- 1. La política y
la post-política
3. Conceptos explicativos: la tribu, la red, la
autoorganización
4. Reedición de una subjetividad
humanista
5. Problemas de identidad: mito, rito, imagen,
comadreo
Bibliografía
Notas
Idioma original:
· castellano
Palabras clave:
· comunidades virtuales
· identidad
· movimientos sociales
· política
· redes ciudadanas
ABSTRACT: Que la comunidad
(política)
es previa y la Red constituye tan
sólo un ámbito de publicidad y
comunicación es una certeza innegable. La
cuestión no tan simple de indagar estriba en si es la Red
la que potencia una
serie de características a una nueva comunidad
(política) identificada con los movimientos sociales,
máxime en tiempos en que se desdibuja la línea
divisoria que delimita la política y la no
política; para lo cual cabe plantearse una serie de
precauciones a tener en cuenta en el análisis de dichas comunidades en su
conjunto y de las que hacen su aparición por la Red en
particular.
1. La política y la
post-política
En principio cabe partir de una proposición: la
emergencia de nuevos sujetos colectivos, movimientos sociales,
repertorios de acción
colectiva y generación de identidades comunitarias
detectable en un nuevo espacio de relación e interacción social como es la Red se da
como consecuencia no tanto de un desarrollo
tecnológico sino sobre la "invención" de una nueva
clase de
política de carácter "post-político" o
"extra-estatal" en los países del capitalismo
avanzado que hunde sus raíces en las crisis de
1968. Desde una perspectiva académica, si hay algo que
caracteriza estas crisis consiste en que a partir de finales de
los años sesenta los expertos en sociología
política constatan la fusión de
las esferas política y no política de la vida
social, no sólo a nivel de manifestaciones globales
sociopolíticas, sino también al nivel de los
ciudadanos como actores políticos primarios. Se
está desdibujando la línea divisoria que deslinda
los asuntos y comportamientos "políticos" de los
"privados", por ejemplo, económicos o morales. Este
diagnóstico se apoya en al menos tres
fenómenos distintos (Offe, 1988): (1) El aumento de
ideologías y de actitudes
"participativas", que llevan a la gente a servirse cada vez
más del repertorio de los derechos democráticos
existentes. (2) El uso creciente de formas no institucionales o
no convencionales de participación política y aquí
es donde tiene su sentido la importancia de la Red. (3) Las
exigencias políticas
y los conflictos
políticos relacionados con cuestiones que se solían
considerar temas morales (el aborto) o
temas económicos (la humanización del trabajo)
más que estrictamente políticos. Se trata pues de
una nueva clase de política porque ya no se orienta hacia
ninguna alternativa del tipo "Estado
Socialista", ni tampoco por una "alternativa de Estado" en el
sentido reformista. Además se comparte la
convicción de que esta neopolítica o
post-política es la verdadera política, el
auténtico terreno de juego en el
que se decidirá el porvenir de nuestras sociedades.
Asistimos por otra parte a una nueva inserción de
los sujetos en la acción colectiva. Si bien los sujetos
son construidos mediante una cada vez más compleja
interacción discursiva, por el contrario, los programas y
instituciones
se están haciendo dependientes de los individuos. Da la
sensación de que estamos presenciando el surgimiento de un
mundo desorganizado y lleno de conflictos, juegos de
poder,
instrumentos y ámbitos que pertenecen a dos épocas
distintas, una es la modernidad
inequívoca y otra es una suerte de posmodernidad
ambivalente. En este mundo doble la política penetra y se
manifiesta mucho más allá de las responsabilidades
y jerarquías formales, lo cual es malinterpretado por los
que identifican política y Estado: ya no se pide algo que
el Estado no
puede conceder, sin la menor esperanza reformista pero tampoco
revolucionaria en el sentido marxista de
transformación del Estado que haga viables tales
concesiones. Como en el eslogan de mayo de 1968, se pide lo
imposible: pensar sin el Estado se transforma así primero
en el ideal práctico de "vivir sin el Estado" y
después en "pensar contra el Estado", todo lo cual tiene
alguna responsabilidad en los procesos de
radicalización y autoaislamiento de esos grupos puestos al
descubierto por las movilizaciones post-políticas que
vienen de esa época.
