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Actas de las conferencias sanitarias internacionales (1851-1938) (página 2)



Partes: 1, 2

 

Ante esta situación internacional tan
dramática paulatinamente fue desarrollándose y
extendiéndose la idea de que era preciso tomar medidas
más uniformes y enérgicas de control, con el
fin de detener esta amenaza constante, aunque era
prácticamente muy complicado conocer qué medidas
podrían satisfacer a todos, ya que los médicos
sanitarios responsables y los Gobiernos mediterráneos,
herederos de los métodos de
lucha desarrollados contra la peste bubónica en los siglos
anteriores, continuaban en general creyendo en el contagio y en
la eficacia de una
estricta cuarentena, mientras que los reformadores sanitarios de
Gran Bretaña y del norte de Europa
despreciaban tales ideas como anticuadas y poco eficaces,
manteniendo y discutiendo las conocidas como «teorías
miasmáticas», según las cuales las enfermedades transmisibles
se originaban a partir de efluvios («miasmas»)
producidos por la materia
orgánica en descomposición que, cuando
coincidían con ciertas condiciones especiales del clima y el
suelo,
favorecían el desarrollo,
difusión y evolución de la epidemia. Desde esta
posición teórica, lo imprescindiblemente necesario
era la limpieza en general y no la cuarentena de personas y
mercancías. Este punto de vista era más conveniente
a los países comerciantes y a aquellas comunidades para
las que cualquier obstáculo en la circulación libre
de mercancías y personas fuese notablemente perjudicial a
sus propios intereses2. Así pues, el origen,
transmisión y control de las enfermedades infecciosas en
el siglo XlX se convierte en un punto candente, tanto desde el
punto de vista político como del de la Salud
Pública, de forma que los políticos e
investigadores conservadores se alzan como radicales defensores
del contagionismo y sus consecuencias de cordones sanitarios,
cuarentenas, lazaretos, etcétera, mientras que las fuerzas
liberales se mostraron decididamente en contra del contagio y,
por ello, rechazaban todos los métodos
profilácticos recomendados por los
contagionistas3.

Al mismo tiempo, las
grandes epidemias actuaron como un estímulo para la
acción
práctica y, con el fin de evitar la invasión y
controlar la difusión de las epidemias en los mismos. de
la preocupación en cada país para coordinar las
medidas prácticas precisas surgió la necesidad de
la cooperación internacional con este propósito,
respetando el precepto de «el mínimo de dificultad
para el comercio con
el máximo de protección en Salud
Pública»

Todo ello originó que se desarrollase la
necesidad de una política sanitaria de
colaboración internacional que, al compás de la
investigación científica, lograse la
aceptación por parte de todos los Estados de una unidad de
acción común, en las medidas preventivas contra las
enfermedades exóticas, lo que se tradujo en las conocidas
«Conferencias Sanitarias Internacionales».

4. Desarrollo

Esfuerzos convergentes movilizan durante meses y
años a médicos, sanitarios y científicos,
así como a los diplomáticos, conscientes todos
ellos de que las epidemias no conocen fronteras y que cualquier
desplazamiento puede significar un riesgo de
enfermedad. A pesar de todo ello, esta doble
representación de científicos y diplomáticos
fue en ocasiones discutida, ya que los juristas acusaban a los
higienistas de perderse en discusiones inútiles de
teorías únicamente sospechadas; y los
científicos, a su vez, acusaban a los juristas de
desconocimiento de la realidad morbosa y excesivo rigor
legislativo, convencidos todos de ser el personal
idóneo para establecer las reglas más eficaces para
la protección de las poblaciones; considerando, unos y
otros, que estas diferencias y discusiones lo único que
conseguían era alargar las jornadas y la duración
de las Conferencias.

Como puede comprobarse en la tabla 1, las Conferencias
Sanitarias Internacionales fueron catorce, de las que diez se
celebraron durante la segunda mitad del siglo XlX (1851-1897), y
las cuatro restantes en el primer tercio del pasado siglo XX
(1903-1938). De todas ellas siete tuvieron como residencia
París, para dos fue Venecia y cinco en cada una de las
siguientes capitales: Constantinopla, Viena, Washington, Roma y
Dresde.

