanas con que riegan
    el mundo. Actos que ya no pertenecen –al imperialismo
    sino a las transformaciones radicales con que se mueven los
    nuevos paradigmas de poder.
    Mundializaciones anteriores existen, por ejemplo en las ciudades
    de Europa del norte
    durante la Edad Media, la
    expansión del imperio Romano,
    la diferencia es que en las mundializaciones anteriores
    –las expansiones no se daban en redes– como en la
    actualidad, ni estuvieron estimuladas por los avances de la
    técnica y por los instrumentos de comunicación. La
    mundialización siempre moldeó el espacio
    político-geográfico alrededor de un centro, de una
    ciudad, la sede de una Bolsa, de un organismo, de un espacio
    religioso, centros en los que se gestaban los dominios y las
    jerarquizaciones en detrimento de las periferias. A fines del
    siglo XIX Joshef Conrad distinguió entre el Londres
    civilizado y "el corazón de
    las tinieblas" que se venían abajo a toda velocidad en
    situaciones extremas y que la cima de la civilización
    europea podía transformarse inmediatamente en las
    prácticas más salvajes, sin ninguna
    preparación, ni transición.

    La inflexión en lo político en las
    épocas actuales–no es como se quiere hacer creer- la
    difusión de la democracia universal, la
    recuperación del diálogo
    global por la
    comunicación global. Porque en realidad la
    información que se tiene son las apubullantes distorciones
    –de lo cometido en los sistemas
    políticos- por los silencios de los contubernios globales
    en convivencia con las elites locales como ha sido la historia de
    las periferias, en particular América
    Latina y Central. Justamente el 11 de S./01 viene a
    retrotraer la concepción política imperante sobre
    el control de la comunicación y a poner nuevamente en el
    centro –lo político– en disvalor con la
    ideología de la información. Es la
    primera vez que se pone en discusión y en crítica
    la abundancia de la información, la repetición, la
    velocidad y una dominación cultural que puso en
    humillación la cultura de
    Oriente, no de todo el Oriente sino del cercano y del medio
    Oriente. Fue la primera vez que un incidente bélico puso
    en cuestionamiento la dictadura
    norteamericana de la comunicación, con el pudor por no
    mostrar el horror de muertes y el disvalor –el precio en el
    mercado
    que comparativamente poseen las muertes en el hemisferio
    desarrollado y el 1.5 dólar que vale cada muerte afgana
    y/o muertes en las periferias del infodesarrollo. Diferencias que
    existieron siempre pero que ahora se ven en todo el mundo y se
    conocen. De manera que hay un cambio
    –en lo teológico político de la
    ideología democrática-, que se refiere a la
    igualdad, hoy
    solo requerida como equidad.

    Lo que resulta también novedoso es que las
    dicotomías –más allá que tengan sus
    justificaciones racionales de conquista del mundo- son cada vez
    menos aceptables. Aunque resulte destruida toda fuente
    alternativa de comunicación a la global, aunque el poder
    se erija sobre el "control de la información" Occidente ya
    no domina toda la comunicación ya que cada vez más
    se recurre a otras fuentes y
    otras estrategias
    más confiables de información y
    comunicación. Los ejércitos conquistadores en la
    nueva era global ya no cuentan con difusiones culturales
    universales sino que deberán aceptar otros componentes
    –que son las redes internas- de los países
    conquistados, entre ellos –el fanatismo, el
    monoteísmo, o simplemente sus creencias.

