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Las muertas de Juárez. Bioética, género, poder e injusticia (página 2)



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Y mientras dormíamos, las "voces sin eco". Nombre
de una organización no gubernamental de la
localidad, que también nos puede remitir a dos
interpretaciones: al inicio la mayoría formaba parte de
grupos
marginados socioeconómicamente dentro de la ciudad, por lo
que una desaparecida más no tenía peso… y hace
referencia, a la vez, a que la gran mayoría de las
desapariciones y asesinatos contra mujeres en Ciudad
Juárez no han sido resueltos.

¿Cuáles son los hechos? Muy
difíciles de evaluar en forma objetiva o
"científica" debido a múltiples factores. Mientras
que la versión oficial menciona, aproximadamente, 200
mujeres, en organizaciones no
gubernamentales se habla hasta de 500. La cifra oficial habla de
198 asesinatos de 1993 a 1999 (2.3 asesinatos por mes); un
estudio analiza a 162 víctimas, con los datos que tuvo
disponibles la autora… mujer(1). Ella misma acota que
"no se permite el acceso a los expedientes de las mujeres
asesinadas para corroborar el número exacto de mujeres
asesinadas, la violencia con
que fueron asesinadas y si realmente los asesinos están
convictos".

Se trata de un fenómeno único, favorecido
por un entorno socioeconómico propicio, conformado por
impunidad,
violencia de género en
un mundo patriarcal misógino, con ineficiencia
policíaca, indiferencia, desigualdad, prejuicio,
ignorancia, narcotráfico e intereses políticos.
Este entorno se da en Ciudad Juárez, en el estado de
Chihuahua, al norte de México.
Ciudad fronteriza que colinda con El Paso, Texas, USA, y es
importante punto estratégico de cruce internacional. Con
una población de 1.3 millones (según el
Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, INEGI, 2000), la tasa de
crímenes en la última década es única
en el mundo: 2.3 x 10 000 habitantes.

Históricamente, el punto de partida para el
desarrollo de
situaciones sociodemográficas especiales en esta ciudad
fronteriza se podría ubicar en la década de los
setenta, cuando se intensifica la migración
hacia Ciudad Juárez. Esto contribuye a un espectacular
crecimiento de la población en asentamientos irregulares,
predominantemente hacia los suburbios.

El segundo hecho histórico correspondería
al crecimiento sin precedentes de la industria
maquiladora en los años ochenta, con la creación de
miles de empleos, sobre todo para mujeres, ocasionando un
incremento de la población femenina.

El tercer factor aparecería en la historia hacia los
años noventa: la industria automotriz atrae una
migración mayoritariamente masculina, seguida de
más asentamientos irregulares, el fortalecimiento del
narcotráfico y el comercio de
armas. Entre
1995 y 1998 el número de trabajadores en maquiladoras
aumenta de 150 a 230 mil. Crece el machismo y la misoginia en una
ciudad donde se da un fenómeno muy peculiar: la fuerza de
trabajo
femenina es superior a la masculina, las mujeres tienen
más oportunidades de trabajar y producir, contando con
mejores trabajos y salarios que los
hombres.

Lo anterior explicaría el perfil predominante en
la mayoría de las asesinadas al inicio del
fenómeno: no son originarias de Juárez, son
recién llegadas, habitan los asentamientos irregulares,
son empleadas de la industria manufacturera ("maquiladora") y
presentan edades y características físicas
parecidas. Sin embargo, no es así para el 100% de los
casos y, dentro de esta generalización, se cae en una
visión reduccionista del fenómeno del
"feminicidio", diluyéndose los casos de mujeres que no
tienen estas características. Por otro lado, estereotipar
a las mujeres asesinadas en una tipología única
evita que la sociedad tome
la seriedad y la responsabilidad adecuadas frente a los casos de
violencia contra la
mujer.

Otra asociación importante para el desarrollo de
estos hechos es consumo de
drogas y
violencia. La violencia tiene dos vertientes en Juárez. La
primera se deriva del tráfico de drogas; muy obvio para
quienes habitan la ciudad, donde se escenifica desde hace algunos
años una verdadera guerra por su
control, con
innumerables muertes y desapariciones.

