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¿Hacia qué e-Administración nos dirigimos?


    ABSTRACT

    Esta comunicación tiene por objeto presentar
    algunas preguntas de carácter político y social,
    más que tecnológico, a tener en cuenta a la hora de
    diseñar y poner en marcha proyectos de
    e-Administración. Las autoras entienden que
    en esto de la e-Administración, la tecnología puede ser
    un motor que impulse
    determinadas transformaciones, pero no hay que olvidar que tiene
    que ser instrumento auxiliar al servicio de
    los objetivos
    políticos y sociales marcados, y no un fin en sí
    misma. Tras presentar algunas ideas y referencias, se deja
    abierto cada epígrafe a las contribuciones que surjan en
    el debate que se
    abra en el seno del 2º Congreso On-line del Observatorio
    para la Cibersociedad.

    Palabras clave:

     · administración
    electrónica

     · administración
    pública

     · ciberdemocracia

     · gobierno
    electrónico

     · tics

    I.
    Introducción

    Las TIC son la
    respuesta, ¿cuál era la pregunta?
    (DANIEL,
    1999, 2002).

    John Daniel, rector de la Open University
    británica y Asesor de la UNESCO se preguntaba cómo
    mejorar la enseñanza en el siglo XXI. Su respuesta fue
    plantear la reforma educativa empezando por el alumnado e
    incorporando las Tecnologías de la Información y la
    Comunicación (TIC) para mejorar y transformar los
    modelos
    pedagógicos y educativos.

    Las preguntas que se plantean a continuación
    tienen que ver con cómo los gobiernos y
    Administraciones Públicas pueden mejorar el diseño
    y puesta en marcha de las políticas
    públicas; mejorar la calidad de la
    democracia y
    de las instituciones
    y mejorar la calidad en la prestación de servicios
    .
    Las respuestas fáciles pueden ser hablar del uso
    extensivo de las TIC en las organizaciones
    públicas. Sin embargo, pese al despliegue desorbitado de
    tecnología (infraestructuras telemáticas avanzadas,
    pantallas planas, aplicaciones, intranets, portales web, servicios
    on-line) las organizaciones pueden seguir concibiendo la
    prestación de servicios como algo sectorial, competencial
    y alejado de la ciudadanía. Las respuestas complejas
    a las preguntas que nos planteamos vendrían a tener en
    cuenta a la ciudadanía, por encima de visiones
    partidistas, competenciales, o territoriales; y la
    orientación de la acción
    política y
    pública a los resultados y la resolución de
    problemas
    complejos (que no entienden de fronteras ni de órganos
    competenciales). Esto conlleva sin duda un replanteamiento y
    transformación de los modelos organizativos basados en
    competencias
    hacia modelos organizativos orientados a los resultados, teniendo
    en cuenta a las organizaciones públicas, sociales y
    privadas que pueden contribuir a resolver mejor los problemas
    presentes en la sociedad.

    II. ¿Qué
    problemas debe resolver la
    e-Administración?

    Probablemente uno de los más profundos errores de
    buena parte de las aplicaciones TIC en la Administración
    Pública, tenga que ver con la carencia de un sentido
    de unidad. De esta forma hay bancos de
    información nutridos con excelentes prácticas de
    e-Administración, pero sin embargo hay son escasos
    los ejemplos de modernización de Administraciones
    Públicas a través del mero uso extensivo de las
    TIC. Son necesarias transformaciones institucionales, culturales
    y organizativas, para que el despliegue de las TIC en una
    organización sirva para algo más que
    una moda
    tecnológica (OCDE, 2003a, 2003b; AIBAR y URGELL, 2004;
    OLLE, 2004).

    Así, probablemente el problema más
    importante a la hora de poner en marcha proyectos de
    e-Administración no sea el nivel de desarrollo
    tecnológico, que pudiera imposibilitar la
    aplicación de herramientas
    TIC en según qué áreas de la
    Administración Pública. Quizás el
    problema inicial más común sea haber planteado de
    forma inadecuada el punto inicial de partida de todo el proceso de
    reflexión sobre qué pretende ofrecer y resolver la
    Administración Pública (estrategia
    política) y cómo hacerlo (procedimientos y
    tecnologías necesarias). Quizás no se ha sabido
    conformar un cuadro de problemas ajustados a la realidad, no
    siempre se ha sabido a qué dar respuesta, y no siempre se
    ha estado al
    tanto de cuáles eran los problemas a resolver.

