Monografias.com > Estudio Social
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Sociedad del conocimiento: un nuevo marco para una misma cosificación del cuerpo




Enviado por Djamel Toudert


    Abstract

    Desde nuestra perspectiva de análisis, el avance tecnológico
    significó, el deslizamiento del cuerpo en una pendiente
    progresiva de mutación de su capacidad sensitiva en su
    relación con los otros cuerpos, en el seno del cuerpo
    social. Nuestro punto de partida será la reflexión
    sobre la redefinición del cuerpo en el ambiente
    tecnológico de nuestras sociedades, ya
    que consideramos al cuerpo como punta del hilo desde el cual
    avanzar hacia la reflexión sobre si realmente hay una
    redefinición de las relaciones intergenéricas. La
    relación de la técnica con el cuerpo nos lleva a
    preguntarnos sobre la concepción de felicidad que
    atraviesa a nuestra época y su relación con el
    mercado de la
    prostitución virtual que parece responder a
    la consigna de satisfacción sin pérdida, donde el
    acceso al placer no pone en juego cuerpos
    reales. Y, finalmente, reflexionar en este punto cómo en
    el circuito de la prostitución, cualquiera sea su tipo, se
    actualizan todas las oposiciones, incluida la de género,
    que tradicionalmente atraviesan el cuerpo social.

    Palabras clave:
    cambios científico-tecnológicos
    cibersexo
    desigualdad/exclusión
    género
    vida cotidiana

    Introducción

    Reflexionar sobre la sociedad del conocimiento
    desde las ciencias
    sociales es pensarla en relación a su implicancia en
    la redefinición del sujeto social de nuestros tiempos, que
    podemos extender desde los setenta a esta parte. Necesariamente
    elegir al sujeto como perspectiva de análisis es pensar
    sobre su vida en sociedad, y
    finalmente, adoptar un punto de vista de género es
    trascender las posturas típicamente sexistas hacia el
    estudio de las relaciones entre los sexos como parte integrante
    de las relaciones sociales inseparables de la dimensión
    del poder,
    evitando la caída en el esencialismo y la ahistoricidad
    (Lamas, 1996).

    Es una realidad que la técnica ha redefinido los
    límites
    que las ciencias
    sociales habían inventado para clasificar al mundo y a sus
    habitantes, se ha redefinido la percepción
    que tenemos del mundo y nuestra autopercepción; en
    conclusión, la técnica ha alterado nuestra
    experiencia y nuestro ser-en-el-mundo por lo tanto nuestras
    identidades y maneras de relacionarnos.

    La ciudad, primer ambiente
    técnico

    Desde los años setenta, en los países
    centrales principalmente y hoy en todo el mundo, son muchos los
    pensadores que se preguntan como Galimberti (2001) si hemos sido
    formados con la técnica o deformados con ella. Tenemos la
    necesidad como habitantes de esta época de preguntarnos
    sobre nuestro modo de ser hombres y mujeres con la
    técnica. Siguiendo a Galimberti, (Op.cit.) sostenemos que
    habitamos en la técnica irremediablemente. El ambiente en
    el que nos movemos a diario, la ciudad, está organizada
    técnicamente, desde el dispositivo que usamos para
    despertarnos hasta el microondas que
    usamos para calentar el primer café
    del día, esto significa que nuestros deseos se redefinen y
    articulan también técnicamente, al punto de
    necesitar de la técnica para expresarse y satisfacerse. En
    conclusión nuestro mundo es la ciudad, la ciudad
    tecnológica.

    En realidad esta sensación, sintetizada en un
    término tan aplicable como stress, de que varones y
    mujeres en tanto cuerpos orgánicos han sido alterados en
    su dimensión sensible por la conexión con la ciudad
    máquina, no es otra cosa que la sedimentación de
    siglos de lenta transformación del ambiente y con
    él de sus habitantes.

