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Efectos de red (página 2)




Enviado por Djamel Toudert



Partes: 1, 2, 3

Berciani, el protagonista, toma la disyuntiva
Pianetti o camino de cintura como el dilema a enfrentar,
igual que los otros que intentaron encontrar la tercera
vía. Para refutarlo, intenta demostrar que la tercera
vía existe. Sin embargo, recogiendo la información inicial que afirma desde un
inicio la imposibilidad de esa tercera vía, en función de
los múltiples y fallidos intentos, en los que se incluye
el de Berciani, sabemos que esa disyuntiva no es el dilema del
cuento. El mismo narrador califica la disyuntiva como "falso
dilema" (1) en dos ocasiones: la primera, luego de la
preocupante pérdida de comunicación con Berciani, durante su
recorrido en búsqueda de la tercera vía; y la
segunda, al final, refiriéndose a la persistencia "en sus
ojos muertos" de su imposible y errada ambición de
encontrar esa tercera vía.

 

Podemos construir el verdadero dilema así:
"Pianetti o camino de cintura, o la muerte". Es
un dilema extremo que tiene el mismo sentido del clásico
"la bolsa o la vida", la elección obvia es la segunda.
Este dilema extremo es el que la ciudad plantea, arrinconando a
los que la enfrentan; pero su imposibilidad y la
desaparición de Berciani lo convierten en un acertijo. Hay
que seguir al extraviado Berciani y descubriremos lo siniestro de
la ciudad, lo que la ciudad esconde; es así como se
constituye la lógica
del cuento.

II.2. El urbanista Berciani y la
ciudad

El urbanista Berciani se precia de conocer muy bien la
ciudad, afirma que nadie la conoce tanto como él, por lo
que no precisa de ningún mapa. Su desafío constante
es dominarla, le es imperativo buscar la tercera vía para
unir esos dos puntos; nada en la ciudad debe
resistírsele.

La intensidad de su deseo es tan fuerte que persiste en
la muerte: "En
sus ojos muertos, sin embargo, como un áspero cristal
brillaba todavía la luz de su
ambición, de su ambición abortada para siempre
–terminar de una vez por todas con el falso dilema de
Pianetti o el camino de cintura" (Ibid, 201).

Es que, como urbanista, Berciani sigue el modelo del
flujo, por ello le importa la circulación. No sólo
a él; recordemos que este empeño es compartido por
otros muchos automovilistas de la ciudad, que también
ensayaron atajos entre ambos puntos (2). Por eso debe
terminar el atasco vehicular que implica la disyuntiva
Pianetti o camino de cintura.

En su búsqueda, Berciani recorre la ciudad sin
tropiezos, pero sin innovaciones, hasta cierto punto: el cruce
del puente Dengue, debajo
del cual se encuentra el túnel Acconcia. Un poco
después de este punto, Berciani es asaltado.

Sabemos esto último porque el siguiente punto de
referencia es el arroyo Carmelo, y antes de él se han dado
ya las señales
de alarma: a) en la línea privada por la que Telma se
comunicaba con su esposo, "las últimas palabras del
urbanista Berciani, últimas en el sentido de
inmediatamente anteriores al arroyo Carmelo" [Subrayado es
de la autora] (Ibid, 182), fueron un mensaje soez para ella,
imposible de que provenga del urbanista; b) "¿O no fueron
los periodistas quienes … detectaron los primeros la
irregularidad en las señales? Fueron ellos absolutamente."
[Subrayado es de la autora] (Ibid, 182). Berciani se comunicaba
con los medios por un
teléfono instalado en su carro. Lo que
notan es que la espera entre llamada y llamada se alarga, que no
se escuchaba su voz sino un gruñido como si estuviera
amordazado, y finalmente se escuchaba un objeto cayendo, como que
lo golpeaban, y luego nada más que el crujir de la palanca
de cambios (Ibid, 182), cuestión importante ésta
última como veremos posteriormente. Impotente, Berciani es
conducido por la ciudad con rumbo incierto, por seres
siniestros.

El espacio de la ciudad se le reduce al urbanista
Berciani, no puede circular por ella, como hemos
visto.

II.3. El dilema de Ducmelic

Ducmelic, el mecánico yugoslavo de Berciani, es
un punto clave en la búsqueda de su paradero. El
mecánico escuchó en la radio la
grabación de lo último que se captó del
urbanista: el gruñido, el golpe y el crujir de la palanca
de cambios, y sabe que si el crujir se escuchó es que otra
persona estaba
manejando el automóvil, porque Berciani le había
demostrado que conocía la manera de evitar este defecto de
fábrica.