El objetivo
principal de las Conferencias era elaborar una Convención
sanitaria internacional, que hubiese podido servir para
organizarse internacionalmente en la lucha en común contra
las enfermedades epidémicas, pero desde la inicial
Conferencia de
1851 en París hasta la de Venecia en 1892 no se
consiguió la primera Convención y ello a pesar de
haberse celebrado ya cinco Conferencias más entre dichas
fechas, lo cual fue debido, para algunos autores, a la falta de
datos
científicos suficientes que pudiesen proporcionar una base
indiscutible para establecer una profilaxis racional (lo que
permitía y sostenía el que se lograse mantener las
diferencias y discusiones entre contagionistas y
miasmáticos).

En la Primera Conferencia4 las discusiones se
centraron sobre las cuarentenas marítimas en el
Mediterráneo, en relación con el cólera,
la peste y la fiebre amarilla,
así como en la creación de puestos sanitarios de
vigilancia en Oriente Medio que facilitasen información periódica respecto a la
evolución y situación de estas enfermedades
epidémicas, específicamente cólera y peste.
En esta Conferencia se presentó y desarrolló el
enfrentamiento entre contagionistas y anti-contagionistas, el
cual se repetiría a lo largo de varias Conferencias
posteriores. Se autorizó la participación por cada
Estado de un
médico y un diplomático. España
envió al Dr Pedro Felipe Monlau y a D Antonio María
Segovia.

La Segunda Conferencia5 estuvo dedicada
especialmente a plantear medidas contra el cólera,
tratando de obtener la aceptación de los criterios que no
la tuvieron en la anterior Conferencia. En esta ocasión
los únicos delegados fueron puramente diplomáticos
o personas dedicadas a la
administración, ya que sólo se trataba de la
revisión del proyectado Convenio de 1851, puesto que sus
premisas científicas se hallaban ya discutidas. Por parte
de España fue nombrado D Gaspar de Muro y Colmenares,
primer Secretario de la Embajada española en París.
Sin embargo, también se mantuvo en París el Dr
Pedro Felipe Monlau como Delegado asociado, quien no podía
tomar asiento en el Salón de la Conferencia pero sí
asesorar al delegado diplomático. Así, más
de una vez se suspendieron las sesiones esperando el consejo de
los delegados técnicos, que detrás de una cortina
emitían su voto que se hacía efectivo por medio de
los representantes diplomáticos.

En Constantinopla la Tercera Conferencia6
tuvo por objeto tratar de conocer las causas, los caracteres, la
marcha y la profilaxis del cólera, y se estableció
que las medidas sanitarias, convenientemente utilizadas, son
mucho menos perjudiciales para el comercio que la
presentación de una epidemia de cólera, así
como que la aplicación de las mismas, lo más
cercanamente posible al foco origen de la enfermedad, resulta
mucho más económica y es más eficaz. En esta
ocasión se repitieron los representantes de la primera
Conferencia: Dr Pedro Felipe Monlau y D Antonio María
Segovia.

El objetivo principal de la Cuarta
Conferencia7 era revisar las conclusiones de la
Conferencia anterior en relación con el cólera,
mostrando su acuerdo con las propuestas científicas, pero
estallando las discusiones respecto a las cuarentenas, como ya
hemos señalado anteriormente, entre los Estados del Norte
de Europa (anticontagionistas) y los del Sur (contagionistas),
lográndose al final un acuerdo con dos sistemas de
precaución sanitaria: a) inspección médica y
desinfección, y b) cuarentenas. Fueron nuestros
representantes médicos D Francisco Méndez
Alvaro8, D Bartolomé Gómez de Bustamante
y D Bonifacio Montejo y Robledo. En esta ocasión no hubo
representante diplomático.

Al contrario de la anterior Conferencia, en la de
Washington9, la única que se celebró
fuera de Europa, la casi totalidad de las delegaciones de los
países presentes en la misma estaban constituidas por sus
agentes diplomáticos en la capital
estadounidense. El contenido de la Conferencia estuvo centrado en
el control de las patentes marítimas y las inspecciones de
barcos y mercancías, siendo el hecho más destacado
de esta reunión la
comunicación revolucionaria para la Ciencia de
la época, por parte de Carlos Finlay, de su convencimiento
de que la fiebre amarilla era transmitida de una persona a otra
por un agente intermediario. La delegación española
estuvo compuesta por: Dr Rafael Cervera y Rojo, Dr Carlos Finlay
J y de Barrés y D Felipe Méndez de Vigo, enviado
extraordinario y ministro plenipotenciario en
Washington.