    Problemas como la duplicidad de funciones,
    producto de la
    aplicación estricta de las teorías
    de jerarquización y distribución de competencias, no siempre
    han sido solucionados a través de la innovación
    tecnológica en la Administración
    Pública, porque el cambio del
    paradigma
    vertical jerarquizado a uno más horizontal, transversal y
    colaborativo de las funciones podría reducir en mucho la
    parcela de actuación de aquellos funcionarios
    públicos que defienden sus atribuciones como nichos
    irrenunciables de su propiedad y
    dominio.

    Urge que la orientación hacia resultados,
    productos y
    servicios específicos, conduzca a una verdadera
    transformación de los procesos de la
    Administración Pública, y se traduzca en la
    optimización de sus procedimientos y recursos. Es en
    este sentido, en el que la colaboración interna y entre
    distintas Administraciones Públicas, se muestra como la
    más valiosa de las estrategias para
    la difusión de experiencias efectivas de
    e-Administración que avancen un poco más
    allá de las actuales prácticas limitadas a un
    "maquillaje electrónico" de la información.
    Sólo la colaboración permitirá establecer
    mejores condiciones de inversión en TIC para todos los niveles de
    la Administración Pública. Sólo la construcción de redes de aliados entre las
    Administraciones Públicas puede conducir al desarrollo de
    aplicaciones TIC que se utilicen plenamente al servicio de la
    mejora de la prestación de servicios
    públicos, en lugar de ser las empresas TIC y
    las consultoras tecnológicas quienes se sirvan de esta
    moda tecnológica para vender sus productos sin conseguir
    que las Administraciones Públicas, por motivos culturales,
    organizativos, formativos, etc., sean capaces de mejorar de forma
    efectiva la gestión
    pública (PRATCHETT, 1999).

    Pero esta estrategia de construcción de aliados y
    de redes de actores dentro de la e-Administración no
    tendrá el efecto deseado, de no lograrse el desarrollo de
    la
    educación y formación para el cambio y la
    mejora continua como un componente de primer orden dentro de todo
    el proceso de transformación organizativa, cultural y de
    valores.

    III. e-Administración:
    ¿para los consumidores o para la ciudadanía
    activa?

    En general, los servicios en Internet permiten a los
    usuarios ahorrarse desplazamientos a las dependencias
    administrativas, previa autogestión de los servicios
    realizando tareas que realizan los empleados públicos en
    sus respectivas dependencias. Generalmente se permite
    también a los usuarios realizar quejas y sugerencias sobre
    los servicios prestados. Aunque estas consultas, junto a la
    valoración de su satisfacción del proceso, son
    menos frecuentes. Y mucha menor la presencia de mecanismos de
    codecisión a la hora de diseñar o rediseñar
    los servicios públicos. De forma que las experiencias de
    e-servicios potencian, en general, la faceta de los usuarios como
    consumidores (o autogestores) de servicios, más que el rol
    de ciudadanía activa que contribuye con su experiencia y
    valoración a mejorar el diseño y la
    prestación de los servicios.

    Consideramos importante desarrollar la una conciencia de
    ciudadanía en red, que no se limite a
    consumir los productos que ofrece la e-Administración,
    sino que solicite a los poderes públicos la mejora de sus
    procesos y servicios; tomando parte de forma directa, si se diera
    el caso, en el rediseño de los mismos para resolver
    eficientemente los problemas colectivos. La ciudadanía nos
    hace "sujetos de obligaciones y
    derechos civiles,
    sociales y políticos, no meros consumidores
    " (BARBER,
    2001:2), circunstancia que no cambia cuando la ciudadanía
    accede a los servicios y productos de la
    e-Administración.

    Esto implica, por tanto y de manera conjunta con la
    aplicación de prácticas de e-Administración,
    el desarrollo de un componente de e-cultura
    ciudadana/cívica de manera intensiva. De ahí que
    sea necesario que la clase
    política, la clase directiva, los profesionales
    públicos sean responsables de formar, interiorizar y
    difundir la e-cultura ciudadana.

