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Las relaciones de trabajo en la globalización: Tres perspectivas de análisis (página 2)



Partes: 1, 2

 

Finalmente señala las tendencias en las
relaciones de trabajo
contemporáneas:

1. La individualización de las relaciones de
trabajo.

2. La desregulación y la flexibilidad laboral.

3. El agotamiento de los sindicales, con tres
variantes:

3.1. El modelo
anglosajón que apunta a la eliminación de los
sindicatos.

3.2. El modelo alemán basado en las relaciones
tripartitas.

3.3. El modelo japonés basado en el sindicato de
empresa de
carácter participacionista.

En otro autor de la corriente marxista, Sotelo Valencia
(2003), se concibe la actual fase del capitalismo
mundial como un proceso de
extensión de la ley del valor marxista
y, por ende, de la superexplotación del trabajo
generalizada. Tal como lo señala este autor:

"La superexplotación, en cuanto régimen
de explotación del capital en
las sociedades
dependientes y subdesarrolladas, se está convirtiendo
también en un régimen de explotación de la
fuerza de
trabajo en los países capitalistas desarrollados con el
fin de contrarrestar los efectos perniciosos de la larga
depresión de la economía
mundial en sus declinantes tasas de crecimiento, de
rentabilidad
y de producción de valor y de
plusvalía". (Sotelo, 2003:23).

Los planteamientos centrales de este autor se pueden
resumir de la siguiente manera:

a) El aumento de la explotación del trabajo es
una ofensiva del capital para contrarrestar la tendencia
decreciente de la tasa de ganancia, agudizada en los
últimos años.

b) Para el aumento de la plusvalía el capital se
vale de la eliminación de los sistemas de
seguridad
social, la desregulación y flexibilización del
trabajo, así como, la eliminación de los derechos
laborales.

c) La
globalización implica una agudización del
proceso de transnacionalización de la economía capitalista
y una mayor concentración de capital, cobrando vigencia en
este escenario la ley marxista del valor.

d) La superexplotación del trabajo es una
tendencia generalizada en todo el sistema mundo
capitalista y no limitada a los países periféricos.

e) La etapa actual de la economía mundial
muestra que la
mayoría de las categorías de obreros estará
sometida a regímenes de precarización laboral y a
crecientes deterioros en sus condiciones de vida y de
trabajo.

f) Debido a un debilitamiento de la estructura
sindical mundial y de las luchas obreras, el curso ulterior que
han asumido las políticas
reestructuradoras del capital se concentra en tres dimensiones:
tendencias muy fuertes a la rebaja de los salarios, aumento
de la explotación y superexplotación en todas sus
facetas, y extensión de la precarización del
trabajo como un fiel reflejo de la imposición de la
flexibilidad laboral.

Los planteamientos de estos autores marxistas resultan
muy similares, coinciden en reivindicar la visión marxista
del trabajo en los tiempos de la globalización, cumpliéndose en buena
medida las premisas de la ley del valor trabajo:
explotación, desempleo,
disminución de los salarios y deterioro de la calidad de
vida y de los derechos de los trabajadores. Así mismo,
reconocen la debilidad del movimiento
sindical y que esta decadencia de la resistencia de
los trabajadores ha favorecido los procesos de
desregulación flexibilización del
trabajo.

La perspectiva neoliberal

Las tendencias del trabajo contemporáneo vistas
como nefastas y pesimistas bajo la óptica
marxista adquieren otro carácter en la perspectiva
neoliberal. Así se puede ver en Milton
Friedman:

"La obsesiva preocupación por el mercado
económico ha dado lugar a una angosta interpretación del concepto de
interés personal como
egoísmo miope, como el exclusivo interés por las
ganancias materiales
inmediatas. Se ha censurado la economía, porque
según se afirma, llega a conclusiones trascendentales a
partir de un hombre
económico imaginario, que es poco más que una
máquina calculadora, sensible a los menos
estímulos monetarios. Esto es gran error. El
interés personal no equivale al egoísmo miope,
sino que engloba todo cuanto interesa a los participantes en la
vida económica, todo lo que valoran, los objetivos
que persiguen". (Friedman, 1980: 48).

Esta concepción del individualismo será el
punto de partida para configurar escenarios positivos en la era
de la globalización, las bases en la que se sustenta este
optimismo no son otras que el desmoronamiento del Estado
regulador, el fin de la rigidez del mercado de trabajo y el
imperio del mercado.

