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Estrategias informativas y recepción mediática: la invasión de Iraq de marzo-abril de 2003


Partes: 1, 2

    Reproducción autorizada
    por APOSTA, Revista de Ciencias
    Sociales, .

    ISSN 1696-7348 – Número 8, Mayo 2004

    Resumen: La invasión de
    Irak por parte
    de tropas angloestadounidenses, que tuvo lugar en los meses de
    Marzo – Abril de 2003, constituyó un acontecimiento
    mediático de primer orden. Los dos bandos implicados
    directamente en el conflicto
    desarrollaron diversas estrategias de
    propaganda con
    el objetivo
    común de atraerse hacia su campo a la opinión
    pública internacional, que se manifestó de
    forma continua y evidente, particularmente en España, en
    la calle y a través de las encuestas de
    opinión, constituyéndose en un nuevo poder
    político de dimensión aún por
    determinar.

    En este trabajo
    pretendemos estudiar cómo actuó la información sobre el público
    español, qué actitud
    adoptaron, en la selección
    e interpretación de la información,
    los contendientes, los medios de
    comunicación de masas y los medios de
    carácter sectorial y alternativo, y sobre
    todo cómo incidieron la actitud y las opiniones del
    público respecto del conflicto en la configuración
    de un "menú" informativo que se alejó
    considerablemente del modelo
    clásico de recepción, caracterizado por una
    asimetría favorable al emisor (los medios de
    comunicación de masas).

    Introducción: la II
    Guerra del
    Golfo

    A lo largo de tres semanas, el foco de la atención del público mundial se
    centró en Irak, en la invasión que, con ciertas
    dificultades iniciales, concluyeron finalmente con éxito
    las tropas de la coalición angloestadounidense,
    finalizando así la dictadura de
    Sadam Hussein. La invasión fue el final de una larga serie
    de negociaciones, rupturas y debates políticos, habidos en
    la sede de Naciones Unidas y
    en los más diversos foros internacionales, que tuvieron su
    correlato en la enorme atención prestada a estas
    cuestiones por parte de los medios de comunicación y, por encima de todo, en la
    magnitud de las movilizaciones ciudadanas contrarias al
    conflicto, en particular en Europa, y muy
    especialmente en los países cuyos gobiernos apoyaban la
    invasión, como era el caso del Gobierno
    español [1].

    Junto a la guerra en sí, asistimos a una guerra
    de carácter mediático y propagandístico que
    llegó a confundirse con la anterior e incluso la
    sustituyó. En 1991, durante la primera Guerra del Golfo,
    la censura predominante y el rígido control de la
    información, y de los encargados de suministrarla (los
    periodistas), impidieron que el público asistiera al
    espectáculo morboso en toda su intensidad, pero
    también que tuviera una imagen fidedigna
    de lo que estaba ocurriendo. En esta ocasión, por el
    contrario, el enorme desarrollo de
    los sistemas de
    transmisión de datos por
    diversas vías (a causa, fundamentalmente, de la revolución
    digital), y el consiguiente aumento del pluralismo, permitieron,
    en principio, que el público configurara su imagen de lo
    que estaba ocurriendo a partir de fuentes muy
    variadas, muchas de ellas incontrolables no sólo por los
    contendientes, sino también por los medios de
    comunicación de masas.

    Dos estrategias informativas

    La mejora de las prestaciones
    tecnológicas de transmisión de datos,
    particularmente imágenes,
    la existencia de varias cadenas de información 24 horas
    que compiten entre sí y, sobre todo, el pluralismo de las
    mismas (pues no sólo contamos con la CNN, ni siquiera con
    tres o cuatro majors norteamericanas más o menos
    similares en su estrategia
    informativa, sino también con televisiones europeas como
    Euronews y varias cadenas provenientes del mundo árabe, en
    particular, la cadena Qatarí Al Yazira), aseguraron, en
    principio, una información más abundante y
    plural.

    En las sociedades
    modernas, donde el conflicto se disputa también en la
    retaguardia para hacerse con el apoyo del público, ganar
    la guerra en el campo de la información resulta vital, y
    para algunos, como era el caso del régimen iraquí,
    la única esperanza —por lejana que sea— de
    evitar su desaparición. En consecuencia, la
    información no puede ser ajena, en la medida en que los
    diversos contendientes puedan adoptar decisiones al respecto, a
    la estrategia militar: —La
    Administración Bush optó por una estrategia de
    aparente pluralismo en virtud de la cual se dispuso lo necesario
    para que los periodistas pudieran acercarse al frente y
    así informar de lo que ocurría. Sin embargo, a
    pesar de acceder a la información de primera mano, los
    periodistas "empotrados" no pudieron evitar observar el conflicto
    desde el punto de vista de una de las partes, dado que
    convivían con el Ejército americano y en la inmensa
    mayoría de las ocasiones habían de fiarse de
    fuentes militares para configurar la totalidad de su
    información. En el caso de los periodistas cuyos grupos mediáticos tenían intereses afines a
    la Administración Bush, su información
    revistió en ocasiones un claro carácter
    propagandístico, como las escenas en que un reportero de
    Fox News narraba en directo combates librados a las afueras de la
    ciudad portuaria de Um Qsar, en los inicios del conflicto, con
    evidente entusiasmo y parcialidad, o las imágenes de la
    liberación de la soldado Jessica Lynch por parte de un
    comando estadounidense, cargadas de ardor patriótico (por
    ejemplo la escena en la que Lynch, con expresión de
    sufrimiento, se encontraba tumbada en una camilla y arropada por
    una bandera de Estados Unidos).
    Muchas de estas escenas resultaron efectivas en el público
    norteamericano pero contraproducentes en el resto del mundo, en
    particular el mundo árabe, donde la sustitución de
    banderas iraquíes por estadounidenses, o las entrevistas a
    soldados en el frente, fortalecieron en el imaginario colectivo
    la idea de una guerra no de liberación, sino de
    ocupación, con carácter colonial.

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