    Tal vez en la medida en que la ciudadanía vea que
    hay una preocupación real y efectiva de los Gobiernos y
    Administraciones Públicas por sus problemas recuperen la
    confianza en la política y estén más
    motivados a tomar parte activa en la resolución de los
    problemas colectivos utilizando las TIC como herramienta
    ágil para la interacción e interlocución
    permanente, pero sin olvidar los canales presenciales
    tradicionales de participación (Consejos, Comisiones,
    etc.) que se verían reforzados con la participación
    a través de canales virtuales.

    IV. ¿Hacia qué
    e-servicios se dirige la Administración
    Pública?

    Sin lugar a dudas, la incorporación a las
    prácticas administrativas de las ventajas de la
    gestión y transmisión electrónica de datos e
    información ha marcado un antes y un después en los
    procesos
    administrativos. Sin embargo, lo que pareciera observarse es
    más un efecto moda en la articulación de
    acciones
    específicas de acercamiento de las TIC a la
    Administración Pública.

    Así, se observa que un elevado porcentaje de las
    prácticas de e-Administración no logran imbricar
    todo el engranaje administrativo, quedando restringidas al
    ámbito del suministro de información sobre
    teléfonos o páginas
    web informativas. En muy pocas ocasiones la
    comunicación entre el usuario de servicios públicos
    (ciudadanía, empresas, asociaciones, otras
    Administraciones Públicas) y el funcionariado
    público, llega a ser establecida de forma fluida a
    través de los canales creados con el uso de las
    TIC.

    Un porcentaje menor podría ser el llamado
    "privilegiado", tiene relación con sectores que facilitan
    la ampliación de los servicios directos prestados, y
    porque se relaciona con sectores tradicionalmente más
    dinámicos que la burocracia
    administrativa pura y dura. Se trata de los sectores fiscal, de
    catastro y de gestión de procesos simples puntuales como
    el seguimiento de un paquete postal. Sin embargo, aún en
    estos casos, el flujo de información dentro de los
    portales de cada una de las unidades que albergan a estos
    servicios se hace, en ocasiones, redundante. El servicio de
    recaudación de impuestos, en
    países como España o
    Chile ha avanzado un paso más allá, al posibilitar
    la realización de declaraciones de impuestos en
    línea, pero en ocasiones la información
    suministrada puede llegar a percibirse como inconexa en tanto que
    todas las unidades administrativas gubernamentales, por su
    naturaleza,
    origen y evolución particulares, no tienen un
    progreso similar. El sistema de
    compras estatales
    es otro proceso
    administrativo puntual que ha sido tradicionalmente "llevado"
    a servicio on-line para los usuarios del sistema, sin embargo, y
    como norma general, sus potencialidades son infrautilizadas y su
    difusión y uso bastante limitado.

    Este panorama muestra a una e-Administración
    Pública que, más por inercia que por
    convicción, se dirige guiada por el incrementalismo hacia
    la traducción digital de sus carencias y
    debilidades procedimentales.

    V. e-Administración:
    ¿Más "Administración" o más
    "e"?

    Aunque "las TIC y los proyectos de eGobierno pueden
    ser motores para una
    transformación profunda en las instituciones
    públicas hacia un nuevo modelo de
    Gobierno y Administración Pública donde la etiqueta
    ‘electrónic@’ sea
    secundaria porque priman otros principios y
    valores: Gobiernos y Administraciones Públicas orientados
    a los resultados, responsables, receptivos y con un
    carácter proactivo ante las necesidades de la
    ciudadanía"
    (RAMILO, 2003), lamentablemente la
    realidad es otra totalmente distinta, impuesta tanto por la moda
    como por la premura de ejecutar proyectos pese a la conveniencia
    de retrasarlos en aras de lograr una coherencia interna mayor, un
    consenso mayor entre los distintos agentes claves para que salga
    adelante, y hacerlos conducentes a una verdadera
    transformación y modernización de la
    Administración Pública.

