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Roma, la huella de un gigante (página 2)



Partes: 1, 2

 

133-122 Reforma
agraria de los hermanos Gracos.

121 Roma Conquista la
Galia meridional.

112-106 Guerra con el
rey de África del Norte, Yugurta.

87 Estalla la violencia
entre los partidarios de los aristócratas y el
pueblo.

81 El aristocrático general Sila se convierte en
dictador, restablece el poder del
Senado y mejora el sistema
judicial.

73-71 Espartaco se pone al frente de una revolución
de esclavos que termina con sangrientas represalias contra los
rebeldes.

63 Cicerón llega a Cónsul.

60 Se forma el Primer Triunvirato. Pompeyo, César
y Craso.

58-51 César dirige una serie de grandes
campañas en Galia.

55 Se construye el Teatro de
Pompeyo, primer teatro de piedra de Roma.

49-48 Comienzan las guerras
civiles; César derrota a Pompeyo y conoce a Cleopatra en
Egipto.

48 El fuego destruye la Biblioteca de
Alejandría.

46 César nombrado dictador por 10
años.

44 César es asesinado: Marco Antonio toma el
mando en Roma.

44 Filípicas de Cicerón, atacando a Marco
Antonio.

43 Octavio, heredero de César, es elegido
Cónsul; forma entonces el Segundo Triunvirato con Antonio
y Lépido.

42 El Segundo Triunvirato derrota a los asesinos de
César en Filipos.

41 Marco Antonio conoce a Cleopatra en
Egipto.

39 Se funda la primera biblioteca
pública.

31 Antonio y Cleopatra son derrotados en Actium por
Octavio.

27 Octavio se convierte en emperador y asume el
título de Augusto.

27 Agripa construye el Panteón.

19 Muerte de
Virgilio; su Eneida es publicada póstumamente

4 Nacimiento de Cristo.

14 Muerte de Augusto: Tiberio es emperador.

37 Calígula, emperador.

43 Comienza la conquista de Britania.

54 Nerón, emperador.

65 Muerte del dramaturgo y filósofo
Séneca

79 El Monte Vesubio entra en erupción, sepultando
a Pompeya y Herculano.

118-128 Adriano reconstruye el Panteón de
Roma.

135 Adriano rechaza la sublevación de los
judíos
y les niega acceso a Jerusalén.

161 Marco Aurelio, emperador.

212 Se concede la ciudadanía romana a todos los habitantes
libres de las provincias romanas.

252 Las provincias europeas de Roma son invadidas por
los godos y otros pueblos.

270 Aureliano, emperador; durante su reinado se
construye alrededor de Roma una nueva muralla contra los ataques
de los bárbaros.

303 Intensa persecución de los cristianos bajo
Diocleciano.

313 Constantino el Grande concede tolerancia a los
cristianos.

330 Constantino hace de Constantinopla la nueva capital del
Imperio.

361-363 Juliano el Apóstata intenta resucitar los
antiguos cultos.

395 El imperio Romano
queda permanentemente dividido en dos mitades, oriental y
occidental.

410 Alarico, rey de los visigodos, captura y saquea
Roma.

429 Los vándalos fundan un reino en
África.

452 Atila el Huno amenaza con saquear Roma, pero es
disuadido por el Papa León I.

455 Los vándalos saquean Roma.

476 Odoacro, un cacique germánico, depone al
último emperador de la Roma de Occidente.

3. Situación geográfica
privilegiada

Ningún país del mundo antiguo estuvo mejor
colocado como Italia para
acceder a la conquista del mundo: en medio del mar
Mediterráneo, sirviendo de puente entre la Europa occidental
de un lado y Grecia,
Asia y
África del otro.

Su peculiar forma le permite disponer de un litoral
larguísimo. Las costas del Adriático, inaccesibles,
impedían la penetración de influencias orientales
en la península. En las costas del mar Jónico,
sólo Tarento ofrecía a las naves un puerto seguro. La
verdadera fachada de Italia miraba al mar Tirreno: Liguria,
Toscana y Campania.

