Empresas recuperadas: otra respuesta de trabajadores en situación de conflicto laboral
- El contexto
local - La lucha por los puestos
de trabajo: proyecto alternativo de
reactivación - Desandando el vaciamiento
ideológico - Nuevas prácticas,
nuevos hábitos, nuevas rutinas - Notas
Nuestra intención es aportar a la
reflexión y análisis de las formas de expresión
y organización de la protesta social a
través de la
comunicación de una experiencia de toma de
instalaciones de una empresa
supermercadista que declaró la quiebra, y la
posterior puesta en marcha de la empresa por
parte sus trabajadores, en la ciudad de Rosario. Este caso forma
parte del fenómeno de recuperación de empresas, y nos
interesa atender los modos de participación,
organización y decisión llevados adelante por la
Comisión de Acción
Gremial de empleados de comercio en su
lucha por la instalación de un mercado
comunitario.
Las profundas transformaciones operadas en la estructura
económica en general han afectado nuestro particular
objeto de estudio, el mundo del trabajo, lo
que nos exige analizar las transformaciones operadas en las
respuestas gremiales construidas por los trabajadores. De
ahí que resulta fundamental profundizar tanto en la
observación de la trama de relaciones
sociales donde se insertan los trabajadores en situación
de conflicto
laboral, como
en la escucha de la producción de nuevos sentidos
–altamente afectados por el vaciamiento
ideológico– como forma de contribuir a la
caracterización de las respuestas gremiales y las
modalidades de participación sindical.
Si la
globalización ha generado ajuste,
flexibilización y reducción del estado
paliativo, también ha creado desajustes sociales,
rebeliones y respuestas de distintas características que
constituyen formas peculiares de la lucha de clases originadas en
este proceso de
concentración de capital. La
protesta social en Rosario expresa las profundas conmociones
provocadas por la última reestructuración
capitalista que, buscando la recomposición de la tasa de
ganancia con políticas
neoliberales, redefine las relaciones capital-trabajo. Estas
transformaciones se vieron acompasadas por cambios culturales,
expresados en hábitos, rutinizaciones y creencias que se
sustentan en nuevos contenidos del sentido común. La
promoción de este nuevo sentido
común logró internalizar en la población un profundo rechazo a la corrupción, fundamentalmente política y sindical,
invisibilizando la corrupción empresarial, fuente de financiamiento
de todas las otras. En este mismo proceso se barrió con el
sindicalismo
y, junto a él, la importancia de la
organización sindical. Esta lógica
neoliberal y privatizadora impulsó además la
promoción de dirigentes sindicales que introdujeron el
estilo empresarial en sus organizaciones,
contribuyendo al desamparo de los trabajadores. Así, el
desprestigio social del sindicalismo se sumó al
desposicionamiento objetivo de
las entidades gremiales generado durante el proceso de
desindustrialización. Las instituciones
gremiales se encontraron debilitadas políticamente debido
a los cambios estructurales habidos en los procesos de
producción, que redujeron su incidencia en las
políticas nacionales. Pero también debieron su
debilidad al profundo divorcio
establecido con los trabajadores, enmudeciendo frente a las
políticas de ajuste, conducta que ha
redundado en el descreimiento de sus afiliados (1).
En este contexto emerge la cuestión de la
posibilidad de superar la orfandad en que se encuentra las
clase
trabajadora, ya sea por debilitamiento, traición o
impotencia de las organizaciones gremiales que otrora la
contenía. Y empleamos el término contención
en el doble sentido de inclusión morigeradora de
asimetrías, y de sofreno de comportamientos explosivos.
Sin embargo, es saludable recordar que los cambios en el sistema vienen
acompañados por nuevas posibilidades de lucha: en efecto,
la otra cara de la orfandad bien puede ser vista como oportunidad
para la clase de volver a organizarse con independencia
política y a través de prácticas
superadoras. Más aún, vuelve a ser pertinente una
discusión clásica en el marco de la democracia
sindical: si aceptamos que estamos en sociedades
autoritarias, educados en la delegación y trabajando con
organizaciones cuyo funcionamiento requiere una gran estructura
burocrática, el problema no consiste en cómo la
burocracia es
posible, sino en cómo es posible una experiencia
democrática (Lipset et al., 1956).
