Sociología argentina – De la fundación de la nación a la sociología de la pobreza y a la sociedad de la información
La Sociología en la Argentina al igual que la
constitución de la política se presenta
con una historia de
fundaciones y re fundaciones, y no es para menos ya que
está en tela de juicio la identidad no sólo
de un conocimiento
sino de los criterios que hacen y que hicieron a la
proyección de la enseñanza, de la ubicación de las
ideas en la Argentina y de la continuidad con una actitud
crítica
hacia lo dado como natural y a veces con interpretaciones
sesgadas que confluyeron a lo incierto. De manera que el simple
hecho de cuestionar qué no es y qué es lo argentino
es controversial de la misma forma que podría ser la
pregunta por la existencia de una filosofía
latinoamericana y/o de una sociología latinoamericana.
Pero Argentina se encuentra en una situación privilegiada,
deben de existir pocos países en el hemisferio sur que se
arroguen la posibilidad de contar con una historia de las ideas
que permitan identificar una sociología de producción nacional tan abundante y con una
identidad tan
fuerte.
Generalmente el tipo de cuestionamientos sobre la
existencia e identidad de pensamientos locales remiten a dos
criterios iniciales:
a) el objeto de estudio, es decir que aquello que se
denomina "lo argentino" y lo latinoamericano por
extensión y
b) quién realiza el objeto de estudio o
cómo se manifiesta el sujeto de la
reflexión.
Hubo y quizás lo siga habiendo mucho más
hoy una devaluación con respecto al pensamiento
sociológico argentino que esta relacionado con los cortes
históricos en la sociedad argentina derivados del papel
que tomó el estado, las
instituciones
y el desenvolvimiento de las relaciones sociales en el
territorio, o dicho de manera general, de las ideas que se
expusieron en distintos momentos sobre lo público y la
búsqueda de consensos con respecto a esas ideas. Ninguna
disciplina
escapa a su tiempo y lugar
y son las ideas las que perduran o las que vuelven a aparecer
bajo otras condiciones e interpretaciones. Una sociología
nacional simplemente expresa modalidades sociopolíticas
situacionales –o de tiempo y lugar– sin por ello
invalidar filosofías continentales ya que ninguna
disciplina está aislada del mundo, pero otra
cuestión es si las ideas predominantes se identifican con
las que prevalecen en el mundo.
Tanto en la búsqueda del recorte del objeto
sociológico de estudio como en el sujeto de la acción
sociológica se buscaron más que causas los efectos
de la historia cultural. La historia de la sociología
argentina puede ser groseramente descripta como la tensión
que permanentemente hubo entre qué se entendió por
investigación y qué se
entendió por el método de
investigación, en el medio continuan las búsquedas
por las identidades y las interrelaciones fragmentadas por
enconcontrar "el nosotros" e incluir "a los otros". ¿Puede
entenderse la sociología argentina como un logro cultural
de valor general
y con alcances positivos?. En esta tensión que lleva un
siglo hoy vuelve a aparecer el sujeto, o las subjetividades como
objeto de reflexión con caracteres ya no territoriales
sino continentales y volvemos como antes a plantear los marcos
teóricos y las aplicaciones que derivan de esos marcos.
Dicho de otra forma, la búsqueda de la racionalidad
instrumental o los pensamientos románticos que construyen
y deconstruyen no sólo en textos instrumentales sino en
otro tipo de narrativas. Lo que antes se dirimía como "el
compromiso del sociólogo" pasó a ser hoy en
día "la existencia o no de un pensamiento crítico"
sin saber acabadamente si ese pensamiento crítico es
también instrumental y buscador de consensos
públicos.
Las discusiones sobre qué fue y qué es la
sociología argentina vienen del siglo XIX pero fue en los
años 60 en que se abrió el conflicto
sobre las pertenencias y áreas de estudio, la calidad
académica de la disciplina y la ubicación
continental de la misma a partir de la enseñanza en la
Universidad
Nacional de Buenos Aires en
la Facultad de Filosofía y Letras. Paralelamente se
desentramaba el conflicto nacional de las producciones
sociológicas en cuanto a interpretaciones sobre el papel
de la política, el Estado y los
movimientos populares nacionales. La segunda fundación de
la carrera en su oposición al pensamiento social argentino
y al ensayismo en cuanto a la profesionalización de sociólogos/as
dejó –quizás sin intencionalidades
maléficas– una brecha abierta en el desconocimiento
y una simiente por obviar en la nacionalidad
constitutiva de lo que puede ser una disciplina caracterizada
como científica y paralelamente una desvinculación
con la política como forjadora de una realidad social
compleja.
