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Menem, ¿Un ideal de Príncipe maquiaveliano?




Enviado por Rubén Dri


     

    INTRODUCCION

    Los objetivos del
    presente trabajo se
    dirigen a analizar, a través de las categorías
    maquiavelianas, la situación de crisis en la
    que emerge el menemismo y la implementación de las
    reformas dirigidas a paliarla. El empleo de los
    conceptos de virtù (1) y fortuna serán
    centrales a la investigación. Se procederá,
    entonces, a comparar a El Príncipe con el estilo de
    gestión
    del Dr. Carlos Saúl Menem. El
    interrogante que moviliza el análisis gira en torno a la
    factibilidad
    de los consejos pergeñados por Maquiavelo.

    El período en el cual nos situaremos se extiende
    desde la asunción anticipada del candidato del Partido
    Justicialista, hasta los coletazos del Efecto Tequila sobre los
    resultados del Plan de
    Convertibilidad.

    En el transcurso del actual ensayo se
    entenderá al concepto de
    fortuna tal como lo concebía Maquiavelo; éste
    denotaría a la coyuntura política,
    económica y social, al contexto donde se ve inmerso
    el
    Príncipe. Este contexto es de naturaleza
    dinámica, por lo tanto no debe tomarse como
    un dato inmodificable, más bien todo lo contrario, se
    observa una relación interactiva con las acciones del
    Príncipe. La fortuna podría llegar a entenderse, de
    este modo, como causa – efecto de sus intervenciones. La
    categoría de virtù refiere a la habilidad de
    ser fuerte, prudente y sagaz. El Príncipe debe poder combinar
    sabiamente la naturaleza de la zorra y el león
    animales
    emblemáticos de la astucia y la fuerza,
    respectivamente–; literalmente:

    …el hecho de tener por preceptor a un ser que es
    medio bestia y medio hombre no
    quiere decir sino que el príncipe necesita saber usar
    una y otras naturalezas; y que la una sin la otra no puede
    perdurar […] porque el león no sabe defenderse de las
    trampas ni la zorra de los lobos. Es, pues, necesario ser zorra
    para conocer las trampas y león para atemorizar a los
    lobos.
    (2)

    Maquiavelo se aleja, de esta forma, del significado
    cristiano de virtud para aproximarse a la acepción griega
    de la phrónesis (prudencia); es sugestiva su
    concepción instrumental de la racionalidad, asociada
    ulteriormente al pensamiento
    moderno, donde el príncipe debe procurarse los mejores
    medios
    sin evaluación
    moral alguna
    de los mismos– para arribar al fin deseado. El fin supremo
    del príncipe es conseguir, mantener y afianzar su poder
    sobre el Estado. El
    vicio, como antítesis de la
    virtud cristiana, es aceptado en tanto sea funcional a este
    propósito. Este razonamiento se constituyó en el
    puntapié inicial de una tradición de pensamiento en
    torno a la razón de Estado.

    …la seguridad
    del estado es una exigencia de tal importancia que los
    regidores de los estados se ven constreñidos, para
    garantizarla, a violar las normas
    jurídicas, morales, políticas, económicas, que
    consideran a su vez imperativas cuando tales exigencias no
    están en peligro.
    (3)

    La distinción entre fortuna y virtù
    es eminentemente analítica; Maquiavelo no desconoce que en
    la práctica se encuentran interrelacionadas, a pesar de
    otorgarle mayor énfasis a esta última.

    En lo concerniente a este trabajo, se asimilará
    la idea de fortuna a la situación de crisis
    económica, desintegración social y vacío
    político, en la que asume Menem. Mientras que la
    virtù estaría representada por el estilo de
    gestión que permitió la aplicación y
    sustentación de las reformas estructurales,
    históricamente contrarias a su tradición
    ideológica. Con miras a lograr una comprensión de
    Menem, a través de las categorías maquiavelianas,
    podemos introducir el concepto de "estrategia
    transformadora" (4) , el cual explica el mix utilizado por
    el menemismo entre innovación y ortodoxia peronista. En otras
    palabras, es la conversión de fundamentos del peronismo
    histórico que podrían haber obstaculizado su camino
    en instrumentos que le dan soporte, la que neutraliza esa
    desventaja inicial. La paradoja reside, entonces, en que es la
    misma tradición la que le otorga el capital
    político indispensable para deshacerse de aquellos
    elementos y reformularlos políticamente –por
    ejemplo, como se verá más adelante–, los
    sindicatos.