Italia es un país fundamentalmente
montañoso. Los Apeninos la recorren en toda su
extensión, llenándola de montañas en el
norte y de mesetas en el sur y dotándola de una
formación ondulada en la que han intervenido las fuerzas
volcánicas, extinguidas hoy en el norte, donde tranquilos
lagos duermen en los cráteres de los volcanes
apagados, activos
todavía en el sur, especialmente alrededor del golfo de
Nápoles, donde el Vesubio no cesa de dar muestras, desde
el año 79, de incansable actividad. El Estrómboli y
el Etna son la continuación de esta zona
volcánica.

El nombre de Italia (tierra de
bueyes), designó en la antigüedad sólo el sur
de la península, donde había gran actividad de
agricultura y
crianza de animales. Los
bosques que cubrían las pendientes de los Apeninos
desaparecieron muy pronto a causa de la intervención
humana, por lo que algunos paisajes tienen cierto aspecto de
esterilidad.

Entre las islas vecinas, la más importante por su
fertilidad, situación y papel histórico fue
Sicilia, tierra de transición, donde se pusieron en
contacto influencias fenicias, griegas y romanas.

4. Una visión
histórica

Italia se abre tarde a la civilización. No
había seguido el brillante y temprano impulso de las
civilizaciones orientales, pero la historia de sus
orígenes permanece en la sombra, ya que hay varias
versiones sobre las que los historiadores no se ponen de
acuerdo.

Virgilio, autor de la Eneida, menciona que Roma
nació por la influencia de varios pueblos: los troyanos,
que a la caída de Troya son conducidos al Lacio por el
mítico héroe Eneas; los etruscos, que provenientes
de Lidia, querían liberarse de la presión a
que les sometían los itálicos en las costas
occidentales que habían ocupado; y los latinos,
autóctonos de la península
itálica.

A comienzos del primer milenio a. C. se desarrolla una
civilización a la que se denomina convencionalmente
vilanoviana, por extensión del nombre de Villanova, ciudad
vecina de Bolonia. Pueblos itálicos ya ocuparían
regiones cuyos vestigios se revelarán más tarde, y
se cree que ya estarían establecidas sus lenguas, de
origen indoeuropeo, de las que conocemos el latín, el osco
y el umbro.

Lentamente el progreso se abre camino de la mano del
brillante desarrollo de
Etruria que, según Tito Livio, "era tal su poderío
que su nombre cundía por tierra y por mar, de uno a otro
confín de Italia, desde los Alpes hasta el Estrecho de
Mesina". La cultura
etrusca conforma un mundo con una serie de rasgos especiales que
no se encuentran en las regiones vecinas de Italia o
países cercanos, pero su fuerza
civilizatoria les llevó a extenderse a través del
suelo italiano
y hacia el sur y el norte, aglutinando los distintos pueblos bajo
una confederación, siendo la misma Roma miembro de esta
liga.

Al mismo tiempo,
colonias helénicas se establecen también en suelo
itálico alrededor del s. VIII a.C., contribuyendo, junto
con los etruscos, al desarrollo de lo que sería
posteriormente Roma, e influyendo en el progreso de los
primitivos pueblos itálicos, por entonces
semibárbaros.

La fundación de Roma tiene antecedentes
míticos: Rómulo y Remo son descendientes de Eneas,
hijo de Venus. Desde sus orígenes, los dioses, los
héroes y los mitos rigen el
destino romano. Su fuerza civilizadora inspirará mil
años de apogeo desde aquel día II antes de las
calendas de mayo, el día que los romanos celebran el
nacimiento de su patria.

5. Un país, un camino

Según cuenta la tradición, Roma fue
fundada por Rómulo allá por el 753 a.C. y el
último de sus emperadores fue Rómulo Augusto,
depuesto en el 476 d.C. Durante este espacio de tiempo se dio
forma a lo que hoy conocemos como el Imperio Romano que, sin
duda, ha sido el más grande y funcional de cuantos
guardamos memoria.