Las argumentaciones contra lo que se denominó "el
pensamiento social argentino" y el "ensayismo" fueron las
respuestas que dio Gino Germani no en relación a la
creación e institucionalización de la carrera de
Sociología en 1958 y a sus derivaciones críticas,
sino a la intervención en la UNBA por la dictadura de
1966. El famoso episodio de "los bastones largos" motivó
su autoexilio de la Argentina y el de numerosos
científicos que dejaron el país, pero la dictadura
de 1966 no fue un hecho menor ya que engrosó los límites
del aguante con respecto a las continuas controversias que
ocurrían en la carrera de sociología por esas
épocas. A casi diez años de la re
inauguración de la carrera y de un Instituto de
Investigación que hubo de jactarse por la calidad y
transversalidad de investigaciones y
prácticas como fueron los de la Isla Maciel, Germani
veía frustrados sus empeños en la formación
disciplinada de jóvenes que no respondían como
él deseaba a los postulados de un desarrollismo
modernizador y ese Instituto de Investigaciones ya no
recibía fondos para investigar. No fue por tanto
exclusivamente la crítica sobre la "falta de contenidos
latinoamericanos en los estudios de la carrera" sino un caos que
se trasladó al Instituto de Investigaciones Torcuato Di
Tella, en el que Germani intentó permanecer un tiempo
más en la Argentina sin éxito.
No nos olvidemos que el sociólogo italiano deseaba para la
Argentina una "democracia con
participación ampliada", una propuesta de democracia
liberal que ahora vuelve a estar en el centro de las aspiraciones
modernizadoras de las intenciones de las políticas
nacionales.
Las críticas al modelo
teórico de Germani en su aplicación nacional
venían de varias aristas ideológico
políticas que él respondió unos años
más tarde. En un artículo que apareció en la
Revista Latinoamericana de Sociología, publicada
por el Centro de Investigaciones Sociales del Instituto Torcuato
Di Tella, La sociología en Argentina, la nº 3
del año 1968, Germani volvía a erigir los logros
continentales de su creación institucional a la vez que
respondía al avance de las Cátedras
Nacionales en la Facultad de Filosofía y Letras y al
cuestionamiento que desde años antes venían
sucediéndose en el ámbito de la enseñanza y
en la investigación. Las críticas sobre la
enseñanza de la disciplina social con ribetes
funcionalistas comenzaron en los años 1962/63 a los pocos
de publicarse su famoso libro
Política y Sociedad en una época en
transición, por los grupos marxistas
y socialistas de las corrientes políticas universitarias
como en los diferentes grupos que formaron en los años 60
la industria
cultural argentina. La más fuerte apareció en la
Revista Fichas en el volúmen I, nº 2 de julio
de 1964, firmado por Alfredo Parera Dennis, –el
pseudónimo de Milcíades
Peña–.
¿De qué se le acusaba a Germani?. De
varias falencias y quizás la principal que la dirección sobre "la promesa de la
sociología" iba a dejar de serlo en poco tiempo
más. Se le recriminaba de haber prologado el famoso libro
de Wright Mills La imaginación sociológica
dejando de lado "los vicios de la profesionalización de la
sociología", que no era un fenómeno exclusivamente
norteamericano sino parte de la estructura
intelectual y social de la sociología, un fenómeno
burocrático que coincidía con una "estructura de
poder de las
camarillas que administraban los medios de
subsistencia, los instrumentos de avance y los símbolos de prestigio que interesaba a los
sociólogos" y que se habían instalado en el famoso
Instituto de Investigaciones Sociales dependiente de la Facultad
de Filosofía y Letras. Germani era acusado de ser un
empirista abstracto por aquella revista, de
proponer el cambio de la
sociedad tradicional a la moderna sin el recuerdo de los sucesos
históricos nacionales, sin poner el énfasis en el
papel de los obreros, de los sectores subalternos; de pasar
revista a los movimientos políticos y caracterizarlos como
autoritarios y en ellos caían tanto el peronismo
–lo más semejante al fascismo–
como el socialismo y el
marxismo; de
poseer una conceptualización fetichista con respecto a la
racionalidad del capital; de no
relacionar a la burguesía industrial con la
oligarquía terrateniente y de no haber visualizado que el
"ensayismo" era consustancial a las miradas de los procesos
nacionales que Germani criticaba por ser renuentes al virtuosismo
metodológico.