    Desde el siglo XVI se ha venido fortaleciendo en las
    sociedades la tendencia a concentrarse sólo en la
    actividad económica, considerando el resto de la vida
    social como derroche de tiempo. El
    dominio del
    mercado convirtió "todas las partes de la ciudad en un
    producto
    negociable", incluido el hombre como
    fuerza de
    trabajo; el
    capitalismo
    "transformó las ciudades industriales en oscuras colmenas
    que diligentemente resoplaban, rechinaban, chillaban y
    humeaban[…]a veces sin interrupción el día
    entero"(Mumford, 1966).

    A este modelo de
    ciudad se le fueron sucediendo otros, superando en algunos
    aspectos la degradación extrema a la que estaba sometido
    el cuerpo en las primeras ciudades industriales; sin embargo, el
    embellecimiento de las fachadas, el aumento del confort no
    modificó en nada la esencia maquinal de la ciudad, y sus
    estragos sobre la experimentación sensible del cuerpo
    humano.

    Hoy, la ciudad se ha expandido más allá de
    sus muros, de sus fronteras espaciales y temporales por eso
    aunque no habitemos en la ciudad, ella nos abarca (Simmel,
    1986).

    Es inevitable entonces, que reflexionemos sobre la
    redefinición de las relaciones intersubjetivas en este
    período de la sociedad que, a falta de una mejor
    definición, se ha denominado sociedad del
    conocimiento
    .


    Ciudad virtual, sociedad del
    conocimiento y punto de partida

    La sociedad del conocimiento es sinónimo de la no
    menos imprecisa noción de sociedad de la
    información
    , concepto que
    surge hace unos veinticinco años en el intento de
    comprender los cambios hacia los que se precipitaba el mundo.
    Entendemos estos cambios desde la misma perspectiva de Mattelart
    (2002) quien define a la sociedad de la información como una construcción geopolítica, es decir, como resultado de un
    devenir histórico, económico y político y no
    como si se tratara sólo del efecto de un desarrollo
    tecnológico (Mattelart, citado en de Charras 2002) En este
    sentido, no podemos hablar de la influencia de las
    Tecnologías de la información y la
    comunicación (TIC’s)
    sobre la vida social como separadas de todos los complejos
    procesos
    político-económicos de, agotamiento del modelo de
    producción fordista, desregulación y
    liberalización del mercado de las telecomunicaciones, globalización del capital
    financiero, posibilidad de inversión directa en todo el mundo por
    parte de las empresas
    transnacionales y consolidación de la hegemonía de
    los Estados Unidos de
    América
    (de Charras, Op.cit.); todo esto, valga el oximoron,
    materializado virtualmente en Internet, hizo posible que
    la ciudadanía experimentara la
    sensación de que efectivamente la humanidad ingresaba a
    una nueva era. Internet hizo palpable la metáfora de la
    aldea global de MacLuhan, pero la euforia de esta nueva
    sociedad de la comunicación no impidió que se
    alzaran interrogantes llenos de lucidez crítica
    sobre la verdad de esta ilusoria horizontalidad del capitalismo
    globalizado, y es en esta línea crítica que nos
    proponemos reflexionar.

    Si nos instaláramos cómodamente en el
    discurso
    alienado por el frenetismo de las TIC’s no
    tendríamos mucho lugar para pensar qué implicancia
    tiene esta nueva sociedad del conocimiento en la
    redefinición de los paradigmas
    sociales y, dentro de estos más específicamente,
    qué cambios implica esta sociedad informatizada,
    digitalizada desde una perspectiva de género.

    Nuestro punto de partida será la reflexión
    sobre la redefinición del cuerpo en el ambiente
    tecnológico de nuestras sociedades, ya que consideramos al
    cuerpo mismo y al cuerpo representado como depositarios de la
    mentalidad actual y por lo tanto como punta del hilo desde el
    cual avanzar hacia la reflexión de si realmente se puede
    hablar de una redefinición de las relaciones
    intergenéricas.

