Sociabilidad virtual, vínculo social y construcción de la identidad. El Caso de la comunidad virtual El Rincón Chileno
- 1.
Abstract - 2. El ciberespacio como
objeto antropológico: las comunidades virtuales,
elementos para una caracterización - 3.
Chilenos en el ciberespcio: lugar de encuentro,
retóricas de pertenencia y problemas de
localización - 4.
Foros de discusión y Salones de Chat:
construcción de una sociabilidad virtual y reflujos de
lo teritorial - 5.
Dominios personales: entre la comunidad personalizada y la
comunidad emocional - 6.
Trayectorias biográficas y comunidades preexistentes: lo
virtual reconocerá a los suyos fuera de la
pantalla - 7.
A modo de conclusión: la comunidad RCH como
diáspora electrónica
1. Abstract
A partir del trabajo
etnográfico realizado en el seno de la comunidad virtual
El Rincón Chileno, interrogamos las nociones emergentes de
sociabilidad virtual y vínculo social desterritorializado
en el marco de las estrategias,
prácticas y discursos de
construcción de una identidad
colectiva no presencial entre los miembros de un colectivo
virtual. Así, revisaremos en un primer momento la
definición problemática de la categoría de
comunidad virtual (expresada por las dicotomía
"virtual/presencial", "desterritorializado/territorial"), para
luego establecer una caracterización de los usos e
interacciones observados en los espacios virtuales (on line) y de
las continuidades y discontinuidades de estos con respecto a los
espacios territoriales (off line) de sociabilidad.
Palabras claves: · cibermigrante,
comunidades virtuales, etnografía, identidad, internet.
2. El ciberespacio como objeto
antropológico: las comunidades virtuales, elementos para
una caracterización
Haciendo referencia al antropólogo Ray Oldenberg,
la investigadora Sherry Turkle utiliza el concepto del
"gran lugar bueno" con el objeto de caracterizar, en nuestros
tiempos de modernidad
tardía, el fenómeno de las comunidades virtuales
como nuevos espacios de socialización. De manera general, un
gran lugar bueno es "un lugar en el que los miembros de
una comunidad se pueden reunir por el sencillo placer de la
compañía, la conversación y el sentido de
pertenencia. [Oldenberg] considera estos lugares –el bar
del barrio, el restaurante, el café– como lugares centrales en la
integración social del individuo y
para la vitalidad de una comunidad" (Turkle, 1997:
59).
Las definiciones de comunidad virtual que encontramos en
la literatura
especializada, pese a sus diferencias, convergen al menos en un
punto esencial: la presencia y la interacción a distancia. En efecto,
la característica principal del fenómeno emergente
de los usos comunitarios en el ciberespacio es la posibilidad que
individuos o grupos, dispersos
territorialmente, puedan comunicarse, reunirse e interactuar
virtualmente, pese a las limitaciones geográficas, por
medio de la telépresencia. Aunque existen antecedentes de
grupos que, mucho antes de la aparición de Internet,
establecían relaciones exclusivamente a distancia
(las comunidades epistolares); aunque el advenimiento de la
modernidad ha significado procesos de
separación del tiempo y del
espacio en donde la convivencia no coincide necesariamente
con lo local (los medios de
comunicación, el sistema
financiero); aunque los mismos procesos de
virtualización que separan el aquí del
allá no son ajenos en modo alguno a las relaciones
que los sujetos establecen entre ellos y con sus objetos todos
los días y desde siempre (la escritura).
Aunque se trata, en suma, de un fenómeno con
múltiples antecedentes, se insiste siempre en el aspecto
novedoso de las comunidades virtuales.
Novedoso, porque el alcance y la intensidad de dichos
modos de interacción a distancia se vuelve planetario.
(1) Como sugiere Barry Wellman, las redes de convivialidad
compleja siempre han existido, pero son "los últimos
desarrollos tecnológicos en las comunicaciones
que les han permitido devenir la forma dominante de organización social" (Wellman, 2001). Sin
embargo, no es sólo la
globalización o la hegemonía, siempre
discutible, de determinados procesos ya conocidos lo que
determina la novedad mayor de las comunidades en Internet. Son
las posibilidades mismas de la relación a distancia las
que cambian gracias a dicha tecnología. Si ya
existía una tradición de comunicación recíproca,
asincrónica y a distancia, es sólo a partir de las
particularidades técnicas
del ciberespacio que un grupo humano
puede "coordinarse, cooperar, consultar y alimentar una memoria y un
espacio de existencias textuales común casi en tiempo
real, y eso, pese a la distribución geográfica y a la
diferencia horaria" (Levy, 2001: 58).
