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Neoliberalismo y Exclusión




Enviado por Rubén Dri


     

    Marshall Berman, en su clásico Todo lo
    sólido se desvanece en el aire
    , no sólo
    reivindica la capacidad de oposición y hasta de
    transformación social por parte de los hombres y mujeres
    modernos sino también critica a todos aquellos que,
    encargados de diagnosticar la modernidad,
    consideran a los procesos
    modernizadores (económicos y sociales) como pura
    "reificación" (1).

    Tales apreciaciones pueden impactarnos de dos maneras.
    Cuando analizamos nuestra modernidad decimos, entre otras cosas,
    algo así: "la fragmentación de las identidades de
    clase, la
    crisis de los
    sistemas de
    bienestar, la desocupación estructural, el individualismo
    negativo, el egoísmo, y la incredulidad con respecto a los
    grandes relatos, son sus elementos constitutivos". De aquí
    se deduce el primer impacto: las reivindicaciones de Berman nos
    parecen utópicas y las deshechamos.

    Sin embargo, también sentimos preocupación
    por la idea emancipatoria propuesta por él, y nos
    preguntamos: ¿qué sentido tiene diagnosticar
    críticamente la modernidad si no va acompañada del
    deseo de modificarla?; y si esto es así: ¿no
    implica este deseo personal
    también una creencia en los sujetos para enfrentarse, con
    recursos y
    poderes, a nuestro diagnóstico crítico?.

    Con estas preguntas de fondo, indagaré
    cómo influyen los procesos modernizadores en el fin del
    siglo XX –económicos, políticos y
    socio–culturales, agrupados bajo el modelo
    neoliberal– sobre el problema de la
    exclusión.

    El trabajo se
    estructura en
    tres partes. En la primera me aproximo a los términos
    neoliberalismo
    y exclusión e indico un modelo teórico–formal
    para el estudio del modelo neoliberal. En la segunda, describo,
    de manera breve y esquemática, algunos rasgos que
    considero centrales del neoliberalismo y concluyo con un resumen
    de las principales tendencias que dinamizan al desarrollo
    capitalista. En la tercera y última, menciono posibles
    "tipos de exclusiones" –en la economía, en la
    política y
    en el ámbito socio–cultural–, como
    conclusión de este trabajo.

    1. Marco
    Teórico

    1.1.
    Conceptos

    Una dificultad para definir al neoliberalismo y a la
    exclusión radica en que hay varios neoliberalismos y
    varias exclusiones. No es lo mismo el "neoliberalismo argentino"
    que el "inglés"
    (2); y, por otra parte, decimos que el obrero, el inmigrante,
    la mujer, el
    viejo, el desocupado, el "villero", y otros muchos, sufren
    algún tipo de exclusión. Además, las
    vinculaciones entre los términos son múltiples: el
    lugar en la estructura
    social de un desocupado no es el mismo en Argentina que en
    Inglaterra porque
    difieren, entre otras cosas, por los alcances de la seguridad
    social garantizada por el
    Estado.

    Sin negar estas dificultades, debemos, no obstante,
    simplificarlas.

    Una forma de arribar a nuestro objetivo
    –lograr una aproximación a los términos
    neoliberalismo y exclusión–, puede ser si partimos
    de una definición de Claus Offe acerca de lo que se
    considera que tiene importancia política en un momento y
    en una sociedad
    determinada. Dice Offe:

    "en cualquier momento y en cualquier sociedad dada,
    hay siempre una configuración hegemónica de los
    temas que, en general, se considera que merecen tener prioridad
    y ser tratados
    como centrales, y respecto a los que se mide ante todo el
    éxito
    y el progreso político, mientras que otros quedan
    marginados o se consideran como completamente extraños a
    la política" (3).

    Si concordamos con esta definición, entonces,
    para aproximarnos al neoliberalismo deberíamos indicar
    qué temas aparecen como prioritarios y centrales bajo esta
    formación social. Contrariamente, la exclusión
    sería aquello que es, precisamente, "excluido" del campo
    de lo tematizado en él.