    DE LA FORTUNA (o, de
    las condiciones iniciales para el arribo de Menem a la
    presidencia)

    A partir de los cambios estructurales acontecidos en el
    orden internacional, a comienzos de la década del setenta,
    como respuesta de las economías centrales a la crisis
    desatada por los países de la OPEP, se produce
    una nueva articulación mundial. La innovación
    tecnológica –informática y
    microelectrónica– y la autonomización del
    capital financiero exigen de las economías nacionales una
    estructura de
    precios
    competitivos a escala global. El
    rápido desplazamientos de los capitales dificulta la
    regulación estatal de los mismos, tornando poco factible
    la estrategia de desarrollo
    autosustentado, patrón histórico de crecimiento en
    América
    Latina desde la década del ‘30. Esta
    consistió en la presencia activa del Estado en la economía, asegurando
    el pleno empleo y, por ende, el mercado interno
    para la producción nacional. En términos de
    CAVAROZZI (1991) esta matriz estado
    – céntrica, caracterizada por: la
    industrialización por sustitución de importaciones, el
    cierre de la economía, un patrón de moderada
    inflación , y en lo político: la inclusión
    corporativa o semi-corporativa de los sectores populares
    populismo–,
    se hallaba sustentada en una legitimidad sustantiva y
    fundacional, por definición más inestables que la
    procedimental. Cuando las contradicciones entre el rol de
    control social
    del estado y el de desarrollo autárquico entraron en
    crisis, ésta se potenció por la coyuntura
    internacional anteriormente descripta, volviendo inviable su
    sostenimiento. A pesar de las consecuencias devastadoras de la
    crisis de la deuda a principios de los
    ‘80, el primer gobierno
    democrático argentino luego del Proceso,
    parafraseando al ex presidente Alfonsín, no supo, no quiso
    ni pudo implementar las reformas necesarias, conduciendo
    así a un agotamiento caótico y extremo de dicha
    matriz: la hiperinflación.

    El escenario en el que arriba Menem al poder se
    podría caracterizar como una situación de crisis
    fiscal del
    estado:

    …el Estado ha perdido la capacidad de financiar
    su deuda en condiciones no inflacionarias. La erosión
    de los ahorros públicos priva al Estado de los recursos para
    aplicar ningún tipo de política de desarrollo
    […]el Estado se cierne al borde de la quiebra y no
    puede a acudir a préstamos…

    El país se encontraba en una condición de
    moratoria de hecho de los pagos de la deuda desde 1988 –y
    junto a ella la imposibilidad de acceder al financiamiento
    externo–, el sistema
    previsional estaba en crisis, las empresas
    públicas eran en su mayoría deficitaria, la
    recaudación fiscal se disolvía en virtud del
    impuesto
    inflacionario; en otras palabras, eran casi inexistentes los
    recursos financieros a los que podía acudir el Estado.
    Consecuentemente, existía un Estado sin capacidad de
    inversión ni de gobierno. Siguiendo a TORRE
    (1991), es comprensible cómo en este momento la demanda
    generalizada de la población haya sido la de una democracia en
    términos de capacidad de gobierno –eficacia.

    Contrariamente a lo que podría suponerse a
    primera vista, no existe una relación lineal directa entre
    el deterioro del desempeño económico y las tensiones
    sociales; más bien podría graficarse como una
    curva, esto es, llegado un cierto punto de crisis
    económica se produce un consenso negativo, o de "fuga
    hacia adelante", donde el salir de la incertidumbre reinante es
    el imperativo del momento.

    Los apoyos o la tolerancia
    social a las reformas y a la estrategia menemista provinieron
    […] de la necesidad de huir de un presente insoportable y, a
    partir de entonces, del temor a volver a esa situación
    extrema
    (7).

    Como señalaba sabiamente Maquiavelo:

    …para entrar en un país siempre se tiene
    necesidad, por más fuertes que sean los ejércitos
    propios del favor de los habitantes
    (8).

    El costo de
    permanecer en esta situación es percibido como mayor al
    costo de las reformas. Es en esta oportunidad cuando se puede
    observar el espacio político propiamente dicho, el margen
    de maniobra es amplio, si bien no se cuenta con todos los
    recursos financieros e institucionales necesarios.

    No dudamos en remarcar nuestra coincidencia con NUN
    (1995) en lo que respecta a considerar como un error factual el
    atribuir el triunfo de Menem a la hiperinflación de 1989.
    Sin embargo, es innegable el profundo y desgastante malestar
    económico con el que convivía la población,
    ya habituada a largos períodos de alta
    inflación:

    Tasa de inflación anual en
    Argentina (1984 – 1992) (porcentaje)

    1984

    1985

    1986

    1987

    1988

    1989

    1990

    1991

    1992

    688.0

    385.4

    81.9

    174.8

    387.7

    4923.6

    1343.9

    84.0

    18.6

    Fuentes: CEPAL,
    Estudio económico de América
    Latina y el Caribe, FMI,
    Estadísticas financieras internacionales,
    varias ediciones. (9)

    Un cuadro de alta inflación y, posteriormente, de
    hiperinflación se puede graficar con el dilema del
    prisionero perteneciente a la teoría
    de los juegos, donde
    debido a la incertidumbre sobre el comportamiento
    futuro de los demás y la falta de información reinantese vuelven
    impracticables las estrategias
    colectivas de cooperación. Esta situación viene a
    ahondar la crisis de actores colectivos y la desagregación
    social, cuyos comienzos podemos encontrar en la última
    dictadura
    militar. Si bien en parte es atribuible a los cambios
    ocasionados por el nuevo orden económico –el pasaje
    al posfordismo, que implica una sociedad y un
    mundo cada vez más fragmentados–, en nuestro
    país, esta cuestión se potencia por un
    proyecto
    deliberado por parte del Estado, a mediados de los ‘70.
    Agravado por el hecho de que fue el Estado argentino el
    constructor directo y principal referente en la génesis
    histórica de los actores colectivos. Tal como sostiene
    O’Donnell con referencia al Proceso:

