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La información ambiental en los medios de comunicación (página 2)



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Una de sus primeras muestras claras en España
data de 1888, fecha en que la prensa se hizo
eco de una manifestación de carácter ecologista producida en la
localidad onubense de Río Tinto, cuyos agricultores
protestaban por la «lluvia que quema las cosechas» y
que en realidad era lluvia
ácida provocada por la quema del mineral de esa zona.
A comienzos del siglo XX ya aparecían noticias sobre
los primeros parques nacionales. La publicación en 1902 de
un debate sobre
la Ley de Caza en
El Heraldo de Madrid o el hecho de que España
fuera en 1905 el primer país del mundo donde se celebraba
la fiesta del árbol, son buenos ejemplos de un incipiente
periodismo
ambiental.

A nivel mundial, el verdadero inicio del tratamiento de
la problemática ecológica dentro de los espacios
mediáticos suele situarse en la
década de 1960 (2) en Estados Unidos.
La publicación del libro
Silent Spring (3) de Rachel Carson, la
celebración por primera vez del Día de la Tierra el
22 de abril de 1970, y el accidente de un petrolero en el canal
de Santa Bárbara en California, que produjo la
contaminación de 2.000 km² de litoral, fueron
para muchos los causantes de que los medios de
comunicación comenzasen a prestar más atención a las cuestiones ambientales
(Martínez Valdés, 2003). Pero aun así, a
comienzos de los años 70 la mayoría de los
responsables de medios de
comunicación de todo el planeta todavía no
estaba familiarizada con la temática ambiental y
sólo algunos medios
contaban con periodistas especializados en ella.

En España, durante los años de la
transición un grupo de
periodistas procedentes de distintos medios de comunicación, todos ellos dedicados a la
información ambiental, llegó a
celebrar una reunión. Su intención era constituir
una agrupación bajo el nombre de Periodistas Ecologistas;
una iniciativa que nunca llegó a ver la luz, pero que
constituye una de las primeras muestras de interés
por parte de unos profesionales cuyas reivindicaciones
ambientales solían ir acompañadas de motivaciones
ideológicas.

La Cumbre de Rio de Janeiro de 1992, que contó
con la presencia de más de 120 líderes
internacionales, fue considerada la puesta de largo del
periodismo ambiental internacional. Sobre ella opinó el
periodista español
Arturo Larena (2002): «No nos engañemos. Los medios
como empresas
periodísticas tienen todavía escaso interés
en estos temas y uno de los aspectos positivos de Rio fue que
consiguió elevar el grado de concienciación de la
opinión
pública, que muchos gobiernos hayan reconocido
formalmente acciones que
los grupos
conservacionistas defienden desde hace tiempo y que
los medios dejen de ver esta información como un bicho
raro.

Aunque puede resultar pretencioso, se puede asegurar que
‘depende de los medios, en especial de la
televisión, la salvación de la biodiversidad
de la tierra’».

Los años posteriores a la Cumbre de Rio
coincidieron con un periodo de decadencia derivado, en parte, de
una nueva política empresarial
de los medios que primaba la eficacia y la
rentabilidad
frente a la especialización (Fernández, 2001);
aunque ciertos eventos
dispararon de nuevo la atención pública a la
temática en las siguientes décadas siguiendo un
patrón de ascensos y descensos en todo el mundo. Al
parecer estos ciclos de atención se dan en función
del grado de espectacularidad del hecho; es decir, «parece
que algo espectacular tiene que ocurrir para concebir al medio ambiente
como un tema saliente para los medios» (Hester y Gonzebach,
1995).

La cobertura ambiental todavía es
insuficiente

Aunque las informaciones ambientales cuentan ahora con
más prestigio que nunca –en los años 90
ganaron diez premios Pulitzer, mientras que fueron nueve entre
los años 60,  70 y 80– y la cobertura de
cuestiones medioambientales por parte de los medios (4) ha
aumentado claramente en las últimas décadas,
ésta todavía es insuficiente. Según se
desprende de la Segunda Encuesta
Nacional de la Percepción
Social de la Ciencia y
la Tecnología
(TNSdemoscopia, 2004),
presentada en noviembre de 2004, el porcentaje de
información ambiental que recibimos de los medios en
España (2,99 sobre 5) es inferior a nuestro grado de
interés informativo por el medio ambiente (3,48
sobre 5).

