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Bolivia: un país de re?configuraciones por una cultura de pactos políticos y de conflictos




Enviado por Humberto Vargas R


    LOS MOVIMIENTOS CAMPESINOS E INDÍGENAS EN
    BOLIVIA.

    La participación de las comunidades campesinas e
    indígenas en la política es asaz
    importante en un país con tan bajo desarrollo y
    tan alta proporción de población rural y nativa como Bolivia (1).
    Desde el siglo XIX, esta participación acusa una dinámica vigorosa de alianza y conflicto. Son
    conocidos los pactos establecidos por líderes
    indígenas con los grupos en el
    poder a lo
    largo del siglo, que buscaron el respeto de
    la tierra ante
    el avance del despojo y el establecimiento de relaciones
    serviles. Y son igualmente conocidas las revueltas
    indígenas y las acciones
    violentas de los gobiernos en su intento de
    reprimirlas.

    Además de esta característica importante,
    que involucra a la vez la negación y la negociación, es importante señalar
    que la participación masiva de los indígenas fue un
    ingrediente indispensable en el cambio
    histórico a lo largo de la historia republicana en
    Bolivia. Así sucedió en la guerra civil
    de 1899, cuando los ejércitos aymaras definieron la
    victoria de sus aliados liberales. La Revolución
    Nacional de 1952 habría sido sin duda distinta sin las
    movilizaciones que concluyeron en la Reforma
    Agraria y en la formación de milicias campesinas
    armadas. De igual manera, los bloqueos campesinos de carreteras
    contribuyeron decisivamente a la recuperación de la
    democracia
    entre 1979 y 1982 (2).

    Actualmente, luego de una serie de reformas y
    movilizaciones que condujeron a los resultados de las elecciones
    nacionales de 2002 –en las que el candidato de un partido
    campesino
    obtuvo el segundo lugar y llegó a disputar el acceso a la
    presidencia de la república–, los movimientos
    campesinos se encuentran ya no solamente en las calles o caminos
    sino también en el Parlamento y en los gobiernos
    municipales. En este trabajo se
    revisan los desafíos que entraña esta nueva
    presencia del campesinado indígena en la política
    boliviana institucionalizada. Haremos inicialmente una
    revisión somera de algunos movimientos importantes en la
    vida republicana. Ello nos permitirá establecer el lugar
    de las acciones desarrolladas por los indígenas en los
    distintos ciclos políticos de Bolivia. Posteriormente
    diseñaremos el escenario en el que actualmente se
    presentan los movimientos campesinos. Finalmente haremos un leve
    énfasis en tres temas: el movimiento de
    los productores de coca, las acciones de protesta llevadas a cabo
    en abril y septiembre del año 2000, y las elecciones de
    junio de 2002.

    La participación de los ejércitos aymaras
    liderados por el célebre Zárate Willka en alianza
    con los liberales en la Guerra Civil Federal de 1899
    modificó el destino del país durante el medio siglo
    siguiente. La guerra civil, signada por la multitudinaria
    revuelta aymara, dio a luz un
    país en el que la ciudad de La Paz se consolidó
    como la sede del gobierno, la
    plata y sus magnates fueron sustituidos por el estaño y
    sus barones, y, a pesar de las demandas indígenas, la
    propiedad
    terrateniente se extendió sin reparo sobre las tierras
    comunales (3). De igual manera, las movilizaciones realizadas por
    los colonos de hacienda contribuyeron notablemente a la
    consecución de la Reforma Agraria, que se decretó
    en 1953, y a la eliminación de la clase
    terrateniente. El principal objeto de las demandas campesinas
    durante esos dos períodos, y hasta la consolidación
    de la reforma, era la tierra. Luego
    de la Revolución Nacional que comandó el Movimiento
    Nacionalista Revolucionario (MNR) y de la Reforma Agraria, el eje
    de la tierra se fue desplazando hacia la necesidad del
    establecimiento de organizaciones
    independientes. Los gobiernos del MNR (1952–1964), en su
    intento de apuntalar un proceso
    revolucionario controlado, impusieron la sindicalización
    del área rural siguiendo el modelo minero,
    y conformaron las milicias armadas campesinas, cuerpos firmemente
    vinculados con el MNR que fueron utilizados para enfrentarse con
    los poderosos sindicatos
    mineros (4). En éste período, y durante la vigencia
    del Pacto Militar–Campesino (1964–1978), que fue
    suscrito durante la presidencia del general Barrientos y
    ratificado por los distintos gobiernos militares, el área
    rural careció de una organización independiente.

    El ascenso de la tendencia katarista a partir de inicios
    de la década del setenta es el principal esfuerzo
    realizado por el movimiento campesino aymara por lograr esa
    independencia,
    que se plasmó en la creación de la
    Confederación Sindical Única de Trabajadores
    Campesinos de Bolivia (CSUTCB) en 1979 (5). La
    característica del período inaugurado en 1952, que
    se extendió por más de tres décadas y en
    Bolivia suele denominarse Estado del
    ‘52, fue el enfrentamiento constante entre las Fuerzas
    Armadas y la Central Obrera Boliviana (COB). Los campesinos
    fueron tomados como aliados de los militares y como base social
    de las dictaduras (6).

    La crisis de
    recuperación de la democracia entre 1978 y 1982,
    período en el que se produjo la más violenta
    represión militar, fue también escenario de la
    conformación de la CSUTCB y de las primeras protestas
    coordinadas entre la COB y los campesinos. La paralización
    del país a través de huelgas en los centros mineros
    y las ciudades, y bloqueos de carreteras en el área rural,
    en noviembre de 1979, logró la caída de un gobierno
    militar que había llegado cruentamente al poder pocos
    días antes. Movilizaciones posteriores aportaron
    significativamente a la instauración de la democracia,
    fase en la que las demandas de desarrollo rural se hicieron
    más sólidas.

