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Transición demográfica y envejecimiento en América Latina y el Caribe: Hechos y reflexiones sociobioéticas (página 2)



Partes: 1, 2


LA
HETEROGENEIDAD SOCIODEMOGRÁFICA EN AMÉRICA LATINA Y
EL CARIBE

La Región de América
Latina y el Caribe ha aumentado su población durante el siglo XX en 430
millones, alcanzando hoy en día aproximadamente los 520
millones. Las proyecciones medias indican que entre el año
2000 y el 2025 los habitantes de la Región se
incrementarán en 180 millones. Más de un tercio de
ese incremento corresponderá a población adulta
mayor7 (4).

El primer quinquenio de la década de los sesenta
la Región, con 166 millones de habitantes, presentó
la tasa de crecimiento más alta de su historia (2,8 % anual) y se
produjo en un contexto donde rondaba el fenómeno de la
explosión demográfica. Sin embargo, la alta
fecundidad, alrededor de 6 hijos por mujer,
tomó el camino de descenso que previamente había
seguido la mortalidad. Con una inmigración cada menos significativa, se
produjo una disminución en la tasa de crecimiento, que
llega en la actualidad al 1.6 %, anual(4).

A mediados de la década de los sesenta la
mayoría de los países de América
Latina y el Caribe iniciaron el proceso
conocido como transición demográfica. Este proceso
no se ha presentado de manera uniforme entre los países ni
al interior de ellos. Actualmente coexisten diversas realidades,
asociadas con el estadio de la transición
demográfica. Este hecho ha traído consigo
implicaciones sociales, éticas, económicas y
políticas de distinta prioridad y grado de
atención según cada situación
nacional y local. Asimismo se evidencian diferencias
interregionales y según grupos
sociales, aunque han ido disminuyendo con el avance del
proceso de modernización y la preeminencia de la vida en
ciudades8 (5).

Las diferencias internacionales e intranacionales tienen
su origen, principalmente, en la acción
de factores de tipo socioeconómico, sociocultural,
político y ambiental. Esto hace que no sea casual poder agrupar
a los países que tienen similares dinámicas
demográficas y establecer perfiles socioeconómicos
que, con los matices individuales presentes en cualquier
agrupación de este tipo, permite describir un comportamiento
relativamente homogéneo y diferencial de aquellos grupos de
países con otras dinámicas demográficas.
Como producto de
sus particulares dinámicas demográficas, estos
grupos de países presentan desafíos también
particulares en materia de
demandas futuras de servicios
sociales. La aplicación de políticas
públicas, y particularmente de políticas sociales
orientadas a la población de menores ingresos, debe
considerar el estado de
las transiciones y sus características asociadas.
Así, los países que presentan un grado mayor de
adelanto pueden servir de ejemplo a los países en etapas
menos avanzadas de los desafíos que tendrán que
enfrentar una vez ingresen a estadios superiores de
transición demográfica, en particular aquello que
diga relación, por ejemplo, con los cambios en los
patrones de la morbilidad, las causas de muerte, las
consideraciones de orden previsional, entre otras.

Los actuales indicadores
poblacionales de América Latina y el Caribe y su evolución en las últimas
décadas muestran que se está avanzando en la
transición demográfica. Este enfoque -que algunos
autores elevan a teoría
surgió de la observación de regularidades en el
comportamiento de la población de los países
occidentales, que pasaron desde niveles altos de natalidad y
mortalidad a niveles bajos en ambas variables,
como consecuencia del proceso de modernización que
presentó una faceta territorial claramente
urbana-metropolitana ligada a la
industrialización.

En América Latina y el Caribe se ha podido
observar que la disminución de la mortalidad, y
especialmente de la fecundidad, ha comenzado en los estratos
socioeconómicos más altos de la sociedad para
luego difundirse a la sociedad en su conjunto. Esto implica que
la transición demográfica está más
avanzada en los países de mayor nivel de desarrollo y,
al interior de los países, en los estratos sociales de
mayores ingresos. Este hecho conduce a iniquidades sociales que
se manifiestan en la salud de la población
de los países con rezago. En un importante documento
elaborado en conjunto por la CEPAL y OPS se señala que "en
los países con mayor nivel de ingreso y mayor desarrollo social
de América Latina y el Caribe, la mortalidad estimada de
menores de 15 años representa menos del 10% de la
mortalidad estimada total, mientras que más del 70%
corresponde al grupo de 45
años o más. En cambio, en los
países con menor desarrollo
económico y social de la Región, la mortalidad
de menores de 15 años representa generalmente más
del 50% del total y la de mayores de 45 años menos del
40%"(6, p.19).