Es por eso que observamos con atención el caso de una comisión de
acción gremial altamente participativa, desarrollada en el
seno de un gremio con fuerte tradición delegativa y donde
la recuperación de una empresa
abandonada por su dueño forma parte de las estrategias
políticas diseñadas por los propios
trabajadores.
Rosario es uno de los nucleamientos urbanos más
importantes de la Argentina. Ciudad industrial, comercial y
estrechamente vinculada a la actividad agrícola pampeana a
través del puerto, fue el hogar de una poderosa clase
trabajadora que protagonizó acciones
colectivas de distinto carácter a través de su historia. El proceso de
desindustrialización iniciado en tiempos de la dictadura militar
(1976) cambió la fachada urbana, mostrando los rostros de
una población jaqueada por la presión de
un índice de desocupación que supera el 20%. Durante el
gobierno del
presidente De la Rua, casi todas las huelgas generales convocadas
por las centrales obreras (2) tuvieron la característica
de paro activo
con movilización y protagonismo de los trabajadores. La
existencia de una multisectorial que reúne a las distintas
centrales de trabajadores, junto con gremios independientes y
otros sectores populares, posibilitó la coordinación de acciones conjuntas. A
partir del 20 de diciembre de 2001 la situación ha
cambiado y el protagonismo se ha desplazado hacia los grupos piqueteros
demandando fundamentalmente subsidios para jefas y jefes de hogar
desocupados, las asambleas barriales, y algunas experiencias
novedosas de recuperación de empresas en manos de los
trabajadores, desligadas de las conducciones tradicionales, de
las cuales la de la ocupación y creación del
mercado comunitario es una saliente expresión.
LA LUCHA POR LOS PUESTOS DE
TRABAJO: PROYECTO
ALTERNATIVO DE REACTIVACIÓN
Durante los últimos años la
concentración de capitales y la sucesión de
quiebras empresariales en el ámbito de la actividad
supermercadista tuvo como resultado inmediato la pérdida
de cientos de puestos de trabajo debido a las políticas de
reducción de personal o bien
de recambio del mismo en procura de trabajadores sin experiencia
sindical.
El caso que nos ocupa se agudiza a partir de la quiebra
de una cadena regional de supermercados que deja a sus
trabajadores en la calle. Para impedir el vaciamiento, es ocupado
un importante local céntrico de la firma. Luego de
sostener la protesta con reclamos formales, manifestaciones y
cortes de calles que acompañaron la ocupación, se
generó la propuesta de constituir un Mercado Comunitario
(sociedad del
Estado) administrado por un ente compuesto por representantes de
los gobiernos provincial y municipal, con el respaldo de amplios
sectores sindicales, políticos, religiosos, corrientes
universitarias, el Honorable Concejo Deliberante (3) de la ciudad
y, fundamentalmente, la simpatía de la población.
La protesta en este momento se dirigía hacia el Estado en
sus niveles nacional, provincial y municipal, demandando su
intervención. El predio "tomado" ya había sido
objeto de ocupación cuando pertenecía a la Cooperativa El
Hogar Obrero, que entró en quiebra en 1990. En esa
ocasión los trabajadores ocuparon el local durante meses y
sostuvieron el conflicto hasta lograr el traspaso empresarial y
la conservación de los puestos de trabajo
(Rodríguez, 2001). En buena parte, los trabajadores que
protagonizaron ambas quiebras fueron los mismos y la dirección gremial del conflicto
también, dando lugar a la activación de la memoria
histórica. Después de más de un año
de lucha y ante la inacción de los entes gubernamentales,
el 6 de septiembre de 2002 los trabajadores abrieron el Centro de
Comercialización, Trabajo y Servicios,
donde se comercializan productos de
otros lugares tomados, como Milhojas y Grisinópolis, de
las huertas comunitarias y de los pequeños productores
regionales, afirmando una lógica social distante de la
mera rentabilidad
capitalista (Meiksins Wood, 2001: 83). El día de la
inauguración hubo un acto donde los vecinos del centro,
donde está el local, acercaron plantas y
augurios, y se hicieron presentes organizaciones gremiales,
políticas y estudiantiles. Al día siguiente, el
escritor Osvaldo Bayer, ante la presencia de 800 personas, dio
inicio a un ciclo de charlas sobre la ética del
movimiento
obrero.