    …creía y sigo creyendo que logró
    una inmensa victoria, que está menos registrada, que
    estamos pagando y que fue el contenido socialmente vengativo
    del régimen […]es una victoria que completa esa tarea
    de desagregación social, que fue, evidentemente, un
    proyecto.
    (10) (la negrita es
    nuestra)

    La fuerza propia de Menem radica en parte en su
    condición de líder
    indiscutido del Partido Justicialista. En un contexto como el
    anteriormente descripto, Maquiavelo nos recordaría
    que:

    las dificultades que encuentran al conquistar
    el principado nacen en parte de las nuevas formas e instituciones que se ven obligados a introducir
    para sostener su estado y seguridad.
    […] no hay cosa
    más difícil de tratar, más dudosa de
    conseguir, ni más peligrosa de manejar, que el hcerse
    responsable de la implantación de un nuevo orden
    político; porque todo innovador tiene como enemigos a
    todos cuantos el viejo orden beneficia y como tibios defensores
    a aquellos a los que las nuevas leyes
    beneficiarían
    (11). (la negrita es
    nuestra).

    Al respecto de los principales actores colectivos
    presentes en el caso analizado, podemos visualizar en qué
    posición se encontraban en el momento de la llegada del
    menemismo a la Presidencia.

    En lo que concierne a los empresarios, no obstante nunca
    conformaron un actor fuertemente homogéneo, basta con
    recordar la distinción clásica entre la
    burguesía nacional –aliada del populismo y su
    estrategia de ISI, ligada a la producción para el mercado
    interno–, y una burguesía más
    transnacionalizada –con profundos vínculos con el
    capital extranjero–; ante la situación de crisis se
    impuso una unificación de criterios, en torno a la
    conveniencia de adoptar medidas de neto corte liberal–
    ortodoxo. (12)

    Sin lugar a dudas, quien fuera la espina dorsal del
    movimiento
    peronista, el sindicalismo,
    fue el actor colectivo que llegó con un importante poder
    relativo a 1989. Esto no implica desconocer que fueron muy
    vapuleados, tanto por el proyecto desintegrador del Proceso de
    Reorganización Nacional, como por la crisis
    económica. El poder de veto ejercido frente al gobierno de
    Alfonsín –ejemplificado con los 13 paros generales
    convocados por la C.G.T.– muestra una clara
    capacidad defensiva. Paradójicamente, al menos en
    apariencia, el actor más poderoso y el que contaba con
    mayores expectativas sobre la futura gestión de Menem,
    será quien sufrirá las mayores embestidas dirigidas
    a desagregarlo.

    Una de las grandes asignaturas pendientes del gobierno
    de Alfonsín fue la solución del problema militar.
    Un punto clave para cualquier democracia que pretenda
    consolidarse. Si bien los militares no actuaban en forma
    unificada, existían focos en su interior que lograban
    desestabilizar al país e imponer un miedo generalizado al
    trágico retorno. A pesar del carácter minoritario de los insurrectos,
    sus resultados políticos eran capitalizados por la
    totalidad de las Fuerzas Armadas –por ejemplo, la
    promulgación de las leyes de Punto Final y Obediencia
    Debida. Era quizás esta cuestión, junto con la
    resolución de la crisis económica, el principal
    desafío que debía enfrentar el nuevo gobierno.
    Maquivelo no dudaría en catalogar a este problema como uno
    de los más acuciantes, recordemos que en su opinión
    tanto la justicia como
    las armas son los
    pilares del Estado. (13)

    Por último, pero no menos importante,
    analizaremos las condiciones con las que arriban a 1989 los dos
    partidos mayoritarios de la Argentina.

    La Unión Cívica Radical llegaba en un
    estado calamitoso a las elecciones de 1989; debido al
    descrédito que cundía en la sociedad sobre su
    gobierno. Una prueba fehaciente de este hecho reside en que el
    candidato presidencial del partido, el gobernador de
    Córdoba, Eduardo Angeloz, utilizaba como estrategia de
    campaña la diferenciación constante con
    Alfonsín y su gestión. Los fracasos consecutivos
    del plan Austral y del Plan Primavera, junto con la derrota
    electoral de 1987, fueron erosionando la capacidad de gobierno.
    Después de los comicios de mayo de 1989, con el triunfo
    del PJ, las variables
    económicas se salieron de control, los primeros brotes
    hiperinflacionarios y los saqueos populares, contribuyeron a
    crear una situación de vacío político
    irreversible, por lo menos así visualizada por la
    sociedad, en la imagen de
    Alfonsín. Faltaban siete meses para que el nuevo gobierno,
    legitimado en las urnas, asumiera el control de los asuntos
    públicos –el primer traspaso democrático
    luego de más de sesenta años–; demasiado
    tiempo para un
    país donde la inflación, la remarcación de
    los precios y la cotización creciente del dólar
    estadounidense se medían por hora. La única
    carta que le
    quedaba al gobierno, teniendo en cuenta la rigidez de los
    mandatos en un sistema presidencialista, era negociar con Menem
    una salida anticipada del poder. Esta salida, sumamente onerosa
    para la UCR, terminará afectando los futuros intercambios
    con la nueva administración y su imagen pública,
    hecho que se reflejará en posteriores
    elecciones.