    Aceptaremos que el neoliberalismo, según se
    desprende de innumerables trabajos de la teoría
    social y política, es hegemónico desde los
    años ochenta a escala mundial; y
    que se caracteriza por tres "tipos de políticas"
    fundamentales: la política
    económica se orienta hacia la oferta y hacia
    la expansión de mercado de
    bienes y
    capitales, la política gubernamental se orienta a reducir
    la importancia de la
    administración en aquellas áreas consideradas
    irrelevantes para la continuidad del desarrollo capitalista, y la
    política cultural se orienta hacia la crítica
    de los valores
    "posmateriales", como la autonomía y la
    autorrealización, y cultiva, como dice Habermas, los
    valores
    tradicionales del patriotismo, de la ética
    convencional, de la familia, y
    de la cultura
    popular (4).

    Ahora bien, desde el punto de vista de la
    exclusión, ¿cómo saber que es lo no
    tematizado por dichas políticas?. Considero que manera
    útil es averiguar cuál era el espacio de
    tematización anterior al neoliberalismo, digamos en el
    modelo de Bienestar, y confrontarlo con las
    características del actual espacio, a fin de deducir que
    pasa a ser excluido en este último en relación al
    anterior.


    1.2. Modelo de
    trabajo

    Una forma interesante para describir al neoliberalismo
    es integrar sus distintos elementos constitutivos bajo un modelo
    global de estudio. Estimo que los trabajos de Habermas y Offe
    acerca del capitalismo de
    organización pueden ser útiles a la
    tarea (5).

    Según Habermas, el estudio de una
    formación social debe captar la conexión entre la
    integración sistémica (operaciones con
    que el sistema procura
    reducir la complejidad de su ambiente) y la
    integración social (sistema de instituciones
    en que se socializan los sujetos). Offe, por su parte, observa
    que existen tres principios
    básicos de la sociedad: el sistema económico, el
    político y el socio–cultural. Veamos sus
    contenidos:

    a) El sistema económico es el más
    importante y se refiere al intercambio de bienes en el mercado.
    Requiere input en trabajo y capital; el
    output consiste en valores consumibles.

    b) El sistema
    político incluye a las decisiones gubernamentales
    (racionalidad) y a los requerimientos de lealtad de las masas
    (legitimidad).

    Cuando el estado
    interviene en las fallas del mercado autorregulado
    –capitalismo organizado (6)– las crisis
    económicas se trasladan al sistema político como
    crisis de racionalidad. La racionalidad del sistema
    político, entonces, es el output del sistema
    político y consiste en cumplir los imperativos de
    autogobierno que recibe del sistema económico.

    La legitimidad del sistema político es muy
    compleja y sólo puedo detenerme en dos
    aspectos.

    Es el input del sistema político y consiste en
    alcanzar una lealtad de masas lo más difusa posible a
    través de la no–participación y de los
    mecanismos de la democracia
    formal. Esto es así, observa Habermas, porque el sistema
    político debe impedir la tematización de la
    generación de plusvalía en manos privadas de una
    producción socializada.

    Pero el sistema político depende del output del
    sistema socio–cultural. Es en éste donde se "acepta"
    o se "pone en dudas", por decirlo de alguna manera, la
    legitimidad del sistema político y, por derivación,
    del económico.

    c) En el sistema socio–cultural el input es el
    output del sistema económico y del político.
    Respecto al output, como dije, me detendré solamente en
    las motivaciones políticas (aceptación /rechazo),
    elemento central de la legitimidad política.

    En resumen:

    Integración (7)

    Sistemas Sistémica
    Social

    Económico Intercambio
    ––––––––––––––––

    Político Racionalidad
    Legitimidad

    Socio-Cultural
    ––––––––––––––––––
    Motivaciones Políticas

    2. Características del
    modelo neoliberal

    Si aceptamos acríticamente lo señalado en
    el Marco
    Teórico, podemos pasar a describir algunos aspectos
    sobresalientes del neoliberalismo en cada uno de los sistemas, a
    partir de una selección
    de autores reconocidos de la teoría política y
    social, formular algunas hipótesis sobre las relaciones entre los
    distintos sistemas, y concluir con un posible modelo de
    desarrollo capitalista.

