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¿Atrapados sin salida?: la crisis de la convertibilidad y las contradicciones en el bloque de poder económico


    Descriptores Tematicos: convertibilidad, devaluacion,
    crisis politica, crisis social, crisis economica, crisis
    monetaria, asalariados, ciclos economicos, empresarios,
    Argentina

    Introducción

    En el presente, en el marco de una recesión que
    ya lleva más de tres años, se asiste en la
    Argentina a una fuerte disputa en el interior de los sectores
    dominantes que gira, fundamentalmente, en torno de la
    orientación que tendría que adoptar un eventual
    abandono de la Convertibilidad (con devaluación o vía dolarización) (2). Si bien se trata de
    proyectos que
    responden a distintos intereses económico-sociales (la
    "salida devaluatoria" es promovida por los grupos
    económicos más importantes del país,
    mientras que la "opción dolarizadora" está
    vinculada con los propietarios –en su mayoría, de
    origen extranjero– de las principales firmas industriales y
    de las empresas
    privatizadas y con el sector financiero –tanto local como
    internacional–), los dos coinciden en que la principal
    variable de ajuste sean –en rigor, sigan siendo– los
    ingresos y las
    condiciones de vida de los asalariados (y de los marginados y
    excluidos de y por el sistema).

    A los efectos de aprehender la naturaleza de
    esta "coincidencia básica", así como la naturaleza
    de la actual crisis socio-económica y política, reviste
    particular importancia analizar lo ocurrido durante la vigencia
    del régimen convertible con los salarios de los
    trabajadores, por cuanto dicho enfoque brinda importantes
    elementos de juicio para captar, en términos
    estructurales, la funcionalidad que ha tenido el deterioro
    sistemático –la tan mentada "flexibilidad"– de
    las remuneraciones
    salariales, así como la creciente inequidad distributiva
    resultante del mismo, en relación con el proceso de
    acumulación y reproducción del capital de las
    fracciones más concentradas del poder
    económico.

    Ciclo
    económico,
    desempeño de la elite empresaria y evolución salarial

    Entre 1993 y 1999, el PBI global –tomado a
    precios
    corrientes– se expandió casi un 20% (registrando una
    importante desaceleración en 1995 y una fuerte
    declinación en 1999 – que perdura hasta la
    actualidad–), mientras que las ventas de la
    elite empresaria local (3) crecieron un 64%, y lo hicieron de
    manera prácticamente ininterrumpida (la única
    excepción fue 1999 en que, en gran medida como producto de la
    crisis de la industria
    automotriz, la facturación de las líderes
    cayó un 2% con respecto al año anterior) (4). De
    resultas de estos disímiles patrones de comportamiento, se puede inferir un significativo
    incremento en la concentración económica del
    conjunto de la economía
    argentina en torno a este número reducido de grandes
    empresas.

    Evolución del PBI global. las
    ventas de la elite empresarial local, y el salario promedio
    real,
    1993-1999 (índice base 1993-100).

    Fuente: Área de Tecnología y Economía de la
    FLACSO, en base a FIDE,
    Ministerio de Economía y Balances de Empresas

    En el mismo período, al tiempo que los
    ingresos por ventas agregados de las principales firmas que
    actúan en el medio local aumentaron tres veces más
    que el PBI total, el salario promedio real cayó un 10%;
    proceso que se registró tanto en las fases expansivas del
    ciclo económico como en las recesivas (de la información presentada se desprende que en
    los años de crecimiento del producto la caída
    salarial fue más acentuada que en 1999, cuando el PBI se
    contrajo más de un 5%). De considerar la evolución
    del salario vis-à-vis la del PBI global se verifica que
    entre los años de referencia por cada punto porcentual que
    creció el producto bruto interno las remuneraciones medias
    de los asalariados descendieron un 0,5%. Indudablemente, la
    evolución decreciente del salario, así como la
    sistematicidad de su caída, reflejan el carácter fuertemente disciplinador que
    juega el inédito nivel de desempleo vigente
    en el país sobre los trabajadores en actividad (no
    sólo deprimiendo sus ingresos, sino también
    precarizando sus condiciones laborales –en especial, en lo
    que se relaciona con la extensión y la intensidad del
    proceso de trabajo, y las
    condiciones de contratación).

    Como era de esperar, este importante deterioro en las
    retribuciones de los trabajadores, en el marco de un acelerado
    crecimiento
    económico de las firmas que conforman el núcleo
    del capital más concentrado, tuvo impactos sumamente
    regresivos en materia
    distributiva: entre 1993 y 1999 la proporción de población pobre que habita en el aglomerado
    urbano de mayor importancia del país (el Gran Buenos Aires)
    pasó del 17% a casi el 27% (esto es, creció
    más de un 55%), mientras que la de la que se ubica por
    debajo de la denominada "línea de indigencia" (es decir,
    aquella población cuyos ingresos no le alcanzan siquiera
    para cubrir una canasta mínima de superviviencia)
    aumentó un 80% (pasó del 4% a más del 7%
    entre los años mencionados). Asimismo, siempre a
    título ilustrativo, en el transcurso del período de
    referencia la brecha de ingresos entre el 10% más rico de
    la población urbana del país y el 10% más
    pobre creció más de un 30%, como producto de lo
    cual hacia el final de la década pasada el ingreso
    promedio del decil más rico era casi 24 veces más
    elevado que el correspondiente al primer decil (5).

    Los comportamientos antagónicos que registraron
    la facturación de la cúpula empresaria local y los
    ingresos de los asalariados, así como el correlato
    distributivo que se desprende de dichas pautas de
    desempeño, se encuentran estrechamente vinculados entre
    sí, por cuanto el deterioro salarial ha jugado un papel
    determinante en la explicación de la importante
    expansión económica que experimentaron las
    principales empresas que actúan en el ámbito
    doméstico en el transcurso del decenio pasado. En tal
    sentido, cabe analizar someramente cuáles fueron los
    factores impulsaron el fuerte incremento de las ventas de las
    empresas líderes durante los años
    noventa.

    Ello remite directamente a la inserción
    estructural de estas firmas en la economía local. En
    efecto, una parte importante de este conjunto de empresas se
    dedica a la producción agroindustrial (en especial, a
    la elaboración de los denominados "bienes
    salarios"), una de las actividades de mayor dinamismo del
    espectro manufacturero local, cuya considerable expansión
    durante la década de los noventa se sustentó,
    principalmente, en las exportaciones. En
    el caso de estas firmas, la contracción de las
    retribuciones salariales y la concentración del ingreso
    resultan altamente funcionales a su proceso de acumulación
    en un doble sentido: incrementando los saldos exportables
    disponibles e induciendo una mejora del tipo de cambio
    real (asociada a una caída en los costos
    empresarios) (6).