Para Hayek (1978), por ejemplo, el Estado
regulador es una fuente de problemas, y
su lugar debe ser tomado por el mercado:

"Sólo el mercado puede realizar de manera
adecuada la asignación de recursos, pues
ninguna persona o
conjunto de personas podría lograr el
conocimiento perfecto de todas las circunstancias que
están actuando en el mercado a cada momento" (Hayek,
1978: 204).

El neoliberalismo
actual se enmarcaría dentro de la tendencia que considera
al Estado como un obstáculo a la libertad, ya
que es el intercambio mercantil sin ninguna intervención
la manifestación esencial de la libertad humana. El
mercado es, además, el fundamento de lo social.

Las políticas económicas neoliberales se
estructuran en el intento de difundir las instituciones
de mercado hasta los límites de
lo políticamente posible, asentando en la cultura
pública una inquebrantable legitimidad a favor de los
mercados
liberalizados.

De la teoría
clásica se desprende que el mercado es un sistema de
asignación de recursos escasos en el cual los individuos
en competencia
persiguen sus propios intereses. Los agentes, provistos con
mercancía y dinero,
expresan sus preferencias, sus deseos y necesidades, sus
demandas, e intercambian dotaciones, productos,
trabajo, dinero. En su interacción se genera un sistema de
precios que
actúa como un sistema de señales
para la coordinación de actividades. No hay ninguna
instancia central. Los precios se convierten por esa vía
en un modo de transmitir información. Se sabe qué hay que
producir, para quién y en qué cantidad. Nadie
está interesado en satisfacer las necesidades de nadie,
pero cuando persigue sus propios intereses se ve obligado a
atender la demanda de los
demás y a hacerlo de modo eficiente, pues, de otro modo,
la competencia se encargará de expulsarlo. En ese marco
competitivo la distribución del producto
social aparece vinculada con la aportación de cada uno. El
empresario
contrata trabajadores hasta que el costo de
incorporar una unidad de trabajo adicional iguala el posible
beneficio. De modo que el ingreso del trabajador parece
relacionarse directamente con su aportación.

Para los neoliberales, el trabajo se
concibe como una mercancía más, que está
sujeta a las oscilaciones de la oferta y de la
demanda y cuyo equilibrio
determina el salario justo y
evita el desempleo. Este último vendría determinado
por un salario superior al de equilibrio provocado por cualquier
interferencia ajena al funcionamiento natural del mercado de
trabajo.

En tal perspectiva, los sindicatos son vistos
también como una interferencia, la flexibilidad se
convierte en solución frente a estas indeseables
intervenciones, de allí las propuestas de reforma que en
este sentido se le hacen a la mayoría de las leyes que
protegían el mercado de trabajo.

Así mismo, los neoliberales conciben que el
desempleo es causado por la existencia de rigideces en los
mercados de bienes y
trabajo que son el resultado, en parte, de una regulación
excesiva e inadecuada. Para la solución del desempleo es
necesario introducir reformas estructurales drásticas que
flexibilicen las relaciones
laborales. Esta argumentación, concibe la actual etapa
de globalización como la fase ideal y justificante de la
liberalización de los mercados laborales.

Tal como señala Ulrich Beck (2000), a partir de
las transformaciones que implica la globalización, los
neoliberales pueden construir un escenario optimista que se puede
resumir en lo siguiente:

"Como solución mágica para la
recuperación del pleno empleo se
desplaza hasta allí un drástico medicamento
político que combina una elevada estabilidad monetaria,
unas subidas salariales moderadas y un reducido margen de
huelga
dentro de un estado mínimo que se limita a la
creación de condiciones marco competitivas y sociales
junto con un elevado grado de responsabilidad por parte de los ciudadanos y
los empresarios. En cambio, las
políticas laborales del Estado asistencial (programas de
empleo, reforzamiento de las prestaciones
estatales, etc.) aparecen como obra del diablo, tras un breve
lapso de mejoras, empeoraría a buen seguro el
problema del paro. En el
ámbito del mercado laboral, países como EEUU,
Noruega, Nueva Zelanda, Portugal o los recientemente enlazados
Países Bajos presentan en general una
participación estatal netamente inferior; una clara
reducción de cargas fiscales e impuestos, un
nivel de inversión elevado, unos salarios bajos,
una conflictividad laboral mínima y un fuerte
crecimiento de la fuerza de trabajo a tiempo
parcial." (Beck, 2000:53).