La observación de la dinámica de población de los
países de América Latina y el Caribe permite
distinguir diversas situaciones en el proceso de
transición demográfica. Estas situaciones resultan
de la combinación de distintos niveles de natalidad y
mortalidad, cuyo resultado se expresa en diferenciales tasas de
crecimiento y de estructura por
edades.

Considerando las tasas de natalidad y de mortalidad para
el quinquenio 1990-1995 han podido distinguirse cinco
situaciones, que dependen de los niveles en las tasas de
natalidad y de mortalidad. Estas situaciones implican
combinaciones de niveles altos, intermedios o bajos en
relación a los valores
presentes en la Región, permitiendo conformar grupos de
países con situaciones relativamente homogéneas, a
pesar de las inevitables diferencias entre ellos9.
Evidentemente, la ubicación en una u otra situación
resulta de avances paulatinos en la evolución de los
indicadores demográficos, lo que dice relación con
distintas fases de la transición
demográfica.


LA
COMPOSICIÓN POR GRUPO DE EDADES DE PAÍSES EN
AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE SEGÚN SITUACIÓN
DEMOGRÁFICA

Uno de los efectos más importantes de la
disminución de la natalidad y, en menor medida, de la
mortalidad, es el envejecimiento paulatino de la
población. La transformación de la estructura por
edades imprime demandas sociales, económicas y
políticas particulares. También obliga de manera
inevitable, y bajo presión
cultural, a un replanteamiento de los cánones
éticos vigentes. Aparecen con fuerza en
aquellos países más envejecidos los temas
relacionados con los derechos y deberes al
interior de la familia.
Surgen también con fuerza las discusiones respecto del
papel de las políticas públicas en el ajuste de las
iniquidades que emergen de las relaciones de carácter privado al interior de la familia.

El principio bioético de la justicia,
donde las obligaciones
de política
pública (sean éstas de carácter
público, privado o mixtas) tiende a desplazarse claramente
desde las atenciones en salud hacia la población infantil,
básicamente orientada a la reducción de la
mortalidad infantil y de la niñez, en aquellos
países más jóvenes, mientras que en los
países más envejecidos la atención se
desplaza hacia las enfermedades crónicas
y degenerativas así como también aumenta la
preocupación por una adecuada inserción social de
las personas mayores a fin de luchar contra la denominada muerte
social, más aún cuando la atención sobre la
esfera familiar, allí donde debería ejercerse la
beneficiencia sin intervención de agentes externos, pierde
fuerza y se muestra cada vez
menos nítida.

Se desprende que la discusión sobre la familia y
los aspectos legales que la regulan son temas de primera
importancia en los países de la Región. Por un
lado, en los países menos avanzados en la
transición demográfica, que coincide estrechamente
con el nivel de desarrollo humano(7), se puede notar una
mayor demanda por
justicia y equidad social
y los temas valóricos al interior de la familia, los
cuales muestran una tendencia a seguir siendo resueltos por
acuerdos privados, según las pautas que dictan las
costumbres. Por otra parte, en los países de mayor
desarrollo la tendencia es que, junto a las demandas por mayor
justicia social con los mayores, se plantean discusiones sobre la
regulación de nuevas formas de agrupamiento familiar y de
las relaciones
humanas al interior de ésta.

Se exige asimismo mayores grados de autonomía
ligado a la preeminencia creciente de la persona como
sujeto social y el debilitamiento de los grupos de pertenencia
tradicionales como punto de referencia. Vemos, pues, una sinergia entre
la persona y el Estado,
abandonando paulatinamente el apego a los círculos
intermedios afectivos y decisionales. En este sentido bien vale
citar a G. Simmel cuando dice: "mientras para Aristóteles la coordinación político, social en que
vive el individuo
constituye la fuente de las normas
éticas, el interés
estoico, por lo que toca a la práctica, se refiere
sólo a la persona individual. El ascenso del individuo
hacia el ideal prescrito por el sistema
llegó a ser tan exclusivamente la égida de la
práctica estoica, que las relaciones de los individuos
entre sí sólo aparecían como un medio para
conseguir aquel fin ideal, individualista. Pero el contenido de
este fin viene determinado por la idea de una razón
universal, que penetra todo lo individual. De esta razón,
cuya realización en el individuo constituye el ideal
estoico, participan todos los hombres. La razón constituye
el lazo de igualdad y
fraternidad entre todos, por encima de los límites
impuestos por
la nacionalidad y
la sociedad. Por eso el individualismo de los estoicos tiene como
complemento su cosmopolitismo. La ruptura de los lazos estrechos
sociales, ruptura que en aquella época se veía
favorecida por las circunstancias políticas y por ello la
reflexión teórica, trasladó el punto central
del interés ético hacia el individuo, por una
parte, y, por otra, hacia el círculo más amplio de
todos, aquel a que todo individuo humano pertenece como
tal."(8, p.763).

