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Las tecnologías de la información y la comunicación en salud pública: las precariedades del exceso (página 2)



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En realidad, el exceso pasa a ser el patrón de
referencia y se vuelve muy pequeño el espacio de las
contenciones normativas. El exceso, antes encarado como
descontrol que conducía al desperdicio y debía ser
evitado, ahora es deseado como «norma», significando
la ampliación casi ilimitada de posibilidades, más
allá de los controles, que son percibidos como
restricciones inconvenientes. Nada es ya demasiado si el exceso
se hace «norma»3. En este caso, la idea
familiar de norma tiende a deshacerse, y se divisan «modos
de ordenamiento» basados en ejercicios despojados de la
fuerza,
más allá de las reglas de convivencia, de preceptos
éticos y de la idea apaciguadora de normalidad.

El exceso deja de ser considerado como algo concreto que
se pierde, para ser una referencia que remite a ganancias y
placeres, actuando como ilusión seductora, como
virtualidad imposible de ser actualizada en su totalidad para
sujetos heterónomos, vulnerables, pero que no se someten a
normas,
aún pagando por ello un alto precio.
Bauman3 sugiere que el exceso se constituye en un
precepto de la razón contemporánea, en una
existencia de exposición
frenética a la apertura y a la experimentación
hedonista, más allá de dictámenes contables
comedidos. De ahí las dificultades planteadas por
preguntas que carecían de sentido algunas décadas
atrás, marcadas aún por la valoración
negativa de lo escaso y positiva de la abundancia: ¿en
qué circunstancias el exceso pasa a ser demasiado excesivo
y el desperdicio pasa a ser considerado
pérdida?

Hay indicios de que nuestra era se instituye atravesando
los paisajes normativos, más allá de las normas,
tiempos en los cuales pasaría a tener vigencia algo de
transnormalidad4, si se permite la
expresión originaria de la geometría moderna. Esto es, una estabilidad
precaria dentro de los excesos y apartada de los estados
promedios usuales de equilibrio.

LA COMUNICACIÓN PÚBLICA
EN SALUD

La idea de precariedad del exceso comunicacional
está lejos de ser original. Hace cincuenta años,
Jacques Ellul (1954) publicaba en Francia su
clásico La sociedad
tecnológica5. En él hacía
afirmaciones proféticas sobre los efectos de la
técnica moderna y sus productos
sobre la homogeneización mundial de la cultura, la
aceleración del ritmo de la vida cotidiana, la
extinción de ambientes naturales, la ampliación de
las características tecnológicas y de comunicación en el mundo del trabajo, las
transformaciones en el ámbito de la política, la educación, la
vivienda, el ocio, el desarrollo de
tecnologías biológicas (para la procreación
y el nacimiento, en los desarrollos
fisiológicos).

En 1993, Ivan Illich6 hizo un homenaje a su
maestro y señaló que adoptó el concepto
«elluliano» de técnica por permitir
identificar (en sus varios campos de estudio, que incluyen
medicina y
actividades científicas) el umbral en el cual los
desarrollos técnicos absorben al cliente en el
propio instrumento, conceptual y físicamente; los umbrales
en que los productos de consumo
convierten a los consumidores en consumibles por los propios
objetos; donde el ambiente de la
técnica transforma en números a aquéllos que
son atrapados en su interior; donde la tecnología demanda
sacrificios terribles a sus adeptos. Algo de este tipo puede
explicar manifestaciones de descontrol de la técnica como,
por ejemplo, las adicciones
relativas vinculadas al empleo
excesivo del ordenador (como en las llamadas ludopatías,
cuando uno se dedica compulsivamente a juegos de
ordenador). Por eso, es necesario desarrollar estrategias de
prevención y minimización de los daños. Una
tarea familiar a la Salud Publica,
por supuesto7.

Vale destacar aquí el actual alcance del periodismo
científico, sus estrategias persuasivas y sus apelaciones
populares en la difusión de contenidos en salud. Los medios de
comunicación ejercen una pedagogía al repetir narrativas e imágenes
que instituyen juicios y modos de reaccionar frente a dilemas
morales generados por la sociedad
contemporánea8. Los profesionales del
periodismo, quieran o no, desempeñan el papel de
educadores9-10. Además, pueden funcionar como
vectores de
influencia para la eventual adopción
de medidas profilácticas.