Las recetas para llegar a ello se aplican desde la
década de los ochenta en las naciones anglosajonas y en
América
latina. Sus postulados suscitan diversas polémicas en
virtud de que la aplicación de las políticas
neoliberales agudizan el desempleo y la precariedad del
empleo.

La perspectiva posmoderna

Aunque la perspectiva posmoderna se nutre de varios
enfoques, abordaremos lo planteado por Negri, Hart (2000) y
Lazzarato (1991), en torno a la nueva
sociología del trabajo en la era de la
globalización.

Negri y Hardt, establecen diferencias fundamentales
entre la "economía fordista" y la "economía
posmoderna". La primera la consideran como un modelo de
producción en el que la información y la
comunicación entre productores y consumidores era
escasa y relativamente lenta. Mientras que la economía
posmoderna se caracteriza por ser altamente comunicacional e
informacional.

La idea fundamental de estos autores gira en torno al
predominio en la sociedad
contemporánea del "trabajo inmaterial y
afectivo":

"Puesto que la producción de servicios no
resulta en bienes materiales ni durables, definimos al trabajo
implicado en esta producción como trabajo inmaterial es
decir, trabajo que produce un bien inmaterial, tal como un
servicio, un
producto cultural, conocimiento
o comunicación. La otra cara del trabajo
inmaterial es el trabajo afectivo de la interacción y el
contacto humano. Los servicios de salud, por ejemplo,
descansan centralmente sobre el trabajo afectivo y de cuidado,
y la industria
del entretenimiento está también enfocada en la
creación y manipulación del afecto. Este trabajo
es inmaterial, aún cuando sea corporal y afectivo, en
cuanto que su producto es intangible, un sentimiento de
comodidad, bienestar, satisfacción, excitación o
pasión. Categorías tales como "servicios
personales" o servicios de proximidad son utilizadas a menudo
para identificar esta clase de
trabajos, pero lo realmente esencial para ellos es la
creación y manipulación de afectos. Esa
producción, intercambio y comunicación afectiva
se asocia generalmente con el contacto humano, pero dicho
contacto puede ser real o virtual, como en la industria del
entretenimiento." (Negri, 2000: 75).

Así mismo, los autores señalan que el
crecimiento de las importaciones de
países con bajo nivel salarial ha causado la
destrucción de empleos industriales, intensivos en
trabajo, en los países desarrollados, generando con ello,
al mismo tiempo, desigualdades salariales. Del mismo modo, los
flujos crecientes de inversiones
extranjeras directas hacia países periféricos, que
buscan aprovechar los bajos costos salariales
y producir manufacturas más baratas, producen el mismo
efecto sobre el mercado de trabajo interno de los países
industrializados.

Los autores introducen el concepto de multitud,
en lugar de los términos tradicionales: proletarios,
trabajadores, clase obrera, etc. Con ello pretenden dar cuenta de
las transformaciones cualitativas sufridas por la fuerza de
trabajo desde los años setenta.

Este cambio consistiría esencialmente en la
hegemonía del trabajo inmaterial sobre el conjunto de la
fuerza de trabajo. La "multitud" sería, pues, un nuevo
sujeto productivo "libre y autónomo", ya no situado en la
fábrica o el lugar de trabajo sino en toda la sociedad.
Esta constituye una sobreestimación del papel de la
intelectualidad y de los sectores más calificados de los
asalariados. El término multitud describe a un
proletariado que se ha vuelto más heterogéneo, pero
que está hegemonizado por el "trabajo
inmaterial".

Negri y Hardt distinguen tres tipos de trabajo
inmaterial:

1. El de la producción industrial que se ha
informatizado y ha incorporado tecnologías de la
comunicación en forma tal que han transformado el propio
proceso productivo.

2. El trabajo inmaterial de las tarea analíticas
y simbólicas, a su vez subdividido en manipulaciones
inteligentes y creativas y tareas simbólicas
rutinarias.

3. El trabajo que implica la producción y
manipulación de afectos y requiere contacto humano,
trabajo en modo corporal. Este trabajo inmaterial involucra
inmediatamente la cooperación e interacción social,
cuestión que es completamente inmanente a la propia
actividad laboral.

Las afirmaciones de Negri en este terreno están a
tono con los teóricos que predicen el fin del trabajo y
que se convirtieron en moda intelectual
en la década de los noventa, a raíz de la revolución
tecnológica vinculada a la informática y a la
globalización.