    El cuerpo

    En su "Meditación de la técnica", Ortega y
    Gasset (1989) hace un análisis sociológico y
    antropológico de la técnica tomando como hilo
    conductor las necesidades humanas, tanto las vitales como las
    superfluas, concluyendo que son éstas últimas las
    que predominan, es decir que la resolución técnica
    de las necesidades genera nuevas necesidades y deseos. Puede
    decirse que en este texto Ortega y
    Gasset da una vuelta más a la noción heideggeriana
    de estar-en-el-mundo, sosteniendo que ese "estar" es en realidad
    un "estar-bien" en el mundo, por eso y, como el humano es
    frágil e inepto para habitar el mundo en sus condiciones
    naturales, es que se convierte en técnico creador. El ser
    humano se adapta ambientalmente (Mumford, 1982) al mundo
    en el que es arrojado al nacer, es decir crea una subnaturaleza,
    que ha evolucionado hasta convertirse en ciudad.

    El modelo altamente insalubre de las primeras ciudades
    industriales fue el comienzo del deslizamiento del cuerpo; en su
    mayoría venido del campo, en una pendiente progresiva de
    mutación de su capacidad sensitiva. Aquella ciudad
    hacinada fue modificada por el proyecto de la
    ciudad Iluminista, que ideó una urbanística que
    tenía por eje la salud, la ventilación
    y sobretodo, la circulación. El cuerpo, durante el siglo
    XVIII, según la genealogía que hace Foucault,
    incorpora la disciplina de
    la fábrica, es sometido además a la
    privación sensorial de las casas de los cordones
    industriales, y se deberá adaptar luego la taquicardia de
    las ciudades agitadas.

    En la misma época de la aparición de las
    nuevas ciudades, del rediseño de ciudades como
    París, los habitantes atravesaban por la experiencia de la
    revolución
    política
    que se disputaba en el cuerpo dos deseos de manifestación
    antagónica, por un lado la fraternidad de las relaciones
    humanas que se expresaba como carne que toca carne, mientras
    que la libertad en el
    diseño
    urbanístico de Boullee se expresaba como volumen
    vacío (Sennet, 1997:316). De aquel tiempo a esta
    parte de la historia, cada vez
    más los espacios vacíos urbanos, significaron
    justamente eso: espacio vacíos; de tránsito de
    individuos que no fraternalizan entre sí, que no
    experimentan la libertad.

    Este repaso histórico del surgimiento de las
    ciudades y su relación con el cuerpo humano funciona, en
    nuestro análisis, como la base desde la cual sostenemos
    que la concepción del cuerpo fue cambiando con el correr
    de los tiempos, lo mismo que la percepción del propio
    cuerpo fue alterándose, entonces, también podemos
    decir, que las formas de relaciones entre los cuerpos de
    diferentes géneros no son las mismas a lo largo de la
    historia.

    A grandes rasgos, y en función
    del desarrollo argumental que venimos realizando, podemos decir
    que en occidente no se respetó la dignidad del
    cuerpo. En "Genealogía de la moral"
    Nietzsche
    sostiene que "en los tiempos antiguos se sufría menos que
    ahora, aún cuando las condiciones de vida hayan sido
    más violentas y los castigos físicos más
    crueles" (cito en Ferrer, 2003) y es porque en mayor medida el
    imaginario más ligado que hoy a la religión
    percibía al cuerpo como algo que albergaba el alma, y era
    ésta la que se ejercitaba para soportar los males
    externos. En oposición a esta noción del cuerpo
    como paragolpe de un alma fuerte y centrada en una fe, en
    una patria o en algún otro principio fundador de la
    existencia del ser (Ferrer, Op.cit.) hoy "la asunción de
    que el cuerpo es la última y radical verdad de la
    existencia, y de que la satisfacción sensorial es un
    imperativo y no una opción, da forma a la idea actual de
    felicidad"(Ferrer, op.cit.). La exigencia de felicidad pasa
    entonces por el tamiz del disfrute sensorial por eso la
    técnica de la industria
    farmacológica trata de detener la extenuación
    diaria, el deterioro del cuerpo y de sus funciones
    físicas con el correr de los años. La creencia de
    que la felicidad está instalada en los cuerpos, corre en
    paralelo con una insatisfacción existencial con respecto
    al propio cuerpo, al del otro, en definitiva al cuerpo social.
    Autoabsorvidos en la búsqueda de una identidad
    privada, los urbanitas (Simmel, 1986:247) no son capaces
    de experimentar el deseo social, porque no tienen un espacio
    común que los ponga en relación entre sí.
    Paradójicamente, en la era de la comunicación,
    entre los transeúntes de calles atestadas, entre los
    pasajeros de buses o trenes repletos, entre los millones
    de cibernautas, entre todos ellos y ellas, "hombre o
    mujer;[…]no hay
    permeabilidad, capilaridad, comunicación de intenciones,
    de vida. Cada cual es una torre de importancia, sin puertas ni
    ventanas[…] ninguna simpatía fluye de sus rostros"
    (Martínez Estrada, 1983:215)