    EL ESTADO Y SUS
    REFORMAS

    En 1982 se estableció uno de los dos rasgos
    principales que continúan delineando la dinámica
    política y económica en Bolivia: la democracia. El
    otro rasgo es la economía de mercado. Una vez
    recuperada la democracia, el gobierno de la Unidad
    Democrática y Popular (UDP) no pudo lograr éxitos
    en términos de gobernabilidad. Durante su administración, que duró hasta 1985,
    se dieron una gran cantidad de protestas y conflictos, un
    bloqueo parlamentario de las iniciativas del ejecutivo, y la
    más alta de las inflaciones de la historia del
    país. El siguiente gobierno, liderado por Víctor
    Paz Estenssoro, decretó el inicio de una nueva política
    económica de fuertes tintes neoliberales, y
    empezó la dinámica de coaliciones parlamentarias
    que respaldan las propuestas del gobierno y le brindan
    estabilidad (7).

    A partir de entonces los cambios propendieron, en
    política, a la descentralización (administrativa en el
    caso de los gobiernos departamentales, política y
    administrativa en el caso de los gobiernos municipales) y a la
    participación popular en la gestión
    local del desarrollo. Igualmente, en el nivel nacional, se
    realizaron con elección popular cinco cambios de administración sucesivos y los gobiernos se
    vieron obligados a conformar coaliciones, dando lugar a una
    democracia pactada, que respaldaran sus decisiones y propuestas
    desde el Poder
    Legislativo. Los partidos
    políticos asumieron el papel mediador que las leyes les
    reconocen y que antes ejercían los sindicatos encabezados
    por la hoy débil Central Obrera Boliviana.

    Entre algunos de los aspectos centrales de la nueva
    política económica están la
    eliminación de subvenciones estatales, el despido masivo
    de trabajadores, en especial del sector minero, y la libre
    contratación, entre otras. Este proceso se
    acompañó con la proliferación de unidades
    económicas familiares "informales" en algunas ciudades. La
    promulgación del conocido Decreto Supremo 21060, en agosto
    de 1985, suele citarse como hito de la reforma económica.
    Ésta se profundizó posteriormente con la privatización de las principales empresas
    estatales y la reforma del sistema de
    pensiones (8).

    A partir de este cambio, los campesinos se empobrecieron
    más. La mayoría de los centros mineros, que
    constituían una parte importante de su mercado, fueron
    cerrados, y sus trabajadores fueron despedidos. La
    liberalización del mercado facilitó la
    internación de algunos alimentos
    básicos más competitivos. A eso se sumó el
    incremento del contrabando y
    la caída de la productividad
    agrícola por causas naturales –inundaciones, heladas
    y sequías– y humanas –la
    "minifundización" excesiva. Tampoco es despreciable la
    ausencia de políticas
    estatales en beneficio del sector rural. Por otro lado, el
    movimiento obrero también sufrió un proceso de
    debilitamiento y pérdida de su capacidad de convocatoria y
    movilización.

    Entre los hitos principales de los cambios en la
    relación entre el Estado y
    los pueblos indígenas en este período está
    una marcha ejecutada por los indígenas de la zona
    amazónica del país hacia La Paz, en 1990, conducida
    por la Central Indígena del Oriente Boliviano (CIDOB) con
    la demanda de
    reconocimiento de su territorio, sus usos y costumbres, y sobre
    todo la propiedad colectiva de la tierra. Esta marcha
    indígena produjo un viraje en cuanto al objeto de las
    demandas campesinas, en tanto que incorporan un nuevo objeto, el
    "territorio", con sus determinaciones económicas,
    culturales y ambientales. Esa década, y sobre todo el
    período entre 1994 y 1996, será la de mayores
    cambios en el país.

    Los años de 1994 a 1996 marcan con mayor fuerza los
    cambios producidos, esta vez con la intención deliberada
    de insertar el país en el concierto del mundo globalizado
    (9) y con la conciencia de las
    amplias desigualdades que existen en Bolivia. Durante la anterior
    administración de Gonzalo Sánchez de Lozada con el
    MNR (1993–1997), por primera vez en la historia del
    país el vicepresidente, Víctor Hugo
    Cárdenas, tuvo un reconocido origen aymara: era líder
    de uno de los partidos kataristas, Movimiento Revolucionario
    Túpaj Katari de Liberación, MRTKL. En ese lapso, el
    país sufrió un sacudón, primero con la
    Reforma de la Constitución Política (CPE) y luego
    con un paquete de políticas como la Reforma Educativa, la
    Ley de
    Participación Popular, la Ley de Capitalización, la
    Ley de Descentralización Administrativa y la Ley del
    Servicio
    Nacional de la Reforma Agraria (INRA), y la reforma de la Ley
    Electoral, entre otras.

    Los aspectos centrales de la Reforma de la
    Constitución que interesan para los fines del presente
    artículo están en el reconocimiento del país
    en su condición multicultural y multilingüe (algunos
    líderes campesinos sostuvieron que se debía
    utilizarse el término "plurinacional"). Un segundo aspecto
    es la incorporación del concepto de
    "tierras comunitarias de origen" (Art. 171), que tiene un sentido
    de inclusión puesto que reconoce los usos, recursos,
    costumbres y formas de
    gobierno interno de las comunidades originarias, garantizando
    su identidad,
    valores,
    lenguas e instituciones.
    Estos cambios introducen el reconocimiento de los derechos sociales,
    económicos, culturales y políticos de los pueblos
    indígenas del país. Son parte de un proyecto
    tácito de construir ciudadanía activa de manera
    mixta.