    2.1. Sistema
    Económico

    Existe consenso en señalar que el neoliberalismo
    impone una economía de mercado tanto interna, a
    través de la liberalización de precios y de
    mercados, como
    externa, basada en la apertura comercial y financiera. De esto se
    deduce que se orienta hacia la oferta, considerando que la
    inversión es el motor de la
    economía, y defiende una política económica
    basada en el recorte de gastos y en la
    reducción de las tendencias inflacionarias. Finalmente, en
    las relaciones capital–trabajo, el primero se erige en el
    factor excluyente en la generalización de recursos y
    el trabajo se
    reorganiza alrededor de la flexibilidad del salario conforme
    a sus pautas, hecho que impone la necesidad de neutralizar a los
    carteles sindicales y la reducción de la clase obrera,
    como realidad político–organizativa, a mera fuerza de
    trabajo, como agregado de individuos (8).

    2.2. Sistema
    Político

    2.2.1. Racionalidad

    De acuerdo a lo señalado en el Marco
    Teórico, la racionalidad se subordina a la
    economía. Según Offe, puede ser de dos tipos. La
    subordinación ¨positiva¨ cuando el sistema
    administrativo crea las mejores precondiciones oportunas para el
    desarrollo
    económico; la ¨negativa¨ cuando la administración ¨se relaciona con el
    sistema económico capitalista de un modo que les limita y
    aisla de dicho sistema económico¨ (9).

    Tomemos como ejemplo al Estado de Bienestar. Offe
    señala que la intervención externa derivada de los
    procesos de socialización ¨disparados¨ por el
    desarrollo capitalista, imposibles de compensarse por mecanismos
    de intercambio, generó un ¨desplazamiento¨ de la
    subordinación positiva a la necesidad de un tipo de
    subordinación negativa –menor
    intervención–, dados los problemas de
    auto–obstrucción acumulativa (o problemas de
    ¨segundo orden¨, es decir políticos) como, por
    ejemplo, las crisis fiscales o la irracionalidad de las
    decisiones en el ámbito
    burocrático–administrativo.

    De acuerdo a las características del sistema
    económico neoliberal antes indicadas, podría
    decirse que el tipo de subordinación necesaria
    sería ¨plenamente negativa¨, ya que el mercado es
    el regulador por excelencia y que se crítica
    ideológicamente a cualquier intervención
    pública falta de valor para el
    proceso de
    acumulación.

    Esta hipótesis, por
    cierto, debería corroborase empíricamente, por
    ejemplo, a partir de los dos tipos de intervención del
    Estado en la Economía indicados por Habermas: la que
    mejora las condiciones de inversión (fortalece la competitividad
    nacional, se encarga del consumo
    improductivo, y orienta los capitales), y la que se destaca por
    sus ¨efectos promocionales¨ (mejoramiento de la
    infraestructura material e inmaterial, incremento de la productividad del
    trabajo, resarcimiento de los costos sociales y
    materiales que
    genera la producción privada). Bajo el neoliberalismo,
    entonces, el tipo de intervención, dados los imperativos
    de la economía neoliberal, diríamos que se aproxima
    al primer tipo.

    2.2.2. Legitimidad

    La legitimidad es un ¨puente¨ entre la
    integración sistémica y social. Incluye los
    requerimientos por obtener una lealtad difusa de las masas (desde
    el punto de vista del sistema político) y depende de las
    motivaciones políticas (desde el punto de vista del
    sistema socio–cultural). Aquí me centraré en
    el primer aspecto.

    Cómo logra una formación social lealtad de
    las masas es enormemente complejo. Simplificaremos el asunto
    viendo primero al Estado de Bienestar.