    Cuerpos pasivos: deseo a la
    carta

    Para Simmel (op.cit) la vida urbana ha tomado un
    carácter intelectualista donde sólo
    el entendimiento es la fuerza interior que tienen los habitantes
    de las ciudades para adaptarse al constante desarraigo,
    desarraigo incluso del propio cuerpo que se adapta a la moda. Hoy el
    individuo
    trata de preservarse y no de involucrarse sentimentalmente con su
    realidad. Es esta voluntad de satisfacción sin
    pérdida la consigna que puede regir la pornografía virtual, donde el acceso al
    placer no pone en juego cuerpos reales.

    Según el análisis que hace Sennet (1978) ,
    en "El declive del hombre público", podemos decir que un
    movimiento
    cínico en su carácter ha convertido al ser humano
    en un narcisista que accede a las relaciones humanas en
    búsqueda de la propia realización, como el consumidor de
    pornografía. La pornografía, si bien existió
    siempre como un gran mercado, fue y continúa siendo un
    producto detestable por la autonomización que hace de la
    palabra, la imagen o el
    cuerpo con el único fin de la excitación, sin
    emoción y compromiso. Autonomización que es
    posibilitada por la tecnología, desde la
    imagen porque se logra la exhibición fragmentada de las
    zonas que del cuerpo se han construido como eróticas,
    hasta la autonomización de un goce exclusivamente sexual,
    que no pide que el sujeto se involucre en otro aspecto. El
    sexo al
    convertirse en un deseo de satisfacción maquinal, es decir
    que se trataría de un ejemplo del cómo los deseos y
    necesidades del ser humano se redefinen con la técnica; se
    ha vuelto el medio por el que se garantiza a todos: felicidad
    (Ferrer, op.cit).

    Suprimida la poesía,
    para resumir en este término toda la dimensión
    sentimental y social que pudiera tener el sexo; el sexo
    explícito se nutre de la creencia de una felicidad
    alcanzable. Según sostiene Ferrer, "los personajes del
    género pornográfico son felices, o más bien,
    a todos se les garantiza el derecho igualitario al orgasmo. Sin
    distinción de sexos, razas, clases
    sociales"(Ferrer, op.cit). Pero, ¿qué hay de
    cierto en esta oferta de
    felicidad igualitaria? Justamente, Ferrer sostiene en el
    artículo al que hacemos referencia, que la esencia del
    género pornográfico es "su promesa de felicidad
    perfecta". Para comprender que el hecho de que la web net
    esté llena de pornografía no significa acceso
    igualitario, debemos recordar aquí el concepto de nueva
    economía
    y de economía de la
    atención
    .

