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La protesta agrorrural en la Argentina




Enviado por Norma Giarracca


    *Con la colaboración de Pablo Lapegna y Ana M.
    Weinstock (1).

    INTRODUCCIÓN

    Durante la década que va de 1991 a 2001, la
    mayoría de las regiones de la Argentina registró
    una fuerte expansión de la conflictividad social. A los
    reclamos históricos de un "interior" postergado en la
    etapa "modernizadora" se sumaban las nuevas demandas originadas
    por la aplicación de las políticas
    neoliberales que restringían y anulaban derechos sociales de la
    población. Con algunas excepciones, que
    veremos más adelante, las protestas se originaron por la
    pérdida de derechos sociales activada por las
    políticas de corte neoliberal.

    En efecto, el rasgo más significativo de la
    protesta de los noventa fue el tipo de reclamo que la
    caracterizó. Las demandas de las miles de protestas
    sociales registradas en la década están fuertemente
    orientadas a preservar derechos sociales adquiridos durante el
    siglo XX (condiciones de trabajo,
    salarios dignos,
    educación
    pública, etc.), preservar pequeños patrimonios
    familiares (como en los casos de pequeños y medianos
    empresarios agrarios o industriales amenazados por las deudas),
    demandar un ingreso mínimo frente a la pérdida del
    trabajo remunerado (la lucha de los desocupados),
    etcétera. En general son protestas de "defensa" y
    "preservación" frente al avance de las políticas
    "expropiatorias" del neoliberalismo, y en muy pocas ocasiones estas
    acciones
    colectivas estuvieron relacionadas con la expansión de
    nuevos derechos o con la conquista de nuevos espacios
    políticos o ciudadanos.

    Para mostrar algunos aspectos de la protesta de la
    década en el interior del país tomaremos el
    año 1999, para el que contamos con un mapa completo de las
    distintas regiones (respecto del resto de la década
    contamos con una base de datos
    por muestreos regionales, ver Giarracca, 2001). La base, con
    registros de
    periódicos provinciales, se construyó tomando dos
    criterios: que las acciones las desarrollaran sujetos agrarios
    (campesinos, agricultores en general, trabajadores agrarios o
    agroindustriales) en cualquier territorio del país
    incluida la Ciudad de Buenos Aires; y
    acciones de protesta de otros sujetos sociales en territorios de
    bajo nivel de urbanización, hasta las llamadas ciudades
    intermedias. Este último criterio se tomó sobre el
    supuesto de que en tales ciudades la influencia de las crisis de los
    sectores agrarios y extractivos tuvo consecuencias sociales de
    gran consideración. Estas pequeñas ciudades,
    además, desarrollaron muchos aspectos que las acercan a la
    "nueva ruralidad". Son asentamientos de productores y mano de
    obra agraria, sus servicios
    están dirigidos al campo, etcétera.

    La protesta de 1999, de carácter agrorrural, se enmarca en la
    protesta nacional de toda la década y forma parte de lo
    que conceptualizamos como un "ciclo de protesta" (Tarrow, 1997)
    que finaliza con los acontecimientos del 19 y 20 de diciembre en
    la Ciudad de Buenos Aires. Desde allí comienza, a nuestro
    juicio, otra etapa, donde la Ciudad de Buenos Aires y el Gran
    Buenos Aires son los territorios que juegan como centros de
    atención mientras que el interior entra en
    un período de transición. Tanto las nuevas
    condiciones de producción por la devaluación, como los nuevos discursos y
    prácticas políticas generados a partir del 19 y 20
    de diciembre, sitúan al interior en forma diferenciada, y
    por ahora sólo pueden arriesgarse hipótesis al respecto.