    Habermas sostiene que este tipo de Estado puede evitar
    la politización de la generación de
    plusvalía a través de la
    ¨despolitización pública¨, es decir a
    partir del privatismo político. Esto se logra a cambio de
    recompensas al sistema social centradas en dinero,
    tiempo y
    seguridad. Como
    observa Offe, este presupuesto
    sociológico (trabajo y consumo, entre otros)
    absorbería las aspiraciones de las mayorías con lo
    que la participación política y los
    conflictos
    clasistas tendrían un significado marginal. Mucho se
    hablo, en este período, de la sociedad de consumo,
    opulenta, de la crisis de la conciencia de
    clase obrera, etc.

    Pero cuando nos referimos al Estado neoliberal la cosa
    se complica. Si el Estado debe evitar la politización de
    la plusvalía (se autonomiza de este problema) pero cuenta
    con menos recursos para recompensarla (subordinación
    negativa hacia la economía) y el presupuesto
    sociológico se ha modificado (desempleo
    estructural, crisis económicas, entre otros, a los que
    luego me referiré), ¿cómo se legitima
    políticamente el modelo?.

    Creo que, dadas las características que venimos
    mencionando, más que una necesidad de legitimarse el
    sistema político debería evitar al máximo
    este requisito. Tomemos el ejemplo de los sistemas de
    representación. Según García Delgado, los
    rasgos más destacados del sistema político son, a
    diferencia del modelo de Bienestar, entre otros: la democracia
    concebida de manera negativa, es decir como ¨equilibrio de
    poderes¨ más que como vehículo de
    transformación social; partidos
    políticos que se caracterizan por la
    desafección ideológica (¨agarra todo¨)
    más que construidos por posicionamientos de clase;
    movilización de masas reemplazadas por la ¨opinión
    pública¨ mediatizada por imágenes
    televisión–; y centralidad de las
    decisiones en tecnócratas antes que en debates
    parlamentarios (10). Si aceptamos estas características
    del sistema político podemos decir que la distancia entre
    representantes y representados se amplía, que la
    política deja de ser una ¨construcción deliberada para el
    futuro¨. Si sumamos, además, el poder en las
    decisiones políticas de los intereses económicos
    –flexibilización laboral, privatizaciones–, y hasta la corrupción
    del político, esta tendencia se amplía aún
    más. Por lo tanto, la hipótesis que proponemos es
    la siguiente: en tanto el sistema político se autonomiza
    (negativamente –crisis de representación y de la
    democracia sustantiva–) en un grado mayor que en el Estado
    de Bienestar podría compensar los requerimientos de
    legitimación –lealtad de las
    masas– cuando el dinero y el
    poder se imponen sobre la seguridad y el empleo
    –falta de recompensas.

    2.3. Sistema
    socio–cultural

    La ¨aceptación¨ o ¨rechazo¨ de
    los ciudadanos al modelo neoliberal radica en este sistema. Es el
    input del sistema político. Sería imposible en el
    marco de este trabajo describir en profundidad los cambios en la
    sociedad y en la cultura y derivar los tipos de ¨motivaciones
    políticas¨ que "aceptan" o "rechazan" al
    neoliberalismo. Por esa razón, como en el punto anterior,
    tomaré sólo algunos aspectos que considero
    sobresalientes.

    Numerosos autores afirman que la estructura social
    responde cada vez menos a clases
    sociales claramente definidas, debido a dos consecuencias: al
    proceso de contracción de la clase obrera producto de
    los avances
    tecnológicos que destruyen el empleo industrial y por
    la expansión del sector de los servicios, por
    un lado, y la emergencia de actores y grupos
    político–culturales cuyos posicionamientos
    funcionales no responden a intereses derivados por ubicaciones
    socio–productivas definidas, por el otro.

    Desde el punto de vista de la cultura se mencionan,
    generalmente, dos aspectos: el individualismo que responde al
    despliegue de los deseos, de electividad, ofrecidos por la
    multiplicación de las ofertas de bienes y servicios cada
    vez más personalizados, y al despliegue del culto al
    cuerpo, del hedonismo y de las actitudes
    narcisistas (11); y los procesos de transnacionalización
    cultural que generan una relatividad de la propia cultura y el
    descubrimientos de las diferencias, pero también una
    defensa de lo local, de lo regional, y de la propia identidad
    (12).

