- De la fortuna (o, de las
condiciones iniciales para el arribo de Menem a la
presidencia) - De la virtù
(o, de la pericia de Menem para mantenerse en el centro de la
escena política) - Conclusiones
- Bibliografía
- Notas
Los objetivos del
presente trabajo se
dirigen a analizar, a través de las categorías
maquiavelianas, la situación de crisis en la
que emerge el menemismo y la implementación de las
reformas dirigidas a paliarla. El empleo de los
conceptos de virtù (1) y fortuna serán
centrales a la investigación. Se procederá,
entonces, a comparar a El Príncipe con el estilo de
gestión
del Dr. Carlos Saúl Menem. El
interrogante que moviliza el análisis gira en torno a la
factibilidad
de los consejos pergeñados por Maquiavelo.
El período en el cual nos situaremos se extiende
desde la asunción anticipada del candidato del Partido
Justicialista, hasta los coletazos del Efecto Tequila sobre los
resultados del Plan de
Convertibilidad.
En el transcurso del actual ensayo se
entenderá al concepto de
fortuna tal como lo concebía Maquiavelo; éste
denotaría a la coyuntura política,
económica y social, al contexto donde se ve inmerso
el
Príncipe. Este contexto es de naturaleza
dinámica, por lo tanto no debe tomarse como
un dato inmodificable, más bien todo lo contrario, se
observa una relación interactiva con las acciones del
Príncipe. La fortuna podría llegar a entenderse, de
este modo, como causa – efecto de sus intervenciones. La
categoría de virtù refiere a la habilidad de
ser fuerte, prudente y sagaz. El Príncipe debe poder combinar
sabiamente la naturaleza de la zorra y el león
–animales
emblemáticos de la astucia y la fuerza,
respectivamente–; literalmente:
…el hecho de tener por preceptor a un ser que es
medio bestia y medio hombre no
quiere decir sino que el príncipe necesita saber usar
una y otras naturalezas; y que la una sin la otra no puede
perdurar […] porque el león no sabe defenderse de las
trampas ni la zorra de los lobos. Es, pues, necesario ser zorra
para conocer las trampas y león para atemorizar a los
lobos. (2)
Maquiavelo se aleja, de esta forma, del significado
cristiano de virtud para aproximarse a la acepción griega
de la phrónesis (prudencia); es sugestiva su
concepción instrumental de la racionalidad, asociada
ulteriormente al pensamiento
moderno, donde el príncipe debe procurarse los mejores
medios –
sin evaluación
moral alguna
de los mismos– para arribar al fin deseado. El fin supremo
del príncipe es conseguir, mantener y afianzar su poder
sobre el Estado. El
vicio, como antítesis de la
virtud cristiana, es aceptado en tanto sea funcional a este
propósito. Este razonamiento se constituyó en el
puntapié inicial de una tradición de pensamiento en
torno a la razón de Estado.
…la seguridad
del estado es una exigencia de tal importancia que los
regidores de los estados se ven constreñidos, para
garantizarla, a violar las normas
jurídicas, morales, políticas, económicas, que
consideran a su vez imperativas cuando tales exigencias no
están en peligro. (3)
La distinción entre fortuna y virtù
es eminentemente analítica; Maquiavelo no desconoce que en
la práctica se encuentran interrelacionadas, a pesar de
otorgarle mayor énfasis a esta última.
En lo concerniente a este trabajo, se asimilará
la idea de fortuna a la situación de crisis
económica, desintegración social y vacío
político, en la que asume Menem. Mientras que la
virtù estaría representada por el estilo de
gestión que permitió la aplicación y
sustentación de las reformas estructurales,
históricamente contrarias a su tradición
ideológica. Con miras a lograr una comprensión de
Menem, a través de las categorías maquiavelianas,
podemos introducir el concepto de "estrategia
transformadora" (4) , el cual explica el mix utilizado por
el menemismo entre innovación y ortodoxia peronista. En otras
palabras, es la conversión de fundamentos del peronismo
histórico que podrían haber obstaculizado su camino
en instrumentos que le dan soporte, la que neutraliza esa
desventaja inicial. La paradoja reside, entonces, en que es la
misma tradición la que le otorga el capital
político indispensable para deshacerse de aquellos
elementos y reformularlos políticamente –por
ejemplo, como se verá más adelante–, los
sindicatos.