    Durante toda la década el país estuvo
    atravesado por una serie de protestas sociales dirigidas
    básicamente al Estado en sus
    manifestaciones nacionales, provinciales y municipales.
    Recordemos que a partir de 1991 se había puesto en marcha
    el Plan de
    Convertibilidad que ataba el peso nacional al dólar y que
    fue acompañado por la desregulación total de la
    economía,
    un proceso muy
    amplio de privatizaciones de las empresas
    públicas de servicios y de extracción de petróleo, y un fuerte proceso de
    flexibilización de las condiciones de trabajo. Si bien las
    protestas se hacen sistemáticas y se tornan de rutina en
    el interior, todo el territorio nacional es el gran escenario, y
    la ciudad capital
    presencia protestas propias y recibe las ajenas como el lugar
    significado por el poder estatal
    de la Nación.

    Haremos una rápida caracterización de la
    protesta nacional de la década en base a los datos generados
    por la Consultora de Investigación
    Social Independiente (CISI) que registró todo el
    período. De esos datos podemos concluir que la cantidad de
    "expresiones de conflictos"
    registrada durante toda la década sobrepasó los
    1.000 anuales.

    En efecto, estos datos demuestran que de 1.004 casos en
    1991 se pasó al pico máximo de la década,
    2.121, en 1995 (año de la reelección de Carlos
    Menem), siendo
    1996 el año de registro
    más bajo, y luego se dibuja una curva ascendente hasta
    trepar cerca de 2.000 expresiones de protesta en los
    últimos años de la década. El informe nos dice
    que estos conflictos comenzaron con un gran peso de los gremios y
    sindicatos y
    luego fueron virando a actores sociales no agremiados ("vecinos",
    "desocupados", etc.). Las "huelgas" fueron acotadas aunque con
    paros generales más largos (pasaron de 24 a 48 hs). De las
    grandes movilizaciones se pasó a la toma de calles,
    puentes, rutas, caravanas de protesta, y en la década
    aparecieron las nuevas "formas de protesta" como "escraches",
    "encadenamientos" y "actos simbólicos". En términos
    gremiales, la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) aparece
    después de 1996 como un actor importante, y el conflicto se
    desplaza, siempre en términos cuantitativos, del Gran
    Buenos Aires y Córdoba a la Capital Federal y Jujuy. Un
    aspecto importante del trabajo del CISI es que más del 90%
    de las "expresiones de conflictos" tuvo un carácter
    pacífico y, además, que el 93% no registra ninguna
    respuesta del demandado (Gonda, 2000).

    LA PROTESTA EN EL INTERIOR
    DEL PAÍS

    El interior del país sufrió las
    consecuencias de la política de corte
    neoliberal muy tempranamente. Pueblos enteros vieron cómo
    sus pobladores se quedaban sin trabajo por las privatizaciones de
    la empresa
    petrolera (Yacimientos Petrolíferos Fiscales). Las nuevas
    condiciones para la agricultura
    deshabilitaban la integración de la pequeña y mediana
    explotación agraria que había caracterizado a la
    agricultura argentina durante todo el siglo XX.
    Desaparecían pequeños productores, los medianos se
    endeudaban y corrían el riesgo de perder
    sus tierras, se cambiaba el paisaje agrario dando lugar a la
    producción de soja en gran
    escala con la
    introducción de las semillas
    transgénicas y la técnica de "siembra directa".
    Comienza para el campo argentino el período en que las
    decisiones de producción, de las opciones
    tecnológicas (y por tanto los problemas de
    sustentabilidad y cuidado de los recursos
    naturales) y las divisas de
    exportación quedan en manos de las grandes
    transnacionales como Monsanto, Novartis, etc. (ver Teubal y
    Rodríguez, 2002).