Más tarde con las Cátedras Nacionales se
insistió con los métodos y
la reapropiación de los sujetos del objeto de estudio,
pero para ello era condición necesaria entender la
contradicción y controversia fundamental que hoy vuelve a
carcomer a los países latinoamericanos: la relación
de dependencia cultural, política y económica entre
centro y periferia. Las Cátedras Nacionales pusieron en el
debate del
pensamiento sociológico la búsqueda de la
originalidad del ser social argentino, que no era otra que la de
la autorealización de los sujetos, una búsqueda del
modelo ideal de autenticidad que debía corresponder no
solo a los sujetos sino al "pueblo", el Volk, que
intentaba reconocer sus propias formas de ser y de originalidad.
En este sentido ese corto período generó teorías
continentales basadas en los lenguajes dialógicos de los
seres que se habían mantenido en silencio.
Esa relación que dio lugar a la "teoría
de la dependencia" una creación vernácula
económica, social y política vuelve a remplantearse
–deconstruida– mediante la uniformización y la
homogeinización que paradójicamente trajo la
globalización y vuelve a estar en el caldero de las
disputas ideológicas las nociones de centro y periferia
bajo otras condiciones que las que fueron en los años 70.
Preguntarse por el
conocimiento es incluir que todo saber remite a un saber
filosófico, pero inevitablemente la validez universal de
los saberes restan importancia a las adscripciones locales o
territoriales, rescatados hoy en día por los conocimientos
culturales que pusieron otra impronta a aquello que fue en sus
orígenes la sociología argentina. El desarrollo de
una sociología nacional no solo supone expresiones de
modalidades locales sino que también expresa posiciones
universales de conocimiento y de clase ya que
ninguna localidad está aislada del mundo y esto vale
incluso para los orígenes de lo que fue la
sociología argentina.
Volviendo a los enfoques que imprimieron el sello a la
profesionalización sociológica en la segunda
fundación, –ya que la primera como se sabe fue la
que construyeron José
Ingenieros en el
periódico La Montaña junto a Leopoldo
Lugones y los aportes que realizó Ernesto Quesada con sus
clases de sociología en la Facultad de Filosofía y
Letras, Dellepiane y Juan Agustín García en la
Universidad Nacional de La Plata–, se focalizaron sobre
todo en los métodos y las herramientas
más que en la comprensión del devenir
histórico social argentino. La atribución de usar
enfoques no científicos así como la
caracterización de románticos e ilusorios a las
abundantes y prolíferas preguntas que se hicieron las
generaciones del siglo XIX tuvieron un desenlace retardatario
para la evolución de la sociología
argentina. Germani pero también las generaciones
posteriores a él, en su afán por la
modernización y la universalidad desvalorizaron los
aportes y conocimientos de los movimientos sociales de principios de
siglo que se preguntaban tanto cómo construir una
democracia liberal, el Estado-Nación
y un socialismo acorde a las condiciones de país. Aquello
que Germani denominó una "supersimplificación" en
los métodos y en los procedimientos de
los hurgadores de la realidad sociohistórica se
debió a lo que ahora es un denominador común en los
estudios de la disciplina, el acento en "el pensamiento social".
En el análisis de la "ruptura con la sociedad
tradicional" ignoró las preguntas que se hiciera Esteban
Echeverría sobre: el punto de arranque para el deslinde
de lo que deben ser nuestras leyes, nuestras
costumbres, nuestro estado social y lo que Juan
Agustín Gracía en su estudio Las Ciencias
Sociales. Introducción al estudio de las Ciencias
Sociales Argentinas (Editorial Claridad, Buenos Aires, 1938),
dice acerca de la sociología que debe ser una ciencia
nacional y su primer problema es determinar las fuerzas sociales
que en diversas épocas han presedido la evolución
argentina.