DE LA FORTUNA (o, de
las condiciones iniciales para el arribo de Menem a la
presidencia)
A partir de los cambios estructurales acontecidos en el
orden internacional, a comienzos de la década del setenta,
como respuesta de las economías centrales a la crisis
desatada por los países de la OPEP, se produce
una nueva articulación mundial. La innovación
tecnológica –informática y
microelectrónica– y la autonomización del
capital financiero exigen de las economías nacionales una
estructura de
precios
competitivos a escala global. El
rápido desplazamientos de los capitales dificulta la
regulación estatal de los mismos, tornando poco factible
la estrategia de desarrollo
autosustentado, patrón histórico de crecimiento en
América
Latina desde la década del ‘30. Esta
consistió en la presencia activa del Estado en la economía, asegurando
el pleno empleo y, por ende, el mercado interno
para la producción nacional. En términos de
CAVAROZZI (1991) esta matriz estado
– céntrica, caracterizada por: la
industrialización por sustitución de importaciones, el
cierre de la economía, un patrón de moderada
inflación , y en lo político: la inclusión
corporativa o semi-corporativa de los sectores populares
–populismo–,
se hallaba sustentada en una legitimidad sustantiva y
fundacional, por definición más inestables que la
procedimental. Cuando las contradicciones entre el rol de
control social
del estado y el de desarrollo autárquico entraron en
crisis, ésta se potenció por la coyuntura
internacional anteriormente descripta, volviendo inviable su
sostenimiento. A pesar de las consecuencias devastadoras de la
crisis de la deuda a principios de los
‘80, el primer gobierno
democrático argentino luego del Proceso,
parafraseando al ex presidente Alfonsín, no supo, no quiso
ni pudo implementar las reformas necesarias, conduciendo
así a un agotamiento caótico y extremo de dicha
matriz: la hiperinflación.
El escenario en el que arriba Menem al poder se
podría caracterizar como una situación de crisis
fiscal del
estado:
…el Estado ha perdido la capacidad de financiar
su deuda en condiciones no inflacionarias. La erosión
de los ahorros públicos priva al Estado de los recursos para
aplicar ningún tipo de política de desarrollo
[…]el Estado se cierne al borde de la quiebra y no
puede a acudir a préstamos…
El país se encontraba en una condición de
moratoria de hecho de los pagos de la deuda desde 1988 –y
junto a ella la imposibilidad de acceder al financiamiento
externo–, el sistema
previsional estaba en crisis, las empresas
públicas eran en su mayoría deficitaria, la
recaudación fiscal se disolvía en virtud del
impuesto
inflacionario; en otras palabras, eran casi inexistentes los
recursos financieros a los que podía acudir el Estado.
Consecuentemente, existía un Estado sin capacidad de
inversión ni de gobierno. Siguiendo a TORRE
(1991), es comprensible cómo en este momento la demanda
generalizada de la población haya sido la de una democracia en
términos de capacidad de gobierno –eficacia.
Contrariamente a lo que podría suponerse a
primera vista, no existe una relación lineal directa entre
el deterioro del desempeño económico y las tensiones
sociales; más bien podría graficarse como una
curva, esto es, llegado un cierto punto de crisis
económica se produce un consenso negativo, o de "fuga
hacia adelante", donde el salir de la incertidumbre reinante es
el imperativo del momento.
Los apoyos o la tolerancia
social a las reformas y a la estrategia menemista provinieron
[…] de la necesidad de huir de un presente insoportable y, a
partir de entonces, del temor a volver a esa situación
extrema (7).
Como señalaba sabiamente Maquiavelo:
…para entrar en un país siempre se tiene
necesidad, por más fuertes que sean los ejércitos
propios del favor de los habitantes (8).
El costo de
permanecer en esta situación es percibido como mayor al
costo de las reformas. Es en esta oportunidad cuando se puede
observar el espacio político propiamente dicho, el margen
de maniobra es amplio, si bien no se cuenta con todos los
recursos financieros e institucionales necesarios.
No dudamos en remarcar nuestra coincidencia con NUN
(1995) en lo que respecta a considerar como un error factual el
atribuir el triunfo de Menem a la hiperinflación de 1989.
Sin embargo, es innegable el profundo y desgastante malestar
económico con el que convivía la población,
ya habituada a largos períodos de alta
inflación:
Tasa de inflación anual en
Argentina (1984 – 1992) (porcentaje)
1984 | 1985 | 1986 | 1987 | 1988 | 1989 | 1990 | 1991 | 1992 |
688.0 | 385.4 | 81.9 | 174.8 | 387.7 | 4923.6 | 1343.9 | 84.0 | 18.6 |
Fuentes: CEPAL,
Estudio económico de América
Latina y el Caribe, FMI,
Estadísticas financieras internacionales,
varias ediciones. (9)
Un cuadro de alta inflación y, posteriormente, de
hiperinflación se puede graficar con el dilema del
prisionero perteneciente a la teoría
de los juegos, donde
debido a la incertidumbre sobre el comportamiento
futuro de los demás y la falta de información reinantese vuelven
impracticables las estrategias
colectivas de cooperación. Esta situación viene a
ahondar la crisis de actores colectivos y la desagregación
social, cuyos comienzos podemos encontrar en la última
dictadura
militar. Si bien en parte es atribuible a los cambios
ocasionados por el nuevo orden económico –el pasaje
al posfordismo, que implica una sociedad y un
mundo cada vez más fragmentados–, en nuestro
país, esta cuestión se potencia por un
proyecto
deliberado por parte del Estado, a mediados de los ‘70.