    Estas imágenes
    agrarias de pequeños y medianos productores arrinconados,
    campesinos expulsados por nuevos inversores, trabajadores rurales
    y semi-urbanos de pequeños poblados desocupados,
    coexistían con los problemas derivados del cambio de
    funciones del
    Estado nacional y el traspaso de la educación, la
    salud, etc. a la
    responsabilidad provincial o municipal. En efecto,
    los problemas de la educación pública, los bajos
    salarios pagados a los maestros, el deterioro de los presupuestos
    para la salud y el mantenimiento
    de las infraestructuras de caminos y puentes se agravaron, y
    llevaron a los poblados y pequeñas ciudades del interior a
    situaciones desconocidas por las actuales generaciones. El
    problemas de las inundaciones en la región agraria
    más rica del país completó el panorama
    (véase Le Monde Diplomatique, 2001). En el interior,
    mientras comenzaba el incremento de la producción de
    cereales en todas las regiones -sobre todo la soja- reemplazando
    a cultivos tradicionales como las hortalizas o el algodón
    en manos de pequeñas y medianas explotaciones, la
    población empezaba a sentir las peores consecuencias del
    modelo
    neoliberal por un lado y por otro las exigencias de las
    transnacionales de convertir al país en un país
    monoproductor de soja a gran escala.

    Las respuestas fueron múltiples, incluyendo
    formas de adaptación a las nuevas condiciones, la toma de
    préstamos para "ampliar escalas de producción", la
    pluriactividad, nuevas formas de cooperativas,
    los pequeños "pool de siembra", etcétera. Pero
    paralelamente a esto los distintos sectores comenzaron a
    manifestarse en el espacio público en una clara
    expresión de rechazo a esta difusa y compleja
    política. Así, después de paros y marchas
    regionales, en 1993 los pequeños y medianos productores de
    todo el país marcharon hacia la Ciudad de Buenos Aires
    mostrando el estado en
    que estaba el campo que los tenía como sujetos sociales de
    importancia. Un año después estos sectores vuelven
    a marchar con todo el interior en lo que se conoció como
    la Marcha Federal.

    Un momento muy importante para la protesta agrorrural
    fue la aparición de las Mujeres Agropecuarias en Lucha en
    1995, dando la pelea para no perder sus tierras hipotecadas por
    deudas contraídas algunos años atrás. La
    metodología de lucha fue simple: cantar el
    himno nacional, rezar, impedir que el acto judicial se llevara a
    cabo. Pararon en estos años alrededor de 500 remates, y se
    expandieron por todo el país. Fueron las primeras en
    instalar el problema del sector financiero en el país, y
    en los primeros años lograron simpatías de muchos
    sectores pero poca repercusión en los gremios de los
    pequeños y medianos productores como es la
    Federación Agraria (2).

    En efecto, mientras los pequeños y medianos
    agricultores comenzaban a darse cuenta de que no tenían
    salida y de que no era una cuestión sólo de ellos y
    de sus familias, las viejas corporaciones del agro intentaban de
    una u otra forma mostrar que se trataba de una nueva
    "modernización" que requería un aumento en la
    escala de producción y "un esfuerzo" de los agricultores.
    La situación derivó en que en la Federación
    Agraria surgiera una corriente interna, Chacareros Federados,
    más cercana a las Mujeres Agropecuarias en Lucha que a la
    conducción de la Federación misma. Por otro lado,
    las grandes corporaciones, como la Sociedad Rural
    Argentina, entraron en los procesos de
    privatización de puertos y ferrocarriles
    como socios privilegiados del modelo.

    En 1996 se realizó el primer "corte de ruta" en
    la provincia sureña de Neuquén, en las localidades
    de Cutral-Có y Plaza Huincul, lugar donde YPF había
    reducido su planta debido al proceso de privatizaciones. Los
    cortes de ruta se repitieron en 1997, cuando matan a la joven
    Teresa Rodríguez, de 24 años. De este conflicto
    derivan la protesta docente de carácter nacional conocida
    como "Carpa Blanca" y los cortes de ruta en las localidades de
    Tartagal y General Moscón, en la provincia norteña
    de Salta. Las luchas de estas localidades tienen un sentido muy
    similar a las del sur, pero se les suman otros actores sociales
    -trabajadores estatales, poblaciones indígenas,
    trabajadores rurales, etc.- y son mucho más extendidas en
    el tiempo. En
    efecto, hubo cortes de ruta en Salta en 1997, 1999, 2000, 2001 y
    2002. En noviembre de 2000 los policías mataron al obrero
    desocupado Aníbal Verón y en 2001 murieron otras
    dos personas. Los desocupados obtienen planes sociales de bajos
    montos con los que comienzan proyectos de tipo
    productivos comunitarios, sin abandonar la lucha hasta el
    día de hoy.