La segunda, del consumo de drogas. La última
encuesta
nacional sobre adicciones
permite hacer una comparación. El promedio nacional de
consumidores de drogas es de 5,30% de la población entre
12 y 65 años; en Juárez es del 9,2%. Por
género, el 16,68% de los hombres aceptaron haber consumido
drogas, contra el 2,79% de las mujeres. El promedio de consumo de
marihuana en
el ámbito nacional es de 4,7% de la población; en
Juárez es de 8,42%. Para cocaína,
el promedio nacional es de 1,45%; en Juárez, de 3,07%.
Esto significa, además, que de cada tres consumidores de
marihuana hay uno de cocaína. Un promedio muy alto,
comprensible cuando se descubre que en las zonas suburbanas de la
ciudad hay decenas de los llamados "picaderos", lugares donde se
inyecta o vende droga de
ínfima calidad por
precios que, a
veces, no superan el dólar por dosis.

Este panorama nos muestra un
espacio en el cual la mujer tiene
más y mejor trabajo que el hombre,
alejándola del consumo de drogas (contrario a lo que
sostuvieron en el pasado autoridades locales, que atribuyeron las
muertes a la vida "licenciosa" de las jóvenes asesinadas,
como si ello fuera excusa para crímenes tan terribles). A
la vez, el arraigo y los lazos familiares, como consecuencia de
la migración, son muy débiles. Los hombres, con
menores posibilidades de trabajo, se han ido involucrando cada
vez más en el ámbito del narcotráfico y
consumen con regularidad una cantidad mucho mayor de drogas que
las mujeres. Se escenifica una guerra de narcotraficantes con sus
secuelas de armas, violencia y desprecio por la vida. En ese
escenario, el asesinato de mujeres se ha convertido en una
realidad casi cotidiana.

Bioética

Para la Asociación Internacional de Bioética,
ésta puede definirse como "el estudio de los temas
éticos, sociales y jurídicos que surgen en la
atención sanitaria y las ciencias
biológicas". Una circunstancia que amerita el raciocinio
bioético es el tema de la violencia. Es necesaria la
reflexión acerca de la violencia desde el punto de vista
bioético, porque produce disminución de la calidad de
vida, enfermedad, discapacidad y
muerte.

Diego Gracia ha defendido la tesis de que
la salud puede
definirse como "la posesión o apropiación por parte
del hombre de su
propio cuerpo(2)". Si salud es posesión o
apropiación del cuerpo, enfermedad sería la
desposesión o desapropiación del propio cuerpo. El
grado máximo de desposesión o
desapropiación, evidentemente, es la muerte(3). En
su propuesta hay dos niveles de apropiación del
cuerpo.

En un primer nivel está una ética de
mínimos que incluye la corrección del acto moral.
Involucra los principios de
no-maleficencia y justicia.
Desde el principio de no maleficencia, la ausencia de
desposesión correspondería a la no lesión
del cuerpo de las personas por parte de otro cuerpo. Desde el
principio de justicia, la ausencia de expropiación
correspondería a la no discriminación y la no segregación
social de un cuerpo. En este primer nivel, el cuerpo debe estar
protegido públicamente y ser igual para todos; de
ahí que proporcionarlo sea obligación del Estado, cuyo
papel es meramente positivo. Con esta visión, todo acto
maleficente o injusto lleva a la desposesión y
expropiación del cuerpo.

En un segundo nivel está una ética de
máximos que incluye la bondad del acto moral. Involucra
los principios de autonomía y beneficencia. Este segundo
nivel de posesión y apropiación del cuerpo
dependerá del sistema de
valores de
cada persona, de su
ideal personal de vida
y de sus proyectos de
perfección y felicidad. Por ello, esta posesión y
apropiación tiene un carácter fundamentalmente privado, no
dependiendo de la sociedad, sino de uno mismo. Desde el principio
de autonomía se daría la posesión, siendo
cada persona quien se propone sus objetivos de
vida, utilizando el cuerpo para obtenerlos. Desde el principio de
beneficencia, se daría la apropiación, siempre de
lo beneficioso para cada uno, de acuerdo con su concreto e
intransferible proyecto de vida.
En este segundo nivel, la intervención del Estado es
distinta ya que su función
primordial no es la promoción de valores. El papel del Estado
es meramente negativo, al no impedir que los individuos lleven a
cabo libremente sus proyectos de vida y sus ideales de
perfección y felicidad, que debieran ser totalmente
personales.

