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El bumerán de los deseos en la época de la satisfacción inmediata




Enviado por Fabio Ciaramelli


Partes: 1, 2

    Publicación original: Acta bioeth., 2001, vol.7,
    no.2, p.249-257.
    Artículo reproducido con la autorización de los editores de Acta Bioethica,
    ISSN 0717 5906,
    publicación semestral destinada preferentemente a profesionales de las
    distintas representaciones
    de la Organización Panamericana de la Salud, OPS/OMS y a otros especialistas
    de diversas profesiones,
    en todo el mundo, interesados en el diálogo bioético.
    http://www.paho.org/Spanish/bio/publica.htmciaramel[arroba]unina.it
    http://www.uchile.cl/bioetica/c-bio[arroba]uchile.cl

    Resumen: Para combatir el riesgo de una
    globalización de la nocividad alimentaria es indispensable reflexionar sobre
    las dimensiones socio-culturales y psíquicas del consumismo, cuyas premisas son
    el imperativo de la satisfacción inmediata de los deseos. Partiendo de la tesis
    de que la multiplicación de los deseos y del anuncio de su cabal realización
    provoca inevitablemente la inflación de los mismos, el artículo analiza el
    síndrome de las vacas locas como punta de un iceberg y banco de prueba de
    nuestra relación con el consumo alimenticio. En este sentido la cuestión de la
    seguridad como ansia de impunidad colectiva no implica solamente la búsqueda de
    remedios eficaces contra los posibles contagios alimenticios, sino que impone,
    en primer lugar, esclarecer las consecuencias destructivas de una forma de vida
    humana en la que todo se reduce al consumo.

    Palabras clave: consumo,
    deseo, identidad, sociedad, política

    Abstract: In fighting against the risk of
    the globalization of hazardous food production it is essential to think about
    psico-socio-cultural dimensions of consumerism, whose premises rest on the
    imperative of immediate satisfaction of desires. Departing from the thesis that
    multiplication of desires along with their complete and immediate fulfillment
    unavoidably provoke the overestimating of them, the paper analyzes the «mad cow
    syndrome» as the tip of the iceberg in the context of our relation with food
    consumption. In this sense, the matter of collective safety does not imply
    solely the searching for effective solutions against probable food contagion,
    but eminently to shed light over the dangerous consequences of a way of living
    in which everything is reduced to consumption.

    Keywords: consumption,
    desire, identity, society, politics

    Resumo: Para combater o risco de uma
    globalização perniciosa da produção de alimentos é indispensável refletir sobre
    as dimensões socioculturais e psíquicas do consumismo, cujas premissas repousam
    sobre o imperativo da satisfação imediata de desejos. Partindo da tese que a
    multiplicação dos desejos e suas realizações imediatas provoca superestimação
    dos mesmos, o artigo analisa a síndrome da vaca louca como ponta de um iceberg
    e prova cabal de nossa relação com o consumo alimentar. Nesse sentido a questão
    da segurança como premissa coletiva não implica simplesmente na busca de
    soluções eficazes contra possíveis contágios alimentares, mas sobretudo
    esclarecer as conseqüências deletéreas de uma forma de vida em que tudo se
    reduz ao consumo.

    Palavras chaves: consumo,
    desejo, identidade, sociedade, política

    Bienestar, felicidad y seguridad

    "El hombre
    civilizado ha trocado una parte de posible felicidad por una parte de
    seguridad"
    ,
    así escribía Freud en 1929(1,2).
    Estas palabras, por lo menos hasta hace no mucho tiempo, parecían sobrepasadas
    y superadas por lo hechos. En efecto, si todavía en la época de Freud las
    conquistas de la civilización exigían el precio de una limitación de las
    libertades de los individuos, si, en fin, la modernidad, para mantener sus
    estándares, estaba orgullosa de imponer reglas públicas a la satisfacción de
    impulsos y deseos subjetivos, la fase contemporánea de la globalización ha
    vivido cada vez con mayor fastidio el exceso de orden impuesto por aquellas
    reglas, esencialmente tendientes a desplazar y diferir la satisfacción. El
    triunfo del bienestar y de la desregulación de los últimos años ha generado una
    verdadera euforia por consumir y este fenómeno no se ha limitado al ámbito
    propiamente económico y a sus implicaciones técnicas. Como señaló uno de los
    más grandes periodistas italianos, Eugenio Scalfari, "más importante es el aspecto psicológico: hemos
    entrado en una fase hedonística muy pronunciada, en la cual predomina un deseo
    de felicidad que es necesario obtener inmediatamente y sin demasiados
    problemas"(3)
    .