Los medios de comunicación se rigen por unos
procedimientos
rutinarios y su forma de seleccionar la información
está muy estandarizada. Con frecuencia nos hacen llegar
informaciones sobre catástrofes ambientales, incendios
forestales o accidentes
químicos, y uno se pregunta por qué se escogen esos
hechos restringidos dentro de la gran gama de temas
ecológicos cuando sólo constituyen una
pequeña porción de lo que los ambientalistas
denominarían problemas o
temas ambientales.

Para los reporteros de prensa el factor dramático
de los sucesos supone contar con una noticia atractiva, mientras
que la televisión
se guía más por factores como la disponibilidad de
imágenes visuales que por el interés
científico, lo cual implica que la mayoría de las
noticias ambientales se conciba de manera sensacionalista. Todo
ello refuerza la tendencia del público a subestimar los
riesgos de
carácter crónico de males como el efecto
invernadero o el deterioro de la capa de ozono
–a cuya solución, por otra parte, creen poder aportar
poco– y a fijar su atención en los sucesos
repentinos o llamativos, sin reparar en la calidad de la
información que se les está ofreciendo.

No obstante, la espectacularidad de determinados sucesos
no siempre es negativa. Hechos como el desastre del petrolero
Prestige hicieron saltar las alarmas sobre la
destrucción de la naturaleza y,
gracias a la enorme cobertura que de ellos hicieron los medios de
comunicación, se acrecentó la
sensibilización de una opinión pública cada
vez más preocupada por el entorno.

En parte como consecuencia de la tendencia a primar los
sucesos más llamativos, los medios acaban creando una
imagen parcial
de los hechos. Suelen tratar informaciones concretas y a menudo
simples sobre acontecimientos puntuales que realmente forman
parte de procesos
largos y realidades complejas con numerosas implicaciones
científicas técnicas
que no suelen explicarse (Caja España, 1999). Esto
evidencia que el carácter científico de muchas
cuestiones relacionadas con el medio ambiente no es
fácilmente trasladable a la cobertura de
noticias.

La Agencia Europea de Medio Ambiente corrobora algunos
de los datos anteriores
en sus estudios, como puede comprobarse en el
gráfico(1).

Dificultades del periodista ambiental

Los periodistas que optan por dedicarse a la
información ambiental cuentan ahora con una mejor
preparación que hace años, bases de datos
antes casi inexistentes o inaccesibles, y cierta conciencia de
grupo (5). No obstante, los pasos que se han dado siguen
siendo insuficientes y estos profesionales siguen encontrando
impedimentos que dificultan su tarea.

Necesidad de
especialización

Junto con las limitaciones de espacio, tiempo y medios,
la falta de preparación es la principal causante de que la
información transmitida no siempre sea todo lo rigurosa e
imparcial que debiera. Siempre y cuando el concentrarse en el
medio ambiente no le lleve a desvincularse del resto de la
información, nada mejor que la especialización
periodística puede ayudar a formar profesionales
capacitados para traducir las cuestiones ambientales al lenguaje
común. A esto se suma la necesidad de tener conocimientos
de campos como biología, química, gestión
y auditoría ambiental, o derecho, entre
otros, para poder abordar temas aparentemente muy
dispares.

Ante esta difícil tarea, es necesario que se
fomente la especialización tanto desde la etapa formativa
en la universidad como
desde los propios medios de comunicación.

Los responsables de los medios buscan la rentabilidad y
siguen mostrando reticencias a contratar a profesionales
especializados en detrimento de los periodistas todoterreno
capaces de cubrir cualquier tipo de información. Al no
existir una sección o espacio fijos para el medio ambiente
–que no se crean por considerar que no interesan al
público y posiblemente por falta de una
concienciación de los propios responsables–, no ven
necesaria la contratación de especialistas. Se trata de
una especie de círculo vicioso del que estoy convencida
que podría salirse con un cambio de
actitud hacia
el periodismo ambiental por parte de las instituciones
académicas. Sobre éstas opina la profesora
Rocío Zamora (1994): «En España, en
comparación con (…) los países anglosajones,
sobre todo Estados Unidos, no existe una oferta
académica destacada, al menos en lo que respecta a la
formación universitaria de grado y de licenciatura.
(…) Únicamente queda la posibilidad de abrir
vías a la especialización científica a
través de las asignaturas optativas y seminarios de libre
configuración que compiten (…) con una amplia gama
de otros cursos y especialidades».