En la Sexta Conferencia10, celebrada en Roma,
se propuso un código
de policía sanitaria relacionado con el cólera y la
fiebre amarilla. Se discutió sobre la necesidad de crear
en cada país una oficina central
de información y notificaciones sanitarias. Las medidas
cuarentenarias fueron modificadas. Tras la cuarta sesión
se hizo patente el deseo de la mayoría de los delegados de
aplazar las sesiones, las cuales nunca fueron reanudadas. Los
representates españoles fueron en esta ocasión el
Dr M Taboadade la Riva11 y D M Del Arco, primer
Secretario de Embajada.

Los descubrimientos bacteriológicos que por
entonces se iban produciendo abrían la posibilidad cercana
de que la epidemiología llegase a convertirse en una
ciencia
positiva, y facilitase los caminos para un entendimiento entre
los diferentes participantes en las Conferencias. Así en
1882 Koch demostró la existencia del bacilo tuberculoso;
en 1883 fue descubierto el germen del cólera; en 1894 se
descubre el bacilo de la peste; y en 1901 se confirmó la
transmisión de la fiebre amarilla por el
mosquito.

En la Séptima Conferencia12 se
planteó la simplificación de la
reglamentación sanitaria para el paso por el canal de
Suez, estableciéndose la distinción entre
navíos indemnes, sospechosos e infectados. También
se reorganizó el Consejo sanitario marítimo y
cuarentenario de Alejandría. Por primera vez se
logró una Convención a la que se adhirieron todos
los Estados presentes. España estuvo representada por Dr
Carlos María Cortezo y Prieto de Orche, y D Silverio
Baguer de Corsí y Ribas, conde de Baguer y ministro
residente.

Al año siguiente se reunían los Estados en
otra Conferencia en la ciudad de Dresde13, en la que
se llevó a cabo el estudio de las medidas generales para
salvaguardar la salud pública en tiempo de epidemia
colérica. La Convención fue firmada por 10 de los
países asistentes, mientras que los 9 restantes se
reservaron hasta someterla a la decisión de sus
respectivos gobiernos. Entre estos últimos se encontraba
España. Los delegados fueron: Dr A San Martín y
Satrústegui y el Sr Ramírez de
Villa-Urrutia, ministro-residente en La Haya.

En 1894 se celebró en París una nueva
Conferencia14 que se ocupó principalmente de la
vigilancia de la peregrinaciones a La Meca y de la vigilancia
sanitaria del Golfo Pérsico. La Convención que
resultó fue firmada por los 16 representantes de los
Estados participantes. Por parte de España: Dr Amalio
Gimeno y Cabañas y D Fernando Jordán de
Urríes y Ruiz de Arana, Marqués de Novallas, primer
secretario de la Embajada española en
París.

Tres años más tarde se reúnen de
nuevo en Venecia15, consagrándose
exclusivamente al estudio de la peste, con medidas orientadas al
establecimiento de una vigilancia sanitaria rigurosa de los
navíos a la entrada en el canal de Suez, del lado del mar
Rojo. La Convención fue firmada por todos los
países participantes a excepción de Dinamarca,
Estados Unidos
de América, Suecia y Noruega. Los
representantes de España fueron Dr José Calvo y
Martín, Dr Manuel Alonso Sañudo y D Silverio Baguer
de Corsí y Rivas, conde de Baguer y
ministro-residente.

En la Undécima Conferencia16 se
planteó la cuestión de la desratización,
así como temas relacionados con el cólera y la
fiebre amarilla. Se hizo una revisión de las cuatro
últimas Convenciones en función de
los descubrimientos científicos más recientes, y se
propuso la creación de una Oficina Sanitaria
Internacional, (OIHP), con sede en París. Representaron a
España el Dr Carlos Mª Cortezo y Prieto de Orche y D
Fernando Jordán de Urríes y Ruiz de Arana,
marqués de Novallas.

En la siguiente Conferencia (París
1911-12)17 se llevó a cabo una revisión
de le última Convención, insistiendo sobre las
obligaciones y
recomendaciones a los países firmantes, también de
las disposiciones especiales a los Estados de Oriente y Extremo
Oriente, y la reglamentación de las peregrinaciones de
Hedjaz. La Convención fue firmada por los representantes
de los 41 Estados presentes, pero no entró en vigor hasta
el 7 octubre 1929. Sin embargo, en julio de 1922, todavía
había 13 países firmantes que aún no
habían ratificado la Convención. Los delegados
españoles fueron Dr Angel Pulido y Fernández, Dr
Alberto Bandelac de Pariente, Dr Federico Montaldo y Peró,
y D Francisco de Reynoso, ministro-residente.