    Repensar la política (resolver los problemas
    cotidianos contando con la sociedad), la democracia (forma de
    resolución de los problemas donde las decisiones las toma
    la ciudadanía o representantes elegidos por ella a
    través de procesos de deliberación y
    priorización) y los modelos de estado en el siglo XXI
    tienen que preceder a las cuestiones tecnológicas, a pesar
    de que las primeras resulten abstractas, y las segundas muy
    interesantes (están de moda y son muy caras) (BARBER,
    2001:8, BEND, 2003; OCDE, 2003b: 11). Pero si los Gobiernos y
    Administraciones Públicas quieren obtener un beneficio del
    uso de las tecnologías, habrá que pensar primero
    cuáles son los aspectos institucionales (culturas,
    principios y valores) que impiden y permiten a los Gobiernos y
    Administraciones Públicas responder con eficacia,
    eficiencia,
    calidad de
    servicio y calidad democrática a las necesidades de la
    ciudadanía. Y estos problemas de carácter
    político requieren soluciones
    políticas, no tecnológicas. Ello supone que, en
    muchos casos, habrá que repensar las estrategias
    políticas a seguir. Uno de los retos políticos a
    plantearse puede ser, entre otros muchos, pasar de estar "en la
    red" con una página web
    y servicios propios; a trabajar "en red" colaborando y
    consensuando las formas de resolver de manera conjunta los
    conflictos y
    problemas presentes en la sociedad.

    La tecnología no es un fin en sí misma,
    aunque los discursos y
    los mitos
    tecnológicos se siguen utilizando con frecuencia por parte
    de los intereses comerciales para dar salida a sus "soluciones"
    tecnológicas. Es un alivio saber que muchos profesionales
    públicos son conscientes de que el servicio a la
    ciudadanía es lo más importante; que las
    tecnologías y las modas pueden ayudar pero son pasajeras;
    que no hay un camino trazado y unas líneas maestras a
    seguir, sino que cada organización tiene que establecer su
    visión, y las estrategias y objetivos para lograrla.
    Aunque lo que sí se puede (y es recomendable) es compartir
    con otros las experiencias, éxitos y fracasos, para tratar
    de aprender, evitar errores y generar conocimiento.
    Pero cada organización tiene su historia, sus valores, su
    cultura organizativa y sus personas. Tendrán que ser sus
    profesionales quienes vayan haciendo su propio camino a
    recorrer.

    VI. El valor de la
    e-Administración: ¿La tecnología o las
    personas?

    Colaborador de Marconi (inventor de la radio):
    –"¡Marconi, Marconi, podemos hablar con
    Florida!".
    Marconi: –"Es maravilloso, pero ¿tenemos algo que
    decir a Florida?"
    (BARBER, 2001)

    Ahora que buena parte de nuestras naciones cuentan con
    infraestructuras más que aceptables para la
    transmisión electrónica de datos e
    información, ¿tenemos algo que poner en ellas?. Es
    importante que quienes se propongan diseñar
    políticas de e-Administración reflexionen sobre los
    servicios que se quieren prestar y su calidad. El "discurso
    tecnológico" de la Sociedad de la información
    responde afirmativamente que sí hay contenidos de interés,
    pero en realidad se ha gastado mucho en infraestructuras sin que
    lleguen a la ciudadanía contenidos y servicios de valor
    añadido. Y una vez más, la ciudadanía es la
    excusa puesta por empresas y el sector
    público para tratar de rescatar la legitimidad perdida
    maquillándose con un portal en Internet vacío de
    contenido y de valor real para los usuarios y los propios
    profesionales públicos.

    "Se está comenzando a entender que son los
    seres humanos y no la tecnología los auténticos
    creadores de valor"
    (TRECHERA, 2003). Y es que, en realidad,
    más que tecnología, lo que es necesario es fomentar
    la cultura colaborativa en las organizaciones y en la sociedad
    para resolver los problemas. En este contexto, la
    tecnología es sólo una herramienta en un
    cajón de sastre en el que pueden haber varias formas
    alternativas de solución para un mismo problema. Lo
    valioso y rescatable de la aplicación de las TIC son sus
    posibilidades para establecer relaciones entre las personas,
    construir redes virtuales para la colaboración y la
    cooperación que permitan la resolución de problemas
    y la toma de
    decisiones consensuada, en resumen: el ejercicio de la
    política a través de la interacción entre
    aquellos que tengan que tomar decisiones en contextos
    presenciales o virtuales (con ayuda de las TIC). De forma que
    más que el gasto o inversión indiscriminada en TIC,
    habría que abogar por una mayor inversión en
    alfabetización en la e-cultura ciudadana, fomentando la
    cultura de la participación, el diálogo y
    la concertación en la clase política y
    funcionarial, el sector empresarial, la sociedad civil y
    el conjunto de la ciudadanía. Solo después las TIC
    podrán servir para que las relaciones sociales y
    políticas existentes puedan canalizarse y reforzarse
    (OCDE, 2001).

