¿Atrapados sin salida?: la crisis de la convertibilidad y las contradicciones en el bloque de poder económico
- Ciclo económico,
desempeño de la elite empresaria y evolución
salarial - Los enfrentamientos
dentro del bloque dominante y las "coincidencias
básicas" - Notas
Descriptores Tematicos: convertibilidad, devaluacion,
crisis politica, crisis social, crisis economica, crisis
monetaria, asalariados, ciclos economicos, empresarios,
Argentina
En el presente, en el marco de una recesión que
ya lleva más de tres años, se asiste en la
Argentina a una fuerte disputa en el interior de los sectores
dominantes que gira, fundamentalmente, en torno de la
orientación que tendría que adoptar un eventual
abandono de la Convertibilidad (con devaluación o vía dolarización) (2). Si bien se trata de
proyectos que
responden a distintos intereses económico-sociales (la
"salida devaluatoria" es promovida por los grupos
económicos más importantes del país,
mientras que la "opción dolarizadora" está
vinculada con los propietarios –en su mayoría, de
origen extranjero– de las principales firmas industriales y
de las empresas
privatizadas y con el sector financiero –tanto local como
internacional–), los dos coinciden en que la principal
variable de ajuste sean –en rigor, sigan siendo– los
ingresos y las
condiciones de vida de los asalariados (y de los marginados y
excluidos de y por el sistema).
A los efectos de aprehender la naturaleza de
esta "coincidencia básica", así como la naturaleza
de la actual crisis socio-económica y política, reviste
particular importancia analizar lo ocurrido durante la vigencia
del régimen convertible con los salarios de los
trabajadores, por cuanto dicho enfoque brinda importantes
elementos de juicio para captar, en términos
estructurales, la funcionalidad que ha tenido el deterioro
sistemático –la tan mentada "flexibilidad"– de
las remuneraciones
salariales, así como la creciente inequidad distributiva
resultante del mismo, en relación con el proceso de
acumulación y reproducción del capital de las
fracciones más concentradas del poder
económico.
Ciclo
económico, desempeño de la elite empresaria y evolución salarial
Entre 1993 y 1999, el PBI global –tomado a
precios
corrientes– se expandió casi un 20% (registrando una
importante desaceleración en 1995 y una fuerte
declinación en 1999 – que perdura hasta la
actualidad–), mientras que las ventas de la
elite empresaria local (3) crecieron un 64%, y lo hicieron de
manera prácticamente ininterrumpida (la única
excepción fue 1999 en que, en gran medida como producto de la
crisis de la industria
automotriz, la facturación de las líderes
cayó un 2% con respecto al año anterior) (4). De
resultas de estos disímiles patrones de comportamiento, se puede inferir un significativo
incremento en la concentración económica del
conjunto de la economía
argentina en torno a este número reducido de grandes
empresas.
Evolución del PBI global. las
ventas de la elite empresarial local, y el salario promedio
real,
1993-1999 (índice base 1993-100).
Fuente: Área de Tecnología y Economía de la
FLACSO, en base a FIDE,
Ministerio de Economía y Balances de Empresas
En el mismo período, al tiempo que los
ingresos por ventas agregados de las principales firmas que
actúan en el medio local aumentaron tres veces más
que el PBI total, el salario promedio real cayó un 10%;
proceso que se registró tanto en las fases expansivas del
ciclo económico como en las recesivas (de la información presentada se desprende que en
los años de crecimiento del producto la caída
salarial fue más acentuada que en 1999, cuando el PBI se
contrajo más de un 5%). De considerar la evolución
del salario vis-à-vis la del PBI global se verifica que
entre los años de referencia por cada punto porcentual que
creció el producto bruto interno las remuneraciones medias
de los asalariados descendieron un 0,5%. Indudablemente, la
evolución decreciente del salario, así como la
sistematicidad de su caída, reflejan el carácter fuertemente disciplinador que
juega el inédito nivel de desempleo vigente
en el país sobre los trabajadores en actividad (no
sólo deprimiendo sus ingresos, sino también
precarizando sus condiciones laborales –en especial, en lo
que se relaciona con la extensión y la intensidad del
proceso de trabajo, y las
condiciones de contratación).
Como era de esperar, este importante deterioro en las
retribuciones de los trabajadores, en el marco de un acelerado
crecimiento
económico de las firmas que conforman el núcleo
del capital más concentrado, tuvo impactos sumamente
regresivos en materia
distributiva: entre 1993 y 1999 la proporción de población pobre que habita en el aglomerado
urbano de mayor importancia del país (el Gran Buenos Aires)
pasó del 17% a casi el 27% (esto es, creció
más de un 55%), mientras que la de la que se ubica por
debajo de la denominada "línea de indigencia" (es decir,
aquella población cuyos ingresos no le alcanzan siquiera
para cubrir una canasta mínima de superviviencia)
aumentó un 80% (pasó del 4% a más del 7%
entre los años mencionados). Asimismo, siempre a
título ilustrativo, en el transcurso del período de
referencia la brecha de ingresos entre el 10% más rico de
la población urbana del país y el 10% más
pobre creció más de un 30%, como producto de lo
cual hacia el final de la década pasada el ingreso
promedio del decil más rico era casi 24 veces más
elevado que el correspondiente al primer decil (5).
Los comportamientos antagónicos que registraron
la facturación de la cúpula empresaria local y los
ingresos de los asalariados, así como el correlato
distributivo que se desprende de dichas pautas de
desempeño, se encuentran estrechamente vinculados entre
sí, por cuanto el deterioro salarial ha jugado un papel
determinante en la explicación de la importante
expansión económica que experimentaron las
principales empresas que actúan en el ámbito
doméstico en el transcurso del decenio pasado. En tal
sentido, cabe analizar someramente cuáles fueron los
factores impulsaron el fuerte incremento de las ventas de las
empresas líderes durante los años
noventa.