En las fases iniciales de la transición
demográfica el control de la
mortalidad infantil y de la niñez determina un incremento
del número de niños
que sobreviven en cualquier momento dado del ciclo vital de la
familia. Este proceso, si bien es muy rápido y concentrado
en el tiempo, ejerce
presiones sobre los recursos del
hogar y puede contribuir a impulsar otros mecanismos que generan
pobreza desde
el momento que aumenta la razón entre niños y
adultos. En la fase opuesta de la transición, cuando
disminuye la fecundidad, puede producirse otro efecto susceptible
de generar pobreza, y que aparece cuando las tasas de fecundidad
descienden súbitamente a niveles muy bajos. Ya sean
sociedades
rurales o urbanas con un elevado nivel de segregación y
bolsones de pobreza, los ancianos dependen del apoyo de sus hijos
y los planes de jubilación ofrecen una protección
muy endeble, el aumento de la razón entre ancianos y
adulto ejercerá, pues, una presión negativa sobre
el nivel de vida de los ancianos, ya deteriorado por la creciente
fragmentación y la separación de parientes de
distintas generaciones, como consecuencia de la mayor
movilidad.

La diversidad en la estructura etaria de los
países de la Región está asociada a los
distintos momentos en que cada uno de ellos inició la
transición de su natalidad y su mortalidad y cuyos efectos
sobre la estructura por edades son observables en el largo plazo.
A la luz del panorama
observado en la Región, y como es esperable, las
diferencias para la temática del envejecimiento cobran
importancia en la última situación transicional
que, de todas formas, no alcanza aún los niveles de los
países más desarrollados.

Un primer grupo está compuesto por Bolivia y
Haití que muestran altas tasas de mortalidad y natalidad
con un crecimiento demográfico cercano al 2,5%
anual.

Un segundo grupo está constituído por
Guatemala,
Honduras, Nicaragua y Paraguay,
países con tasas de mortalidad menores que las del grupo
anterior, pero que aún mantienen elevadas tasas de
natalidad, sitúandolos como los países de mayores
tasas de crecimiento natural, cercanas al 3%.

Una de las características demográficas
principales de los países en situaciones de
transición demográfica poco avanzada (primer y
segundo grupo) es la juventud de su
estructura por edades: cerca del 60% de su población es
menor de 25 años y menos del 4% tiene más de 65
años. Esto imprime una importante demanda en materia de
educación:
si se considera sólo la educación
preescolar y primaria (0 a 14 años), el grupo
demandante representa alrededor del 40% de la población
total. La juventud de su estructura por edades se manifiesta
también en los altos índices de dependencia. Por
ejemplo, en los países del segundo grupo la
relación de dependencia es de 88 en edades
teóricamente dependientes (población infantil y
mayor de 65 años) por cada 100 potencialmente activas (15
a 64 años)(7).

Considerando la estructura por edad de estos
países, las políticas sociales están
fuertemente tensionadas por la necesidad de atención, en
salud materna infantil y educación preescolar y
primaria. Respecto de la educación, el
principal objetivo de
estos países es aumentar la cobertura más que
mejorar su calidad. Este
último aspecto imprime una dificultad adicional al
desarrollo, considerando que el mejoramiento del nivel educativo
de la población es el agente más eficaz para
avanzar en el proceso de modernización, el cual
está íntimamente ligado al paso de un estadio
transicional a otro(7).

El tercer grupo, integrado por Ecuador, El
Salvador y Perú, presenta tasas de natalidad y mortalidad
intermedia respecto de los otros países de la
región, con una tasa de crecimiento natural algo superior
al 2%.

Un cuarto grupo está integrado por Colombia,
Costa Rica,
México,
Panamá,
República Dominicana y Venezuela. Si
bien presentan una tasa de crecimiento similar a la del grupo
anterior, éstas se deben a una natalidad intermedia y una
mortalidad baja.

Los países que se encuentran en esta
situación intermedia (grupo tres y cuatro) presentan una
estructura etaria similar y menos joven que las de los grupos
anteriores, producto fundamentalmente de sus menores niveles de
natalidad: alrededor del 50% de su población es menor de
25 años y poco más del 4% tiene más de 65
años(7). En estos países existe
también una importante demanda por educación, que
en el caso de la educación primaria es de alrededor del
35% de su población total. Sin embargo, la
población en edades activas tiene mayor peso que en los
primeros dos grupos, por lo que la demanda de empleo es
también mayor, especialmente en lo referente a la
creación de nuevos trabajos para quienes ingresan a las
edades potencialmente activas. Hacia el 2025 estos países
serán los que tendrán los menores índices de
dependencia de la región con alrededor de 50 personas en
edades dependiente por cada 100 activos. Derivado
de este hecho nace el concepto de bono
demográfico el cual supone que el aumento de las personas
en edad de trabajar respecto de las dependientes podrán
apoyar el depegue económico y contribuir a mitigar la
carga económica de la población dependiente. Desde
un punto de vista numérico esta afirmación es
cierta; sin embargo, es necesario incorporar dos elementos
importantes para el análisis: la proporción de
dependientes se inclinará hacia los adultos mayores, donde
sabemos que el costo es cerca de
tres veces el de la población infantil; el segundo dice
relación con la actividad real de la población en
edad activa, tomando en consideración el alto nivel de
desempleo
estructural en los países de la Región y desigual
distribución del ingreso. Entonces, el bono
demográfico bien podría transformarse, de no mediar
políticas sociales adecuadas, en un bono para la
marginación y explosión social.