    Si analizamos con mayor
    precisión lo que hay detrás, veremos que este deseo de felicidad se presenta
    como una obligación a la cual no es posible sustraerse. En vez de reprimirlo o
    regularlo, la sociedad le da total libertad y lo deja a rienda suelta, pues se
    presume que su liberación y realización inmediata, confiada a la iniciativa de
    cada individuo, es el único vector auténtico de progreso y de desarrollo.

    Contrariamente a lo que
    decía Freud, a algunos sociólogos les ha parecido que el proceso de
    modernización, y la tendencia a la reducción del mundo a un único mercado
    competitivo, debía aceptar y promover la difusión de la inseguridad, que
    constituye la inevitable consecuencia del riesgo, sobre todo del riesgo
    empresarial, entendido como factor de civilización y único resorte del desarrollo
    y de la libertad(4,5). En
    relación con los modelos sociales e institucionales estatales inspirados en el
    socialismo autoritario y en concomitancia con la crisis del Estado de
    Bienestar, el riesgo de inseguridad aparece como un fermento positivo que
    contribuye a remecer y a rejuvenecer la sociedad y, por lo tanto, a hacerla más
    dinámica y moderna.

    En este sentido, los
    términos del intercambio descrito por Freud, se invierten. Es precisamente la
    renuncia a la seguridad lo que parece hacer posible un surplus de felicidad. Muy lejos de ser
    negado o inhibido, el deseo de felicidad es estimulado y autorizado. La
    postmodernidad restituye a los individuos una mayor capacidad de gozar, y es
    precisamente el goce, es decir, la satisfacción inmediata del deseo de
    felicidad, el que se transforma en el gran protagonista de la desregulación.
    Como ha señalado un brillante filósofo esloveno de inspiración lacaniana,
    Slavoj Zizek, el goce se transforma, de este modo, en un verdadero factor
    político(6). Y esto comporta
    como consecuencia inmediata la restricción y la virtual abolición de la esfera
    pública. Si el aumento de la capacidad de goce de los individuos aislados tiene
    directamente un significado político, entonces es evidente que la mediación
    pública se torna superflua e inútil.

    En realidad, se trata
    solamente de una ilusión. Del último aspecto asumido por una utopía
    incoherente: aquélla según la cual el objetivo o la meta de la sociedad sería
    su acabada naturalización, su pura y simple reducción al automatismo funcional
    de la técnica y de la economía, orientadas exclusivamente a acelerar la
    satisfacción de los individuos. La difusión creciente de nuevas formas de
    malestar, de fastidios, temores y obsesiones viene a desmentir esta utopía de
    la satisfacción acabada, y a confirmar su impracticabilidad. Como ha demostrado
    Zygmunt Bauman, es verdad que la época contemporánea invierte los términos del
    intercambio freudiano, es verdad que en la época de la globalización se
    prefiere la felicidad a la seguridad: pero esto no significa, en absoluto, que
    se reduzca la dimensión del malestar, del fastidio y hasta de la infelicidad.
    En la actual sociedad de la incertidumbre, la mayor parte de los malestares y
    fastidios derivan precisamente de las frustraciones y del ansia de eficiencia
    que impone el nuevo imperativo inderogable, el único imperativo verdaderamente
    categórico, es decir, aquél que prescribe la satisfacción inmediata de los
    deseos. Se difunde otro tipo de intercambio: con tal de poder acceder al máximo
    de felicidad, para poder gozarla en completa libertad y en el menor tiempo
    posible, debemos renunciar a la seguridad, a sus reglas, a sus garantías. Si en
    la época de Freud los malestares y los comportamientos desviantes más comunes
    que escapaban de sus cauces naturales, nacían del sacrificio de una cierta
    dosis de libertad individual, cedida a cambio de cualquier cosa que pudiese
    garantizar confianza y estabilidad, hoy el escenario se ha invertido. Zygmunt
    Bauman recuerda que en alemán el término sicherheit (seguridad) tiene una
    acepción mucho más amplia que el equivalente inglés security. Designa no sólo la seguridad existencial (la
    percepción de la estabilidad y confianza del mundo), sino que también la
    certeza (certainty) -entendida
    como conocimiento inmediato de la diferencia entre útil e inútil, ventajoso y
    dañino- y, en fin, la incolumidad (safety)
    o seguridad personal, es decir, la idea de que si nos comportamos de manera
    correcta, ningún peligro fatal -ningún peligro que no pueda ser neutralizado-
    podría amenazarnos seriamente(7,8).

    En el transcurso del año
    2001, dos eventos desestabilizadores -la crisis de la vaca loca que explotó
    en los primeros meses del año y los ataques terroristas del 11 de septiembre—
    han vuelto a colocar en primer plano la obsesión de la inseguridad y, por
    ende, el ansia de seguridad en los tres sentidos indicados por Bauman. En
    estas notas nos limitaremos a algunas implicaciones sociales y psíquicas del
    síndrome de la vaca loca.

    Partes: 1, 2

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