    Los años de elecciones nacionales fueron momentos
    de recrudecimientos de las protestas en general: 1995, con la
    reelección de Carlos Menem, fue un año pico de
    protestas nacionales. En octubre de 1999 hubo nuevamente
    elecciones presidenciales y durante todo el año se
    registra un gran número de protestas. Las conceptualizadas
    como "agrorrurales" suman alrededor de 600 (3). El marco general
    que desarrollamos en estas páginas permite comprender la
    diversidad de actores que se reconocen en las protestas de 1999
    (Cuadro 1). En efecto, podemos observar que aún cuando los
    productores agrarios protagonizaron la tercera parte de las
    acciones, se registraron desocupados, vecinos y habitantes y
    aborígenes junto con los trabajadores rurales y
    agroindustriales.

    Cuadro 1
    Protestas agrorrurales según sujeto de la acción
    en Argentina – 1999

    Fuente: banco de datos
    del Grupo de
    Estudios Rurales.

    Consecuente con esta diversidad de actores es la
    diversidad en los repertorios de protesta (Cuadro 2). Podemos
    observar que junto a las clásicas movilizaciones o paros
    agrarios (el de julio de ese año fue muy importante),
    encontramos cortes de rutas/calles/puentes, ocupación de
    espacios públicos o edificios, paros de remate. Los cortes
    de ruta forman parte del repertorio de acciones del interior del
    país. Fueron utilizados en la gran protesta de los
    chacareros en 1912, conocida como Grito de Alcorta, y fueron
    acciones habituales de las Ligas Agrarias que en la década
    del setenta movilizaron a campesinos y chacareros.

    Cuadro 2
    Protestas agrorrurales según formas de acción en
    Argentina – 1999

    Fuente: banco de datos del Grupo de
    Estudios Rurales.

    Es interesante comprobar que cuando cruzamos "sujetos de
    la acción" con "formas de la acción" observamos que
    cada sujeto utiliza un amplio repertorio de acciones, tanto las
    que forman parte de sus tradiciones de lucha (acciones modulares)
    como las nuevas formas aparecidas en los últimos tiempos.
    Así, por ejemplo, vemos que los productores agrarios
    utilizan el paro o las
    movilizaciones pero también los cortes de ruta/calles
    /puentes que aparecen asociados a los desocupados (Cuadro 3). Los
    aborígenes están más acostumbrados a
    presentar sus reclamos por escrito pero también han
    realizado marchas y cortes de ruta (Cuadro 7).

    Cuadro 3
    Protestas agrorrurales de productores agrarios según forma
    de acción en Argentina – 1999

    Fuente: banco de datos del Grupo de
    Estudios Rurales.

    Cuadro 4
    Protestas agrorrurales de productores agrarios según tipo
    de reclamo en Argentina – 1999

    Fuente: banco de datos del Grupo de
    Estudios Rurales.

    Cuadro 5
    Protestas agrorrurales de trabajadores agrarios y
    agroindustriales según forma de acción en Argentina
    – 1999

    Fuente: banco de datos del Grupo de
    Estudios Rurales.

    Cuadro 6
    Protestas agrorrurales de trabajadores rurales y agroindustriales
    según tipo de reclamo en Argentina – 1999

    Fuente: banco de datos del Grupo de
    Estudios Rurales.

    Cuadro 7
    Protestas agrorrurales de aborígenes según forma de
    acción en Argentina – 1999

    Fuente: banco de datos del Grupo de
    Estudios Rurales.

    Cuadro 8
    Protestas agrorrurales aborígenes según tipo de
    reclamo en Argentina – 1999

    Fuente: banco de datos del Grupo de
    Estudios Rurales.