Agravado por el hecho de que fue el Estado argentino el
constructor directo y principal referente en la génesis
histórica de los actores colectivos. Tal como sostiene
O’Donnell con referencia al Proceso:
…creía y sigo creyendo que logró
una inmensa victoria, que está menos registrada, que
estamos pagando y que fue el contenido socialmente vengativo
del régimen […]es una victoria que completa esa tarea
de desagregación social, que fue, evidentemente, un
proyecto. (10) (la negrita es
nuestra)
La fuerza propia de Menem radica en parte en su
condición de líder
indiscutido del Partido Justicialista. En un contexto como el
anteriormente descripto, Maquiavelo nos recordaría
que:
…las dificultades que encuentran al conquistar
el principado nacen en parte de las nuevas formas e instituciones que se ven obligados a introducir
para sostener su estado y seguridad. […] no hay cosa
más difícil de tratar, más dudosa de
conseguir, ni más peligrosa de manejar, que el hcerse
responsable de la implantación de un nuevo orden
político; porque todo innovador tiene como enemigos a
todos cuantos el viejo orden beneficia y como tibios defensores
a aquellos a los que las nuevas leyes
beneficiarían (11). (la negrita es
nuestra).
Al respecto de los principales actores colectivos
presentes en el caso analizado, podemos visualizar en qué
posición se encontraban en el momento de la llegada del
menemismo a la Presidencia.
En lo que concierne a los empresarios, no obstante nunca
conformaron un actor fuertemente homogéneo, basta con
recordar la distinción clásica entre la
burguesía nacional –aliada del populismo y su
estrategia de ISI, ligada a la producción para el mercado
interno–, y una burguesía más
transnacionalizada –con profundos vínculos con el
capital extranjero–; ante la situación de crisis se
impuso una unificación de criterios, en torno a la
conveniencia de adoptar medidas de neto corte liberal–
ortodoxo. (12)
Sin lugar a dudas, quien fuera la espina dorsal del
movimiento
peronista, el sindicalismo,
fue el actor colectivo que llegó con un importante poder
relativo a 1989. Esto no implica desconocer que fueron muy
vapuleados, tanto por el proyecto desintegrador del Proceso de
Reorganización Nacional, como por la crisis
económica. El poder de veto ejercido frente al gobierno de
Alfonsín –ejemplificado con los 13 paros generales
convocados por la C.G.T.– muestra una clara
capacidad defensiva. Paradójicamente, al menos en
apariencia, el actor más poderoso y el que contaba con
mayores expectativas sobre la futura gestión de Menem,
será quien sufrirá las mayores embestidas dirigidas
a desagregarlo.
Una de las grandes asignaturas pendientes del gobierno
de Alfonsín fue la solución del problema militar.
Un punto clave para cualquier democracia que pretenda
consolidarse. Si bien los militares no actuaban en forma
unificada, existían focos en su interior que lograban
desestabilizar al país e imponer un miedo generalizado al
trágico retorno. A pesar del carácter minoritario de los insurrectos,
sus resultados políticos eran capitalizados por la
totalidad de las Fuerzas Armadas –por ejemplo, la
promulgación de las leyes de Punto Final y Obediencia
Debida. Era quizás esta cuestión, junto con la
resolución de la crisis económica, el principal
desafío que debía enfrentar el nuevo gobierno.
Maquivelo no dudaría en catalogar a este problema como uno
de los más acuciantes, recordemos que en su opinión
tanto la justicia como
las armas son los
pilares del Estado. (13)
Por último, pero no menos importante,
analizaremos las condiciones con las que arriban a 1989 los dos
partidos mayoritarios de la Argentina.
La Unión Cívica Radical llegaba en un
estado calamitoso a las elecciones de 1989; debido al
descrédito que cundía en la sociedad sobre su
gobierno. Una prueba fehaciente de este hecho reside en que el
candidato presidencial del partido, el gobernador de
Córdoba, Eduardo Angeloz, utilizaba como estrategia de
campaña la diferenciación constante con
Alfonsín y su gestión. Los fracasos consecutivos
del plan Austral y del Plan Primavera, junto con la derrota
electoral de 1987, fueron erosionando la capacidad de gobierno.
Después de los comicios de mayo de 1989, con el triunfo
del PJ, las variables
económicas se salieron de control, los primeros brotes
hiperinflacionarios y los saqueos populares, contribuyeron a
crear una situación de vacío político
irreversible, por lo menos así visualizada por la
sociedad, en la imagen de
Alfonsín. Faltaban siete meses para que el nuevo gobierno,
legitimado en las urnas, asumiera el control de los asuntos
públicos –el primer traspaso democrático
luego de más de sesenta años–; demasiado
tiempo para un
país donde la inflación, la remarcación de
los precios y la cotización creciente del dólar
estadounidense se medían por hora. La única
carta que le
quedaba al gobierno, teniendo en cuenta la rigidez de los
mandatos en un sistema presidencialista, era negociar con Menem
una salida anticipada del poder. Esta salida, sumamente onerosa
para la UCR, terminará afectando los futuros intercambios
con la nueva administración y su imagen pública,
hecho que se reflejará en posteriores
elecciones.