Otro elemento importante es el tránsito de la
producción fordista basada en la jerarquía y
la
organización corporativa a la producción en
red y a formas
rizomáticas:

"En el pasaje a la economía informacional, la
línea de montaje ha sido reemplazada por la red como
modelo organizacional de la producción, transformando
las formas de cooperación y comunicación dentro
de cada lugar productivo y entre distintos lugares productivos.
Los trabajadores involucrados en un único proceso pueden
comunicarse y cooperar efectivamente desde localidades remotas,
sin importar la proximidad. En efecto, la red de
cooperación laboral no requiere de un centro territorial
o físico." (Negri, 2000: 80).

La economía fordista implicaba relaciones de
competencia entre los trabajadores, la posmoderna supone
cooperación y mayor interacción social, sin
embargo, esta no tiene un territorio único, se encuentra
descentralizada y desterritorializada.

Ahora bien, la diferencia de estos autores con los
teóricos marxista radica en la distinta visión que
poseen acerca de la teoría valor trabajo en tiempos de
globalización.

Consideran que es imposible el cálculo de
la explotación en economías informatizadas y en
redes y tan
profundamente transnacionalizadas; en su lugar proponen la
teoría del valor-afecto:

"Hay que partir de lo que la economía
política ignora para definir el valor-afecto.
Y debemos definirlo a partir de una aparente paradoja que
querríamos expresar como sigue: el valor de la fuerza de
trabajo es tanto más determinante para la
producción cuanto más ineficaz se hace la medida
del valor, (…). En esta dinámica paradójica, el trabajo
deviene afecto, o más aún, el trabajo encuentra
su valor en el afecto, si éste se define como
potencia de actuar. La paradoja puede ser por tanto
retomada en estos términos: cuanto más pierde la
teoría del valor su referencia al sujeto (la medida era
esta referencia, en tanto que base de la mediación y del
mando), más reside el valor en el afecto, en el trabajo
vivo que se autonomiza de la relación de capital, y
expresa, por todos los poros del cuerpo, singular o colectivo,
su potencia de
autovalorización." (Negri, 2000: 90).

A continuación, se puede apreciar la
comparación de los dos modelos en el
siguiente cuadro:

Conclusiones

La visión que se tiene de las relaciones de
trabajo en la globalización luce bastante compleja y
disímil a la luz de los tres
enfoques anteriores. Para el enfoque marxista, las relaciones de
trabajo se presentan totalmente desfavorables para los
trabajadores, marcada por un incremento de la explotación
y un fuerte retroceso de sus organismos sindicales. Uno de los
aspectos más graves de la situación es la
transformación experimentada en la subjetividad de los
trabajadores, quedando prácticamente víctimas de un
fuerte proceso de implicación e involucramiento con el
capital. Tal como lo ha expresado Robert Castel:

"La clase obrera ya no aparece como la clase portadora
de una alternativa global a la organización social actual. Esto no
quiere decir que la clase obrera haya dejado de existir, ni
tampoco de que carezca de importancia social y política.
Sería preciso discutir su tipo de existencia y los
papeles que la clase obrera desempeña hoy. Esta
comprobación significa únicamente que la clase
obrera ha sufrido un retroceso social y político
decisivo que ha desactivado la potencialidad subversiva que
parecía encarnar." (Castel, 1999:38).

Los posmarxistas parecen coincidir con los
planteamientos originales de Marx, salvo en lo
concerniente a la teoría del derrumbe capitalista,
expuesta por Marx y Engels en varias de sus obras, en particular,
en el Manifiesto del partido comunista, basada en el
supuesto de que las contradicciones del capitalismo
aceleraría la lucha de clases y los trabajadores
pasarían a una ofensiva final, que tendría como
objetivo y
meta la revolución proletaria y el fin del
capitalismo.

A propósito de las consecuencias que las
transformaciones del trabajo han tenido en la subjetividad de los
trabajadores, Antunes se expresa del siguiente modo:

"La flexibilización de la unidad fabril, la
desconcentración de la producción, la abrumadora
desreglamentación de los derechos del trabajo, los
nuevos patrones de gestión e involucramiento de la
fuerza de trabajo, está llevando a la enajenación del trabajo (en el sentido
marxista) a su límite —todo ello hecho bajo un
incuestionable dominio de la
productividad y de la modernidad
social— (…) afectando a la forma de ser del
proletariado fabril, tradicional. La clase que vive del trabajo
se ha metamorfoseado. Como si ya no bastaran estas
transformaciones, la crisis
afectó también directamente a la subjetividad del
trabajo, su conciencia
de clase, afectando a sus organismos de representación,
de los cuales los sindicatos y los partidos son
expresión. Los primeros, los sindicatos, fueron
obligados a asumir una acción cada vez más defensiva,
cada vez más atada a lo inmediato, a la contingencia,
retrocediendo su ya limitada acción de defensa de clase
en el universo del
capital" (Antunes, 1996: 134).