En la Decimotercera Conferencia (París,
1926)18 se reunieron más de cincuenta
países, demostrando así la importancia que se
prestaba a la misma. Sus objetivos
primordiales eran la revisión de la última
Convención de 1912 bajo los criterios de los datos
más recientes de la ciencia y de la experiencia
profiláctica, y establecer una reglamentación
relativa al tifus exantemático y la viruela. Por
España estuvieron Dr Francisco Murillo y Palacios, Dr
Alberto Bandelac de Pariente, Dr Alberto Anguera Anglés,
Dr Latis Bey y el marqués de Faura, ministro
plenipotenciario.

En la última Conferencia Sanitaria Internacional,
de 193819 en el único punto del orden del
día se acordó por unanimidad la disolución
del Consejo sanitario, marítimo y cuarentenario en
Egipto. Los
representantes españoles, en esta ocasión fueron el
Dr Marcelino Pascua Martínez, Embajador de España
en París, y como delegados suplentes D Ricardo Arranz y el
Dr JM Llopis. Durante esta Conferencia se produjo un
pequeño y curioso incidente que aparece en el Informe de la
Comisión de verificación de los poderes, presidida
por el representante italiano Aldo Castellani, quien, en nombre
del Gobierno
italiano, declaró «que está en la
obligación de abstenerse de examinar los plenos poderes de
España, dado que Italia no
reconoce como Gobierno español
cualificado para conceder plenos poderes internacionales,
más que al Gobierno de la España nacionalista.
Así, aunque consta en la página 27 del tomo de la
14ª Conferencia, no fue tenida en cuenta y el Dr. Pascua
pudo ejercer su función con normalidad.

Por otra parte fueron numerosas las eminentes figuras
científicas internacionales que participaron en las
distintas reuniones de las Conferencias, entre las que podemos
citar a Fauvel, Adrien Proust, August Hirsch, Max von
Pettenkofer, Robert Koch, Brouardel, H Monod, R
Santolíquido, Albert Calmette, Emile Roux,
etcétera.

Los resúmenes de los debates de las catorce
Conferencias tienen como base las Actas impresas, que en total
suman 7.958 páginas. En ellas se recogen los debates con
mucho detalle, y algunos puntos se reproducen literalmente, lo
que resalta el alto valor,
interés
e importancia de las mismas para poder llevar a
cabo un estudio serio y profundo sobre la evolución de los
conocimientos respecto a las enfermedades infecciosas en general
y de la epidemiología en particular, a lo largo del citado
período. Así mismo, son una base sólida para
conocer los difíciles comienzos de las relaciones entre
las distintas naciones en el intento de conseguir unos acuerdos
que respetasen el ya citado precepto de «el mínimo
de dificultad para el comercio con el máximo de
protección y seguridad en la
Salud Pública», y que felizmente, a pesar de las
difíciles e interesadas diferencias que a veces se
planteaban entre las naciones, no consiguieron anular el impulso
para el desarrollo de esa humanitaria idea que, aunque en sus
comienzos podríamos decir estaba en alto grado incitada
casi exclusivamente por intereses egoístas (nacionalistas
y comerciales) evolucionaría favorablemente, ampliando y
revalorizando sus objetivos, logrando así alcanzar un
marco más amplio y más generoso (a nivel mundial,
la
Organización Mundial de la Salud).

Las Actas constituyen una historia viva de las
distintas ideas y conceptos que prevalecieron durante la segunda
mitad del siglo XlX e inmediatamente después, sobre la
naturaleza de
las enfermedades epidémicas y, como ha sido dicho, por un
experto de la Organización Mundial de la Salud: «la
historia de las Conferencias Sanitarias Internacionales es, en
gran parte, la Historia de la Salud Pública, encuadrada en
una perspectiva internacional», a lo que podría
agregarse la idea expresada por M y JL Peset en su libro Muerte en
España20, que el estudio y la evocación
de las pasadas epidemias «aseguran un mejor conocimiento
de la historia de los siglos pasados, que no puede entenderse
(política y socialmente) si se la priva de este componente
substancial. Hasta el momento no se ha puesto de relieve
suficientemente la conexión entre las grandes epidemias y
la historia política y social
española».