Ducmelic tiene su taller en Bilmezis, zona roja, "roja
de la peor rojez" (Ibid, 185), "allí donde todo parece
acabar y para siempre" (Ibid, 184), zona temida por el oficial de
la policía a quien le es asignada, el cual "se encomienda
a Dios y reza, y no para de rezar hasta que le llega la hora.
Porque que le llega la hora es seguro,
todavía no ha habido excepción" (Ibid, 185). Hasta
allí llega Berciani con su lujoso y moderno
automóvil, para que Ducmelic lo revise completamente antes
de iniciar su empresa. Berciani
estima mucho a su mecánico, por eso no vacila en ir hasta
esa zona roja; además ignora sus antecedentes
delincuenciales y le paga siempre el doble de lo que le factura. Por
esta razón el mecánico le está muy
reconocido y le profesa un gran afecto.

No es sorprendente, entonces, que Ducmelic quiera
aportar a su búsqueda dando esa pista a la policía.
Pero ésta no puede creer que "ese menos que hombre" (Ibid,
185), marginal, borracho para colmo, tenga algo que decir. Ni
siquiera lo dejan entrar a la estación, por lo cual no
llega a informar el dato sobre el crujir de la palanca de
cambios.

Además, su mismo medio, Bilmezis, le impone el
silencio. "También tuvieron su peso las advertencias del
medio de Ducmelic, un medio de lo peor –como él
mismo hubiera reconocido que era el entorno de Bilmezis. Quedate
en el molde y no vayás, le dijeron. ¿O
querés quedarte pegado?" (Ibid, 187). Ortolá, el
uruguayo, "más de la mitad de la vida a la sombra en las
cárceles" (Ibid, 187), había escuchado en una
borrachera la confesión de Ducmelic sobre el
descubrimiento del crujido, y es quien le hace la
advertencia.

"Quedarse pegado" significa sufrir el interrogatorio de
la policía que busca nombres de delincuentes y, si
sobrevivía al interrogatorio, quedar fichado como
informante. Ortolá sabe que la policía no se
conforma con pistas o datos claves,
quiere nombres; "Ducmelic sólo trataba con gente como
él, como Ortolá, todos deudores y eternos de la
ley" (Ibid,
189), por eso teme que diga su nombre, pues sería
eliminado por la policía, en otras palabras, la muerte.
Bilmezis tiene un código
y es el del silencio, el cual debe ser cumplido inflexiblemente;
de ello se encarga Ortolá.

Pero Telma vio a Ducmelic en un noticiero de la
televisión, por supuesto en un segundo plano;
él trataba de ingresar al cuartel de bomberos
insistentemente y era rechazado, de lo cual ella deduce que sabe
algo, por tanto va a buscarlo esperanzada.

Ducmelic se debate entre
el deseo de comunicar esa pista pensando en Berciani, "la peor de
todas las imágenes"
(Ibid, 192), y el terror de traicionar el código de
Bilmezis pues Ortolá lo ha amenazado de muerte
veladamente. Por esto, cuando encuentra a Telma en su domicilio,
calla lo que sabe, aunque Telma le ofrece dinero, el
carro de Berciani y ella misma; el primero, sobre todo,
representaba la posibilidad de regresar a su añorada
Yugoslavia, pero las otras dos ofertas no eran menos tentadoras,
a causa de lo cual huye y se encierra en su
habitación.

Pero "hay descubrimientos que en soledad no se aguantan"
(Ibid, 187). Encerrado en su habitación, Ducmelic pone su
confesión por escrito. El narrador afirma que si Telma
hubiera apelado a sus sentimientos, y no a la codicia o a la
carne, hubiera escuchado la confesión de sus propios
labios (Ibid, 193).

Mientras tanto, Ortolá lo ha seguido, ha
observado la escena con Telma y teme que si no ha hablado en ese
momento, puede hacerlo en cualquier otro. Decide matarlo. "Era
entonces o nunca" (Ibid, 193). Observa a Ducmelic escribiendo su
confesión, y es así que "lo escrito cae en malas
manos" (Ibid, 193); Ortolá mata a Ducmelic cortando el
flujo de esa información tan peligrosa para su
medio.