Las fuentes

Existe un problema añadido a la citada
complejidad relacionado con las fuentes
utilizadas por los periodistas ambientales. Éstos, y en
mayor medida los que no cuentan con la preparación
necesaria, recurren con demasiada frecuencia a las instituciones
públicas por entender que el representar su uso
legítimo del poder (¿?) las convierte en fuentes de
información autorizadas. Y aunque existe la creencia
generalizada de que los expertos e investigadores pueden aportar
conocimientos objetivos y
juicios independientes, la comunidad
científica todavía juega un papel secundario como
fuente de información (Centre d’Estudis
d’Informació Ambiental, 1999).

Las organizaciones
ecologistas también persiguen la cobertura informativa de
sus actividades, pero estos colectivos tienden a verse como
agrupaciones de activistas contrarios al poder establecido. Con
frecuencia se considera más relevante desde el punto de
vista informativo la forma que adquieren sus protestas que el
propio contenido de éstas, que acaba por trivializarse o
simplificarse en exceso. Las ONG, por su
parte, ocupan un lugar secundario como fuentes de
información ambiental con respecto a las oficiales o las
científicas.

Dependencia del medio para el que
trabajan

Otra de las principales dificultades a las que se
enfrentan estos profesionales es su dependencia con respecto a
los medios para los que trabajan, que a menudo se muestran
reacios a otorgar a la temática ambiental la
atención que merece. Los más optimistas polemizan
sobre si es más adecuado crear una sección
específica sobre información ambiental o si por el
contrario se debería tratar de ecologizar todas las
secciones, aunque la realidad es que el medio ambiente
todavía se incluye mayoritariamente en áreas como
la de Sociedad.

De cualquier modo, aun en el caso de aquellos medios que
hacen un hueco a la información ambiental, no debe
olvidarse que a veces sus alianzas basadas en intereses
económicos y políticos disminuyen su supuesta
neutralidad a la hora de cubrir este tipo de acontecimientos.
Sirva como ejemplo la prestigiosa revista
Time, que en los últimos años apenas ha
publicado números especiales sobre medio ambiente, uno de
los cuales salió a la luz en agosto de 2002, justo antes
de la Cumbre de Johannesburgo. Este especial se hizo en parte
porque numerosos anunciantes tenían interés en que
se les asociase con un mensaje de sensibilización con el
entorno mientras durase dicha Cumbre.

Los receptores

Los medios no son los únicos culpables de que el
medio ambiente no goce de más protagonismo. Debido a que
se enfrentan a un influjo enorme e incesante de
información, los ciudadanos se ven obligados a seleccionar
e interpretar las partes de las noticias que tienen algún
significado relevante para sus intereses y valores
personales. Los receptores parecen prestar cada vez más
atención a cuestiones de sociedad, entretenimiento o
deportes en
detrimento de otros como el medio ambiente, que los
españoles sitúan en décimo lugar de un total
de catorce temáticas ordenadas según el grado de
interés informativo que despiertan (TNSdemoscopia,
2004).

El periodista ambiental español Javier Rico
(2001) señala con gran acierto dos características
que impiden que la información ambiental cale hondo en los
receptores. Por un lado, el carácter de información
dura, negativa, y hasta sucia, sobre todo en la parte
marcadamente ambiental –contaminación, residuos, sequía,
energía
nuclear–, que se ve compensada a veces por el
área de naturaleza –flora, fauna,
paisajes–. Por otra parte, como ya se señaló
antes, el hecho de que este tipo de información juega con
el medio o largo plazo en cuanto a los efectos las grandes
problemáticas, como son la disminución de la capa
de ozono o del cambio climático, que en consecuencia no
interesan demasiado porque no se conciben como algo
próximo (gráfico(2)).

Los medios no deberían ser meros
informadores

Las cuestiones ambientales no escapan de la enorme
influencia que tienen los medios de comunicación como
movilizadores sociales, especialmente la prensa, que origina un
volumen
considerable de información sobre el medio ambiente, y la
televisión, cuyo impacto en la población es incluso mayor
(gráfico(3)).