    Asimismo, otro subconjunto de firmas líderes se
    desenvuelve en sectores que se caracterizan por presentar una
    demanda
    cautiva (es el caso de aquellas que se dedican a la
    prestación de servicios
    públicos privatizados), mientras que otro se dedica a
    la elaboración y/o a la comercialización de bienes y/o a la
    prestación de servicios
    demandados por los sectores de mayor poder adquisitivo de la
    población (cuyos ingresos están muy poco asociados
    con los vaivenes del ciclo económico) (7), de lo cual se
    desprende que los asalariados –en particular, los de
    menores ingresos– no constituyen, precisamente, el sector
    social que dinamiza el proceso de acumulación de estas
    empresas. En el caso de este grupo de
    compañías monopólicas u oligopólicas,
    la disminución de los salarios no afecta, en lo
    sustantivo, sus respectivos niveles productivos y sus ingresos
    por ventas, al tiempo que les permite incrementar sus ganancias
    (en muchos casos, de las más elevadas de la
    economía argentina –y, en algunos sectores, como en
    la mayoría de los vinculados a la prestación de
    servicios públicos, de las más altas en el plano
    internacional–) (8).

    En definitiva, durante la vigencia de la Convertibilidad
    los ingresos de los asalariados y las ventas de la elite
    empresaria se comportaron en forma disociada con respecto al
    ciclo económico, sin embargo, mientras que los primeros
    diminuyeron fuertemente, las segundas se expandieron en forma
    significativa. Ello es así porque, en el marco del actual
    modelo de
    funcionamiento de la economía argentina, la
    reducción sistemática de los salarios
    –así como la cada vez más acentuada
    regresividad distributiva que viene asociada a dicho
    proceso– es ampliamente funcional tanto al modelo
    macroeconómico (es la única variable de
    significación económica que, en el marco del
    régimen de tipo de cambio fijo,
    se utiliza para hacer frente a la baja –y
    decreciente– competitividad
    relativa del país), como, derivado de ello, a la dinámica de acumulación y
    reproducción ampliada del capital de la cúspide del
    poder económico.

    Los enfrentamientos
    dentro del bloque dominante y las "coincidencias
    básicas"

    Todo lo anterior es importante de tener en cuenta en la
    crisis actual, dado que las distintas alternativas que los
    sectores dominantes barajan para salir de la Convertibilidad
    agudizarán aún más el considerable deterioro
    de los salarios que se manifestó durante la vigencia del
    esquema convertible, reforzando, por esa vía, la notable
    expansión que 2001 registraron las firmas líderes
    y, como producto de ello, los procesos de
    concentración económica y de distribución regresiva del ingreso que se
    manifestaron con particular intensidad durante los años
    noventa.

    Con respecto a la primera de las opciones (la "salida
    devaluatoria"), cabe destacar que la misma es impulsada por los
    grupos económicos locales de mayor importancia del
    país, que son fuertes exportadores y poseen un elevado
    volumen de
    activos
    líquidos (en gran medida, colocados en el exterior en
    inversiones de
    carácter financiero) (10). Para comprender la naturaleza y
    los alcances de esta propuesta de abandono de la Convertibilidad,
    cobra relevancia presentar, en forma por demás estilizada,
    las distintas argumentaciones que, con la finalidad de generar
    consenso social hacia su proyecto, han ido
    planteando los principales conglomerados empresarios de origen
    local (sea en forma directa o a través de sus
    representantes orgánicos –por ejemplo, en forma cada
    vez más evidente, por la Unión Industrial
    Argentina–). Ello reviste suma trascendencia por cuanto
    buena parte de estos planteos han sido retomados, incluso, por
    vastos sectores del espectro político-sindical. En el
    último tiempo, en el marco de la "extranjerización"
    de la economía argentina que se inicia fundamentalmente a
    partir de 1995 y de la aguda y prolongada recesión
    interna, estos actores, sobre la base de su significativa y
    decisiva capacidad de lobbying doméstico, y de las
    ventajas políticas
    e ideológicas que les brinda el origen de su capital, han
    elaborado y difundido un discurso
    acerca de la necesidad de encarar, con el apoyo del Estado, la
    "reindustrialización" del país con eje en el
    empresariado nacional.

    La importancia de la problemática en
    cuestión lleva a detenerse con cierto detalle en su
    análisis, más aún cuando esta
    defensa de la "industria nacional" es realizada por buena parte
    de los mismos actores que resultaron ampliamente favorecidos por
    la profunda crisis que se viene registrando en el sector desde
    hace un cuarto de siglo (cuya principal característica se
    vincula con sus impactos desiguales sobre los distintos tipos de
    firmas y ramas que conforman el espectro fabril local), a la vez
    que recibieron cuantiosas sumas de dinero por la
    venta de sus
    principales empresas a capitales foráneos (11). En otras
    palabras, se trata de los mismos actores económicos que
    promovieron –y se beneficiaron con– la
    "desindustrialización" ligada a la desaparición de
    las PyMEs y la
    "extranjerización" de la economía doméstica
    que hoy tanto cuestionan (12).

    A juzgar por el comportamiento histórico de los
    grandes conglomerados económicos de origen local, en
    particular desde mediados del decenio de los setenta, todo parece
    indicar que a lo que se está apuntando con esta postura
    "industrialista" y "nacionalista" es, una vez más, a la
    conformación, mediante el amparo del
    aparato estatal, de nuevos espacios privilegiados de
    acumulación y reproducción del capital en la
    actividad (como lo fueron, por ejemplo, la promoción industrial durante los
    años setenta y ochenta, o el régimen especial de la
    industria automotriz en los noventa). Asimismo, en
    términos del tipo de modelo de industrialización
    que se está promoviendo, cabe destacar que no se trata,
    como ocurría durante la sustitución de importaciones, de
    un esquema de funcionamiento sectorial centrado en el mercado interno
    (lo cual fijaba un límite estructural a la baja de los
    salarios y, en consecuencia, a la redistribución regresiva
    del ingreso), sino de uno con base en las exportaciones, que,
    dado el tipo de perfil productivo predominante, sólo
    resulta viable con un mayor deterioro de la participación
    de los trabajadores y de las PyMEs en el ingreso total generado
    en el ámbito industrial.