    Porque en el fondo, ¿Cuál es el objetivo de
    las iniciativas de e-Administración?: ¿gasto o
    inversión tecnológica, o responder mejor a las
    necesidades sociales? Probablemente la ciudadanía tampoco
    sepa qué es lo más adecuado para resolver sus
    necesidades actuales y futuras. Sin embargo, sí que
    está en condiciones de discernir entre lo que significa
    mejores servicios públicos y mejores condiciones de vida y
    la simple creación de una página web. La
    ciudadanía espera también de sus gobiernos la
    orientación de sus organizaciones y servicios hacia las
    repuestas integrales a
    necesidades sociales complejas, no respuestas según
    modelos compartimentalizados y competenciales. Y es que "la
    ciudadanía desconoce la compleja articulación
    competencial de las instituciones y lo que demanda de
    ellas es una respuesta coordinada y única" (CRIADO Y
    RAMILO, 2001). De forma que la ciudadanía espera
    soluciones integrales a sus necesidades, no portales en Internet
    a los que ahora los trabajadores públicos remiten a quien
    busca información sobre un servicio.

    VII. e-Administración:
    ¿Trámites en la red o servicios en
    red
    ?

    Las TIC permiten la interconexión de registros y
    bases de
    datos; la tramitación telemática de cualquier solicitud desde
    cualquier Administración, independientemente de
    quién sea la competencia; la
    presentación de los servicios en los portales
    institucionales según las necesidades de los ciudadanos y
    no la estructura
    administrativa; etc. Éstas y otras posibilidades que
    ofrecen las TIC, siempre que exista voluntad política,
    permitirán obtener mejores resultados para el conjunto de
    la sociedad que los obtenidos por políticas sectoriales y
    territorializadas y avanzar hacia un modelo relacional de
    Administraciones Públicas (CRIADO Y RAMILO,
    2001).

    De esta forma, una de las ventajas comparativas de las
    estrategias de e-Administración es que debido a su
    ubicuidad, posibilitan la localización en un mismo espacio
    virtual (una página web, por ejemplo) de una serie de
    trámites. Sin embargo, este esfuerzo no aportará
    mayores beneficios a la ciudadanía y a la
    Administración Pública a menos que se logre una
    verdadera integración de las distintas instancias
    públicas y se adopte una gestión de la
    información compartida que reduzcan y minimicen las
    duplicidades.

    Si bien el ideal más extendido es que la
    ciudadanía se conecte a Internet para obtener servicios (o
    descargarse de cada portal institucional determinados formularios que
    le permiten optar a un servicio, ayuda, concesión, etc),
    nuestra propuesta parte de la consideración inversa:
    serán las Administraciones Públicas las que
    tendrán que estar conectadas entre sí y trabajar en
    red para que desde cualquier unidad organizativa los
    profesionales públicos gestionen las necesidades de la
    ciudadanía a través de las redes de
    información compartidas. Allí radica el valor
    verdadero de las TIC, de forma que, aunque la ciudadanía
    desconozca qué es y, cómo funciona una intranet y una
    base de datos
    común en la Administración Pública, pueda
    sentir la integración de todos los servicios
    administrativos, y es aquí en donde el cambio cultural y
    la orientación a la ciudadanía son críticas
    para el desarrollo de este modelo de administración en
    red. Las tecnologías disponibles hoy en día
    permiten realizar este tipo de funciones. Pero antes que la
    tecnología, es necesaria voluntad política de
    apostar por este modelo de administración centrada,
    verdaderamente, en la ciudadanía.

    VIII.
    e-Administración: ¿Moda o apuesta
    estratégica?

    Hoy en día, "El futuro del eGobierno, como el
    de cualquier otro fenómeno social o
    político-administrativo, es incierto, por ello, es una
    tarea colectiva y abierta asentar las bases de un futuro
    mejor"
    (CRIADO y RAMILO, 2003).

