La Unión
Europea, que nuclea la mayor parte de países del viejo
continente, afrontó en el último periodo dos
acontecimientos que conmovieron al mundo por igual: el NO del
pueblo francés al establecimiento de una Constitución única del conglomerado
de países y los atentados sangrientos contra el sistema de
transporte en
Londres.
Inmediatamente después de ocurrir los dos hechos,
Chasqui encargó a residentes en Inglaterra y
Francia el
análisis de lo acontecido desde la óptica
del fenómeno comunicacional que, como en toda actividad
humana, siempre se ve implicado. Agradecemos a quienes, pese a lo
limitado del tiempo,
aceptaron colaborar con la revista
latinoamericana de comunicación del CIESPAL.
El 7J en Londres:
propaganda,
autocensura y terrorismo
Jairo Lugo Ocando
Con 50 muertos y unos 700 heridos durante los atentados
en Londres del pasado 7 de julio, uno esperaría una
cobertura muy gráfica y completa de los sucesos.
Después de todo, tanto quienes perpetraron estas acciones como
las explosiones en sí están grabados en circuito
cerrado con lujo de detalles. Por si fuera poco, las imágenes
dantescas y obscuras de cuerpos desmembrados en los
túneles del subterráneo recorrieron varias veces el
mundo a minutos de la masacre. La censura que con anterioridad se
imponía en el pasado a la cobertura de hechos de esta
naturaleza
parecería ahora imposible en un mundo satelital y
digital.
Sin embargo, para quienes vivimos en el Reino Unido, la
desinformación fue la norma del día. Los medios
radioeléctricos e impresos locales nos dejaron en la misma
oscuridad y silencio que dominaron los túneles del
subterráneo de Londres en esa fatídica fecha. No
valió que el servicio Sky,
de Rubert Murdoch, ofreciera más canales que las
víctimas o que el otro servicio gratuito de televisión
digital permitiera cambiar 70 canales sin repetir
ninguno.
Decidí entonces poner la BBC, tanto la
televisión como la emisora de radio. Al fin y
al cabo, me dije para mis adentros, yo pago unos 200
dólares al año para subsidiar un servicio
independiente y de altura. Pero para mi frustración, la
BBC daba los acontecimientos a cuenta gotas. Primero dos muertos,
luego eran cuatro, finalmente ocho.
Agotadas las vías locales, llamé a mi
amigo Gustavo, en Colombia, donde
los muertos se ven explícitamente después de las
loterías.
- ¿Qué se dice allá
Gustavo? - Pues que hay más de 30 muertos.
- ¡Treinta! No puede ser, si aquí la BBC
solo ha dado parte de ocho. - Pues yo estoy viendo los túneles y creo que
van a ser mucho mas de treinta.
A la final, mi amigo Gustavo, viviendo en el tercer
mundo con una televisión comercial cuya línea
informativa esta bajo constante tutelaje por el gobierno, estaba
mejor informado que yo pagando 200 dólares al año
por una televisora y radio de servicio público en el
primer mundo. Esta paradoja tiene sin embargo una
explicación lógica
que se remonta a la historia y política de la
corporación.
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