Ello remite directamente a la inserción
estructural de estas firmas en la economía local. En
efecto, una parte importante de este conjunto de empresas se
dedica a la producción agroindustrial (en especial, a
la elaboración de los denominados "bienes
salarios"), una de las actividades de mayor dinamismo del
espectro manufacturero local, cuya considerable expansión
durante la década de los noventa se sustentó,
principalmente, en las exportaciones. En
el caso de estas firmas, la contracción de las
retribuciones salariales y la concentración del ingreso
resultan altamente funcionales a su proceso de acumulación
en un doble sentido: incrementando los saldos exportables
disponibles e induciendo una mejora del tipo de cambio
real (asociada a una caída en los costos
empresarios) (6).
Asimismo, otro subconjunto de firmas líderes se
desenvuelve en sectores que se caracterizan por presentar una
demanda
cautiva (es el caso de aquellas que se dedican a la
prestación de servicios
públicos privatizados), mientras que otro se dedica a
la elaboración y/o a la comercialización de bienes y/o a la
prestación de servicios
demandados por los sectores de mayor poder adquisitivo de la
población (cuyos ingresos están muy poco asociados
con los vaivenes del ciclo económico) (7), de lo cual se
desprende que los asalariados –en particular, los de
menores ingresos– no constituyen, precisamente, el sector
social que dinamiza el proceso de acumulación de estas
empresas. En el caso de este grupo de
compañías monopólicas u oligopólicas,
la disminución de los salarios no afecta, en lo
sustantivo, sus respectivos niveles productivos y sus ingresos
por ventas, al tiempo que les permite incrementar sus ganancias
(en muchos casos, de las más elevadas de la
economía argentina –y, en algunos sectores, como en
la mayoría de los vinculados a la prestación de
servicios públicos, de las más altas en el plano
internacional–) (8).
En definitiva, durante la vigencia de la Convertibilidad
los ingresos de los asalariados y las ventas de la elite
empresaria se comportaron en forma disociada con respecto al
ciclo económico, sin embargo, mientras que los primeros
diminuyeron fuertemente, las segundas se expandieron en forma
significativa. Ello es así porque, en el marco del actual
modelo de
funcionamiento de la economía argentina, la
reducción sistemática de los salarios
–así como la cada vez más acentuada
regresividad distributiva que viene asociada a dicho
proceso– es ampliamente funcional tanto al modelo
macroeconómico (es la única variable de
significación económica que, en el marco del
régimen de tipo de cambio fijo,
se utiliza para hacer frente a la baja –y
decreciente– competitividad
relativa del país), como, derivado de ello, a la dinámica de acumulación y
reproducción ampliada del capital de la cúspide del
poder económico.
Los enfrentamientos
dentro del bloque dominante y las "coincidencias
básicas"
Todo lo anterior es importante de tener en cuenta en la
crisis actual, dado que las distintas alternativas que los
sectores dominantes barajan para salir de la Convertibilidad
agudizarán aún más el considerable deterioro
de los salarios que se manifestó durante la vigencia del
esquema convertible, reforzando, por esa vía, la notable
expansión que 2001 registraron las firmas líderes
y, como producto de ello, los procesos de
concentración económica y de distribución regresiva del ingreso que se
manifestaron con particular intensidad durante los años
noventa.
Con respecto a la primera de las opciones (la "salida
devaluatoria"), cabe destacar que la misma es impulsada por los
grupos económicos locales de mayor importancia del
país, que son fuertes exportadores y poseen un elevado
volumen de
activos
líquidos (en gran medida, colocados en el exterior en
inversiones de
carácter financiero) (10). Para comprender la naturaleza y
los alcances de esta propuesta de abandono de la Convertibilidad,
cobra relevancia presentar, en forma por demás estilizada,
las distintas argumentaciones que, con la finalidad de generar
consenso social hacia su proyecto, han ido
planteando los principales conglomerados empresarios de origen
local (sea en forma directa o a través de sus
representantes orgánicos –por ejemplo, en forma cada
vez más evidente, por la Unión Industrial
Argentina–). Ello reviste suma trascendencia por cuanto
buena parte de estos planteos han sido retomados, incluso, por
vastos sectores del espectro político-sindical. En el
último tiempo, en el marco de la "extranjerización"
de la economía argentina que se inicia fundamentalmente a
partir de 1995 y de la aguda y prolongada recesión
interna, estos actores, sobre la base de su significativa y
decisiva capacidad de lobbying doméstico, y de las
ventajas políticas
e ideológicas que les brinda el origen de su capital, han
elaborado y difundido un discurso
acerca de la necesidad de encarar, con el apoyo del Estado, la
"reindustrialización" del país con eje en el
empresariado nacional.
La importancia de la problemática en
cuestión lleva a detenerse con cierto detalle en su
análisis, más aún cuando esta
defensa de la "industria nacional" es realizada por buena parte
de los mismos actores que resultaron ampliamente favorecidos por
la profunda crisis que se viene registrando en el sector desde
hace un cuarto de siglo (cuya principal característica se
vincula con sus impactos desiguales sobre los distintos tipos de
firmas y ramas que conforman el espectro fabril local), a la vez
que recibieron cuantiosas sumas de dinero por la
venta de sus
principales empresas a capitales foráneos (11). En otras
palabras, se trata de los mismos actores económicos que
promovieron –y se beneficiaron con– la
"desindustrialización" ligada a la desaparición de
las PyMEs y la
"extranjerización" de la economía doméstica
que hoy tanto cuestionan (12).
A juzgar por el comportamiento histórico de los
grandes conglomerados económicos de origen local, en
particular desde mediados del decenio de los setenta, todo parece
indicar que a lo que se está apuntando con esta postura
"industrialista" y "nacionalista" es, una vez más, a la
conformación, mediante el amparo del
aparato estatal, de nuevos espacios privilegiados de
acumulación y reproducción del capital en la
actividad (como lo fueron, por ejemplo, la promoción industrial durante los
años setenta y ochenta, o el régimen especial de la
industria automotriz en los noventa). Asimismo, en
términos del tipo de modelo de industrialización
que se está promoviendo, cabe destacar que no se trata,
como ocurría durante la sustitución de importaciones, de
un esquema de funcionamiento sectorial centrado en el mercado interno
(lo cual fijaba un límite estructural a la baja de los
salarios y, en consecuencia, a la redistribución regresiva
del ingreso), sino de uno con base en las exportaciones, que,
dado el tipo de perfil productivo predominante, sólo
resulta viable con un mayor deterioro de la participación
de los trabajadores y de las PyMEs en el ingreso total generado
en el ámbito industrial.