    De allí que no resulte extraño que en la
    actualidad numerosos integrantes de esta fracción
    más concentrada del empresariado local se encuentren
    presionando por distintos tipos de apoyo por parte del Estado
    (mediante la generación de políticas activas hacia
    el sector o la instrumentación de diversos
    regímenes de subsidio y/o promoción y/o
    protección), o, en especial, por la salida del esquema de
    la Convertibilidad a partir de una devaluación de la
    moneda local (13).

    A este respecto, debe tenerse presente que un incremento
    del tipo de cambio traería aparejados múltiples
    beneficios para estos capitales. En primer lugar, y
    fundamentalmente, conllevaría una brusca y directa
    contracción en los ingresos de los trabajadores (cuya
    magnitud estaría determinada –en forma
    positiva– por la intensidad que asuma la
    modificación de la paridad cambiaria) y, como producto de
    ello, una importante disminución en los costos salariales
    y, consecuentemente, un incremento de los márgenes brutos
    de rentabilidad
    empresaria (14).

    Asimismo, uno de los directivos más importantes
    de dicho grupo, Paolo Rocca, dijo que "si las empresas argentinas
    siguen sin comprender el contexto de negocios
    internacional y el Estado se
    mantiene al margen y sin asumir un decidido apoyo a la industria
    local, la Argentina quedará a un costado de la
    globalización, sin participar en la
    transformación mundial que implica este proceso", por lo
    tanto resulta indispensable contar con un Estado "fuerte, que
    haga política activa, y a veces discrecional, para ayudar
    a ganar dinamismo a las empresas y para que accedan al mercado de
    capitales, al sistema
    financiero con tasas que brinden oportunidades de financiar
    proyectos y de exportar; que ofrezca una política
    económica y tributaria con una orientación
    acorde a las necesidades de crecimiento comercial del
    país" (ver, al respecto, la edición
    del diario BAE del 1/10/2001). Por otro lado, en la llamada
    "Declaración de Tigre" (23/6/2000) del Grupo Productivo
    (una agrupación integrada por la UIA –donde la
    gravitación política y financiera de Techint es
    decisiva–, la Cámara Argentina de la Construcción –en la que el grupo de
    origen italiano también tiene un peso decisivo– y
    las Confederaciones Rurales Argentinas) se expresa que, en la
    actualidad "los argentinos nos encontramos frente a una
    oportunidad histórica. Se impone una alianza
    estratégica entre los sectores de la producción,
    el trabajo y
    la dirigencia política que revalorice la identidad
    nacional". En la misma línea se inscriben las
    recientes declaraciones de Eduardo Duhalde en relación con
    la necesidad de "desplazar a la comunidad
    financiera" como requisito para "hacer un país
    industrialista" a partir de la celebración de una
    "concertación patriótica" que nuclee a empresarios
    de la producción, a los trabajadores y a la clase
    política (Clarín, La Nación
    y Página 12, 15/10/2001), o de los líderes
    sindicales Rodolfo Daer y Hugo Moyano en el sentido de que el
    abandono de la Convertibilidad vía una devaluación
    del peso, así como la conformación de un "frente
    productivo", constituyen requisitos indispensables para revertir
    la crisis actual (La Nación,
    3/10/2001).

    Por otro lado, es insoslayable tener presente que, como
    fuera mencionado, los grupos económicos, a pesar de las
    empresas que vendieron y del fuerte peso que tienen los activos
    financieros en sus respectivos activos totales, continúan
    teniendo importantes inversiones productivas en el país,
    especialmente en sectores con ventajas comparativas naturales y
    con una importante "propensión exportadora". En
    consecuencia, con una devaluación no sólo
    obtendrían cuantiosas ganancias patrimoniales en
    términos de dólares, sino que, adicionalmente, al
    ser fuertes exportadores, aumentarían en forma
    considerable la facturación y la rentabilidad de sus
    actividades internas (15). Ello sin mencionar que, como producto
    de una eventual modificación de la paridad cambiaria,
    podrían llegar a recomprar las participaciones accionarias
    y/o las empresas que vendieron al capital extranjero, a cambio de
    desembolsar por ello un monto de dinero muy inferior al que
    recibieron al momento de la venta de las mismas (internalizando,
    por esa vía, una cuantiosa masa de beneficios
    extraordinarios) (16).

    De todas maneras, cabe destacar que, en el marco del
    consenso existente dentro de esta fracción del capital
    concentrado en relación con la crisis de la
    Convertibilidad y el tipo de medidas que habría que
    implementar para salir del "cepo cambiario", se han ido
    perfilando dos proyectos que, si bien coinciden en sus aspectos
    centrales, presentan ciertas diferencias de significación
    que vale la pena mencionar: uno se encuentra más ligado a
    las oportunidades que ofrece el mercado ampliado del Mercosur, y el
    otro está más vinculado con la integración de la Argentina al Area de
    Libre Comercio
    de las Américas (Alca) (17).
    Mientras que la primera postura es defendida, principalmente, por
    el grupo Arcor (con
    fuertes intereses en el mercado brasilero), la segunda,
    detrás de la cual se han venido encolumnando –de
    manera más o menos explícita, según la
    evolución de la coyuntura
    político-económica– la UIA y ciertos
    integrantes del gobierno nacional
    y de la oposición, tiene como principal defensor al
    conglomerado extranjero Techint (uno de los más
    importantes productores siderúrgicos del mundo)
    (18).

    A pesar de sus –por cierto, no menores–
    diferencias, estos dos proyectos reconocen ciertos denominadores
    comunes: la salida del esquema convertible vía una
    devaluación del peso, el afianzamiento de un perfil
    productivo fuertemente vinculado con las exportaciones (19) y,
    estrechamente asociado a ello, de una estructura
    manufacturera muy asentada en ramas que se ubican en las primeras
    etapas del procesamiento industrial (con una reducida capacidad
    en lo que respecta a la generación de valor
    agregado, encadenamientos productivos y puestos de trabajo)20, y,
    en definitiva, la consolidación de un patrón de
    funcionamiento del conjunto de la economía argentina
    estrechamente ligado a la caída de los salarios, o, en
    otras palabras, de una dinámica de acumulación del
    capital en la que la concentración de la producción
    y el ingreso resulten plenamente funcionales con la
    expansión económica de los actores que impulsan
    esta alternativa de abandono de la Convertibilidad.