    Debo dejar de lado el complejo problema de la existencia
    o no de clases. Me interesa indicar, de acuerdo a las
    características mencionadas de la sociedad y la cultura,
    qué derivaciones políticas podemos extraer y hasta
    qué punto ¨rechazan¨ o ¨aceptan¨ al modelo
    neoliberal.

    Tomemos de la estructura social el problema del trabajo,
    el referente básico de la cohesión social
    (Castel).

    Según García Delgado, la sociedad aparece
    conducirse por dos velocidades: los que están
    ¨dentro¨ del mercado de trabajo, capaces de adaptarse a
    los nuevos requerimientos de flexibilidad e iniciativa de las
    empresas
    demandantes de cualidades profesionales (educativas y técnicas),
    y los que está excluidos de poder materializar sus
    capacidades de mercado (13). Unos y otros divergen en sus
    oportunidades vitales, pero también pueden tener intereses
    encontrados: los ¨incluidos¨, que obviamente no es una
    categoría homogénea, pueden desafectarse, como
    señala Merkel, del compromiso por el bienestar general
    (14); los excluidos, en cambio, deben luchar ¨para ser
    explotados¨ y se alejan más y más de cualquier
    ofensiva contra el sistema de exclusión, (en buena medida
    ¨ayudados¨ por el mayor grado de autonomía del
    sistema político –falta de
    representación).

    Pero la estructura también se complejiza por el
    fantasma del desempleo estructural. Para los que tiene empleo,
    como dice Fitoussi, significa el disciplinamiento ya que deben
    aceptar contratos de
    trabajo cada vez más exigentes en el desempeño y cada vez más precarios
    en los beneficios (15); para los que no tienen empleo, en cambio,
    significa el fin del ¨soporte privilegiado de
    inscripción en la estructura social¨, según
    Castel, al posicionar en la ¨desafiliación¨ a
    sujetos que no tienen participación alguna en la actividad
    laboral y que sufren el aislamiento relacional que ello implica
    (16).

    Ahora bien, ¿cómo influye
    políticamente este mosaico de procesos sociales?.
    Podría, por una parte, generar un mayor individualismo de
    tipo negativo, es decir una defensa de lo que se posee por temor
    a perderlo todo y no por mayor autonomía (individualismo
    positivo), y atomizar los intereses que
    ¨funcionarían¨ acordes a la lógica
    del mercado competitivo. Si esto es así, además de
    la apatía política derivada del abismo entre
    representantes y representados, se evitaría una crisis
    política, que requeriría un mínimo de
    solidaridad para
    construir una oposición, y, por lo tanto, los problemas de
    legitimación del sistema político tras la
    contracción de los sistemas de seguridad y los cambios en
    el presupuesto sociológico en comparación con el
    modelo de Bienestar.

    Sin embargo, los recursos de oposición
    continúan vigentes. Los movimientos por el derecho a la
    supervivencia y los movimientos de protesta de los denominados
    ¨nuevos pobres¨ –jubilados, maestros, empleados
    públicos y desempleados– adquieren fuerza. Son, como
    dice Brunner, las trincheras defensivas de la sociabilidad
    comunitaria frente a los avances y las intrusiones del mercado
    (17).

    Pasemos a la cultura. El individualismo positivo
    –autonomía–, según algunos autores, es
    rechazado por "el viejo paradigma de
    la política" estructurado en las dos clases principales
    del modo de producción capitalista. Para los dueños
    del capital, tales actitudes cuestionan los valores tradicionales
    preburgueses (familia, religión, ethos
    puritano); provocan un exceso de expectativas y demandas que
    hacen ingobernable la política; y socavan las
    justificaciones "metapolíticas" como "lo dado" o "lo
    natural" (18). Para la izquierda reformista, por su parte, las
    actitudes individualistas impiden la construcción de una
    "oferta" de programas de
    corte clasista al erosionarse su clientela tradicional,
    imposibilitando pensar la política como
    construcción deliberada y creada colectivamente
    (19).

    Sin embargo, el individualismo positivo puede adquirir
    otros dos sentidos.