En su momento de mayor esplendor (s. II d.C.), el
Mediterráneo llegó a ser un lago romano. La "Urbe
Romana" se extendía unos 4.000 Km. desde el oeste del
Éufrates al este del océano Atlántico, y
3.700 Km. desde el sur de las tierras de Libia al norte del
Danubio y el Rhin. Más de cien millones de almas gozaban
del privilegio de la ciudadanía romana en aquel
vastísimo Imperio. No hubo más que un sólo
nombre, una sola patria, un sólo gobierno; como
bien dijo un escritor contemporáneo, Polibio, se pudo
escribir por vez primera en la historia de Occidente sobre un
pueblo unificado.

Todo ello se gestó en una misma cuna en el propio
corazón
de Italia. Un paisaje idílico donde un hermoso valle
fluvial regado por el caudaloso Tíber atravesaba, a modo
de pasillo natural, las siete colinas sagradas. Este marco
hacía de este lugar uno de los mejores del mundo para
construir la ciudad destinada a la grandeza: Roma.

Como cada ciudad en la antigüedad, Roma fue fundada
con arreglo a los ritos, recibiendo en su recinto a los dioses
protectores (penates) y a los dioses domésticos (lares)
que se implantaron en su suelo. Tito Livio dijo de Roma: No hay
sitio en esta población que no esté impregnado de
religión y
ocupado por alguna divinidad… los dioses la habitan. Así
se levantó Roma y se erigió la idea de "Imperio",
para que ambas fuesen eternas. La urbe era una ciudad en la cual
fulgían los bellos templos y los palacios, a la vez que se
amontonaban los primeros "rascacielos" de la Historia; fue madre
de ínclitos varones, sueño de un mundo donde la
belleza no se deformaba, la juventud no
envejecía y donde, como decía Augusto, el milano no
persigue a la paloma.

6. Una ingeniería viviente y móvil

Del pueblo romano suele decirse, y con razón, que
fueron más ingenieros que arquitectos. El mismo Marco
Vitruvio Polión, genio de la arquitectura, fue
ingeniero de Julio César haciendo numerosas obras
militares para la República. Años después
escribió sus Diez libros de la
Arquitectura, de inestimable valor,
dedicándolos a César Augusto en el principio de su
Imperio.

Estos hombres eran realistas y pragmáticos, y
prueba de ello es que las legiones siempre viajaban con
ingenieros especializados. Hacia principios del s.
II d.C., el ejército romano ya había absorbido gran
parte de los mejores topógrafos e
ingenieros del Imperio, y contaba con un cuerpo de artesanos
especializados llamados fabri, que dependían directamente
del general a través del praefectus fabrum
(capataz).

Aunque depende de la época, cada legión
contaba con 5.300 hombres disponibles y en ella había dos
centurias de ingenieros (160 hombres) como eran los fabri
tignarii (carpinteros) y fabri aerari (herreros) sumamente
necesarios para la construcción de parapetos, puentes,
canales, y sobre todo, para la fabricación y
reparación de las armas que
podían estropearse o perderse en la batalla. Además
de estas profesiones, también se cuentan la de artesanos
del cobre,
vidrieros, canteros, etc. El Estado se
preocupaba de tener en el campamento todo cuanto pudiera
necesitar para toda clase de obras
de ingeniería.

Dada su función de
especialistas en la construcción, estos soldados no
manejaban las máquinas
militarmente ni luchaban cuerpo a cuerpo. Ellos formaban convoyes
con los materiales y
herramientas
necesarias para el montaje y desmontaje de las máquinas, y
se encargaban principalmente de levantar los campamentos y
fuertes. Aunque hay que decir que todos los soldados, aún
los de graduación más baja, tenían una
cierta capacidad y conocimiento
técnico para la construcción. Como muestra, el
bagaje individual de cada legionario, además del casco y
las armas, llevaba una sierra, una hoz, una cesta, una pala, un
hacha y un rollo de cadena. En conjunto, unos 30 kilos de peso.
Este equipamiento tiene el nombre de "impeditum agmen"
(impedimenta) y "expeditum agmen" cuando la carga personal se le
confiaba al convoy y el soldado llevaba las armas.