    III. La simbología del
    nuevo orden.

    Existen paradojas que acarrea la globalización
    que no son exactamente el mundo dividido en lo demoníaco y
    ángeles salvadores. "Mercado" no es lo mismo que
    globalización, como tampoco es lo mismo que capitalismo.
    El capitalismo está integrado por mercados: el de los
    productos del
    trabajo social,
    el mercado financiero y un mercado de trabajo, sin
    embargo se –difamó- que la existencia de un mercado
    –especialmente el del trabajo global- se ve obstaculizado
    en su expansión por las fronteras nacionales, de manera
    que éstas truncan a la globalización económica. Los
    Estados–nación
    están en retroceso y las nuevas figuras del poder
    pertenecen a los órdenes transnacionales que se van
    entrecruzando y operando a través de Redes. El capitalismo
    siempre fue polarizador a escala global
    porque los "centros" fueron productos de la historia y los
    propulsores de los Estados nacionales y capitalistas. Las
    "periferias" han sido siempre las zonas rezagadas, – por
    limitaciones externas -, en la actual situación mundial
    existen nuevas formas de dominio que
    ejercen los centros y que explican por qué la
    supervivencia de las polarizaciones. Detrás de una
    lógica
    de acumulación se asienta la decisión
    política que permea la reproducción de monopolios unidos al de los
    recursos
    naturales del planeta, al ejercido en el campo de las
    comunicaciones
    y al de las armas de
    destrucción masiva.

    La hegemonía mundial no solo pasa por los EE.UU.
    sino por la cara instrumental del capital
    transnacional que es la OTAN, y descansa antes y después
    del 11 de S./01 en la extensión del poderío militar
    como en el desarrollo de la biotecnología. El elemento central de la
    ofensiva hegemónica–es el ejército- con los
    países aliados: Gran Bretaña,

    Alemania, Japón.
    Hoy la OMC y la OTAN son
    los sustitutos de las Naciones Unidas,
    los nuevos instrumentos del orden internacional, que en el
    terreno político conjuntamente con el orden
    jurídico global se constituyen en lo que Toni Negri y
    Michael Hardt denominan el Nuevo Imperio. La nueva
    simbología del orden mundial son las transnacionales y las
    grandes organizaciones
    como la ONU, el FMI, el Banco Mundial
    que se instauraron como un nuevo marco regulatorio internacional
    legitimadas por el nuevo control del biopoder. Control que se
    relaciona con los intercambios desiguales, que tienden a marcar
    el colapso de los Estados-nación
    y que son las que distribuyen la fuerza de
    trabajo, los recursos y los
    sectores de la producción mundial.

    Diferentes analistas dicen que el siglo XX
    terminó con la caída del Muro de
    Berlín y el XXI comenzó con el ataque a las
    Torres, con la sospecha del cambio del curso de la historia, de
    la decadencia y consecuencias incalculables para el país
    atacado. Ante la simbología que generó el ataque,
    retóricas sobre la libertad y el
    terrorismo, el
    pensamiento
    eurocéntrico defiende el nuevo orden global construido
    sobre la paz y la culminación del terrorismo como figura
    –universal- a limpiar. Argumentaciones que coinciden con la
    obra de Samuel Huntington de 1996 sobre el choque de
    civilizaciones, que intenta oponer –la visión de
    Occidente- pero sobretodo de un país: Estados Unidos y
    sus aliados en un sistema de
    creencias y de identidades opuestos, el Islam. Deshacerse
    del Islam es una intención que distorsiona la religión, que
    corrompe tradiciones y pervierte procesos políticos, en la
    propia palabra "yihad" mal difundida y reducida a la guerra
    indiscriminada contra los enemigos no se reconoce la
    religión, la sociedad, la cultura, la historia y los
    complejos entramados de Redes islámicas que fueron
    sucediéndose a través de la historia. La
    teología política de Huntington, hecha carne hoy
    por el Imperio, distorsiona también las categorías
    de judío y de cristiano a fanatismos
    semejantes.

    IV.
    Cruzadas

    La globalización del enemigo y la
    globalización de la guerra no nos resultan hechos
    desconocidos en Latinoamérica, como tampoco nociones de
    amigo-enemigo, ni el del extranjero indecente y demoníaco.
    El Islam tomado como enemigo es una parada en la cruzada de
    Occidente, musulmanes y cristianos son los que hablan de
    cruzadas, no así los judíos.
    No hay política racional en las cruzadas sino injusticias
    y "choque de civilizaciones", "guerra de los mundos", guerra
    entre comunidades, entre ignorancias. Sin embargo la
    universalización del enemigo genera terrores, miedos,
    espirales de violencia y que el autismo
    hegemónico niega. El nuevo sistema global se articula de
    acuerdo a una lógica a la vez incluyente y excluyente de
    acuerdo a los códigos de valor que sean funcionales o no
    al criterio general que es el de la rentabilidad.
    De acuerdo a estos códigos el suceso del 11 de S./01 es
    funcional a los flujos de redes de la globalización,
    flujos que incluyen el terrorismo como las ganancias. Es
    –el terrorismo- al que se lo vincula a abstracciones
    religiosas y políticas
    de igual forma a mitos
    reduccionistas que se apartan de la historia.