    Después de la sorpresiva derrota de las
    elecciones de 1983, nace en el Partido Justicialista una
    necesidad de aggiornarse a los nuevos tiempos. La
    corriente de la Renovación encabezada por Antonio Cafiero,
    José Manuel de la Sota y otros, presentándose y
    ganando por fuera del partido, se vuelve mayoritaria. Era
    imperativo desplazar de posiciones de poder del partido a los
    líderes ortodoxos y a ciertos sectores de la vieja guardia
    sindical, identificados como responsables del fracaso electoral.
    La democratización interna – elecciones de cargos
    partidarios –, el abandono de la estrategia de
    oposición desleal, el discurso de
    concertación, se volvieron elementos centrales de esta
    reconversión. Estaba comenzando el proceso de
    institucionalización. Las transformaciones en el peronismo
    contribuían al reconocimiento recíproco de los
    sujetos políticos, un gradual abandono de la lógica
    amigo– enemigo por una política de adversarios,
    más a tono con la naciente democracia. Menem no era ajeno
    a esta facción, pero luego se aleja en pos de convertirse
    en el candidato presidencial del partido, disputándole la
    interna en 1988 a su candidato natural, Antonio Cafiero. Para
    llevar a cabo esta empresa se rodea
    de lo que Sidicaro denomina una
    antiélite

    …personas que poseen aptitudes y vocación
    para la política pero que no cuentan con el
    reconocimiento y el prestigio suficiente como para ser
    aceptados en posiciones de cumbre por quienes ya ocupan lugares
    altos o de mayor poder de decisión en el campo
    político […] La antiélite menemista
    había reclutado la mayoría de sus miembros en las
    provincias económica y culturalmente menos desarrolladas
    del país.
    (14)

    Estas características signarán el
    posterior modo de gestión menemista.

    DE LA VIRTÙ (o,
    de la pericia de Menem para mantenerse en el centro de la escena
    política )

    …aquellos que han tenido muy poco en cuenta la
    palabra dada y han sabido burlar con astucia el ingenio de los
    hombres, han hecho grandes cosas superando al final a aquellos
    que se han basado en la lealtad […] un señor
    prudente no puede, ni debe, mantener la palabra dada
    cuando
    tal cumplimiento se vuelva en contra suyo y hayan desaparecido
    los motivos que obligaron a darla […] hay que saber disfrazar
    bien tal naturaleza y ser un gran simulador y disimulador; y
    los hombres son tan crédulos, y tan sumisos a las
    necesidades del momento, que el que engaña
    encontrará siempre quien se deje engañar.

    (15) (la negrita es nuestra)

    Sabido es que, una vez en el gobierno, Menem comienza a
    implementar medidas totalmente opuestas a lo prometido por
    él en campaña –salariazo y revolución
    productiva.

    En el libro "La
    Revolución Productiva" editado en febrero [ 1989 ]
    […]
    El justicialismo propone la obtención de un
    período de gracia en el pago del capital y los intereses
    de nuestra deuda externa.
    Durante los cinco años de esta período, no
    podrá salir un solo dólar líquido con ese
    fin. […] Nuestros acreedores no son necios, necesitan que
    crezcamos para poder pagarles. Pero allí también
    decidirá el Parlamento.

    • No se envió un proyecto de ley que
      contemple una moratoria concertada, quita de capital ni
      reducción de intereses.
    • Tampoco se incentivó una
      investigación parlamentaria sobre la deuda
      legítima e ilegítima […]
      (16)

    Como él mismo lo reconoce:

    Las tres reglas de oro de la
    conducción son: 1) estar perfectamente informado; 2)
    guardar en secreto esa información; y 3) actuar de
    sorpresa. Es lo que hice yo toda mi vida. Si yo en la
    campaña electoral le digo a la gente "Vamos a reanudar
    las relaciones con Inglaterra",
    pierdo un 20% de votos […] "Voy a privatizar
    teléfonos, ferrocarriles y Aerolíneas", tengo en
    contra a todo el movimiento obrero.
    (17) (en cursiva en
    el original)

    De cualquier modo, como se ha explicado anteriormente,
    el agotamiento de la matriz estado– céntrica, la
    crisis de las soluciones
    populistas, la ausencia de fuentes de
    financiamiento propias del Estado, condujeron a la urgente
    necesidad de aplicar reformas estructurales, de amplia tolerancia
    social. La exigencia de conseguir una refinanciación de la
    deuda externa – Argentina estaba en situación de
    moratoria de hecho –, de ingresar al Plan Brady,
    imponía el cumplimiento de los objetivos del llamado
    Consenso de Washington: estabilización
    macroeconómica y reformas estructurales. Para llevar a
    cabo dichas cuestiones, Menem debía reformular la
    tradición peronista, reconsiderar el factor
    tecnocrático y reconciliarse con la tradición
    liberal –históricamente antagónica al
    movimiento.

    …Menem, al crear a partir del peronismo, que
    siempre había sido un "partido de los de abajo", un
    nuevo "partido del orden" […] termina con un largo
    desencuentro de la política argentina: el que
    separó aguas entre liberalismo
    y populismo
    (18).