    La Ley de Reforma educativa es consonante con el
    reconocimiento a la heterogeneidad étnica, lingüística y regional, en tanto que
    establece que la enseñanza debe ser bilingüe e
    intercultural. Esto entraña el fortalecimiento en la
    construcción de identidades de los diversos
    grupos. Como expresó el ex vicepresidente, Víctor
    H. Cárdenas, "la concepción de la pluriculturalidad
    estaba inscrita en el marco de la educación
    democrática y de la equidad de
    género,
    generación e interculturalidad, al dar igualdad de
    oportunidades al conjunto de la población
    boliviana".

    Las leyes de descentralización y de
    participación configuran un país con proceso de
    descentralización. De ambas leyes, la última es la
    que ha provocado modificaciones sustantivas en términos
    políticos, ya que incorpora a los campesinos como actores
    con posibilidad de ocupar cargos políticos en la administración
    pública local, y elimina la frontera entre
    asentamientos rurales y urbanos integrándolos en el
    ámbito de la jurisdicción municipal. Por tanto,
    amplía el espacio de la vida política y modifica
    las relaciones sociedad–Estado, al otorgar a las sociedades
    locales poder en la toma de
    decisiones y de vigilancia ciudadana a través del
    reconocimiento a las organizaciones territoriales, que en el caso
    de la
    organización indígena son las comunidades,
    capitanías, etc., y, en el caso urbano, las juntas
    vecinales.

    La puesta en marcha de dicha ley abrió puertas
    para que nuevos partidos políticos ingresen en los
    gobiernos municipales. Así lo entendieron algunos
    líderes campesinos que llegaron a conformar el Instrumento
    Político de la CSUTCB en 1995. Este hecho resulta
    importante, al haber sido el inicio de los cambios actuales del
    sistema de representación política para el sector
    campesino e indígena del país que han dado la nueva
    cara que tiene hoy el Congreso Nacional. Como se
    señaló, los campesinos perdieron importancia
    efectiva para el modelo económico, en tanto que no
    contaron más con el apoyo y la protección estatal,
    que su productividad disminuyó por catástrofes de
    origen natural y también por causas humanas como la
    minifundización de la tierra y el uso de fertilizantes
    químicos, entre otras. Sin embargo, su presencia
    política es ahora más notable que en épocas
    o coyunturas anteriores. ¿Cuál es la razón
    de este fenómeno aparentemente contradictorio?
    ¿Cómo se han convertido los campesinos en el
    núcleo del movimiento popular, supliendo a los sindicatos
    mineros? Las respuestas tienen que ver, sin duda, con el hecho de
    que estos movimientos exceden ampliamente la denominación
    más bien económica de campesinos, e incluyen en sus
    demandas y acciones elementos políticos y culturales que
    convocan a otros segmentos de la población. Por otro lado,
    debe tomarse en cuenta su notable capacidad de
    movilización.

    EL MOVIMIENTO COCALERO (10
    )

    El movimiento cocalero está conformado por
    campesinos que se trasladaron desde diversos puntos del
    país a la región tropical amazónica del
    departamento de Cochabamba, conocida como Chapare, en el centro
    de Bolivia, con la intención de establecer colonias y
    arraigar su modo de vida a los productos
    tropicales. Uno de sus motores, sin
    duda, es la presencia de algunos ex obreros de las minas y
    campesinos de otras zonas con experiencia en la
    organización sindical. Los colonizadores se organizaron en
    sindicatos que se hicieron cargo colectivamente de las
    principales decisiones que involucra la vida en comunidad: la
    distribución de la tierra y la
    instalación de servicios
    básicos.

    A inicios de la década del ochenta, coincidiendo
    con la dictadura de
    militares vinculados con el narcotráfico, se dio el boom de la producción de coca en el Chapare. Entre
    1980 y 1981 la hoja de coca aumentó su precio en una
    proporción muy considerable, cercana a las cien veces. El
    trópico de Cochabamba atrajo entonces a una multitud de
    nuevos campesinos provenientes de zonas en las que las
    condiciones de producción se habían deteriorado por
    problemas
    climáticos o por la caída de la productividad
    agrícola resultante de la minifundización en que
    acabó la Reforma Agraria. Desde entonces, la coca se
    convirtió en el cultivo más importante de la
    región.

    La presencia de colonizadores de culturas y ambientes
    diversos, la dirección de ex mineros o campesinos con
    experiencia en labores sindicales, la común tarea de
    develar un difícil medio
    ambiente, y la adopción
    de la coca como cultivo básico a partir del boom del
    narcotráfico, no alcanzan a explicar la importancia de las
    organizaciones campesinas del Trópico de Cochabamba, que
    llegaron a conformar un movimiento social de repercusiones de
    escala nacional
    (11). En este punto es importante la noción de afuera o
    exterior constitutivo (12).

    En 1988 se aprobó la ley del régimen de la
    coca y sustancias controladas (conocida como Ley 1008). En ella,
    el territorio boliviano se divide en tres grandes zonas: la zona
    de cultivo tradicional de coca, la zona en transición, y
    una tercera zona en la cual la producción es penalizada.
    La zona tradicional corresponde a una parte del territorio del
    departamento de La Paz, y en ella se acepta el cultivo con
    caracteres irrestrictos. El Chapare es reconocido como zona en
    transición, en la que el cultivo no está
    inicialmente penado pero debe erradicarse. La tercera zona
    corresponde al resto del país, en el que la
    producción de coca está penada.