Las preocupaciones por las formas de mejorar el Estado,
las instituciones y llegar a poseer un régimen
político autónomo fueron las cavilantes lecturas
sobre la
Ilustración que estuvieron presentes entre los
ensayístas de la primera ola, después de Caseros,
con el preperonismo y el pos peronismo. En aquella necesidad fija
por definir el objeto y el método o por construir
"la ciencia"
por variados exponentes de la sociología se dejó de
lado las construcciones más descollantes que tuvo el
país en la búsqueda por su identidad, porque se
perdieron los cuestionamientos sobre la instrumentalidad
subjetiva o las ideas de comunidad con
fuertes acentos morales tal como marcaba la Ilustración romántica. Aquella falta
de reconocimiento quiso ser rescatada años más
tarde por las Cátedras Nacionales sin lograrlo y hubo de
esperarse 25 años para volver a introducir los temas del
reconocimiento cultural en la enseñanza y
profesionalización sociológica.
En cuanto al desarrollo científico también
estuvo presente antes y después de Caseros con Florentino
Ameghino, un inmigrante italiano que con métodos simples y
rudimentarios de exploración a orillas del río
Luján dijo encontrar al primer hombre
latinoamericano y también el origen del
hombre; con Eduardo Ladislao Holmberg el que legitimó
el primer manifiesto darwinista; con los hermanos Ramos
Mejía y con otros ensayístas, narradores y poetas
que engrosan las filas del denominado "positivismo
argentino". Un positivismo que tampoco fue revalorado en los
años 70 por su ligazón al linaje argentino. Mucho
más estuvo presente el desarrollo científico unido
al de la
educación entre la comunidad científica
argentina, el tema del progreso y la técnica convino en
ser una de las fuentes del
desarrollo del país, de la formación del Estado a
la que no quedaron relegadas las preocupaciones sobre la estructura
social en las distintas épocas. Fueron esas
confluencias, esas mezclas las
que dieron origen a la existencia de lo "argentino", que
Ernesto Quesada iniciara con el debate sobre el lenguaje
nacional a comienzos del siglo XX, también como
búsqueda de un espacio político y como
característica de la hibridación recurrente que
poseemos.
En los controvertidos años sesenta en que se
asentó la disciplina sociológica ligada a las
universidades más prestigiosas de América
Latina y de otros continentes y se delimitaban los campos de
la intelectualidad una investigación nacional marcó
el hito de un cambio, fue la de Miguel Murmis y Juan Carlos
Portantiero acerca de los orígenes del peronismo y su
vinculación con la estructura económica del
país. Esta publicación deconstruía el temor
al fantasma –el peronismo–, que había
recorrido aulas e investigaciones hasta mediados de los
años sesenta. Ya no era la estructura social para
demostrar cuantas personas estaban por arriba o por debajo de una
construcción, el NES (nivel
económico social), sino una combinación entre
búsquedas de causas y efectos de decisiones
políticas, institucionales y entrelazamientos
económicos los que marcaban una posición
estructural argentina en la que se ponía el acento en el
papel de la burguesía industrial argentina. Paralelamente
en las aulas de una universidad intervenida se gestaban los
recorridos históricos sobre el sindicalismo
nacional, los movimientos regionales que acompañaban la
resistencia a la
dictadura y aparecieron otras instituciones que con miradas
marxistas daban cuenta de la dinámica política y revolucionaria
de sectores obreros, me estoy refiriendo al CICSO y las
publicaciones de La Rosa Blindada, institución que
mantuvo hasta nuestros días Beba Balbé con la
especificidad del marxismo y el socialismo. También es
preciso recordar que los vaticinios sobre la caída del
marxismo fueron realizados por Eliseo Verón el introductor
del estructuralismo en la Argentina ya a comienzos de
los años 70.
El socialismo nacional, las concentraciones
monopólicas, las ideas sobre el nuevo imperialismo
recorrían los escritos de la frondosa industria cultural
argentina en la que no dejaban de nombrarse las derivaciones del
conflicto chino-soviético y "las perspectivas para un
análisis revolucionario del mundo ya que el centro de la
revolución
mundial se producía como un progresivo ensanchamiento de
las áreas de conflicto entre dominadores y dominados y
pasaba por los países coloniales y dependientes" en
palabras de Juan Carlos Portantiero sobre el Socialismo y
Nación, en la Revista Nueva Política,
año 1, nº 1, diciembre 1965, dirigida por Susana
Fiorito, Juan Vazeilles e Ismael Viñas. Unos pocos
años más tarde aparecía la primera
investigación sobre el voto argentino y los partidos
políticos que realizara Darío Cantón con
Pepe Moreno en el Instituto Torcuato Di Tella en el CIS, el
primer archivo de
datos al que
contribuyó M. Mora y Araujo para procesar
técnicamente la producción sociológica
latinoamericana junto a Oscar Corenblit, sin olvidar las
complejas y acaloradas reuniones que se hacían por separar
el campo sociológico de la historia social que
había previsto Tulio Halperín Donghi y que Leandro
Gutiérrez propiciaba pero enfocando esa historia sobre el
movimiento
obrero. El "Tercer Mundo" era una categoría social no
depreciada como ahora sino que valoraba sus construcciones
lingüísticas y producía polémicas como
las que mantuvo Roberto Carri con Francisco José Dellich
acerca de "la sociología de medio pelo" sobre la obra de
Arturo Jauretche El medio pelo en la sociedad argentina en
la que ridiculizaba esa sociología preexistente con una
perspectiva ideológica de mentalidad colonizada y producto de la
Ilustración subdesarrollada. Carri apuntaba los dardos
sobre el "conocimiento sistematizado de las leyes que rigen los
procesos sociales y que producen un empirísmo
acrítico sin intervención de la actividad humana en
la historia" mientras que el actual director de la Biblioteca
Nacional, Francisco Dellich acusaba a Roberto Carri de terrorista
intelectual y redefinía al libro de Jauretche no como una
sociología argentina sino como poco académico por
el contenido, porque sólo eran unas notas y apuntes para
la sociología nacional reiterando aquellas expresiones de
Germani sobre los usos del sentido común como realismo
idealista.
Las discusiones sobre el objeto sociológico
aún continúan atenuadas por las derivaciones de lo
que fue la tercera fundación sociológica nacional
después de la última dictadura militar
que renegó de la existencia de una sociología
argentina ubicándola nuevamente en las aulas de la
Facultad de Derecho que aún poseía la
adjetivación de Ciencias Sociales. Hubo que
remontar nuevamente la posición sociológica, una
primavera que duró muy poco tiempo ya que la
separación y la nueva ubicación de comunicación
social y ciencias políticas en una facultad que ya no
tenía como referencia a Filosofía y Letras hicieron
sumergirse a lo que fue el pensar sociológico en
tecnocracias de variadas índoles. A un pensar devaluado se
le une un Estado devaluado, una universidad devaluada, una
educación
devaluada y un profesionalismo devaluado. La hibridación
recorre lo que puede denominarse realidades sociales y ya se sabe
que hibridación implica multiplicidad de identidades o
fragmentaciones sociales. Lo social sufrió en los
últimos años varias mutaciones a tal punto que
puede decirse que "lo social" aislado ya no existe. Necesitamos
ponerle un adjetivo a cada compartimento sociológico: de
las religiones, del
delito, de la
violencia, de
la memoria,
del género, de
la infancia, de
las vidas privadas, etc. La renovación del sujeto aparece
como nueva fórmula reflexiva semejante a las
fórmulas de las de-construciones, de las diferencias y
paralelamente "las políticas sociales" parecen haberse
quedado con el virtuoso y a la vez decadente paquete
sociológico. Toda la reflexión social remite a las
interminables definiciones sobre la pobreza y las
categorías creadas ad-hoc y también
paradójicamente nunca hubo tanto interés
por América
Latina como en estas épocas afectada por la globalización y el
multiculturalismo.
Desde 1976 nos seguimos corriendo hacia la derecha en el
arco de las fuerzas políticas paralelamente al
debilitamiento de lo que fueron las identidades tradicionales. El
liberalismo
institucional de fines del siglo XIX hoy puede ser catalogado
como socialdemócrata porque ese liberalismo se ha hecho
neoliberal, es decir conservador y la socialdemocracia que supo ser anticapitalista se
ha hecho social-liberal; el comunismo se ha
hecho social demócrata, el ecologismo pragmático y
el feminismo
institucionalizado es cada vez más social
–liberalismo. En esta rueda de movimiento hacia la derecha
hay un debate de ideas entre intelectuales
que puede ser denominado "socialista libertario" que puede girar
en el mismo movimiento con que han aparecido algunos contrastes
como en Porto Alegre, en Chiapas, en
Seattle, en Praga, que es un ángulo de cambio de
dirección de la mirada y que probablemente de él
surjan análisis y teorías diferentes con nuevas
formaciones lingüísticas, revalorización del
"yo", de la autenticidad, de los derechos civiles y
especialmente de los morales. Este debate no posee su centro
sobre "lo sociológico" sino sobre la voluntad del pensar,
en la formación de ideas para la acción, en lo
político, en la desesperanza, en arenas de controversias
de tiempos y de velocidades.
Hay otros escenarios que se apropiaron y que discuten lo
social en la actualidad, son los de la denominada "opinión
pública hipermediática" a la vez que se
instalaron otros lenguajes para calificar lo que antes eran
simples discusiones entre el centro y la periferia y/o entre
cipayos y nacionales –populares, ahora los términos
pasan por las comunicaciones
en lo posible interactivas. Así como el debate
político perdió relevancia a causa de la pantalla
televisiva, el debate sobre lo social aparece como nunca en los
medios ligado a otros parámetros: los de la justicia
especialmente; derechos civiles, ciudadanos, y los derechos
sociales. La palabra pueblo perdió su
significación, las argumentaciones políticas los
denominan: "los populismos"; a lo nacional se lo confunde como
"nacionalismo";
al Estado-Nación se le dice autoritarismo
anti-democrático; a los viejos ideales sociales ahora se
los denomina "movimientos por los derechos
humanos". El debate por la profundización de la
democracia vuelve a aparecer a semejanza de cómo lo
planteaba Gino Germani quizás con ribetes más
románticos que los que él tuvo, por eso la
devaluación de la palabra "pueblo" que remite a
jerarquía y no a igualdades y en su reemplazo la palabra
ciudadanía que remite a atomizaciones,
fragmentaciones, identidades sociales lábiles y no
permanentes.
Paralelamente surgieron otras variantes sobre las
sociedades:
"sociedad
civil" una complicación que argumenta sobre lo social,
pretende en el discurso no
ser política, sin embargo lo es y presiona como un factor
de poder. Hacia allí se deriva el asociacionismo, las
comunidades, las interacciones, los derechos y se articula con la
ciudadanía en esas identidades fragmentadas y no
permanentes. La otra denominación es mucho más
poderosa: "la sociedad de la información", la sociedad digitalizada en
la que aún no aparecen todos los vicios de la sociedad de
los átomos, una sociedad a la que también se le
atribuyen fines instrumentales y racionales pero que en poco
tiempo reproducirá las semejanzas de derechos, igualdades,
democracia, ciudadanía al igual que las sociedades
incompletas de hoy.
Por último, pienso que el desinterés
sociológico por lo nacional parte hoy en día de
varios hechos:
1) un manejo político de técnicas, información y
conocimientos que en el quehacer científico de las
posibilidades argentinas suelen quedar relegadas en los
últimos tiempos por la escasez de
recursos
monetarios para la investigación y por la "escasa
difusión" de actividades que alguna vez fueron
privativas de los/ las sociólogos/as y hoy apropiadas
por lo hipermediático;
2) la inexistencia de un discurso propio y la
indiferencia hacia los discursos
históricos que rescataron una "sociología
nacional" por la comunidad científica;
3) las expresiones que han sido denominadas como parte
de una "inteligencia" y como expresiones de clase,
motivando a su vez otro discurso polarizado, el no ser
representativo de los sectores populares;
4) la subsumsión de la política por la
economía
y el avance de los criterios neoliberales para los
análisis sociales en los que el mercado
tiñe cualquier otro tipo de análisis;
5) una revalorización de la "opinión
pública" como forma de expresión de la masas, de
la ciudadanía o de pueblo como desee denominarse y las
investigaciones realizadas por consultoras (muchas de ellas a
cargo de prestigiosos sociólogos/as) que dan
expresión a los movimientos de la estructura social, los
vínculos entre economía y política, los
malestares y las demandas de las poblaciones;
6) el desplazamiento de la escena pública hacia
la sobreabundancia de información noticiosa y televisiva
que se apropia de análisis banales para anoticiar que
ésa "es" la realidad.
Noviembre 2000
Nota
* Ponencia en la IV Jornadas realizadas en la Facultad
de Ciencias Sociales el 9 de noviembre del 2000, en la Mesa: "La
Sociología Argentina: vocación o profesión".
Buenos Aires, Argentina.
Lic. Bibiana Apolonia Del Brutto
Publicado originalment en: http://www.kult.lu.se/latinam/Virtual/geografia/SOC_ARGEN.HTM–
SEMINARIO
LATINOAMERICANO DE FILOSOFÍA E HISTORIA DE LAS
IDEAS