Un saber inútil el de Ducmelic, que lo ubica en
una difícil posición, lo pone en un dilema, y
aunque no toma realmente ninguna de las dos alternativas, muere.
En su posición, la muerte es inevitable. Como el de
Berciani, su dilema es extremo, mantenerse en su medio o la
muerte, y ese solo saber, ese dato, ese crujir de la palanca de
cambios lo saca de su medio, por ello muere.

II. 4. Lo otro de la ciudad: la red siniestra

Los dilemas urbanos planteados en este cuento son
extremos; tanto en el caso de Berciani como en el de Ducmelic
constituyen una imposibilidad de movimiento, y
cualquier intento de transgresión es mortal en ambos
casos. ¿Por qué esta inmovilidad y muerte? Hay que
seguir el rastreo de la policía para esclarecer el caso
Berciani.

Sí, la policía ha efectuado un rastreo; es
lo único que puede hacer ante el empantanamiento en que se
encuentra y la falta de pistas (184). Así hasta el
hallazgo azaroso del Bluti en una redada en un bar, a causa de
una pelea; estaba en la muñeca de un parroquiano, "acaso
el único inocente en el conflicto"
(195). El parroquiano, aunque inocente, se "quedó pegado"
por un lustro, simplemente por ser eslabón de la cadena;
aún puede generar información.

Como vemos, los descubrimientos policiacos no son el
resultado de deducciones lógicas. Remarcamos, ha sido el
azar que ha permitido encontrar el eslabón de la cadena o
un nodo de la red. El narrador confirma que nadie sabía lo
que había que hacer, y nos habla de una cadena sí,
pero también de filamentos laterales que son eventuales,
es decir, contingentes, inestables; son éstos
últimos los que insinúan una red, de la cual
sólo veremos un recorrido posible, eventual, donde la
información circula.

Así, con el Bluti como eslabón, se
trataba de remontar la cadena, ascenderla o descenderla,
quién sabía en verdad, o acaso
seguir de cerca sus eventuales filamentos laterales, que
nunca faltan. (195, Subrayados son de la
autora
)

Empiezan a llegar más pertenencias de Berciani
desde distintos sitios, desde diferentes personas, delincuentes
en su mayoría, en circunstancias diversas. Cuando se trata
de piezas del automóvil, éstas se encuentran en
procesamiento para su venta u ocupan ya
un lugar en el automóvil de otro; la ropa simplemente se
la ponen. Son los interrogatorios los que llevan a la
policía de uno a otro eslabón, donde pueden
resultar premiados con presas adicionales. El recorrido que
mencionamos anteriormente, la policía lo marca en el mapa
de la ciudad, señalando los lugares donde los objetos han
sido ubicados; el objetivo es
ubicar a Berciani, "pues en el delito la cadena
suele tener eso, esa capacidad de, repentinamente, convertirse en
círculo" (198). En el círculo está Berciani,
su cadáver.

La búsqueda era inútil, el intendente lo
confirma: "Primero, agotar la búsqueda del urbanista.
Después sí, una vez hecho todo lo posible y hecho
en vano, darlo por esfumado o por difunto, y con todos los
honores del caso" (184 Subrayado es de la autora).
Y las muertes de Berciani y Ducmelic no son las únicas.
Sabemos que algunos eslabones de la cadena, delincuentes, mueren
también o se "quedan pegados" para sacarles
información; pero hay uno, el primero, el parroquiano, que
se "queda pegado" también, aunque es inocente ¿Por
qué?

Es que el ser eslabones de la cadena, los mantiene
férreamente unidos unos con otros. Están
encadenados y sometidos; por ello Ortolá sabe que debe
eliminar a Ducmelic, el eslabón conector. Pero
paradójicamente, aunque la ligazón es
férrea, extrema, también flexible, cambiante.
Están los filamentos laterales eventuales, esos hilos que,
en su calidad de
eventuales, se entretejen de infinitas y azarosas maneras, hasta
el punto de que nadie sabe cómo hacer con ella (196). Y,
como parcas, esos hilos producen, distribuyen e interrumpen la
sutil contingencia del hilo de la vida de los
personajes.

La red es la que marca la suerte de los personajes.
Así lo dice el narrador cuando Telma recogía las
pertenencias de Berciani que llegaban a la estación de
policía; ella no prestaba atención a la labor de los policías
que marcaban en el mapa de la ciudad los lugares en donde
habían sido aquellas halladas, "pero el mapa iba
marcándole la suerte por su cuenta" (198).

