Neoliberalismo, salud pública y atención primaria: las contradicciones en el paradigma de salud para todos
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- Propuesta
analítica - Liberalismo y
capitalismo - Neoliberalismo y
neocapitalismo - La
crisis de la salud pública - Seguridad
social y salud - ¿Salud
para todos? - Conclusión:
¿un nuevo paradigma? - Referencias
Palabras claves: Sociología. Atención primaria. Neoliberalismo. Capitalismo.
Salud
pública.
PROPUESTA ANALITICA
Este artículo es una oportunidad para mirar desde
la sociología las interrelaciones entre las aplicaciones
del discurso
neoliberal y la prestación de servicios de
salud y el
encuadre con el paradigma de
Salud para Todos que se ha venido manejando en las últimas
décadas con la aplicación de la estrategia de
atención primaria. Este acercamiento parte de un esquema
muy sencillo que se resume en la Figura 1.
Figura 1
LIBERALISMO Y CAPITALISMO
La esencia del liberalismo
como ideología se encuentra en la
intención de lograr una mayor libertad para
los individuos y una realización de su potencial humano.
La definición enciclopédica1 describe al
liberalismo como: «1) una valoración de la libre
expresión de la
personalidad individual; 2) una creencia en la capacidad del
hombre para
hacer que esa expresión sea valiosa para él y para
la sociedad; y 3)
el mantenimiento
de aquellas instituciones
y prácticas que protegen y nutren la libre
expresión y la confianza en esta
libertad.»
Históricamente el liberalismo como pensamiento y
práctica social tiene dos períodos distintos por
completo, conocidos como el liberalismo clásico y el
moderno. El clásico tiene sus raíces primero en
Inglaterra
durante los siglos XVII y XVIII en los procesos
revolucionarios de las crecientes clases burguesas que se
oponían al control de la
economía
por parte del gobierno. El
monopolio del
comercio y de
la industria por
parte de la monarquía fue rechazado por algunos que
sostenían que esta práctica política conocida
como el mercantilismo
no producía necesariamente un crecimiento
económico.
Adam Smith como filósofo y político fue
uno de los grandes ideólogos del pensamiento liberal al
promocionar el pensamiento de una economía de libre
mercado sin la
interferencia del Estado, que
promulgó principalmente en su obra sobre «La riqueza
de las naciones». Fue un exponente de la libre empresa, de la
libre elección del individuo para
decidir su actuar económico en el mercado de la libre
oferta y
demanda, con un gobierno de muy poca intervención en
los asuntos económicos y más bien como defensor y
regulador o protector del sistema
normativo, de la seguridad
nacional para preservar la paz, garantizar la propiedad
privada y los sistemas de
contratación con todas sus obligaciones.
En resumen, podría decirse que fue el padre del
liberalismo económico o del «laissez
faire.»
El liberalismo moderno florece sobre todo en los
Estados Unidos
y otros pocos países que heredaron de Inglaterra los
principios
liberales de la revolución
puritana. Max Weber en
sus estudios sobre la sociología de la religión
apuntó cómo la ética
protestante se relacionaba directamente con el éxito
en las actividades económicas. Los principios religiosos y
la ética se mezclaron con las prácticas
económicas para reforzar el «espíritu del
capitalismo.» Weber
explicó la paradójica asociación entre la
religiosidad y la acumulación de riquezas, en función de
la doctrina de la Predestinación sostenida por los
teólogos que apoyaban a las sectas protestantes puritanas.
De esta manera Weber mostró en su ensayo sobre
«La ética protestante y el espíritu
capitalista» (1904-1905) cómo la ideología
religiosa se encontraba como una de las bases principales sobre
las que se construyó el capitalismo en Inglaterra y en
Estados Unidos2.
Thomas Jefferson incorporó las ideas liberales en
la Declaración de Independencia
de las colonias americanas y William Jackson juntamente con
George Washington y otros representantes de las colonias
independentistas introdujeron la separación de poderes
para limitar las acciones del
gobierno como aparece en la Constitución de los Estados Unidos.
Jefferson apeló a las leyes de la
naturaleza y a
las leyes divinas para sustentar las tres ideas más
importantes que deberían guiar el sistema
democrático americano y que sirvieron de referencia a
muchos pueblos sobre la tierra: 1)
Dios creó a todos los hombres en condiciones de igualdad y les
dio los derechos a la
vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad (en el
liberalismo clásico era la propiedad y la búsqueda
de la riqueza); 2) El objetivo
principal del gobierno es proteger y garantizar esos derechos; y
3) Si el Gobierno usurpa esos derechos, los ciudadanos son libres
para rebelarse y constituir un nuevo
gobierno3.
De esta manera se sentaron las bases legales para el
desarrollo del
capitalismo como sistema económico, la propiedad privada,
la libre empresa y la economía de libre mercado. En este
sentido se puede afirmar que los liberales y los capitalistas
clásicos y modernos fueron supremamente exitosos en
limitar las acciones del Estado en el manejo de la
economía. Sin embargo, la concentración de la
riqueza fue tan poderosa que hacia finales del siglo XIX y
primeras décadas del XX había sucedido algo que ni
los liberales clásicos ni modernos pudieron prever: el
sistema económico capitalista sobrepasaba al Estado que
fue incapaz de controlar el proceso de
enriquecimiento y concentración de poderes en
pequeños grupos que
llegaron en un determinado momento a controlar al
Gobierno.
