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Actas de las conferencias sanitarias internacionales (1851-1938)


Partes: 1, 2

    1. Resumen

    En este breve trabajo se
    pretende traer a la memoria el
    recuerdo de las «Conferencias Sanitarias
    Internacionales» que, en intervalos casi regulares, se
    celebraron desde 1851 hasta 1938, consistiendo en una serie de
    reuniones en las que participaron los más importantes
    sanitarios, higienistas y científicos de cada
    época, así como los embajadores correspondientes de
    los más importantes países, intentando unos
    acuerdos que fuesen conformes para todas las naciones y que
    evitasen la llegada y extensión de las enfermedades pestilenciales.
    Esta labor resultaba harto difícil en aquellos tiempos,
    dado que los participantes se encontraban divididos en dos
    grandes y potentes grupos: los
    contagionistas (partidarios de los cordones sanitarios,
    cuarentenas y lazaretos) y los miasmáticos o
    anticontagionistas (que rechazaban estas medidas y
    defendían el pleno saneamiento: individual, ambiental y
    general). Los descubrimientos bacteriológicos que por
    entonces se fueron produciendo, facilitaron los caminos para un
    mejor entendimiento entre los participantes en las Conferencias.
    En este breve trabajo se ofrece un mínimo resumen del
    contenido de cada una de las mismas. Hay que destacar que estas
    Conferencias fueron el origen de la
    Organización Mundial de la Salud. Se mencionan algunas
    de las dificultades encontradas para conseguir las fotocopias de
    los textos de las 14 Actas de las Conferencias. Hasta ahora
    solamente existían en el mundo dos colecciones completas
    (originales y fotocopias) una en la sede de la OMS en Ginebra y
    otra en la Biblioteca
    Nacional de Medicina en
    Bethesda, Md. (USA). Ahora también existen en España, en
    el Instituto de Salud Carlos III.

    Palabras clave: Enfermedades transmisibles.
    Informe
    técnico.

    2. Abstract

    Proceedings of the International Sanitary Conferences
    (1851-1938)

    This brief article is aimed at recalling the
    "International Sanitary Conferences" which were held regularly
    throughout the 1851-1938 period, consisting of a number of
    meetings in which the leading healthcare professionals,
    hygienists and scientists at each point in time took part, as
    well as the corresponding ambassadors from the leading countries,
    in an attempt to reach consensuses agreed to among all nations
    which would prevent the arrival and spread of pestilent diseases.
    This work was highly involved back then given that the
    participants were divided into two large, powerful groups: the
    contagionists, in favor of sanitary cordons, quarantines and
    lazarettos; and the followers of miasmatic theory or
    anticontagionists, who rejected these measures and defended
    full-fledged individual, environmental and general sanitation.
    The bacteriological discoveries which were being made at the time
    opened up to way to a better understanding among those taking
    part in these Conferences. A minimal summary of the subject
    matter of each one of these Conferences is provided in this
    article. Special mention must be made of the fact that these
    Conferences were the starting point of the World Health
    Organization. Mention is made of some of the difficulties
    encountered with regard to obtaining the photocopies of the texts
    of the 14 Sets of Proceedings of theses Conferences. Until now,
    only two complete sets existed, one comprised of originals and
    photocopies at the WHO headquarters in Geneva and the other at
    the National Library of Medicine in Bethesda, Maryland (USA). Now
    there are also copies in Spain, at the Carlos III Health
    Institute.

    Key words: .Communicable diseases.Technical
    Report [Publication Type].

    3. Introducción

    Por la amenaza que desde tiempo
    inmemorial representaban las graves epidemias, especialmente las
    procedentes de países lejanos, primero la peste
    bubónica y más tarde la fiebre amarilla y
    el cólera,
    por el carácter fácilmente transmisible e
    invasor entre las naciones de todas ellas, con la estela de
    muerte,
    desolación y miseria que dejaban tras su paso, cada
    país se encontraba ante la necesidad y la urgencia de
    proteger sus fronteras contra la llegada de estas enfermedades
    pestilenciales o «exóticas», como
    también se las conocía, dado que como ya hemos
    dicho la mayoría procedían del exterior a
    través de las distintas rutas comerciales y, con el paso
    del tiempo, gracias al avance en los descubrimientos de nuevos
    medios de
    comunicación, especialmente de la navegación
    marítima, esta invasión se hacía
    principalmente y de forma más rápida por la
    vía marítima.

    Es importante resaltar que en aquellos primeros tiempos
    se desconocía totalmente la etiología de estas
    enfermedades y sus modos de transmisión entre la población, así como todo lo
    referente a la patología infecciosa (ya que se ignoraba
    totalmente la causalidad bacteriológica) y, al mismo
    tiempo, era claramente manifiesta la indiferenciación
    diagnóstica entre las distintas enfermedades: infecciosas,
    parasitarias, nutritivas, etc.

    Ahora bien, por otra parte, los métodos de
    lucha que entonces se aplicaban, como los cordones sanitarios y
    las cuarentenas en los lazaretos, eran arcaicos y de resultados
    bastante dudosos. A ello se añadían las
    particulares posiciones de los distintos Estados, cuya
    preocupación y disposición ante las epidemias, en
    principio, estaban casi exclusivamente referidas a sus propios
    intereses nacionales, especialmente comerciales, lo cual
    dificultaba grandemente la posibilidad general de detener la
    propagación de dichas enfermedades, cuando al mismo
    tiempo, cada uno de los Estados seguía una política sanitaria
    diferente de la del vecino y, a veces, no tenía ninguna,
    dejándose invadir por las epidemias que a
    continuación ganaban a los países fronterizos. Al
    mismo tiempo, ningún país tenía conocimiento
    alguno del acontecer epidémico en otros países,
    próximos o vecinos. No había
    intercomunicación a este respecto. Cada país
    infectado trataba de solucionar el problema por sí mismo,
    sin solicitar ayuda ni dar información alguna a otros
    naciones1.

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