La mayor presencia de población adulta en un
contexto moderno y con mayores niveles de educación no
correspondidos con trabajos correlativos puede generar nuevas
dificultades sociales. A este respecto la CEPAL dice que "La
frustración de expectativas puede ser grande, en especial
entre los jóvenes con mayor acceso a la información y estímulos que se
constituyen en símbolos de movilidad social y que
están fuera de su alcance. También los adultos
intermedios se enfrentan a cambios productivos que limitan sus
oportunidades y los confinan a trabajos poco valorados y sin
opciones de movilidad"(9, p.85).

El quinto y último grupo lo integran Argentina,
Brasil,
Cuba, Chile y
Uruguay,
países con baja natalidad y mortalidad diferencial con las
tasas de crecimiento natural más bajas de la
región, de 1.6% o menos. Estos países, que se
encuentran en la etapa más avanzada de la
transición demográfica, presentan los menores
niveles de natalidad de la Región y niveles
heterogéneos de mortalidad, fenómeno asociado a la
estructura por edades de la población y a la mortalidad
diferencial por edad.

Con niveles bajos de mortalidad se encuentra Chile,
país que presenta una estructura por edades más
joven que el resto, con excepción de Brasil10.
Con niveles intermedios están Argentina y Cuba, que
presentan estructuras
por edad más envejecidas. También con un nivel
intermedio está Brasil, cuya tasa de mortalidad
estaría afectada por los niveles aún altos de su
mortalidad infantil.

Por último, Uruguay presenta un nivel más
elevado de mortalidad, similar a los países del primer
grupo, que resulta de su condición de país con la
estructura por edades más envejecida de América
Latina y el Caribe11 (7).

En estos países con una fuerte y creciente
presencia de adultos mayores la cobertura y beneficios
previsionales serán un componente cada vez más
importante de las políticas públicas, procedan
éstas del Estado o del sector
privado12.


CAMBIOS
SOCIODEMOGRÁFICOS Y CONSIDERACIONES
ÉTICAS

A la luz de los antecedentes demográficos
suscintamente mostrados para los países de la
Región, surgen un conjunto de reflexiones iniciales de
carácter socioético que intentan abrir la
discusión sobre estas interfaces. Pensamos que son temas
comunes a todos los países de la Región, con
prioridades necesariamente distintas según sea su
posición en la etapa de transición
demográfica.

a. La esperanza de vida a partir de los 60años es
de alrededor de 20 años en prácticamente todos los
países de la Región. Cabe destacar que la sobrevida
a contar de los 60 años ha mostrado sólo un leve
incremento en las últimas décadas. La esperanza de
vida ha aumentado 20 años en la segunda mitad del siglo
XX, fundamentalmente producto de la drástica
disminución de la mortalidad infantil que a su vez ha sido
producto básicamente del mejoramiento de las condiciones
de vida globales de la población.

Así, el envejecimiento aparece en los
países de transición más avanzada en la
Región, como un fenómeno vinculado, más que
al alargamiento de los años de vida en la edad mayor, al
aumento del número absoluto de personas en ese grupo
etario. Además, al claro mejoramiento de la calidad de
vida en los años de sobrevida con implicaciones
ciertas en cuanto a las preocupaciones bioéticas sobre el
fin de la vida y las formas de integración social de este grupo
poblacional.

b. La relación de masculinidad, muy pareja en
promedio, tiende a desbalancearse en las edades mayores como
consecuencia de la menor esperanza de vida en los hombres. En los
mayores de 60 años por cada 100 mujeres hay 75 hombres y
en los mayores de 75 años hay prácticamente dos
mujeres por un hombre. Esto
nos lleva a una reflexión acerca de la relevancia del
mundo femenino en los temas bioéticos relacionados con las
etapas finales de la vida que será necesario trabajar con
particular atención. Más aún si consideramos
que casi la mitad de los adultos mayores no tiene
pareja.