    La violencia es tema de la filosofía
    política, pensar la política significaba pensar la
    violencia en primer término y de acuerdo a contenidos
    racionales, morales, no por adicción a la violencia sino
    como forma de explicar la política. Así se
    pensó y creó en la práctica el Estado como
    una delimitación formal del significado de la violencia.
    Los otros temas de la política, la justicia, la
    autoridad, el
    orden tampoco son entendibles sin referencias explícitas
    al lugar y el sentido de la violencia como parte de la
    civilización. Estos fueron los arquetipos de las
    reflexiones de Gramsci, Sorel, Lukacs, Carl Schmitt,
    Max Weber a
    comienzos del siglo XX, en cambio a finales se comenzó a
    hablar de derechos, de las razones de
    los derechos, de los fundamentos del Estado, pero la violencia
    fue erradicada de las reflexiones sobre la política.
    Más aún el pensamiento político habla de un
    orden razonable, civilizado en el que se intercambian argumentos.
    Para llegar al de Foucault y el de
    Derrida que disciernen sobre "la violencia simbólica". Sin
    embargo el término "paz", "paz civilizada" pertenece al
    pensamiento eurocéntrico ya que ni Europa ni EE. UU.
    tomó en cuenta las guerras de liberación del Tercer
    ni del Cuarto Mundo, simplemente fueron documentaciones de la
    barbarie, aunque ya habían pasado Hiroshima y Auschwitz.
    El moralismo avanzó con la Guerra
    Fría, con la existencia de dos bandos que impulsaban a
    estar o con uno o con el otro.

    La amenaza terrorista es la amenaza a la
    desestabilización de la economía globalizada, es lo
    percibido como anulación de la libertad y de la democracia
    e instrumentalizada como una demanda de
    seguridad. La cruzada contra el terrorismo global es hoy el
    desafío de la gran política en la que se forman
    alianzas entre bandos opuestos, se contienen los conflictos
    regionales y se barajan las cartas nuevamente
    para el reparto del mundo con las ideas del neoliberalismo, el mercado libre y la prioridad de
    la seguridad nacional como política de Estado pero en
    cooperación transnacional y multinacional. Surgen dos
    tipos de cooperación estatal transnacional, los Estados de
    vigilancia y los Estados cosmopolitas, los primeros ponen el
    acento en la seguridad y en lo militar y se deja de lado la
    libertad y la democracia, se combate –a la barbarie- con la
    justificación moral pero en
    términos de justicia y de eficacia, es por
    tanto una violencia racionalizada y justificada como ejercicio de
    autoridad legítima de –acuerdos- entre entes de
    naciones. Es el tipo de violencia que va acompañada por
    las –operaciones de
    revestimiento humanitario- las empresas que
    donan dinero
    ético. Los otros no tan desvinculados de los primeros se
    fundamentan en el principio del Estado laico en coexistencia con
    las identidades nacionales y religiosas, es la Europa cosmopolita
    la que hace la afirmación y la moderación de la
    pluralidad incluyendo especialmente –los derechos- es decir
    la teología política.

    Diciembre 2001.

    Publicado oiriginalmente en: http://www.kult.lu.se/latinam/Virtual/geografia/viejos.HTM
    SEMINARIO
    LATINOAMERICANO DE FILOSOFÍA E HISTORIA DE LAS
    IDEAS

    Nota

    *Jornadas: ¿Permanece lo teológico
    político? Facultad de Ciencias
    Sociales Universidad de
    Buenos
    Aires.

    Bibiana Apolonia Del Brutto

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