    Como fuera mencionado, la dolarización de la
    economía argentina constituye la segunda opción
    esgrimida por los sectores dominantes para hacer frente a las
    ostensibles restricciones que el régmien convertible le
    está imponiendo a su proceso de acumulación y
    reproducción del capital. En defensa de esta postura, que
    es concebida como la "fase superior" de la Convertibilidad,
    confluyen las compañías privatizadas (gran parte de
    las cuales se halla en manos extranjeras), las firmas de origen
    transnacional que adquirieron empresas locales en el transcurso
    de los años noventa, y el sector financiero tanto local
    (se trata de los principales bancos –en
    su gran mayoría, de capitales foráneos– que
    operan en el ámbito nacional y de las Administradoras de
    Fondos de Jubilaciones y Pensiones –AFJP–) como
    internacional (representado por los organismos internacionales de
    crédito
    –en especial, el Fondo Monetario
    Internacional–).

    En términos generales, a los capitales
    extranjeros (tanto los que operan en el sector productivo, como
    en el de servicios y en el financiero), el mayor beneficio que
    les reportaría una eventual dolarización de la
    economía argentina es que les aseguraría el
    mantenimiento
    del valor en dólares de sus importantes activos fijos (y,
    en muchos casos, de los consiguientes flujos de ingresos
    futuros).

    A pesar de que se encuentra en franca
    contradicción con la "salida devaluacionista" (21), la
    "opción dolarizadora" tendría, en caso de
    concretarse, similares implicancias sobre los ingresos de los
    trabajadores y sobre sus condiciones de vida. En efecto, al igual
    que en el planteo "pro- devaluación", en este proyecto la
    disminución de los salarios y el deterioro en las
    condiciones laborales resultan funcionales. Ello, por cuanto,
    como producto de la dolarización, la Argentina se
    vería forzada a tener –como mínimo– el
    mismo nivel de productividad que
    la economía estadounidense (en la actualidad, con la
    excepción de unos pocos sectores, muy superior a la
    argentina)22, fenómeno de muy difícil
    realización en el cuadro actual de estancamiento
    económico, "desindustrialización",
    desintegración productiva, y destrucción de cadenas
    de valor. En ese marco, y atento al carácter escasamente
    "schumpeteriano" de la elite económica local, es indudable
    que el necesario achicamiento de la "brecha productiva" que
    impondría la adopción
    de la "salida dolarizadora" se lograría primordialmente
    mediante la profundización de tres rasgos distintivos de
    los años noventa: una caída en la ocupación,
    un incremento en la tasa de explotación de los
    trabajadores en actividad, y, fundamentalmente, una
    contracción en las remuneraciones salariales
    (23).

    Adicionalmente, debe tenerse presente que los
    partidarios de esta postura plantean como uno de los lineamientos
    centrales –sino el excluyente– de la política
    económica un ajuste recesivo de neto corte fiscalista
    asentado, en lo sustantivo, sobre la caída del empleo y los
    salarios del sector
    público –y, por "efecto demostración",
    del ámbito privado– y la "flexibilización" de
    las condiciones laborales (24).

    En definitiva, las consideraciones precedentes sugieren
    que, con independencia
    de las restricciones intrínsecas de la Convertibilidad
    (25), la prolongada crisis económico-social a la que
    asiste la Argentina se encuentra estrechamente ligada a una
    profunda conflictividad dentro del núcleo del capital
    más concentrado. La raíz estructural de dicho
    enfrentamiento remite a la inserción sectorial en la
    economía argentina de los actores en pugna: mientras que
    el bloque de los "devaluacionistas" está nucleado
    alrededor de los principales grupos económicos (que son
    importantes exportadores y poseen una cuantiosa masa de recursos
    líquidos en el exterior) (26), el de los "dolarizadores"
    se estructura sobre las empresas extranjeras que, en el
    transcurso de los años noventa, adquirieron firmas locales
    (en especial, en el ámbito industrial) y/o las
    participaciones accionarias que distintos capitales nacionales
    tenían en diversas compañías (en particular,
    las privatizadas), y el sector financiero tanto local como
    internacional (se trata, en todos los casos, de actores a los que
    una devaluación los perjudicaría de manera
    considerable).

    En ese marco, desde el momento en que asumió el
    gobierno (sobre todo, a partir de la llegada del Dr. Cavallo al
    Ministerio de Economía), la
    Administración De la Rúa ha intentado avanzar
    otorgándole distintos tipos de concesiones a las
    fracciones dominantes enfrentadas, con la finalidad de, siempre
    dentro del esquema de la Convertibilidad, reducir sustantivamente
    los niveles salariales de forma de recuperar competitividad (27).
    Sin embargo, a pesar de estos intentos, no ha conseguido definir
    el rumbo de una salida a la crisis o, en otros términos,
    no ha logrado una rearticulación de los intereses en pugna
    (como sí lo había logrado el menemismo,
    política de privatizaciones mediante, en los primeros
    años de la Convertibilidad). Sin duda, ello aporta
    importantes elementos de juicio para comprender la naturaleza de
    la crisis actual (la más larga de la historia económica
    argentina), y evidencia la fuerte subrogación del Estado a
    los intereses de los diferentes integrantes del bloque dominante
    y, derivado de ello, la cada vez más reducida
    "autonomía relativa" del sistema
    político.

    La fuerte contraposición de intereses entre las
    diferentes fracciones que cabe reconocer dentro del establishment
    merece ser tenida en cuenta por cuanto, a juzgar por la
    experiencia argentina de los años ochenta, siempre que
    existieron intereses encontrados en el interior del bloque de
    poder económico se registraron profundas crisis
    socio-económicas que impactaron con particular intensidad
    sobre los sectores populares. En ese contexto, es indudable que,
    cualquiera sea el proyecto de salida de la Convertibilidad que
    resulte triunfante, es de esperar que se profundice aún
    más un modelo de funcionamiento económicosocial
    cuyos denominadores comunes son la centralización del capital, la
    concentración de la producción y el ingreso, la
    desocupación y la precarización de
    las condiciones laborales de los trabajadores (caída
    salarial, pérdida de un conjunto considerable de prestaciones
    sociales tradicionalmente vinculadas al pago salarial, aumento en
    el grado de explotación de los ocupados asociado a un
    aumento en la intensidad y/o la extensión de la jornada de
    trabajo, etc.), la exclusión de un número creciente
    de individuos y, como consecuencia de todo lo anterior, la
    creciente fragmentación social (28).