Es destacable la estrategia de la
Comisión de Acción Gremial de hilvanar una serie de
actividades tendientes a no aislar el conflicto. Tal vez la
más importante de ellas sea la constitución del sitio como un lugar de
encuentro social, promovido mediante la activación de un
Centro Cultural y la posibilidad de la instalación de un
comedor universitario en acuerdo con la Universidad
Nacional de Rosario. La población se apropió del
centro cultural, considerándolo un espacio social,
desatendiendo el carácter formalmente ilegal de su
funcionamiento. En este propósito se ha desarrollado un
comportamiento
que tiende a la más amplia unidad y compromiso con el
conjunto de la sociedad para la consecución del objetivo
más anhelado: la recuperación del trabajo, que hoy
simboliza un empuje para la clase trabajadora y para quienes
comienzan a trazar un sendero de cómo organizar
democráticamente un conflicto.
Al cumplirse un año de la toma se han
señalados cuatro elementos fundamentales: la existencia de
trabajadores dispuestos a resistir; el desarrollo de
prácticas democráticas en la toma de
decisiones; la presencia de un sindicato que
acompaña la lucha; el saber rodearse de la más
amplia solidaridad sin
discriminación alguna.
El tema de la solidaridad no sólo garantiza la
presencia, el apoyo hacia otros sectores en lucha, sino que se
constituye en un recurso importante de seguridad. En
este momento en que está en auge la criminalización
de la protesta, con la policía en constante acecho para
desalojar el local y apresar a los dirigentes acusados de
usurpación, el hecho de que el sitio esté
permanentemente ocupado con actividades culturales,
políticas, recreativas, a las que se les ofrece el espacio
solidariamente, es el mejor elemento de protección de los
trabajadores y de la toma. En el Centro Cultural de La Toma se
realizan las más variadas actividades
–reunión de asambleas barriales, presentación
de libros, obras
de teatro y arte plástico,
encuentros de agrupaciones políticas y gremiales,
reuniones de la multisectorial, cursos varios, gimnasia,
idiomas, etc.– al amparo de los
trabajadores, y a su vez las actividades amparan a éstos
de la arremetida oficial.
DESANDANDO EL VACIAMIENTO
IDEOLÓGICO
La ocupación y recuperación del
supermercado fue conducida por la Comisión de
Acción Gremial de la Asociación Empleados de
Comercio de Rosario. Esta comisión de activistas surge en
1999, cuando los conflictos con
los supermercados se sucedían ininterrumpidamente, y se
fue fraguando en la lucha por la vigencia de la ley de Descanso
Dominical. Las prácticas gremiales desarrolladas por esta
comisión cambian la rutina delegativa de los trabajadores
mercantiles, quienes comienzan a apropiarse de sus propias
experiencias y a resolver protagónicamente los conflictos.
Como correlato de estas prácticas se generó un
espacio de debate sobre
la lucha donde se observa la acumulación de experiencias
jalonadas por fracasos que tienen como causa principal la lucha
ideológica que los activistas deben dar con el conjunto de
los trabajadores. Un dirigente del conflicto relataba lo
siguiente en el aniversario de la toma: "En el 2000, en el
Encuentro Regional Ciencias
Sociales y Sindicalismo, planteábamos la nueva
situación ante la que se presentan las luchas: la
desocupación es selectiva, quienes quedan trabajando son
los más pro-patronales. Debemos tener una visión
profunda de lo que es el antiburocratismo. Descubrimos que muchos
compañeros odian a la burocracia pero no a la patronal"
(Rodríguez et al., 2000). Esto los llevó a
construir un nucleamiento focalizado en dos puntos, anti-patronal
y profundamente democrático, donde la ocupación del
supermercado es una batalla más que pone en acto la
importancia del objetivo fundamental: organizar el cuerpo de
delegados de todo el gremio.