Además de la obligación bioética a
nivel individual de apropiarse cada quien de su propio cuerpo de
forma autónoma y beneficentemente, de acuerdo con el ideal
de perfección y felicidad de cada uno, se tiene la
obligación bioética específica de no actuar
maleficentemente ni injustamente sobre el propio cuerpo ni sobre
otro. Aquí la normativa debe ser igual para todos. Aunque
cada individuo es
dueño del propio cuerpo, se tienen los límites
impuestos por
los principios de no maleficencia y justicia con otros cuerpos, y
que, además, el Estado puede y debe obligarnos a respetar
y cumplir.

Con este fundamento principialista podríamos
decir que el Estado tiene la responsabilidad, desde el principio
de justicia y con respeto a la
autonomía, de brindar la protección que necesitan
los cuerpos en la sociedad.

Recientemente se ha incrementado una crítica
contra el principialismo como modo de razonar en bioética,
basado en la filosofía, considerándolo
predominantemente racionalista y absoluto(4).

Una propuesta de un acercamiento posmoderno cambia el
uso filosófico y racionalista del principio de
autonomía e instaura, en su lugar, un marco de
reflexión bioética basado en las nociones
sociológicas de poder,
subjetividad y discurso. El
intento es ensanchar la conceptualización acerca del
método
central en bioética, desde su localización actual
en el campo de la filosofía moral, para incluir nociones
sociológicas importantes. Este modelo muestra
que las ideas posmodernas de discurso y poder constituyen una
alternativa a la reflexión bioética.
Reflexión que mueve el centro, desde la posición
más filosóficamente tradicional de teorizar a
través de la aplicación de principios racionales,
hacia la creación de nuevas opciones.

Género

El género corresponde al conjunto de
determinantes socioculturales e históricos que se
establecen para las categorías de feminidad y masculinidad
(a diferencia del sexo, que es
el conjunto de características biológicas heredadas
que colocan al individuo en algún punto de un continuo que
tiene en los extremos a individuos reproductivamente
complementarios(5)). Tradicionalmente se impone la
feminidad a la mujer y la masculinidad al hombre.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos
fue adoptada el 10 de diciembre de 1948; la Primera Conferencia sobre
la Mujer se llevó a cabo en 1975 (en México); el
decenio 1975-1985 fue declarado por la ONU como La
Década de la Mujer; el 18 de diciembre de 1979 fue
adoptada la Convención sobre la Eliminación de
todas las formas de Discriminación contra la Mujer; en 1980 se
celebró la Segunda Conferencia Mundial sobre la Mujer
(Copenhague); en 1990 se celebró la Tercera Conferencia
Mundial sobre la Mujer (Nairobi); el 20 de diciembre de 1993 se
redactó el documento Declaración sobre la
Eliminación de la Violencia contra la Mujer; en ese mismo
año la ONU declaró que la violencia contra las
mujeres supone una violación a los Derechos Humanos; el 9 de
junio de 1994 fue suscrita la Comisión Interamericana para
Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer; la
última Conferencia Mundial sobre la Mujer tuvo lugar en
1995 en Beijing. Evidentemente, la firma de un documento o su
aceptación, no garantiza su aplicación.