    De esta forma, si no se dispone de la información
    que demandan los usuarios organizada de forma que sea no
    sólo accesible, sino entendible; si no se dispone de un
    sistema informatizado y tecnológicamente al día con
    sistemas
    abiertos, libres y sincretizados con las necesidades del entorno
    administrativo y de los usuarios de los servicios
    públicos; si los procedimientos no están
    normalizados y no hay una orientación real hacia la
    ciudadanía, ninguna de las prácticas que se adopten
    en temas de e-Administración trascenderá la mera
    instalación física de redes y
    tecnología para el manejo de la transmisión
    electrónica de datos. Es necesaria, por tanto, la
    construcción de redes humanas que permitan el
    aprovechamiento del conocimiento y el capital
    social. Y para ello, es necesario contar con profesionales con
    mentalidad de servicio público, imaginativos, capaces de
    dinamizar, motivar e involucrar a los múltiples agentes
    públicos, privados y sociales con los que hay que contar
    para diseñar mejores políticas y servicios que
    contribuyan a mejorar la calidad de
    vida y la participación ciudadana en los asuntos
    públicos. Si después se utiliza Internet o
    plataformas tecnológicas para dinamizar esta
    participación, será estupendo. Pero con
    tecnología y sin perfiles profesionales capacitados para
    afrontar una visión relacional de las políticas
    será difícil avanzar.

    Aunque también se suele confiar en que la
    aplicación de las TIC en la Administración
    Pública puede funcionar como motor de cambio,
    entendiendo como tal no sólo la modificación de los
    elementos técnicos (tecnología, estructuras,
    procesos, etc.) sino también, lo que es más
    importante: el cambio en los valores y
    comportamientos que configuran la cultura organizativa existente
    (RAMIÓ, 2000). Motor que también podría
    reflejarse en la transformación de la concepción
    ‘competencial’, ‘corporativista’,
    ‘sectorial’ de los diferentes Departamentos, Unidades
    y Servicios de las organizaciones públicas, poniendo en
    evidencia la necesidad de articular políticas,
    procedimientos y servicios integrados y transversales que
    respondan con coherencia a las necesidades de la
    ciudadanía.

    Sin embargo se insiste en la idea de que el desarrollo
    de la e-Administración (o administración
    relacional) es más bien una cuestión
    política que de carácter técnico. De manera
    que Internet y las TIC pueden ser herramientas para el cambio,
    siempre que exista una clara voluntad política y directiva
    para liderar las transformaciones necesarias en las estructuras,
    principios, valores y cultura organizativa que afecta a personas
    (CRIADO, RAMILO y SALVADOR, 2002).

    IX.
    ¿Cómo medir la
    e-administración?:

    Uno de los mayores problemas a la hora de evaluar el
    desarrollo de los proyectos de e-Administración es la
    construcción de indicadores
    universales, fiables y verificables. Comienzan a aparecer
    indicadores de evaluación
    pero todos ellos se limitan a realidades muy concretas de la
    prestación de servicios públicos (SALVADOR, 2000;
    COMISIÓN EUROPEA, 2001b; RAMILO, 2001; TESORO, 2003;
    ACCENTURE, 2004).

    Y es que algunas de las dudas existenciales pueden ser:
    ¿qué debe ser evaluado? ¿los servicios
    on-line?, ¿el tiempo de
    respuesta?, ¿el número de procedimientos on-line?,
    o bien ¿la satisfacción de los usuarios con la
    prestación de servicios (independientemente del canal que
    elijan)? Es cierto que aquello que no es medido, es imposible de
    corregir, sin embargo también es cierto que no resulta
    fácil la elaboración de criterios de análisis y evaluación básicos
    que permitan una valoración adecuada de las
    prácticas gubernamentales en e-Administración, sin
    incurrir en sesgos.

    Podrían medirse las páginas visitadas,
    trámites realizados, descargas de formularios. Pero se
    caería en la 'e-Procedimentalización' de
    servicios frente a la necesidad de prestar servicios "integrados"
    a la ciudadanía. También podría medirse el
    carácter colaborativo, transversal y horizontal de las
    prácticas administrativas que llevase a la
    ciudadanía a no tener que hacer demasiadas visitas
    presenciales o virtuales o llamadas telefónicas para
    obtener servicios ya que las Administraciones trabajan en red y
    desde un único punto es posible responder de forma
    integral a las demandas ciudadanas. Se trata de no replicar
    la
    organización burocrática/procedimiental y
    competencial en Internet. En este sentido, el reto será la
    articulación de gobiernos relacionales que prestan
    servicios integrados. Por otro lado, se hace necesario medir
    aspectos cuantitativos (en términos de equipamiento y
    tecnología utilizada) y aspectos cualitativos (en
    términos de interés, valor, utilidad,
    satisfacción, calidad de vida, y cohesión e
    interés sociales). Y en términos de los usuarios de
    los servicios, es pertinente un seguimiento continuo no
    sólo de su grado de satisfacción con los servicios
    prestados, sino también de sus percepciones sobre posibles
    servicios y productos que fuera necesario crear, rediseñar
    o mejorar.