Después de la sorpresiva derrota de las
elecciones de 1983, nace en el Partido Justicialista una
necesidad de aggiornarse a los nuevos tiempos. La
corriente de la Renovación encabezada por Antonio Cafiero,
José Manuel de la Sota y otros, presentándose y
ganando por fuera del partido, se vuelve mayoritaria. Era
imperativo desplazar de posiciones de poder del partido a los
líderes ortodoxos y a ciertos sectores de la vieja guardia
sindical, identificados como responsables del fracaso electoral.
La democratización interna – elecciones de cargos
partidarios –, el abandono de la estrategia de
oposición desleal, el discurso de
concertación, se volvieron elementos centrales de esta
reconversión. Estaba comenzando el proceso de
institucionalización. Las transformaciones en el peronismo
contribuían al reconocimiento recíproco de los
sujetos políticos, un gradual abandono de la lógica
amigo– enemigo por una política de adversarios,
más a tono con la naciente democracia. Menem no era ajeno
a esta facción, pero luego se aleja en pos de convertirse
en el candidato presidencial del partido, disputándole la
interna en 1988 a su candidato natural, Antonio Cafiero. Para
llevar a cabo esta empresa se rodea
de lo que Sidicaro denomina una
antiélite
…personas que poseen aptitudes y vocación
para la política pero que no cuentan con el
reconocimiento y el prestigio suficiente como para ser
aceptados en posiciones de cumbre por quienes ya ocupan lugares
altos o de mayor poder de decisión en el campo
político […] La antiélite menemista
había reclutado la mayoría de sus miembros en las
provincias económica y culturalmente menos desarrolladas
del país. (14)
Estas características signarán el
posterior modo de gestión menemista.
DE LA VIRTÙ (o,
de la pericia de Menem para mantenerse en el centro de la escena
política )
…aquellos que han tenido muy poco en cuenta la
palabra dada y han sabido burlar con astucia el ingenio de los
hombres, han hecho grandes cosas superando al final a aquellos
que se han basado en la lealtad […] un señor
prudente no puede, ni debe, mantener la palabra dada cuando
tal cumplimiento se vuelva en contra suyo y hayan desaparecido
los motivos que obligaron a darla […] hay que saber disfrazar
bien tal naturaleza y ser un gran simulador y disimulador; y
los hombres son tan crédulos, y tan sumisos a las
necesidades del momento, que el que engaña
encontrará siempre quien se deje engañar.
(15) (la negrita es nuestra)
Sabido es que, una vez en el gobierno, Menem comienza a
implementar medidas totalmente opuestas a lo prometido por
él en campaña –salariazo y revolución
productiva.
En el libro "La
Revolución Productiva" editado en febrero [ 1989 ]
[…] El justicialismo propone la obtención de un
período de gracia en el pago del capital y los intereses
de nuestra deuda externa.
Durante los cinco años de esta período, no
podrá salir un solo dólar líquido con ese
fin. […] Nuestros acreedores no son necios, necesitan que
crezcamos para poder pagarles. Pero allí también
decidirá el Parlamento.
- No se envió un proyecto de ley que
contemple una moratoria concertada, quita de capital ni
reducción de intereses. - Tampoco se incentivó una
investigación parlamentaria sobre la deuda
legítima e ilegítima […](16)
Como él mismo lo reconoce:
Las tres reglas de oro de la
conducción son: 1) estar perfectamente informado; 2)
guardar en secreto esa información; y 3) actuar de
sorpresa. Es lo que hice yo toda mi vida. Si yo en la
campaña electoral le digo a la gente "Vamos a reanudar
las relaciones con Inglaterra",
pierdo un 20% de votos […] "Voy a privatizar
teléfonos, ferrocarriles y Aerolíneas", tengo en
contra a todo el movimiento obrero. (17) (en cursiva en
el original)
De cualquier modo, como se ha explicado anteriormente,
el agotamiento de la matriz estado– céntrica, la
crisis de las soluciones
populistas, la ausencia de fuentes de
financiamiento propias del Estado, condujeron a la urgente
necesidad de aplicar reformas estructurales, de amplia tolerancia
social. La exigencia de conseguir una refinanciación de la
deuda externa – Argentina estaba en situación de
moratoria de hecho –, de ingresar al Plan Brady,
imponía el cumplimiento de los objetivos del llamado
Consenso de Washington: estabilización
macroeconómica y reformas estructurales. Para llevar a
cabo dichas cuestiones, Menem debía reformular la
tradición peronista, reconsiderar el factor
tecnocrático y reconciliarse con la tradición
liberal –históricamente antagónica al
movimiento.