    En realidad, la Ley 1008 penaliza la condición de
    productor de coca. Desde su aplicación se ejecutaron
    programas de
    erradicación y sustitución de cultivos que no
    carecieron de rasgos represivos. Los intentos de
    "erradicación concertada y compensada" y "desarrollo
    alternativo" fueron siempre acompañados por operativos de
    "interdicción" en los que las víctimas eran los
    campesinos. Aparte de este aspecto perverso, la Ley 1008
    contradice preceptos constitucionales en tanto que presupone la
    culpabilidad
    de los portadores de sustancias controladas. En ese caso, la
    prisión es inmediata sin juicio, y los presos deben
    demostrar su inocencia. La población carcelaria inocente
    se incrementó notablemente entre el año de
    promulgación de esa ley y el año de su reforma, en
    1996. Los organismos represivos empezaron a mostrar estadísticas de operativos y cantidades de
    prisioneros que intentaban expresar que la lucha contra el
    narcotráfico era seria y eficiente (13).

    Las organizaciones cocaleras se cohesionaron con el fin
    de resistir la represión y desarrollaron a partir de ello
    acciones de política de la identidad. Su discurso se
    centró en la defensa de los derechos humanos,
    en la defensa de la coca como fuente de ingresos pero
    también como "hoja sagrada", y por último en la
    defensa de su propia condición de población pobre
    estigmatizada por las autoridades estadounidenses.

    Este tipo de acción
    política, en el caso de los cocaleros, se desarrolla en
    primera instancia con los enemigos fácilmente
    identificables –policías, militares– pero
    siempre en referencia a los gobiernos de Bolivia y Estados Unidos,
    de modo tal que, aún bloqueando una carretera en el
    Trópico, el horizonte de la acción está en
    La Paz: ahí se debe concentrar el impacto. Por ello los
    cocaleros organizaron una serie de marchas a la ciudad de La Paz,
    con el fin de negociar con el gobierno el respeto de los derechos
    humanos y la finalización de la erradicación
    forzosa de cocales.

    Sin embargo, a pesar de esta determinación de
    oposición y resistencia, los
    cocaleros decidieron adscribirse a la institucionalidad
    democrática vigente desde 1982 creando un partido
    político para intentar llegar a los gobiernos municipales
    en primera instancia, a representaciones nacionales en el
    Parlamento en segunda instancia, y al gobierno nacional. La
    iniciativa de crear un partido campesino surgió en el
    Trópico, y fue planteada en 1995 a las principales
    organizaciones campesinas e indígenas del país en
    un congreso de la Confederación Sindical Única de
    Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB). El congreso se
    llamó ‘Tierra, Territorio e Instrumento
    Político de la CSUTCB’. En él se creó
    el "instrumento político" denominado Asamblea por la
    Soberanía de los Pueblos (ASP) y
    posteriormente Instrumento Político por la
    Soberanía de los Pueblos.

    El instrumento adoptó las siglas de partidos
    registrados en la Corte Nacional Electoral, primero de la
    Izquierda Unida y luego del Movimiento al Socialismo (MAS),
    con la que continúan actualmente. Participó dos
    veces de elecciones nacionales y otras dos de elecciones
    municipales. En las nacionales obtuvieron varias diputaciones; en
    las municipales, el control de los
    tres municipios del Trópico y otros del departamento de
    Cochabamba.

    A manera de hipótesis puede plantearse la siguiente
    regularidad que tiene que ver con el "éxito"
    político de las organizaciones de cocaleros en su
    relación con la opinión
    pública boliviana. El movimiento adquiere mayor
    vitalidad mientras más duras son las amenazas del afuera
    constitutivo. Cuanto más cerca estén los cocaleros
    del carácter de víctimas, sus
    movilizaciones serán tanto más vigorosas y
    contarán con tanto mayor apoyo de la población.
    Esto se da al menos en el combate al narcotráfico, en la
    política parlamentaria y en las contiendas electorales.
    Los operativos de represión del narcotráfico
    criminalizan la condición de campesino, y de hecho algunos
    se hacen solamente para amedrentar a los cocaleros, incrementar
    su inseguridad y
    desalentar la participación en las movilizaciones que
    llevan a cabo las organizaciones. Pese a los actos que
    acompañan estos operativos –detenciones injustas,
    muertes y otras violaciones de los derechos humanos– los
    campesinos continúan apoyándose en sus
    organizaciones. En el caso de la política parlamentaria,
    una alianza informal de los partidos más tradicionales
    expulsó a Evo Morales de la Cámara de Diputados en
    enero de 2002. Los diputados de estos partidos votaron su
    desafuero dando validez a una acusación de
    instigación al crimen. Morales salió del parlamento
    e inmediatamente se dedicó a promover su candidatura a la
    presidencia de la república. Al final de la campaña
    electoral, el embajador estadounidense en Bolivia sugirió
    públicamente no votar por Morales, ya que la ayuda
    económica que Estados Unidos presta a Bolivia se
    vería comprometida. La votación demostró que
    la población no hizo caso de esa sugerencia: Evo Morales
    obtuvo el segundo lugar en la elección nacional y estuvo
    en posición de disputar la presidencia de la
    República en la segunda vuelta en el
    Parlamento.

    La característica principal de la coyuntura
    actual es la adopción de formas de acción
    enmarcadas en la normatividad democrática. Los movimientos
    indígenas y campesinos en Bolivia no plantean de entrada
    una vía al margen de las reglas de la democracia en la
    intención de satisfacer sus demandas. La lucha armada no
    es vista como el camino hacia la consecución de sus
    objetivos. En
    cambio, su presencia en los gobiernos municipales, en los
    Consejos Departamentales y en el Parlamento, expresa una
    adscripción al ordenamiento formal del Estado.