De allí que no resulte extraño que en la
actualidad numerosos integrantes de esta fracción
más concentrada del empresariado local se encuentren
presionando por distintos tipos de apoyo por parte del Estado
(mediante la generación de políticas activas hacia
el sector o la instrumentación de diversos
regímenes de subsidio y/o promoción y/o
protección), o, en especial, por la salida del esquema de
la Convertibilidad a partir de una devaluación de la
moneda local (13).
A este respecto, debe tenerse presente que un incremento
del tipo de cambio traería aparejados múltiples
beneficios para estos capitales. En primer lugar, y
fundamentalmente, conllevaría una brusca y directa
contracción en los ingresos de los trabajadores (cuya
magnitud estaría determinada –en forma
positiva– por la intensidad que asuma la
modificación de la paridad cambiaria) y, como producto de
ello, una importante disminución en los costos salariales
y, consecuentemente, un incremento de los márgenes brutos
de rentabilidad
empresaria (14).
Asimismo, uno de los directivos más importantes
de dicho grupo, Paolo Rocca, dijo que "si las empresas argentinas
siguen sin comprender el contexto de negocios
internacional y el Estado se
mantiene al margen y sin asumir un decidido apoyo a la industria
local, la Argentina quedará a un costado de la
globalización, sin participar en la
transformación mundial que implica este proceso", por lo
tanto resulta indispensable contar con un Estado "fuerte, que
haga política activa, y a veces discrecional, para ayudar
a ganar dinamismo a las empresas y para que accedan al mercado de
capitales, al sistema
financiero con tasas que brinden oportunidades de financiar
proyectos y de exportar; que ofrezca una política
económica y tributaria con una orientación
acorde a las necesidades de crecimiento comercial del
país" (ver, al respecto, la edición
del diario BAE del 1/10/2001). Por otro lado, en la llamada
"Declaración de Tigre" (23/6/2000) del Grupo Productivo
(una agrupación integrada por la UIA –donde la
gravitación política y financiera de Techint es
decisiva–, la Cámara Argentina de la Construcción –en la que el grupo de
origen italiano también tiene un peso decisivo– y
las Confederaciones Rurales Argentinas) se expresa que, en la
actualidad "los argentinos nos encontramos frente a una
oportunidad histórica. Se impone una alianza
estratégica entre los sectores de la producción,
el trabajo y
la dirigencia política que revalorice la identidad
nacional". En la misma línea se inscriben las
recientes declaraciones de Eduardo Duhalde en relación con
la necesidad de "desplazar a la comunidad
financiera" como requisito para "hacer un país
industrialista" a partir de la celebración de una
"concertación patriótica" que nuclee a empresarios
de la producción, a los trabajadores y a la clase
política (Clarín, La Nación
y Página 12, 15/10/2001), o de los líderes
sindicales Rodolfo Daer y Hugo Moyano en el sentido de que el
abandono de la Convertibilidad vía una devaluación
del peso, así como la conformación de un "frente
productivo", constituyen requisitos indispensables para revertir
la crisis actual (La Nación,
3/10/2001).
Por otro lado, es insoslayable tener presente que, como
fuera mencionado, los grupos económicos, a pesar de las
empresas que vendieron y del fuerte peso que tienen los activos
financieros en sus respectivos activos totales, continúan
teniendo importantes inversiones productivas en el país,
especialmente en sectores con ventajas comparativas naturales y
con una importante "propensión exportadora". En
consecuencia, con una devaluación no sólo
obtendrían cuantiosas ganancias patrimoniales en
términos de dólares, sino que, adicionalmente, al
ser fuertes exportadores, aumentarían en forma
considerable la facturación y la rentabilidad de sus
actividades internas (15). Ello sin mencionar que, como producto
de una eventual modificación de la paridad cambiaria,
podrían llegar a recomprar las participaciones accionarias
y/o las empresas que vendieron al capital extranjero, a cambio de
desembolsar por ello un monto de dinero muy inferior al que
recibieron al momento de la venta de las mismas (internalizando,
por esa vía, una cuantiosa masa de beneficios
extraordinarios) (16).
De todas maneras, cabe destacar que, en el marco del
consenso existente dentro de esta fracción del capital
concentrado en relación con la crisis de la
Convertibilidad y el tipo de medidas que habría que
implementar para salir del "cepo cambiario", se han ido
perfilando dos proyectos que, si bien coinciden en sus aspectos
centrales, presentan ciertas diferencias de significación
que vale la pena mencionar: uno se encuentra más ligado a
las oportunidades que ofrece el mercado ampliado del Mercosur, y el
otro está más vinculado con la integración de la Argentina al Area de
Libre Comercio
de las Américas (Alca) (17).
Mientras que la primera postura es defendida, principalmente, por
el grupo Arcor (con
fuertes intereses en el mercado brasilero), la segunda,
detrás de la cual se han venido encolumnando –de
manera más o menos explícita, según la
evolución de la coyuntura
político-económica– la UIA y ciertos
integrantes del gobierno nacional
y de la oposición, tiene como principal defensor al
conglomerado extranjero Techint (uno de los más
importantes productores siderúrgicos del mundo)
(18).
A pesar de sus –por cierto, no menores–
diferencias, estos dos proyectos reconocen ciertos denominadores
comunes: la salida del esquema convertible vía una
devaluación del peso, el afianzamiento de un perfil
productivo fuertemente vinculado con las exportaciones (19) y,
estrechamente asociado a ello, de una estructura
manufacturera muy asentada en ramas que se ubican en las primeras
etapas del procesamiento industrial (con una reducida capacidad
en lo que respecta a la generación de valor
agregado, encadenamientos productivos y puestos de trabajo)20, y,
en definitiva, la consolidación de un patrón de
funcionamiento del conjunto de la economía argentina
estrechamente ligado a la caída de los salarios, o, en
otras palabras, de una dinámica de acumulación del
capital en la que la concentración de la producción
y el ingreso resulten plenamente funcionales con la
expansión económica de los actores que impulsan
esta alternativa de abandono de la Convertibilidad.
