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Ocupación y Resistencia. A propósito de la muestra "TE DEVUELVO TU IMAGEN" de Juan Castillo


Partes: 1, 2

    En marzo de 1998, se presentó en Santiago de
    Chile, en la Galería Gabriela Mistral del Ministerio de
    Educación,
    una exposición
    del artista conceptual Juan Castillo, residente en Suecia desde
    hace casi veinte años, cuyo título, «Te
    devuelvo tu imagen»,
    establecía vínculos con otro proyecto del
    mismo artista realizado en el país en 1981. Lo que
    unía ambas experiencias no reside únicamente en el
    título, sino también en el conjunto de elementos y
    de prácticas que conducen el proceso
    receptivo y analítico de las «obras» desde el
    plano puramente axiomático del rol, función y
    mecanismos del arte -y en
    especial de la pintura– hacia
    los mecanismos productores y actualizadores del imaginario
    aludido por dicha producción y que enfatiza y declara
    abiertamente una opción política del rol y
    función social del artista. El presente texto
    constituye una versión de aquel que acompañara el
    catálogo de esta muestra.

    Viaje ad fontesOriundo de Pedro de Valdivia, oficina salitrera
    hoy deshabitada pero aún activa, Juan Castillo
    cursó estudios de Arquitectura en
    la Universidad
    Católica de Valparaíso y posteriormnente, ya en
    Santiago, asistió como alumno libre del taller de Eduardo
    Vilches en la Escuela de Arte
    de la Universidad Católica. Entre 1978 y 1983,
    integró el Colectivo de Acciones de
    Arte (C.A.D.A.), el cual dentro de la perpetua exigencia de
    actualización que ha imperado en los procesos
    culturales latinoamericanos, y como «artistas
    resistentes» al dramático proceso de cambios y de
    persistente violación de los derechos humanos
    vividos en Chile a partir del Golpe de Estado
    de 1973, incluyeron la plástica nacional en los
    conceptualismos y abrieron una de las más encendidas
    polémicas en torno al arte
    nacional jamás vistas (con el solo parangón de las
    polémicas antivanguardistas protagonizadas por Nathanael
    Yáñez Silva desde El Diario Ilustrado). Esas
    polémicas surgían en particular debido a la
    rigurosidad -si es utilizable el término- con que dicho
    grupo
    cuestionó y reflexionó sobre el rol y la
    función del arte y el artista en las precarias condiciones
    que ofrece hasta hoy nuestro continente. Para el C.A.D.A. el
    artista latinoamericano produce en, desde y para la precariedad y
    la marginalidad.
    Pero quizás la polémica se centró sobre todo
    en los enfoques analíticos y metodológicos de la
    crítica
    que acompañó dicha producción, entre otros,
    Ronald Kay, Fernando Balcells, y en especial Nelly Richard. Esa
    crítica se esforzó no sólo por justificar lo
    que podía parecer a simple vista como una mera
    «moda» (pero
    que a ojos menos inocentes lucía como propuestas de alta
    peligrosidad que merecían lecturas
    «recortadas»), sino que logró desmontar las
    poéticas implícitas en la elaboración de sus
    productos de
    modo tal que demostró cómo dichas poéticas
    se imbricaban con la experiencia del artista en el Chile del
    momento. En este sentido, esa crítica incorporó en
    su producción las poéticas de los objetos que
    describía -lo que implica la asunción de una cierta
    «identidad» del objeto y su
    aproximación teórica-, dejando una profunda huella
    en la producción crítica posterior y
    señalando el inicio de una crítica especializada de
    mayor rigor conceptual que aquellas que le
    precedieron.

    Quizá uno de los elementos más notorios de
    las estrategias de
    producción del C.A.D.A. sea la intencional integración de la visualidad a la literatura. Es evidente que
    dicha integración tenía en nuestro continente los
    antecedentes en primer lugar de los caligramas de Huidobro y en
    segundo lugar del Neoconcretismo brasilero; pero quizá sea
    la brecha abierta tanto por Dadá -pienso en el
    «ejercicio» de Picabia «El ojo
    cacodylate»- como, especialmente, «La traición
    de las imágenes» de Rene Magritte, en el
    cual se cuestionan las relaciones de identidad (de naturaleza
    lingüística) entre el objeto y su
    reproducción mimética. En este
    sentido, la Teoría
    de la Resistencia de
    Marta Traba(1) no resulta aplicable únicamente en tanto
    oposición a la «estética del deterioro», por una
    parte, o como justificación teórica de las
    prácticas del «realismo» en el sentido de cómo
    elaborar un mecanismo de abordaje periódico
    a la producción de arte en Latinoamérica, sino especialmente en
    función de su poder
    penetrador en la elaboración de una identidad
    latinoamericana y en el viaje y en los modos que dicha
    reflexión ha asumido en la producción intelectual
    del continente, en términos de construcción de un
    imaginario.

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