    Encontramos una clara diferenciación en el tipo
    de reclamo: los productores agrarios se concentran en aquellos
    que se basan en políticas económicas y defensas de
    las economías regionales, mientras que los
    aborígenes se concentran en la búsqueda de sus
    derechos y la lucha por la tierra
    (Cuadros 4 y 8). Los cortes de rutas y otros espacios
    públicos concentran casi la mitad de las formas de
    protesta de los trabajadores agrarios y agroindustriales, quienes
    además piden por salarios y condiciones de trabajo
    (Cuadros 5 y 6).

    La lucha por la tierra fue un
    reclamo que atravesó no sólo el año en
    estudio sino toda la década. Pero en esta Argentina
    agraria heterogénea la tierra contiene un sentido
    polisémico: tiene diversos significados para los distintos
    actores sociales. La tierra es un aspecto esencial de sus
    cosmovisiones para las poblaciones indígenas mapuches o
    kollas, por ejemplo. El mapuche y el kolla se sienten
    pertenecientes a la tierra, y piden básicamente una
    reparación histórica a través de las
    leyes de
    recuperación de campos que pertenecieron a sus ancestros.
    Para los campesinos, por ejemplo para el Movimiento
    Campesino
    Santiagueño, la tierra forma parte de sus herramientas
    básicas de trabajo, y luchan por acceder a ella. Mientras
    tanto, las Mujeres Agropecuarias en Lucha, que accedieron a la
    tierra por herencia de sus
    padres o abuelos, generalmente colonos europeos, sus campos
    significan patrimonios familiares, y luchan por no perderlos.
    Podríamos agregar a esta polisemia que para el
    terrateniente la tierra es una mercancía como cualquier
    otra.

    La lucha por la tierra se combinó en estos
    espacios agrorrurales de la Argentina con la lucha por el trabajo, la
    vivienda, la salud, derechos adquiridos en los procesos
    democratizadores del siglo XX y en riesgo de perderse hacia el
    final de éste. Cuando la ciudadanía está en peligro, la
    protesta va en aumento.

    Por último querría señalar una
    protesta de la década que a mi modo de ver tuvo contenidos
    y formatos semejantes a las nuevas protestas que se dan a partir
    de 2001. Se trata de la lucha por la recuperación de la
    empresa de
    aguas y servicios de cloacas de Tucumán, privatizada en
    1995. Cuando el consorcio francés-español
    Aguas del Aconquija se hizo cargo, la gente de los poblados del
    Sur de Tucumán comenzó a manifestarse contra la
    privatización por considerarla un acto corrupto más
    del gobierno
    provincial, y decididamente no aceptó el aumento de las
    tarifas. Tuvieron como herramienta fundamental la desobediencia
    civil, instrumentando el ‘no pago’ de los servicios a
    la transnacional. Lograron en 1998 la retirada de la empresa, y
    en estos días la protesta aún atrae la
    atención internacional (véase el largo
    artículo que le dedicó el New York Times de este
    año) (Giarracca y Del Pozo, 2002).

    ALGUNAS REFLEXIONES A MODO DE
    CONCLUSIÓN

    La década que va de 1991 a 2001 se
    caracterizó por una fuerte protesta social entendida como
    irrupciones conflictivas, que se inscriben en el espacio
    público a partir de demandas concretas y que necesitan de
    la acción y del discurso para
    adquirir visibilidad. La protesta necesita de una
    constelación de actores: los que intervienen, aquél
    a quien se demanda, y
    terceros que intervienen a favor o en contra. Los medios de
    comunicación juegan un papel de mucha importancia,
    tanto como actor interviniente que permite visibilidad como
    articulando a los otros actores (Giarracca y colaboradores,
    2001).

    La protesta de la década tiene como
    característica importante el peso de los actores del
    interior del país, el viraje de los actores de tipo
    gremial a los de tipo social, la naturaleza
    pacífica de los sujetos de la acción, y el
    incremento constante de la respuesta de las fuerzas policiales,
    que termina en el fatal diciembre de 2001 (4).