    Naturalmente, el principal interrogante que surge de los
    desarrollos previos remite a cuán gobernable
    resultará una sociedad cada
    vez más polarizada entre un núcleo –
    minoritario– de grandes agentes económicos y un
    conjunto –mayoritario– de actores crecientemente
    desplazados de la esfera económico-social, o, en otros
    términos, a la viabilidad –o no– de consolidar
    en la Argentina una sociedad verdaderamente democrática
    (es decir, una sociedad en la que "lo democrático" no se
    circunscriba pura y exclusivamente al ámbito
    político). En tal sentido, es indudable que la
    construcción de una sociedad crecientemente participativa
    en lo económico, lo político y lo social debe
    asumir las dificultades que se derivan de enfrentar a las
    distintas fracciones (tanto internas como externas) del bloque
    dominante que, más allá de sus conflictos
    actuales, coinciden en que el costo de la
    salida de la Convertibilidad recaiga –una vez
    más– sobre los asalariados. Sin embargo, ellas no
    son más serias ni peligrosas que las que se desprenden de
    no hacerlo o de llevar a cabo una estrategia de
    conciliación de intereses inadecuada (29).

    Octubre de
    2001

    Notas

    1. Investigador del Area de Economía y
    Tecnología de la FLACSO-Sede Argentina.

    * Se agradecen los valiosos comentarios y
    sugerencias que Daniel Azpiazu realizó a una
    versión preliminar del presente trabajo y, naturalmente,
    se lo exime de toda responsabilidad en cuanto a los errores u
    omisiones existentes.

    2. Un tratamiento exhaustivo de estas cuestiones
    puede consultarse en Basualdo, E.: "Modelo de acumulación
    y sistema político en la Argentina. Notas sobre el
    transformismo argentino durante la valorización
    financiera", FLACSO/Universidad
    Nacional de Quilmes/IDEP, 2001 (en prensa); y, del
    mismo autor, "Concentración y centralización del
    capital en la Argentina durante la década de los noventa.
    Una aproximación a través de la
    reestructuración económica y el comportamiento de
    los grupos económicos y los capitales extranjeros",
    FLACSO/Universidad Nacional de Quilmes/IDEP,
    2000.

    3. Se trata de las doscientas firmas de mayor
    envergadura del país –según sus respectivos
    volúmenes anuales de facturación– que
    actúan en los distintos sectores de actividad, con la
    excepción del agropecuario y el
    financiero.

    4. El horizonte temporal de análisis se
    inicia en 1993 porque en dicho año ya se había
    implementado casi la totalidad de las políticas de ajuste
    estructural impulsadas por la Administración Menem (entre las
    más relevantes, la privatización de empresas públicas,
    la desregulación de numerosos sectores, la apertura de la
    economía a los flujos internacionales de bienes y
    capitales, y el primer "megacanje" de deuda de la década
    –el plan
    Brady–).

    5. Véase, Santarcángelo, J., Schorr,
    M.: "Desempleo y precariedad laboral en la
    Argentina durante la década de los noventa", en Revista
    Estudios del Trabajo, Nro. 20, segundo semestre
    2000.

    6. En este grupo de firmas también quedan
    incluidos los oligopolios comercializadores de granos y/u otros
    productos
    agropecuarios que integran el panel de las doscientas empresas de
    mayor tamaño (se trata de un conjunto acotado de grandes
    firmas que se encuentran entre las principales
    compañías exportadoras del
    país).

    7. Tales los casos de las empresas de la
    cúpula que prestan el servicio de
    televisión
    por cable, de las que actúan en el ámbito de la
    medicina
    prepaga, o de las que se dedican a la administración de tarjetas de
    crédito.

    8. Con respecto a este último punto, ver
    Azpiazu, D., Schorr, M.: "Las privatizaciones en la Argentina:
    desnaturalización de la regulación pública y
    ganancias extraordinarias", ponencia presentada en el Primer
    Congreso de la Asociación Argentina de Estudios de
    Administración Pública, Facultad de
    Ciencia
    Política y Relaciones
    Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario, 30/8
    al 1/9 de De las consideraciones anteriores se infiere que para
    las firmas líderes que actúan en el país el
    salario ha perdido crecientemente su importancia como un elemento
    central de la demanda agregada,
    consolidándose como un costo empresario
    (que, como tal, debe reducirse lo más posible). Ello
    sugiere que en la actualidad prácticamente no existen
    límites
    estructurales a la baja de los ingresos de los asalariados
    (salvo, obviamente, en lo que se relaciona con la propia
    reproducción de la fuerza de
    trabajo y con la capacidad de resistencia y
    lucha de los sectores populares), o, desde otra perspectiva, que
    la caída de los salarios, así como la
    distribución regresiva del ingreso que emana de la misma,
    constituye un elemento decisivo para comprender la forma y la
    intensidad con que el capital concentrado interno se
    expandió en el transcurso de la década de los
    noventa (9).

    9. A los efectos de aprehender más
    cabalmente lo señalado, cabe destacar que durante la
    vigencia del modelo de sustitución de importaciones la
    disminución de las remuneraciones de los trabajadores,
    así como el aumento del desempleo y de la inequidad
    distributiva, se encontraban estructuralmente limitados. Ello,
    por cuanto los salarios constituían un costo empresario,
    pero también un elemento central de la demanda interna
    (tanto para las grandes firmas como para el resto del espectro
    empresario). Un análisis detenido de estas cuestiones se
    puede consultar en Arceo, E., Basualdo, E.: "Las tendencias a la
    centralización del capital y la concentración del
    ingreso en la economía argentina durante la década
    del noventa", en Revista Cuadernos del Sur, Nro. 29,
    1999.