Como fuera mencionado, la dolarización de la
economía argentina constituye la segunda opción
esgrimida por los sectores dominantes para hacer frente a las
ostensibles restricciones que el régmien convertible le
está imponiendo a su proceso de acumulación y
reproducción del capital. En defensa de esta postura, que
es concebida como la "fase superior" de la Convertibilidad,
confluyen las compañías privatizadas (gran parte de
las cuales se halla en manos extranjeras), las firmas de origen
transnacional que adquirieron empresas locales en el transcurso
de los años noventa, y el sector financiero tanto local
(se trata de los principales bancos –en
su gran mayoría, de capitales foráneos– que
operan en el ámbito nacional y de las Administradoras de
Fondos de Jubilaciones y Pensiones –AFJP–) como
internacional (representado por los organismos internacionales de
crédito
–en especial, el Fondo Monetario
Internacional–).
En términos generales, a los capitales
extranjeros (tanto los que operan en el sector productivo, como
en el de servicios y en el financiero), el mayor beneficio que
les reportaría una eventual dolarización de la
economía argentina es que les aseguraría el
mantenimiento
del valor en dólares de sus importantes activos fijos (y,
en muchos casos, de los consiguientes flujos de ingresos
futuros).
A pesar de que se encuentra en franca
contradicción con la "salida devaluacionista" (21), la
"opción dolarizadora" tendría, en caso de
concretarse, similares implicancias sobre los ingresos de los
trabajadores y sobre sus condiciones de vida. En efecto, al igual
que en el planteo "pro- devaluación", en este proyecto la
disminución de los salarios y el deterioro en las
condiciones laborales resultan funcionales. Ello, por cuanto,
como producto de la dolarización, la Argentina se
vería forzada a tener –como mínimo– el
mismo nivel de productividad que
la economía estadounidense (en la actualidad, con la
excepción de unos pocos sectores, muy superior a la
argentina)22, fenómeno de muy difícil
realización en el cuadro actual de estancamiento
económico, "desindustrialización",
desintegración productiva, y destrucción de cadenas
de valor. En ese marco, y atento al carácter escasamente
"schumpeteriano" de la elite económica local, es indudable
que el necesario achicamiento de la "brecha productiva" que
impondría la adopción
de la "salida dolarizadora" se lograría primordialmente
mediante la profundización de tres rasgos distintivos de
los años noventa: una caída en la ocupación,
un incremento en la tasa de explotación de los
trabajadores en actividad, y, fundamentalmente, una
contracción en las remuneraciones salariales
(23).
Adicionalmente, debe tenerse presente que los
partidarios de esta postura plantean como uno de los lineamientos
centrales –sino el excluyente– de la política
económica un ajuste recesivo de neto corte fiscalista
asentado, en lo sustantivo, sobre la caída del empleo y los
salarios del sector
público –y, por "efecto demostración",
del ámbito privado– y la "flexibilización" de
las condiciones laborales (24).
En definitiva, las consideraciones precedentes sugieren
que, con independencia
de las restricciones intrínsecas de la Convertibilidad
(25), la prolongada crisis económico-social a la que
asiste la Argentina se encuentra estrechamente ligada a una
profunda conflictividad dentro del núcleo del capital
más concentrado. La raíz estructural de dicho
enfrentamiento remite a la inserción sectorial en la
economía argentina de los actores en pugna: mientras que
el bloque de los "devaluacionistas" está nucleado
alrededor de los principales grupos económicos (que son
importantes exportadores y poseen una cuantiosa masa de recursos
líquidos en el exterior) (26), el de los "dolarizadores"
se estructura sobre las empresas extranjeras que, en el
transcurso de los años noventa, adquirieron firmas locales
(en especial, en el ámbito industrial) y/o las
participaciones accionarias que distintos capitales nacionales
tenían en diversas compañías (en particular,
las privatizadas), y el sector financiero tanto local como
internacional (se trata, en todos los casos, de actores a los que
una devaluación los perjudicaría de manera
considerable).
En ese marco, desde el momento en que asumió el
gobierno (sobre todo, a partir de la llegada del Dr. Cavallo al
Ministerio de Economía), la
Administración De la Rúa ha intentado avanzar
otorgándole distintos tipos de concesiones a las
fracciones dominantes enfrentadas, con la finalidad de, siempre
dentro del esquema de la Convertibilidad, reducir sustantivamente
los niveles salariales de forma de recuperar competitividad (27).
Sin embargo, a pesar de estos intentos, no ha conseguido definir
el rumbo de una salida a la crisis o, en otros términos,
no ha logrado una rearticulación de los intereses en pugna
(como sí lo había logrado el menemismo,
política de privatizaciones mediante, en los primeros
años de la Convertibilidad). Sin duda, ello aporta
importantes elementos de juicio para comprender la naturaleza de
la crisis actual (la más larga de la historia económica
argentina), y evidencia la fuerte subrogación del Estado a
los intereses de los diferentes integrantes del bloque dominante
y, derivado de ello, la cada vez más reducida
"autonomía relativa" del sistema
político.
La fuerte contraposición de intereses entre las
diferentes fracciones que cabe reconocer dentro del establishment
merece ser tenida en cuenta por cuanto, a juzgar por la
experiencia argentina de los años ochenta, siempre que
existieron intereses encontrados en el interior del bloque de
poder económico se registraron profundas crisis
socio-económicas que impactaron con particular intensidad
sobre los sectores populares. En ese contexto, es indudable que,
cualquiera sea el proyecto de salida de la Convertibilidad que
resulte triunfante, es de esperar que se profundice aún
más un modelo de funcionamiento económicosocial
cuyos denominadores comunes son la centralización del capital, la
concentración de la producción y el ingreso, la
desocupación y la precarización de
las condiciones laborales de los trabajadores (caída
salarial, pérdida de un conjunto considerable de prestaciones
sociales tradicionalmente vinculadas al pago salarial, aumento en
el grado de explotación de los ocupados asociado a un
aumento en la intensidad y/o la extensión de la jornada de
trabajo, etc.), la exclusión de un número creciente
de individuos y, como consecuencia de todo lo anterior, la
creciente fragmentación social (28).