    Nosotros solemos enunciar que la protesta de la
    década "finaliza en un comienzo", marcando de este modo el
    carácter de acontecimiento del 19 y 20 de diciembre. No
    podríamos comprender lo que ocurrió en tal fecha si
    no tomamos en cuenta la década precedente. No obstante, lo
    que aconteció en diciembre sólo guarda un "parecido
    de familia" con
    las protestas anteriores. Con esto queremos sostener que nada ni
    nadie podía predecir que tal acontecimiento pudiera
    ocurrir en base a los sucesos y protestas de la década. Lo
    que aconteció el 19 y 20 tiene un carácter
    singular: se configura como una acción colectiva
    particular, que es la desobediencia civil al estado de sitio, y
    por otro lado, o tal vez por ello mismo, abrió un espacio
    en el que se produjo una falla en el proceso de
    representación.

    Aunque inmediatamente la mayoría de los actores
    sociales conocidos intentó reconstruir la inconsistencia,
    volver a la representación, el acontecimiento marca un antes y
    un después, y muy poco podemos decir hoy acerca de
    él.

    El interior se ubicó más como expectante
    que como activo miembro del acontecimiento. Sacando algunas
    capitales de provincia como Córdoba y Neuquén,
    pocas fueron las manifestaciones del interior, o por lo menos no
    tuvieron la misma visibilidad y fuerza que las
    de la ciudad capital y Buenos Aires. La demanda "que se vayan
    todos, que no quede ni uno sólo", arriesgamos, tiene un
    sentido distinto para el centro del acontecimiento y para los
    "márgenes del castillo" (Colombo, 2002). En sociedades
    donde la gente se conoce mucho más que en un partido del
    Gran Buenos Aires, el repudio directo a la clase
    política y al sistema de
    representación se complica, considerando que la reproducción material de sus habitantes se
    inscribe en una fuerte dependencia con respecto a los planes
    sociales y las redes de clientelismo de los
    punteros políticos, no sólo de intendentes y
    gobernadores sino de diputados provinciales y
    nacionales.

    Se abre así un gran desafío para quienes
    seguimos las protestas del interior: abordar en qué medida
    y con qué sentidos las provincias experimentaron esos
    acontecimientos. Esto tiene mucha importancia para lo que
    seguirá ocurriendo (5).

    Las acciones de protesta en 2002, según el CISI,
    se incrementaron a niveles mayores a los registrados en la
    década. También aparecieron nuevos modos de
    representación social y política, como las
    asambleas vecinales, y adquirieron mayor relevancia algunas de
    las organizaciones de
    piqueteros (la Coordinadora Anibal Verón). El gran
    debate del
    año giró alrededor del Estado, sus poderes, los
    partidos
    políticos como herramientas posibles para esa nueva
    política. La tensión que genera la
    participación o no en el proceso electoral que se
    abrió es una muestra cabal de
    esto. Los partidos políticos, la CTA, los movimientos
    sociales ligados a los primeros, sostienen posiciones que van
    siempre en la dirección de las elecciones: desde el
    llamado a una Asamblea General Constituyente hasta la simple
    participación con "el mejor candidato posible".
    Simultáneamente, otros movimientos sociales, como la
    Coordinadora Aníbal Verón, algunas asambleas y
    muchas pequeñas organizaciones ligadas a la protesta
    antiglobalización (Intergaláctika, por ejemplo),
    sostienen posiciones de radicalidad política al margen del
    sistema de representación.

    En síntesis,
    desde 2002 surgen nuevas configuraciones sociales, nuevas formas
    de pensar la política en rupturas impensables hace
    sólo unos años atrás. El desafío,
    para nosotros, es pensar cómo se traducen estas novedades
    del centro del país en los distintos territorios del
    interior con sus propias historias de lucha y sus propias
    tradiciones políticas.