Es indiscutible el gran incremento de la difusión
del periodismo científico en los medios masivos
de comunicación. Por lo tanto, es necesario estar atento a
la relación entre científicos de la salud y la
difusión lega de sus hallazgos11, pues es
inadmisible la generación de discrepancias o conflictos con
perjuicios para los propios investigadores y profesionales de
salud, y especialmente para el público.

Bajo esta óptica
es relevante, por ejemplo, estudiar el papel de la
retórica en los procesos de
comunicación llamada científica12,
identificando por ejemplo metáforas promocionales y sus
efectos9. Independientemente de las motivaciones, no
se puede negar el interés de
la población por los temas relativos a la
salud. Basta ver el espacio ocupado por el periodismo vinculado a
las cuestiones de salud y medicina. La divulgación
pública de resultados de investigaciones
epidemiológicas viene siendo, sin embargo, objeto de
controversias y mutuas imputaciones de responsabilidad entre la respectiva comunidad
académica y los medios de
comunicación. Los epidemiólogos argumentan que
los periodistas enfatizan en exceso hallazgos específicos
de estudios, sin dimensionar aspectos metodológicos y el
contexto de la investigación. Los representantes de la
prensa se
justifican señalando el afán de espectáculo
de algunos investigadores y sus correspondientes instituciones.

Nuestro interés aquí es señalar,
asimismo, la importancia de estudiar cómo los periodistas
científicos y los profesionales de la salud (con
énfasis en la idea epidemiológica de riesgo)
construyen categorías y transmiten informaciones en sus
áreas de especialización, de modo que eventualmente
colaboran involuntariamente con desinformaciones, estímulo
a posiciones de prejuicios y, según el caso, la
posibilidad de reacciones alarmistas
desproporcionadas13. En ese sentido, es esencial
considerar el contexto sociocultural donde ocurren las relaciones
entre la producción de conocimientos
genéticos14, las formas y procesos de
vehiculación y la correspondiente apropiación por
distintos grupos
humanos15.

Es inevitable la necesidad de lidiar con las diferencias
de lenguaje
derivadas de
estas circunstancias de exceso. Independientemente de los objetos
de los estudios epidemiológicos, es razonable pensar en
las divergencias de lenguaje entre productores, transmisores y
receptores de los hallazgos específicos de
investigación vinculados a la salud16. Esta
situación nos conduce a subrayar dos aspectos: las
características del lenguaje en que el estudio es
formulado y el contenido de la explicación per
se
17. Ciertamente, los márgenes de
incomprensión no son despreciables si tenemos en cuenta
tanto los diferentes intereses como la distancia entre el
léxico y la gramática de investigadores y el
público lego18.

Sin embargo, los grupos (de intereses) involucrados
pueden ampliarse de modo impresionante si imaginamos los problemas
relativos, por ejemplo, al tema de los alimentos
manipulados genéticamente. Tenemos entonces: empresarios y
técnicos de las industrias de
biotecnología de alimentos interesados por
obtener retornos de sus inversiones;
agricultores no favorables a las innovaciones; médicos que
reciben demandas de información por parte de sus pacientes;
bioeticistas que procuran sistematizar supuestos pros y contras,
basados en posiciones y/o principios
prima facie no siempre suficientes para afrontar con la
presente ignorancia acerca de los efectos en la salud de los
llamados «alimentos
transgénicos»; políticos que son
obligados a compatibilizar presiones de lobbies de la
industria y de
sus grupos de sustentación política en medio de
eventuales expectativas públicas de
definiciones19; profesionales del área de la
salud en la burocracia
gubernamental que deben proponer y decidir políticas
de control y de
gestión.

En medio de este torbellino hay epidemiólogos que
pretenden desarrollar estudios sobre la posibilidad de que se
produzcan daños en la salud de la población y que
buscan financiación para ello. ¿Cómo
será posible (y en qué medida) lograr no
sólo el entendimiento, sino también inteligibilidad
entre los diferentes discursos y
lenguajes de las diversas partes concernidas con diferentes
formaciones, posiciones e intereses frente a esta
multifacética cuestión? Quizás apelando al
ideal de observación nistagmática.