Sobre el montaje de los campamentos, no deja de llamar
la atención esta práctica constante de
levantarlos y fortificarlos para pasar la noche en ellos, y
abandonarlos a la mañana siguiente para hacer otros a la
tarde. No importaba la región donde se encontraran ni la
legión que lo hiciera. Debido a esta medida el soldado
conocía todas las disposiciones del emplazamiento, todas
sus calles, todas sus agrupaciones de tiendas, y en el caso de
una sorpresa sabía qué lugar debía ocupar
rápidamente y por qué puerta debía salir.
Este método de
atrincheramiento llegó a ser tan eficaz que no se conoce
el caso de que los enemigos se apoderaran de un campamento
romano.

Durante el tiempo de paz el ejército se dedicaba
a diversos trabajos, unos militares como la construcción
de puentes, muros de piedra, castillos y vías, y otros
civiles, como la construcción de templos, edificios
públicos, arcos de triunfo, teatros, etc. Cada piedra que
se ponía era la extraña concreción de una
voluntad, de un recuerdo, a veces de un desafío. Cada
edificio era el plano de un sueño en un mundo donde los
bosques, el desierto, las llanuras incultas cubrían su
mayor parte. Ante esta estéril belleza resultaría
hermoso ver el espectáculo de una muralla romana
atravesando valles y montañas con portentosos puentes que
todavía hoy nos asombran; mirar una calle pavimentada
meticulosamente trazada y construida que se perdía en el
horizonte; enmudecer ante las grandiosas muestras de
ingeniería como eran los trazados de los acueductos,
algunos de ellos de más de 50 Km. de recorrido. La "Urbs",
patria de grandes oradores y filósofos, sin lugar a duda, tenía
en las legiones sus brazos y sus piedras.

7. Un país, un camino

Los ingenieros romanos construyeron innumerables Romas
periféricas estimuladas por caminos, puertos, villas,
verdaderos monumentos palaciegos a la higiene como las
termas, etc. Estas construcciones siguen estando todavía
entre nosotros y son parte inmutable de los paisajes de Europa y
de España.

El hombre es
terrestre, y como terrestre ha necesitado desplazarse a lo largo
de los siglos de forma continua. Por ello ha utilizado caminos
desde siempre, y los romanos fueron los técnicos que los
mejoraron e hicieron de ello un arte con
tendencia a una perfección difícil de superar.
Imaginamos el enorme tráfico comercial que habría
entre las distintas regiones del Imperio y pensamos que debieron
existir oficinas de información, especialmente en plazas
comerciales importantes, donde cada cual podía obtener las
noticias
necesarias para emprender un viaje. Este material, con el tiempo,
será lo suficientemente amplio para poder sintetizar,
desechando los caminos menos favorables, aquellas calzadas desde
las cuales se podían alcanzar los puntos principales del
Imperio. Esto quizá fuera así hace 2000
años. Sin embargo, debemos conformarnos con beber de las
fuentes
antiguas que nos han quedado para hacernos una idea de la
magnífica red viaria que construyeron
los ingenieros por todo el orbe.

Para el estudio de las vías romanas hemos de
partir indudablemente de dichas fuentes antiguas, que bien pueden
ser las literarias, donde el interés
por la descripción de lugares, gentes y paisajes
hace de ellas una fuente primordial, o aquellos textos de
índole específicamente itineraria que, aunque muy
reducidos en número, resultan especialmente preciosos para
el investigador. El problema es que hay muy poca
información sobre este género,
hasta el punto de que uno ha de moverse en el terreno de la
hipótesis.