    10. Durante los años noventa, los grupos
    económicos transfirieron a actores extranjeros una parte
    importante de sus empresas controladas (proceso que
    adquirió cierta intensidad en el ámbito
    industrial), así como sus participaciones accionarias en
    algunas asociaciones (fundamentalmente, en aquellas propietarias
    de las prestatarias privadas de servicios públicos),
    concentrando su proceso de acumulación del capital en
    torno de, por un lado, unas pocas actividades estrechamente
    ligadas al aprovechamiento de la dotación local de
    recursos
    naturales y a la exportación (básicamente, la
    agroindustria, la explotación de petróleo, gas y derivados,
    la producción agropecuaria, y algunas ramas elaboradoras
    de insumos intermedios de uso difundido) y, por otro, la
    internacionalización financiera (se trata del segmento
    empresario que explica una parte mayoritaria de la ingente fuga
    de capitales locales al exterior que tuvo lugar durante la
    década pasada). Para un análisis de estas
    cuestiones, ver Azpiazu, D., Basualdo, E., Schorr, M.: "La
    reestructuración y el redimensionamiento de la
    producción industrial argentina durante las últimas
    décadas", Instituto de Estudios y Formación de la
    Central de los Trabajadores Argentinos, 2000; Basualdo, E.:
    "Acerca de la naturaleza de la deuda externa y
    la definición de una estrategia política",
    FLACSO/Universidad Nacional de Quilmes/Página 12, 2000; y
    Basualdo, E., Kulfas, M.: "Fuga de capitales y endeudamiento
    externo en la Argentina", en Revista Realidad Económica,
    Nro. 173, julio-agosto 2000.

    11. Ello sin mencionar que los grupos
    económicos constituyen la fracción del
    establishment que resultó más favorecida por el
    negocio más importante –y, por lejos, más
    rentable– de las últimas décadas en la
    Argentina (la privatización de empresas
    públicas).

    12. Al decir de Eduardo Basualdo: "esta propuesta
    en su apelación a muchos de los símbolos centrales que forman parte de la
    identidad
    nacional olvida aclarar (en realidad oculta) que la supuesta
    "burguesía nacional" que la impulsa (los grupos
    económicos locales), sostuvo a la dictadura militar
    y se expandió, y lo sigue haciendo, sobre la base de la
    valorización financiera, la desindustrialización,
    la concentración del ingreso y la fuga de excedente al
    exterior". Basualdo, E.: "Modelo de acumulación y sistema
    político en la Argentina. Notas sobre el transformismo
    argentino durante la valorización financiera", op.
    cit..

    13. Paradójicamente, uno de los principales
    defensores de esta postura es el conglomerado extranjero Techint.
    En fecha reciente, el presidente de este holding empresario,
    Roberto Rocca, señaló: "Debemos tener un modelo
    nacional, que tiene que ser productivo, fruto de las fuerzas
    productivas en simbiosis con las fuerzas políticas de la
    Nación" (publicado en "El diario del Foro", Consejo Profesional de
    Ciencias
    Económicas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
    mayo 2001).

    14. Con la finalidad de lograr apoyo social a sus
    planteos, estos actores y/o sus representantes orgánicos
    no sólo critican el carácter "antiindustrialista" y
    "extranjerizante" de la política económica en
    curso, sino que retoman –vaciándolas de
    contenido– ciertas medidas de política genuinamente
    progresistas impulsadas por otros sectores sociales (como, por
    ejemplo, la propuesta de la Central de los Trabajadores
    Argentinos –CTA– de garantizar un seguro de empleo
    y formación a todos los je fes y jefas de hogar
    desocupados). Naturalmente, dados los intereses
    económico-sociales que subyacen detrás de la
    "salida devaluatoria", lo que no se señala es que una
    devaluación de la moneda doméstica tendría
    efectos directos sobre los –ya de por sí reducidos y
    decrecientes– ingresos asalariados y, consecuentemente,
    conllevaría la profundización de la importante
    transferencia de recursos del trabajo al capital (en rigor, hacia
    sus fracciones más concentradas) que tuvo lugar en el
    transcurso de los años noventa.

    15. En tal sentido, una devaluación
    contribuiría a fortalecer la –ya de por sí
    importante– competitividad externa de los productos
    elaborados y/o comercializados por estas firmas en un doble
    sentido: mejorando los precios de exportación y abaratando
    los costos de
    producción (esto último, como resultado de la
    caída de los salarios resultante del incremento del tipo
    de cambio).

    16. En relación con esto último, si
    se considera que, según las estimaciones disponibles, los
    activos extranjeros en el país se encuentran en el orden
    de los 120 mil millones de dólares, puede inferirse que
    una eventual devaluación de, por ejemplo, diez puntos
    implicaría, en dólares, que los capitales
    transnacionales pierdan, aproximadamente, el equivalente a lo
    pagado por el conglomerado español
    Repsol en la compra de YPF (cerca de 13 mil millones de
    dólares). En el caso de los grupos económicos se
    produciría una ganancia por un monto similar, teniendo en
    cuenta que fugaron al exterior más de 120 mil millones de
    dólares. Al respecto, consultar Basualdo, E.: "Las
    privatizaciones en la valorización financiera de los
    grupos económicos", en Revista Enoikos, Año VIII,
    Nro. 17, 2000; y Basualdo, E., Lozano, C.: "Entre la
    dolarización y la devaluación: la crisis de la
    Convertibilidad en la Argentina", en Revista La Escena
    Contemporánea, Nro. 5, septiembre 2000.

    17. En este último grupo coexisten
    posiciones que van desde la ruptura definitiva del bloque
    regional y el ingreso incondicional al Alca, hasta la
    integración del país al área de libre
    comercio
    continental a partir del Mercosur. Un análisis detenido de
    los principales impactos económico-sociales que se
    desprenderían del ingreso de la Argentina al Alca, se
    puede consultar en Arceo, E.: "El Alca, el nuevo pacto colonial",
    Instituto de Estudios y Formación de la CTA, 2001.
    Asimismo, ver Basualdo, E.: "Modelo de acumulación y
    sistema político en la Argentina. Notas sobre el
    transformismo argentino durante la valorización
    financiera", op. cit.; y Musacchio, A.: "La Argentina ante el
    ALCA: ¿solución a los dilemas del crecimiento o
    agravamiento de los problemas
    estructurales?", en Revista Realidad Económica, Nro. 182,
    agosto-septiembre 2001.

    18. En fecha reciente, en el marco de la crisis
    del Mercosur que se abrió a partir de las sucesivas
    devaluaciones de la moneda brasilera y de la profunda –y
    duradera– recesión argentina, el presidente de
    Arcor, Luis Pagani, realizó una clara defensa de dicho
    acuerdo regional, al señalar que "de lo poco que manufactura la
    Argentina, el mercado al que más exporta es Brasil y por eso
    hay que buscar soluciones
    sin llegar a romper el Mercosur". Por el contrario, Paolo Rocca
    dijo que "las divergencias de políticas
    macroeconómicas entre Brasil y la Argentina están
    siendo incompatibles con el mantenimiento del esquema de
    convertibilidad y con el crecimiento de la industria argentina".
    En la misma línea que el directivo de Techint se
    posicionó la UIA, que presentó numerosas objeciones
    en relación con la continuidad del Mercosur. Al respecto,
    ver BAE, 1/10/2001; Clarín, 11/10/2001; y La
    Nación, 9/10/2001.