Para Antunes, al igual que para otros autores marxistas,
como Mandel (1986) y Meszáros (1987), del sindicalismo
de clase ya no queda rastro alguno, pues fue sustituido por el
sindicalismo de participación el cual condujo a los
trabajadores al abandono de las tareas de la emancipación
y a sustituirlas por la adecuación al sistema.

Esto explica porqué se dan todas las condiciones
para que el capital aumente su ofensiva en contra de los
trabajadores, frente a la ausencia de respuestas y resistencias
sindicales, los empleadores recrudecen la explotación de
su mano de obra y el sistema en general intenta recuperar su tasa
de ganancia sacrificando al factor trabajo.

Se puede entender la situación de los movimientos
laborales como un proceso de "desagregación", el cual
supone un conjunto de fenómenos tales como la
disminución de la afiliación sindical en diferentes
partes del mundo; el repliegue de las figuras solidarias, la
división del sindicalismo; el auge del individualismo,
entre otros. Richard Hyman (1996) describe la
desagregación de los trabajadores del siguiente
modo:

"1) Un viraje del colectivismo hacia el
individualismo, reflejado en el descenso de las tasas de
afiliación a los sindicatos, en una mera receptividad a
las políticas y disciplinas determinadas colectivamente,
o en la presencia de ambos factores.

2) Una polarización dentro de la clase obrera
que muchos autores caracterizan desde el punto de vista de las
relaciones entre centro periferia, o entre los de adentro y los
de afuera.

3) Un creciente particularismo de las identidades y
proyectos
colectivos desde el punto de vista del empleador, la
ocupación y el sector económico o
industria.

4) La fragmentación dentro de la clase obrera
organizada expresada en conflictos
infra e intersindicales y un debilitamiento de la autoridad de
los liderazgos nacionales y las confederaciones centrales."
(Hyman, 1996:10).

En suma, siguiendo el estudio de Hyman, son diversas las
corrientes (no necesariamente marxistas) que coinciden en que las
organizaciones
laborales atraviesan una fuerte crisis en la era de la
globalización, crisis que afecta su poder de
negociación y compromete las conquistas
logradas hasta ahora por los trabajadores.

Mientras, para los neoliberales, las relaciones de
trabajo transitan favorablemente hacia un proceso de
racionalización determinado por el mercado, gracias al
paulatino desmoronamiento del Estado regulador e
intervencionista. Por otra parte, el debilitamiento de los
sindicatos es visto de modo positivo, ya que los sindicatos y su
poder negociador formaban parte de esas fuerzas oscuras que
impedían el libre juego de la
oferta y la demanda en el campo laboral, generando además,
un conjunto de distorsiones en los salarios.

"Cuando los sindicatos consiguen salarios mayores para
sus afiliados, restringiendo la entrada en una profesión
o en un oficio, esos salarios más altos se obtienen a
expensas de otros trabajadores que ven sus oportunidades
reducidas. Pero cuando los trabajadores consiguen salarios y
condiciones de trabajo mejores a través del mercado esos
salarios mayores no se perciben a expensas de nadie. Todo el
pastel es mayor:

hay más para el trabajador, pero también
para el empresario, el inversor, el consumidor,
e incluso el recaudador de impuestos" (Friedman, 1980:
341).

Desde este punto de vista lo que acontece a los
movimientos sindicales en la presente fase de
globalización no debe preocupar a los trabajadores, ya que
es mediante la productividad, el rendimiento, la competencia y la
calificación que se pueden mejorar los salarios y el nivel
de vida.

La desregulación y la flexibilidad laboral son
parte de esta lógica
neoliberal, tal como lo plantea Lucena:

"En el terreno laboral, el enfoque neoliberal plantea
la flexibilización de las relaciones de trabajo, es
decir, la supresión de los vínculos
rígidos entre el trabajador y un determinado centro y
puesto de trabajo, con la finalidad de facilitar los procesos
de renovación tecnológica y de descentralización productiva." (Lucena,
1990: 154).

En suma, las relaciones de trabajo en la etapa actual de
la globalización, para la perspectiva neoliberal, se
manifiesta con menos problemas que durante el periodo del Estado
de bienestar, en la que se manifestaron un conjunto de
distorsiones en los mercados laborales.