c. Respecto de la pobreza, es
común señalar que la población adulta mayor
está en condiciones de pobreza mayor que la
población en su conjunto. No obstante, existen datos que
muestran situaciones diferentes para aquellos países con
mayor cobertura previsional y mejores condiciones en la tenencia
de una vivienda, que corresponden, por cierto, a aquellos
países de mayor desarrollo y que se encuentran
también en etapas más avanzadas de la
transición demográfica13. Es muy posible
que debido al tamaño familiar que se traduce en un elevado
porcentaje de personas solas, sobre todo en los países
más desarrollados de la Región, el ingreso per
cápita redunde en un nivel superior a la línea base
de pobreza, sin que se considere apropiadamente el nivel y tipo
de gastos en que
deben incurrir las personas de mayor edad, fundamentalmente para
su salud.

d. Los adultos mayores del 2025 serán mucho
más educados que los actuales14 (10).
Este hecho es de particular significación toda vez que en
sólo dos decenios la población adulta mayor
tendrá un nivel de educación formal mucho
más elevado que hoy en día, lo que permite pensar
que las necesidades y demandas socioculturales serán
más diversas y exigentes. Es muy posible pensar que los
temas bioéticos tendrán mayor importancia debido no
sólo al aumento numérico y relativo de los adultos
mayores sino que la mayor educación colocará en un
plano más destacado la exigencia social por mayores grados
de autonomía, un trato digno, un papel más
preponderante en la relación médico/paciente, mayor
ingerencia en los diagnósticos, los tratamientos y,
crucialmente, aprender a vivir la muerte.
También habrá más presión organizada
por justicia y equidad social y generacional.

La CEPAL apunta que la educación y el empleo son
las llaves maestras para la equidad "El acceso a la
educación y, más en general, al conocimiento y
la información, proporciona la mejor posibilidad de
construir ámbitos más equitativos, desde los cuales
superar la desigualdad en subsistemas más estratificados,
como el mercado de
trabajo y la
participación en el poder. El empleo es, por su parte, el
principal medio de generación de ingreso del grueso de los
hogares y, además, un mecanismo de integración
social y realización personal"(11,
p.28-29)
. Y luego continúa: "si no se logran avances
respecto de los derechos económicos, sociales y
culturales, los derechos civiles y políticos, tan
difícilmente alcanzados, tienden a perder sentido para los
sectores con menores recursos y más bajo niveles de
educación e información. Pobreza y ausencia del
ejercicio de la ciudadanía van muchas veces de la mano.
Ambos conjuntos de
derecho configuran, por lo tanto, un verdadero marco ético
para las políticas económicas y sociales y el
ordenamiento político"(11, p.29).

En cuanto a los adultos mayores su grado de
participación laboral tiende a
incrementarse ante la ausencia de un ingreso previsional
suficiente. Esa participación decrece rápidamente a
medida que se elevan las tasas de
cobertura(12).

A su vez, parece importante seguir revisando y
dialogando sobre el concepto y práctica de la
jubilación. Los profundos cambios en las formas de trabajo
(duración y tipos) debería conducir a rehacer la
forma de articular la actividad productiva social, la individual
y la puramente recreativa.

e. Actualmente nos enfrentamos a un hecho inédito
en la historia humana cual es la coexistencia de tres y hasta
cuatro generaciones, en buenas condiciones físicas y
mentales. Esto nos presenta el desafío de la convivencia y
las relaciones
interpersonales que transitan entre la autoridad
basada en la jerarquía por orden de nacimiento, la mejor
absorción de las nuevas
tecnologías para trabajar y desenvolverse en la vida
moderna, principalmente urbana y los conflictos
derivados de la transmisión intergeneracional de la
pobreza o la riqueza.

A pesar de la presencia en vida de varias generaciones,
el tamaño de la familia tiende a disminuir (por la baja de
la fecundidad) y la interacción en ella también. La vida
en grandes ciudades y los largos desplazamientos han ido
atentando contra el fortalecimiento de los lazos familiares.
Además las viviendas son cada vez más
pequeñas y los jóvenes tienden a socializarse con
su grupo de pares sin interactuar mayormente con sus padres o
abuelos, provocando una menor transmisión de los valores y
esquemas de comportamiento seculares.

La gran mayoría de los adultos mayores
latinoamericanos vive en hogares multigeneracionales. En las
zonas urbanas entre el 67% y el 87% de ellos viven en estas
condiciones. Las excepciones las constituyen Argentina y Uruguay,
países con un alto grado de envejecimiento, donde el 54%
de los adultos mayores viven en hogares conformados sólo
por personas de este grupo etario(12).

En este mismo estudio de la CEPAL se precisa que "los
países de la región que tienen una cobertura de
sistemas de
protección social, ingresos más elevados por
concepto de jubilaciones y pensiones, y políticas de salud
y vivienda de más larga data y relativamente más
universales -principalmente Argentina, Chile, Costa Rica y
Uruguay-. permiten una mayor sustentación de estructuras
familiares de menor tamaño"(12,
p.116)
.