De este modo, a partir de la constatación de las
posibilidades técnicas de la red, analistas y
teóricos de todo tipo se refieren a cuales serían
los efectos sociales involucrados en el fenómeno de
las comunidades en Internet. En términos generales, y esto
es válido tanto para quienes tienen una
aproximación entusiasta al fenómeno, como
para quienes advierten de sus peligros, (2)
estaríamos ante el surgimiento de un nuevo tipo de
vínculo social basado en las relaciones elegidas y
no ya impuestas por las limitaciones geográficas. Las
comunidades virtuales, en este sentido, no harían sino
favorecer un estilo de relación casi independiente de los
lugares geográficos y de las coincidencias de tiempo y
espacio.
"La virtualización reinventa una cultura
nómada, no mediante un retorno a las culturas de
pastores o al paleolítico, sino creando un entorno de
interacciones sociales donde las relaciones se configuran con
un mínimo de inercia (…) [A través comunidades
virtuales] se exprime la aspiración por construir un
lazo social que no estaría fundado ni en la pertenencia
territorial o institucional, ni en las relaciones de poder"
(Levy, 2001: 56-57).
"Internet es la herramienta que, por primera vez,
permite la
comunicación de multitud a multitud, en todo momento
y a escala mundial
(…) La cultura [al interior de las comunidades virtuales] es
animada por un sentimiento colectivo fundado en la
participación activa de una comunidad que se estructura
alrededor de costumbres y principios
informales de organización social (…) la
práctica en las comunidades virtuales encarna la
libertad de
expresión planetaria en una época dominada
por el gigantismo de los media y la censura de los Estados"
(Castells, 2001: 61-83).
Así, se supone que las relaciones se vuelven cada
vez más elegidas y desterritorializadas. Ya no se trata,
en consecuencia, de la pequeña comunidad territorial bien
localizada, de la convivencia y sociabilidad cara a cara forzada
por la proximidad geográfica. De lo que se trata ahora es
de un vínculo social que no se crea a partir del espacio
bien delimitado de la comunidad territorial, sino del espacio
reticular y- virtualmente infinito del
ciberespacio. Asistimos pues a una mutación general en los
modos de- no sólo acotada al
fenómeno de las comunidades virtuales sociabilidad propios
a las sociedades
complejas que pasa por un cambio radical
de las formas del vínculo social: "la substitución
de las comunidades territoriales por las redes"(Castells,
2001:160). En consecuencia, las estrategias de pertenencia a la
comunidad virtual (un "nosotros", un "estar juntos") ya no se
fundan sobre los tradicionales lazos familiares, territoriales o
profesionales, sino más bien sobre los proyectos
comunes, la cooperación mutua y los intereses
compartidos.
Sin embargo, el tono eufórico de aquellos
que sostienen el ideal de un vínculo social
desterritorializado deja entrever, desde un principio, ciertas
vacilaciones. En efecto, siempre encontramos, en sus
formulaciones, las referencias a que dicho fenómeno es
casi un fenómeno completamente nuevo o
independiente del vínculo territorial. Como si el factor
territorial, al ser escamoteado, y por el mismo hecho de
señalar su ausencia, no dejara de estar presente en sus
preocupaciones: incluso los más entusiastas reconocen que
Internet y las comunidades virtuales requieren de importantes
"soportes físicos" para funcionar. El factor territorial,
físico o geográfico, según se prefiera,
emerge en un momento u otro del análisis como un aspecto ineludible del
problema aunque sin cuestionar necesariamente el estatuto de
virtualidad reticular de las comunidades virtuales. Se
trataría, a los más, de la variable de complejidad
necesaria para el análisis de los usos comunitarios del
ciberespacio en términos de novedad. Por ejemplo, como una
nueva concepción del espacio, por ejemplo, "donde lo
físico y lo virtual se influencian mutuamente (…) y en
donde [las comunidades virtuales] sientan las bases para la
emergencia de nuevas formas de socialización, de nuevos
estilos de vida y de nuevos tipos de
organización social" (Cardoso, 1998 : 116). O como un
nuevo "híbrido de la comunicación [que]
reúne el lugar físico y el ciberlugar para servir
de soporte material al individualismo en red" (Castells, 2001:
164).
En efecto, la cuestión que hemos intentando
dilucidar a partir de nuestra etnografía de la comunidad
El Rincón Chileno (RCH) es justamente el alcance de
dichas formulaciones, y la relación entre lo que
podríamos llamar un primado de lo
desterritorializado y el tropismo geográfico en
la constitución de las comunidades virtuales.
¿Representa la comunidad RCH un nuevo contexto para el
desarrollo de
vínculos sociales desterritorializados ? Si es así,
¿estamos entonces ante nuevas formes móviles y
desterritorializadas de relación que corresponden a un
nuevo tipo de pertenencia al colectivo virtual? ¿Se trata
de una pertenencia basada en la libre elección de sus
miembros, independiente de los contextos del "mundo de la vida"
en que cada uno se localiza? ¿Asistimos en su reemplazo a
la producción de un espacio de relaciones
desterritorializado? Dicho espacio, ¿se funda a su vez en
los intereses y proyectos compartidos por sus
miembros?
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