El afuera del Estado hay que construirlo (Deleuze y
Guattari, 1985, 1988), hay que inventar una forma de vivir
políticamente allí donde no hay posibilidad alguna
de vida, una forma de vivir más allá de toda
posibilidad, de toda alternativa. No se trata tanto de un deber
moral como de
un imperativo vital: hay que hacerlo para vivir, no hay otra
manera de vivir más que hacerlo, y eso es algo que no
puede hacer uno solo. De ahí la dificultad de vivir fuera
del Estado (del todo, siempre) y más bien habrá
tentativas; pero tampoco dentro, a menos que uno desaparezca en
sus pliegues. En esto, dicho de forma caricaturesca, consiste la
vida política; no es que sea escasa, es que es esquizoide
porque se trata de vivirla dentro y contra el Estado y sus
dispositivos. Este carácter esquizo alcanza también
al Estado (y al capital, que
debe basarse siempre en flujos no codificables), el cual puede
quitar la vida, incluso puede intentar regularla, pero carece de
poder para crearla. Un Estado sin fugas, sin afuera, sería
un Estado sin ciudadanos. (1) . Pues bien, a nuestro
juicio es en estas fugas donde vamos a encontrar los nuevos
movimientos sociales con lo que ello implica en cuanto a la
consideración de sus características,
tipologías, agentes, medios,
etc.
Todo ello implica que al tratar estos movimientos nos
encontremos que recurren, con menor intensidad que nunca, a los
canales de comunicación institucionales, como las
elecciones o la representación parlamentaria, o incluso el
mismo hecho de la representación, por la firme sospecha de
que sean insuficientes como medios de
comunicación política. De esta forma se perfila
un modelo
dramático de desarrollo político de las sociedades
occidentales avanzadas: en la medida en que la política
pública afecta a los ciudadanos de manera cada vez
más directa y visible -aquello que Habermas (1975)
denominaba "colonización del mundo de vida"-, tratan estos
por su parte de lograr un control
más inmediato y amplio sobre las elites políticas a
través de medios más o menos incompatibles con el
orden institucional de la política, e incluso de
salvaguardar toda apelación a dichas elites.
Toda una serie de analistas, en su mayor parte
conservadores, han calificado este ciclo como extremadamente
viciado y peligroso; ciclo que produce una erosión de
la autoridad
política e incluso de la capacidad de gobernar. La
solución neoconservadora propuesta ha consistido entonces
en una redefinición restrictiva de lo que puede y debe ser
considerado "político", o si se prefiere, de aislamiento
de lo político frente a lo no-político. Sin
embargo, según este análisis, la extensión
de la política pública, de la regulación,
apoyo y control estatales a áreas de la vida social
anteriormente más independientes supone,
paradójicamente, tanto un avance como una pérdida
de la autoridad del Estado. La idea básica es que al
extenderse las funciones y responsabilidades del Estado,
se degrada su autoridad (es decir, su capacidad de tomar
decisiones de obligado cumplimiento); la autoridad
política sólo puede ser estable en la medida en que
es limitada y por tanto complementada por esferas de
acción no-políticas y autosustentadas que sirven
tanto para exonerar a la autoridad política como para
equipararla con fuentes de
legitimidad.
Pese a su evidente oposición al contenido del
proyecto
neoconservador, el enfoque político de los nuevos
movimientos sociales comparte con los defensores de ese ideal un
planteamiento analítico importante. Ambos parten de que no
se pueden seguir resolviendo los conflictos y las contradicciones
de la sociedad
industrial avanzada por medio del estatismo, la regulación
política e incluyendo más exigencias y cuestiones
en el temario de las autoridades burocráticas. Pero a
diferencia de los neoconservadores, los nuevos movimientos
sociales tratan de politizar las instituciones de la sociedad de
forma no restringida por los canales de las instituciones
políticas representativo-burocráticas,
reconstituyendo así una socialidad que no dependa
de una regulación, control e intervención cada vez
mayores. Para poderse emancipar del Estado, ha de politizarse la
misma sociedad civil
?sus instituciones de trabajo, producción, distribución, relaciones familiares- por
medio de prácticas que se sitúan en una esfera
intermedia entre el quehacer y las preocupaciones "privadas", por
un lado, y las actuaciones políticas institucionales,
sancionadas por el Estado, por otro lado.
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