Estamos en presencia, pues, de un debilitamiento de la
familia nuclear. Surgen formas alternativas de familia basadas
esta vez en el afecto y la necesidad de compartir experiencias y
darle un sentido a la existencia más allá de la
descendencia. Por esto es posible comenzar a pensar en
fórmulas de equidad intrageneracional y en la
aceptación social y legal de nuevas formas de familia o
acuerdos civiles solidarios (p.ej. el caso de Francia).

f. Los adultos mayores de hoy son los jóvenes de
la década de los sesenta, años de alta fecundidad
que repercutió en el fuerte aumento de población
mayor de hoy en día. También, en términos
sociológicos, época de ruptura y rebeldía
con los moldes familiares tradicionales. Los nietos de la
generación de los sesenta constituirán hacia el
2025 un grupo etario de primera magnitud, con una sobrevida a los
60 años de por lo menos 20 años más, con un
grupo familiar consanguíneo reducido por la baja
fecundidad de inicios de siglo XXI, con un nivel de
educación netamente más alto que sus progenitores y
con una calidad de vida muy superior, lo que conlleva,
lógicamente, mayores expectativas de una mejor vida y
mayores demandas sociales. Esto puede producir, en caso de que
las metas no se cumplan a la altura de las expectativas, un
proceso de frustración mayor y una sensación de
desvalidez frente a la sociedad en la que viven, desconfianza
frente al gobierno y una
inserción social aun más precaria, respecto de las
potencialidades. Esta situación puede revertirse en la
medida que la sociedad en su conjunto y sus representantes
políticos comprendan ampliamente la importancia absoluta y
cualitativa (que en definitiva es la que interesa) de este grupo
etario.

g. El estudio de los adultos mayores debe considerar los
siguientes ámbitos: los institucionales, que dicen
relación con todos los aspectos normativos que pueden
ayudar o perjudicar a un grupo etario específico de
población; los sociales, que tiene que ver con los cambios
en la importancia de los grupos secundarios frente a los
primarios en la socialización, y en este caso
también podríamos hablar de una necesaria
resocialización de los adultos mayores como consecuencia
de los rápidos cambios tecnológicos; los
culturales, que presentan más permanencia que los sociales
y se vinculan con aspectos de gran importancia hacia el final de
la vida, cuales son el sentido de la vida y la trascendencia y la
búsqueda de los lazos entre la vida y la muerte que
valoricen la permanencia y lo realizado en este tránsito
vital; los psicológicos, que dan cuenta de la percepción
de sí mismo y de su entorno y aquí juega un papel
relevante el tipo de personalidad.
No es igual cómo enfrenta la vida, y por supuesto la
vejez, un
extravertido y un introvertido; o un reflexivo y un intuitivo,
por colocar sólo algunos ejemplos.

h. Muy ligado a los ámbitos antes mencionados
aparece la dimensión bioética.
Fernando Lolas plantea que se puede redefinir la bioética
" como el estudio de los juicios de valor que
determinan la conducta de las
personas en relación con la vida y las técnicas
que la afectan"(13, p.79). En este sentido la
bioética debería intentar precisar, verbigracia, el
grado de autonomía del adulto mayor para enfrentar
situaciones límites previsibles. Esto significa que la
familia y/o los "cercanos relevantes" deberían conocer la
forma de pensar y actuar de esta persona y poder tomar acciones
concretas llegado el momento crucial. Es muy importante, a
nuestro juicio, terminar con el apego irrestricto a la familia
consanguínea como una unidad que por arte y magia se
transforma en el interlocutor válido en momentos de
decisiones difíciles. En los cuidados paliativos se
acostumbra a reemplazar la noción de familia por los
"próximos" u otra expresión que exprese
cercanía afectiva construída entre seres humanos a
través de experiencias vividas comunes. Muchas veces
quienes están cerca en lo relacional conocen los
íntimos deseos y necesidades y pueden transmitirlos sin
temores o conflictos de intereses que existirán con mayor
frecuencia cuando son familiares consanguíneos.

i. La diversidad de los países de la
Región obliga a una consideración particular para
analizar los vínculos entre el envejecimiento
demográfico, el proceso de vejez, la calidad de vida y los
aspectos sociobioéticos a integrar. UNESCO ha planteado
que una ética
global debe aportar a la resolución pacífica de los
conflictos y permitir que los distintos grupos sociales puedan
negociar en condiciones de mayor equidad(14).