    19. Uno de los principales argumentos esgrimido,
    directa o indirectamente, por los grupos económicos
    locales (tanto en su versión "pro-Mercosur" como
    "pro-Alca") para impulsar y legitimar su proyecto
    "devaluacionista", es que resulta imprescindible encarar la
    reindustrialización del país en base a los mercados externos
    para poder salir de la actual situación de crisis
    económica e ingresar en un sendero virtuoso de crecimiento
    de la producción y el empleo que posibilite, a la vez,
    hacer frente al fuerte –de carácter
    estructural– desequilibrio externo que presenta la
    economía argentina. A este respecto, basta con mencionar
    que en la actualidad las exportaciones industriales
    –fuertemente concentradas en un conjunto muy reducido de
    grandes empresas– explican menos del 10% del PBI global del
    país, con lo cual muy difícilmente puedan
    convertirse en el motor que
    traccione al conjunto de los sectores económicos tanto en
    términos productivos como en lo que respecta a la
    creación de puestos de trabajo, más aún
    cuando una parte mayoritaria de las ventas al exterior de bienes
    manufacturados proviene de actividades caracterizadas por un
    escaso dinamismo en lo que respecta a la generación de
    valor agregado y empleo (la agroindustria, la producción
    petrolera, la elaboración de ciertos commodities, y la
    fabricación de automotores).

    20. Al respecto, téngase presente que el
    Mercosur está ligado a un perfil manufacturero asentado
    fundamentalmente sobre la agroindustria y la armaduría y/o
    el ensambla do de automóviles a partir de partes y piezas
    provenientes, en lo sustantivo, del exterior, mientras que la
    integración al Alca supondría, dado el ostensible
    atraso relativo de la Argentina vis-à-vis los Estados Unidos,
    la conformación de un patrón de
    especialización productiva con eje en aquellas actividades
    en las que el país cuenta con probadas ventajas
    comparativas naturales de carácter estático
    (básicamente, las vinculadas a los sectores agropecuario y
    petrolero) y en unas pocas ramas (y grandes empresas) que son muy
    competitivas en términos internacionales (por ejemplo, la
    siderurgia).

    21. De allí que no resulten casuales las
    críticas que, desde los "sectores de la
    producción", se le han venido realizando en el
    último tiempo a las empresas privatizadas y al sector
    financiero. Al respecto, y a simple título ilustrativo,
    pueden consultarse las declaraciones del presidente de la UIA,
    José de Mendiguren, en el último Día de la
    Industria (3/9/2001), o la mencionada "Declaración de
    Tigre" del Grupo Productivo. En esa misma línea se
    inscriben las reciente declaraciones de Eduardo Duhalde en
    relación con la necesidad de que, en el contexto actual,
    se ponga en marcha "un gran movimiento
    argentino que instale a la comunidad productiva en el centro de
    las decisiones políticas, desplazando al sector
    financiero, porque si no, no habrá solución para
    los problemas de los argentinos y los trabajadores" (BAE,
    17/10/2001).

    22. Con respecto a esta cuestión, ver Katz,
    J.: "Cambios estructurales y evolución de la productividad
    laboral en la industria latinoamericana en el período
    1970-1996", CEPAL, Serie Reformas, Nro. 14,
    1999.

    23. Cabe mencionar que, para quienes impulsan la
    dolarización de la economía argentina, la
    inserción internacional del país a través
    del Alca y, consecuentemente, la subordinación y/o el
    abandono del Mercosur como espacio de integración
    regional, constituye uno de los ejes centrales de su propuesta. A
    modo de ejemplo, se pueden consultar las recientes declaraciones
    de dos intelectuales
    orgánicos de "los mercados", Miguel Angel Broda y Carlos
    Rodríguez, a favor de la dolarización y de la
    integración de la Argentina al Alca (El Cronista
    Comercial, 25/9/2001; y Clarín,
    14/10/2001).

    24. Sin duda, la defensa más radicalizada
    de la "opción dolarizadora" proviene del sector
    financiero. Para estos actores una eventual dolarización
    de la economía local presentaría múltiples
    ventajas. En primer lugar, eliminaría, de una vez y para
    siempre, el "riesgo
    devaluatorio" o, en otros términos, la posibilidad de que
    una modificación de la paridad cambiaria traiga aparejados
    enormes costos para los principales bancos que operan en el
    mercado local y las AFJP (téngase presente, en tal
    sentido, que una proporción mayoritaria de la deuda del
    sector privado y del Estado argentino se encuentra denominada en
    "moneda dura" –fundamentalmente, en dólares–,
    mientras que sus respectivos ingresos son, en gran medida, en
    pesos, con lo cual una devaluación los convertiría
    en deudores de difícil cobrabilidad). En segundo lugar,
    siempre desde la óptica
    de los defensores de esta postura, la dolarización
    debería ir necesariamente acompañada –antes y
    después de su implementación– por fuertes
    ajustes en el sector público (reducción del gasto,
    disminución de los planteles laborales y las retribuciones
    salariales, etc.), de forma tal de "liberar" los recursos
    necesarios para que el país pueda "honrar" su deuda tanto
    externa como interna, es decir, a estos mismos actores (la
    recientemente sancionada ley de
    "déficit cero" se inscribe en esta línea). En
    relación con lo anterior, cabe destacar que el principal
    argumento esgrimido por los defensores de la dolarización
    para obtener consenso en torno de su propuesta es que la
    raíz de la crisis actual es eminentemente política
    (de allí su insistencia en pos de la necesidad de reducir
    el "costo de la política"); planteo que no casualmente se
    articula con el creciente descrédito de la sociedad hacia
    el sistema político, en general, y la clase dirigente, en
    particular.