Estamos ante un nuevo espacio de la ciudad, un espacio
tejido, un espacio-red. Berciani concibe el espacio de la ciudad
como un espacio lineal, unidimensional, físico
simplemente, por eso fracasa en su intento de atravesarlo
"siempre en línea recta" (180). Este no es sólo un
espacio físico, es un espacio entretejido por la
comunicación entre las personas, es decir, es una
matriz de
sentidos de una comunidad , un
espacio cultural.

III. "EL JARDÍN DE SENDEROS
QUE SE BIFURCAN" DE JORGE LUIS BORGES

Entretejamos los filamentos, los hilos de este cuento de
Pauls con "El jardín de senderos que se bifurcan" de
Jorge Luis
Borges, donde se agregan otras metáforas para la red:
el laberinto, el jardín y la trama.

El protagonista del cuento, el Dr. Yu Tsun de nacionalidad
china,
espía del Imperio Alemán, tiene la misión de
informar el nombre de una ciudad, Albert, donde se encuentra el
nuevo parque de artillería británico sobre el
Ancre. Para ello elige, al azar, en la guía
telefónica, el nombre de una persona que coincida con el
de la ciudad; su plan es matarla,
la noticia del asesinato aparecería en los diarios,
así su jefe obtendría la información. Debe
apresurarse, un agente del Imperio Británico le pisa los
talones. Toma un tren, llega a la estación de Ashgrove
donde vive Stephen Albert, a quien mata, a quien debe
matar, cuya muerte lo escindirá profundamente, pues este
personaje le ha revelado una información importante sobre
la siniestra red o laberinto, y ha recreado la novela escrita
por un antepasado suyo donde ese laberinto de tiempo ha sido
plasmado. Como en el cuento de Alan Pauls, este es un caso de
muerte por información que la red produce.

Lo que Stephen Albert revela a Yu Tsun es que la red
define el destino de los hombres azarosamente, en un juego
laberíntico de tiempos; así lo plantea su
antepasado Ts’ui Pên.

El jardín de senderos que se bifurcan
(título de la novela de
Ts’ui Pên) es una imagen
incompleta, pero no falsa del universo tal
como lo concebía Ts’ui Pên. A diferencia de
Newton y de
Schopenhauer, su antepasado no creía en
un tiempo uniforme, absoluto. Creía en infinitas series
de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos
divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de
tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que
secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades.
No existimos en la mayoría de esos tiempos; en algunos
existe usted y no yo; en otros, yo, no usted; en otros, los
dos. En éste, que un favorable azar me depara,
usted ha llegado a mi casa; en otro, usted, al atravesar el
jardín, me ha encontrado muerto; en otro, yo digo estas
mismas palabras, pero soy un error, un fantasma.

-En todos –articulé no sin un temblor- yo
agradezco y venero su recreación del jardín de
Ts’ui Pên.

-No en todos –murmuró con una sonrisa-.
El tiempo se bifurca perpetuamente hacia innumerables futuros.
En uno de ellos soy su enemigo. (109-110
Paréntesis y subrayados son de la
autora
).

Siniestramente, el entretejido de la red coloca a Yu
Tsun en un dilema. Debe trasmitir una información
asesinando a una persona que merece su gratitud y reconocimiento;
pero la red permite imposibles: el porvenir existe ya y Yu Tsun
puede ser enemigo y amigo de Albert. El espía chino
responde a lo dicho por Albert: "El porvenir ya existe
–respondí-, pero yo soy su amigo" (110).

Pero sabemos que el tiempo y el espacio son inseparables
desde Einstein y su Teoría
de la Relatividad. A pesar de que se plantea un laberinto de
tiempo, existe un espacio laberíntico donde esta acción
transcurre. Al llegar a Ashgrove recibe el consejo de tomar el
camino a la izquierda, y en cada encrucijada doblar a la
izquierda (103). Yu Tsun dice, mientras atraviesa el
jardín de la casa de Stephen Albert: "El consejo de
siempre doblar a la izquierda me recordó que tal era el
procedimiento
común para descubrir el patio central de ciertos
laberintos" (103-104 Subrayado es de la autora); el
título del cuento se remite, entonces, a la novela y al
jardín de la casa de Albert. Recordemos que el mismo
Stephen Albert dice que la novela es una imagen incompleta
del universo tal como lo concebía Ts’ui Pên;
en efecto, falta el espacio. Si recordamos que el laberinto es
otra metáfora para la red, aquí tenemos otra
similitud con el cuento de Pauls y su espacio entretejido o
espacio-red.