    Por un lado, el hedonismo y el narcisismo, tan
    cuestionados por la derecha, podrían derivar en el
    desinterés hacia sus semejantes
    –egoísmo– y en apatía política
    (como en el individualismo negativo en la estructura social). De
    allí que podríamos decir que esto
    facilitaría, paradójicamente para ¨la
    derecha¨, la despolitización y la autonomía del
    sistema político en su "desplazamiento" hacia la
    subordinación negativa en relación a los
    requerimientos del sistema económico.

    No obstante, aquí también debemos
    relativizar esas consecuencias. Algunos autores (desde una
    "izquierda–radical¨) sostienen que los cambios
    culturales pueden adquirir un signo positivo: mayor
    autonomía, responsabilidad y reconocimiento del Otro, del
    diferente, al quebrarse las identidades fijas centradas en la
    nacionalidad,
    en el hogar, en la religión, en la clase, etc. Tales
    actitudes, entonces, podrían ser la base de actitudes
    más solidarias y que posibiliten la construcción de
    grupos capaces de enfrentarse a las tendencias destructoras del
    capital, a las tendencias burocráticas y paternalistas de
    los sistemas de protección, y a las tendencias opresoras
    de la vida cotidiana. Un ejemplo de estas motivaciones de
    oposición son los nuevos movimientos sociales
    (ecologistas, feministas, derechos humanos,
    etc) (20).

    2.4. Dinámica capitalista en el modelo
    neoliberal (Resumen y Conclusiones)

    De acuerdo a las procesos económicos,
    políticos y socioculturales mencionados podemos reemplazar
    los aspectos formales del modelo para el estudio de una
    formación social por sus aspectos sustantivos, como
    sigue:

    Integración

    Sistemas Sistémica
    Social

    Económico Liberalización
    ––––––––––––––––––––––––

    Político "Subordinación Negativa"
    Despolitización

    sin compensaciones

    Sociocultural
    –––––––––––––––––––––––––
    Apatía Política–Egoísmo

    Nuevos Movimientos–Solidaridad

    Según este esquema estaríamos en
    condiciones de indicar un posible modelo de desarrollo
    capitalista bajo el neoliberalismo.

    El neoliberalismo, de acuerdo a lo formulado hasta
    aquí (y sin dejar de tener en cuenta lo relativo de todo
    ello), se asentaría en un proceso de liberalización
    de los mercados (internos y externos) e impondría un tipo
    de "subordinación negativa" a la administración del Estado (interferir lo
    menos posible en el desarrollo económico) como así
    también la necesidad de un mayor grado de autonomía
    en relación a los requerimientos de legitimidad
    política (debido a los efectos negativos que implica la no
    politización de la plusvalía y la
    desafección de los sistemas de bienestar) que
    podría satisfacerse mediante una crisis de
    representación, según nuestra hipótesis. El
    margen de tolerancia de
    este proceso, y principal problema a resolver por esta
    formación social, radica en el sistema
    socio–cultural, en tanto la solidaridad persista como un
    recurso capaz de construir una base de motivaciones
    políticas de oposición (rechazo) contrarias a las
    actitudes egoístas –hedonistas– e
    individualistas negativas que derivarían en apatía
    política, que aquí las tomamos como un posible
    componente de ¨aceptación¨ –en
    términos negativos, por cierto– al
    neoliberalismo.

    3. Neoliberalismo y
    Exclusión

    Hasta aquí hemos presentado "los temas que se
    considera que merecen tener prioridad y ser tratados como
    centrales", según la cita de Offe indicada en el inicio
    del texto, bajo el
    modelo neoliberal. Y son: la mercantilización generalizada
    en la economía, la contracción de los sistemas de
    bienestar y la autonomización del sistema político.
    Esto es lo prioritario para esta formación social. Las
    consecuencias para el sistema socio–cultural son: en la
    sociedad: desempleo estructural y atomización social; en
    la política: crisis de representación
    política; y en la cultura: individualismo negativo y el
    egoísmo, generadorores de apatía política.
    Finalmente, su límite es la solidaridad como recurso de
    oposición en grupos afectados, ya sea por la
    degradación material o por reclamos de corte
    "posmaterial".