    Con respecto a la tradición peronista, la imagen
    de Menem se correspondía en forma absoluta: un caudillo
    telúrico que potencia su imagen de outsider, aunque
    sus orígenes fueran extractados del riñón
    mismo del peronismo. Teniendo en cuenta la presencia de elementos
    tanto de continuidad como de ruptura entre el menemismo y el
    peronismo clásico, se podría hablar de una
    reformulación de la tradición y las identidades a
    ella ligadas. De esta forma, se mantienen aquellos rasgos que son
    percibidos como funcionales para el cambio de
    rumbo y la posterior implantación del nuevo orden. La
    legitimación de esta estrategia
    venía dada por la necesidad de salir del estado de
    naturaleza hobbesiano impuesto por la crisis, y de esta manera
    formular un nuevo contrato social.
    Salta a la vista la coincidencia con el pensamiento
    maquiaveliano: la demanda de un Príncipe nuevo – y
    virtuoso – capaz de imponer un orden nuevo. Lo que
    inspiraba a Maquiavelo en la redacción de "El Príncipe" era su
    sueño de la Italia unida;
    Menem incluía en su prédica apelaciones al pueblo
    argentino in toto. En 1989 la sociedad argentina
    aún conservaba resabios de sus viejos antagonismos
    –peronismo vs. antiperonismo, democráticos vs.
    autoritarios–, él pretendía convertirse en el
    unificador y superador de los mismos:

    …soy justicialista, tengo un programa de
    gobierno con soluciones a los problemas de
    la Argentina de hoy, no me interesa qué posición
    tuvieron en el pasado, si les parece bien súmense, no
    les pido que se afilien […] ni que digan que son peronistas.
    […] compañeros justicialistas, tenemos a responsabilidad de gobernar y encontrar
    soluciones para la Argentina de hoy como Perón
    las encontró para la Argentina de ayer, manteniendo los
    grandes principios y adecuando los instrumentos. […] porque
    el problema argentino lo arreglamos entre todos o no lo
    arregla nadie
    . (la negrita es nuestra)

    Éste es un claro ejemplo de un discurso con pro y
    para –destinatarios, donde se observa claramente su
    estrategia transformadora, este manejo de los elementos de
    continuidad y ruptura. Paradójicamente, será su
    capitalización de la identidad
    peronista la que le permitirá profundizar, con sus
    medidas, la desestructuración de las relaciones sociales
    que fueran sustento histórico del peronismo. Siguiendo a
    NOVARO (1994) podemos resumir sucintamente algunos de estos
    rasgos de continuidad y ruptura. Con respecto a los primeros: el
    pragmatismo
    –posibilitado por la baja institucionalización del
    partido y la presencia de un líder
    carismático–, el ejecutivismo, el personalismo
    –aunque exacerbado y modificado. En lo tocante a los
    segundos: la interpelación en términos unificadores
    – hermanos y hermanas de mi patria –, la
    movilización del líder en vez de la de sus
    seguidores –menemóvil–, la
    representación se torna más pluralista que
    corporativa. Un elemento central en el análisis es la
    posición de Menem, en un imaginario continuum
    mandato imperativo –Leviatán, más cercano a
    este último que Perón, al no reconocer a las
    corporaciones como interlocutores válidos.

    El capital político obtenido del mix de
    estos elementos permite el establecimiento de una
    "política del éxito"
    (20) .

    …un príncipe se las ha de ingeniar para
    que cada una de sus acciones le proporciones fama de hombre
    grande y de ingenio excelente.
    (21)

    La efectividad de las políticas económicas
    será su sustento que legitima su aplicación, y su
    posterior permanencia a través del tiempo. Esto se
    materializa en la cuestión de la Reforma constitucional de
    1994, exitosamente conseguida gracias a la imposición de
    la identificación de su figura con la continuidad del
    orden necesario para el tan ansiado progreso.

    Retomando la conciliación histórica que
    produce el menemismo entre la tradición liberal y el
    peronismo, podemos ver como afecta esto a la construcción de identidades. Las
    identidades enraizadas en el populismo sufren su misma
    declinación. Menem aprovecha este espacio para reformular
    y redefinir estas identidades, a las cuales pretende representar
    y convertirlas así en su base de apoyo. El intercambio de
    la identidad por alteridad, clásica del peronismo, por una
    identidad por escenificación, contribuye a aumentar su
    poder personal,
    situándolo en el centro de la escena política. Este
    lugar le otorga la posibilidad de acentuar el decisionismo,
    aplicar las reformas y sólo pedir el consentimiento ex
    post factum
    a la sociedad. Otro componente esencial de su
    estrategia de representación –juzgada sólo
    por el éxito–, es lograr manejar el centro
    político hacia el cual van a referirse también los
    opositores, diluyendo sus propuestas al dirigir el discurso de
    los mismos directamente hacia él.

    La necesidad de implementar reformas estructurales,
    perdurables en el tiempo, llevó a un replanteo de las
    relaciones entre el Poder
    Ejecutivo y los demás actores. De las asignaturas
    pendientes del gobierno de Alfonsín era imperativo
    solucionar definitivamente el problema militar, y así
    poder dedicarse por completo a la cuestión
    económica.