Sin embargo, se presentan grandes impedimentos para
poder hacer fácil la posible consulta a las Actas de las
Conferencias Sanitarias Internacionales, ya que aparte de su
extensión (7.958 páginas) se hace muy
difícil y complicada la posibilidad de encontrarlas,
puesto que fueron publicadas globalmente unos pocos ejemplares de
las mismas, para su distribución única y exclusiva entre
los Gobiernos participantes en las Conferencias. No obstante, es
bien patente que otros factores, ajenos a la limitación de
su edición
y distribución, tales como un indiscutible mayor poder de
disgregación o, desgraciadamente, de destrucción
por infravaloración de su importancia y significado, han
influido poderosamente, haciéndolas desaparecer casi por
completo o favoreciendo los obstáculos que
dificultarán el haberlas hecho más
fácilmente asequibles a los estudiosos. Así lo
prueban, por ejemplo, la curiosa circunstancia de que la propia
Biblioteca
Nacional de Francia
careciera de las Actas 5ª, 8ª y 10ª, además
de las correspondientes a la 1ª, 2ª y 13ª
Conferencias que, precisamente, se celebraron en París y
fueron impresas, respectivamente, por la Imprenta
Nacional (1852), la Imprenta Imperial (1859) y la Imprenta
Nacional (1927), es decir por las imprentas del propio gobierno
francés en esa misma ciudad. E igualmente que en
Catálogo impreso de la Biblioteca del Museo
Británico de Londres, sólo figuren las Actas de las
Conferencias de Viena (1874) y de París (1894), así
como que en nuestra Biblioteca Nacional solamente aparezca
catalogada la Conferencia Sanitaria de Dresde (1893). Es decir
que aquí ofrecemos tres situaciones actuales de Bibliotecas
Nacionales pertenecientes a tres países que participaron
en todas las Conferencias Sanitarias Internacionales y que, por
tanto, recibieron varios ejemplares de cada una de sus Actas
(hasta 48 de alguna de ellas) y que, sin embargo, carecen de la
mayoría de las mismas y, como ha sido dicho por un experto
de la OMS en el tema: «… en pocas Bibliotecas
médicas puede encontrarse algún volumen suelto de
estas Actas.» A pesar de este pesimista pronóstico
del experto es verdad que, tras una ardua labor de
búsqueda y paciente voluntad, nuestra experiencia
desmiente en cierta medida tan desalentadora suposición.
Aunque quizás no, en el amplísimo grado que hubiese
sido de desear, es decir, haber podido lograr el hallazgo en
España de la serie completa de todas las Actas de las
Conferencias Sanitarias Internacionales.

En el año 1989, animado por Rafael Nájera,
comencé la búsqueda de las Actas de las
Conferencias Sanitarias Internacionales con la intención
de conseguir que en España, país que había
participado en todas ellas, también se pudiese lograr
contar con una colección completa de todas las
Actas.

Durante un primer período de averiguaciones
fueron analizados los fondos bibliográficos de una serie
de Bibliotecas, en las que en su mayoría no existía
ningún volumen de las Actas (Biblioteca del Ministerio de
las Administraciones Públicas, Biblioteca de la Real
Academia de Farmacia en Madrid,
Bibliotecas del Colegio Oficial de Médicos de Madrid y de
los restantes Colegios Médicos provinciales, Biblioteca
del Museo Naval, Biblioteca de la Real Academia de la Historia y
Biblioteca del Ateneo de Madrid). En tres de ellas contaban con
un sólo ejemplar de las Conferencias que, casualmente, en
dos era el mismo (Biblioteca Nacional Española, y
Biblioteca del Colegio Médico de Barcelona), el
correspondiente a la Conferencia celebrada en Dresde (1893),
mientras que en la otra (Archivo General
de la Administración, en Alcalá de
Henares), se hallaban las dificilísimas de encontrar Actas
de la Primera Conferencia Sanitaria Internacional, París
(1851-52), aunque incompletas, dadas las condiciones iniciales de
su publicación por fascículos y la desastrosa
circunstancia de un incendio que se produjo en dicho Archivo en
el año 1939, cuando estuvo alojada en ese edificio la
Legión Extranjera. Con él se perdió una
buena parte de la documentación, especialmente la
correspondiente a Sanidad, faltando las Actas de siete sesiones y
algunos Anexos. En dos (Biblioteca Central del Cuartel General de
la Armada y Biblioteca de la Facultad de Medicina
Complutense, en Madrid), se encontraban dos ejemplares de Actas
que, desgraciadamente para mí (pues, ya las tenía),
coincidían, tratándose de las pertenecientes a las
Conferencias celebradas en Viena (1874) y en Dresde (1893); y,
por fin, en la Biblioteca del Ministerio de Asuntos Exteriores,
en la que teóricamente debía hallarse la serie
completa de las Actas, me fue posible encontrar cinco de ellas
solamente, correspondientes a las Conferencias que se
desarrollaron en Viena (1874), Washington (1881), Dresde (1893),
Venecia (1897) y París (1912).