    También dijimos que lo no tematizado es lo
    excluido, y que debemos averiguarlo en relación al modelo
    de bienestar.

    Por todo lo dicho, el modelo neoliberal excluye,
    según lo visto hasta aquí:

    • En lo económico:

    – fortalecimiento de la demanda,

    – la
    organización política de la fuerza de
    trabajo

    • b) En lo político:

    1. Racionalidad

    * sistemas de bienestar,

    * intervención pública falta de
    valor

    2. Legitimidad

    * democracia sustantiva

    • c) En lo Socio–Cultural:

    – pleno empleo,

    – y todas las consecuencias desagradables de a) y
    b)

    3.1.
    Conclusiones

    Ahora bien, todas estas exclusiones sociales, o
    quizá habría que llamarlas personales porque
    afectan de un modo u otro a cada uno de los sujetos de una manera
    en particular, constituyen lo que queda (o que por lo menos se
    intenta que quede) fuera del espacio de tematización del
    modelo. Son los tipos de exclusiones que caracterizan al modelo
    neoliberal.

    Sin embargo, como dije al final del apartado anterior,
    esta configuración hegemónica se enfrenta con
    recursos de oposición centrado en actitudes solidarias
    capaces de enfrentarse al poder y al dinero, aunque aquí
    las he presentado como algo solamente marginal. En tanto estas
    persistan, el riesgo de la
    inversión total, es decir la marginación y la
    exclusión como cuestiones definitivamente no
    políticas, será sólo una provocativa
    utopía.

    Finalmente, este recorrido excesivamente comprimido y
    relativo, ya que no toma en cuenta la realidad de los casos
    nacionales, no nos impide pensar que muchas de las cosas
    formuladas aquí se aproximan bastante a las
    políticas que se vienen adoptando en la Argentina
    democrática de los noventa.