    …sin tener ejércitos propios,
    ningún principado está seguro;
    más aún, está a merced de la fortuna, al
    no tener virtud que en las adversidades con fe lo defienda.

    (22)

    Maquiavelo también remarca la inutilidad de los
    profetas desarmados – dando el ejemplo de Savonarola
    –. Sostenemos que es Menem quien logra subordinar a las
    Fuerzas Armadas al poder civil. Si bien, reconocemos que esta
    estrategia incluyó al indulto a los militares condenados
    –actuación moralmente discutible–; la misma es
    virtuosa en el sentido maquiaveliano, puesto que
    contribuyó a su efectiva neutralización. Hasta ese
    momento, las FF. AA. se habían comportado de manera
    más cercana a los ejércitos mercenarios tan
    vilipendiados por el florentino. Recordemos su presencia tutelar
    en la vida institucional argentina, durante la mayor parte del
    presente siglo. Sólo una eficaz reducción al poder
    constitucional los convertiría en aquellas fuerzas propias
    tan indispensables para el Príncipe. Los militares fueron
    perdiendo diversas prerrogativas –por ejemplo, la
    anulación del servicio
    militar obligatorio–; se vieron afectados por el recorte
    presupuestario, necesario para controlar el gasto
    público, por lo cual se vieron obligados a enajenar
    algunos de sus inmuebles; y por el cambio de posición
    mundial de la Argentina –la participación en los
    cuerpos de paz de la ONU, el
    desmantelamiento del proyecto del Cóndor II (23)
    .

    El actor empresarial también sufrió la
    negativa del menemismo a negociar de forma corporativa. Esta
    estrategia era característica del gobierno de las zonas
    más atrasadas del país, de donde provenía el
    grueso de la antiélite menemista; en clave
    weberiana es inevitable notar la convivencia de elementos de
    dominación patrimonialistas con otros de la racional
    legal. Las negociaciones tuvieron lugar fuera del espacio
    público, de forma segmentada; convirtiendo al Estado en
    una caja negra donde no todos los inputs tienen la misma
    posibilidad de llegada –lobbies–.
    Paradójicamente, esto no redundó en una
    disminución de las capacidades estatales, más bien
    todo lo contrario, contribuyó a fortalecer el
    núcleo de gobernabilidad en manos del Poder Ejecutivo y el
    sector tecnocrático –en particular durante la
    gestión de Cavallo a la cabeza de Economía. La
    estrategia de negociación, junto con los enclaves
    protegidos por el Estado de algunas áreas industriales
    –el sector automotriz–, van a afectar cualquier
    oportunidad futura de los empresarios para actuar
    corporativamente. Esto se relaciona directamente con el tipo de
    capitalismo
    propiciado desde el gobierno, siguiendo a, un capitalismo
    político:

    …fue organizado desde las élites
    gubernamentales con un fuerte rasgo de decisionismo y en
    función de imperativos de corto plazo y
    de naturaleza esencialmente política.

    (24)

    Los sindicatos, a quienes ya habíamos designado
    como el actor que llegaba con gran poder relativo y mejores
    perspectivas al gobierno menemista, será el actor
    más vapuleado por la negativa del Primer Mandatario a
    aceptar reivindicaciones corporativas –recordemos que cada
    caso se negocia puntualmente. Sin lugar a dudas, el hecho de que
    Menem provenga del peronismo le otorga un mayor margen de
    maniobra, debido al acuerdo tácito entre los gremios al
    tener aún fresco en su memoria el
    descalabro del gobierno de Isabel Perón. Dentro del campo
    sindical, las posiciones con respecto a las reformas no eran
    unívocas. El sector que había estado ligado a Menem
    desde la interna de 1988 –siguiendo a NOVARO y PALERMO
    (1996), colaboracionistas– se veían a sí
    mismos como parte integrante de la transformación. Era el
    actor más propenso a entablar negociaciones con el
    gobierno. Aunque cobrarían un precio
    bastante alto por los intercambios, Menem podía contar con
    su fidelidad a pesar de no satisfacer la totalidad de sus
    demandas. Entre ellos se encontraban Cavalieri (Empleados de
    Comercio),
    Triaca (Trabajadores del Plástico),
    García (Taxista) y Rodríguez (SMATA). Otra
    facción era la encabezada por Lorenzo Miguel.
    Seguían siendo fieles a la estrategia de Vandor: mantener
    la distancia necesaria con el gobierno para poder golpear o
    negociar cuando lo considerase más conveniente. Su postura
    podría casi calificarse de extorsiva. Esta conducta estaba
    propiciada por la existencia de un tercer sector caracterizado
    por la oposición a ultranza a las medidas reformistas. No
    es casual que aquí se encuentren los gremios más
    afectados por el proceso de privatizaciones y de reforma del Estado. La
    estrategia era golpear, no podían llegar a entablar
    negociaciones con el gobierno, lo que hubiera sido visto por sus
    bases como una claudicación.