    La creación de un instrumento político de
    expresión campesina subordina sin embargo la acción
    de los representantes a las decisiones asumidas por las
    organizaciones sindicales. Esta afirmación tiene sustento
    en las formas de toma de decisiones de los líderes
    sindicales que fueron elegidos como autoridades locales. Esto
    plantea el problema de la relación entre un mandato
    imperativo por parte en última instancia de las bases, y
    de la libertad de
    mandato que necesita la deliberación en los cuerpos
    legislativos.

    Luego de estas breves referencias del movimiento
    cocalero, revisaremos dos momentos de su participación en
    los conflictos que tuvieron lugar en Bolivia durante el
    año 2000, en la
    administración del fallecido general Hugo
    Bánzer. En el primero, conocido como "la guerra del
    agua" de la
    ciudad de Cochabamba, tuvo una participación casi
    tangencial. En el segundo, denominado comúnmente
    "Septiembre negro", su papel fue algo más
    protagónico.

    EL ABRIL Y EL SEPTIEMBRE: DOS
    MOVIMIENTOS SOCIALES

    En el caso de la guerra del agua, diversos sectores
    sociales urbanos y rurales conformaron esta acción
    colectiva con un alto contenido de solidaridad14. A instancias de
    varios segmentos sociales que advirtieron las dificultades que
    conllevaría la concesión del servicio de agua potable
    en una zona tan necesitada de este líquido como Cochabamba
    surgió la Coordinadora de Defensa del Agua y de la Vida
    como el ente que aglutinaría a ese colectivo social
    compuesto por campesinos regantes, fabriles, maestros,
    profesionales, ambientalistas, universitarios, sectores pobres
    urbanos y algunos segmentos de la clase media. También se
    sumarían los campesinos productores de coca y
    transportistas. Las diversas acciones colectivas llevadas a cabo
    a lo largo de tres meses, marchas y bloqueos, no sólo
    llegaron a paralizar la ciudad sino que también lograron
    aislarla del resto del país, pues organizaciones
    campesinas bloquearon las carreteras de interconexión con
    otras regiones. El objetivo de
    tales acciones fue evitar la mercantilización del agua con
    un costo excesivo,
    en razón de su carácter de bien indispensable y
    escaso: "bajo esta premisa, luchó para eliminar la amenaza
    de un contrato y una
    ley retrógrada y atentatoria y para afirmar el
    carácter social del agua" (Kruse y Vargas,
    2000).

    Con esta base el movimiento social interpeló al
    Estado por una concesión oscura en favor de una empresa
    trasnacional y por la legislación "acomodada" que
    acompañó la concesión. Al margen de los
    resultados de más largo plazo –inicialmente la empresa se
    retiró y el servicio de dotación de agua
    volvió a la administración pública con
    control social– el movimiento logró que casi toda la
    ciudad protestara unánimemente: por alzas injustificadas
    de las tarifas, por la violencia de
    la represión. Esta represión torpe, sobre todo la
    que se dio en el mes de abril, encontró una cerrada
    resistencia y contribuyó a la agregación de los
    diversos segmentos de la sociedad local y regional y al
    establecimiento de lazos de solidaridad entre
    ellos.

    Por otra parte, esta acción colectiva
    debilitó aún más al gobierno y se
    convirtió en un estímulo para otras acciones
    realizadas por fuerzas sociales. Incluso hubo quienes
    sostenían que había un acuerdo entre algunos
    políticos oportunistas para que Bánzer dejara la
    presidencia.

    Así, mientras en Cochabamba crecía la
    protesta, el departamento de La Paz también fue escenario
    de otros movimientos. Un motín de los miembros de un
    grupo de
    seguridad de la
    policía, y el líder de la CSUTCB, Felipe Quispe, el
    "Mallku", también protagonizó movilizaciones con
    campesinos aymaras en una acción de bloqueo de carreteras
    como señal de apoyo al movimiento social de los
    cochabambinos.

    De otro lado, esa debilidad de los gobernantes, el
    recuerdo de la dictadura de la década del setenta, y la
    acción de masas de Cochabamba, abrieron un escenario de
    confrontación potencial permanente en el que no
    sólo se buscaba la satisfacción de demandas
    sociales sino el ajuste de los liderazgos. Entre abril y
    septiembre de 2000, tomando como premisa el carácter
    endeble del gobierno, se dieron una serie de movilizaciones de
    varios sectores: indígenas de las llanuras
    amazónicas en reclamo del cumplimiento de ofertas
    gubernamentales en cuanto a la titulación de tierras; la
    Coordinadora de Defensa del Agua y la asociación de
    regantes de Cochabamba que amenazaban con reeditar la Guerra del
    Agua exigiendo la rescisión definitiva del contrato con la
    empresa
    concesionaria que había sido expulsada por la
    movilización; administrativos de la educación, maestros y
    padres de familia en contra
    de reformas administrativas.