En este sentido, Lucena, refiriéndose a los
argumentos neoliberales a favor de las privatizaciones, señala lo
siguiente:

"Las administraciones estatales son ineficientes; la
superioridad de la gestión privada y el incentivo de
lucro sobre la gestión pública; se exalta el
papel de los inversores privados; necesidad de reducir
regulaciones y trabas a los negocios;
necesidad de reducir la presión
tributaria; relaciones de trabajo mal orientadas y
especialmente sindicatos muy fuertes que poco contribuyen al
funcionamiento de la gerencia."
(Lucena, 1990: 154).

Finalmente, el enfoque posmoderno destaca las
transformaciones profundas que ha experimentado el trabajo en lo
que denominan "la era de la economía posmoderna"; estos
cambios se centran en el impacto que tienen las
tecnologías informacionales y comunicacionales en las
relaciones de trabajo. A la luz de esta perspectiva, las
organizaciones sindicales pierden significado, ya que la
tendencia global es hacia la desterritorialización y
desconcentración del trabajo. Igualmente, se generan una
serie de fenómenos nuevos entre el trabajador y su
"labor", que generalmente se cumple en el sector servicios,
vinculado a redes comunicacionales y estableciendo relaciones de
cooperación e interacción social entre otros
trabajadores.

Las tesis de Negri
sobre la hegemonía del trabajo inmaterial, lleva
inevitablemente a considerar secundario toda la
problemática ligada a los intereses de los trabajadores
asalariados. De lo que se desprende que carece de sentido todas
aquellas propuestas que tradicionalmente han planteado los
sindicatos relativas a demanda del reparto de las horas de
trabajo para luchar contra el desempleo, al reclamo de estatizar
bajo control obrero
las fábricas que cierren o despidan, o aún el
enfrentamiento a las leyes que fomentan la precarización
del trabajo. Por otra parte, la multitud es así un
concepto que disuelve la vieja concepción de clases y de
la que se nutrió el análisis sociológico durante un
largo periodo, con la disolución del concepto de
trabajadores, se anula también las contradicciones
sociales del capitalismo en la fase de
globalización.

Vistas así, las relaciones entre el capital y el
trabajo se desdibujan y pasan a otra dimensión, en la que
el cálculo de plusvalía y el valor trabajo pierden
sentido.

Surgiendo, además, una serie de trabajos como el
"cuentapropismo", la temporalidad y la precariedad, que adquieren
una relevancia sobre el trabajo estable característico del
modelo fordista.

El seguimiento de estas tres perspectivas de
análisis conducen a conclusiones altamente incompatibles
entre sí. Lo que es importante señalar es que las
relaciones de trabajo no pueden concebirse homogénea ni
universalmente, ya que aparecen una diversidad de procesos
diversos y específicos en cada nivel de análisis,
por tanto es un terreno en el que las generalizaciones no
resultan convenientes.

Leticia Barrios

Bibliografía

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trabajo? Ensayo sobre
las metamorfosis y el rol central del mundo del trabajo.
Valencia. Piedra azul.

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precariedad del trabajo en la era de la globalización.
Barcelona. Paidós.

CASTEL, Robert. (1999): "¿Por qué la clase
obrera ha perdido la partida?". Actuel Marx, No. 26.

FRIEDMAN, Milton y Rose Friedman (1980): Libertad de
elegir. Hacia un nuevo liberalismo
económico. Barcelona. Grijalbo.

HAYEK, Frederick(1978): Nuevos estudios. Eudeba.
Buenos
Aires.

HYMAN, Richard (1996): "Los sindicatos y la
desarticulación de la clase obrera" en Revista
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4.

LAZZARATO, Mauricio y Tony Negri (1991): "Trabajo
inmaterial y subjetividad" en Futuro Anterior, No. 7.

LUCENA, Héctor (1990): "La flexibilidad
neoliberal en Venezuela" en
Nueva Sociedad. 110, Noviembre Diciembre. Caracas.

MARX, Karl y F. Engels (Edición
de 1986): El Manifiesto del Partido comunista. En Obras
Escogidas. Moscú. Progreso.

NEGRI, Antonio y Michel Hart (2000): Imperio. Barcelona.
Paidós.

SOTELO VALENCIA, Adrián (2003): La
reestructuración del mundo del trabajo,
superexplotación y nuevos paradigmas de
la organización del trabajo. México.
Universidad
Obrera de México. Itaca.

Leticia Barrios Graziani

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