    BIBLIOGRAFÍA

    • Colombo, Ariel (2002) Estas rebeliones.
    • Giarracca, Norma y colaboradores (2001) La protesta
      social en la Argentina. Transformaciones económicas y
      crisis social en el interior del país (Buenos Aires:
      Alianza Editorial).
    • Giarracca, Norma y Miguel Teubal (2001) "Crisis and
      Agrarian protest in Argentina. The Movimiento de Mujeres
      Agropecuarias en Lucha", en Latin American Perspectives
      (EE.UU.: Sage Publications) Vol. 28, Nº 6.
    • Giarracca N. y Del Pozo, N. (2002) "To make
      water…Water privatization and social Protest in
      Tucumán, Argentina", in Barnnett, Viviene et al.
      Swimming Against The Current: Integrated water resource
      management and gender in Latin America (EE.UU.), en prensa.
    • Gonda, Alejandro (2000) El Conflicto Social dentro
      del plan de convertibilidad. Argentina 1991-2001 (CISI)
      Informe.
    • Tarrow, Sidney (1997) El poder en movimiento. Los
      movimientos sociales, la acción colectiva y la
      política (Madrid:
      Alianza Universidad).
    • Teubal Miguel y Javier Rodríguez (2002) Agro y
      alimentación en la
      globalización. Una perspectiva crítica (Buenos Aires: La
      Colmena).

    FUENTES

    • CISI Consultora de Investigaciones
      Sociales Independientes.
    • Banco de Datos del Grupo de Estudios Rurales.
      Instituto Gino Germani, Facultad de Ciencias
      Sociales de la Universidad de Buenos Aires
      (UBA)
    • Le Monde Diplomatique 2001 (Buenos Aires) Año
      III, Nº 30, diciembre. El país empantanado. New
      York Times 2002 (New York) 26 de agosto.

    NOTAS

    1. Miembros del Grupo de Estudios Rurales, Instituto
    Gino Germani, UBA. Ayudantes de investigación en el proyecto
    "Violencia y
    Ciudadanía" que compara las protestas agrorrurales de
    Argentina, Chile, Brasil y Uruguay para
    1999. Los datos presentados en este trabajo fueron generados en
    el marco de dicha investigación.

    2. Estos argumentos sobre la escala de producción
    pueden encontrarse explicitados hasta el cansancio en los
    suplementos rurales de los principales diarios capitalinos. Hasta
    el día de hoy no resulta fácil oponerse a ellos por
    lo que significó la idea de progreso agropecuario en la
    sociedad argentina. Sin embargo, la tecnología adoptada
    es importada de países cuyos promedios de superficie de
    las unidades de explotación son varias veces menores a los
    del país. Pero el dispositivo comunicacional
    funcionó por muchos años, y una vez más son
    mujeres las que vinieron a cuestionar aquello instalado en el
    sentido común.

    3. Nuestras cifras no son comparable con las que otorga
    el CISI por razones metodológicas. La consultora toma como
    unidad de análisis "formas de acción",
    independientemente de los "sujetos de la acción". Nosotros
    tomamos "sujetos", y si se trata de un mismo sujeto, aún
    cuando desarrolle varias formas de acción, lo
    contabilizamos como un registro. El gran valor de
    contar con los datos de CISI se basa en la permanencia del
    registro en el tiempo y la compatibilidad de las
    conceptualizaciones.

    4. Recordemos que de casos aislados de muertos por la
    represión en Neuquén y Tierra del Fuego se pasa a
    un incremento constante y sostenido durante el gobierno de la
    Alianza, comenzando a los pocos días de asumir con la
    represión en Corrientes, hasta la masacre del 19 y 20 de
    diciembre.

    5. En la última semana de setiembre una
    manifestación multitudinaria en Tucumán
    levantó la consigna "que se vayan todos". Semanas
    después se llevó a cabo otra en Jujuy que
    despertó una fuerte represión.

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    encuentra bajo licencia Creative Commons

    Norma Giarracca (**)

    (**) Profesora-investigadora del
    Instituto Gino Germani, Coordinadora del Grupo de Estudios
    Rurales, Universidad de Buenos Aires. Coordinadora durante 1997 y
    2002 del Grupo de Trabajo de Desarrollo
    Rural de CLACSO.

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