…Menem, al crear a partir del peronismo, que
siempre había sido un "partido de los de abajo", un
nuevo "partido del orden" […] termina con un largo
desencuentro de la política argentina: el que
separó aguas entre liberalismo
y populismo (18).
Con respecto a la tradición peronista, la imagen
de Menem se correspondía en forma absoluta: un caudillo
telúrico que potencia su imagen de outsider, aunque
sus orígenes fueran extractados del riñón
mismo del peronismo. Teniendo en cuenta la presencia de elementos
tanto de continuidad como de ruptura entre el menemismo y el
peronismo clásico, se podría hablar de una
reformulación de la tradición y las identidades a
ella ligadas. De esta forma, se mantienen aquellos rasgos que son
percibidos como funcionales para el cambio de
rumbo y la posterior implantación del nuevo orden. La
legitimación de esta estrategia
venía dada por la necesidad de salir del estado de
naturaleza hobbesiano impuesto por la crisis, y de esta manera
formular un nuevo contrato social.
Salta a la vista la coincidencia con el pensamiento
maquiaveliano: la demanda de un Príncipe nuevo – y
virtuoso – capaz de imponer un orden nuevo. Lo que
inspiraba a Maquiavelo en la redacción de "El Príncipe" era su
sueño de la Italia unida;
Menem incluía en su prédica apelaciones al pueblo
argentino in toto. En 1989 la sociedad argentina
aún conservaba resabios de sus viejos antagonismos
–peronismo vs. antiperonismo, democráticos vs.
autoritarios–, él pretendía convertirse en el
unificador y superador de los mismos:
…soy justicialista, tengo un programa de
gobierno con soluciones a los problemas de
la Argentina de hoy, no me interesa qué posición
tuvieron en el pasado, si les parece bien súmense, no
les pido que se afilien […] ni que digan que son peronistas.
[…] compañeros justicialistas, tenemos a responsabilidad de gobernar y encontrar
soluciones para la Argentina de hoy como Perón
las encontró para la Argentina de ayer, manteniendo los
grandes principios y adecuando los instrumentos. […] porque
el problema argentino lo arreglamos entre todos o no lo
arregla nadie. (la negrita es nuestra)
Éste es un claro ejemplo de un discurso con pro y
para –destinatarios, donde se observa claramente su
estrategia transformadora, este manejo de los elementos de
continuidad y ruptura. Paradójicamente, será su
capitalización de la identidad
peronista la que le permitirá profundizar, con sus
medidas, la desestructuración de las relaciones sociales
que fueran sustento histórico del peronismo. Siguiendo a
NOVARO (1994) podemos resumir sucintamente algunos de estos
rasgos de continuidad y ruptura. Con respecto a los primeros: el
pragmatismo
–posibilitado por la baja institucionalización del
partido y la presencia de un líder
carismático–, el ejecutivismo, el personalismo
–aunque exacerbado y modificado. En lo tocante a los
segundos: la interpelación en términos unificadores
– hermanos y hermanas de mi patria –, la
movilización del líder en vez de la de sus
seguidores –menemóvil–, la
representación se torna más pluralista que
corporativa. Un elemento central en el análisis es la
posición de Menem, en un imaginario continuum
mandato imperativo –Leviatán, más cercano a
este último que Perón, al no reconocer a las
corporaciones como interlocutores válidos.
El capital político obtenido del mix de
estos elementos permite el establecimiento de una
"política del éxito"
(20) .
…un príncipe se las ha de ingeniar para
que cada una de sus acciones le proporciones fama de hombre
grande y de ingenio excelente. (21)
La efectividad de las políticas económicas
será su sustento que legitima su aplicación, y su
posterior permanencia a través del tiempo. Esto se
materializa en la cuestión de la Reforma constitucional de
1994, exitosamente conseguida gracias a la imposición de
la identificación de su figura con la continuidad del
orden necesario para el tan ansiado progreso.
Retomando la conciliación histórica que
produce el menemismo entre la tradición liberal y el
peronismo, podemos ver como afecta esto a la construcción de identidades. Las
identidades enraizadas en el populismo sufren su misma
declinación. Menem aprovecha este espacio para reformular
y redefinir estas identidades, a las cuales pretende representar
y convertirlas así en su base de apoyo. El intercambio de
la identidad por alteridad, clásica del peronismo, por una
identidad por escenificación, contribuye a aumentar su
poder personal,
situándolo en el centro de la escena política. Este
lugar le otorga la posibilidad de acentuar el decisionismo,
aplicar las reformas y sólo pedir el consentimiento ex
post factum a la sociedad. Otro componente esencial de su
estrategia de representación –juzgada sólo
por el éxito–, es lograr manejar el centro
político hacia el cual van a referirse también los
opositores, diluyendo sus propuestas al dirigir el discurso de
los mismos directamente hacia él.
La necesidad de implementar reformas estructurales,
perdurables en el tiempo, llevó a un replanteo de las
relaciones entre el Poder
Ejecutivo y los demás actores. De las asignaturas
pendientes del gobierno de Alfonsín era imperativo
solucionar definitivamente el problema militar, y así
poder dedicarse por completo a la cuestión
económica.