Naturalmente, el principal interrogante que surge de los
desarrollos previos remite a cuán gobernable
resultará una sociedad cada
vez más polarizada entre un núcleo –
minoritario– de grandes agentes económicos y un
conjunto –mayoritario– de actores crecientemente
desplazados de la esfera económico-social, o, en otros
términos, a la viabilidad –o no– de consolidar
en la Argentina una sociedad verdaderamente democrática
(es decir, una sociedad en la que "lo democrático" no se
circunscriba pura y exclusivamente al ámbito
político). En tal sentido, es indudable que la
construcción de una sociedad crecientemente participativa
en lo económico, lo político y lo social debe
asumir las dificultades que se derivan de enfrentar a las
distintas fracciones (tanto internas como externas) del bloque
dominante que, más allá de sus conflictos
actuales, coinciden en que el costo de la
salida de la Convertibilidad recaiga –una vez
más– sobre los asalariados. Sin embargo, ellas no
son más serias ni peligrosas que las que se desprenden de
no hacerlo o de llevar a cabo una estrategia de
conciliación de intereses inadecuada (29).
Notas
1. Investigador del Area de Economía y
Tecnología de la FLACSO-Sede Argentina.
* Se agradecen los valiosos comentarios y
sugerencias que Daniel Azpiazu realizó a una
versión preliminar del presente trabajo y, naturalmente,
se lo exime de toda responsabilidad en cuanto a los errores u
omisiones existentes.
2. Un tratamiento exhaustivo de estas cuestiones
puede consultarse en Basualdo, E.: "Modelo de acumulación
y sistema político en la Argentina. Notas sobre el
transformismo argentino durante la valorización
financiera", FLACSO/Universidad
Nacional de Quilmes/IDEP, 2001 (en prensa); y, del
mismo autor, "Concentración y centralización del
capital en la Argentina durante la década de los noventa.
Una aproximación a través de la
reestructuración económica y el comportamiento de
los grupos económicos y los capitales extranjeros",
FLACSO/Universidad Nacional de Quilmes/IDEP,
2000.
3. Se trata de las doscientas firmas de mayor
envergadura del país –según sus respectivos
volúmenes anuales de facturación– que
actúan en los distintos sectores de actividad, con la
excepción del agropecuario y el
financiero.
4. El horizonte temporal de análisis se
inicia en 1993 porque en dicho año ya se había
implementado casi la totalidad de las políticas de ajuste
estructural impulsadas por la Administración Menem (entre las
más relevantes, la privatización de empresas públicas,
la desregulación de numerosos sectores, la apertura de la
economía a los flujos internacionales de bienes y
capitales, y el primer "megacanje" de deuda de la década
–el plan
Brady–).
5. Véase, Santarcángelo, J., Schorr,
M.: "Desempleo y precariedad laboral en la
Argentina durante la década de los noventa", en Revista
Estudios del Trabajo, Nro. 20, segundo semestre
2000.
6. En este grupo de firmas también quedan
incluidos los oligopolios comercializadores de granos y/u otros
productos
agropecuarios que integran el panel de las doscientas empresas de
mayor tamaño (se trata de un conjunto acotado de grandes
firmas que se encuentran entre las principales
compañías exportadoras del
país).
7. Tales los casos de las empresas de la
cúpula que prestan el servicio de
televisión
por cable, de las que actúan en el ámbito de la
medicina
prepaga, o de las que se dedican a la administración de tarjetas de
crédito.
8. Con respecto a este último punto, ver
Azpiazu, D., Schorr, M.: "Las privatizaciones en la Argentina:
desnaturalización de la regulación pública y
ganancias extraordinarias", ponencia presentada en el Primer
Congreso de la Asociación Argentina de Estudios de
Administración Pública, Facultad de
Ciencia
Política y Relaciones
Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario, 30/8
al 1/9 de De las consideraciones anteriores se infiere que para
las firmas líderes que actúan en el país el
salario ha perdido crecientemente su importancia como un elemento
central de la demanda agregada,
consolidándose como un costo empresario
(que, como tal, debe reducirse lo más posible). Ello
sugiere que en la actualidad prácticamente no existen
límites
estructurales a la baja de los ingresos de los asalariados
(salvo, obviamente, en lo que se relaciona con la propia
reproducción de la fuerza de
trabajo y con la capacidad de resistencia y
lucha de los sectores populares), o, desde otra perspectiva, que
la caída de los salarios, así como la
distribución regresiva del ingreso que emana de la misma,
constituye un elemento decisivo para comprender la forma y la
intensidad con que el capital concentrado interno se
expandió en el transcurso de la década de los
noventa (9).
9. A los efectos de aprehender más
cabalmente lo señalado, cabe destacar que durante la
vigencia del modelo de sustitución de importaciones la
disminución de las remuneraciones de los trabajadores,
así como el aumento del desempleo y de la inequidad
distributiva, se encontraban estructuralmente limitados. Ello,
por cuanto los salarios constituían un costo empresario,
pero también un elemento central de la demanda interna
(tanto para las grandes firmas como para el resto del espectro
empresario). Un análisis detenido de estas cuestiones se
puede consultar en Arceo, E., Basualdo, E.: "Las tendencias a la
centralización del capital y la concentración del
ingreso en la economía argentina durante la década
del noventa", en Revista Cuadernos del Sur, Nro. 29,
1999.