Un gran conocedor de la red viaria del Imperio, el
investigador K. Miller, cita de estas fuentes el itinerario de
Antonino y la "Tábula Peuntigeriana", que constituyen los
dos mejores, si no únicos, de este género. El
primero escrito y el segundo pintado.

Habría una tercera fuente, que sería la
epigráfica y, de ella un tipo muy específico, muy
rico en ejemplares y muy importante en el estudio de cada
vía en particular: nos referimos a los miliarios que en
las grandes calzadas jalonaban cada milla (1.481,5 m) con
indicación de las distancias al que se consideraba punto
de partida. Dentro de este material epigráfico hemos de
referirnos también a una serie de documentos de
época, contenido y objeto muy distintos, pero cuyo
denominador común es la descripción de una ruta
antigua. Pueden ser de carácter votivo –los vasos de
Vicarello-, conmemorativos, como las columnas de Tongres o Autun,
o simplemente informativos, como es el caso de la tablilla de
Astorga.

También contamos con documentos de épocas
más recientes donde el carácter de continuidad y
permanencia de un camino lo convierten en testimonio para el
estudio de las vías en época romana. En
época medieval, tenemos las guías de peregrinos o
los relatos de viajeros; de época moderna, las
guías de caminos. Y por último, sería la
arqueología la que habría de decidir en el estudio
de las vías antiguas.

Tenemos todas estas fuentes valederas para una investigación de la dilatada red viaria
romana, pero lo que nos sirve realmente es la
contemplación en vivo de una calzada como puede ser la
más famosa, la primera, la Via Appia.

Un colaborador en este trabajo estuvo
caminando sobre ella y nos contaba que a pesar del tiempo
transcurrido se siente todavía el ajetreo de las tropas,
las continuas idas y venidas de los carros, el pasear de un
ciudadano, el espíritu de marcha. Esta vía fue
construida en el 312 a.C. y se dice que era tan perfecta que
parecía obra de la misma Naturaleza y
no de la mano del hombre, pues las uniones entre las piedras
apenas eran perceptibles. Ideada y construida siguiendo un
diseño
monumental, esta calzada sobrevive hoy día manteniendo su
superficie original durante tramos larguísimos. Una
exclamación popular de los campesinos italianos al
referirse a una buena carretera es denominarla una Via
Appia.

Sabemos que en un principio todas las calzadas
principales se construyeron por y para el ejército, por lo
que muchas de ellas se adentraban más allá del
dominio
romano, hasta los territorios hostiles del otro lado de la
frontera. Pero
al mismo tiempo, la construcción de calzadas y la
sustitución de viejos senderos mejoraron las comunicaciones
dentro del Imperio para el comercio y la
población en general. A lo largo de estas vías
nacen o se desarrollan los núcleos de poblaciones en los
que tendrá lugar la absorción de dos mundos
diferentes, uno en el otro.

Referente al trazado de la calzada, nadie ha podido
explicar de manera satisfactoria cómo lo hicieron los
romanos. Sus instrumentos de topografía, suponemos, eran mucho menos
exactos que los actuales, que dependen de lentes ópticas,
y se encontraban faltos de mapas fiables
hechos a escala. Sin
embargo, sus trazados son como líneas rectas en los mapas.
¿Cómo se las arreglaban los topógrafos para
trazar esas líneas? Es un auténtico misterio. Lo
que sí sabemos es que una vez hecha la ruta no
había obstáculo para sus constructores a la hora de
llevarla a la práctica. Desafiaban a la naturaleza
salvando ríos, abriendo pasos en las montañas,
cruzando terrenos pantanosos.

El orgullo de estos ingenieros es que todavía hoy
muchas de sus calzadas han servido de magistral punto de apoyo
para la construcción de las actuales carreteras y
autopistas. Estos trazados, aunque ahora sepultados por el
alquitrán, perviven en el tiempo.