Según un estudio realizado por Juan Díez
Nicolás (2004), el 65 por ciento de los españoles
reconoce estar "poco" o "nada" informado acerca del medio
ambiente, frente a un 29 por ciento que dice estar "muy bien" o
"bastante" informado. El Quinto Programa de
Acción
Medioambiental de la Unión
Europea, aprobado en febrero de 1993, puso de manifiesto la
necesidad de facilitar al ciudadano más y mejores datos,
información y educación
públicas y formación profesional en materia
ambiental, pero no estableció el rol –y a día
de hoy sigue sin hacerlo– de los medios de
comunicación ni hizo referencia alguna a la importancia de
integrar a los medios en las estrategias de
educación
ambiental.

Hace ya cinco años, durante el III Congreso
Nacional de Periodismo Ambiental celebrado en Madrid, se
apuntó una serie de características de un nuevo
modelo de
comunicación ambiental, entre las que se destacó la
que se conoce como "ecoalfabetización", es decir, la educación
ambiental a través de información sobre cuestiones
relacionadas con el medio ambiente difundidas por los medios de
comunicación.

No obstante lo anterior, existen discrepancias sobre si
los medios de comunicación deben actuar como meros
informadores de la realidad ambiental o si, partiendo de la idea
de que la objetividad absoluta no existe, deben implicarse como
educadores. Una tercera postura, ingenua a mi entender, es la de
quienes lanzan un llamamiento al denominado "periodismo
sostenible" (6), un nuevo tipo de periodismo ambiental
basado en la compatibilidad de las ideas anteriores. Los medios,
a mi entender, deberían aprovechar su potencial para 
contribuir de manera activa a que la ciudadanía adquiera una
concienciación ambiental sólida e incluso
complementar a otras instituciones sociales como el colegio o
la familia en
su papel pedagógico. A este respecto es significativa la
opinión de la Agencia Europea de Medio Ambiente al
referirse a los medios de comunicación: «Pueden
tener un importante efecto sobre la recepción
pública de las realidades del entorno y eventualmente
sobre esas realidades mismas. Bajo unas condiciones determinadas,
los medios pueden afectar a las costumbres personales, aunque
esos efectos sean siempre dependientes del contexto y
multifuncionales. El impacto de los medios sobre la sociedad
puede ser más perceptible cuando se descubren realidades
desconocidas y divertidas, preferencias y posibles caminos de
actuación que influyen en la elección final de
opiniones específicas» (Centre d’Estudis
d’Informació Ambiental, 1999) (7).

Conclusiones: propuestas para una mejora

Para que la información ambiental ocupe el lugar
que merece en los medios de comunicación sería
conveniente que éstos se replanteasen una serie de
cuestiones, para lo cual expongo las siguientes sugerencias a
modo de conclusiones:

1. información medioambiental todavía
representa un porcentaje muy pequeño de la cantidad total
de información ofrecida por los medios de
comunicación. Es necesario que éstos den más
protagonismo a la actualidad ambiental mediante la
creación de secciones o espacios fijos para esa
temática, algo que sólo harán cuando lo
consideren informativamente rentable, es decir, cuando tengan la
seguridad de que
un número considerable de consumidores mostrará
interés por ella.

2. a despertar ese interés en el público,
uno de los principales problemas que se debe resolver es la
complejidad que rodea al ámbito del medio ambiente,
promoviendo desde las instituciones académicas la
especialización de periodistas en esta materia que sean
capaces de transmitir la información en un lenguaje
asequible.

3. bién debe fomentarse dicho interés con
el lema ecologista «piensa globalmente, actúa
localmente». Es decir, relacionando los temas ambientales
del ámbito nacional o internacional con otros similares
que afectan al ciudadano más directamente para hacer que
se sienta más implicado, y al mismo tiempo ofrecerle
información práctica sobre qué puede hacer a
favor del medio (8)

4. Debería evitarse en la medida de lo posible
que el público relacione la temática ambiental con
hechos negativos procurando un enfoque constructivo y destacando
tanto lo positivo de las informaciones ambientales como el
carácter reivindicativo y crítico. 

5. Los medios de comunicación pueden y deben
aprovechar su potencial para fomentar la concienciación
ambiental de la ciudadanía mediante la
"ecoalfabetización".

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Dra. Sonia Fernández Parratt

Profesora de la Universidad Carlos III de
Madrid

Partes: 1, 2
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