El párrafo
segundo del artículo 4º de la Constitución Política de los
Estados Unidos
Mexicanos afirma: "El varón y la mujer son iguales ante la
ley". Sin
embargo vemos que, en la práctica, la mujer sigue siendo
objeto de discriminación. La perspectiva de género
implica una visión ética sobre el desarrollo y la
democracia
como contenidos de vida para enfrentar la inequidad, la
desigualdad y la injusticia. Todas las personas viven inmersas en
relaciones de poder marcadas por su género. Los hombres
como género tienen asegurado el dominio en el
mundo y las mujeres como género tienen asegurado el
cautiverio(6). Los poderes intergenéricos e
intragenéricos están articulados entre sí y
forman el complejo orden político en el mundo
patriarcal(7). La propuesta de género feminista
implica una redistribución de los poderes sociales, la
transformación de los mecanismos de creación y la
reproducción de esos poderes.

El Servicio de
Asistencia a Víctimas de Agresiones Sexuales, en
Argentina, afirma que: "nacer mujer significa nacer en
situación de riesgo". La
situación sería similar para Latinoamérica. Esta situación de
riesgo se hace evidente con la susceptibilidad de ser
víctima de violencia en general, y violencia sexual en lo
particular. Se ha propuesto que la violencia sexual en contra de
las mujeres posee su fundamento en los valores
que sustentan la sociedad patriarcal y que se relacionan
directamente con la sexualidad
culturalmente aprendida. El cuerpo de las mujeres está
para satisfacer los deseos sexuales de los varones; si la mujer
se resiste a ello, la forzarán; si aún resiste, la
amenazarán con dañarla o darle muerte. Por lo
tanto, la violencia sexual se fundamentaría en las
relaciones de poder, en las cuales uno tiene el poder sobre otro
que, en este caso, es otra(8). Tal vez por ello el
Tribunal Mundial de Viena (1993) dice que "el ser mujer puede
volverse cuestión de vida o muerte".

Y en la cuestión de la muerte, el
"feminicidio" es la categoría que debe ser discutida para
los casos de Juárez. El término se debe a dos
feministas, Russell y Radford(9), y corresponde al
"asesinato misógino de mujeres por ser mujeres". La
práctica del "feminicidio" es un producto del
sistema cultural patriarcal y, de acuerdo con Cameron y Frazer,
estos "actos antisociales no siempre son actos asociales:
éstos, frecuentemente, están apuntalados por las
significaciones sociales existentes."

Poder

El patriarcado es una toma del poder por parte de los
hombres en la que no queda muy claro si el determinante es
económico (apropiación del excedente y de su
productor, la mujer) o cognoscitivo (conocimiento
del varón del papel que desempeña en la
generación de los hijos). La forma de esclavitud de la
mujer es el matrimonio
monogámico; la primera oposición de clases es la
del género femenino con el masculino. En este sistema de
dominación de género, las mujeres permanecen,
genéricamente, bajo la autoridad, a
su vez genérica, de los hombres; el sistema dispone de sus
propios elementos políticos, económicos,
ideológicos y simbólicos de
legitimación(10).

Asimismo, los conceptos de violencia y poder parecen
inseparables. El riesgo de violencia se intensifica cuando la
comunidad
confronta desventajas sociales, como niveles bajos de educación y altos de
pobreza,
desempleo,
fragmentación familiar y abuso de alcohol. Esto
es común en áreas marginadas, comunes en
países en vías de
desarrollo(11,12).

Además, las culturas que presentan un sistema de
dominación de género contribuyen a la desigualdad,
tanto social como sexual, de las mujeres y niños,
quienes son más vulnerables a la victimización
sexual(13).

La violencia de género tiene una forma concreta
(de lo masculino contra lo femenino, con independencia
de quienes lo representen) y está ligada al poder
diferencial de los géneros.

Sin embargo, no está claro cómo es la
estructura
patriarcal en cualquier contexto particular ni cómo
variaciones en la forma y grado del patriarcado pueden afectar la
violencia.

¿Tiene el género influencia en la
violencia a través del aprendizaje
social? La investigación que apoya como predictiva de
violencia a la conexión entre estructura genérica y
variables de
aprendizaje social es incompleta, compleja y controvertida. La
forma en la cual el género tiene su influencia sobre la
violencia, es un área para mayor
investigación(14).