Esta tarea es ardua porque no supone sólo superar
las diferencias entre agrupaciones antiburocráticas, sino
algo más profundo, que es la pelea contra el vaciamiento
ideológico o, como dicen los propios trabajadores "la
principal lucha que tuvimos no fue con Nucci (4), que
apareció enseguida, sino con la cabeza de los
compañeros", y la pelea por la organización del
movimiento obrero regional como forma de garantizar la
coordinación de las luchas. Para ello se proponen discutir
tozudamente con todos, aún con quienes confían en
la patronal o en el Ministerio de Trabajo, partiendo del estado
de desideologización radical en que se encuentran y
tomando como una cruzada la tarea de la educación
sustentada en la práctica democrática y consecuente
de lucha contra la patronal.
NUEVAS PRÁCTICAS,
NUEVOS HÁBITOS, NUEVAS RUTINAS
Rutinas, hábitos y ritualidades otorgan
consistencia a la agrupación. Los delegados y activistas
se reúnen "religiosamente" todas las semanas, se organizan
cursos con la difusión previa del tema garantizando una
activa participación, y se desarrollan actividades (5) que
les permiten reflexionar fértilmente sobre sus propios
procesos. Los hábitos se consolidan promoviendo la
participación en la movilización, la
difusión de demandas, llevando la solidaridad a otros
sectores en lucha e incorporando cada vez más miembros en
la discusión y decisión de las actividades. Hechos
significativos son la discusión de problemas
internacionales, porque la mayoría trabaja en empresas
multinacionales, o la conmemoración del 1ro de mayo, donde
anualmente se entona La Internacional enfatizando que se trata de
un día de lucha, conquistado con sangre obrera.
Recordamos que es un gremio que agrupa 28 mil afiliados, el
más numeroso de los que nuclean la actividad privada en la
ciudad. Es decir, no estamos hablando de un caso marginal. Estos
nuevos activistas han desarrollado un proceso de
implicación, ya no con los procesos productivos o de
gestión
impuestos por
las nuevas formas de organización del trabajo, sino con el
proceso de producción de prácticas gremiales. Esta
implicación, esta cohesión, se ve galvanizada en
una ritualidad (aplausos a los delegados electos, el orgullo de
ser elegido, el esfuerzo altruista, etc.) que da marco a la
promoción del valor de ser
delegado, de ser activista gremial. El ritual aparece como una
suerte de compensación moral al
esfuerzo de ser activista. Establecer hábitos, dar
continuidad y valor a las actividades, y mantener una presencia
continua, otorgan un marco de contención de clase que
suple a las viejas estructuras.
Esto es sumamente importante si pensamos que las "situaciones
críticas" (Giddens, 1995), como las generadas por la
desocupación, destruyen las rutinas produciéndose
un despojo de las respuestas socializadas que otorgan
predecibilidad a la vida social. Si hay alternativas que aporten
sensación de futuridad, entonces se pueden ensayar
respuestas proyectivas. Las respuestas proyectivas encuentran
anclaje en prácticas, hábitos y ritualidades que
nos pueden estar hablando de la posible constitución de
una "cultura obrera
distinta" (James, 1993).
Relatamos una experiencia no porque sostengamos la
irreductibilidad de las particularidades, sino porque: los
compañeros que me antecedieron trataron muy
convenientemente el marco general del proceso; es importante
encontrar lo contextual en las prácticas y
representaciones concretas; el carácter de la investigación procura, a partir de trabajos
empíricos, conocer la problemática local
incorporando desde la antropología cultural, la historia social y
la ciencia
política, preguntas acerca del modo cómo fueron
esos procesos y cómo han operado sobre las
prácticas, la memoria, las
actitudes y
tradiciones de los sujetos; porque investigadores y sujetos de
investigación pertenecemos a la misma sociedad, y por lo
tanto el conflicto supera la condición de
preocupación metodológica para constituirse una
cuestión social. Sostenía Santiago Wallace (1994:
234) que "lo que está en la base es un proceso de
producción de conocimiento
de la construcción de una relación social
con el otro, de una profunda interacción que es al mismo tiempo
experiencia con el grupo y
participación en las experiencias del grupo".