    25. Con respecto a las limitaciones del
    régimen convertible, se puede consultar, entre otros, a
    Damill, M.: "El balance de pagos y la deuda externa
    pública bajo la convertibilidad", en Boletín
    Informativo Techint, Nro. 303, julio-septiembre 2000; y Vitelli,
    G.: "La raíz de los males está en la
    política económica: una explicación de los
    resultados de la convertibilidad", en Revista Realidad
    Económica, Nro. 181, julio-agosto 2001. Asimismo,
    véase el discurso pronunciado por el Dr. Julio H. G.
    Olivera en la apertura de las jornadas del Plan Fénix que
    se realizaron en el mes de septiembre de 2001 en la Facultad de
    Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos
    Aires.

    26. En este punto, vale la pena enfatizar que, si
    bien en el interior de este grupo coexisten propuestas
    disímiles (sobre todo en lo que respecta a darle prioridad
    a la profundización del Mercosur o a la integración
    de la Argentina en el Alca), en la coyuntura actual lo que
    prevalece es el consenso acerca de que se debe abandonar el
    régimen de Convertibilidad a partir de una
    devaluación de la moneda local.

    27. A simple título ilustrativo, cabe
    destacar, entre otras "señales" lanzadas por el gobierno a los
    diferentes integrantes del poder económico, la reforma
    laboral de mediados de 2000 (que dio sustento legal a la
    precarización de hecho del mercado de trabajo); la
    renegociación, en numerosos sectores de actividad, de los
    convenios laborales con la finalidad de promover un mayor
    deterioro salarial, avanzar aún más en la
    "flexibilización" de las condiciones de trabajo y, en lo
    sustantivo, revertir viejas conquistas laborales (todo ello a
    favor del efecto disciplinador que impone el "ejercito de
    reserva" existente); la sanción de diversos "impuestazos"
    (que, en lugar de incrementar la presión
    tributaria sobre los sectores de mayores ingresos de la
    población, reforzaron la presión sobre,
    fundamentalmente, los de ingresos medios y
    bajos); las renegociaciones contractuales encaradas con la
    mayoría de las empresas privatizadas (que, al igual que
    las realizadas bajo la gestión
    gubernamental del menemismo, no buscaron favorecer a los usuarios
    y consumidores, a partir de, por ejemplo, menores tarifas, sino
    que apuntaron a preservar el contexto normativo de privilegio que
    le permitió a dichas empresas obtener durante todo el
    decenio de los noventa extraordinarias tasas de ganancia); la
    implementación de diversas medidas de neto corte
    fiscalista y de reducción del gasto, el empleo y los
    salarios en el sector público nacional y en los distintos
    Estados provinciales; la creciente priorización en las
    partidas presupuestarias del Estado Nacional de recursos
    destinados al pago de los servicios e intereses de la deuda
    externa y el cada vez más marcado desplazamiento de
    aquellos destinados a áreas y/u organismos vinculados a la
    satisfacción de necesidades básicas de la
    población (desarrollo
    social, educación, salud, vivienda, etc.); el
    lanzamiento de los denominados "planes de competitividad"; la
    prórroga del régimen para la industria automotriz;
    la instrumentación del impuesto a los
    débitos y créditos bancarios; la puesta en
    práctica de la "convertibilidad ampliada" (esto es, la
    vinculación del peso con una canasta de monedas compuesta
    por el dólar y el euro); y la realización de
    distintos "canjes" de deuda (que a lo único que
    contribuyeron fue a favorecer a los acreedores internos y
    externos de la deuda
    pública argentina, quienes, a cambio de refinanciar
    los pasivos, cobraron tasas de
    interés –más que–
    "ruinosas").

    28. La crisis actual presenta importantes
    similitudes con la que tuvo lugar a fines de los años
    ochenta. Al respecto, cabe recordar que en aquel momento, en el
    que también se expresó un agudo enfrentamiento en
    el seno del establishment económico, los sectores
    populares, que no tuvieron participación alguna en la
    gestación del conflicto y
    sufrieron la fenomenal transferencia de riqueza que
    conllevó la hiperinflación, no sólo quedaron
    inhibidos de influir en la forma en que debía resolverse
    la crisis, sino que además debieron pagar los costos de
    salida de la misma. Para un tratamiento detenido de estas
    cuestiones, véase, entre otros, a Azpiazu, D., Nochteff,
    H.: "La democracia
    condicionada. Quince años de economía", en Lejtman,
    R. (comp.): "Quince años de democracia. Ensayos sobre
    la nueva república", Grupo Editorial Norma, 1998;
    Basualdo, E.: "Formación de capital y distribución
    del ingreso durante la desindustrialización", IDEP/ATE,
    Cuaderno Nro. 20, 1992; Beltrán, G.: "La crisis de fines
    de los ochenta bajo la mirada de los sectores dominantes.
    Justificación e inicio del proceso de reformas
    estructurales de los años noventa", en Revista Epoca,
    Año 1, Nro. 1, diciembre 1999; y Levit, C., Ortiz, R.: "La
    hiperinflación argentina: prehistoria de
    los años noventa", en Revista Epoca, Año 1, Nro. 1,
    diciembre 1999.

    29. Al respecto, es importante tener presente que,
    a los efectos de obtener legitimación social, tanto los
    "devaluacionistas" como los "dolarizadores" incluyen en sus
    argumentaciones "alguna de las reivindicaciones que sostienen los
    sectores populares, pero las mismas son vaciadas y reprocesadas
    en función
    de los intereses de la respectiva fracción dominante que
    la impulsa… Este proceso de apropiación y
    reprocesamiento de las reivindicaciones populares introduce un
    alto grado de complejidad y confusión que tiene como
    objetivo
    oscurecer el hecho de que ninguna de las propuestas dominantes
    incorpora, ni siquiera insinúa, algún elemento que
    indique la voluntad de profundizar el proceso democrático
    mediante la participación popular y la
    redistribución progresiva de los ingresos, elementos que
    constituyen ejes centrales de una genuina propuesta popular"
    (Basualdo, E.: "Modelo de acumulación y sistema
    político en la Argentina. Notas sobre el transformismo
    argentino durante la valorización financiera", op.
    cit.).

    Como citar este documento: Schorr, Martín.
    Atrapados sin salida?: la crisis de la convertibilidad y las
    contradicciones en el bloque de poder económico. .
    Martín Schorr Flacso. Sede académica Argentina.
    Area de Economía y Tecnología. 2001. Acceso al
    texto
    completo:

    http://www.flacso.org.ar/economia/Publicacion/08otrasinvest/Documentos/22_Crisis_de_la_Convertibilidad.pdf

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    Martín Schorr (1)*

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