10. Durante los años noventa, los grupos
económicos transfirieron a actores extranjeros una parte
importante de sus empresas controladas (proceso que
adquirió cierta intensidad en el ámbito
industrial), así como sus participaciones accionarias en
algunas asociaciones (fundamentalmente, en aquellas propietarias
de las prestatarias privadas de servicios públicos),
concentrando su proceso de acumulación del capital en
torno de, por un lado, unas pocas actividades estrechamente
ligadas al aprovechamiento de la dotación local de
recursos
naturales y a la exportación (básicamente, la
agroindustria, la explotación de petróleo, gas y derivados,
la producción agropecuaria, y algunas ramas elaboradoras
de insumos intermedios de uso difundido) y, por otro, la
internacionalización financiera (se trata del segmento
empresario que explica una parte mayoritaria de la ingente fuga
de capitales locales al exterior que tuvo lugar durante la
década pasada). Para un análisis de estas
cuestiones, ver Azpiazu, D., Basualdo, E., Schorr, M.: "La
reestructuración y el redimensionamiento de la
producción industrial argentina durante las últimas
décadas", Instituto de Estudios y Formación de la
Central de los Trabajadores Argentinos, 2000; Basualdo, E.:
"Acerca de la naturaleza de la deuda externa y
la definición de una estrategia política",
FLACSO/Universidad Nacional de Quilmes/Página 12, 2000; y
Basualdo, E., Kulfas, M.: "Fuga de capitales y endeudamiento
externo en la Argentina", en Revista Realidad Económica,
Nro. 173, julio-agosto 2000.
11. Ello sin mencionar que los grupos
económicos constituyen la fracción del
establishment que resultó más favorecida por el
negocio más importante –y, por lejos, más
rentable– de las últimas décadas en la
Argentina (la privatización de empresas
públicas).
12. Al decir de Eduardo Basualdo: "esta propuesta
en su apelación a muchos de los símbolos centrales que forman parte de la
identidad
nacional olvida aclarar (en realidad oculta) que la supuesta
"burguesía nacional" que la impulsa (los grupos
económicos locales), sostuvo a la dictadura militar
y se expandió, y lo sigue haciendo, sobre la base de la
valorización financiera, la desindustrialización,
la concentración del ingreso y la fuga de excedente al
exterior". Basualdo, E.: "Modelo de acumulación y sistema
político en la Argentina. Notas sobre el transformismo
argentino durante la valorización financiera", op.
cit..
13. Paradójicamente, uno de los principales
defensores de esta postura es el conglomerado extranjero Techint.
En fecha reciente, el presidente de este holding empresario,
Roberto Rocca, señaló: "Debemos tener un modelo
nacional, que tiene que ser productivo, fruto de las fuerzas
productivas en simbiosis con las fuerzas políticas de la
Nación" (publicado en "El diario del Foro", Consejo Profesional de
Ciencias
Económicas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
mayo 2001).
14. Con la finalidad de lograr apoyo social a sus
planteos, estos actores y/o sus representantes orgánicos
no sólo critican el carácter "antiindustrialista" y
"extranjerizante" de la política económica en
curso, sino que retoman –vaciándolas de
contenido– ciertas medidas de política genuinamente
progresistas impulsadas por otros sectores sociales (como, por
ejemplo, la propuesta de la Central de los Trabajadores
Argentinos –CTA– de garantizar un seguro de empleo
y formación a todos los je fes y jefas de hogar
desocupados). Naturalmente, dados los intereses
económico-sociales que subyacen detrás de la
"salida devaluatoria", lo que no se señala es que una
devaluación de la moneda doméstica tendría
efectos directos sobre los –ya de por sí reducidos y
decrecientes– ingresos asalariados y, consecuentemente,
conllevaría la profundización de la importante
transferencia de recursos del trabajo al capital (en rigor, hacia
sus fracciones más concentradas) que tuvo lugar en el
transcurso de los años noventa.
15. En tal sentido, una devaluación
contribuiría a fortalecer la –ya de por sí
importante– competitividad externa de los productos
elaborados y/o comercializados por estas firmas en un doble
sentido: mejorando los precios de exportación y abaratando
los costos de
producción (esto último, como resultado de la
caída de los salarios resultante del incremento del tipo
de cambio).
16. En relación con esto último, si
se considera que, según las estimaciones disponibles, los
activos extranjeros en el país se encuentran en el orden
de los 120 mil millones de dólares, puede inferirse que
una eventual devaluación de, por ejemplo, diez puntos
implicaría, en dólares, que los capitales
transnacionales pierdan, aproximadamente, el equivalente a lo
pagado por el conglomerado español
Repsol en la compra de YPF (cerca de 13 mil millones de
dólares). En el caso de los grupos económicos se
produciría una ganancia por un monto similar, teniendo en
cuenta que fugaron al exterior más de 120 mil millones de
dólares. Al respecto, consultar Basualdo, E.: "Las
privatizaciones en la valorización financiera de los
grupos económicos", en Revista Enoikos, Año VIII,
Nro. 17, 2000; y Basualdo, E., Lozano, C.: "Entre la
dolarización y la devaluación: la crisis de la
Convertibilidad en la Argentina", en Revista La Escena
Contemporánea, Nro. 5, septiembre 2000.
17. En este último grupo coexisten
posiciones que van desde la ruptura definitiva del bloque
regional y el ingreso incondicional al Alca, hasta la
integración del país al área de libre
comercio
continental a partir del Mercosur. Un análisis detenido de
los principales impactos económico-sociales que se
desprenderían del ingreso de la Argentina al Alca, se
puede consultar en Arceo, E.: "El Alca, el nuevo pacto colonial",
Instituto de Estudios y Formación de la CTA, 2001.
Asimismo, ver Basualdo, E.: "Modelo de acumulación y
sistema político en la Argentina. Notas sobre el
transformismo argentino durante la valorización
financiera", op. cit.; y Musacchio, A.: "La Argentina ante el
ALCA: ¿solución a los dilemas del crecimiento o
agravamiento de los problemas
estructurales?", en Revista Realidad Económica, Nro. 182,
agosto-septiembre 2001.
18. En fecha reciente, en el marco de la crisis
del Mercosur que se abrió a partir de las sucesivas
devaluaciones de la moneda brasilera y de la profunda –y
duradera– recesión argentina, el presidente de
Arcor, Luis Pagani, realizó una clara defensa de dicho
acuerdo regional, al señalar que "de lo poco que manufactura la
Argentina, el mercado al que más exporta es Brasil y por eso
hay que buscar soluciones…
sin llegar a romper el Mercosur". Por el contrario, Paolo Rocca
dijo que "las divergencias de políticas
macroeconómicas entre Brasil y la Argentina están
siendo incompatibles con el mantenimiento del esquema de
convertibilidad y con el crecimiento de la industria argentina".