Los objetivos del
liberalismo moderno y el capitalismo entraron en franca
decadencia durante las dos guerras
mundiales. El surgimiento de sistemas totalitarios y los avances
del socialismo
democrático establecieron grandes bloques preocupados por
el desarrollo de sus economías, el nacionalismo,
y de pronto la búsqueda del bienestar sin garantizar un
resultado de igualdad o bienestar para todos.
Las contribuciones de Keynes4 a la
recuperación económica de postguerra son
indiscutibles. Su aporte a la economía se centró
sobre su teoría
del empleo, el
interés, los salarios y
el dinero.
Participó en la fundación del Fondo Monetario
Internacional y del Banco
Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo. El
keynesianismo dominante durante la postguerra, donde el Estado
mediaba en los procesos económicos y establecía una
legislación social y laboral que
pretendía beneficiar a todos los segmentos de la población, llega a sus límites
permisibles hacia la década de 1970 cuando la crisis
económica parecía ser el común denominador
en todos los sistemas.
NEOLIBERALISMO Y
NEOCAPITALISMO
Frente a la crisis económica mundial aparece el
neoliberalismo como ideología para salvar la política
económica con énfasis en la libre oferta y
demanda de los
bienes y
servicios, con una fuerte reducción de los papeles del
Estado como regulador de los factores de producción (capital,
tierra,
trabajo y
organización), y con estrategias
claras de privatización de las empresas
desarrolladas en los períodos anteriores de proteccionismo
estatal.
El neoliberalismo plantea nuevamente el libre comercio,
la libertad en el mercado de
capitales, la libre absorción y ubicación de
las empresas nacionales y transnacionales, la
concentración del mercado financiero, y el derecho a
determinar la dirección hacia la que se deben mover las
economías menores en un proceso de globalización como nunca lo habrían
imaginado los ideólogos del liberalismo.
En este orden de ideas cabe la pregunta:
¿Qué tiene de liberal el neoliberalismo? Varias
tendencias que se pueden presentar como pruebas
apuntan a respuestas negativas. Es posible afirmar que en el
nivel general existe una pérdida de la autonomía.
Los países, y muy especialmente los tercermundistas,
supeditan sus procesos de desarrollo a las directrices de la
banca mundial,
las transnacionales y los grupos financieros que manejan
realmente el poder. En el
proceso de globalización de la economía los ricos
son cada vez más ricos y los pobres además de ser
más pobres son más numerosos (de los 484 millones
de habitantes en Latinoamérica y el Caribe se calcula que
217 millones, o sea 45% de la población, son
pobres).
El papel del Estado es reducido y su intervención
apunta hacia la
administración de justicia, el
manejo de la fuerza con sus
ejércitos y policías para garantizar la seguridad
de los ciudadanos y proteger los capitales de los inversionistas.
La democracia y
la participación popular están amenazadas
constantemente por la aplicación de modelos de
desarrollo paradójicamente concentradores y excluyentes.
En este neocapitalismo que se legitimiza en las ideas
neoliberales, al Estado que resulta le toca responder con
esquemas posiblemente solidarios con las necesidades
básicas de la gente pobre: salud, alimentación,
vivienda, educación y otros
componentes del «bienestar» a través de
mecanismos de la deuda publica
y privada (léase deuda
externa).
Es posible afirmar que el neocapitalismo que resulta de
las prácticas neoliberales refuerza los procesos de
globalización en las postrimerías del siglo XX. El
debilitamiento de las ideologías y políticas
nacionalistas y socialistas, y la pérdida de poder en el
escenario mundial del estatismo soviético, juntamente con
el derrumbamiento del Muro de
Berlín, la occidentalización de Japón y
de otros países asiáticos, más las
transformaciones recientes de otras repúblicas populares y
democráticas de Europa del Este,
dejan a los Estados Unidos como el único poder mundial que
puede intervenir en casi todas las esferas de la vida de las
poblaciones en todo el mundo5.
En la década de 1970 casi todos los países
tercermundistas se vieron obligados a realizar ajustes en el
desarrollo de sus economías como resultado de una crisis
mundial, en su mayoría condicionadas por el Fondo
Monetario Internacional, el Banco Mundial,
y poderosos grupos financieros transnacionales que veían
en peligro las ganancias en la producción de bienes y
servicios, el mercado de capitales, la división del
trabajo, los precios de los
productos, y
los intereses de la deuda externa. Se sentaron las bases de
legitimización del neoliberalismo y la aplicación
de las prácticas neocapitalistas, sin considerar en
ningún momento el costo
social.
Algunos estudios han demostrado que casi todas estas
políticas macroeconómicas han tenido efectos
negativos sobre la salud de los pobres. La reducción del
gasto social en salud es uno de los factores que ha repercutido
necesariamente en la prestación de los servicios de salud
(coberturas, calidad y
eficiencia).
Poca atención se le ha dado a los efectos negativos sobre
la salud de las poblaciones, producidos por la aplicación
de políticas en el campo de la agricultura,
la industria, políticas energéticas y de vivienda.
Sin embargo, existe un reconocimiento general que muchas de las
aplicaciones estratégicas de las políticas
generadas en los diversos campos mencionados inciden
negativamente sobre la salud de las personas, especialmente de
las poblaciones desprotegidas que se encuentran por debajo de las
líneas de la pobreza y la
miseria6.
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