Ts’ui Pên se propuso "edificar un laberinto
en el que se perdieran todos los hombres" (104
Subrayado es de la autora), propósito que
cumplió como vemos en el cuento de Borges. En el
cuento de Pauls, también los personajes están
perdidos en la red, no saben cómo hacer con ella; pero la
policía encuentra una vía, el registro de uno
de sus recorridos a partir del azar.

IV. CONCLUSIÓN

En ambos cuentos se ha
mostrado a sujetos imposibilitados de enfrentarse a este red, no
hay mapa para orientarse en él, por lo cual sus
recorridos-
nuevo espacio pueden llevarlos a enfrentar dilemas extremos
y mortales. Sólo resta por decir que esta investigación cultural debe continuar, para
ubicar otros sentidos de la red en la experiencia cotidiana, una
experiencia de alteridad que determina al sujeto, que se revela e
invade dejando una sensación de extrañeza
irreductible.

Y se revela en una singularidad radical, y puede
recubrir diferentes significaciones, por lo que planteo la
literatura como
uno de los espacios privilegiados para esta búsqueda,
concretamente la literatura fantástica como lugar del
imposible.

El fantástico es un término
que alude a la literatura fantástica, creado para
diferenciarla de lo fantástico, categoría
epistemológica utilizada por saberes sociales, como la
psicología, para referirse a
fenómenos como creencias religiosas, ocultismo, magia,
folklore, etc.
El fantástico quiere rebasar la noción de
fantástico como lo no sujeto a leyes
físicas, biológicas o sociales conocidas; insiste
en presentar como verdaderas las zonas límites,
misteriosas y cerradas del discurso
imaginario, impulsando a que se lea este tipo de literatura con
enfoques muy variados.

Es sabido que Borges plantea en sus cuentos, los
mecanismos literarios que utiliza. En "El jardín de
senderos que se bifurcan" vemos el planteamiento de un imposible:
una novela que es un laberinto que abarca todas las
posibilidades; una red de tiempos, cada uno de los cuales se
bifurca sin fin. Esto es lo que el fantástico literario
pretende, la coexistencia en él de diferentes
órdenes.

La proposición que desencadena el imaginario
del fantástico… sería: ¿qué
sucedería si, de manera circunstancial, el mundo real
fuera distinto sin dejar de ser lo que es? La
contradicción (3) es la propiedad
necesaria del mundo fantástico, así como la
ambigüedad lo será de su lenguaje.
Ninguna explicación es posible y todas son posibles
(Arán 44).

Concebida la cultura como
una red donde se superponen diferentes órdenes, el
fantástico es la forma ficcional más apta para la
puesta en discusión de los sistemas
simbólicos que la expresan.

BIBLIOGRAFÍA

· AA.VV.,
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Cenac, Fedevivienda,.

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ARÁN, Pampa O., 1999, El fantástico
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Jorge Luis, 1975, Nueva antología personal,
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Jorge Luis; Bioy Casares, Adolfo y Ocampo, Silvina, 1996,
Antología de la literatura
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· PUIG
Peñalosa, Xavier, 2000, La crisis de la
representación en la era postmoderna. El caso de Jean
Baudrillard
, Quito:
Abya-Yala.

NOTAS

· [1]
– "¡Y todo por el falso dilema Pianetti o camino
de cintura
!", "… terminar de una vez por todas con el
falso dilema de Pianetti o camino de cintura". A.
Pauls. Op. cit. 182, 201.

· [2]
– Ver la primera cita del título "El dilema de Berciani"
(cfr.).

· [3]
– El principio de contradicción estructural ha recibido
diferentes formulaciones teóricas: superposición
momentánea de órdenes inconciliables (Campra,
1980), … expansión de la figura retórica del
oxímoron (Jackson, 1981). Nota de: Pampa O. Arán,
El fantástico literario, p. 45.


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Patricia Ballén Mancero
q

"Este artículo es obra original de Patricia Ballén
Mancero y su publicación inicial procede del II Congreso
Online del Observatorio para la CiberSociedad: "

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