j. Las consideraciones sociobioéticas -en
particular aquellos principios
más cercanos a las ciencias
sociales, como son la justicia, medida empíricamente a
través de la equidad, los grados de pobreza, el crecimiento
económico y su distribución social y la
autonomía, medida empíricamente a través de
la presencia normativa de derechos y deberes de todas las
personas enfrentadas a temas de salud, así como por la
consideración legal de las diversas estructuras
familiares- deben dar cuenta de la población adulta mayor
sobre cuyo esfuerzo se ha montado el diseño
y realidad de la vida actual y futura; el futuro corresponde a un
acto de imaginación, y esto es su mayor validez, desde el
presente. El futuro, no es otra cosa que el presente re-creado.
Todo esto cobra aun mayor relevancia en situaciones de aumento
constante de este grupo poblacional.

k. La ética es el cimiento que considera en su
conjunto los diversos elementos de un conjunto dado, cruzado por
las emociones y los
sentimientos colectivos. El territorio y la historia definen el
componente estético. La ética de la modernidad ha
estado marcada por los vínculos contractuales mientras
que, en la era de la
globalización o posmodernidad,
comienzan a tomar fuerza los vínculos de tipo
emocional(15). A la luz de esta mirada bien puede
decirse que la emergencia de un grupo humano categorizado por la
edad mayor, tiende a reforzar el nexo entre las nuevas formas de
relaciones humanas (entre individuos y grupos) y social (entre
grupos organizados y el Estado) con un fuerte componente
emocional que escapa, por ejemplo en el campo de la
bioética clínica, a las prácticas conocidas
de relaciones entre el equipo médico y la persona que
presenta alguna enfermedad. La emergencia del fenómeno del
envejecimiento demográfico y la creciente demanda social
por una mejor calidad de vida en la vejez, representa uno de los
mayores desafíos para la bioética, la cual
debería mostrar toda su fuerza, su vigencia y su capacidad
interdiciplinaria, para instalar en la sociedad el diálogo
como herramienta fundamental para tender los puentes entre el
discurso y la
práctica en las interacciones sociales ligadas con el
proceso de la muerte, o sea, con la vida.


NOTAS

1 Organismos de las Naciones Unidas
estiman que hacia fines de este nuevo siglo la población
mundial podría llegar a 9.000 millones de
personas.

2 El período de mayor cecimiento
poblacional se produjo en el quinquenio 1965 – 1970 con un 2%
anual. La tasa de crecimiento demográfico actual es de
1,3% anual.

3 No resulta casual, a nuestro juicio, que en
este mismo período de alto crecimiento demográfico
-durante el cual la medicina
muestra su gran avance en el control de las enfermedades al
reducir drásticamente la mortalidad general, y en
particular la mortalidad infantil- comience a surgir como
disciplina la
Bioética, la cual avizora en forma pionera que el mundo
del futuro tendrá que unir inexorablemente los avances
médicos con los valores y los derechos
humanos.

4 En los países desarrollados, al
igual que la mortalidad y la
urbanización/industrialización, han envejecido en
un proceso paulatino mientras que en nuestra región este
proceso se realizará en forma mucho más acelerada y
en condiciones de pobreza y fuertes iniquidades
sociales.

5 En el inicio del nuevo siglo la
población de menores de 15 años era de 30% y la
población mayor de 60 años, de 8%. Hoy en
día los jóvenes menores de 15 años
representan un 15% del total mundial y los mayores de 60
años casi un 10%. Hacia mediados del siglo XXI se
igualarán en una proporción de un 20% tanto la
población infantil como la población mayor de 60
años. Este nuevo hecho demográfico mostrará
el impactante cambio en la estructura etaria de la
población mundial.

6 Actualmente alrededor de un 1% de la
población mundial tiene más de 80 años. En
las regiones más avanzadas esta proporción es de
aproximadamente 3%. En el 2050 las personas mayores de 80
años habrán aumentado a un 4% y en las regiones
más avanzadas a un 10%.

7 En nuestra Región la
población mayor de 60 años alcanza al 10%. Se
proyecta para el 2050 un 22%. Este porcentaje ya ha sido
alcanzado actualmente por los países más
desarrollados.

8 Entre 1970 y 1998 el número de
ciudades en el mundo con más de 10 millones de habitantes
aumentó de 3 a 18 (1). En América del Sur en 1950
sólo habían 5 ciudades de más de 1
millón de habitantes; en 1990 ya habían aumentado a
31.

9 Tasa de natalidad alta: 30 – 40 por mil;
intermedia: 22 – 30 por mil; baja: 6 por mil o menos. Tasa de
mortalidad alta: 9 – 12 por mil;intermedia: 6 – 9 por mil; baja:
6 por mil o menos.

10 Brasil es un caso muy especial toda vez
que debido a su extensión y tamaño poblacional
presenta realidades muy diversas al interior de su territorio. De
hecho, si revisamos los indicadores demográficos y de
desarrollo veremos que coexisten niveles muy atrasados y
avanzados. Por esto hay que tomar con mucha precaución los
datos promedio de Brasil.