En la misma línea que el directivo de Techint se
posicionó la UIA, que presentó numerosas objeciones
en relación con la continuidad del Mercosur. Al respecto,
ver BAE, 1/10/2001; Clarín, 11/10/2001; y La
Nación, 9/10/2001.
19. Uno de los principales argumentos esgrimido,
directa o indirectamente, por los grupos económicos
locales (tanto en su versión "pro-Mercosur" como
"pro-Alca") para impulsar y legitimar su proyecto
"devaluacionista", es que resulta imprescindible encarar la
reindustrialización del país en base a los mercados externos
para poder salir de la actual situación de crisis
económica e ingresar en un sendero virtuoso de crecimiento
de la producción y el empleo que posibilite, a la vez,
hacer frente al fuerte –de carácter
estructural– desequilibrio externo que presenta la
economía argentina. A este respecto, basta con mencionar
que en la actualidad las exportaciones industriales
–fuertemente concentradas en un conjunto muy reducido de
grandes empresas– explican menos del 10% del PBI global del
país, con lo cual muy difícilmente puedan
convertirse en el motor que
traccione al conjunto de los sectores económicos tanto en
términos productivos como en lo que respecta a la
creación de puestos de trabajo, más aún
cuando una parte mayoritaria de las ventas al exterior de bienes
manufacturados proviene de actividades caracterizadas por un
escaso dinamismo en lo que respecta a la generación de
valor agregado y empleo (la agroindustria, la producción
petrolera, la elaboración de ciertos commodities, y la
fabricación de automotores).
20. Al respecto, téngase presente que el
Mercosur está ligado a un perfil manufacturero asentado
fundamentalmente sobre la agroindustria y la armaduría y/o
el ensambla do de automóviles a partir de partes y piezas
provenientes, en lo sustantivo, del exterior, mientras que la
integración al Alca supondría, dado el ostensible
atraso relativo de la Argentina vis-à-vis los Estados Unidos,
la conformación de un patrón de
especialización productiva con eje en aquellas actividades
en las que el país cuenta con probadas ventajas
comparativas naturales de carácter estático
(básicamente, las vinculadas a los sectores agropecuario y
petrolero) y en unas pocas ramas (y grandes empresas) que son muy
competitivas en términos internacionales (por ejemplo, la
siderurgia).
21. De allí que no resulten casuales las
críticas que, desde los "sectores de la
producción", se le han venido realizando en el
último tiempo a las empresas privatizadas y al sector
financiero. Al respecto, y a simple título ilustrativo,
pueden consultarse las declaraciones del presidente de la UIA,
José de Mendiguren, en el último Día de la
Industria (3/9/2001), o la mencionada "Declaración de
Tigre" del Grupo Productivo. En esa misma línea se
inscriben las reciente declaraciones de Eduardo Duhalde en
relación con la necesidad de que, en el contexto actual,
se ponga en marcha "un gran movimiento
argentino que instale a la comunidad productiva en el centro de
las decisiones políticas, desplazando al sector
financiero, porque si no, no habrá solución para
los problemas de los argentinos y los trabajadores" (BAE,
17/10/2001).
22. Con respecto a esta cuestión, ver Katz,
J.: "Cambios estructurales y evolución de la productividad
laboral en la industria latinoamericana en el período
1970-1996", CEPAL, Serie Reformas, Nro. 14,
1999.
23. Cabe mencionar que, para quienes impulsan la
dolarización de la economía argentina, la
inserción internacional del país a través
del Alca y, consecuentemente, la subordinación y/o el
abandono del Mercosur como espacio de integración
regional, constituye uno de los ejes centrales de su propuesta. A
modo de ejemplo, se pueden consultar las recientes declaraciones
de dos intelectuales
orgánicos de "los mercados", Miguel Angel Broda y Carlos
Rodríguez, a favor de la dolarización y de la
integración de la Argentina al Alca (El Cronista
Comercial, 25/9/2001; y Clarín,
14/10/2001).
24. Sin duda, la defensa más radicalizada
de la "opción dolarizadora" proviene del sector
financiero. Para estos actores una eventual dolarización
de la economía local presentaría múltiples
ventajas. En primer lugar, eliminaría, de una vez y para
siempre, el "riesgo
devaluatorio" o, en otros términos, la posibilidad de que
una modificación de la paridad cambiaria traiga aparejados
enormes costos para los principales bancos que operan en el
mercado local y las AFJP (téngase presente, en tal
sentido, que una proporción mayoritaria de la deuda del
sector privado y del Estado argentino se encuentra denominada en
"moneda dura" –fundamentalmente, en dólares–,
mientras que sus respectivos ingresos son, en gran medida, en
pesos, con lo cual una devaluación los convertiría
en deudores de difícil cobrabilidad). En segundo lugar,
siempre desde la óptica
de los defensores de esta postura, la dolarización
debería ir necesariamente acompañada –antes y
después de su implementación– por fuertes
ajustes en el sector público (reducción del gasto,
disminución de los planteles laborales y las retribuciones
salariales, etc.), de forma tal de "liberar" los recursos
necesarios para que el país pueda "honrar" su deuda tanto
externa como interna, es decir, a estos mismos actores (la
recientemente sancionada ley de
"déficit cero" se inscribe en esta línea). En
relación con lo anterior, cabe destacar que el principal
argumento esgrimido por los defensores de la dolarización
para obtener consenso en torno de su propuesta es que la
raíz de la crisis actual es eminentemente política
(de allí su insistencia en pos de la necesidad de reducir
el "costo de la política"); planteo que no casualmente se
articula con el creciente descrédito de la sociedad hacia
el sistema político, en general, y la clase dirigente, en
particular.