    La nueva economía es un
    concepto tan inestable en su definición como el de
    sociedad del conocimiento, ya que no instaura un nuevo paradigma sino
    que se define por oposición al modelo económico de
    producción industrial fordista (de Charras, op.ct.).
    Hablar de nueva economía o economía de servicios es
    un eufemismo que revitaliza al capitalismo globalizado sin un
    sustento palpable que de esta manera parece desdibujar las
    relaciones de sometimiento en pos de una mayor horizontalidad
    cuando, lo que en verdad sucede es que las brechas no se
    redujeron, en todo caso se duplicaron, por eso hablamos de
    brechas tecnológicas, que trasladadas a nivel
    mundial, sería más correcto decir que las
    condiciones laborales precarias de la mayor parte de la población mundial sirven para sostener el
    "trabajo sin peso" de las economías especulativas de los
    países desarrollados (Hargreaves, 2003). Siguiendo el
    argumento de Hargreaves (op.cit), a nivel mundial las naciones, y
    al interior de cada sociedad los grupos de
    individuos que no pueden participar en la sociedad del
    conocimiento por no poseer la indispensable infraestructura
    tecnológica, sufren una marginación progresiva. Por
    lo tanto, se deduce que la tecnología
    de la información es un factor de poder en las
    naciones, sin el cual no se puede concebir el progreso y la
    integración a la sociedad del
    conocimiento.

    Nos parece justo adherir a la apreciación
    crítica que James Petras (2001,cito en de Charras op.
    Cit.) hace de la nueva economía señalando que es
    imposible un aumento de productividad
    directo por la sola aplicación de las TIC’s, sino
    que más bien las TIC’s lo que posibilitarían
    es la circulación del capital financiero en tiempo real y
    así la recuperación del rédito de manera
    instantánea.

    En el caso del mercado pornográfico significa que
    el acceso a estos sitios es pago, posteriormente a habilitar una
    transacción financiera con la tarjeta de crédito, el usuario tiene acceso "libre" y
    bajo "identidad resguardada" al consumo. Esto
    es lo que agilizan las TIC’s, lo demás es
    ficción de una era de la convergencia que no es
    solución de nada mientras siga montándose sobre el
    régimen actual de desigualdades.

    Fue Michel Goldhaber (1997, cito en de Charras, op.cit.)
    quien ideó el concepto de "economía de la atención" para caracterizar a esta mal
    llamada economía de la información.
    Sostenía que si tradicionalmente la economía se
    definía como ciencia que
    estudia la producción y el intercambio de bienes
    escasos, lo que hoy se debe administrar es, al atención,
    que frente a la infinita información que circula, frente a
    las mil propuestas ONLINE con las que se topa el cibernauta, lo
    que escasea es la atención de éste como
    consumidor.

    En su trabajo Ferrer sostiene que, en realidad "la mayor
    parte de la población mundial carece de acceso a la
    pornografía, o bien intima con ella en dosis poco
    significativas" (Ferrer, op.Cit) Este hecho no está
    separado de la realidad que indica que la información, en
    esta sociedad de la información, no es tan sobreabundante,
    y está lejos de ser un bien de libre acceso. La
    restricción a la verdadera información es lo que la
    convierte en una verdadera mercancía. Lo mismo que el
    acceso al verdadero goce, que no se ofrece en el mercado, hace
    que el goce por minuto sea una mercancía rentable del
    mercado.