    Tal vez sea en las relaciones con el poder
    legislativo donde mejor se pueda apreciar la habilidad de
    Menem para imponer sus reformas. Es en este marco en el cual se
    sustentarán, principalmente, las críticas a su
    ejecutivismo (25) . Se pueden constatar dos etapas distintas en
    dicha relación. La primera, desde su asunción hasta
    los primeros éxitos del Plan de Convertibilidad, es
    característica de las situaciones de crisis. La
    concentración de poder en el Ejecutivo es posible gracias
    a la demanda generalizada de gobernabilidad expeditiva. El
    Congreso actúa como un mero "sello de goma" (26) , esto
    implica la ratificación sin debate de los
    proyectos
    iniciados por el Ejecutivo. Recordemos que fue parte del acuerdo,
    para la salida presurosa de Alfonsín, la obligación
    de la UCR de brindar el quórum necesario, hasta la
    asunción de los nuevos legisladores. En la segunda etapa,
    el Congreso logra recobrar una incidencia mayor en la
    legislación reformista – por ejemplo la reforma del
    sistema previsional –. De todas formas, siguiendo a PALERMO
    (1995), el método del
    silencio parlamentario fue el más utilizado. Hay ciertos
    decretos de necesidad y urgencia (DNU) (27) que no fueron
    convalidados; esto afecta, principalmente, cuando la
    ratificación es imprescindible, en aquéllos que
    tienen por objeto el establecimiento de nuevas reglas de juego, las
    cuales por definición, necesitan perdurar en el
    tiempo.

    En los años analizados, la lógica de
    gobierno –oposición, planteada en la
    administración de Alfonsín, se transforma en
    una lógica gobierno– partido de gobierno. Esto se
    puede ilustrar con análisis comparativo, como el que
    realiza MUSTAPIC y FERRETTI (1995), entre Menem y
    Alfonsín, con respecto a la utilización de los
    vetos. El veto parcial era un instrumento para–
    constitucional, no contemplado en la Constitución de 1853 –aunque luego
    incluido en la reforma del ‘94– que otorga al
    Ejecutivo mayores prerrogativas, permitiendo la
    promulgación de la parte aprobada del proyecto de ley,
    sí y sólo sí, ésta no altera su
    espíritu. Esta herramienta afecta la posibilidad de que
    surjan en el Parlamento líderes de bancada que puedan
    negociar entre sí, dándole al Ejecutivo la
    última palabra, debido a la dureza de los requisitos de
    insistencia – dos tercios de cada Cámara –.
    Menem utilizó este recurso también como una manera
    de disciplinamiento de su propio partido, necesario debido a la
    lógica imperante explicada anteriormente. A diferencia de
    los vetos parciales, el empleo de los DNU ni siquiera tomaba en
    cuenta al Congreso como arena decisoria. En este tema existen en
    la literatura
    opiniones encontradas, particularmente, en lo que respecta al
    espíritu que guiaba a Menem en su aplicación. Para
    FERREIRA RUBIO y GORETTI (1996), es clara la intención de
    querer gobernar por decreto, más allá de las
    restricciones legales. Personalmente, nos permitimos coincidir
    con MAURICH (1995) en lo tocante al exacerbado voluntarismo de
    dicho enfoque. Pareciera olvidar el trasfondo del sistema
    presidencialista de nuestro país, junto con la
    tradición de un Ejecutivo fuerte desde los tiempos de
    Alberdi: "un rey con nombre de presidente".

    Creemos poder encontrar en el Pacto de Olivos a una de
    las acciones más virtuosas, desde la lógica de
    Maquiavelo; ya que le permitió a Menem desarticular al
    principal partido opositor, obtener la posibilidad de ser
    reelecto, y todo esto por el módico precio de reformas
    formales que hasta el día de hoy no son más que
    letra muerta. Sin embargo, debemos reconocer la importancia que
    tiene el consenso para la posterior legitimidad de una reforma
    – a diferencia de intentos anteriores –; desde este
    punto de vista, el Pacto de Olivos fue un medio más que
    justificado por su fin.

    CONCLUSIONES

    Más allá de la evaluación
    valorativa de las acciones de gobierno de Menem y las
    políticas implementadas, hay que reconocer que existe en
    el país un gran consenso con respecto al régimen
    democrático –sin desconocer que la coyuntura
    internacional también lo respalda. Las reformas de
    shock pueden equipararse al buen uso de las crueldades que
    menciona Maquiavelo:

    …bien usadas pueden llamarse a aquellas
    crueldades (si del mal es lícito hablar bien) se hacen
    de golpe por la necesidad de afianzarse en el poder…

    (28)

    Si bien nos podríamos preguntar cuán
    pertinente sea un análisis de su gestión con las
    categorías maquiavelianas, debido a las importantes
    diferencias de contexto, las encontramos sumamente actuales a
    nivel teórico. En particular a lo referente a las
    adaptaciones de Menem a los cambios de fortuna. empresa harto
    complicada, como bien lo señalaba Maquiavelo.