    Fueron precisamente los maestros quienes iniciaron una
    marcha desde la ciudad de Oruro hacia La Paz en defensa de sus
    salarios. La
    Federación de Maestros declaró entonces un paro nacional
    indefinido, instalando piquetes de huelga de
    hambre en las principales ciudades. La Coordinadora de
    Movilizaciones Única Nacional (COMUNAL), formada poco
    antes por la Coordinadora del Agua, las federaciones de
    colonizadores del departamento de Cochabamba y otras
    organizaciones, apoyó al magisterio y convocó al
    bloqueo de carreteras en todo el país, intentando agregar
    la mayor cantidad de sectores en movilización.
    También iniciaron protestas la Central Obrera Boliviana y
    la CSUTCB. Los dos núcleos duros del proceso fueron el
    trópico de Cochabamba, donde el liderazgo de
    Evo Morales es indiscutible, y la zona de Achacachi, en el
    altiplano paceño, donde el discurso de los dirigentes de
    la CSUTCB, sobre todo de Felipe Quispe, el "Mallku",
    alcanzó posiciones extremas (15). En ambos lugares el
    gobierno utilizó al ejército, que intentó
    restablecer el orden y la libre circulación de carreteras
    por la vía violenta.

    Las movilizaciones lograron paralizar el país y
    afectaron su economía, al punto que incluso algunos
    empresarios privados realizaron acciones de protesta demandando
    del gobierno y del movimiento social el cese de las acciones de
    confrontación. Después de abril y septiembre, las
    organizaciones campesinas adquirieron conciencia de su fuerza y
    de sus posibilidades de acción política. Fue
    también en ese escenario que se planteó la
    necesidad de establecer el funcionamiento de una Asamblea
    Constituyente con participación de las distintas
    organizaciones sociales para "refundar el país". A partir
    de ese año el país ya no podría ser el
    mismo, lo cual se haría patente en el resultado de las
    elecciones generales de junio de 2002.

    Ya se conoce el resto de la historia. El MNR ganó
    las elecciones con un margen muy escaso por encima del segundo.
    El segundo fue precisamente el instrumento político de las
    organizaciones cocaleras y campesinas. La bancada indígena
    y campesina es mayor que en ningún otro momento de la
    historia del poder legislativo boliviano. El momento plantea
    varias dudas y desafíos que el país no podrá
    soslayar: estabilizar un movimiento que no tiene garantías
    de continuar con el éxito del respaldo popular masivo;
    definir si éste es un paso hacia el cierre del ciclo
    histórico que se abrió con la recuperación
    de la democracia y la instauración de la nueva
    política económica. ¿Qué se puede
    esperar en los siguientes años? ¿Habrá mayor
    inestabilidad? ¿O será más bien que la
    representación de los sectores más amplios de la
    sociedad boliviana en el Parlamento compensará con
    legitimidad las dificultades que se planteen para la estabilidad?
    Los parlamentarios campesinos e indígenas tienen clara la
    idea de "refundar el país" a través de la
    convocatoria de una Asamblea Constituyente. Sin embargo, deben
    dar contenido a esta demanda, que fue manejada en muchos casos
    como un mito
    movilizador vacío con la intención de articular las
    intenciones de la sociedad. En todo caso, al margen de este
    contenido y de la manera en que se lleve la dinámica
    oficialismo–oposición en el próximo lustro,
    los cambios continúan dándose. Y, como
    sucedió en toda la historia republicana, la presencia de
    los campesinos e indígenas es indispensable en las grandes
    modificaciones del país.

    Líneas arriba se señaló que el
    campesinado boliviano se había debilitado como
    consecuencia de la apertura del mercado y el incremento del
    contrabando de productos alimenticios. Sin embargo, la
    promulgación de la Ley 1008, que orienta la lucha contra
    el narcotráfico y penaliza la producción
    excedentaria de hoja de coca, constituyó un fuerte
    ingrediente para el crecimiento del movimiento de los campesinos
    productores de coca al que se adscribirán las
    organizaciones matrices
    propias como la CSUTCB, por ejemplo.

    Sin duda, el valor que
    tiene la hoja de coca en la visión andina, pero sobre todo
    su importancia en la relación de Bolivia con Estados
    Unidos, es uno de los factores que aportó a la influencia
    de las organizaciones campesinas. Por otra parte, la
    inclusión del tema de la interculturalidad y otros
    relacionados con los pueblos indígenas, como la
    protección del medio ambiente, en
    la agenda de discusión internacional, ha dado vigencia a
    demandas de reconocimiento de las culturas
    originarias.

    Estos factores exógenos, sin embargo, no alcanzan
    a explicar la importancia que hoy tienen en Bolivia los
    movimientos campesinos. Las causas de este fenómeno deben
    buscarse en las características mismas de la
    heterogeneidad del país, en problemas y conflictos no
    resueltos desde la época colonial, en las expectativas no
    cumplidas por la revolución nacional de 1952, y en la
    situación actual de pobreza y
    exclusión
    social que sufre la población rural. A esto deben
    sumarse la capacidad organizativa y el denso tejido social
    construido alrededor de la identidad étnica.

    A MANERA DE
    CIERRE

    A lo largo del trabajo se enfatizó la importancia
    de la presencia de los movimientos indígenas y campesinos
    en la política nacional. La heterogeneidad de estos
    movimientos impone cautela en esta generalización. En todo
    caso, el proceso que se está viviendo en el país
    constituye sin lugar a dudas un momento de incuestionable
    importancia en tanto que el acceso al poder político en un
    número significativo y a la vez representativo de la
    diversidad cultural es un desafío en términos de
    lograr las transformaciones estatales que posibiliten la
    inclusión de un sector que, a pesar de su importancia
    poblacional histórica, no logró el reconocimiento
    del resto de la sociedad.

    Las demandas de los movimientos indígenas
    variaron con la historia boliviana. El respeto de las tierras
    ante la expansión de la hacienda y las relaciones serviles
    antes de 1952 cedió su lugar a la búsqueda de la
    independencia organizativa en los períodos posteriores, y
    a la recuperación de la democracia hacia finales de la
    década del setenta. Actualmente, el discurso de los
    líderes campesinos e indígenas se refiere a la
    autonomía, a la integración y al respeto de las
    diferencias. Expresa en algunos casos posturas milenaristas y
    fundamentalistas que intentan recuperar la situación
    precolonial, y en otros reclama el poder para los sectores
    mayoritarios de la población nacional.