A pesar de todo lo anterior, y aunque la
condición de la mujer en el mundo occidental ha mejorado
enormemente en los últimos años, la revolución
que hará a mujeres y hombres realmente iguales no ha
ocurrido todavía. Se debate sobre
un movimiento
feminista sin la categoría de género, lo que parece
novedoso, pero muy difícil de llevarse de la teoría
a la práctica(15).

El caso de las muertas de Juárez ha sido
analizado desde la perspectiva de género, y se le destaca
como un "problema real social (…) Las mujeres, como objeto de
violencia por parte de los hombres, la sufren desde su identidad
genérica y su posición en el sistema de clases
sociales(16)".

No debe llamar la atención, ante el hecho sin
precedentes de las más de 300 muertes de mujeres en
Juárez, que exista ya una profusa hemerografía y
bibliografía al
respecto; pero sí la llama que haya publicaciones
científicas serias que no mencionen siquiera la
posibilidad de que se dé la combinación
violación y homicidio(17). La violación es
la materialización última de la demostración
violenta de la supremacía del poder de lo masculino sobre
lo femenino.

Los estudios indican que los violadores aparentan ser
personas ordinarias, sin rasgos que permitan identificarlos y, en
la mayoría de los casos, se trata de conocidos, amigos o
familiares de la víctima(18). Estos datos coinciden
con estudios realizados en México, tanto con
víctimas de violación(19) como con
victimarios(20). Sin embargo, en México se cuenta
con poca experiencia respecto al estudio de los violadores, ya
que la mayoría de las veces no se denuncian, y cuando se
hace, se castiga al agresor recluyéndolo en
cárceles sin recibir tratamiento. En nuestro país
la población de presos psiquiátricos es de 1 802 y
aproximadamente el 10% corresponde a agresores sexuales (perfil
general del agresor sexual con padecimiento mental a nivel
nacional, 1997(21)).

Por otro lado, podemos considerar al homicidio como la
materialización última de la violencia. En
México, la tasa de homicidios
aumentó de 1979 a 1992, de 17.5 a 19.1/100 000 hab. (3/100
000 en el estado de Yucatán, hasta 57/100 000 en el estado
de Guerrero). En 1996, México tuvo la mayor tasa en
Latinoamérica. En las mujeres, el riesgo de morir a manos
de su pareja o de un familiar es más elevado que en el
hombre, y la mayoría de las muertes femeninas suceden en
el hogar(22).

¿Cómo relacionar la violación con
el homicidio? Desde perspectivas criminológicas se ha
observado que el homicidio es, a veces, expresión de una
sexualidad socialmente disfuncional, ya que sólo a
través de él consiguen el orgasmo algunos
individuos. Habría, entonces, que distinguir este
homicidio del perpetrado durante la violación, y que
está dirigido a vencer la resistencia de la
víctima o a impedir llamar la
atención(23,24).

Desde perspectivas sexológicas se sabe que la
mayoría de las violaciones son realizadas por sujetos
normofílicos. Sin embargo, puede existir una
relación entre violación y homicidio en pacientes
con parafilias. Las parafilias son formas de conducta
erótica en las cuales se consigue la excitación
sexual mediante la imaginación o actos sexuales inusuales
o extravagantes, que son necesarios, reiterados y a veces
excluyentes, para conseguir excitación y orgasmo, siendo
de carácter compulsivo. Frecuentemente, la experiencia del
deseo erótico parafílico, o de su actuación,
es precedida de angustia y culpabilidad.
Dos tipos de parafilias que podrían corresponder a estos
cuadros, de acuerdo con la clasificación de John Money,
son las depredadoras (cuando, en la relación sexual, el
objeto sexual es robado o tomado por la fuerza) y las
sacrificial/expiatorias (cuando, en la relación sexual,
uno o ambos sujetos debe ser castigado, pudiendo llegar hasta la
muerte(25)).

La biastofilia (o raptofilia) es una parafilia
depredadora, en la cual el deseo sexual y la facilidad para
conseguir un orgasmo dependen del ataque sexual sorpresivo y sin
consentimiento de la víctima aterrorizada por parte de un
extraño. La principal fuente de excitación sexual
es el miedo, sorpresa y resistencia de la
víctima(26).

