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Consideraciones sobre los efectos electorales de los atentados terroristas del 11-M


Partes: 1, 2

    Reproducción autorizada
    por APOSTA, Revista de Ciencias
    Sociales,

    ISSN 1696-7348 – No. 12, Noviembre 2004

    Tras cuatro días de extraordinaria
    tensión, de clara sobreexposición informativa del
    público, derivada de su interés
    por adquirir información, de continuo debate
    ciudadano y de enorme crispación política, los
    ciudadanos españoles votaron el 14 de Marzo de 2004 en un
    contexto de absoluta incertidumbre. Parecía probable que
    la resolución parcial de la crisis por
    conocer la autoría de los atentados del 11-M beneficiara
    electoralmente al PSOE, pero no cabía descartar reacciones
    de signo contrario del electorado (agrupamiento en torno al Gobierno vigente
    para buscar seguridad o
    respuesta a los excesos, reales o supuestos, de la
    oposición política y los ciudadanos que protestaron
    el 12 y el 13 de Marzo), y en cualquier caso quedaba ver en
    qué medida este beneficio electoral, de darse,
    sería determinante para el resultado de las
    elecciones.

    En este contexto, el objetivo de
    este trabajo es,
    con todas las reservas propias de un fenómeno
    difícilmente cuantificable, esto es, los cambios en la
    orientación del voto ciudadano derivados de los atentados
    del 11-M, de la atribución de la autoría de los
    mismos al terrorismo
    independentista de ETA o al terrorismo islamisma y, en fin, de la
    política informativa del Gobierno durante esos días
    y las movilizaciones ciudadanas que, desde presupuestos
    bien distintos, tuvieron lugar el 12 y 13 de Marzo, intentar
    arrojar algo de luz sobre el
    proceso a
    partir del análisis de los resultados electorales y su
    comparativa con los sondeos preelectorales.

    1) Sondeos de opinión

    Conforme las sociedades de
    públicos fueron convirtiéndose, a lo largo del
    siglo XIX, en sociedades de masas, las dificultades para que,
    primero el poder
    político, y más adelante los medios de
    comunicación, realizaran de manera satisfactoria su
    labor de interpretación de la opinión
    pública obligaron a la búsqueda de una
    representación más directa del sentir del
    público, añadida a su plasmación clara a
    través del voto. Los sondeos de opinión, elaborados
    por empresas e
    instituciones
    para su difusión a través de los medios de
    comunicación de masas, o sencillamente para el
    consumo
    interno de los partidos
    políticos, permitirían ofrecer una imagen aproximada
    de un estado de la
    opinión pública. La importancia de los sondeos en
    las últimas décadas no ha hecho sino aumentar, y la
    discusión sobre sus efectos en la campaña
    electoral, el discurso
    político y la decantación del voto ciudadano
    constituye una enjundiosa materia de
    análisis. Sin embargo, no es éste (el estudio de
    los efectos políticos de los sondeos electorales) el
    objeto del presente artículo, así que procuraremos
    circunscribirnos, antes de proceder al análisis de los
    sondeos elaborados con motivo de las elecciones del 14-M, a otra
    cuestión de igual o mayor importancia (pues se halla en la
    génesis de la discusión sobre los efectos): la
    fiabilidad de los sondeos de opinión como instrumento para
    determinar el resultado de unas elecciones.

    Las dificultades para asumir desde una perspectiva
    académica, como lo hacen demasiado a menudo partidos
    políticos y medios de
    comunicación, la comparación entre
    los sondeos y las elecciones son abundantes. Los sondeos son un
    acercamiento, no una predicción profética, de los
    posibles resultados electorales; se ubican en un momento concreto (el
    de la realización de la encuesta), y
    muestran por tanto un estado de la opinión pública
    distinto del que al final quedará reflejado en las
    elecciones; la diferencia entre el universo (la
    población total objeto del estudio) y la
    muestra (la
    población que participa activamente en la encuesta)
    implica un margen de error que suele oscilar entre el 1’5%
    y el 3% que en ocasiones, por sí solo, es suficiente para
    provocar distorsiones importantes entre los resultados de la
    encuesta y de las elecciones [1].

    Pero, por si estas objeciones no fueran suficientes, por
    sí mismas, para poner en tela de juicio las posibilidades
    de predecir fotográficamente los resultados electorales,
    el triste historial de las empresas demoscópicas
    españolas al respecto (conviene recordar que la inmensa
    mayoría de encuestas
    preelectorales se equivocaron, en mayor o menor grado, y a veces
    de manera escandalosa, en las elecciones generales de 1993, 1996,
    2000 y, por último aunque en este caso justificadamente,
    2004) termina de indicarnos con claridad que dichas encuestas
    serán útiles en todo caso como lo que siempre han
    sido, meras aproximaciones a un estado de la opinión
    pública, y no como a veces intentan instrumentalizarse por
    parte de partidos políticos y medios de
    comunicación. Por tanto, utilizaremos las encuestas como
    plasmación de unas determinadas tendencias de fondo, que
    en su caso pudieran verse truncadas o acentuadas a raíz de
    los atentados del 11-M y los sucesos posteriores.

    Partimos de la base de que es pedir demasiado exigir a
    los sondeos preelectorales que acertaran, o se acercaran
    mínimamente, a los resultados de estas elecciones. Es
    pedir demasiado porque la irrupción de los atentados
    terroristas en la campaña electoral influyó, de
    manera indeterminada pero palpable, en los resultados
    electorales, y lo hizo de manera, ocioso es decirlo, totalmente
    impredecible para los sondeos preelectorales [2]. Dichos sondeos,
    por tanto, no nos indicarían tanto lo que iba a pasar,
    sino lo que "habría pasado" de no mediar el
    11-M.

    Los sondeos publicados con anterioridad al 11-M eran
    unánimes en pronosticar una victoria del PP en las
    elecciones, si bien con importantes discrepancias en lo tocante a
    la amplitud de la victoria. Observemos la Tabla 1:

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