    Las formas de acción de los movimientos
    indígenas también cambiaron. La amenaza del cerco
    de la ciudad de La Paz, que sería una repetición
    del sitio realizado por los grupos aymaras liderados por
    Túpaj Katari en 1871, siempre presente en la memoria
    colectiva de los habitantes de la actual sede de gobierno,
    permanece como la expresión simbólica de la
    propiedad del espacio por parte de la multitud indígena y
    del poder que confiere esta condición. Actualmente, a la
    realización de bloqueos de carreteras, tan importante en
    los momentos de la recuperación de la democracia, y de las
    marchas hacia La Paz, que fueron características del
    actual ciclo histórico, se suma la lucha política
    dentro del Parlamento y en los gobiernos locales.

    Esto sitúa al movimiento indígena y
    campesino –hoy representado por dos partidos
    políticos con líderes emergentes del sindicalismo y
    que manifiestan diferencias sustantivas en términos de
    convivencia intercultural, de visiones ideológicas y
    también de caminos recorridos, pero comulgan en ciertas
    formas de liderazgo– en una serie de desafíos en
    tanto que ambos proclaman la necesidad de transformar el
    país de manera que responda a visiones relativamente
    distintas. Mientras uno plantea la exclusión de la
    minoría blanca, el otro proclama cambios sin
    exclusión, con el poder en manos de la mayoría. El
    conjunto de las consideraciones anotadas a lo largo del trabajo
    permiten entender que la coincidencia de ambos partidos en la
    elección Presidencial en el Congreso (los diputados del
    MIP votaron por el candidato del MAS) puede ser algo apenas
    circunstancial, y no se sabe cuál será el comportamiento
    futuro de ambos partidos como fuerzas de oposición a la
    actual coalición gobernante. Ambos tienen un
    desafío común: o cruzar la frontera del
    sindicalismo a una política partidaria que no esté
    supeditada a los mandatos de la organización, o plantear
    otro desafío más profundo al sistema
    político del país, en la medida que los
    partidos políticos, y con ellos la democracia occidental,
    podrían modificarse y admitir otras maneras de
    acción.

    BIBLIOGRAFÍA

    • AA.VV. 2000 Las reformas estructurales en Bolivia (La
      Paz: Fundación Milenio). Beck, Ulrich 1998
      ¿Qué es la
      globalización? Falacias del globalismo, respuestas a
      la globalización (Barcelona: Paidos).
      Instituto Nacional de Estadística 2002 Mapa de pobreza 2001.
      Necesidades básicas insatisfechas (La Paz: INE) Unidad
      de Análisis de Políticas
      Económicas y Sociales.
    • Kruse, Tom y Humberto Vargas 2000 "Las victorias de
      abril: una historia que aún no concluye", en OSAL
      (Buenos
      Aires: CLACSO) N° 2, Septiembre.
    • Laserna, Roberto 2001 Los conflictos sociales en el
      año 2000 (Cochabamba: CERES).
    • Laserna, Roberto y Miguel Villarroel 1999 29
      años de conflicto social (Cochabamba:
      CERES).
    • Melucci, Alberto 1991 "La acción colectiva
      como construcción social", en Estudios Sociales del
      Colegio de México (México) Vol. IX,
      mimeo.
    • PNUD 2001 Informe
      sobre desarrollo
      humano, 2001. Poner el adelanto tecnológico al
      servicio del desarrollo humano (Madrid:
      PNUD).
    • Staten, Henry 1984 Wittgenstein and Derrida (Lincoln:
      University of Nebraska Press).
    • Touraine, Alain 2002 "The Importance of Social
      Movements", en Social Movement Studies (Londres) Vol. 1:
      89–95, mimeo.
    • Touraine, Alain 1995 Producción de la sociedad
      (México: IIS–UNAM). Wacquant, Loïc 2000 Las
      cárceles de la miseria (Buenos Aires:
      Manantial).

    NOTAS

    1. De acuerdo con el Informe sobre Desarrollo Humano del
    PNUD (2001), Bolivia ocupa el último lugar entre los
    países sudamericanos en cuanto a desarrollo, con un
    Índice de Desarrollo Humano de 0,648. Según los
    resultados del censo de 2001, el 38% de los 8,3 millones de
    bolivianos empadronados viven en el área rural. Treinta y
    nueve de cada 100 habitantes del área urbana son afectados
    por la pobreza; en el
    área rural esta proporción asciende a 91 por cada
    100 (véase Instituto Nacional de Estadística,
    2002). La autoidentificación de los bolivianos como
    miembros de uno de los alrededor de cuarenta pueblos
    indígenas alcanza una proporción del 62%. A lo
    largo de la exposición
    no haremos énfasis en la distinción entre lo
    campesino y lo indígena. En Bolivia, ambos aspectos pueden
    considerarse, en la mayoría de los casos, como posiciones
    distintas de un mismo sujeto.

    2. Estas afirmaciones no tienen el ánimo de hacer
    simplificaciones o generalizaciones excesivas. Se refieren sobre
    todo a los grupos quechuas y aymaras que en algún momento
    tuvieron importancia en la política y la economía
    de Bolivia. Históricamente los pueblos amazónicos y
    chaqueños influyeron menos en los centros de poder
    ubicados en la zona andina del país.