    Creo, también que triunfa el que acomoda su
    manera de proceder a las circunstancias del momento, e
    igualmente fracasa quien en su proceder entra en desacuerdo con
    ellas. […] no existe hombre tan prudente que sepa adaptarse a
    esta norma, ya sea porque no pueda desviarse de aquello a lo
    que le inclina su propia naturaleza, ya porque, habiendo
    triunfado avanzando siempre por un mismo camino, no puede ahora
    persuadirse a sí mismo de la conveniencia de alejarse de
    él.
    (29)

    Aunque Menem se ajusta bastante al modelo de
    Príncipe ideal, creemos que Maquiavelo le
    recordaría que:

    …la mejor fortaleza que puede existir es no ser
    odiado por el pueblo…
    (30)

    No obstante el grado de discrecionalidad con el que se
    manejó el Presidente haya sido altísimo, estimamos
    que su ejecutivismo no puede ni debe ser analizado a corto plazo.
    Es imprescindible, en esta empresa, tomar en consideración
    al paso del tiempo a fin de observar cuán afectadas
    resultaron las instituciones. ¿Cómo se
    utilizarán, en épocas de normalidad, las herramientas
    que luego de la reforma tiene a su disposición el poder
    Ejecutivo? ¿Qué grado de reacción
    tendría en dicha situación la sociedad civil?
    ¿Cuán afectado quedará el sistema de
    partidos? ¿Cuál es la factibilidad actual de una
    alternancia en el poder? ¿Cómo sería
    percibida y cuáles serían sus costos?

    Sostenemos que las circunstancias que rodean las
    elecciones presidenciales de 1999 serán esclarecedoras al
    respecto. En particular, en lo referente al respeto de las
    reglas del juego y la Constitución, en la lógica
    gobierno oposición, en el fortalecimiento de la sociedad
    civil, en el aumento de la intensidad de la ciudadanía, y por último, pero no
    menos importante, en el resurgimiento de un Poder Judicial
    independiente que garantice a todos la efectividad de la
    ley.

    La pregunta –tememos que retórica–
    que subyace a lo aquí analizado, es la siguiente:
    ¿ha habido algún ejemplo histórico que haya
    encarnado el ideal maquiaveliano? ¿O debemos simplemente
    suponer que uno de los pragmáticos más conocidos de
    la Historia, no es
    más que otro idealista?

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    Notas

    1. Utilizaremos el término en su idioma original
      para distinguirlo de la acepción cristiana de virtud,
      quitándole así la connotación moral que
      ésta ostenta en su uso cotidiano.
    2. MAQUIAVELO, p.191.
    3. BOBBIO et al., p.1338.
    4. NOVARO y PALERMO (1996), p.18.
    5. Es interesante la interpretación de HIRSCHMAN (1984) con
      respecto a este último fenómeno, al considerar a
      un cierto nivel de inflación controlada como una arena
      pacífica de conflictos
      distributivos y su colaboración al mantenimiento de esta matriz.
    6. BRESSER PEREIRA et al (1995), pp. 19 –
      20.
    7. NOVARO y PALERMO (1996), p. 235.
    8. MAQUIAVELO (1990), P. 129.
    9. citado en BANCO
      MUNDIAL (1993). La adaptación es
      nuestra.
    10. O’DONNELL (1997), p.2.
    11. MAQUIAVELO (1990), P. 145.
    12. Para un tratamiento más exhaustivo de la
      relación Estado– empresarios v. SIDICARO en TIRADO
      (1994).
    13. MAQUIVELO (1991).
    14. SIDICARO (1995), pp. 127 – 128.
    15. MAQUIAVELO (1990), pp. 190 – 191.
    16. NUÑEZ (1991), p. 50 – 51 –
      52.
    17. citado en NUN (1995), pp.86 – 87.
    18. NOVARO y PALERMO (1996), p. 520.
    19. citado en NOVARO y PALERMO (1996), p.
      340.
    20. NOVARO y PALERMO (1996), p. 517.
    21. MAQUIAVELO (1990), p. 211.
    22. MAQUIAVELO (1990), p. 179.
    23. "…fue básicamente el producto de
      una imposición. No fue el producto de una
      adaptación mutua. Aunque tampoco fue el producto de una
      aplicación directa de la fuerza, las sanciones
      públicas o encubiertas que hubieran sido generadas
      contra la Argentina si su gobierno hubiera persistido con el
      Cóndor 2 eran, dada la vulnerabilidad del país un
      poderoso disuasivo…" ESCUDE (1995), pp. 37 –
      38.
    24. NOVARO y PALERMO (1996), p. 461 –
      462.
    25. En el presente trabajo seguimos la distinción
      de MAURICH (1995) entre ejecutivismo y decisionismo:
      "…ejecutivismo, estilo de gobierno done el decretismo
      sería una de las herramientas con las que cuenta y a las
      cuales recurre el titular del Ejecutivo para poder gobernar en
      una compleja convivencia con el resto de los actores
      políticos.[…] un estilo […] decisionista es un
      ‘modo’ de gobierno que en forma autocrática
      y discrecional resuelva todas las cuestiones públicas
      sin excepción, reforzando las atribuciones del poder
      ejecutivo en detrimento de otros órganos de
      gobierno…"
    26. MOLINELLI (1995), p. 4.
    27. "…el presidente se autoatribuye facultades propias
      del Congreso, sin que […] medie delegación ni
      autorización ni consentimiento previo." FERREIRA RUBIO y
      GORETTI (1996), p. 449.
    28. MAQUIAVELO (1990), p. 158.
    29. MAQUIAVELO (1990), pp. 222 – 223.
    30. MAQUIAVELO (1990), p. 209.

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    Florencia Misino // Julieta Suarez
    Cao

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