11 En este grupo de países con el
mayor grado de envejecimiento de la Región se pueden
distinguir las siguientes estructuras básicas:
Brasil: cuenta con una estructura por edades
más joven: 51% de su población tiene menos de 25
años y menos del 5% tiene más de 65
años.
Chile: su estructura etaria es algo más
envejecida que la de Brasil y más joven que la del resto
de los países que están en esta situación:
47% de su población tiene menos de 25 años y 7% de
su población tiene más de 65 años.
Argentina y Cuba: estos países presentan
un porcentaje mayor de personas que tienen más de 65
años (9%). La proporción de menores de 25
años es mayor en Argentina que en Cuba (47% contra 40%
respectivamente).
Uruguay: es el país con la estructura por
edades más envejecida de América Latina y el
Caribe: 12% de su población tiene más de 65
años. Además, 41% de su población es menor
de 25 años.

12 Respecto de los adultos mayores que no
perciben ingresos previsionales ni laborales en la Región
CEPAL dice que "fluctúa entre 40% y 60% en los
países de la región que presentan niveles bajos o
muy bajos de cobertura previsional. Este porcentaje se reduce a
menos de 25% en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, países
que tienen tasas relativamente amplias de cobertura
previsional".

13 En el caso de Chile para el año
1998, un 22% de los hogares chilenos se situaba bajo la
línea de pobreza, y sólo lo hacía un 11% de
los adultos mayores. Sin embargo, la distribución del
ingreso considerando los quintiles extremos era mayor que en el
conjunto de la población.

14 En Chile, el 15% de los adultos mayores de
60 años son analfabetos contra un 4,6% de la
población total y un 2,9% de la de entre 15 y 59
años.

REFERENCIAS

1. Naciones Unidas. Crecimiento, estructura y
distribución de la población. Informe
conciso
. Nueva York: Naciones Unidas; 2000.

2. United Nations Secretariat. The World at Six
Billion. Population Division
. Nueva York: United Nations
Secretariat; 1999.

3. Chackiel J. El envejecimiento de la
población latinoamericana: ¿hacia una
relación de dependencia favorable?
Serie
Población y Desarrollo N°4. Santiago de Chile: CEPAL/
CELADE; 2000.

4. CEPAL/CELADE. América Latina: tablas de
mortalidad
. Boletín Demográfico N°67.
Santiago de Chile: CEPAL/CELADE; 2001.

5. CEPAL/CELADE. Urbanización y
Evolución de la Población Urbana de América
Latina 1950 – 2000
. Boletín Demográfico.
Edición
Especial. Santiago de Chile: CEPAL/ CELADE, 2001.

6. CEPAL/OPS. Salud, equidad y transformación
productiva en América Latina y el Caribe. Santiago de
Chile; CEPAL/ OPS; 1994.

7. Agar L, Ferrer M. Démographie et contexte
socio-économique en Amérique Latine et dans les
Caraïbes. Actualité Scientifique. Les Transitions
Démographiques des Pays du Sud
. Paris:
Universités Francophones; 2001.

8. Simmel G. Sociología 2: La ampliación de los
grupos y la formación de la individualidad. En:
Estudios sobre las formas de socialización.
Madrid:
Colección Ciencias
Sociales. Alianza Universidad.
Alianza Editorial; 1986.

9. CEPAL. La brecha de la equidad: una segunda
evaluación
. II conferencia
regional de seguimiento de la cumbre mundial sobre desarrollo
social. Santiago de Chile, mayo de 2000.

10. MIDEPLAN. Encuesta de
Caracterización Socioeconómica: Casen. Santiago de
Chile: MIDEPLAN; 1998.

11. CEPAL. Equidad, desarrollo y
ciudadanía
. Vigésimoctavo período de
sesiones. México, D. F: 3 al 7 de abril de
2000.

12. CEPAL. Panorama Social de América latina
1999-2000
. Santiago de Chile: CEPAL; 2001.

13. Lolas F. Bioética y Antropología Médica. Santiago
de Chile: Mediterráneo; 2000.

14. UNESCO. Nuestra diversidad creativa: informe de
la comisión mundial de cultura y
desarrollo
. París: Fundación Santa
María SM; 1997.

15. Agar L. Globalización, ética y
desarrollo
sostenible: apuntes para una integración
pendiente
. VII Curso – Taller Legislación de Salud:
globalización, comercio
internacional y salud. Serie Informes
Técnicos N°75. Washington D.C: Programa de
Políticas Públicas y Salud. División de
Salud y Desarrollo
Humano, OPS/OMS; 2001.

Lorenzo Agar Corbinos

Sociólogo. Académico de la Facultad de
Ciencias Sociales de la Universidad de Chile. Consultor residente
Programa Regional de Bioética OPS/OMS. Chile

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