De cualquier forma, la amplia divulgación de
cuestiones de riesgo supone aspectos bioéticos relevantes
y apunta hacia la necesidad de una base normativa para este tipo
de comunicación. Así, en el contexto de los
países desarrollados, son interesantes los intentos para
establecer protocolos
éticos y formatos expositivos protocolizados de
comunicación de riesgos, tanto
para la ciencia
como para los medios de comunicación. Esta
preocupación existe, por ejemplo, en el documento
originario de la asociación entre la Royal Institution
of Great Britain, Social Issues Research Centre
y The
Royal Society
: La «pautas para comunicación en
ciencia y
salud»20.

En su introducción se enfatiza la importancia de
la forma en que son divulgadas las cuestiones de salud, en
función
del hecho de que la «información engañosa
es potencialmente peligrosa: puede hasta costar
vidas
»20 (página. 2). Allí se
recomienda la elaboración de una pregunta
hipotética, considerada trivial, que debe ser tenida en
cuenta como rutina práctica de proceder para ayudar a
periodistas y científicos a abordar resultados de
investigación: imaginar un ente querido cercano sensible y
vulnerable a la difusión del tópico en
cuestión (paciente con cáncer, padres considerando
la vacunación de sus hijos). Si esta entrevista
fuese la única fuente disponible y esta persona llegase a
tener acceso, el profesional (científico o periodista)
«¿se sentiría cómodo con la forma
propuesta para caracterizar e interpretar la
historia
20»? (p. 2).

A nuestro entender, la pregunta de arriba es simple pero
con potenciales y considerables dificultades al intentar
responderse según las circunstancias. En el proceso de
«anticipación de impacto» basta imaginar si
los contenidos presentados no son halagúeños o
traen más perspectivas para los hipotéticos casos
cercanos de científicos o periodistas. ¿Cómo
hacer para divulgar tales aspectos en forma fidedigna
(léase con objetividad)? ¿Amenizar aspectos
negativos? ¿Omitirlos? ¿Presentar la realidad
desnuda y cruda? Frente a estos problemas es importante no
encarar a los actores involucrados como agentes estrictamente
racionales y objetivos. En
especial, no se puede descuidar el hecho de que las personas
echan mano de recursos
psicológicos variados para afrontar posibles fuentes de
ansiedad. No obstante, si este recurso se usa con bastante
cuidado puede incluso servir como un razonable hilo conductor
para delimitar este delicado proceso comunicacional.

Existen estudios que procuran indicar la relevancia de
la forma en que los especialistas del campo biomédico se
refieren a los riesgos para que los pacientes/clientes sopesen
costos, riesgos y
beneficios al decidir entre distintos caminos
terapéuticos. Una de las mayores preocupaciones en estos
trabajos se refiere a los efectos de manipulación del
«framing» (que podríamos traducir
tentativamente como encuadre en este contexto) de la
información -definida como la descripción de situaciones de
elección lógicamente equivalentes de diferentes
maneras
21 (página 828). A pesar de la
discutible suposición generalizadora de que
existiría una nítida posibilidad de establecer
situaciones de elección «lógicamente
equivalentes» ante la singularidad de cada paciente y de su
contexto. Aún así, es relevante tener en cuenta que
los datos de riesgo
relativo son más persuasivos que los de riesgo absoluto;
las pérdidas potenciales y los costos de no someterse a
determinado screening (como la mamografía) influyen
en que éste sea realizado más que por las ganancias
y los beneficios; el encuadre positivo (probabilidad de
supervivencia) es más efectivo que el encuadre negativo
(probabilidad de muerte) para
persuadir a los pacientes de que asuman tratamientos arriesgados;
la información más inteligible para el paciente
está asociada a mayor cautela frente a tratamientos y
exámenes22.

Vale subrayar que el concepto de
«framing» carece de una definición
precisa. Aparece en varias disciplinas de las ciencias
sociales y el término puede referirse a diferentes
conceptualizaciones, eventualmente superpuestas. Puede significar
«protocolos profesionales» (guidelines) para
periodistas, patrones de textos mediáticos, estructuras
mentales de los usuarios de los medios masivos de
comunicación y como elementos de la cultura en
general21. Esta situación genera una
confusión potencial considerable en las tentativas de
trabajar con este concepto en las investigaciones que abarcan los
efectos para el público de la información
científica vehiculizada por los medios de
comunicación de masas23.