    Notas

    1. Marshall Berman, Todo lo sólido se desvanece
      en el aire. La
      experiencia de la modernidad (1982), Buenos Aires,
      Siglo XXI, 1989.
    2. Este problema fue observado en una
      conversación personal con el profesor
      Atilio Borón.
    3. Claus Offe, Partidos Políticos y Nuevos
      Movimientos Sociales (1988), Madrid,
      Sistema, 1996, pag.169
    4. Véase Jürgen Habermas, "La crisis del
      Estado de Bienestar y el agotamiento de las energías
      utópicas", Ensayos
      Políticos (1981), Barcelona, Península,
      1994.
    5. Me refiero a: Jürguen Habermas, Problemas de
      legitimación en el capitalismo tardío (1973),
      Buenos Aires, Amorrortu, 1995 (Capítulo 2: "Tendencias a
      la crisis en el capitalismo tardío"); y, Claus Offe,
      Contradicciones en el Estado de Bienestar (1988), Madrid,
      Alianza, 1990 (Capítulo 1: "La crisis en el canejo de la
      crisis: elementos para una teoría de la crisis
      política" –1973–).
    6. Según Habermas, el capitalismo organizado o
      regulado por el Estado se refiere a dos clases de
      fenómenos: a) al proceso de concentración de
      empresas y a la organización de los mercados de bienes y
      capitales y de trabajo; b) al hecho de que el Estado interviene
      en las crecientes fallas de funcionamiento del mercado. Si lo
      primero puso fin al capitalismo de competencia, lo
      segundo puso fin al capitalismo liberal. J. Habermas, op. cit.,
      pp. 49–50.
    7. Véase el cuadro realizado por Habermas, op.
      cit., pag. 63. Allí Habermas analiza las cuatro posibles
      tendencias a la crisis en el capitalismo organizado: crisis
      económica, crisis de racionalidad, crisis de
      legitimación y crisis de motivación. En este último punto,
      Habermas enumera una gran cantidad de variables
      para su estudio. Nosotros sólo nos detendremos en las
      motivaciones políticas que "aceptan" o "rechazan" al
      neoliberalismo. Según Habermas, el capitalismo
      organizado o regulado por el Estado se refiere a dos clases de
      fenómenos: a) al proceso de concentración de
      empresas y a la organización de los mercados de bienes y
      capitales y de trabajo; b) al hecho de que el Estado interviene
      en las crecientes fallas de funcionamiento del mercado. Si lo
      primero puso fin al capitalismo de competencia, lo segundo puso
      fin al capitalismo liberal. J. Habermas, op. cit., pp.
      49–50.
    8. Véase entre muchos otros: Norbert Lechner, "El
      debate sobre
      Estado y Mercado", Nueva Sociedad, Nro121,Setiembre/Octubre de
      1992; Eric Hobsbawm, Historia del Siglo XX
      (1994), Barcelona, Crítica, 1995 (En especial,
      capítulos IX: "La edad de oro" y XIV:
      "La década de crisis"); John Kenneth Galbraith, Historia
      de la Economía (1989), Barcelona, Ariel, 1993 (En
      especial, capítulo XIX: "Pleno mediodía"); y
      Andrés Bilbao, Obreros y Ciudadanos. La
      desestructuración de la clase obrera (1993), Madrid,
      Trotta, 1995 (En especial, capítulo 2: "Crisis y
      reorganización de la fuerza de trabajo").
    9. C. Offe, op, cit., pag. 46.
    10. Daniel García Delgado, Estado y Sociedad. La
      nueva relación a partir del cambio estructural, Buenos
      Aires, Tesis Norma, 1994 (Capítulo 3: "Del Movientismo a
      la democracia liberal")
    11. Véase Gilles Lipovetsky, La era del
      vacío (1983), Barcelona, Anagrama, 1995 (En especial la
      Introducción y ¨Narciso o la estrategia del
      vacío¨)
    12. Respecto a esta contradicción, dice Alain
      Touraine: "Una parte de nosotros mismos se baña en la
      cultura mundial, mientras que otra, privada de un espacio
      público en que se formen y apliquen normas
      sociales, se encierra, ya sea en el hedonismo, ya en la
      búsqueda de pertenencias inmediatamente vividas",
      ¿Podemos Vivir Juntos?. El destino del hombre en la
      aldea global (1997), Buenos Aires, Fondo de Cultura
      Económica, 1997.
    13. Este término pertenece a Anthony Giddens. Con
      él se refiere "a todas las formas de atributos
      relevantes que los individuos puedan aportar a la negociación" (en el mercado), La
      estructura de clases en las sociedades
      avanzadas (1979), Madrid, Alianza Universidad,
      1989, pag.117.
    14. Véase Wolfgang Merkel, ¿Final de la
      socialdemocracia? Recursos de poder y
      política de gobierno de los
      partidos socialdemocrátas en Europa
      Occidental, Valencia, Edions Alfons el Magnanim, 1995, Primera
      Parte.
    15. Jean–Paul Fitoussi, "El lado oscuro de la
      democracia", entrevista
      realizada por Olga Viglieca, Diario Clarín,
      19/04/98.
    16. Robert Castel, La
      metamorfosis de la cuestión social (1995), Buenos
      Aires, Paidós, 1997.
    17. José Brunner, "La libertad de
      los Modernos: una visión desde la sociología", Santiago de Chile, FLACSO,
      Nro.16, Diciembre de 1991, p. 51, indicado por García
      Delgado, op. cit., p. 194.
    18. Véase el clásico texto de Daniel Bell,
      Las contradicciones culturales del capitalismo (1976), Madrid,
      Alianza, 1994 (En especial, "Introducción. La
      separación de ámbitos: exposición de temas").
    19. Véase W. Merkel, op. cit.
    20. Véase entre muchos otros: Ernesto Laclau y
      Chantal Mouffe, Hegemonía y Estrategia Socialista. Hacia
      una radicalización de la democracia, México, Siglo XXI, 1985; José Nun,
      La rebelión del coro, Buenos Aires, Nueva Visión,
      1989; Clauss Offe, Partidos Políticos y Nuevos
      Movimientos Sociales, op. cit.

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    Commons

    Hernán Javier Marturet*

    *(Lic. en Ciencia
    Política, UBA, 1995)

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