Otro inconveniente en dicha investigación, aunque éste de menor
importancia, era la variabilidad en los títulos de los
volúmenes de las Actas (Procès-verbaux, Protocoles,
Proceedings, Protocoles et procès-verbaux), lo cual creaba
una cierta dificultad para su rápida y sencilla
localización en los ficheros, sumándose el que los
títulos estaban todos en francés, salvo uno en
inglés,
lo que personalmente me obligaba a llevar siempre conmigo, en la
visita a cada Biblioteca, una relación detallada de todas
las Conferencias, ya que a éste pequeño
inconveniente se sumaba (por falta de demanda para
consulta o estudio) el absoluto desconocimiento y, por tanto el
correspondiente aprieto para el bibliotecario para identificar
aquello a lo que me refería.

Sobre este particular problema, me permito copiar parte
del Prólogo de Méndez-Alvaro a su libro La
Conferencia Sanitaria Internacional, celebrada en Viena el
año de 1874
«Examen e impugnación del
Juicio crítico que D. Luis Planelles ha publicado acerca
de la misma» (1876):

Desde mi regreso de Viena concebí el
propósito de dar alguna cuenta al público
inteligente de los actos y acuerdos de la Conferencia sanitaria
internacional a que me cupo la honra de asistir como Delegado del
Gobierno de España. Porque siempre he tenido por indicio
de indiferencia, sobre poco respetuoso a la opinión
pública, el silencio casi absoluto que respecto a las
anteriores Conferencias de París y Constantinopla se ha
guardado entre nosotros, solamente interrumpido por algún
leve artículo de periódico
o la mermada noticia que en brevísimas páginas
diera de ellas algún libro. Y llamaba mi atención que entretanto se han publicado en
Francia, en Italia, en Inglaterra y
varios otros países, buen número de libros y de
folletos relativos a las tareas, acuerdos y conclusiones de
dichas asambleas sanitarias.

No se vea en estas líneas una
inculpación a los ilustres y dignísimos delegados
españoles que tomaron parte en las anteriores
Conferencias: me limito a advertir el hecho, y a manifestar la
conveniencia de la publicidad en
materias tan difíciles, tan graves y que tanto importa
esclarecer mediante la observación, el estudio y el tranquilo y
desapasionado debate. Harto
conocidas me son, por lo demás, las dificultades que
ofrecen en nuestro país las publicaciones de este género,
por poco leídas y por poquísimos
estimadas.

Sólo dos Bibliotecas en todo el mundo, la de la
OMS en Ginebra y la Biblioteca Nacional de Medicina en Bethesda,
Md, poseen la serie completa en originales o fotocopias, las
cuales fueron completadas en 1971 mediante el intercambio de
duplicados y fotocopias.

Tras un prolongado, duro y difícil trabajo de
búsqueda e investigación, a través de
repetidas y prolongadas visitas a bibliotecas nacionales e
internacionales, ministeriales, universitarias,
académicas, etcétera, durante un período de
tiempo que se prolongó casi seis años, conseguimos,
por fin, llegar a poseer las fotocopias correspondientes a las
Actas de las catorce Conferencias Sanitarias Internacionales, las
cuales se encuentran en el Instituto de Salud Carlos III, donde
pueden ser estudiadas o consultadas por los investigadores
deseosos de conocer tan interesantes, e incluso atrayentes,
etapas de la historia de la Epidemiología, de la Microbiología, de la Salud Pública,
de la Política, etcétera, tanto a nivel nacional
como internacional. Así, es de interés conocer que
algunas naciones inspiraron su legislación sanitaria en
los principios
contenidos en lo acordado en la Primera Conferencia y, por
ejemplo, tres años después se aprobaba en las
Constituyentes del 1855, la primera Ley
orgánica de Sanidad en España.