La erotofonofilia es una parafilia sacrificial/
expiatoria en la cual el deseo sexual y la facilidad para
conseguir un orgasmo dependen de la muerte de la víctima
durante la relación sexual(26).

Otra consideración que podemos hacer es la del
delincuente sexual serial. El examen psiquiátrico ha
mostrado en estos casos que un 80 a 90 % no presentan signos de
alienación mental franca, es decir, jurídicamente
son imputables. Sujetos normofílicos que, por alguna
razón, llegaron a cometer el acto delictivo. Solo el 10 al
20% está compuesto por individuos que presentan graves
problemas de
personalidad,
con características psicopáticas enajenantes, es
decir, jurídicamente inimputables. Aquí, al tocar
el terreno del ámbito jurídico, se debe distinguir
entre el parafílico y el delincuente sexual.

La combinación violación y homicidio ha
sido escasamente estudiada. Se ha abordado desde estudios de
sexología forense. Un reporte de investigación
analiza 41 casos de mujeres victimizadas de esta forma, en
Florida, USA. La edad promedio de las víctimas fue de 42
años, con una distribución bimodal. Las víctimas
más jóvenes (promediando 31 años) fueron
encontradas más frecuentemente en canales o terrenos
baldíos, mientras que las víctimas mayores
(promediando 51 años) fueron encontradas más
frecuentemente en sus propias casas. La muerte,
comúnmente, se produjo por asfixia mecánica y fue muy raro el uso de armas de
fuego. El promedio de la incidencia de este tipo de eventos se
calcula en 0.14/100 000 habitantes donde se realizó el
estudio, no ocurriendo cambios de 1959 a 1983. Con ello, los
autores concluyen que la muerte como resultado de un ataque
sexual es, distintivamente, inusual(27).

El caso de las muertas de Juárez ha sido ya
analizado por una autora feminista quien aporta la posibilidad de
una tipología en los asesinatos, distinguiendo sexuales
(pudiendo ser algunos de tipo serial), sexistas, por
narcotráfico y por adicción(16). El
asesinato de mujeres a manos de hombres es relativamente
común en un mundo patriarcal, pero el tomar
características seriales hace especial la
condición.

Injusticia

La historia de la humanidad está llena de
injusticias. La gente ha sido humillada, desposeída,
explotada, esclavizada, torturada y asesinada; y,
prácticamente, ninguna reparación se ha intentado
hacer por ellos o sus descendiente(28).

La petición por la reparación de
injusticias históricas puede realizarse en tres
categorías principales: a petición de individuos
quienes fueron víctimas de una injusticia cometida muchos
años antes, por la demanda de
miembros de comunidades que han padecido la injusticia y por el
reclamo hecho por descendientes de las víctimas de
injusticia.

Epílogo

No conocemos los mecanismos exactos por los cuales las
diferencias de poder intergenéricas e
intragenéricas tienen su influencia sobre la violencia en
general, y la violación en particular. Las
características que se saben comunes para las
víctimas y victimarios de violación no son las que
coinciden con los casos de Juárez. Además, la
asociación violación y homicidio ha sido poco
analizada. Los datos que hay en la literatura no son
concluyentes y, en medio de esta problemática con respecto
a la disponibilidad de información y falta de
investigación, siguen apareciendo cadáveres de
mujeres.

Este ensayo intenta
ser una forma de petición por la reparación de la
injusticia del multicitado "feminicidio", realizada por un
miembro de la comunidad que ha padecido la injusticia, un
mexicano nacido y avecindado en Ciudad Juárez, quien
además es padre de una hija… mujer…
¿cuál será su destino viviendo un doble
riesgo: ser mujer, y vivir en Ciudad Juárez?

Trabajo presentado en parte al 6° Congreso Mundial
de Bioética (Brasilia, Brasil; noviembre
de 2002) y al 16° Congreso Mundial de Sexología (La
Habana, Cuba; marzo de
2003).

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Jorge Alberto Álvarez
Díaz
Médico Cirujano, Instituto de Ciencias
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Autónoma de Ciudad Juárez,
México.

Partes: 1, 2
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