En fin, este mundo hipercomunicativo presenta
ambivalencias que pueden manifestarse en la coexistencia de
dimensiones tecnológicas innovadoras con facetas
ideológicas conservadoras, cuyos efectos implican tanto el
aumento asombroso en el acceso a informaciones, con innegables
resultados, como también amplían temiblemente la
posibilidad de manipulaciones con sus efectos adversos. Es
necesario enfatizar que esta postura no significa, de ninguna
manera, rechazar de modo miope las diversas ventajas que
propicia. Pero sí señalar la necesidad de mayor
reflexión y desarrollo de eventuales correcciones en el
recorrido de este trayecto, en el cual la velocidad de
los cambios es cada vez mayor y con considerables márgenes
de imprevisibilidad.

Es importante tener en cuenta que además del
campo de la
comunicación en salud existen varios aspectos de la
salud
pública actual donde se manifiestan también las
precariedades del exceso, un síntoma de nuestro tiempo, como
hemos visto. Sin embargo, la Salud Pública está
aún anclada en la antigua dicotomía de escasez-abundancia y persigue la quimera del
control, incluso con la denominación de sus instituciones.
Por ejemplo, muchas de las llamadas enfermedades emergentes
pueden tener su origen en la ocupación abusiva de
áreas silvestres (como en el caso del virus Ebola) o
por necesidades de grandes sistemas de
aire
acondicionado (como en la enfermedad de los legionarios).
Bajo la misma perspectiva, los brotes pueden asumir dimensiones
pandémicas debido al descomunal desplazamiento de
muchedumbres entre países (como en el caso de SARS). Por
otra parte, si es obvio que las técnicas
de agricultura y
producción de alimentos se han desarrollado enormemente,
su distribución en regiones del llamado tercer
mundo se mantiene demasiado precaria a la vez que en el llamado
primer mundo se producen enfermedades por el exceso, como la
actual epidemia de obesidad que
afecta a los países ricos.

En fin, si es necesario para nosotros como ciudadanos,
estar atentos y desarrollar acciones
contra los posibles daños de las manifestaciones de
descontrol de la técnica en nuestras vidas, también
es quizás una tarea esencial de los salubristas, tanto en
el ámbito académico como en el de las
prácticas de salud, y en el caso del uso de internet por pacientes y
usuarios que buscan información en salud sin
garantías de calidad25.

La tarea de desarrollar una epidemiología
global26 que pueda enfrentar las desafios de los
efectos en la salud de la llamada globalización no debería partir de
recetas y técnicas epidemiológicas establecidas de
antemano. Sin embargo, deberían empezar con el diagnostico
de problemas de salud publica para abordar lo más
efectivamente posible las diversas formas actuales con que los
excesos producen perniciosas precariedades. Pero, sobretodo, con
el compromiso bien definido de cambiar las condiciones de salud
de las poblaciones para reducir sufrimientos innecesarios e
injustos.

AGRADECIMIENTOS

La Coordenação de
Aperfeiçoamento de Pessoal de Nivel Superior del
Ministerio de Educação
del Gobierno de
Brasil por la
beca de posdoctorado concedidad a LDC. CAD-D forma parte del
Proyecto
TELESS (Telematica, formacion y asistencia en los servicios de
salud: Estudio de necesidades y oportunidades), financiado por el
FIS
(PI021499). Agradecemos a Maria del Carmen Davo Blanes y Maria
del Rocio M. Ortiz Moncada por sus aportes y sugerencias para el
desarrollo del texto.

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Luis David Castiel (1) y Carlos Álvarez-Dardet
(2, 3)

(1) Departamento de Epidemiologia
de la Escola Nacional de Saude Publica. Fundação
Oswaldo Cruz, Rio de Janeiro. Brasil.
(2) Departamento de Salud Pública. Universidad de
Alicante.
(3) Editor del Journal of Epidemiology and Community Health.

Partes: 1, 2
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