- Giddens, Anthony 1995 La constitución de la
sociedad. Bases para la teoría de la estructuración
(Buenos
Aires: Amorrortu). James, Daniel 1993 "El olvido oficial es
muy poderoso en la Argentina", en Todo es Historia (Buenos
Aires) N° 314, Setiembre. Dossier Gremialismo y
Política. - Meiksins Wood, Ellen 2001 "Trabajo, clase y estado en
el capitalismo
global" en Seoane, José y Emilio Taddei (comps.)
Resistencias
Mundiales [De Seattle a Porto Alegre] (Buenos Aires:
CLACSO). - Rodríguez, Gloria 2001 "Un
‘Rosario’ de conflictos. La conflictividad social
en clave local", en OSAL (Buenos Aires: CLACSO) N° 5,
Septiembre. - Rodríguez, Gloria et al. 2000 Actas del Primer
Encuentro Regional Ciencias
Sociales y Sindicalismo (Rosario: CEHO). - Wallace, Santiago 1994 "El proceso de trabajo
cervecero. Una mirada desde los riesgos", en
Berrotarán, Patricia y Pablo Pozzi (comps.) Estudios
inconformistas sobre la clase obrera argentina (1955-1989)
(Buenos Aires: Ediciones Letra Buena).
1. Desde mediados de la década del treinta y con
mayor fuerza durante
las dos primeras presidencias de Perón,
surgió una fuerte clase obrera industrial, la más
concentrada de Latinoamérica. Durante las décadas
del sesenta y setenta esa situación se reforzó,
dando lugar a un numeroso proletariado industrial concentrado que
reflejaba el proceso "fondista". Como correlato de esta base
social, existía una poderosísima burocracia
sindical. Dirigentes como Vandor, Framini, Taccone, Coria, etc.,
hacían temblar gobiernos con sus amenazas de "planes de
lucha". Esta realidad cambia a partir del proceso de
desindustrialización de Martínez de Hoz, durante el
Proceso, y con el Plan de
Convertibilidad. Hoy es todo un símbolo que muchas
fábricas se hayan convertido en supermercados, mientras
que los obreros que trabajaban en ellas han pasado a integrar la
legión de desocupados, cuentapropistas o
jubilados.
2. Confederación General del Trabajo (CGT) y CGT
Rebelde, ambas en proceso de unificación, y Central de los
Trabajadores Argentinos (CTA).
3. "El Honorable Concejo Deliberante expresa su respaldo
a las gestiones que llevan adelante los trabajadores del
Supermercado Tigre (Tucumán 1349) con el objetivo de
sostener sus puestos de trabajo y concretar un emprendimiento
económico que dé respuesta a sus necesidades.
Antesalas, 24 de septiembre del 2001."
4. Juan Nucci era el Secretario General de la CGT
Rebelde de Rosario.
5. Estas actividades consisten en actos; paros;
movilizaciones convocando a todos los sectores gremiales y
populares; charlas sobre salud y legislación
laboral; cine-debate;
cursos sobre historia del movimiento obrero argentino;
convocatorias a la participación de intelectuales
y profesionales; participación solidaria en los conflictos
de otros gremios o sectores populares; participación en
las convocatorias realizadas desde instituciones
académicas de la universidad o agrupaciones universitarias
y, lo que ha sido el instrumento más importante, la
generación del Centro Cultural de La Toma.
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Gloria Rodríguez
(*)
(*) Antropóloga. Profesora
Titular/investigadora de la Universidad Nacional de Rosario
(UNR). Directora del Departamento de Antropología
Sociocultural, Escuela de
Antropología (UNR). Coordinadora del Área
Antropología y Trabajo del CEHO (Centro de Estudios de
Historia Obrera).