    Pornografía: un modo de
    conexión que desdibuja el sometimiento

    Sin perder de vista el escenario de la época al
    que nos hemos referido para llegar hasta esta parte del
    análisis, podemos avanzar, ahora sí, hacia lo que
    significa la pornografía en la redefinición de las
    relaciones intergenéricas. Lejos de la concepción
    humorística que hace Lipovetsky (1986) de lo porno, que no
    descarto ya que es pertinente a su análisis en clave
    humorística de la sociedad posmoderna, estamos de acuerdo
    en que "lo porno liquida la profundidad del espacio
    erótico" y "metamorfosea el sexo en
    tecnología-espectáculo" (Lipovetsky, op.cit) en el
    que, y esto es lo distinto al análisis que Lipovestky
    hace, la diferencia sexual continúa siendo ingrediente
    fundamental de la fantasía que se vende. Esto es
    así porque creemos que los lazos existentes entre la gente
    no son conexiones mudas, ni están por fuera de las
    ideologías que les dan, y a las que a su vez dan, forma.
    De la misma manera las relaciones
    sexuales, a todo nivel se inscriben en el modelo social
    dominante, donde la prostitución femenina y masculina, en
    la red o en donde
    sea no tienen el mismo significado. Perlongher, lo expresa de
    manera clara, "bajo el imperio de la ley de la
    ganancia[…]los varones lazan sus sexos –reservados en un
    principio sólo a la heterosexualidad- al mercado de la
    prostitución homosexual; pero no venden su alma: el apego
    a los paradigmas de la normalidad les permite – o por lo
    menos, es lo que se cree- alquilar* sólo sus
    cuerpos". (Perlongher, 1981:71) De esto se desprende que la
    virilidad fetichizada queda resguardada de su anulación,
    es decir que no se degrada, conserva cierta autonomía, y
    esto sucede porque si bien el homosexual transgrede la norma
    continúa siendo un varón y como tal sigue
    ubicándose un sitio de superioridad con respecto a
    la mujer.
    Inversamente y justamente por el paradigma de normalidad que
    funciona, la fetichización del cuerpo femenino, hace que
    el lesbianismo sea erótico sólo como
    espectáculo a los ojos masculinos, esta mirada legitima el
    lesbianismo porque lo inscribe en el juego sexual regido por
    reglas socioculturales que mantienen la subordinación de
    la mujer en relación al varón.

    Si bien el género pornográfico se ofrece
    como garantía de la felicidad de todos, sin
    distinción, vemos que tal slogan continúa sujeto a
    las reglas del mercado. Es decir, en el negocio del deseo las
    identidades sobreviven, los roles sexuales sobreviven, puede
    haber disfraces, tranvestidos, pero justamente, como dice Judith
    Butler, estar vestido con ropas del sexo opuesto es el
    tránsito de una identidad de género a otra, es
    decir ambas identidades genéricas siguen funcionando. La
    ambigüedad con la que se ofertan los cuerpos, desde su
    vestimenta hasta su anatomía dudosa, no
    tiene en realidad correlato sexual sino que persigue el objetivo de
    gustarle a todos, con independencia
    del sexo. Sin embargo, en algún punto de la
    transacción sexual, la diferencia vuelve a establecerse,
    porque la cultura
    siempre se construye sobre la base de diferencias, que no son
    otras que diferencias de poder entre un nosotros y un ellos, un
    ellos y un nosotras distintas y definidas por el
    ellos.

    Cierre: Sociedad del
    conocimiento, marco para una misma
    cosificación

    El cuerpo es el centro de atención de nuestra
    época, en este punto coincidimos con Lipovestky (op.cit.)
    en que no podemos ocuparnos de otra cosa que no sea de "nuestro
    equilibrio
    físico y psíquico", y esto es porque, continuando
    con la idea del autor, al agonizar los sustentos tradicionales de
    la existencia, "aumentan la obsesión y las
    prácticas narcisistas", lo que se confunde en la
    vorágine de nuestros días como espacios de libertad
    y de autodisfrute, son realidad esa cara de la moneda que se
    lustra y se vende pero que oculta que la desacralización
    del cuerpo, su supuesta liberalización no es más
    que el correlato a la valorización comercial y útil
    de sus partes, a las que se les exige que respondan siempre bien
    a la pulsión sexual. El orgasmo se redefine así no
    como una reivindicación del derecho del goce, sino como
    una nueva responsabilidad del yo, cualquiera sea su sexo,
    sin fisuras.

    En el negocio del sexo, que todos pueden pedir a
    la carta, es
    una falacia que funciona y se fundamenta en el discurso de la
    horizontalidad democrática que se pregona en esta nueva
    sociedad del conocimiento. Por el contrario, como hemos tratado
    de reflexionar aquí, en el circuito de la
    prostitución, cualquiera sea su tipo, se actualizan todas
    las oposiciones que tradicionalmente atraviesan el cuerpo social,
    donde los cuerpos se objetivan sometidos al poder de unos sobre
    otros, y de todos a la técnica como mentalidad dominante,
    que le "devuelve al cuerpo su espesor simbólico mediante
    la exposición permanente de su carga
    erótica" (Ringelheim, 2003). Como conclusión
    tenemos que a nivel del deseo sexual, como medio predominante de
    búsqueda de la felicidad, se movilizan una infinitud de
    desigualdades que a pesar de que se digitalicen no desaparecen,
    sino que reactualizan el modo de dominación socio-sexual
    de siempre.