8. Desde Roma a Cádiz por la
via Augusta

La Via Augusta toma este nombre dado el interés
del emperador Augusto en la reparación –entre los
años 8 y 2 a.C.- de la vieja ruta ibera que a
través de la mediterránea llevaba a Gades
(Cádiz) –la antigua Via Heraklea griega- desde
entonces llamada Via Augusta.

Según un pasaje de las Res Gestae de Augusto
(obra en que se cuentan sus propias realizaciones personales y
que se publicó a su muerte), se cita Gades como uno de los
límites
de sus conquistas. Suponía un orgullo haber alcanzado el
Atlántico –ambición de todas las sociedades
mediterráneas de la Antigüedad- representado en Gades
por las famosas Columnas de Hércules.

Esta importante arteria de la
comunicación puso en contacto Hispania con Italia y la
Galia, y fue uno de los ejes principales de la red viaria en la
época de los romanos. Es la calzada más larga de
toda la península, y reúne uno de los conjuntos de
miliarios más importantes de toda Hispania. Tiene un
recorrido total aproximado de 1.500 Km. desde los Pirineos hasta
Cádiz.

Las fuentes principales sobre los itinerarios romanos en
esta zona se hallan en los llamados vasos de Vicarello y en el
itinerario de Antonino. En éstos se describen las
mansiones o ciudades por donde pasaba la Via Augusta con sus
respectivas distancias medidas en millas romanas. Los vasos de
Vicarello fueron un importante hallazgo arqueológico
procedente de las excavaciones realizadas en las "Aquae
Apollinares", establecimiento de aguas termales, aún en
explotación, en Bagni di Vicarello, junto al lago
Bacciano, a 30 Km. al norte de Roma. En la antigüedad en
estas termas se hacían ofrendas
votivas a Apolo, las ninfas y otras divinidades. En los vasos no
hay alusión a Apolo o a las ninfas, y parece ser que fue
una ofrenda votiva por un viajero gaditano con ocasión de
un viaje a Roma.

Tres de estos recipientes votivos presentan
idénticas características tanto artísticas
como epigráficas, y han sido datados al inicio del
principado de Augusto; el cuarto, de factura
más grosera, se data al final del reinado de Augusto o
principios del de Tiberio. En cada uno de ellos aparece escrito
en cuatro columnas el itinerario de Gades a Roma, la
enumeración de 106 mansiones (estaciones) y las distancias
parciales entre ellas.

Respecto al itinerario de Antonino se trata de un elenco
de estaciones y ciudades más que de una guía
práctica. Su datación se ha fijado en época
de Diocleciano, hacia el 280 d.C. En este itinerario el trazado
de la Via Augusta se puede recomponer a través de
diferentes tramos parciales.

En cuanto a las fuentes epigráficas, como son los
miliarios, esta práctica de indicar las distancias en los
caminos y en las encrucijadas de los mismos, en ocasiones con
piedras grabadas, tiene precedentes antiguos, como por ejemplo en
Egipto, India y
Persia. En época romana, el más antiguo de estos
indicadores se
ha encontrado en la Via Appia y data del año 252 a.C. El
nombre de estos monumentos (milliarii) deriva del de la milla, el
módulo utilizado por los romanos para señalar los
caminos, que equivalía a mil pasos (millia passuum), o
sea, 1.481,5 m. Se trata de columnas de altura variable,
normalmente entre 2 y 4 metros, con un diámetro entre 50 y
80 cm. y una base cúbica que permitía un
sólido asentamiento. La piedra utilizada era la propia de
cada país: calcárea, gres, granito o basalto. Las
inscripciones en los miliarios están grabadas sobre la
superficie alrededor de la columna. En ellas aparece el nombre
del constructor o restaurador de la vía, el nombre de
ésta y la distancia al punto de partida o de
llegada.

De estos documentos, algunos actualmente han
desaparecido, y una parte de los que se han encontrado
están tan fragmentados que no permiten más que
confirmar su presencia. Sólo 12 miliarios conservan la
inscripción más o menos completa y proporcionan
información de interés para la historia de la
vía.

Ricardo Rodríguez –

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