…sin tener ejércitos propios,
ningún principado está seguro;
más aún, está a merced de la fortuna, al
no tener virtud que en las adversidades con fe lo defienda.
(22)
Maquiavelo también remarca la inutilidad de los
profetas desarmados – dando el ejemplo de Savonarola
–. Sostenemos que es Menem quien logra subordinar a las
Fuerzas Armadas al poder civil. Si bien, reconocemos que esta
estrategia incluyó al indulto a los militares condenados
–actuación moralmente discutible–; la misma es
virtuosa en el sentido maquiaveliano, puesto que
contribuyó a su efectiva neutralización. Hasta ese
momento, las FF. AA. se habían comportado de manera
más cercana a los ejércitos mercenarios tan
vilipendiados por el florentino. Recordemos su presencia tutelar
en la vida institucional argentina, durante la mayor parte del
presente siglo. Sólo una eficaz reducción al poder
constitucional los convertiría en aquellas fuerzas propias
tan indispensables para el Príncipe. Los militares fueron
perdiendo diversas prerrogativas –por ejemplo, la
anulación del servicio
militar obligatorio–; se vieron afectados por el recorte
presupuestario, necesario para controlar el gasto
público, por lo cual se vieron obligados a enajenar
algunos de sus inmuebles; y por el cambio de posición
mundial de la Argentina –la participación en los
cuerpos de paz de la ONU, el
desmantelamiento del proyecto del Cóndor II (23)
.
El actor empresarial también sufrió la
negativa del menemismo a negociar de forma corporativa. Esta
estrategia era característica del gobierno de las zonas
más atrasadas del país, de donde provenía el
grueso de la antiélite menemista; en clave
weberiana es inevitable notar la convivencia de elementos de
dominación patrimonialistas con otros de la racional
legal. Las negociaciones tuvieron lugar fuera del espacio
público, de forma segmentada; convirtiendo al Estado en
una caja negra donde no todos los inputs tienen la misma
posibilidad de llegada –lobbies–.
Paradójicamente, esto no redundó en una
disminución de las capacidades estatales, más bien
todo lo contrario, contribuyó a fortalecer el
núcleo de gobernabilidad en manos del Poder Ejecutivo y el
sector tecnocrático –en particular durante la
gestión de Cavallo a la cabeza de Economía. La
estrategia de negociación, junto con los enclaves
protegidos por el Estado de algunas áreas industriales
–el sector automotriz–, van a afectar cualquier
oportunidad futura de los empresarios para actuar
corporativamente. Esto se relaciona directamente con el tipo de
capitalismo
propiciado desde el gobierno, siguiendo a, un capitalismo
político:
…fue organizado desde las élites
gubernamentales con un fuerte rasgo de decisionismo y en
función de imperativos de corto plazo y
de naturaleza esencialmente política.
(24)
Los sindicatos, a quienes ya habíamos designado
como el actor que llegaba con gran poder relativo y mejores
perspectivas al gobierno menemista, será el actor
más vapuleado por la negativa del Primer Mandatario a
aceptar reivindicaciones corporativas –recordemos que cada
caso se negocia puntualmente. Sin lugar a dudas, el hecho de que
Menem provenga del peronismo le otorga un mayor margen de
maniobra, debido al acuerdo tácito entre los gremios al
tener aún fresco en su memoria el
descalabro del gobierno de Isabel Perón. Dentro del campo
sindical, las posiciones con respecto a las reformas no eran
unívocas. El sector que había estado ligado a Menem
desde la interna de 1988 –siguiendo a NOVARO y PALERMO
(1996), colaboracionistas– se veían a sí
mismos como parte integrante de la transformación. Era el
actor más propenso a entablar negociaciones con el
gobierno. Aunque cobrarían un precio
bastante alto por los intercambios, Menem podía contar con
su fidelidad a pesar de no satisfacer la totalidad de sus
demandas. Entre ellos se encontraban Cavalieri (Empleados de
Comercio),
Triaca (Trabajadores del Plástico),
García (Taxista) y Rodríguez (SMATA). Otra
facción era la encabezada por Lorenzo Miguel.
Seguían siendo fieles a la estrategia de Vandor: mantener
la distancia necesaria con el gobierno para poder golpear o
negociar cuando lo considerase más conveniente. Su postura
podría casi calificarse de extorsiva. Esta conducta estaba
propiciada por la existencia de un tercer sector caracterizado
por la oposición a ultranza a las medidas reformistas. No
es casual que aquí se encuentren los gremios más
afectados por el proceso de privatizaciones y de reforma del Estado. La
estrategia era golpear, no podían llegar a entablar
negociaciones con el gobierno, lo que hubiera sido visto por sus
bases como una claudicación.