    Bibliografía

    · De Charras,
    Diego (2002) "Redes, Burbujas y Promesas:
    Una mirada crítica sobre distintas perspectivas de
    análisis de la Sociedad de la Información y la
    Economía de Internet", Tesina de grado, Universidad de
    Buenos Aires,
    Argentina.

    · Ferrer,
    Christian, (2003) "Mercados de la
    carne, la curva pornográfica, el sufrimiento sin sentido y
    la técnica", en Revista Artefacto N° 5,
    pensamientos sobre la técnica, grupo editor,
    Christian Ferrer y otros, Buenos Aires, Argentina.

    · Foucault,
    Michel. "Los cuerpos dóciles", en Vigilar y
    Castigar, México,
    Siglo XXI Eds. VVEE

    · Galimberti,
    U. (2001) "Psiche y Techné", reflexiones de la
    tecnología, Revista Artefacto N° 4,
    pensamientos sobre la técnica, grupo editor, Christian
    Ferrer y otros, Buenos Aires, Argentina.

    · Hargreaves,
    Andy (2003) Enseñar en la sociedad del
    conocimiento. Octaedro, Barcelona.

    · Lamas,
    Marta (1996), El género: la construcción
    cultural de la diferencia sexual, UNAM,
    México.

    · Lipovetsky,
    Gilles (1986) Cap. V "La sociedad humorística", en La
    era del vacío, Barcelona, Anagrama.

    ·
    Martínez Estrada, (1983) Pp. 215 La cabeza de
    Goliat, Microscopias de Buenos Aires, Ediciones Losada,
    Buenos Aires, Argentina.

    · Mumford,
    Lewis. (1966) Cap. XV Paraíso Paleotécnico: Villa
    Carbón, en La ciudad en al historia, Buenos Aires,
    Ediciones Infinito.

    · Mattelart,
    Armand (2002) La historia de la sociedad de la
    información, Paidós. Barcelona. (cito en de
    Charras, 2002)

    · Ortega y
    Gasset, J. (1989) "Meditación de la técnica y otros
    ensayos sobre
    ciencia y
    tecnología", en Suplemento 14 de Revista
    Anthropos, Barcelona.

    · Perlongher,
    Nestor (1987) El negocio del deseo, en La prostitución
    masculina en San Pablo, Ed. Paidos, Buenos Aires.

    · Ringelheim,
    Juan Pablo, (2003) Las sirenas y el soldador, Cuerpo y espacio
    en las publicidades gráficas de los ‘90, en Revista
    Artefacto N° 5, pensamientos sobre la técnica, grupo
    editor, Christian Ferrer y otros, Buenos Aires,
    Argentina.

    · Sennet, R.
    (1997), Carne y piedra. El cuerpo y la ciudad en la
    civilización occidental, Ed. Alianza, Madrid.

    · Sennet, R.
    (1978), El declive del hombre público, Ed.
    Península, Barcelona.

    · Simmel, G.
    (1986), Las grandes urbes y la vida del espíritu, en El
    individuo y la libertad, Ensayos de critica de la cultura.
    Barcelona, Ed. Península.

     

    Este artículo es obra original de Mercedes
    Moglia
    y su publicación inicial procede del II
    Congreso Online del Observatorio para la CiberSociedad: http://www.cibersociedad.net/congres2004/index_es.html"

    Mercedes Moglia

    El contenido del presente trabajo
    está gobernado por la siguiente Licencia de Creative
    Commons: ver http://creativecommons.org/licenses/by-nc/2.0

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter