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Unificacionismo científico y reformismo social en el pensamiento del Conde de Saint-Simon


    1. Aspectos
      biográficos y primeros pasos de
      Saint-Simon
    2. La unidad de las ciencias
      y la organización social
    3. El período
      cientificista
    4. El evolucionismo en las
      ciencias y el socialismo utópico – Influencia
      sansimoniana en el positivismo comteano
    5. Notas

    Resumen

    El desarrollo
    explicativo de todo este análisis se focalizará primeramente
    en una indagación sobre aspectos biográficos y
    formativos de la filosofía sansimoniana para luego pasar a
    explicar y a clarificar los conceptos centrales de su
    cientificismo. A continuación se detallarán los
    aportes fundamentales surgidos a partir de sus escritos
    epistemológico-sociales y, por último, se
    explicitará su concepción filosófica del
    desenvolvimiento histórico de la humanidad,
    relacionándola con la idea de progreso en particular y con
    la filosofía positivista comteana en general.

    ASPECTOS BIOGRÁFICOS Y
    PRIMEROS PASOS DE SAINT-SIMON

    Claude Henri de Rouvroy, Conde de Saint-Simon,
    vino al mundo el 17 de octubre de 1760 y perteneció a una
    de las familias de más rancio abolengo de Francia. Los
    condes de Saint-Simon descendían de los condes de
    Vermandois, presuntos parientes de Carlomagno, y un Saint-Simon,
    el autor de las famosas Memorias, recibió de Luis
    XIII la dignidad de
    duque. Sus biógrafos en
    general coinciden en señalar que, desde su infancia,
    Claude Henri dio pruebas de un
    carácter enérgico y de falta de
    respeto por los
    usos consagrados, a la vez que de una desmesurada pasión
    por la gloria futura. Sus padres, que alentaban esa
    ambición, lo rodearon de los mejores maestros de la
    época: fue sobre todo el pensador D’ Alembert quien
    más pudo influir en su primera formación
    intelectual al posibilitarle el camino de la doctrina de los
    enciclopedistas y al proporcionarle (a través de las
    matemáticas y de las ciencias
    naturales), un método de
    estudio filosófico del que el propio Saint-Simon se
    enorgulleció hasta el momento de su muerte,
    acaecida el 19 de mayo de 1825.

    A los 16 años, como correspondía al
    primogénito de una familia de la
    nobleza, Claude Henri entró en el ejército con el
    grado de subteniente, y al estallar la guerra de la
    independencia
    norteamericana, fue incorporado a la fuerza
    expedicionaria que conducía el celebre marqués de
    Lafayette. Convertido ya en un "… aristócrata amante de
    la libertad…"
    (1) y del desarrollo industrial, el estudio in situ de las
    instituciones
    políticas de la naciente república
    independiente le dejó una impresión profunda e
    imperecedera. Atento más a las cuestiones políticas
    y tecnológicas que a su desempeño militar, dio una primera muestra de su
    interés
    en la necesidad de que el hombre
    aumentase su poder sobre el
    medio ambiente
    circundante por medio de la presentación de un plan dirigido al
    virrey de México por
    el cual se le proponía la construcción de un canal entre los dos
    océanos a través del istmo de Panamá,
    proyecto que
    finalmente no obtuvo el apoyo que el Conde esperaba
    (2).

    América le significó al Conde de
    Saint-Simon el
    conocimiento, siquiera directo y espontáneo, de la
    estructura y
    de los modos de vida de la sociedad
    colonial, conocimiento
    que se insinuará, sobre todo, en sus posteriores
    construcciones utópicas de la sociedad. Se trata, en
    efecto, de un material que no será valorado como el
    contenido de una experiencia ingenua, sino que cobrará
    sentido desde los esquemas progresistas derivados de la lectura (a
    menudo sólo superficial) de filósofos franceses iluministas como Turgot
    y Condorcet. He aquí, por lo tanto, un rasgo típico
    de la mentalidad de la época: el Nuevo Mundo aparece en la
    mente de Saint-Simon y en gran parte de la de sus
    contemporáneos como un campo virgen y como materia
    dúctil donde pudiera llevarse a cabo las realizaciones de
    la nueva teoría
    política,
    con su carácter abstracto y a priori, lejos de la resistencia que
    oponía la experiencia social del Viejo Continente, cargada
    de sentido histórico. A lo largo de su vida, el propio
    Saint-Simon cuidaría de remarcar el significado de esta
    importante experiencia.

    Una vez vuelto a Francia, pidió su retiro del
    ejército con el grado de coronel y en 1788 se
    trasladó a España,
    donde todavía reinaba el progresista monarca Carlos III
    rodeado de una pléyade de hombres ilustres. En este
    país prosiguió con el desarrollo de su
    espíritu dirigido hacia los aspectos tecnológicos e
    industriales de la
    organización social, e ideó el proyecto de unir
    a Madrid con el
    mar a través de la construcción de un canal
    navegable, pero la pronta muerte del rey frustró todos los
    planes y Saint-Simon decidió retornar a su
    patria.

    Su regreso a Francia en 1789 coincidió con el
    estallido de le Revolución, acontecimiento que
    sacudió en forma profunda al joven y aristocrático
    filósofo. Su contradictorio pensamiento
    con respecto a ella en cuanto a su deseo de perpetuar las
    tradicionales instituciones organizacionales de la Edad Media y a
    su intención de suprimirlas dados los impedimentos y las
    trabas que ellas suponían para el concreto
    desarrollo de la economía y de la industria
    nacionales pudo ser percibido a partir de lo que más tarde
    escribirá: "… La Revolución
    Francesa había comenzado cuando regresé a
    Francia. Yo no deseaba verme envuelto en ella, porque, de una
    parte, estaba convencido de que el Ancien Régime no
    podía prolongarse y, de otro lado, me oponía a toda
    destrucción…" (3). Si bien su participación
    durante las decisivas horas de la Revolución fue
    más bien menor, sus presuntos ideales republicanos
    quedaron expuestos cuando aceptó, sin demasiado
    trámite, la designación de presidente de la
    asamblea electoral de la comuna de Falvy (donde renunció a
    su título de Conde), y en el momento en que redactó
    una carta dirigida a
    la Asamblea Nacional Constituyente en la que exigía la
    supresión de las distinciones de nacimiento y en la que
    renunciaba al cargo de alcalde que se le había ofrecido
    por considerar que se debía alejar temporariamente a los
    nobles y a los sacerdotes de todos los puestos públicos
    para hacer imposible la reimplantación de los privilegios
    abolidos.

    En septiembre de 1793, en pleno Terror, Saint-Simon
    abandonó su nombre por el de Claude Henri Bonhomme,
    según han insistido generalmente sus futuros
    discípulos, con la intención de borrar de él
    todo vestigio aristocratizante y con el objetivo de
    dejar en claro la sinceridad de su fe en el credo
    republicano. Sin embargo, el hecho concreto es que la adopción
    de su nuevo nombre (que llegó a utilizar como
    seudónimo para sus negocios y
    para sus transacciones comerciales, y que le permitió
    salvaguardar así su verdadera identidad) no
    hizo sino aumentar las sospechas que sobre él
    recaían por parte de sus conciudadanos franceses.
    Éstas estaban fundamentadas, en gran medida, en los
    negocios especulativos emprendidos por Claude Henri (quien
    había perdido toda su fortuna durante los primeros tiempos
    de la Revolución) para la compra de las tierras de
    dominio
    nacional con la idea de venderlas a un mayor precio una vez
    que se hubiese aquietado la violencia del
    Terror impulsado por Robespierre. El gran éxito
    económico que en poco tiempo
    logró concretar gracias a esta operación fue la
    principal causa de su arresto, decretado en noviembre de 1793, y
    que lo mantuvo en prisión hasta octubre del año
    siguiente.

    Según relataría él más
    tarde, su estadía dentro de la cárcel, empero, no
    sería del todo en vano: su espíritu recibió
    en ella la más fuerte de las inspiraciones, la que lo
    llevó a impulsarse definitivamente hacia la plena
    realización de su obra científica a la vez que
    social. En algún sentido, su destino le fue revelado de
    una manera clara y sin ambages por un sueño en el que el
    Emperador Carlomagno, su gran antepasado, se le aparecía y
    le decía: "… Hijo mío, tu éxito como
    filósofo igualará al que yo he obtenido como
    militar y político…" (4).

    Sea verdadera o falsa esta anécdota, lo cierto es
    que a la salida de la prisión, y a lo largo de los dos
    años siguientes, la vida de este pensador ya no
    será la misma de antes. Si bien continuaba
    interesándose de manera incesante por el comercio, pudo
    ampliar con creces sus actividades hacia nuevas ramas de la
    economía como el sector industrial y el financiero; de
    similar manera, su vida social también entró en una
    etapa de expansión y, al mismo tiempo que alcanzaba a
    relacionarse con las personas más ilustres de la Francia
    de su época, se hacía conocido por todo el mundo
    por una forma de existencia que la burguesía parisina no
    tardó en calificar de libertina. Sin embargo, alejado de
    los intereses puramente materiales y
    de los placeres mundanos, comenzó a interesarse vivamente
    por sus preocupaciones científicas y filosóficas.
    Pronto su prodigalidad y sus enormes gastos lo
    arruinan y para 1805 lo sitúan en la miseria. Consigue un
    empleo en una
    oficina
    pública que le ocupa las horas del día, mientras
    que por la noche escribe sus primeras obras. Su salud está seriamente
    comprometida cuando encuentra a un ex criado suyo enriquecido, el
    cual recoge a su ex patrón y lo alberga en su casa hasta
    1810. Fallecido su protector vuelve a la pobreza pero
    se recupera, y en 1814 está de nuevo en la prosperidad y
    tiene por secretarios al futuro historiador Agustín
    Thierry y al célebre Augusto Comte.
    Aunque sus obras obtienen gran éxito de público y
    de crítica, sus prodigalidades lo llevan de
    nuevo a la miseria. Pasó hambre y en 1823 quiso
    suicidarse, fracasando y perdiendo un ojo en el intento. A partir
    de entonces se formó en torno suyo un
    grupo de
    amigos y de discípulos que lo ayudaron
    económicamente hasta su muerte en 1825.

    LA UNIDAD DE LAS CIENCIAS Y LA
    ORGANIZACIÓN SOCIAL

    El Conde de Saint-Simon inició su aprendizaje
    filosófico bajo la idea de reducir a una unidad
    sistemática los resultados de las diversas ciencias con el
    objetivo de obtener, de tal sistema, los
    principios
    para la solución de los más importantes problemas de
    organización de la sociedad humana. Con
    este fin siguió cursos en la Escuela
    Politécnica y en la Escuela de Medicina,
    trabó amistad con los
    geómetras Gaspar Monge y Joseph Louis Lagrange, y
    aspiró a superar las ideas filosóficas, plenas de
    sentido progresista y cientificista, de Helvetius y de
    Holbach.

    Es por tanto en este punto en que la personal
    vocación de Saint-Simon convergió con las
    constantes de todo un clima
    histórico y espiritual, logrando sintetizar las
    directrices esenciales del sistema positivo propio del Iluminismo
    francés. Sistema positivo no sólo por los aspectos
    gnoseológicos y metodológicos en que se
    fundó, sino también por su función,
    orientada a la previsión de los problemas y a su efectiva
    solución en el seno de la realidad social. Sin embargo, la
    previsión, último objeto de la actividad
    científica, obedeció para Saint-Simon a la
    condición de la experiencia subjetiva (la idea, en lo
    central, de la experimentación), siendo "… aquí
    donde la raíz del sistema teórico terminó
    insertándose en el complejo de funciones,
    dictadas por la vocación propia, que recíprocamente
    median entre la subjetividad del pensador (o de sus semejantes) y
    su contorno social: la relación entre la filosofía
    y la vocación del filósofo…" (5).

    Fue en este sentido, y en relación con los
    vínculos que el filósofo debía crear con el
    medio social que lo rodeaba que, más tarde, en su
    autobiografía, el Conde diseñó todo un
    esquema metodológico de investigación y de vida en el que, a partir
    de la enseñanza recogida por sus peripecias
    personales, se podía extraer la idea de que la existencia
    desordenada y aventurera del filósofo podía servir
    para desarrollar sus futuras líneas de pensamiento (6). El
    inquieto Conde se esforzó, entonces, en sintetizar los
    conocimientos parciales de los sabios amigos para lograr una
    unidad en la ciencia y
    una reforma organizativa de la sociedad de acuerdo a la
    elaboración de un sistema completo guiado por dos ideas
    directrices: la idea de unidad y la idea de
    organización
    .

    Convencido no sólo de que tenía que
    realizar una misión,
    sino también de que estaba destinado a ser uno de los
    hombres más grandes y a variar el curso de la humanidad,
    tanto como lo había hecho Sócrates
    (fundador de una filosofía universal que él,
    Saint-Simon, estaba dispuesto a refundar), el Conde creía
    que la raza humana estaba a punto de sufrir un nuevo y gran
    cambio en su
    evolución. Éste provocaría la
    mayor transformación desde el advenimiento de la
    cristiandad, del cual Sócrates fue el heraldo y el
    anticipador cuando proclamó la unidad de Dios con el Universo, y la
    subordinación de éste último a un principio
    general. Pero todavía no estaba seguro de
    cuál era su misión específica, y se
    dedicó a descubrirla mediante el estudio de los hombres y
    de las cosas, pero, sobre todo, del de las ciencias. Su
    teoría, según él la formuló,
    consistía en descubrir un principio capaz de unificar
    todas las ciencias proporcionando de ésta manera a la
    humanidad un conocimiento claro de su futuro, de tal manera que
    los hombres pudieran proyectar su propia marcha colectiva de
    acuerdo con el orden conocido de la ley
    universal.

    Su espíritu estuvo dominado en este momento por
    la idea de unidad, que entonces la concebía, sobre
    todo, como unidad del conocimiento, o sea, como una
    síntesis y una ampliación necesarias
    en el gran avance que desde Bacon y Descartes se
    había hecho en las ramas especializadas de las ciencias
    naturales y en la comprensión del hombre mismo.
    En esta fase, por supuesto, supo aplicar las enseñanzas de
    su antiguo maestro D’Alembert, de quien derivó su
    creencia en el empleo de la ciencia
    aplicada como base de la organización social, y las
    concepciones formuladas por Condorcet, de quien tomó su
    idea del desarrollo histórico, basándolo en los
    progresos del conocimiento humano.

    De acuerdo con todo el argumento anterior, y debido a su
    inquietud por el estado
    aparentemente falto de objetivos y
    caótico de las disciplinas intelectuales,
    el Conde de Saint-Simon razonó que si todas las formas de
    desorden se originaban en un planeamiento
    defectuoso, las confusiones del intelecto podían ser
    eliminadas (como al fin y al cabo también las de la
    sociedad), mediante el mismo remedio. Por esto, les dijo a los
    hombres de ciencia que la situación del conocimiento
    contemporáneo era de "ideas deshilvanadas" por no estar
    relacionadas con ningún concepto general
    y que era por esto mismo que la situación de la comunidad
    científica en ese momento no se hallaba
    sistemáticamente organizada: el único método
    capaz de restaurar el orden era explicado en base a una
    concepción elemental y específica que pudiese ser
    relacionada con todas las demás y de la cual se pudiesen
    deducir todos los principios. Así, una vez establecido el
    método adecuado, la idea de organización se
    podría aplicar no solo a todos los campos posibles de
    indagación sino que también a toda
    conformación social, y resultados tan espectaculares como
    los logrados en las ciencias físico-naturales se
    volverían universales.

    De esta forma, incluso desde antes de la
    aparición de Saint-Simon en el horizonte intelectual del
    siglo XIX, y hasta el XX inclusive, la mayoría de los
    teóricos y de los técnicos políticos
    (Rousseau,
    Proudhon, Marx y Fourier entre
    otros) han considerado parte de su función formular, desde
    una base de organización científica, propuestas
    para armonizar los intereses y fines, reconocidamente
    antagónicos, de los diversos grupos
    socioeconómicos dentro de la sociedad. Saint-Simon, como
    hombre preocupado tanto por el logro de la unidad de las ciencias
    como por la consecución de la mejor organización
    social posible, finalmente supo describir con exactitud la
    creencia que orientaba a la idea de la
    organización,
    concepción ligada a la
    noción de poder y de índole científica a la
    vez que también social: la superioridad de los hombres
    sobre los demás animales "resulta
    directamente de una superioridad de su
    organización".

    Sin embargo, la relación establecida entre las
    ideas de la unidad de las ciencias (7) y de la
    organización social estaría incompleta si no se
    hiciese una mención al concepto, también central en
    la filosofía de Saint-Simon, del poder; en este
    sentido, la unificación de los saberes hallaría su
    correlato en la organización de la sociedad por medio de
    una posición de poder de los que más conocimientos
    tuviesen dentro de ella. Claro está que cuando nos
    referimos a los sujetos portadores de mayores conocimientos no
    sólo estamos pensando en los miembros de la comunidad
    científica (que, por cierto, ocuparían un lugar de
    suma importancia en el esquema de poder espiritual de la futura
    sociedad sansimoniana), si no que también lo hacemos en
    relación con todos los grandes industriales y banqueros
    quienes, próximos dueños del poder temporal, se
    encargarían de construir un régimen industrial
    basado en una jerarquía de competencias
    técnicas y en el que los saberes
    tradicionales (ligados fundamentalmente al derecho) "…
    serían reemplazados por la economía
    política, o sea, por el despliegue de la producción, la eficacia de la
    técnica industrial, el aumento de la riqueza, el bienestar
    material y la planificación económica…"
    (8).

    Las dos líneas directrices del pensamiento
    sansimoniano (la idea de unidad y la idea de
    organización
    ) se entrecruzarán, entonces, de
    manera constante (aunque bajo condiciones, contextos y
    situaciones diferentes) prácticamente a través de
    toda la obra del Conde, en un definido esquema de poder.
    De este modo, su interés en la unidad de las ciencias
    encuentra una justa correspondencia en sus planteos organizativos
    de la sociedad: su indagación intelectual tendiente a
    lograr la unidad de todos los conocimientos posee su contraparte
    (a la vez que su complemento) en sus estructuraciones sociales y
    en sus concepciones ingenieriles sobre las relaciones
    humanas. La idea del poder liga, dentro de la visión
    de este filósofo, tanto al idealismo de
    la unificación de todos los saberes científicos
    como al materialismo de
    la organización social y de su más eficiente
    producción económica. Heredero de toda la
    tradición Iluminista que se encargó de establecer
    una identidad entre el poder y el saber con fines a la mejor
    organización social posible, Saint-Simon consiguió
    trascender gracias a su aguda visión sobre la
    íntima relación entre estos términos, pero
    fundamentalmente, debido a los primigenios intentos socialistas
    de sus esquematizaciones.

    Pese a la unidad conceptual y a la continuidad lógica
    de las ideas de Saint-Simon a todo lo largo de sus trabajos,
    ciertos historiadores de la filosofía (9) han hecho
    aparecer su pensamiento como incoherente debido a que sus
    diversas obras fueron consagradas a diferentes temas y a que
    ellas, aparentemente, no mostrarían su mutua
    relación. Su variada producción
    científico-intelectual (que arrancó cuando
    él contaba con 42 años), refleja en cierto sentido
    todos los vaivenes, los infortunios y los fracasos (tanto
    intelectuales como laborales y hasta amorosos (10)) por los que
    atravesó su vida durante su juventud y su
    madurez. Bajo este presupuesto, "…
    comenzó por la filosofía de las ciencias, antes de
    pasar a la ciencia del hombre; luego se dedicó
    especialmente al análisis del industrialismo, para
    relacionarlo enseguida y cada vez más con el socialismo
    (aunque éste término no aparece en sus textos);
    finalmente concluyó con una obra consagrada a la religión y a la moral:
    El nuevo cristianismo (1824), pocos meses antes de su
    muerte…" (11). Sus primeros escritos constituyen, entonces, su
    etapa más epistemológica o
    metodológico-científica: Cartas de un habitante
    de Ginebra a sus contemporáneos
    (1802);
    Introducción a los trabajos científicos del
    siglo XIX
    (1807-8); Carta al Bureau des Longitudes
    (1808) diversos estudios sobre La Enciclopedia y la necesidad
    de fundar una Nueva Enciclopedia
    (1810 y 1813); Memorias
    sobre la ciencia del hombre
    (1813) y Trabajo sobre la
    gravitación universal
    (1813).

    En el desarrollo general sobre una nueva era
    científica expuesto en el anterior conjunto de obras,
    Saint-Simon efectuó un llamamiento a los sabios de toda
    clase para que
    se uniesen en torno a una concepción transformadora y
    más amplia de los problemas humanos a fin de crear una
    "ciencia de la humanidad" y de emplear la inteligencia
    de todos en el aumento del bienestar humano. Su concepto de la
    "ciencia" (que ya se había ampliado hasta abarcar a una
    ciencia de la moral)
    debía tratar de los fines del mismo modo que una ciencia
    natural debía interesarse por los medios, es
    decir, por el dominio del hombre sobre el ambiente que
    lo rodea. Asimismo, las bellas artes y
    las ciencias aplicadas gradualmente llegarían a ocupar en
    su pensamiento un lugar al lado de las otras dos ramas del
    árbol del saber (las ciencias de la naturaleza y
    la ciencia de la moral) con el fin de ir constituyendo un
    auténtico saber universal. Saint-Simon suponía que
    a través de la unión y de la sistematización
    de estos tres tipos de ciencia era posible generar una nueva
    enciclopedia que fuese expresión del espíritu de la
    nueva era frente a la de D’Alembert y Diderot, pero que
    también se necesitaba materializarlas en instituciones, en
    grandes academias de artistas y sabios naturalistas, morales y
    sociales.

    La unidad científica, en relación con el
    fin social, sólo podía llegar a ser posible dentro
    de la mente de este filósofo por medio de un plan de dos
    pasos: por un lado, la constitución de una science de
    l’homme
    que pudiese llegar a dar cuenta de los
    fenómenos naturales y sociales al mismo tiempo y, por el
    otro (y dentro del plano organizacional), una apelación
    determinante al esfuerzo humano colectivo,
    condición esencial para la concreción de su
    iniciativa científico-social. El primer aspecto de la
    unificación de los saberes consistió, entonces, en
    la formulación de una nueva ciencia, la "fisiología social" (o, como más tade
    pasaría a denomimarse, la "sociología"), cuya primera tentativa fue la
    de conciliar el mundo objetivo de las fuerzas naturales con el
    subjetivo de las intenciones morales para concretar así
    una auténtica síntesis superadora que resultase
    aplicable tanto a la teoría como a la práctica de
    la reorganización social. Sin embargo, dicha
    unificación enciclopedista de las ciencias naturales y
    morales, en correspondencia con las bellas artes, sólo
    podía llevarse a cabo en la práctica a
    través del esfuerzo humano colectivo,
    condición autónoma e inmanente a la sociedad y al
    individuo por
    igual (12). Destacó, asimismo, que en la
    organización científica la humanidad, lejos de
    permanecer pasiva, produce, construye y crea.

    Al cabo de un viaje de estudios por Inglaterra y
    Alemania
    emprendido con la idea de perfeccionar su educación, pudo
    llegar a la conclusión de que un nuevo panorama se
    abría para su intención unificacionista y
    sintética del saber humano pues había llegado a
    comprobar que en esos países, que sin embargo se hallaban
    tan adelantados en materia tecnológica o
    filosófica, en cuanto al saber científico o
    epistemológico, según él mismo seguraba, su
    atraso era patente (13). Así, la creencia de que todo
    estaba por ser creado y de que por tanto el camino hacia la
    ciencia única se encontraba libre, no hizo más que
    dar impulso a la sensación de que la gran oportunidad, la
    que había estado
    esperando durante toda su vida para hacer públicas todas
    sus ideas, finalmente estaba por llegar a cumplirse. Esta
    situación efectivamente pareció darse cuando, a
    partir de la edición
    en 1802 de su primer obra (las Cartas de un habitante de
    Ginebra a sus contemporáneos
    ), Saint-Simon pudo
    comenzar a aplicar todos los conocimientos que fue adquiriendo y
    acopiando a lo largo de su existencia con el aristotélico
    fin último de lograr "la felicidad del hombre".

    EL PERÍODO
    CIENTIFICISTA

    En toda su etapa más cientificista el Conde
    intentó una ordenación y unificación
    epistemológica con vistas a diseñar a la sociedad
    de su época de la mejor manera posible. En las
    Cartas ideó una construcción utópica
    (probablemente basada en sus experiencias vividas en Estados Unidos)
    animada del propósito de reorganizar la sociedad sobre
    bases científicas. Poseído de un espíritu
    místico que lo hacía aparecer como el representante
    de Dios en la Tierra o
    como una suerte de mesías, Saint-Simon apreció que
    el conjunto social de su época se encontraba dividido en
    tres sectores o clases: "… la primera es la de los productores
    (sabios y artistas, así como cuantas personas tengan ideas
    progresistas); la segunda, los propietarios (que no desean cambio
    alguno); y la tercera; los obreros y cuantos en general se
    agrupan en torno a la consigna de igualdad…"
    (14). Bajo la condición fundamental de que el poder
    debía ser repartido en función de las luces,
    Saint-Simon remarcó que el gobierno
    debía pertenecer, por derecho, a los que saben (15). Por
    eso, y considerando como fenómenos fisiológicos a
    las relaciones de la sociedad, la dirección de ésta debía ser
    confiada a un magisterio de sabios, unidos a unos artistas
    elegidos por los hombres y pagados por medio de una
    suscripción internacional.

    Para Saint-Simon, por tanto, la sociedad debía
    ser gobernada por científicos y artistas: los primeros
    para procurar el bienestar material comunitario y los segundos
    para promover el desarrollo mental, así como los placeres
    y satisfacciones de índole emocional. El Consejo que del
    "gobierno de las personas" se abocaría a la "administración de las cosas" se
    compondría finalmente por el conjunto de los tres mejores
    sabios y artistas de todo el mundo en cada rama de la ciencia y
    de las artes; de esta manera, se hallarían en él
    los tres mejores matemáticos, los tres mejores de la
    física, de
    la química,
    de la fisiología, de la literatura, de la pintura y de
    la música.
    Por cierto, mediante esta estructuración natural de las
    ciencias, el Conde no buscó sino reflejar la estructura
    piramidal que se establecería dentro de este orden en
    relación a su creciente complejidad y a su nivel de
    concreción en la práctica. Así, de la
    abstracta y formal matemática
    se iría llegando a una cada vez más concreta y
    práctica fisiología.

    Una vez instituida esta nueva forma social, el gobierno
    tomaría el nombre de Concejo de Newton (16) y
    se encargaría de representar la voluntad de Dios (o de
    Saint-Simon, que para él, a esta altura del partido, era
    ya lo mismo) y se encargaría de regir a la humanidad y de
    favorecer su progreso no sólo mediante la
    construcción de laboratorios, talleres y colegios sino que
    también por medio del culto hacia quien formulara por vez
    primera la ley de gravedad, máxima fundamental de la nueva
    sociedad. De igual manera, el Conde efectuó una
    unificación del conocimiento en razón de lo que
    para él era único interés común a
    todos los hombres: el interés por el progreso de las
    ciencias.

    La evolución histórica de las ciencias, lo
    mismo que el progreso del espíritu humano, comenzaron para
    Saint-Simon con la observación de los fenómenos
    más simples, es decir, con los estudios
    astronómicos. Pero como estos, sin embargo, tendían
    a confundir los hechos que observaban con aquellos que
    imaginaban, el resultado concreto de su investigación era
    una combinación de ciencia con magia, lo que obligó
    a aquella (para poder concretar su avance y desarrollo
    epistemológico) a desembarazarse de la astrología. Posteriormente, el hombre se
    ocupó de los mucho más complicados fenómenos
    químicos pero, al haberse cometido los mismos errores que
    en la anterior etapa astronómica, la ciencia debió
    desembarazarse de los ingredientes mágicos aportados por
    la alquimia. Sin embargo, al tiempo, también la
    fisiología se vio obligada a desembarazarse de la
    filosofía, la moral y la metafísica: si bien éstas
    habían contribuido a fomentar el desarrollo de la ciencia,
    lo cierto es que planeaban crear un sistema general que se
    mantuviese totalmente ajeno a los principios
    físico-matemáticos y, sobre todo, a ley de la
    gravedad universal.

    Para poder crear una verdadera ciencia general que se
    ocupase tanto de los hechos naturales como de los morales pero
    centrada en la suprema ley de la física newtoniana,
    Saint-Simon ideó la disciplina de
    la "fisiología social", es decir, de la moderna
    sociología, basada en la consideración de las
    relaciones sociales como fenómenos. La constitución
    superadora del nuevo centro o eje del sistema científico
    sansimoniano, que debía instaurar la síntesis tanto
    de los fenómenos físico-cósmicos como de los
    de índole moral, encontró su fundamento en la
    "biología
    regenerada", concepto ideado por el Conde a partir de su
    asistencia a los cursos de fisiología impartidos por el
    doctor Burdin en la Escuela de Medicina de París. En la
    "biología regenerada", la science de l’ homme
    encontraría un principio sistemático en los
    esquemas de la propia fisiología como physique des
    corps organisés
    , en cuanto aparecería como
    más idónea que la physique des corps bruts:
    como "fisiología social" (o como sociología),
    más que simplemente como física natural.

    En sus siguientes trabajos cientificistas, Claude Henri
    de Saint-Simon continuó profundizando sus tendencias
    demiúrgicas apuntando siempre a producir un mejoramiento
    social a partir del dominio ejercido por el conocimiento
    unificado. De este modo, su posición se clarifica pues
    "… ya no deben gobernar el mundo principios abstactos,
    anticiéntificos, como los de 1789, ni tampoco las fuerzas
    antiguas y muertas, sino que debe hacerlo un nuevo poder
    espiritual: la razón actuando sobre los hechos, la
    ciencia positiva…" (17). Por eso, la necesidad
    más urgente era crear una "ciencia general".

    En su siguiente obra (Introducción a los
    trabajos científicos en el siglo XIX
    , escrito entre
    1807 y 1808), Saint-Simon se ocupó de reafirmar la
    necesaria vinculación que, a su juicio, se
    establecía entre la ciencia y la sociedad. Primeramente,
    trató de hacer un balance del progreso de la ciencia desde
    1789 y, luego de elogiar a Sócrates, Bacon, Descartes y
    Condorcet por haber liberado el espíritu del hombre, se
    ocupó de enaltecer el mismo principio del esfuerzo
    autónomo e inmanente propiamente humano. Sin embargo,
    también remarcó que el "desarrollo de la
    inteligencia general" (vale decir, la colectiva) es un ejemplo
    del esfuerzo autónomo mucho más impresionante que
    el desarrollo de la inteligencia individual. De acuerdo con esto
    último, y teniendo en cuenta que las grandes ideas y las
    grandes revoluciones científicas son resultados de grandes
    fermentos morales y de luchas cotidianas en relación con
    la producción material, el Conde finalizó su
    trabajo
    asegurando que la marcha de la ciencia se correspondería
    con la marcha de la sociedad: el destino de la una se
    encontraría necesariamente ligado al de la
    otra.

    A las Lettres au Bureau des Longitudes, en 1808,
    les siguieron sus diversos estudios sobre La Enciclopedia y la
    necesidad de fundar una Nueva Enciclopedia
    , entre 1810 y
    1811. En esta, Saint-Simon manifestó su crítica
    hacia la antigua Enciclopedia porque no llevó a cabo la
    integración de las ciencias en una unidad
    sistemática. Se desprende de aquí su exigencia en
    la creación de una "ciencia general" (o, a lo sumo, de una
    "filosofía positiva"), basada en la actividad humana
    productiva y creativa, inmanente a los individuos y a las
    sociedades al
    mismo tiempo, y destinada a descifrar el enigma del Universo, a decir
    la verdad sobre el Ser. En este punto su pensamiento se
    encargó de resaltar la inescindible imbricación
    establecida entre, por un lado, la actividad material y
    espiritual propias de la producción económica y de
    la industrial y, por el otro, el principio de unidad de las
    ciencias expresado como "filosofía positiva". De acuerdo
    con esto último, para Saint-Simon "…"positivo" quiere
    decir activo, inmanente, autónomo, y "filosofía"
    designa el estudio del esfuerzo humano global, espiritual y
    material, individual y colectivo a la vez…" (18). Por
    último, será con esta caracterización sobre
    la "filosofía positiva" o sobre la "fisiología
    social" (como también él la llama) que el Conde
    finalmente podrá dar el salto hacia el territorio propio
    de la sociología.

    Esta última cuestión fue asimismo retomada
    en su siguiente trabajo Memorias sobre la ciencia del
    hombre
    (1813). En ella, Saint-Simon investigó
    (quizá con una profundidad hasta ese momento nunca
    alcanzada) la función social de las ciencias y de los
    sabios en los diversos tipos de estructuras
    sociales, abarcando desde la metodología y la sociología de las
    ciencias hasta la "ciencia del hombre", una de cuyas
    manifestaciones fundamentales es la sociología. El Conde
    comenzó esta obra argumentando que los cuatro sabios
    Vicq-d’ Azir, Cabanis, Bichat y Condorcet (19) le
    habían inspirado la idea de concretar una "ciencia del
    hombre" (incluida y fundamentada dentro de la más amplia
    disciplina de la "fisiología social") que lo
    conduciría a la confección de un nuevo sistema
    científico, con una reorganización de los esquemas
    religiosos, políticos y morales en general. Luego de
    aclarar desde un principio que se debía distinguir
    cuidadosamente entre la física y la propia
    fisiología (puesto que no es lo mismo ocuparse del estudio
    de los "cuerpos organizados" que de los "cuerpos brutos"),
    Saint-Simon subrayó que el elemento de la vitalidad, de la
    vida en agitación y en movimiento se
    expresaba particularmente en la "ciencia del hombre", que es una
    "fisiología trascendente". En relación con este
    planteo, se llega a la concepción de que la ciencia de los
    cuerpos organizados y de la vida se divide en "fisiologías
    particulares" (tratan del funcionamiento y del esfuerzo de los
    organismos de las diferentes especies animales, incluida la
    especie humana), en "psicología" (trata de
    la vida mental de los hombres) y en "fisiología general",
    cuya parte más importante es la "fisiología social"
    (trata de la vida y los esfuezos de las sociedades con el
    concurso de la psicología, la etnografía y la historia).

    Por lo tanto, en las Memorias sobre
    la ciencia del hombre,
    Saint-Simon encaró con mayor
    profundidad el tema de la "fisiología social" que, aunque
    se hallaba presente en su primer trabajo (las Cartas), no
    recibió entonces un tratamiento tan sistemático
    como el que ahora estaba dispuesto a darle. La "fisiología
    social", parte principal de la "fisiología general", se
    erige por encima de los individuos, que para ella no son
    más que miembros del Cuerpo Social cuyas funciones
    orgánicas debe analizar, así como la
    "fisiología especial" estudia las de los individuos.
    Aunque el Conde reconoció que la constitución como
    ciencia de la "fisiología social" era obstaculizada por
    las luchas de siempre entre los órganos del cuerpo social,
    entre los jefes de las facciones y entre las distintas clases y
    sectores de la sociedad, se cuidó de remarcar que ya era
    tiempo de abandonar todas las disputas porque había
    llegado el momento de constituir la "ciencia del hombre", cuyo
    punto culminante era justamente la creación de la
    "fisiología social". Como conclusión, y lejos de
    cualquier intento que significase (siquiera en forma
    aproximativa), cualquier atisbo de vinculación desmedida
    con un supuesto biologicismo, Saint-Simon terminó de
    definir a la "fisiología social" como "… la ciencia, no
    sólo de la vida industrial sino también, de la vida
    general, en la que las vidas de los individuos son como los
    engranajes principales…" (20)

    En su Trabajo sobre la gravitación
    universal
    (1813), última obra de su período
    cientificista, El Conde pretendió continuar con los
    estudios iniciados en su anterior escrito (Memoria sobre la
    ciencia del hombre
    ). Con la certera impresión de que
    la fuerza de los sabios europeos, reunidos en una
    corporación general cuyo lazo sería una
    filosofía basada en la idea de la ley de la
    gravitación, sería incalculable, Saint-Simon se
    empeñó en demostrar que esta última
    debía ser la máxima fundamental tanto para los
    "cuerpos organizados" como para los "cuerpos brutos". En este
    sentido, insistió una vez más con que su método
    científico era la propia ley de Dios, la física
    y la moral a un mismo tiempo. Por otro lado, a partir de esta
    idea elaboró también una "filosofía de la
    gravitación" en cuya cadena evolucionista se precisaba el
    desarrollo del estudio de los "cuerpos brutos" al de los "cuerpos
    organizados", de ahí al de los animales, y desde estos al
    del hombre, cuyo análisis, a su vez, pasaba por la era
    prehistórica, la antigua, la medieval, etc.

    Con la progresiva acentuación de sus estudios
    científico-sociales, Saint-Simon contribuyó a hacer
    de la figura de Newton un modelo a
    seguir, un nuevo Dios al que se le debía rendir tributo
    por sus favores prestados al desarrollo de la humanidad. Si bien
    no fue el primero en tomar a la producción intelectual del
    gran físico inglés
    como fundamento científico de sus trabajos (21), fue
    probablemente el Conde (seguido luego por Comte y su escuela
    positivista) quien logró darle su aplicación
    más práctica y concreta al campo de las ciencias
    sociales pues "… el éxito conseguido por Newton al
    exponer las leyes
    mecánicas de la naturaleza, validas sin limitación
    de espacio o tiempo, daba probabilidad a
    la presunción de que se podía tratar a los
    acontecimientos políticos y económicos del mismo
    modo altamente generalizado…" (22).

    EL EVOLUCIONISMO EN LAS
    CIENCIAS Y EL SOCIALISMO UTÓPICO.
    INFLUENCIA
    SANSIMONIANA EN EL POSITIVISMO
    COMTEANO

    En suma, lo que Saint-Simon hizo en sus obras fue
    considerar el problema de la función social de las
    ciencias y de sus representantes con el fin de conjurar las
    desgracias que amenazanban a la sociedad con motivo de la
    desaparición de la antigua organización social
    causada por la Revolución Francesa. Este acontecimiento
    central para la elaboración de su proyecto social, al que
    criticaba (luego de abandonar su todavía indefinida y
    contradictoria opinión acerca de él) no tanto por
    lo que había hecho sino por lo que había dejado sin
    hacer, se constituyó, asimismo, en el punto a partir del
    cual logró dar una interpretación sobre el desarrollo del
    hombre gracias a la utilización de los elementos
    teóricos construidos por medio de su particular
    visión de la "Filosofía universal de la Historia".
    Según ésta, la historia humana pasaba por
    épocas alternativas de construcción y de
    crítica o de destrucción: en este sentido, la
    Revolución Francesa era considerada como la
    realización necesaria de una gran obra de
    destrucción de las instituciones anticuadas pero que no
    había logrado nada constructivo por falta de un principio
    unificador. En todas las etapas "… la humanidad necesitaba una
    estructura
    social que correpondiese a los avances realizados por
    la
    Ilustración: las instituciones adecuadas y
    beneficiosas en un estado del desarrollo
    humano se volvían perjudiciales cuando estaba cumplido
    lo que tenían en sí…" (23).

    Saint-Simon distinguía dos grandes épocas
    constructivas: el mundo de la antigüedad clásica,
    representada por la civilización greco-romana, y el mundo
    medieval del cristianismo;
    y no tenía duda alguna de que el último, a causa de
    su concepción de la unidad cristiana, representada por la
    Iglesia,
    significaba un avance inmenso respeto a la organización
    principalmente militar del mundo antiguo. Elogiaba mucho a la
    Iglesia medieval por haber satisfecho admirablemente las
    necesidades de su tiempo, especialmente por su influjo social y
    educador; pero también consideraba su caída como
    una consecuencia necesaria por su fracaso en adaptarse a las
    necesidades de una nueva edad de progreso científico.
    Desde Lutero hasta los filósofos del siglo XVIII los
    hombres se habían dedicado a acabar con las anticuadas
    supersticiones, que no podían compaginarse por más
    tiempo con las enseñanzas del conocimiento progresivo;
    pero en esta época de destrucción (lo mismo que en
    la edad tenebrosa que siguió al apogeo del mundo antiguo)
    la humanidad había perdido su sentido de unidad y el
    hombre, por tanto, tenía que hallar una nueva
    concepción unificadora y construir sobre ella un orden
    nuevo. En consecuencia, según Saint-Simon, estaba a punto
    de empezar una tercera gran época basada en los progresos
    científicos del hombre, y los siglos transcurridos desde
    la Reforma ("el cisma de la Iglesia", como la llamaba) no
    habrían sido otra cosa mas que un período necesario
    de preparación crítica y destructiva para el
    advenimiento de la nueva sociedad.

    Lo mismo que Helvecio, Holbach, Turgot y Condorcet,
    Saint-Simon creía firmemente que el progreso humano era
    algo cierto y estaba seguro de que cada gran etapa constructiva
    en el desarrollo de la humanidad había llegado mucho
    más adelante que las anteriores. A través de la
    literatura de todos estos filósofos "… estaba
    implícita la idea de un orden social natural y la
    visión de una ciencia general de la naturaleza
    humana en la creencia de que el bienestar social es producto del
    conocimiento y de que éste es resultado de la
    acumulación de experiencia…" (24). La idea del progreso
    no había estado enteramente ausente del empirismo
    filosófico desde la época en que Bacon había
    afirmado que, en comparación con la ciencia antigua, la
    moderna representaba a una edad más avanzada del mundo y
    que estaba dotada de infinitos experimentos y
    observaciones, y desde que Voltaire
    subrayó que la idea de la evolución de las artes y
    de las ciencias sería la clave que posibilitaría el
    desarrollo
    social.

    Turgot y Condorcet convirtieron la idea de progreso en
    una filosofía de la historia al enumerar las etapas de
    desarrollo por las que había pasado la humanidad. Mientras
    que el primero de los dos expuso con profunda penetración
    la diferencia esencial entre aquellas ciencias que, como la
    física, buscan leyes de los fenómenos recurrentes,
    y la historia, que sigue la creciente acumulación de
    experiencias que constituyen una civilización, el segundo
    asimiló el concepto de progreso con la difusión de
    los saberes y del poder sobre los obstáculos
    físicos y psíquicos que se oponían a la
    felicidad que daba a los hombres el conocimiento. El progreso
    según Condorcet había de seguir probablemente tres
    direcciones: una creciente igualdad entre las naciones, la
    eliminación de las diferencias de clase y una mejora
    mental y moral general resultante de las otras dos. Así,
    esperaba que el progreso se iría produciendo por
    acumulación, ya que el perfeccionamiento de los sistemas sociales
    mejoraría las facultades mentales, morales y
    físicas de la especie.

    Saint-Simon, en todo caso, se ocupó de sintetizar
    todas las opiniones y reflexiones que con una visión
    progresista se habían formulado hasta ese entonces con
    respecto a la historia de la humanidad, tratando de darles un
    objetivo definido que sirviese de fundamento a su
    concepción cientificista de la sociedad. Así, pudo
    llegar a expresar que "… después de un largo reposo el
    espíritu humano ha vuelto a levantarse. El siglo XVII ha
    producido hombres de genio en todos
    los géneros: dio nacimiento a Newton. Durante el siglo
    XVIII hicieron grandes progresos las ciencias exactas; las ideas
    supersticiosas fueron fulminadas. ¿Qué
    acontecerá en el siglo XIX ? La ciencia de la
    organización social se convertirá en ciencia
    positiva…" (25).

    Fue justamente el intento de aplicar todas estas ideas
    científicas a la práctica con el fin de lograr una
    reorganización social lo que determinó que a
    Saint-Simon se lo situase posteriormente dentro del campo del
    socialismo utópico. Dentro de un contexto
    histórico signado por la cada vez más angustiante
    anarquía en la producción industrial, por la
    creciente amenaza de paro y de
    hambre, de miseria, ignorancia y ausencia de toda conciencia de
    clase en las masas obreras y campesinas presentes dentro de un
    desarrollo capitalista ciego como fue el que efectivamente
    padeció Francia entre 1890 y 1830, es que el trabajo
    intelectual del Conde fue calificada de socialista
    utópica. Su sistema social, desarrollado bajo la consigna
    de "Todo por y a través de la industria" y en
    relación a la idea de que "La política es la
    ciencia de la producción"
    , proyectó el cuadro
    de una sociedad cuya vida económica se
    centralizaría en el Estado y en la gran industria, en la
    que las luchas clasistas terminarían gracias a una
    jerarquía de benévolos jefes económicos,
    debido a una auténtica "dictadura de
    los capaces"
    que se encargaría de administrar
    científicamente a este nuevo orden. Así, del
    gobierno debían finalmente ocuparse los industriales,
    banqueros y técnicos, mientras que a la nobleza, los
    militares y los clérigos se les quitaría todo
    poder: "…mientras que los ociosos no podrían tener parte
    del poder político, en cambio los hombres de ciencia,
    colaboradores indispensables de la industria, intervendrán
    en su consejo supremo…" (26). Estas ideas fueron mayormente
    expuestas, además de en sus trabajos más
    cientificistas como los detallados anteriormente, en obras como
    Reorganización de la sociedad europea (escrita en
    1814 con la colaboración de Thierry), El
    organizador
    (1819), Del sistema industrial
    (1821-1822), Catecismo de los industriales (1822-1824) y
    Nuevo cristianismo (1825). Pese a que el derrotero
    intelectual del Conde de Saint-Simon no fue siempre incluido bajo
    el rótulo de socialista utópico debido a que no
    atacaba la propiedad
    privada, Friedrich Engels (junto con Karl Marx uno de
    los padres fundadores del socialismo científico) no
    dudó en categorizarlo de esta manera al otorgarle un rol
    primordial en la gestación de la doctrina marxista pues en
    él se descubre "… una perspicacia genial, gracias a la
    cual casi todas las ideas socialistas ulteriores, con
    exclusión de las económicas, se encuentran en
    germen en sus obras…" (27).

    Esta visión progresista y científica de la
    historia y de la sociedad se ligó asimismo con la
    corriente filosófica que posteriormente pasaría a
    denominarse positivista, formalmente inaugurada por Augusto Comte
    hacia 1830, año de la publicación del primer tomo
    de su Cours de philosophie positive (28). Comte, un joven
    filósofo con una profunda admiración por
    Saint-Simon, se convirtió en su secretario en 1817; los
    dos, maestro y alumno, colaboraron íntimamente durante
    siete años, hasta 1824, "… al punto que no se
    sabía donde comenzaba la contribución de uno y
    donde terminaba la del otro…" (29). Pero si bien en un
    principio ambos coincidían en que el Estado industrial
    sustituiría al Estado guerrero (anterior a la
    Revolución Francesa), bajo la orientación de la
    ciencia, nuevo poder espiritual capaz de coordinar todas las
    fuerzas sociales en favor de esa transformación, y
    creían que los hombres pasarían a usar sus poderes
    en el dominio y exploración de la naturaleza en favor de
    todos, con el propio desenvolvimiento mental de Comte y con el
    avance de sus estudios, fueron creciendo los gérmenes del
    rompimiento entre los dos. La tendencia sintética y
    científica de Comte lo apartaba insensiblemente de su
    antiguo ídolo pues mientras que Saint-Simon era llevado
    cada vez más (como le iría a acontecer a él
    mismo al final de su vida) hacia el misticismo y las soluciones
    religiosas, su discípulo se inclinaba más hacia el
    papel que debería desempeñar la ciencia en la
    reorganización de la sociedad. Siguiendo esta
    línea, el resultado solamente podría haber sido
    uno, como realmente lo fue: la separación de los dos
    (30).

    A pesar de su separación final (causada, entre
    otras cosas, por celos relativos a la paternidad y originalidad
    del pensamiento positivo) y del desprecio lanzado abiertamente
    hacia quien fuera su maestro, Augusto Comte recibió una
    gran influencia intelectual por parte de Saint-Simon, pues uno y
    otro se propusieron, en última instancia, rehacer la
    Enciclopedia del siglo XVIII pero poniéndola a la altura
    de la nueva situación que la ciencia tenía en el
    siglo XIX. Dicha influencia consistió, fundamentalmente,
    en la sugerencia de un cierto número de ideas generales y
    de detalles, sobre todo, para la conceptualización de una
    filosofía comteana de la historia, y en la creación
    de una ciencia política que debería basarse
    en una ciencia que fuese social y, por consiguiente, en
    una política que fuese científica.
    Saint-Simon no emplea el término "física social" o
    "sociología", que será acuñada por Comte;
    utiliza, en cambio, la expresión "fisiología
    social", que "… no es sólo su claro equivalente
    semántico, sino expresión de un programa no muy
    diferente en ciencias sociales…" (31). Por otro lado, resalta
    también el influjo del Conde por sobre su
    ex-discípulo en los decisivos y polémicos puntos de
    la clasificación jerárquica de las ciencias y de la
    "ley de los tres estadios", atribuída generalmente a
    Comte, pero ya presente en otros intelectuales como Condorcet, el
    doctor Burdin, Charles Fourier y el mismo Saint-Simon.

    La influencia del cientificismo sansimoniano en la
    creación del positivismo comteano resultó,
    entonces, patente. La filosofía de Comte se nutrió,
    entonces, de las concepciones científicas de la sociedad y
    de la visión unitaria de las ciencias con el fin de forjar
    una corriente establecida sobre el modelo de las disciplinas
    físico-naturales y en la que los términos de
    orden y progreso en la sociedad adquirieron un
    sentido concreto y teleológico. El positivismo
    surgió, por ende, como una filosofía fundamentada
    en la exigencia de realismo,
    entendiendo esto como un valor
    positivo, e interpretando al verdadero conocimiento no como una
    metafísica idealista sino como un saber con un fin
    útil y concreto, basado en la certeza y no en la
    incertidumbre, en la precisión frente a la vaguedad, en lo
    constuctivo u orgánico como opuesto a lo crítico y
    disolvente, y en el sentido histórico de la relatividad en
    sustitución de lo absoluto. En suma, el positivismo se
    encuentra resumido en dos grandes rasgos "…uno, por paradoja,
    negativo: la proscripción de toda metafísica; el
    otro, efectivamente, positivo: la exigencia rigurosa de
    atenerse a los hechos, a la realidad, en cualquier
    género
    de investigación (…) pues no hay más saber, en el
    recto y estricto sentido de esta palabra, que el
    científico…" (32).

    Por lo tanto, gracias a los iniciales aportes de
    Saint-Simon, el positivismo pudo estructurarse como una postura
    filosófica relativa al saber humano, que si bien no
    resolvía stricto sensu los problemas relativos al
    modo de adquisición del saber (en un sentido
    psicológico o histórico), constituía, por el
    contrario, un conjunto de reglas y criterios de juicios sobre el
    conocimiento humano. Así, el positivismo era, por ende,
    una actitud
    normativa que regía los modos de empleo de términos
    tales como "saber", "ciencia", "conocimiento" e "información", distinguiendo las
    polémicas filosóficas y científicas que
    merecían ser llevadas a cabo de las que no podían
    ser dilucidadas y en las que, por consiguiente, no valía
    la pena detenerse.

    Pero el valor intrínseco de la decisiva
    influencia sansimoniana sobre el posterior desenvolvimiento de la
    filosofía comteana resultó ampliamente superada por
    la originalidad de un pensamiento revolucionario para la
    época. La creencia en la constitución de un nuevo
    orden social de características industriales, basado en la
    primacía del saber científico por sobre cualquier
    otro tipo de conocimientos, se constituyó durante los
    últimos años de vida del Conde en una suerte de
    religión secular en la que el objeto de culto debía
    ser la ciencia política, máximo grado de
    sustancialización cognoscitiva y práctica en la
    escala
    jerárquica del pensar humano. El plan
    epistemológico de Saint-Simon pudo llegar a constituirse,
    entonces, en uno de los puntos centrales de discusión y de
    debate en los
    que resultaron expuestos, con plena exactitud y complejidad,
    todos los interrogantes e incertidumbres que los intelectuales
    europeos se plantearon (sobre todo, durante las primeras
    décadas del siglo XIX) en relación con las
    posibilidades de desarrollo y de progreso de la humanidad, una
    vez que el trastocamiento general de las antiguas relaciones
    sociales se hubiese concretado producto de los revolucionarios
    acontecimientos de 1789.

    Notas

    *Trabajo presentado para la materia Epistemología, Cátedra Enrique
    Marí., Maestría en Ciencias Sociales, Facultad
    Latinoamericana de Ciencias Sociales.

    1. COLE, G. D. H.; Historia del pensamiento
      socialista; F. C. E.; Buenos Aires;
      1957; Tomo 1; p. 45.
    2. Pero que sí lo encontró cuando casi un
      siglo más tarde, en 1879, lo volvió a plantear
      Ferdinand de Lesseps, responsable de la construcción del
      Canal de Suez y antiguo discípulo de
      Saint-Simon.
    3. SAINT-SIMON, Claude Henry de; Catecismo
      Político de los Industriales; Aguilar; Buenos Aires;
      1960; prólogo de Mariano Hurtado Bautista; p.
      10.
    4. Citado por CEPEDA, Alfredo; Los Utopistas;
      Editorial Hemisferio; Buenos Aires; 1950; p. 100.
    5. SAINT-SIMON; op. cit; p. 13.
    6. El esquema era el siguiente: "1º, llevar una
      vida original y activa al máximo durante la juventud;
      2º, conocer con detención todas las teorías y todas las prácticas;
      3º, recorrer todas las clases de la sociedad, ubicarse en
      las posiciones más diferentes y hasta crearse relaciones
      que no tengan existencia; 4º, emplear su vejez en
      resumir las observaciones acerca de los efectos que resultan de
      sus acciones
      para los otros y para sí, y establecer los principios
      que se deducen de ese resumen". Vida de Saint-Simon, escrita
      por él mismo en Catecismo político de los
      industriales, op. cit.
    7. Pero interpretando a éstas no sólo en
      relación a sus características
      físico-naturalistas o positivistas (denominación
      común que finalmente llegaría a imponerse,
      fundamentalmente, a partir de las enseñanzas de Augusto
      Comte, principal secretario de Saint-Simon) sino que teniendo
      en cuenta a la primera acepción latina del concepto
      "ciencia" ("scio"), es decir, conocimientos o saberes
      generales.
    8. GURVITCH, Georges; Los fundadores franceses de la
      sociología contemporánea: Saint-Simon y
      Prodhon; Ediciones Nueva Visión; Buenos Aires; 1970;
      p.10.
    9. Enrique Gouhier y León Brunschvig, entre
      otros.
    10. Entre los que se cuentan su proposición
      matrimonial a Madame de Stäel, animada (parece ser) por
      los mismos presupuestos
      racionales y pragmáticos de su aprendizaje
      científico.
    11. GURVITCH; op. cit.; p.31-32.
    12. "… Si Saint-Simon sintió tal
      admiración por las ciencias exactas y por los eruditos,
      fue porque los consideró expresiones de una actividad
      propiamente humana…". Idem: p. 37.
    13. Desconociendo aparentemente la propia realidad
      filosófica de estos países durante esa
      época, Saint- Simon regresa de Alemania con "la
      certidumbre de que la ciencia general se halla todavía
      en la infancia en este país, puesto que está
      fundamentada en principios místicos" mientras que de los
      ingleses afirma que "no están gestando ninguna idea
      capital
      nueva". Citado por CHARLÉTY, Sébastien;
      Historia del Sansimonismo; Alianza; Madrid; 1969; p.
      15.
    14. BEER, Max; Historia General del Socialismo; p.
      224.
    15. Mas tarde, y en la misma obra, Saint-Simon aclara que
      el poder que les corresponde a los sabios sólo es el
      espiritual, mientras que el temporal quedaría en las
      manos de los propietarios. Ver SAINT-SIMON, Claude Henri;
      Cartas de un habitante de Ginebra a sus
      contemporáneos
      en CEPEDA, Alfredo; op. cit; p.
      119.
    16. De acuerdo con esta designación, Dios le
      expresa a Saint-Simon lo siguiente: "… Sabed que he colocado
      a Newton a mi lado y que le he confiado la dirección de
      la luz y el mando
      de los habitantes de todos los planetas…". SAINT-SIMON, Claude H.; Cartes
      de un habitante de Ginebra a sus contemporáneos
      .en
      CEPEDA, Alfredo; op. cit.; p. 120.
    17. CHARLÉTY; op. cit.; p. 16.
    18. GURVITCH; op. cit.; p.39.
    19. Todos ellos reconocidos médicos y
      filósofos del siglo XVIII que no dudaron en considerar a
      la naciente disciplina de la fisiología de una manera
      amplia (como si se tratara del esfuerzo humano global) y que
      incluyera al hombre total y su psicología, su moral, su
      conocimiento, sus obras y su conciencia en todas sus
      manifestaciones.
    20. GURVITCH, op. cit.; p. 44.
    21. Por ejemplo, ya en 1739 David Hume escribió en
      su Tratado que la asociación de ideas como
      principio de explicación en psicología
      tenía un funcionamiento análogo con la
      atracción de la gravedad en el mundo
      físico.
    22. SABINE, Georges; Historia de la teoría
      política; Fondo de Cultura
      Económica; México; 1996; p. 429.
    23. COLE, op. cit.; p. 46.
    24. SABINE, Georges H.; op. cit. ; p. 436.
    25. SAINT-SIMON, Claude H. de; Cartas de un habitante
      de Ginebra a sus contemporáneos
      en CEPEDA, Alfredo;
      op. cit.; p. 130.
    26. RAMA, Carlos; Las ideas socialistas en el siglo
      XIX; Editorial Laia; Barcelona; 1976; p. 38.
    27. ENGELS, Friedich; Del socialismo utópico al
      socialismo científico
      en Anti-Dühring;
      Editorial Argos; México; 1965; p. 80.
    28. Aunque de acuerdo con C. Ulises Moulines haya que
      "… considerar los orígenes históricos (del
      positivismo) no en la figura del supuesto creador de la
      filosofía positivista, sino en los trabajos de
      investigación de los fundamentos de las ciencias
      empíricas, emprendidos antes y después de
      él…".MARÍ, Enrique; Papeles de
      filosofía; Editorial Biblos; pp. 171-2.
    29. DE MORAES FILHO, Evaristo; La sociología de
      los Opúsculos de A. Comte
      en Cuadernos de
      Sociología; Instituto de Investigaciones
      sociales; Universidad
      Nacional de México; México D.F.; 1957; p.
      60.
    30. La visión negativa que finalmente Comte se
      hizo de Saint-Simon resulta clara en una carta escrita en 1826
      "Yo me sometí ya a una prueba personal, durante la fase
      profundamente negativa que precedió a mi velo
      sistemático. Aun cuando el entusiasmo me preservó
      sólo de una desmoralización sofística, me
      expuso especialmente a las deducciones pasajeras de un
      malabarista superficial y depravado". Idem; p. 65.
    31. MARÍ, Enrique; Elementos de
      epistemología comparada; Puntosur Editores; Buenos
      Aires; 1990; p.50.
    32. COMTE, Augusto; Discurso sobre el método
      positivo; Prólogo de Antonio Rodríguez
      Huéscar; Biblioteca
      de Iniciación Filosófica; Aguilar; Buenos Aires;
      1980; pp. 9-10.

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    Daniel A. Kersffeld

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