    Sin duda, la construcción de los indicadores de
    evaluación tanto del desempeño de las prácticas de
    e-Administración como del grado de satisfacción de
    los usuarios de los servicios, aún cuando surja de unas
    premisas básicas, debe ser adaptada a las necesidades de
    cada sector a evaluar, y a este respecto hay un amplio debate
    desarrollado desde el discurso de la Sociedad de la
    Información y con una marcada tendencia hacia la
    unificación de criterios. De ahí la importancia de
    construir redes multidisciplinares de investigación que analicen de forma
    sistemática el uso de las TIC por parte de las
    Administraciones Públicas.

    Una propuesta de las autoras para analizar la
    complejidad de la e-Administración parte de una primera
    distinción de los Gobiernos y Administraciones
    Públicas que están en la red y aquellos que
    están en red. Y en segundo lugar se hablaría
    de la ciudadanía bien como mera consumidora pasiva
    de servicios o como agente activo que participa en la
    actividad política y pública.

    De esta forma, el ideal de la e-Administración,
    la administración relacional, son las prácticas
    en red que vinculen a una ciudadanía activa y
    responsable
    que interactúa con los poderes
    públicos proponiendo servicios y contribuyendo a definir y
    proponer alternativas para encontrar mejores respuestas a los
    problemas colectivos.

    X. Reflexiones
    finales

    Utilizar la tecnología para la transmisión
    y almacenamiento
    electrónico de datos hace ya algún tiempo que no
    representa un problema importante en términos de
    desarrollo de software y aplicaciones para
    la Administración Pública. Sin embargo, sí
    que subsisten algunos otros problemas directamente vinculados con
    la orientación del uso de las TIC en la
    Administración Pública, y son aquellos derivados de
    los procesos de modernización de los procedimientos
    propios de esas estructuras, y del uso de estas herramientas por
    parte de los ciudadanos.

    En este sentido, lamentablemente la tendencia indica una
    marcada actividad de aplicaciones de e-Administración
    destinadas sólo a la trascripción
    electrónica de procedimientos
    administrativos en su mayoría ineficientes u
    obsoletos, que en el mejor de los casos podrían agilizarse
    con el uso de la firma electrónica, ya que el
    rediseño y la simplificación procedimental resulta
    compleja debido a la dificultad para abordar procesos de cambio
    cultural y organizativo en las organizaciones
    burocráticas.

    De esta forma, los proyectos de e-Administración,
    salvo contadas excepciones, no se orientan a la
    ciudadanía, sino por el contrario a seguir una moda que no
    añade mucho valor a la prestación de servicios
    públicos. Y sólo aportarán valor
    añadido aquellos proyectos de e-Administración (o
    Administración relacional) orientados según las
    necesidades de la ciudadanía a través de mecanismos
    multicanales (presenciales, telefónicos y
    telemáticos) que den la misma respuesta a los usuarios,
    independientemente del canal que utilicen o el nivel
    administrativo al que se dirijan para solicitar
    servicios.

    Una Administración relacional y orientada a la
    ciudadanía, permitiría dar un paso más
    adelante con respecto a la presencia casi infinita de meros
    portales informativos de lugares, direcciones y teléfonos.
    Implicaría repensar el papel y la misión de
    la Administración Pública del Estado, regiones y
    entidades locales de cara al futuro; implicaría repensar
    la forma de trabajar en las organizaciones públicas (de
    lógica
    departamental a trabajo en
    red); implicaría transformar la forma de diseñar
    las políticas y los servicios públicos (de la
    lógica competencial a la visión relacional contando
    con todos los agentes claves para poner en marcha las acciones
    públicas); implicaría repensar el papel de la
    ciudadanía en las decisiones públicas (de mera
    consumidora pasiva a ser agente para la toma de decisiones y la
    mejora continua de los servicios públicos); y solo
    después, las TIC podrían contribuir a que todas
    estas transformaciones políticas, organizativas y
    culturales tuvieran un mayor alcance, debido al potencial
    interactivo de las mismas.

    XI. Referencias
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    Mariángela Petrizzo Páez, Mentxu Ramilo
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