Tal vez sea en las relaciones con el poder
legislativo donde mejor se pueda apreciar la habilidad de
Menem para imponer sus reformas. Es en este marco en el cual se
sustentarán, principalmente, las críticas a su
ejecutivismo (25) . Se pueden constatar dos etapas distintas en
dicha relación. La primera, desde su asunción hasta
los primeros éxitos del Plan de Convertibilidad, es
característica de las situaciones de crisis. La
concentración de poder en el Ejecutivo es posible gracias
a la demanda generalizada de gobernabilidad expeditiva. El
Congreso actúa como un mero "sello de goma" (26) , esto
implica la ratificación sin debate de los
proyectos
iniciados por el Ejecutivo. Recordemos que fue parte del acuerdo,
para la salida presurosa de Alfonsín, la obligación
de la UCR de brindar el quórum necesario, hasta la
asunción de los nuevos legisladores. En la segunda etapa,
el Congreso logra recobrar una incidencia mayor en la
legislación reformista – por ejemplo la reforma del
sistema previsional –. De todas formas, siguiendo a PALERMO
(1995), el método del
silencio parlamentario fue el más utilizado. Hay ciertos
decretos de necesidad y urgencia (DNU) (27) que no fueron
convalidados; esto afecta, principalmente, cuando la
ratificación es imprescindible, en aquéllos que
tienen por objeto el establecimiento de nuevas reglas de juego, las
cuales por definición, necesitan perdurar en el
tiempo.
En los años analizados, la lógica de
gobierno –oposición, planteada en la
administración de Alfonsín, se transforma en
una lógica gobierno– partido de gobierno. Esto se
puede ilustrar con análisis comparativo, como el que
realiza MUSTAPIC y FERRETTI (1995), entre Menem y
Alfonsín, con respecto a la utilización de los
vetos. El veto parcial era un instrumento para–
constitucional, no contemplado en la Constitución de 1853 –aunque luego
incluido en la reforma del ‘94– que otorga al
Ejecutivo mayores prerrogativas, permitiendo la
promulgación de la parte aprobada del proyecto de ley,
sí y sólo sí, ésta no altera su
espíritu. Esta herramienta afecta la posibilidad de que
surjan en el Parlamento líderes de bancada que puedan
negociar entre sí, dándole al Ejecutivo la
última palabra, debido a la dureza de los requisitos de
insistencia – dos tercios de cada Cámara –.
Menem utilizó este recurso también como una manera
de disciplinamiento de su propio partido, necesario debido a la
lógica imperante explicada anteriormente. A diferencia de
los vetos parciales, el empleo de los DNU ni siquiera tomaba en
cuenta al Congreso como arena decisoria. En este tema existen en
la literatura
opiniones encontradas, particularmente, en lo que respecta al
espíritu que guiaba a Menem en su aplicación. Para
FERREIRA RUBIO y GORETTI (1996), es clara la intención de
querer gobernar por decreto, más allá de las
restricciones legales. Personalmente, nos permitimos coincidir
con MAURICH (1995) en lo tocante al exacerbado voluntarismo de
dicho enfoque. Pareciera olvidar el trasfondo del sistema
presidencialista de nuestro país, junto con la
tradición de un Ejecutivo fuerte desde los tiempos de
Alberdi: "un rey con nombre de presidente".
Creemos poder encontrar en el Pacto de Olivos a una de
las acciones más virtuosas, desde la lógica de
Maquiavelo; ya que le permitió a Menem desarticular al
principal partido opositor, obtener la posibilidad de ser
reelecto, y todo esto por el módico precio de reformas
formales que hasta el día de hoy no son más que
letra muerta. Sin embargo, debemos reconocer la importancia que
tiene el consenso para la posterior legitimidad de una reforma
– a diferencia de intentos anteriores –; desde este
punto de vista, el Pacto de Olivos fue un medio más que
justificado por su fin.
Más allá de la evaluación
valorativa de las acciones de gobierno de Menem y las
políticas implementadas, hay que reconocer que existe en
el país un gran consenso con respecto al régimen
democrático –sin desconocer que la coyuntura
internacional también lo respalda. Las reformas de
shock pueden equipararse al buen uso de las crueldades que
menciona Maquiavelo:
…bien usadas pueden llamarse a aquellas
crueldades (si del mal es lícito hablar bien) se hacen
de golpe por la necesidad de afianzarse en el poder…
(28)
Si bien nos podríamos preguntar cuán
pertinente sea un análisis de su gestión con las
categorías maquiavelianas, debido a las importantes
diferencias de contexto, las encontramos sumamente actuales a
nivel teórico. En particular a lo referente a las
adaptaciones de Menem a los cambios de fortuna. empresa harto
complicada, como bien lo señalaba Maquiavelo.