    3. Ya en el poder, los liberales abandonaron sus
    iniciales intenciones federalistas y propugnaron más bien
    el centralismo de la
    ciudad de La Paz; afectados por visiones racistas, abandonaron
    también a sus anteriores aliados
    indígenas.

    4. La importancia de las milicias armadas llegó a
    ser tal que algunos líderes campesinos las consideraban
    como uno de los dos elementos que definían la identidad
    del campesinado en el momento revolucionario. El dirigente
    cochabambino Miguel Veizaga pudo afirmar: "La tierra es la madre
    y el fusil es el padre".

    5. El katarismo es una tendencia de
    revalorización cultural que recupera la herencia de
    Túpaj Katari, el líder aymara que sitió la
    ciudad de La Paz en 1781 y luego fue condenado a morir
    descuartizado por cuatro caballos.

    6. El pacto no impidió que los gobiernos
    militares llevaran a cabo acciones represivas violentas en contra
    de los campesinos. Uno de los hitos de la ruptura del pacto,
    según se señala habitualmente, es una masacre
    ejecutada en 1974 en poblaciones rurales del valle de Cochabamba,
    cuando una protesta campesina motivada por un decreto que
    rebajaba los precios de los
    productos agrícolas fue develada con el ingreso del
    ejército nacional.

    7. Un documento elaborado por R. Laserna y M. Villarroel
    (1999) precisa que durante el gobierno de la UDP el país
    vivió 1.820 situaciones de conflicto, y es el promedio por
    mes (53,99) más alto de conflictos durante el
    período de 1978 a 1998. Sin lugar a dudas la hiperinflación desatada, una de las
    más altas, fue uno de los detonantes de estos
    conflictos.

    8. Para un examen de las transformaciones del Estado
    entre 1985 y 1997, cf. los dos volúmenes de AA. VV.,
    2000.

    9. De acuerdo con Ulrich Beck (1998: 15), "el
    término ‘globalización’, actualmente
    omnipresente en toda manifestación pública, no
    apunta precisamente al final de la política, sino
    simplemente a una salida de lo político del marco
    categorial del Estado nacional y del sistema de roles al uso de
    eso que se ha dado en llamar el quehacer
    ‘político’ y
    ‘no–político’". Beck propone un esquema
    sencillo que distingue los caracteres económicos
    (globalismo), políticos (globalización) y sociales
    (globalidad) del fenómeno de la
    mundialización.

    10. Entre los dos movimientos campesinos
    indígenas más importantes de la Bolivia actual
    preferimos dirigir las reflexiones hacia éste. El otro,
    liderado por el dirigente Felipe Quispe, apodado el "Mallku", tal
    como se denominan las principales autoridades de los pueblos
    aymaras, expresa posiciones menos pluralistas que el de los
    cocaleros y exige esfuerzos analíticos que, sumados al
    interés
    por el movimiento cocalero, exceden los márgenes estrechos
    de este trabajo. Su líder fundó un partido, el
    Movimiento Indígena Pachakuti (MIP), después de una
    trayectoria dirigencial que incluía la propuesta de
    retorno a la situación precolonial, la
    participación en un grupo armado (el Ejército
    Guerrillero Túpaj Katari) y la dirección de la
    CSUTCB.

    11. Las definiciones de movimiento social son variadas.
    Las que aquí se adoptan se distinguen por su sencillez, ya
    que pueden hacerse operativas sin forzar analíticamente ni
    las categorías ni la realidad que se estudia. Según
    Touraine, se puede "definir los movimientos sociales,
    básicamente, como conflictos organizados o como conflictos
    entre actores organizados sobre el uso social de valores
    culturales comunes" (Touraine, 2002: 90).

    12. De acuerdo con Henry Staten (1984: 16), hay
    elementos en el contexto que son indispensables para completar la
    identidad de un grupo. El principio de oposición que
    Touraine reconoce en los movimientos sociales se refiere a lo
    mismo, aunque asigna menor importancia a lo externo: "Un
    movimiento no se organiza más que si puede nombrar a su
    adversario, pero su acción no presupone esta
    identificación. El conflicto hace surgir al adversario,
    forma la conciencia de los actores en presencia" (Touraine, 1995:
    251).

    13. Los caracteres adoptados por la lucha contra la
    producción y el tráfico de drogas en
    Bolivia guardan similitud con las nuevas tendencias represivas
    del Estado penal del que habla Loïc Wacquant al referirse a
    la criminalización de la miseria en los "barrios
    sensibles" de las grandes ciudades de los países
    desarrollados, Nueva York en primer lugar (Wacquant,
    2000).

    14. Sobre la noción de solidaridad en
    vinculación con los movimientos sociales, cf. Melucci
    (1991).

    15. Un comunicado emitido en julio de 2000 por los
    amautas y mallkus de Omasuyos, en Achacachi, señalaba:
    "Bolivia no es ninguna solución para nuestros problemas,
    su gobierno en vez de escuchar nuestras demandas, nos gasifica
    sin compasión en las calles y en las carreteras y ahora ha
    sacado todo su aparato bélico para amedrentarnos o
    matarnos". El mismo Mallku propició y rehuyó el
    diálogo
    con el gobierno y llegó a compararse con Túpaj
    Katari, al declarar que, al igual que al líder del siglo
    XVIII, él esperaba ser descuartizado, no con caballos,
    como en esa época, sino con tanques y
    helicópteros.

    .

    Este texto se
    encuentra bajo licencia Creative Commons .

    .

    Humberto Vargas R.* y Eduardo Córdova
    E.**

    * Arquitecto. Investigador y ex director del Centro de
    Estudios de la Realidad Económica y Social (CERES). **
    Sociólogo. Investigador del CERES.

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