Los hallazgos tuvieron lugar en: Biblioteca del
Ministerio de Asuntos Exteriores de España (Madrid),
Biblioteca de la Real Academia de Medicina en Madrid,
Bibliothéque Nationale de Francia (París),
Bibliothéque Interuniversitaire de Médicine en
París, y en la National Library of Medicine, del National
Institute of Health, en Bethesda (USA).

Lo importante era que España, que había
participado en las catorce Conferencias Sanitarias
Internacionales, contase con una copia de cada una de las Actas,
y ponerlas a disposición de los diferentes investigadores
interesados sobre la evolución históricas de las
ideas referentes a las enfermedades infecciosas, a la
Epidemiología, a la Salud Pública, etc, y a la
cooperación internacional en materia sanitaria; siendo,
por otra parte, el único país de todos los que
participaron en la totalidad de las Conferencias que cuenta con
esta joya sanitaria, ya que ni Suiza ni Estados Unidos llegaron a
tomar parte en todas ellas.

5. Bibliografía

1. Clerc M. Legislation Sanitaire Maritime. en Higiene
marítime et Prophylaxis internationale de I Tanon y Vigot
Frères editores. París; 1933.

2. Howard-Jones N. Antecedentes científicos de
las Conferencias Sanitarias Internacionales, 1851-1938.»
Crónica de la OMS. 1974. WHO Chron 1974.

3. Bonastra J. Innovaciones y continuismo en las
concepciones sobre el contagio y las cuarentenas en la
España del siglo XlX. Reflexiones acerca de un problema
sanitario, económico y social. Scripta Nova 2000; IV.
Disponible en:

4. Procès-verbaux de la Conférence
sanitaire internationale ouverte à París le 27
juillet 1851. París; 1852.

5. Protocoles de la Conférence sanitaire
internationale ouverte à París le 9 avril 1859.
París; 1859.

6. Procès-verbaux de la Confèrence
sanitaire internationale ouverte à Constantinople le 13
février 1866. Constantinopla; 1866.

7. Procès-verbaux de la Conférence
sanitaire internationale ouverte à Vienne le 1 juillet
1874. Viena; 1874.

8. Méndez Alvaro F. La Conferencia Sanitaria
Internacional, celebrada en Viena el año de 1874. Madrid:
Imprenta de los señores Rojas; 1876.

9. Proceedings of the International Sanitary Conference
provided for by joint resolution of the Senate and the House of
Representatives in the early part of 1881. Washington;
1881.

10. Taboada de la Riva M. Sanidad Internacional.
Discurso en la
Real Academia de Medicina en Madrid, 1897.

11. Protocoles et process-verbaux de la
Conférence sanitaire internationale inaugurée le 20
mai 1855. Roma; 1885.

12. Protocoles et procès-verbaux de la
Conférence sanitaire internationales inaugurée le 5
janvier 1892. Roma; 1892.

13. Protocoles el procès-verbaux de la
Conférence sanitaire de Dresde 11 mars-15 avril 1893.
Dresde; 1893.

14. Conférence sanitaire internationale de
París. 7 février-3 avril 1894.
Procès-verbaux. París; 1894

15. Conférence sanitaire internationale de
Venise, février-19 mars 1897. Procès-verbaux. Roma;
1897.

16. Conférence sanitaire internationale de
París, 10 octobre – 1 décembre 1903.
Procès-verbaux. París; 1904.

17. Conférence sanitaire internationale de
París. 7 novembre 1911-17 janvier 1912,
Procès-verbaux. París; 1912.

18. Conférence sanitaire internationale de
París. 10 mai -21 juin 1926. Procès-verbaux.
París; 1927.

19. Conférence sanitaire international de
París. 28-31 octobre 1938. Procès-verbaux.
París; 1939.

20. Peset M, Peset JL. Muerte en España
(Política y Sociedad entre
la peste y el cólera). Madrid: Seminarios y Ediciones;
1972.

Juan B Mateos Jiménez

Miembro jubilado del Cuerpo Médico
de Sanidad Nacional.

Partes: 1, 2
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