Creo, también que triunfa el que acomoda su
manera de proceder a las circunstancias del momento, e
igualmente fracasa quien en su proceder entra en desacuerdo con
ellas. […] no existe hombre tan prudente que sepa adaptarse a
esta norma, ya sea porque no pueda desviarse de aquello a lo
que le inclina su propia naturaleza, ya porque, habiendo
triunfado avanzando siempre por un mismo camino, no puede ahora
persuadirse a sí mismo de la conveniencia de alejarse de
él. (29)
Aunque Menem se ajusta bastante al modelo de
Príncipe ideal, creemos que Maquiavelo le
recordaría que:
…la mejor fortaleza que puede existir es no ser
odiado por el pueblo… (30)
No obstante el grado de discrecionalidad con el que se
manejó el Presidente haya sido altísimo, estimamos
que su ejecutivismo no puede ni debe ser analizado a corto plazo.
Es imprescindible, en esta empresa, tomar en consideración
al paso del tiempo a fin de observar cuán afectadas
resultaron las instituciones. ¿Cómo se
utilizarán, en épocas de normalidad, las herramientas
que luego de la reforma tiene a su disposición el poder
Ejecutivo? ¿Qué grado de reacción
tendría en dicha situación la sociedad civil?
¿Cuán afectado quedará el sistema de
partidos? ¿Cuál es la factibilidad actual de una
alternancia en el poder? ¿Cómo sería
percibida y cuáles serían sus costos?
Sostenemos que las circunstancias que rodean las
elecciones presidenciales de 1999 serán esclarecedoras al
respecto. En particular, en lo referente al respeto de las
reglas del juego y la Constitución, en la lógica
gobierno oposición, en el fortalecimiento de la sociedad
civil, en el aumento de la intensidad de la ciudadanía, y por último, pero no
menos importante, en el resurgimiento de un Poder Judicial
independiente que garantice a todos la efectividad de la
ley.
La pregunta –tememos que retórica–
que subyace a lo aquí analizado, es la siguiente:
¿ha habido algún ejemplo histórico que haya
encarnado el ideal maquiaveliano? ¿O debemos simplemente
suponer que uno de los pragmáticos más conocidos de
la Historia, no es
más que otro idealista?
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para distinguirlo de la acepción cristiana de virtud,
quitándole así la connotación moral que
ésta ostenta en su uso cotidiano. - MAQUIAVELO, p.191.
- BOBBIO et al., p.1338.
- NOVARO y PALERMO (1996), p.18.
- Es interesante la interpretación de HIRSCHMAN (1984) con
respecto a este último fenómeno, al considerar a
un cierto nivel de inflación controlada como una arena
pacífica de conflictos
distributivos y su colaboración al mantenimiento de esta matriz. - BRESSER PEREIRA et al (1995), pp. 19 –
20. - NOVARO y PALERMO (1996), p. 235.
- MAQUIAVELO (1990), P. 129.
- citado en BANCO
MUNDIAL (1993). La adaptación es
nuestra. - O’DONNELL (1997), p.2.
- MAQUIAVELO (1990), P. 145.
- Para un tratamiento más exhaustivo de la
relación Estado– empresarios v. SIDICARO en TIRADO
(1994). - MAQUIVELO (1991).
- SIDICARO (1995), pp. 127 – 128.
- MAQUIAVELO (1990), pp. 190 – 191.
- NUÑEZ (1991), p. 50 – 51 –
52. - citado en NUN (1995), pp.86 – 87.
- NOVARO y PALERMO (1996), p. 520.
- citado en NOVARO y PALERMO (1996), p.
340. - NOVARO y PALERMO (1996), p. 517.
- MAQUIAVELO (1990), p. 211.
- MAQUIAVELO (1990), p. 179.
- "…fue básicamente el producto de
una imposición. No fue el producto de una
adaptación mutua. Aunque tampoco fue el producto de una
aplicación directa de la fuerza, las sanciones
públicas o encubiertas que hubieran sido generadas
contra la Argentina si su gobierno hubiera persistido con el
Cóndor 2 eran, dada la vulnerabilidad del país un
poderoso disuasivo…" ESCUDE (1995), pp. 37 –
38. - NOVARO y PALERMO (1996), p. 461 –
462. - En el presente trabajo seguimos la distinción
de MAURICH (1995) entre ejecutivismo y decisionismo:
"…ejecutivismo, estilo de gobierno done el decretismo
sería una de las herramientas con las que cuenta y a las
cuales recurre el titular del Ejecutivo para poder gobernar en
una compleja convivencia con el resto de los actores
políticos.[…] un estilo […] decisionista es un
‘modo’ de gobierno que en forma autocrática
y discrecional resuelva todas las cuestiones públicas
sin excepción, reforzando las atribuciones del poder
ejecutivo en detrimento de otros órganos de
gobierno…" - MOLINELLI (1995), p. 4.
- "…el presidente se autoatribuye facultades propias
del Congreso, sin que […] medie delegación ni
autorización ni consentimiento previo." FERREIRA RUBIO y
GORETTI (1996), p. 449. - MAQUIAVELO (1990), p. 158.
- MAQUIAVELO (1990), pp. 222 – 223.
- MAQUIAVELO (1990), p. 209.
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Florencia Misino // Julieta Suarez
Cao