25. Con respecto a las limitaciones del
régimen convertible, se puede consultar, entre otros, a
Damill, M.: "El balance de pagos y la deuda externa
pública bajo la convertibilidad", en Boletín
Informativo Techint, Nro. 303, julio-septiembre 2000; y Vitelli,
G.: "La raíz de los males está en la
política económica: una explicación de los
resultados de la convertibilidad", en Revista Realidad
Económica, Nro. 181, julio-agosto 2001. Asimismo,
véase el discurso pronunciado por el Dr. Julio H. G.
Olivera en la apertura de las jornadas del Plan Fénix que
se realizaron en el mes de septiembre de 2001 en la Facultad de
Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos
Aires.
26. En este punto, vale la pena enfatizar que, si
bien en el interior de este grupo coexisten propuestas
disímiles (sobre todo en lo que respecta a darle prioridad
a la profundización del Mercosur o a la integración
de la Argentina en el Alca), en la coyuntura actual lo que
prevalece es el consenso acerca de que se debe abandonar el
régimen de Convertibilidad a partir de una
devaluación de la moneda local.
27. A simple título ilustrativo, cabe
destacar, entre otras "señales" lanzadas por el gobierno a los
diferentes integrantes del poder económico, la reforma
laboral de mediados de 2000 (que dio sustento legal a la
precarización de hecho del mercado de trabajo); la
renegociación, en numerosos sectores de actividad, de los
convenios laborales con la finalidad de promover un mayor
deterioro salarial, avanzar aún más en la
"flexibilización" de las condiciones de trabajo y, en lo
sustantivo, revertir viejas conquistas laborales (todo ello a
favor del efecto disciplinador que impone el "ejercito de
reserva" existente); la sanción de diversos "impuestazos"
(que, en lugar de incrementar la presión
tributaria sobre los sectores de mayores ingresos de la
población, reforzaron la presión sobre,
fundamentalmente, los de ingresos medios y
bajos); las renegociaciones contractuales encaradas con la
mayoría de las empresas privatizadas (que, al igual que
las realizadas bajo la gestión
gubernamental del menemismo, no buscaron favorecer a los usuarios
y consumidores, a partir de, por ejemplo, menores tarifas, sino
que apuntaron a preservar el contexto normativo de privilegio que
le permitió a dichas empresas obtener durante todo el
decenio de los noventa extraordinarias tasas de ganancia); la
implementación de diversas medidas de neto corte
fiscalista y de reducción del gasto, el empleo y los
salarios en el sector público nacional y en los distintos
Estados provinciales; la creciente priorización en las
partidas presupuestarias del Estado Nacional de recursos
destinados al pago de los servicios e intereses de la deuda
externa y el cada vez más marcado desplazamiento de
aquellos destinados a áreas y/u organismos vinculados a la
satisfacción de necesidades básicas de la
población (desarrollo
social, educación, salud, vivienda, etc.); el
lanzamiento de los denominados "planes de competitividad"; la
prórroga del régimen para la industria automotriz;
la instrumentación del impuesto a los
débitos y créditos bancarios; la puesta en
práctica de la "convertibilidad ampliada" (esto es, la
vinculación del peso con una canasta de monedas compuesta
por el dólar y el euro); y la realización de
distintos "canjes" de deuda (que a lo único que
contribuyeron fue a favorecer a los acreedores internos y
externos de la deuda
pública argentina, quienes, a cambio de refinanciar
los pasivos, cobraron tasas de
interés –más que–
"ruinosas").
28. La crisis actual presenta importantes
similitudes con la que tuvo lugar a fines de los años
ochenta. Al respecto, cabe recordar que en aquel momento, en el
que también se expresó un agudo enfrentamiento en
el seno del establishment económico, los sectores
populares, que no tuvieron participación alguna en la
gestación del conflicto y
sufrieron la fenomenal transferencia de riqueza que
conllevó la hiperinflación, no sólo quedaron
inhibidos de influir en la forma en que debía resolverse
la crisis, sino que además debieron pagar los costos de
salida de la misma. Para un tratamiento detenido de estas
cuestiones, véase, entre otros, a Azpiazu, D., Nochteff,
H.: "La democracia
condicionada. Quince años de economía", en Lejtman,
R. (comp.): "Quince años de democracia. Ensayos sobre
la nueva república", Grupo Editorial Norma, 1998;
Basualdo, E.: "Formación de capital y distribución
del ingreso durante la desindustrialización", IDEP/ATE,
Cuaderno Nro. 20, 1992; Beltrán, G.: "La crisis de fines
de los ochenta bajo la mirada de los sectores dominantes.
Justificación e inicio del proceso de reformas
estructurales de los años noventa", en Revista Epoca,
Año 1, Nro. 1, diciembre 1999; y Levit, C., Ortiz, R.: "La
hiperinflación argentina: prehistoria de
los años noventa", en Revista Epoca, Año 1, Nro. 1,
diciembre 1999.
29. Al respecto, es importante tener presente que,
a los efectos de obtener legitimación social, tanto los
"devaluacionistas" como los "dolarizadores" incluyen en sus
argumentaciones "alguna de las reivindicaciones que sostienen los
sectores populares, pero las mismas son vaciadas y reprocesadas
en función
de los intereses de la respectiva fracción dominante que
la impulsa… Este proceso de apropiación y
reprocesamiento de las reivindicaciones populares introduce un
alto grado de complejidad y confusión que tiene como
objetivo
oscurecer el hecho de que ninguna de las propuestas dominantes
incorpora, ni siquiera insinúa, algún elemento que
indique la voluntad de profundizar el proceso democrático
mediante la participación popular y la
redistribución progresiva de los ingresos, elementos que
constituyen ejes centrales de una genuina propuesta popular"
(Basualdo, E.: "Modelo de acumulación y sistema
político en la Argentina. Notas sobre el transformismo
argentino durante la valorización financiera", op.
cit.).
Como citar este documento: Schorr, Martín.
Atrapados sin salida?: la crisis de la convertibilidad y las
contradicciones en el bloque de poder económico. .
Martín Schorr Flacso. Sede académica Argentina.
Area de Economía y Tecnología. 2001. Acceso al
texto
completo:
http://www.flacso.org.ar/economia/Publicacion/08otrasinvest/Documentos/22_Crisis_de_la_Convertibilidad.pdf
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